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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. v.28 n.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2008

 

Peter Carruthers: la arquitectura de la mente1

Antoni Gomila

Departamento de Psicología. Universitat de les Illes Balears
toni.gomila@uib.es

Resumen

En esta introducción al número monográfico, se presentan las líneas centrales del pensamiento de Peter Carruthers, su particular versión del cognitivismo funcionalista, que parte de una curiosa inversión de un lugar común: los animales piensan pero no sienten. Esta inversión deriva del papel central que Carruthers atribuye al lenguaje en la propia arquitectura mental, a pesar de partir de una versión de la modularidad masiva: como base para la conciencia y el pensamiento de nivel superior, flexible y creativo. Finalmente, también se sitúan las diversas contribuciones al volumen dentro de estos ejes centrales.

PALABRAS CLAVE: Carruthers; Arquitectura de la mente; Lenguaje en el pensamiento

Abstract

In this introduction to the special issue, the central ideas in Peter Carruther's thought are presented: his particular version of functionalist cognitivism, which inverts the common place that animals feel but not think, to claim that they do think but do not feel. The key to this inversion is the central role Carruthers assigns to language in the architecture of the mind, in spite of his defense of a version of the massive modularity hypothesis: as a ground for qualitative consciousness and for flexible thought. Finally, the different contributions to the special issue are placed in terms of such central axes.

KEY WORDS: Carruthers; Architecture of mind; Language in though

El número monográfico que presentamos reúne una selección de las contribuciones presentadas al XVII Seminario Interuniversitario de Filosofía y Ciencia Cognitiva, celebrado en Palma de Mallorca del 24 al 26 de mayo de 2006, bajo los auspicios de la Sociedad Española de Filosofía Analítica y con el patrocinio del Ministerio de Educación y Ciencia español (proyectos HUM2006-27972, BFF2003-129 y HUM2006-11603-C2), así como de la propia Universitat de les Illes Balears. Quisiera agradecer a todos los participantes, así como al propio Carruthers, su esfuerzo y actitud, que hicieron posible que el encuentro resultara constructivo, fructífero y amigable. En especial al propio Peter, cuya disposición antes, durante y después del seminario fueron más allá de lo obligado, haciendo posible, entre otras cosas, que hayamos podido incluir uno de sus trabajos.
Creo que la elección de Peter Carruthers como invitado a uno de estos seminarios (añadiéndose a una lista que incluye los nombres de Dennett, Fodor, Dretske, Millikan, Peacocke, o McDowell, entre muchos otros), no requiere una justificación especial. Aparte de su labor dinamizadora desde el centro Hang Seng Center for Cognitive Studies de la University of Sheffield, a través de proyectos interdisciplinares sobre temas de especial relevancia teórica y filosófica, reflejados en libros de gran influencia -como Theories of Theories of Mind, Language and Thought, Evolution and the Human Mind, The Cognitive Basis of Science, o el ultimo hasta el momento, The innate mind, en tres volúmenes-, Carruthers también ha desplegado una intensa actividad como pensador acerca de algunas cuestiones centrales en la filosofía de la psicología y la ciencia cognitiva, que se ha reflejado en numerosos artículos, capítulos de libros y libros (entre los que destacan sus libros sobre la conciencia, Carruthers, 2000 y 2005; sobre las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento, Carruthers, 1996; y el más reciente, The Architecture of the Mind, de 2006).2 Tanto en un caso como en el otro su trabajo ejemplifica de manera destacada la relevancia y el potencial de la reflexión filosófica para otras disciplinas, en la línea del naturalismo filosófico (frente a la tentación "purista" de la filosofía analítica clásica).
En cuanto al contenido de sus propuestas, que fue lo que el seminario pretendió analizar y discutir, podría decirse que Carruthers, partiendo de un posicionamiento fodoriano clásico acerca de los procesos mentales (como procesos informacionales, como computaciones sobre representaciones), explora hasta las últimas consecuencias, rozando lo paradójico, una sorprendente combinación de opciones. Si puede considerarse más o menos como un lugar común generalmente dado por supuesto que los animales sienten pero no piensan, la tesis de Carruthers podría ser la inversa, que piensan pero no sienten. La explicación de cómo sostiene esta tesis tiene que ver con que, mientras que por una parte asume una visión muy generosa de lo que sea pensar, por otra defiende una versión muy restrictiva de lo que sea sentir, esto es, tener conciencia cualitativa. En efecto, dentro del marco de la psicología del procesamiento de la información, puede entenderse el pensar como la capacidad de codificar información y operar en base a esa codificación interna. Desde este punto de vista, sostiene Carruthers (2004), incluso las abejas piensan, dado que elaboran sus propias representaciones del espacio y actúan en base a tales representaciones. En cambio, con respecto a sentir, Carruthers defiende una versión metarrepresentacional de la experiencia consciente, según la cual la experiencia cualitativa es una forma de pensamiento de orden superior, una especie de reflexión sobre un proceso básico, no consciente.
Esta capacidad metarrepresentacional, en su opinión, estaría constitutivamente vinculada al lenguaje. La idea de la relación intrínseca entre lenguaje y conciencia en absoluto puede considerarse original (puede encontrarse en distintas líneas de reflexión teórica, desde las de inspiración semiótica, vygotskiana, hermenéutica, en el propio Davidson, en Dennett...). Ahora bien, lo original en el caso de Carruthers es el modo en que articula y desarrolla esta atribución, dentro del marco teórico, como avanzaba antes, de la concepción funcionalista-representacionalista de la mente. A primera vista, podría parecer que tal combinación es extraña a ese marco, cuyas dificultades para dar cuenta de la conciencia son bien conocidas y reconocidas (recuérdese el clásico Fodor y Block, 1972). Pero precisamente la estrategia de concebir la conciencia como pensamiento de segundo orden persigue evitar los problemas de irreductibilidad de los qualia, reinterpretándolos en términos funcionales como efectos de segundo nivel. Igualmente problemático resulta el encaje de las funciones atribuidas al lenguaje en el marco del enfoque modularista de inspiración chomskiana y fodoriana: por un lado, dado el planteamiento de Chomsky, centrado en la gramática como sistema modular de conocimiento, generador de los emparejamientos entre sonidos y significados, no parece que la dimensión atribuida pueda tener cabida. Y desde la arquitectura modular propuesta por Fodor, donde el lenguaje se convierte en una serie de módulos de entrada, que procesan la señal acústica para obtener de ella una representación proposicional, en el formato del lenguaje del pensamiento totalmente distanciado de los lenguajes naturales (tanto por razones lógicas como ontogenéticas de la adquisición conceptual), tampoco resulta fácil atribuir al lenguaje esas funciones metarrepresentacionales.
Podría decirse que la modificación que propone Carruthers (2006) a este marco arquitectónico procede amplificando la noción de modularidad, apuntándose a la línea que propone una arquitectura funcional masivamente modular (además de Carruthers, esta propuesta ha sido defendida por Sperber, 1996; y en general, por los defensores de la psicología evolucionista, como Pinker, 1997; o Cosmides y Tooby, 2000). Desde este punto de vista, dada una arquitectura de la mente masivamente modular, con los sistemas que procesan el lenguaje también modulares, aún sería posible la emergencia de un metanivel de procesamiento que permitiera la integración de los outputs de cada módulo (así como, derivadamente, la aparición de un tipo de pensamiento de alto nivel, serial, controlado, flexible, creativo. Vd. también Carruthers, 2002).
Para mostrar cómo puede ser ello posible, Carruthers recurre a la noción de memoria de trabajo (vd. Baddeley, 2007 para una exposición reciente de la teoría de este constructo) y encuentra en el bucle fonológico- articulario el mecanismo básico para sostener su atribución funcional al lenguaje: el habla interna debe entenderse como la activación, en los procesos de pensamiento, de las imágenes fonológicas o articulatorias correspondientes a las proposiciones que maneja el sujeto. Dicho de otro modo, más impactante quizá, el lenguaje interviene en el pensamiento como imagen consciente. Debe tenerse en cuenta que solamente el pensamiento proposicional consciente involucra el lenguaje, como imagen fonológico-articulatoria: aquellos procesos centrales de creer, desear y razonar. Su idea es que este tipo de proceso central (en la terminología de Fodor) proposicional involucra "oraciones imaginadas del lenguaje natural, o habladas (imágenes motoras) u oídas (imágenes auditivas)". Esto significa que no se trata de que el habla interior exprese los propios pensamientos, haciéndolos de este modo accesibles para uno, sino que el lenguaje, interiorizado mediante sus imágenes en la memoria a corto plazo, forma parte del proceso de pensar, constituye el medio representacional del pensamiento, gracias a lo cual es consciente.

Los argumentos a favor de este planteamiento son varios. En primer lugar, Carruthers hace notar las propiedades fenoménicas del pensamiento consciente: sabemos lo que estamos pensando de forma directa, inmediata, no inferencial, no interpretativa. En cambio, debemos inferir, interpretar lo que estamos pensando proposicionalmente de forma no consciente (como parte, quizá, de un proceso de inferencia pragmática), igual que si se tratara de atribuir ese pensamiento a otro agente, aun cuando nos pueda parecer que no lo hacemos. La prueba de ello la constituyen las bien documentadas confabulaciones, las explicaciones en base a razones socialmente aceptadas de conductas acabadas de realizar por razones no accesibles a la conciencia (Nisbett y Wilson 1977; Nisbett y Ross 1980): como la ignorancia de la influencia de la posición en la elección de un artículo entre otros idénticos, que se explica por calidad superior, etc., declarar menor interés en un juego si se recibe compensación económica por jugar, cuando en realidad la conducta muestra un interés máximo o desconocer los factores efectivos que influyen la propia decisión y razonarla en base a principios generales. Otro caso en la misma línea son los sujetos con conmisurotomía (Gazzaniga 1995): tras separarles los hemisferios, el izquierdo, que retiene la producción lingüística, confabula razones para dar cuenta de acciones realizadas bajo el control del derecho, a las que no tiene acceso. Es importante notar que esto justifica no considerar al lenguaje, ni siquiera al interior, como expresión de un pensamiento no consciente: no tenemos acceso directo a ese pensamiento, ni garantías de que lo que verbalizamos se corresponda con esos procesos subpersonales (que, sin embargo, concibe en términos del lenguaje del pensamiento y los procesos computacionales correspondientes de transformación).
En segundo lugar, este planteamiento permite poner de manifiesto el papel funcional distintivo de los pensamientos verbalizados, esto es, de los pensamientos proposicionales en formato lingüístico: vinculados al nivel personal del agente, no al subpersonal, el de la unidad de la conciencia y la acción, el de la deliberación, la consideración de alternativas, la decisión. Aunque Carruthers no se plantea el sentido evolutivo de contar con este nivel de organización funcional, no resulta difícil atribuirle una dimensión integradora y coordinadora, si bien de alcance parcial, de los diferentes componentes y mecanismos subpersonales que componen la mente humana. La duda que surge es si esta dimensión metarrepresentacional integradora resulta consciente gracias al lenguaje, o si el lenguaje puede desempeñar la función atribuida gracias a que es consciente (en el sentido de accesible).
En cualquier caso, para Carruthers estas diferencias funcionales y causales entre el pensamiento consciente y el inconsciente radican en el formato representacional, en las propiedades del vehículo que expresa ese contenido. Lo que es preciso es un tipo de signo que haga inmediatamente accesible su contenido, y esto es lo que Carruthers cree obtener con el habla interior, al constituir ésta un tipo de imagen mental, y caracterizarseéstas por su accesibilidad inmediata. Para justificar esta afirmación, Carruthers se remite a la teoría de las imágenes de Kosslyn (1994), según la cual las imágenes resultan de la autoestimulación perceptiva: al imaginar, estimulamos las mismas áreas corticales primarias involucradas en la percepción, y estos estímulos son después procesados como si hubieran sido ocasionados por un estímulo distal, generando, en lugar del percepto, la experiencia perceptiva, una imagen. De igual modo, al imaginar una oración del lenguaje natural (como si la oyéramos o la pronunciáramos) se genera el correspondiente proceso de análisis sintáctico y léxico-semántico, que da lugar a la experiencia equivalente a la de la percepción del habla: una imagen auditiva.
En este punto, se plantea otra cuestión de gran calado sobre la naturaleza de las imágenes y sobre el habla interna en particular. ¿Aqué nivel se constituye la imagen lingüística? Carruthers insiste especialmente en que la imagen nos ofrece el significado de la oración, del mismo modo que es lo que experimentamos cuando oímos el habla ajena, pero debemos señalar que en el modelo de Baddeley de la memoria de trabajo, el bucle fonológico-articulatorio se concibe como un almacén a corto plazo de las representaciones fonológico-articulatorias involucradas en ese bucle de repetición exclusivamente, es decir, una representación de la forma fonológica (de hecho, Carruthers se ve forzado a usar la expresión "imagen interpretada", porque es posible concebir las imágenes como meras configuraciones sensoriales no conceptuales).
En el caso del habla interior, las repercusiones de la posición de Carruthers afectan al dominio que podríamos denominar Psicopragmática: si se concibe el pensamiento proposicional como la mera activación representacional, se plantea la cuestión de lo que determina el significado ocasional (el significado en este contexto y en esa ocasión de uso) de ese pensamiento para el sujeto, a diferencia de lo que se supone que ocurre con las representaciones proposicionales del lenguaje del pensamiento. Por otra parte, si se tratara efectivamente de una representación en el sentido propuesto por Carruthers, como imagen fonológica, se podría dar cuenta de las diferencias, notadas por Vygotsky, entre el lenguaje público y el habla interior en cuanto a su simplificación. En Carruthers, encontramos también otros temas vygotskianos: la idea de que el lenguaje público puede ser también expresión de un pensamiento público, la idea de que pensamos escribiendo, la experiencia de no tener muy claro lo que pensamos hasta que nos expresamos, etc.
En conclusión, puede verse el argumento de Carruthers como un intento de reconocer la realidad del pensamiento proposicional consciente y sus rasgos distintivos, encontrando en el habla interna, entendida como imágenes oracionales interpretadas, el vehículo apropiado para explicarlo. El lenguaje entra en el pensamiento a través de las imágenes de las oraciones. Esto es relevante, como hemos visto, para la cuestión de la relación con la conciencia y con la secuencialidad del pensamiento. Y se combina con una visión muy general del pensamiento en sentido amplio, como procesamiento de la información en sistemas modulares.
Obviamente, de la articulación de esta posición se derivan consecuencias morales, por ejemplo con respecto a nuestras relaciones con los animales, mucho menos restrictivas que las de un Singer, por señalar el otro extremo. Resulta fácil sospechar que este modo de ver la naturaleza de la mente se origina primeramente en una motivación intuitiva para defender tales posiciones éticas (en base al desarollo intelectual: la reflexión ética precede a la cognitiva; Carruthers, 1992 es el mejor aliado para los defensores de las corridas de toros, por ejemplo). No resulta tan sencillo establecer si las consecuencias éticas son intrínsecas a esta concepción de la arquitectura mental. En cualquier caso, Carruthers representa la línea que defiende la especificidad humana frente al resto de los animales en términos de una discontinuidad significativa, que tiene su centro de gravedad en la transformación de la experiencia consciente vinculada a la adquisición del lenguaje.
Los trabajos que siguen a continuación, elaborados en su versión final teniendo en cuenta el intercambio producido gracias al seminario, discuten algunas de las cuestiones neurálgicas para el modo en que Carruthers trata de combinar las piezas en un marco coherente. Paco Calvo cuestiona la preferencia de Carruthers por el marco teórico del procesamiento de la información, el modelo de la mente representacional-computacional, es decir, su punto de partida. Diana Pérez discute el intento de asimilar la conciencia cualitativa como un modo de conciencia reflexiva. Hugo Viciana y Marius Dumitru, así como Marcin Mil⁄kowski, reflexionan acerca de la noción de modularidad que asume Carruthers, ilustrada en el texto incluido, y su plausibilidad en términos evolutivos y funcionales. Fernando Martínez-Manrique y Agustín Vicente, por fin, cuestionan el papel atribuido al lenguaje en el proceso de pensamiento. La perspectiva de proximidad, minuciosa, de cada trabajo sirve para poner de manifiesto tanto las dificultades y limitaciones de cada una de las posiciones clave adoptadas y defendidas por Carruthers, como la fuerza y coherencia de su propuesta de conjunto. En efecto, su concepción de la arquitectura de la mente consigue integrar múltiples elementos y dar una respuesta global a los diversos problemas planteados. Es preciso, por ello, reconocer la dificultad de articular una visión alternativa del mismo alcance.

Notas

1 Este trabajo ha recibido el apoyo del proyecto HUM2006-11603-C2 del Ministerio de Educación y Ciencia español, y de los fondos FEDER europeos. Quisiera agradecer a Peter Carruthers su colaboración y participación, y a la revista Análisis Filosófico su interés por este número monográfico.

2 Se puede acceder a casi todos los trabajos de Carruthers a través de su página web: http://www.philosophy.umd.edu/Faculty/pcarruthers/

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