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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. v.25 n.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2005

 

Daniel Kalpokas, "Richard Rorty y la superación pragmatista de la epistemología", Ediciones del Signo, 2005.

Lo primero en lo que se repara con la lectura del libro "Richard Rorty y la superación pragmatista de la epistemología", de Daniel Kalpokas es la exhaustividad y claridad en la presentación de la posición de Rorty en epistemología y las críticas que desde el sentido común realista puede formulársele. Ofrece una acabada exposición del punto de vista de Rorty sobre los fenómenos y conceptos de conocimiento, justificación, verdad y falibilidad. Se muestran también las críticas de Rorty a la visión representacionista del conocimiento y la verdad. De ellas parte Rorty para criticar el otro de los ejes de la epistemología tradicional: el fundacionismo. No hay representaciones privilegiadas que reflejen el modo de ser del mundo, o sobre las cuales tengamos certezas de su verdad. No hay tampoco forma de escindir, en una creencia, los elementos "dados por el mundo" de los "aportados por el esquema conceptual". El falibilismo nos impide aceptar lo primero. Las críticas al correspondentismo, lo último. La simultánea aceptación del correspondentismo y el fundacionismo posibilitan dos situaciones que en general se juzgan insatisfactorias: el planteo de escenarios escépticos y las tentativas relativistas. Rorty evita esto renunciando a la idea de que la verdad pueda ser definida y también a la idea de que toda proposición conocida deba derivarse de un núcleo de proposiciones evidentemente verdaderas o sin aporte de nuestro sistema de conceptos. Esto supone renunciar al núcleo de la epistemología tradicional, e implica la adopción de otro enfoque: el etnocentrismo. Es contra el etnocentrismo rortiano que Kalpokas dirige sus críticas.
Según nos explica Kalpokas, el etnocentrismo de Rorty comprende distintas tesis, entre ellas, la idea de que partimos, al investigar, de paradigmas teóricos particulares. Esos paradigmas no comparten un número y tipo suficiente de premisas como para poder acordar sobre algún punto en disputa. Lo que defiendan será relativo a sus estándares de justificación, y éstos serán diferentes. La justificación es relativa a los estándares de justificación de cada paradigma; la verdad de una creencia no observa esta relatividad. Sin embargo, no hay otro criterio de verdad que los estándares de justificación, por lo que las creencias que tenemos por verdaderas serán las que tenemos por justificadas. No podemos, dado que alguna aculturación es necesaria para devenir racional, más que decir que las mejores creencias son nuestras creencias, y que los mejores criterios evaluativos son nuestros criterios. El progreso epistémico se explica en el etnocentrismo como una acumulación de herramientas cada vez mejores para lidiar con nuestro entorno. Con esto, podemos pensar a los seres humanos sólo como una especie con mecanismos adaptativos más sofisticados y eficaces, capaz de manipular el entorno y a sí misma, entre otras cosas por medio de la modificación de vocabularios, con el propósito de alcanzar fines autoimpuestos.
Alo largo de los capítulos, Kalpokas expone lo que considera falencias del etnocentrismo de Rorty. Cada capítulo gira alrededor de alguna cuestión epistemológica central, y suele incluir una reconstrucción de los debates que Rorty sostiene con renombrados filósofos contemporáneos, como McDowell, Putnam y Taylor. El eje de las críticas es sin embargo el etnocentrismo. Kalpokas sostiene que el etnocentrismo no es una alternativa válida frente al universalismo, pues recae en el relativismo, opción autocontradictoria. Hay un y sólo un estándar de justificación epistémica auténtico, dependiente únicamente del modo máximamente confiable en que, de respetárselo, obtendríamos creencias verdaderas. El etnocentrismo, que niega aquello, no puede explicar el progreso epistémico. ¿En base a qué razón otra comunidad podría aceptar esa creencia, si no satisface sus propios estándares de justificación? No podríamos argumentar racionalmente, es decir, desde un punto de vista neutral y objetivamente correcto, que otras comunidades están equivocadas. Kalpokas provee también argumentos para desestimar las críticas al correspondentismo que Rorty formula.
Kalpokas también evalúa la visión de Rorty acerca de la filosofía. Rorty entiende a la filosofía como una suma de tradiciones literarias. No hay ni un método común ni un conjunto de problemas comunes a las múltiples tradiciones y épocas. ¿Cuál es entonces la tarea que le queda a la filosofía y a los filósofos? Una tarea posible del filósofo, alega Rorty, es la de procurar reconciliar esos vocabularios que proliferan dentro de su comunidad, teniendo como horizonte de su labor reparadora la maximización de los objetivos que la comunidad considera valiosos. Una de las formas que Rorty encuentra para dar cauce a esa tarea es liberar a la disciplina filosófica del vocabulario fundacionista y representacionista. Kalpokas se pregunta, ¿desde qué óptica puede Rorty afirmar que su vocabulario es más útil? Rorty suele señalar, sin embargo, que si dos filósofos pertenecientes a tradiciones muy disímiles se ponen a debatir en torno a un punto de conflicto, jamás llegarán a un acuerdo. Eso es lo que pasa entre etnocentristas y antietnocentristas. Pero las tradiciones no son cerradas. Si bien hay premisas en tensión, hay otras compartidas. Las tradiciones a las que un filósofo pertenece son múltiples. Rorty puede debatir con el antietnocentrista porque forman parte de la tradición más general de la filosofía analítica. Pero ese diálogo tiene un límite, más allá del cual sólo queda acordar que desacuerdan.
Cada capítulo obligará al etnocentrista a elaborar una réplica, quizás incluso a rever su posición. Constituye, así, una obra indispensable en la evaluación de la teoría de uno de los más influyentes filósofos contemporáneos. Merece una última mención el capítulo IX, en el que Kalpokas presenta apretadamente el esbozo de un programa epistemológico alternativo, que permita que la experiencia forme parte de la justificación y que la noción de correspondencia con hechos tenga sentido. Los desarrollos que Kalpokas nos ofrece, basados en la teoría de los signos de Peirce, son de una gran originalidad y potencialidad explicativa. Es de esperar que las investigaciones de Kalpokas cuajen en otro libro, tan interesante como este que comentamos.

(Federico Matías Pailos)

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