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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. vol.23 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires oct. 2003

 

RESEÑAS

Maite Ezcurdia y Olbeth Hansberg (compiladoras). La naturaleza de la experiencia. Volumen l. Sensaciones. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Filosofía contemporánea, 2003, 368 pp.


La presente obra constituye el primer volumen de una colección de dos volúmenes sobre la naturaleza de la experiencia. En esta primera parte las autoras ofrecen al lector once artículos de filósofos contemporáneos de habla inglesa dedicados al complejo problema de las sensaciones. Se trata de artículos ya clásicos que han tenido una enorme influencia en los debates sobre el tema y cuya lectura, a mi modo de ver, resulta imprescindible si se quiere conocer la controversia actual sobre ese problema. Dada la amplia producción filosófica sobre el tema, merece reconocerse la difícil tarea de selección hecha por las compiladoras. Tarea que, a mi juicio, han realizado exitosamente. Por otra parte, disponer de una buena versión en español de esos trabajos (casi todos ellos aparecen traducidos por primera vez) constituye, sin duda, un mérito adicional de este libro.
En las tres últimas décadas el problema de la naturaleza de las sensaciones ha dado lugar a uno de los debates más apasionados y vehementes en el ámbito de la filosofía de la mente. La cuestión que se discute gira en torno a rasgos compartidos por todas las sensaciones y que suelen ser denominados "qualia", "conciencia fenoménica", "contenido cualitativo" o "contenido fenoménico" de la sensación. Con estas expresiones se alude a la manera personal y subjetiva en que cada uno de nosotros sentimos o experimentamos un dolor, un color, un sabor. Son estos aspectos subjetivos y personales de las sensaciones, accesibles sólo a la primera persona, los que parecen resistirse a toda explicación científica, a toda explicación dentro de los marcos de una ciencia natural y objetiva, creando así un "hueco explicativo" -en palabras de J. Levine- entre lo físico y lo mental. Los artículos que componen este volumen exploran la posibilidad de cerrar esta brecha y las diferentes maneras en que -en el mejor de los casos- esto podría llevarse a cabo. Ese hueco "ha de cerrarse -escriben las autoras en la Introducción- si es que tenemos alguna esperanza de poder explicar las sensaciones".
El libro comienza con una introducción dividida en seis secciones en la que Ezcurdia y Hansberg presentan el estado actual del debate desde su propia perspectiva y explican la selección de trabajos y el orden en que ellos han sido organizados. Ofrecen, de este modo, una guía apropiada para la lectura y discusión.
En los cuatro primeros artículos -"¿Cómo es ser un murciélago?" de T. Nagel, "¿Podemos resolver el problema mente-cuerpo?" de C. McGinn, "Qualia epifenoménicos" y "Lo que María no sabía" de F. Jackson- la discusión se centra en los problemas que la conciencia fenoménica presenta al fisicalismo. Ellos comparten un talante pesimista acerca de la posibilidad de dar cuenta, desde una perspectiva fisicalista, de las sensaciones en términos que recojan sus aspectos fenoménicos y subjetivos. El quinto artículo -"Lo que enseña la experiencia" de D. Lewis- constituye una de las tantas respuestas ofrecidas a los polémicos argumentos de Jackson.
Los dos artículos siguientes examinan las dificultades que el funcionalismo en general debe enfrentar a la hora de dar cuenta de los estados mentales con contenido cualitativo. Se trata de "Lo que no son los estados psicológicos" de N. Block y J. Fodor y "Funcionalismo y qualia" de Shoemaker. En el primero de ellos, Block y Fodor presentan y examinan dos argumentos contra el funcionalismo, uno de ellos basado en lo que se conoce en la literatura filosófica como"la hipótesis del espectro invertido" y el otro sobre los "qualia ausentes" (posibilidad de los zombis). Shoemaker, como lo hacen también Block y Fodor, intenta una defensa del funcionalismo frente a esos mismos argumentos, aunque lo hace utilizando estrategias diferentes. Por una parte, niega la posibilidad de los qualia ausentes y, por otra, pretende mostrar que, si bien son posibles los qualia invertidos, ellos admiten una explicación funcionalista.
El octavo trabajo de la compilación es el "subversivo" artículo de D. Dennett: "Quinear los qualia". Allí Dennett se propone mostrar cómo la incoherencia de la noción misma de quale, tal como ha sido definida tradicionalmente, conduce a la eliminación en un sentido fuerte, ontológico, de los qualia. Pensar los qualia, tal como suele hacerse, como propiedades inefables, intrínsecas, privadas e inmediatamente accesibles a la conciencia, no puede sino llevamos -concluye Dennett- a sostener que "sencillamente, los qualia no existen en absoluto".
Los siguientes dos artículos -"La cualidad intrínseca de la experiencia" de G. Harman y "La tierra invertida" de N. Block- retoman las dificultades funcionalistas frente a los aspectos subjetivos de las sensaciones. En ese trabajo, Harman se propone una defensa del funcionalismo asumiendo una posición intencionalista. Para ello examina tres argumentos (la imposibilidad de dar cuenta del carácter intrínseco de la experiencia, el argumento del conocimiento y el argumento del espectro invertido), que pretenden demostrar la imposibilidad del funcionalismo a la hora de dar cuenta de la conciencia fenoménica, y concluye mostrando el carácter falaz de esos argumentos. Block, en respuesta a Harman, elabora un nuevo argumento -la tierra invertida- que lo lleva a defender una posición "cuasifuncionalista". Desde el punto de vista de Block el contenido intencional de nuestras experiencias es caracterizable funcionalmente; el contenido cualitativo, en cambio, no lo es. El error de Harman -la falacia de la intencionalización de los qualia- consiste, de acuerdo con Block, en identificar ambos contenidos. La finalidad del escenario de la tierra invertida es, precisamente, distinguirlos exhibiendo la posibilidad de cambios en uno de ellos sin cambios en el otro.
Por último, el trabajo de M. Tye -"Una teoría representacional del dolor y de su carácter fenoménico"- asume una línea intencionalista a la manera de Harman. Tye adopta el punto de vista representacional según el cual las experiencias y sensaciones corporales tienen siempre -como todo estado mental- un contenido representacional aunque, a diferencia de los estados de actitudes proposicionales, ese contenido es no conceptual y en él se agota la conciencia fenoménica. Tye utiliza el caso de las sensaciones de dolor para desarrollar su posición y argumenta que esas sensaciones, que para la mayoría de los filósofos carecen de contenido representacional, son estados intencionales con contenido representacional. Representan, por ejemplo, la presencia de cierta lesión en el cuerpo, que algo desagradable está ocurriendo en el cuerpo. Así, Tye admite un contenido cualitativo pero sostiene que este no es sino el contenido intencional. Las preguntas que surgen aquí, y que Ezcurdia y Hansberg se formulan hacia el final de la Introducción, es cómo interpretar este contenido intencional y en qué medida es lícito identificarlo con el contenido fenoménico.
Las compiladoras cierran la introducción preguntándose si no será que persiste un hueco explicativo entre lo intencional y lo cualitativo. Esta cuestión, hoy todavía abierta, justifica plenamente la publicación de compilaciones como la presente. (Nora Stigol)

 

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