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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. vol.31 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2011

 

ARTICULOS

Contenido perceptual, conceptos y conciencia fenoménica

 

Francisco Pereira Gandarillas

Universidad Alberto Hurtado

 


Resumen

Algunos defensores del conceptualismo perceptual intentan bloquear el argumento noconceptualista de la riqueza de contenido afirmando que no hay percepción consciente sin atención. Para justificar esta afirmación los conceptualistas normalmente apelan a experimentos psicológicos, tales como la ceguera al cambio y la ceguera inatencional. En este artículo argumentaré que esta estrategia es insuficiente. Además sostendré, en base a recientes consideraciones teóricas y empíricas, que hay buenas razones para pensar que probablemente hay una forma de conciencia fenoménica visual más allá de los límites de la atención que no es accesible cognitivamente y menos aún estructurada conceptualmente.

PALABRAS CLAVE: Percepción; Contenido conceptual; Conciencia fenoménica; Atención.

Abstract

Some supporters of perceptual conceptualism attempt to block the non-conceptualist argument from richness claiming that there is no conscious perception without attention. In order to justify this assertion conceptualists normally appeal to psychological experiments, such as change blindness and inattentional blindness. In this paper I will argue that this strategy is insufficient. In addition, I will point out, on the basis of recent theoretical and empirical considerations, that there are good reasons to think that probably there is a form of perceptual phenomenal consciousness beyond the limits of attention that is not cognitively accessible, not to mention conceptually structured.

KEY WORDS: Perception; Conceptual content; Phenomenal consciousness; Attention.


 

1. Percepción y riqueza de contenido1

Es indudable que durante las últimas dos décadas se ha ampliado considerablemente el espacio para la discusión filosófica sobre la naturaleza de los contenidos intencionales de la experiencia perceptual y el rol que estos cumplen en los procesos de justificación epistémica de nuestras creencias empíricas. En este contexto me interesa destacar una particular e influyente tesis acerca del contenido de la percepción visual que se origina, aunque no siempre de manera clara o explícita, en los trabajos de McDowell (1994, 1998) y Brewer (1999). Me refiero al conceptualismo o tesis del contenido conceptual (en adelante: CC), la cual afirma que el contenido intencional de una percepción visual está siempre necesariamente constituido por conceptos que especifican a cabalidad y de manera simultánea cada uno de los elementos disponibles a nivel consciente durante dicha experiencia en un momento determinado.
De manera implícita esta formulación de CC supone al menos tres aspectos que a mi juicio es importante destacar. En primer lugar, CC supone una interpretación de la percepción visual en la que ver es siempre y fundamentalmente una actitud proposicional. Es decir, ver es siempre ver que tal y tal es el caso, lo cual conlleva una identificación entre los contenidos de la experiencia perceptual y el contenido de la creencia que uno está constitutivamente dispuesto a formar al tener dicha experiencia. Cuando un sujeto ve que hay cuatro manzanas en aquel canasto y cree que hay cuatro manzanas en aquel canasto el contenido de estas actitudes intencionales -ver y creer- es el mismo.2
En segundo lugar, CC normalmente es formulada desde una perspectiva fregeana donde los conceptos son modos de presentación abstractos que componen proposiciones o pensamientos abstractos fregeanos. Esto parecería comprometer la discusión en torno a la plausibilidad de CC con una ontología implícita a la tradición inaugurada por Frege. Sin embargo, es evidente que en la actualidad no todos los protagonistas del debate comparten los compromisos del fregeanismo en su versión clásica que requiere necesariamente de una ontología de entidades abstractas. De hecho, un conjunto importante de los filósofos que hoy protagonizan las discusiones en torno a la naturaleza conceptual de los contenidos de la experiencia perceptual adhieren a una formulación neo-fregeana acerca de los conceptos que supuestamente componen los contenidos proposicionales de la percepción visual. Según esta formulación, el tener pensamientos de índole proposicional o el encontrarse en un estado mental con contenido proposicional -incluyendo episodios conscientes de naturaleza perceptiva- se explica en términos de la implementación de ciertas habilidades psicológicas que el sujeto de experiencia necesita tener para encontrarse en aquel estado o episodio mental con ese contenido intencional en particular.3
Para los neo-fregeanos las condiciones de posesión de un concepto se especifican en virtud de la posesión e implementación de un conjunto de habilidades psicológicas, las cuales incluyen al menos la habilidad de identificar y reidentificar cosas y propiedades que caen bajo ese concepto, la habilidad para realizar inferencias utilizando ese concepto, la habilidad para implementar el mismo concepto a diferentes cosas y la habilidad para discriminar entre aquellas cosas que caen bajo aquel concepto de las que no lo hacen. Este conjunto de habilidades se sustenta adecuadamente en el dictum de Evans (1982), según el cual no podemos atribuirle a un sujeto la posesión de un concepto a no ser que este sujeto muestre algún grado de generalidad al nivel de la implementación.4 De ahora en adelante supondré que los defensores de CC comúnmente adoptan este tipo de teoría de conceptos, sin olvidar que la pregunta fundamental que determina el debate contemporáneo es más amplia, a saber, si los contenidos de las experiencias perceptuales son de la misma clase que los contenidos de las creencias que formamos sobre la base de esas experiencias.5
Finalmente, en tercer lugar, me parece pertinente destacar que esta formulación de inspiración mcdowelliana de CC atañe a los niveles personales de intencionalidad y no a estratos de contenido intencional subpersonales que no tienen relevancia fenoménica durante la percepción. El contenido intencional de una percepción se entiende aquí como el contenido o la información que es representada y articulada en un nivel de la experiencia consciente. Por lo tanto, lo fundamental en este contexto no es la estructura o la composición de los vehículos representacionales o el sustrato neurofisiológico subyacente a nuestra percepción visual per se. Si bien antecedentes de esta índole pueden cumplir un rol causal y explicativo importante al momento de determinar qué representamos conscientemente durante una experiencia o qué determina la naturaleza fenoménica de la misma, CC debe entenderse como una tesis articulada a nivel del contenido intencional consciente de la percepción visual.6
Teniendo en cuenta las aclaraciones anteriores en lo que sigue asumiré que cuando hablamos de CC o de la tesis conceptualista acerca del contenido perceptual nos referimos a un tipo o clase de contenido proposicional, compuesto exhaustivamente por conceptos neo-fregeanos que satisfacen un grado de generalidad a nivel de su implementación y que agotan las opciones representacionales asociadas a la dimensión cualitativa o fenoménica de la percepción visual. Esta es una lectura de CC à la McDowell, ya que es una interpretación fuerte y comprometida, donde las "capacidades conceptuales, capacidades que pertenecen a la espontaneidad, ya están trabajando en la experiencia misma, y no solo en los juicios que realizamos en base a ellas" (McDowell 1994, p. 24) y donde las experiencias se entienden necesariamente como "actualizaciones de capacidades conceptuales" (McDowell 1998, p. 438).
Teniendo en cuenta las pretensiones de CC, parece evidente que esta es una tesis que no se limita al plano estrictamente epistemológico afirmando solo que los conceptos juegan un rol definitivo en una correcta y exhaustiva caracterización de los contenidos intencionales de la percepción visual. A mi juicio, CC pone de manifiesto una propuesta metafísica que mediante la especificación constitutiva de los componentes proposicionales de toda percepción visual determina de manera exhaustiva la naturaleza de los mismos.7 Es una tesis fuerte, con compromisos ontológicos claros acerca del tipo o clase de contenido intencional que determina la dimensión consciente de toda percepción visual.
Debemos recordar que la tesis CC afirma que en todos los casos el contenido intencional de una percepción visual está necesariamente constituido por conceptos que especifican a cabalidad y de manera simultánea cada uno de los elementos disponibles a nivel consciente durante dicha experiencia en un momento determinado. En este modelo las capacidades conceptuales que un sujeto tiene e implementa durante un episodio perceptual determinan qué es lo representado por la experiencia y cómo se representa. Dado que los contenidos de la percepción visual son exhaustivamente conceptuales, por hipótesis, no hay lugar alguno para la posibilidad de que algún elemento sea representado fuera de este marco conceptual.
Es precisamente en vinculación con la imposibilidad de que existan elementos representados conscientemente que se desmarquen del marco constitutivo conceptual impuesto por CC donde surgen potenciales conflictos. ¿Es esto necesariamente siempre el caso? ¿Acaso no hay posibilidad alguna de que los contenidos de al menos una experiencia perceptual tenga componentes que se escapen a la implementación de habilidades conceptuales en un momento determinado? Esto último parece plausible, sobre todo si efectivamente el contenido de algunas de nuestras percepciones posee un grado superior de riqueza representacional como intuitivamente estamos dispuestos a aceptar.
Con frecuencia se afirma que uno de los elementos que distingue a la percepción visual de otras actitudes proposicionales como la creencia o el deseo es que sus contenidos poseen mayor riqueza. En el caso específico de la percepción visual la riqueza de contenido experiencial tiene en primera instancia una base intuitiva que posee particular relevancia al evaluar los fundamentos de una tesis tan fuerte como CC. Me explico, intuitivamente algunas de nuestras percepciones visuales conllevarían información simultánea acerca de tantos objetos, propiedades y relaciones en un momento determinado que parece improbable que los sujetos siempre posean e implementen conceptos para cada uno de estos elementos representados de manera simultánea en ese momento determinado. Si esto es así, entonces es posible elaborar un argumento basado en la riqueza de los contenidos de la percepción que de hecho sea capaz de cuestionar las pretensiones de CC. Este argumento es el argumento de la riqueza y tiene la siguiente estructura:

(a) Es posible que un sujeto S tenga una experiencia perceptual visual rica en contenido E.
(b) [Supuesto Conceptualista] Un sujeto generalmente posee conceptos para cada objeto, propiedad y relación representada conscientemente durante una experiencia perceptual visual rica en contenido E.
(c) Sin embargo, un sujeto solo puede implementar un número limitado de conceptos en cualquier experiencia perceptual rica en contenido E en un momento determinado.
(d) Por lo tanto, incluso si S posee los conceptos requeridos es posible que S no implemente un concepto para al menos uno de los muchos elementos (objetos, propiedades, relaciones) representados simultáneamente de manera consciente durante E en un momento determinado.

Si el argumento de la riqueza es válido,8 entonces CC es una tesis falsa que debe ser reformulada. Habría situaciones concretas en que simplemente no es el caso que el contenido intencional de una percepción visual está necesariamente constituido por conceptos que especifican a cabalidad cada uno de los elementos disponibles simultáneamente a nivel consciente. ¿Por qué? Simplemente porque nuestra experiencia en ocasiones sería capaz de representar conscientemente elementos que escapan a nuestras limitadas capacidades de implementación conceptual.
Ahora bien, hay diversas estrategias que podrían utilizar los defensores de CC para enfrentar el desafío impuesto por el argumento de la riqueza. Nombraré solo algunas que considero relevantes en este contexto. En primer lugar, podrían argumentar contra la plausibilidad de (a) afirmando que nuestra intuición según la cual el contenido de algunas experiencias es informacionalmente rico en el sentido anteriormente especificado es un mito o ilusión. Nuestras experiencias perceptuales visuales solo serían capaces de representar conscientemente aquellos elementos que atendemos en un momento determinado y estos elementos en ningún caso son muchos como sugiere la intuición de la riqueza. En segundo lugar, un conceptualista podría aceptar la premisa (a) y sostener, al mismo tiempo, que esto no conlleva impedimento alguno para sostener los principios fundamentales inherentes a CC. McDowell (1994) es un buen ejemplo de esta segunda estrategia conceptualista. En su opinión, la riqueza de algunos de nuestros contenidos perceptuales no representa problema alguno para CC, ya que las experiencias preceptúales tienen contenido en virtud de las capacidades conceptuales que ya están en juego u operando en ellas.
En este artículo no discutiré la estrategia de McDowell para contrarrestar el argumento de la riqueza, sino la primera estrategia anteriormente mencionada.9 Centraré mi discusión en aquellos defensores de CC que cuestionan (a) afirmando que solo experimentamos de modo consciente aquellos elementos que atendemos (seleccionamos atencionalmente) durante un episodio perceptual en un momento determinado, los cuales serían limitados y no muchos como sugiere la intuición de la riqueza de contenidos. Si esto es así, entonces la intuición de la riqueza de contenidos sería solo un mito y en ningún caso tendría una base lo suficientemente sólida como para ser la premisa protagonista de un argumento concluyente contra el conceptualismo. En la siguiente sección consideraré algunos antecedentes empíricos que supuestamente sustentan esta línea de interpretación. Argumentaré que estos antecedentes empíricos no son suficientes para afirmar que solo experimentamos conscientemente aquello que atendemos. Por el contrario, señalaré que hay formas alternativas de interpretar los datos empíricos provenientes de la piscología que nos permiten afirmar que de hecho representamos a nivel consciente elementos desatendidos.
En la sección (3) expondré algunos experimentos vinculados a la memoria sensorial que tienden a respaldar la posibilidad de una conciencia de elementos no constreñida por los mecanismos de atención selectiva. En la sección (4), argumentaré en base a propuestas recientes como las de Block (2007) y Lamme (2003) que hay antecedentes teóricos y empíricos procedentes de las neurociencias que nos permiten aceptar la posibilidad de una forma de conciencia que sobrepasa nuestra atención y que es inaccesible cognitivamente. Esta forma de conciencia, a la cual me referiré como "conciencia fenoménica", no está constreñida por nuestras habilidades conceptuales. Si todo lo anterior es convincente, entonces debemos concluir que los defensores de CC no deben identificar el contenido consciente de nuestra percepción con los elementos que atendemos durante una experiencia si es que desean bloquear con éxito el argumento de la riqueza. Por último, en la sección (5) relacionaré esta forma de conciencia fenoménica con la tesis filosófica del contenido noconceptual.

2. Atención y experiencia

Los defensores de CC podrían argumentar que solo experimentamos conscientemente algo cuando de hecho nos damos cuenta de su presencia, es decir, cuando lo atendemos. Esto implica limitar aquello que representamos visualmente a nivel consciente a nuestra atención, lo cual explicaría, entre otras cosas, por qué no formamos creencias o no somos capaces de elaborar reportes lingüísticos sobre objetos, propiedades o relaciones desatendidas. En principio, si nuestra capacidad para atender elementos es limitada, esto le permitiría al conceptualista bloquear el argumento de la riqueza cuestionando la intuición fundamental que lo motiva, la supuesta riqueza de contenido. De acuerdo a Chuard (2007), la objeción conceptualista tomaría la siguiente forma:

(a) Un elemento F es representado conscientemente por una experiencia visual E en un momento determinado t, solo si el sujeto de experiencia S atiende a F en t.
(b) Aparte de F, hay muchos otros elementos en el campo visual de S, que S no atiende al tener la experiencia visual E en t.
(c) S no representa conscientemente muchos de los elementos en su campo visual al tener la experiencia visual E en t.

Dado que la condición (b) establece que un sujeto desatiende muchos de los elementos en su campo visual y que (a) estipula que la representación consciente de algo durante una experiencia requiere de atención, se sigue que un sujeto no es capaz de experimentar conscientemente muchos de los elementos disponibles en el espectro de su campo visual. Entre más objetos, propiedades y relaciones satisfagan la condición (b), menos plausible será la intuición de la riqueza de los contenidos de la percepción visual. La idea central sería que nuestra experiencia consciente de objetos está completamente limitada o constreñida a lo que de hecho podemos atender conscientemente en un momento determinado. La atención sería así condición de posibilidad de la experiencia consciente.10
Parte de la evidencia que se ha utilizado para restringir la experiencia consciente a la atención proviene de las investigaciones experimentales en torno a los fenómenos de ceguera inatencional (en adelante: IB) y ceguera al cambio (en adelante: CB).11 A juicio de algunos investigadores (Blackmore et al. 1995, Rensink et al. 2000) los experimentos de IB en que sujetos no logran detectar la presencia de objetos en el campo visual sugieren que solo podemos representar algo a nivel consciente si de hecho lo atendemos conscientemente durante la experiencia. Uno de los ejemplos paradigmáticos es una de las pruebas de Simon y Chabris (1999, p. 1069) en el que se le solicita a un grupo de sujetos observar un video de un partido de baloncesto con un objetivo específico: seleccionar uno de los equipos -el de camiseta blanca o el de camiseta negra- y contar mentalmente el número total de pases de pelota realizado por el equipo seleccionado. Durante el video de 62 segundos una persona disfrazada de gorila no solo cruza la imagen desde el flanco izquierdo al derecho, sino que también se detiene en el centro de la escena y se golpea el pecho mirando directamente a la cámara. Pese a que la escena del gorila dura 9 segundos solo un 50% de los participantes que siguieron esta instrucción específica se dieron cuenta de su presencia. Por lo tanto, la mitad de los observadores que participan de este experimento bajo las condiciones estipuladas no se dan cuenta y no son capaces de reportar la presencia de un estímulo relevante, en este caso una persona disfrazada de gorila.
O'Regan y Noë (2001) afirman que estos casos de IB implican que existe una relación constitutiva entre la atención selectiva y la experiencia consciente. En particular, ellos sostienen que en aquellas ocasiones en que de hecho no atendemos a algún objeto o elemento presente en nuestro campo visual -el gorila en este caso- es claro que estos objetos o elementos no lucen o no se nos muestran fenoménicamente de ninguna manera. Ante esta evidencia O'Regan y Noë (2001) concluyen que en estos casos simplemente no experimentamos (conscientemente) estas cosas, relaciones o propiedades. Los experimentos de IB sugerirían que no hay experiencia consciente o forma de consciencia alguna que no esté constituida por la atención.
La interpretación de lo que sucede en estudios de CB, donde los sujetos no son capaces de detectar cambios o diferencias relevantes (por ejemplo, en la ubicación de un elemento importante dentro de la escena o en la ausencia/presencia de un elemento) durante la presentación sucesiva de dos imágenes similares tendría las mismas características. Ya que no nos damos cuenta de los cambios en la ubicación de los elementos o de las diferencias relevantes que existen entre las dos imágenes, supuestamente no estaríamos representando de manera consciente estos elementos. La sugerencia general es que en realidad el contenido perceptual no es tan rico como normalmente pensamos que es. De hecho, en ningún caso el contenido de una percepción podría sobrepasar aquello que atendemos de manera consciente en un momento determinado.
Las interpretaciones anteriores de los estudios de IB y CB son particularmente relevantes para nuestra discusión acerca de la supuesta riqueza de los contenidos de la percepción. Si esta lectura es cierta, entonces la intuición de la riqueza no es más que un mito o ilusión que no puede incorporarse como premisa constitutiva de un argumento en contra de la plausibilidad de CC. Sin embargo, me parece que estas interpretaciones de los estudios de IB y CB no son lo suficientemente convincentes por una razón muy simple: hay una explicación alternativa muy plausible de los estudios de IB y CB que no necesita apelar a la tesis de O'Regan y Noë (2001).
Una explicación plausible de los casos de CB es que los observadores no se percatan de la diferencia entre las imágenes o del cambio de posición, porque su atención está orientada o focalizada en los elementos más sobresalientes. Si estos observadores hubieran recibido otra instrucción específica, por ejemplo, fijarse en elementos que después desaparecen o cambian de ubicación, los resultados de las pruebas serían completamente diferentes. A juicio de Dretske (2010, p. 58), pensar que uno no está representando conscientemente los elementos que hacen la diferencia entre dos imágenes Ay B o que simplemente cambian de posición es el resultado de una falacia muy usual que puede esquematizarse del siguiente modo:

(1) S no ve (detecta, se da cuenta) la diferencia entre A y B.
(2) Por tanto, S no ve (el hecho) de que difieren.
(3) La diferencia entre Ay B es x (algún objeto) o P (alguna propiedad).
(4) Por tanto, S no ve x (o P) - el objeto o la propiedad que hacen que A y B sean diferentes.

Dretske, a mi juicio con razón, afirma que la diferencia entre las imágenes A y B que normalmente se utilizan en estos casos puede interpretarse de dos maneras distintas. En primer lugar, puede interpretarse en términos de un objeto o propiedad que las hace diferentes. En segundo lugar, puede interpretarse como el hecho de que A y B son diferentes. Precisamente la ambigüedad existente en la literatura sobre ceguera al cambio nos lleva a confundir dos aspectos independientes, (i) el hecho de que A y B son diferentes y (ii) los objetos o propiedades que hace que A y B sean imágenes diferentes. Uno perfectamente puede ver (ii) sin percatarse de (i).

Tú no tienes que ver (el hecho) que A y B son diferentes para ver los objetos que hacen que ellos sean diferentes. Las personas que no ven la diferencia (= hecho) entre A y B pueden sin embargo ver el objeto que las hace diferente. Cuando esto sucede, la textura de la experiencia consciente es diferente sin consciencia del hecho de que las imágenes son diferentes. Negar esta posibilidad es confundir la percepción de objetos con la percepción de hechos. Esto es confundir ignorancia -el fracaso de no poder conocer un hecho- con ceguera, el no ver un objeto. (Dretske 2010, p. 58)

Si mantenemos una distinción clara entre los objetos (no solo los particulares espaciotemporales como piedras, mesas y sillas, sino también los eventos), las propiedades (incluyendo las relaciones) y los hechos (parafraseando a Dretske, aquello que llegamos a conocer cuando vemos objetos y propiedades) podemos interpretar de manera alternativa y razonable los casos de CB como situaciones en que no vemos que hay una diferencia (o que hay un cambio de posición), pese a que vemos los objetos o las propiedades que hacen la diferencia (o que han cambiado de posición). Esto es algo que anteriormente Dretske (2007) ya había explorado en mayor detalle al discutir un experimento de CB donde se le pide a un sujeto comparar dos muros de ladrillo incompletos (ya que faltan algunos ladrillos) que le son presentados uno tras otro. En este experimento se le agrega un ladrillo al segundo muro y se le pregunta al sujeto si ve que hay una diferencia entre el primer y el segundo muro. El sujeto ciertamente no es capaz de darse cuenta que hay una diferencia entre estos muros. Sin embargo, Dretske (2007) sostiene que una explicación consistente con este hecho es afirmar que de hecho vemos el objeto que hace la diferencia, pero que no vemos que hay un objeto que hace la diferencia. Lo mismo sucede en otro caso que a mi juicio es más habitual:

Tú estás buscando un amigo en un mercado atiborrado de gente. No lo puedes encontrar. Más tarde, tras haber encontrado a tu amigo, él te dice que estaba parado directamente frente al puesto de frutas que tú miraste en varias oportunidades. Tú, en efecto, alegas ceguera: "Yo no te vi". ¡Estás equivocado! Tu probablemente lo viste. Tu simplemente no lo reconociste. Después de todo, él estaba parado en tu línea de visión solo a unas pocas yardas en plena luz de día. Tú ciertamente no viste a través de él. De hecho, tú no viste las manzanas que se encontraban directamente tras él. La razón por la cual tú no viste las manzanas es porque él estaba frente a ellas, bloqueando tu visión. Por lo tanto, tú debiste haberlo visto. La razón por la cual tú no lo reconociste es que tú equivocadamente pensaste que hoy él estaba usando un chaleco rojo, por lo que en vez de detenerte estudiando los rostros, tú escaneaste los azules, marrones y grises que viste en la multitud. (Dretske 2007, p. 217)

Una explicación estrechamente vinculada a este ejemplo expuesto por Dretske se puede considerar a la hora de interpretar el famoso experimento IB del gorila, más allá de las diferencias entre ambos casos. Es posible afirmar que no nos damos cuenta de la presencia del gorila, es decir, no nos damos cuenta (no sabemos, no nos percatamos) de que hay un gorila porque usamos todos los recursos atencionales en contar el número de pases de pelota entre los miembros del equipo que seleccionamos, tal como se especifica en las instrucciones. No somos capaces de reportar cambios en la ubicación de ciertos objetos o la desaparición de ciertas propiedades porque no les estamos poniendo atención. Sin embargo, el que no seamos capaces de reportar la presencia del gorila o el que no nos percatemos del hecho de que hay un gorila en el centro del campo visual no nos fuerza a aceptar simplemente que no vimos o que no percibimos conscientemente tal objeto.
El déficit atencional consciente y la incapacidad para realizar reportes sobre la presencia, la desaparición o el cambio de ubicación de estos elementos en los casos de IB y CB parece ser compatible y consistente con la afirmación de que estos elementos (objetos, propiedades, etc.) sí se nos presentan o se nos aparecen durante las experiencias. Es decir, el que no atendamos estos elementos no es razón suficiente para desechar la posibilidad de que ellos estén siendo representados a nivel del contenido consciente. Si la atención efectivamente puede ser identificada con los procesos responsables de la codificación de información en la memoria de trabajo (Prinz 2011, p. 184), entonces es probable que existan formas de representación consciente más vulnerables que pese a hacer una diferencia fenoménica en la experiencia no sean accesibles o movilizables epistémicamente. Esto es precisamente lo que ha señalado Mole al referirse al caso de ceguera inatencional en el que no nos percatamos del gorila:

Para explicar la ignorancia del sujeto no solo necesitamos decir que cualquier diferencia fenoménica que el gorila desatendido haga es una diferencia que el sujeto no es capaz de usar respondiendo la pregunta del experimentador acerca de si algo extraño sucedió en la escena. Podría ser que es una diferencia fenoménica que es inutilizable epistémicamente porque se olvida inmediatamente… o podría alternativamente tratarse de una diferencia que es inutilizable porque es demasiado desestructurada e inicial como para ser movilizada epistémicamente. (Mole 2009, p. 38)

Mi conclusión preliminar es que las sugerencias de O'Regan y Noë (2001) tienen importantes consecuencias respecto de los límites o alcances de la atención, pero en ningún caso son suficientes para aceptar la idea de que la riqueza de contenido perceptual es siempre una ilusión o para pensar que en todos los casos es necesario restringir aquello que es representado conscientemente por una experiencia visual a lo que de hecho atendemos conscientemente en un momento determinado. Todo indica que la premisa fundamental de la estrategia conceptualista para bloquear el argumento de la riqueza no puede sustentarse solo mediante esta línea de argumentación. Los casos de IB y CB no sugieren concluyentemente que un elemento F es representado conscientemente por una experiencia visual E en un momento determinado t, solo si el sujeto de experiencia S atiende a F en t. Al parecer vemos y representamos conscientemente mucho más de lo que podemos describir, reportar, recordar e incluso atender durante una experiencia. Ahora bien, esto es ciertamente una conclusión "preliminar" o tentativa. Alas consideraciones ya expuestas incorporaré antecedentes adicionales en las próximas secciones que a mi juicio robustecen esta lectura.

3. La memoria sensorial

Uno de los aspectos relevantes en el contexto de nuestra discusión es la información provista por los estados de memoria. Al parecer, la memoria puede proporcionarnos evidencia acerca de un episodio pasado, independientemente de las creencias que formamos en aquel momento y de los diversos elementos (objetos, propiedades, relaciones) que logramos atender conscientemente. La posibilidad de acceder y representar conscientemente ahora información acerca de elementos que no atendimos durante una experiencia pasada es sin duda sugerente y relevante para nuestra discusión acerca de los límites de la atención y de la supuesta riqueza de los contenidos perceptuales. De hecho, la memoria perceptual podría servir como base intuitiva para argumentar que como observadores normales podemos recordar estar viendo algo que no atendimos previamente. ¿Significa esto que previamente de hecho representamos conscientemente la información que ahora somos capaces de retribuir? No necesariamente, ya que en algunos casos esta información pudo haber sido percibida o procesada originalmente de manera inconsciente y solo ahora que la necesitamos accedemos a ella de manera consciente.
El desafío está en especificar adecuadamente si hay casos donde durante la instancia original en la que no nos dimos cuenta de la presencia, por ejemplo, de un objeto o propiedad en particular, estábamos de hecho representando conscientemente ese objeto o propiedad. Si efectivamente hay ocasiones en que esto sucede y un sujeto S es capaz de tener una experiencia consciente en t1, cuyo contenido incluye un elemento particular F, sin que ese sujeto se de cuenta de F en t1, entonces podemos afirmar al menos que nuestra experiencia original era más rica en contenido de lo que creíamos y éramos capaces de procesar cognitivamente a nivel conceptual en ese momento. Parafraseando a M. G. F. Martin, hay ocasiones en que uno simplemente "no se da cuenta cómo las cosas son experimentadas" (1992, p. 753).
Para respaldar la intuición anterior es importante acudir a la evidencia empírica proporcionada por los experimentos de Sperling (1960) sobre la memoria sensorial. En particular, acudiré a la particular lectura que hace Tye (2006) sobre estos experimentos, ya que su plausible interpretación no solo acrecienta las bases para pensar que en ocasiones de hecho representamos conscientemente más de lo que realmente atendemos en un momento particular, sino también porque su enfoque nos permite reposicionar como premisa a la riqueza de contenido perceptual en un argumento que tiende a desbaratar las pretensiones del conceptualismo. De hecho, si asumimos que la implementación de un concepto para un objeto/propiedad es suficiente para darnos cuenta o atender selectivamente a ese objeto/propiedad, entonces la posibilidad de percibir (entiéndase representar conscientemente) algo x sin darnos cuenta o atender a x implica que un sujeto o criatura puede estar visualmente consciente de x sin tener, formar o implementar un concepto para x.
Consideremos un experimento que Tye (2006) introduce como una variación específica de los estudios originalmente presentados por Sperling (1960).12 En esta variación, en adelante A, se le muestra a los sujetos una muestra o configuración de letras, compuesta de tres líneas horizontales de cuatro letras cada una. Esta configuración es presentada a los sujetos en el centro de su campo visual por 50 milisegundos, seguida de una imagen en blanco. A los sujetos se les pregunta qué es lo que vieron bajo una de las dos instrucciones diferentes: (i) Por favor identifique la mayor cantidad de letras posibles o (ii) por favor identifique las letras que componen una línea horizontal en particular, línea que de hecho es determinada por un tono audible (por ejemplo, un tono audible alto o uno bajo) inmediatamente después de la desaparición de la muestra.

C F P Y
T L M P
R F Q T

En el conjunto de instrucciones perteneciente a A(i) los sujetos normalmente fueron a lo más capaces de identificar 1/3 del total de doce letras de la muestra. En A(ii) los sujetos normalmente fueron capaces de reportar tres de las cuatro letras que componían la línea seleccionada por el tono audible presentado tras la desaparición de la muestra. Uno de los aspectos que me interesa resaltar en este contexto es que el nivel de éxito en los reportes disminuía claramente si la brecha temporal entre el tono audible y la desaparición de la configuración de letras aumentaba. En este contexto es particularmente interesante lo que nos sugieren los resultados obtenidos en A(ii). Llama la atención que la línea de letras a reportar solo se conoce una vez que los sujetos escuchan el tono y no antes. De hecho, en los experimentos originales el tono ocurre 150 milisegundos después que el estímulo visual ha desaparecido. Es decir, los sujetos no saben qué fila de letras será seleccionada y sin embargo los resultados estadísticos, independiente de la fila que finalmente se seleccione, son de la misma naturaleza para sujetos normales. Ellos son capaces de reportar apropiadamente 3 de cada 4 letras. De hecho, la hipótesis que ortodoxamente se ha planteado en estos casos es que hay una memoria visual que se desvanece con rapidez una vez que el estímulo visual desaparece.
La memoria visual de naturaleza sensorial sería capaz de preservar la información existente sobre cada una de las formas de las letras desplegadas en la muestra antes del tono audible. Esto es de vital importancia para nuestro debate, ya que las limitaciones existentes respecto a lo que los sujetos normales pueden procesar cognitivamente y reportar en un momento determinado no se aplicaría al ámbito de los procesos sensoriales subyacentes. En este caso la memoria sensorial contendría información acerca de todas las formas o letras (o al menos acerca de mucha más información de la que somos capaces de procesar cognitivamente en la identificación, reconocimiento y eventual reporte) que constituyen el "ícono" que se desvanece rápidamente. La preservación de información en juego no se refiere en este contexto a información que es "guardada" fuera de los límites de la representación consciente. Al menos eso es lo que Tye (2006, p. 511) sostiene al interpretar que lo que Sperling tenía en mente al referirse a una memoria sensorial es lo que nosotros ordinariamente consideraríamos como el look o la apariencia de la muestra. Es decir, una vez que la configuración de la muestra ya no está siendo presentada en la pantalla dispuesta frente a los observadores "aún parece estar siendo presentada" (Tye 2006, p. 511). La memoria visual sensorial retendría o representaría conscientemente esta información por algunos milisegundos adicionales, lo cual permitiría a los sujetos que participan del experimento realizar sus reportes una vez que el tono audible selecciona la línea pertinente.
Situaciones como A(ii) nos permiten asegurar que las letras a las que los sujetos no están atendiendo cuando siguen las instrucciones dadas por el psicólogo responsable del experimento están, sin embargo, siendo representadas a un nivel fenoménico sensorial, tal que los sujetos serían capaces de identificarlas si su atención estuviera orientada, por ejemplo, a otra columna y no a la seleccionada tras la activación del tono audible. Esta interpretación también se sustenta en otros experimentos en los que los observadores son capaces de "sobreponer" o "fusionar" información desplegada en momentos diferentes en el centro del campo visual:

Otros experimentos respaldan la posición de Sperling. Por ejemplo, cuando a los sujetos se le muestran dos presentaciones breves y aleatorias de puntos, una tras otra, de forma que sobreimpuestas forman letras particulares, estos reportan las letras adecuadamente siempre y cuando la brecha temporal entre las presentaciones sea 300 milisegundos o menos (Eriksen y Collins 1967). Evidentemente, la primera muestra parece durar unos 300 milisegundos más de lo que realmente dura. El resultado es que, de acuerdo a los sujetos, las letras parecen surgir sorpresivamente de los patrones de puntos. (Tye 2006, p. 511)

En base a estas consideraciones parece razonable afirmar mínimamente que los contenidos de la percepción son al menos tan ricos como la información representada conscientemente por la memoria sensorial en un momento determinado. La memoria sensorial o icónica operaría en el dominio de las apariencias sensibles, lo cual es un indicio de que nuestra capacidad para representar ciertos elementos de manera consciente no está constreñida por la atención o por los juicios que somos capaces de realizar en un momento determinado. En este sentido, esta interpretación de los experimentos de Sperling (1960) es muy significativa para nuestro tema de discusión. En primer lugar, si asumimos que lo que los sujetos pueden identificar o reconocer en la experiencia coincide con aquello que de hecho son capaces de conceptualizar, entonces es evidente que los sujetos normales son capaces de conceptualizar y reportar una limitada gama de elementos en un momento específico. Finalmente, si pese a esta limitación conceptual los sujetos de hecho son capaces de retener conscientemente, aunque sea durante un breve período de tiempo, más información en su memoria icónica, entonces la intuición de la riqueza de contenido sigue en pié y no puede rechazarse solo en base a consideraciones asociadas a lo que de hecho atendemos en un momento determinado.

4. Accesibilidad cognitiva, atención y conciencia fenoménica

En un reciente artículo Ned Block (2007) formula una pregunta fundamental para nuestro tema de discusión. Block pregunta si el acceso cognitivo que subyace a todos los reportes sobre nuestra experiencia consciente es de hecho una condición constitutiva de la conciencia fenoménica. Muchos filósofos y científicos cognitivos han supuesto que si un estado mental no es reportable, entonces tampoco puede ser consciente fenoménicamente. Block llama a este supuesto el "Principio Fenomenal → Reportable" y lo articula del siguiente modo: "sea lo que sea que hace que un estado no sea reportable, esto también lo excluiría de ser consciente a nivel fenoménico" (Block 2007, p. 483).
El Principio Fenomenal → Reportable no debe entenderse como un principio restringido al ámbito de los reportes lingüísticos o conductuales de los sujetos conscientes, sino como una tesis sobre la relación existente entre la accesibilidad cognitiva y la conciencia fenoménica. Según el Principio Fenomenal → Reportable, lo constitutivo de cualquier forma de conciencia fenoménica es la accesibilidad cognitiva (Block 2008) y no la mera reportabilidad. Esto es muy importante, ya que hay situaciones patológicas en las que un sujeto puede perder su habilidad para comprender y producir lenguaje sin que esto implique la pérdida de la accesibilidad cognitiva requerida para reportar (por ejemplo, casos de afasia global profunda o de síndrome de encierro total). En estas situaciones no hay razón alguna para concluir que los estados conscientes simplemente han desparecido o que esas personas ya no son conscientes de modo alguno. Es por ello que el mismo Block (2007, p. 484) prefiere hablar de accesibilidad cognitiva y no de reportabilidad, evitando así vinculaciones directas con requerimientos de tipo conductual asociados al dominio e implementación del lenguaje.
Teniendo estos antecedentes claros es fundamental que nos preguntemos, siguiendo a Block, si la accesibilidad cognitiva es necesariamente constitutiva de la conciencia fenoménica.13 En contra de la ortodoxia, Block piensa que hay formas de conciencia que no requieren de accesibilidad cognitiva. ¿Qué significa exactamente esto? Como los términos sugieren, Block no está descartando cualquier tipo de accesibilidad, sino un tipo de accesibilidad "cognitiva", es decir, un tipo de accesibilidad que normalmente subyace a los reportes verbales y no-verbales de nuestros estados. Este tipo de accesibilidad que Block considera que está asociada, aunque no restringida, a la accesibilidad reflexiva requerida por las llamadas teorías HOT de la conciencia, donde una experiencia particular es una experiencia consciente en virtud de otro estado mental que es acerca de ella (Rosenthal 2005, Carruthers 2000, Lycan 1996). Así, al afirmar que hay formas de conciencia que no requieren de "accesibilidad cognitiva" Block (2007) está abiertamente argumentando en contra de teorías que asumen que en todos los casos la relación ser-consciente-de se constituye a partir de la implementación de relaciones cognitivas como, por ejemplo, ver, atender o pensar acerca de. En particular, él cree que la conciencia fenoménica básica, no necesita de este tipo de acceso cognitivo:

Notando, atendiendo, percibiendo y pensando acerca de, son todas relaciones cognitivas que no necesitan estar involucradas cuando un carácter fenoménico está presente a un sujeto. El ratón puede estar consciente del queso que ve, pero esto no es afirmar que el ratón está consciente de las sensaciones visuales en el campo visual que representa el queso, o que el ratón se da cuenta o atiende o piensa acerca de cualquier sección del campo visual. La ratio existente entre las sinapsis en las áreas sensoriales y las sinapsis en las áreas frontales alcanza su nivel más alto en la infancia temprana… Ya que las áreas frontales seguramente gobiernan el pensamiento de nivel superior, una actividad frontal baja en los recién nacidos puede asimismo indicar la falta de pensamientos de nivel superior acerca de experiencias sensoriales genuinas.(Block 2007, p. 485)

Concuerdo plenamente con Block cuando afirma que darse cuenta de, atender, percibir o pensar acerca de un estado mental son todas relaciones cognitivas que no tienen por qué estar presentes para que ese estado o episodio mental se constituya como un estado o episodio consciente. El que tengamos una experiencia consciente con carácter fenoménico no parece requerir de este tipo de accesibilidad cognitiva. En principio, parece arbitrario descartar la posibilidad de que un sujeto represente conscientemente una serie de elementos sin que estos sean "accesibles cognitivamente" en el sentido recientemente especificado. Algo análogo afirmé en la sección anterior, sobre la base de antecedentes empíricos, al sugerir que es posible experimentar conscientemente más de lo que de hecho atendemos. De hecho, el mismo Block (2007) sugiere que en los casos de IB (ceguera inatencional) la conciencia probablemente desborda nuestra atención. Es probable que un sujeto se encuentre en un estado consciente, por ejemplo, teniendo una experiencia visual rica en contenido, sin que todos los elementos que figuran en el carácter fenoménico de dicha experiencia le sean accesibles cognitivamente, en un sentido de accesibilidad fuerte que normalmente posibilita la realización de un reporte verbal o no verbal.
Si lo dicho anteriormente es plausible, entonces la accesibilidad cognitiva no es constitutiva de la conciencia fenoménica y "la fenomenología sobrepasa la accesibilidad" (Block 2007, p. 487). Esta plausibilidad se funda a mi juicio, al menos en parte, en la evidencia empírica que ya hemos discutido en las secciones anteriores al introducir la memoria sensorial e interpretar los casos de ceguera inatencional y ceguera al cambio. De hecho, parece difícil sustentar de manera concluyente el Principio Fenomenal → Reportable si los casos de ceguera inatencional IB y de ceguera al cambio CB son consistentes con la tesis de que hay elementos que sí se nos aparecen, es decir, sí son representados conscientemente durante la experiencia pese a que no los atendemos. Ahora es momento de introducir algunos antecedentes teóricos y empíricos adicionales que nos permitan comprender con mayor claridad y profundidad esta supuesta "conciencia fenoménica" o contenido fenoménico que no estaría constituido por ninguna forma de acceso cognitivo, incluyendo la atención selectiva. Solo así podremos reforzar los elementos discutidos en las secciones anteriores y justificar con mayor peso la intuición que guía la propuesta de Block (2007).
¿Hay acaso diferentes formas de conciencia en juego, una fenoménica que no está constituida por la accesibilidad cognitiva y otra que sí lo está? Para determinar qué criterio utilizar para dar una respuesta filosófica tentativa a esta importante pregunta no podemos ignorar el reciente trabajo experimental de Victor Lamme. Lamme (2003) afirma que los experimentos de IB y de CB implican por lo menos que hay un proceso selectivo en el que ciertos ítems -objetos y propiedades que figuran en nuestro campo visual en un momento determinado- alcanzan un estatuto privilegiado en una escena visual específica. De no alcanzar este estatuto los estímulos visuales no son atendidos o simplemente no nos damos cuenta de su presencia, lo cual ciertamente nos impide reportarlos. Así, por ejemplo, normalmente los sujetos que participan por primera vez en el famoso experimento de IB donde un gorila cruza el centro del campo visual, no son capaces de reportar su presencia en la escena. Aquellos investigadores que tradicionalmente han defendido el Principio Fenomenal → Reportable sugieren que es precisamente la atención lo que en último término determina el paso entre una representación inconsciente y una representación que puede ser reportada o recordada de manera consciente. A modo de ejemplo, Mack y Rock no dudan en afirmar que "…no hay percepción consciente sin atención" (1998, p. ix). Sin embargo, parte de la evidencia que nos muestra Lamme (2003) sugiere lo contrario, es decir, sugiere la posibilidad concreta de separar o distinguir entre conciencia y atención sobre la base de argumentos teórico-psicológicos y también empíricos-neurobiológicos.
Comentaré en primera instancia algunas de las consideraciones teórico-psicológicas generales que se desprenden de Lamme (2003). De acuerdo a sus investigaciones hay muchas entradas (inputs) sensoriales que alcanzan el cerebro. Sin embargo, solo algunas de ellas, mediante el proceso de atención selectiva, alcanzan un estado consciente que nos permite realizar un reporte verbal de su presencia.14 Esto es de suma importancia para nuestra discusión, ya que normalmente se acepta que hay tres clases o niveles de procesamiento que un estímulo sensorial puede alcanzar: un nivel inconsciente, un nivel desatendido y un nivel atendido. Se asume que solo el último nivel o clase logra constituirse como un nivel o clase de experiencia consciente. Es por este motivo que muchos investigadores adhieren a algo similar al Principio Fenomenal → Reportable y aseguran abiertamente que no hay conciencia más allá de los límites de la atención. Sin embargo, Lamme (2003) parece estar en lo cierto al sostener que este modelo no es del todo adecuado, ya que según parte de la evidencia experimental que poseemos igual necesitaríamos el término "inconsciente" para caracterizar algunas entradas (inputs) que no alcanzan a ser conscientes incluso cuando son atendidas. Por ello él propone una solución teórica, a mi juicio más lógica, al considerar un modelo que de hecho distingue, por una parte, entre entradas conscientes e inconscientes y, por otra parte, considera los procesos selectivos atencionales como una etapa independiente.

Este modelo hace una distinción temprana entre entradas conscientes e inconscientes, y el proceso de selección atencional opera en una etapa independiente; la atención no determina si es que los estímulos alcanzan un estado consciente, sino que determina si es que un reporte (consciente) acerca de los estímulos es posible. Del mismo modo, la atención determina si los ítems son guardados de una forma lo suficientemente estable (memoria de trabajo) como para permitir posteriormente un reporte o una comparación con una escena subsecuente. De acuerdo a este modelo, IB y CB no son necesariamente fallas de conciencia, sino de memoria consciente… En otras palabras, somos "conscientes" de muchas entradas pero, sin atención, esta experiencia consciente no puede reportarse y es rápidamente borrada y olvidada. (Lamme 2003, p. 13)

La evidencia experimental de diversos casos de IB y CB citados por Lamme (2003, p. 13) sugiere que muchas de las entradas de las cuales somos conscientes no pueden ser reportadas y se desvanecen rápidamente si es que los mecanismos de atención no las seleccionan. Desde una perspectiva teorética, el modelo de Lamme nos permite postular la existencia de dos formas de conciencia. Una forma de conciencia vulnerable, de corta duración y no fácilmente reportable (en palabras del mismo Lamme) y una conciencia de naturaleza más estable que puede ser reportada fácilmente. Esta distinción es análoga a la distinción de Block (2007) entre "conciencia fencoménica" y "conciencia de acceso cognitivo". En ambos casos, la clave para comprender estas formas de conciencia radica en los mecanismos de atención. La atención selectiva es independiente de la conciencia y de la memoria, pero ciertamente determina la transición de una conciencia fenoménica a una conciencia de acceso cognitivo reportable o desde una memoria icónica a una memoria de trabajo (working memory).
¿Qué nos dice la neurociencia al respecto? ¿Cuál es la base empírica-neurobiológica que sustentaría este nuevo modelo? Lamme (2003) sostiene que uno de los desafíos de la neurociencia contemporánea es determinar qué tipo de actividad es capaz de producir conciencia visual y cuál no lo es. Al respecto él sostiene que es fundamental distinguir  decuadamente entre el llamado "barrido de alimentación hacia adelante" o feedforward sweep (FFS) y el proceso recurrente (RP) a nivel del procesamiento de la información visual. Sobre la base de evidencia empírica Lamme (2003, p. 15) define la conciencia visual como la ocurrencia de RP, ya que los procesos FFS son necesariamente inconscientes. Es decir, cualquier contenido perceptual consciente, sea esta una conciencia fenoménica o de acceso cognitivo, necesita de la activación de RP. Una vez que este proceso recurrente tiene lugar hay actividad que legítimamente, en el sentido de que poseemos un respaldo empírico, podemos denominar consciente. Lo interesante es que, una vez que RP ya está en juego, es la atención la que va a determinar la transición de la llamada conciencia fenoménica a la conciencia de acceso cognitivo que sirve de base para nuestros reportes.
Raftopoulos (2009) ha realizado recientemente un excelente estudio que incluye, entre otras cosas, observaciones directas sobre las consecuencias empíricas de las investigaciones de Lamme (2003) con especial énfasis en la relación entre atención y conciencia. Si bien para Lamme la conciencia surge con RP, Raftopoulos empáticamente nos recuerda que en un inicio, cuando RP es limitado, solo hay conciencia fenoménica. La llamada conciencia de acceso o de reporte surgiría posteriormente cuando RP ya incluye áreas nemónicas y de salida (output). En este contexto, Raftopoulos (2009) piensa que la clave del trabajo empírico de Lamme (2003) estaría en sus observaciones sobre la atención y el cómo esta es capaz de explicar adecuadamente la transición entre estas dos formas de conciencia. De hecho, la atención sería lo que determina el paso de una conciencia fenoménica a una reportable:

…la evolución desde una conciencia fenoménica a una conciencia de acceso depende de los mecanismos de selección atencional; solo la información disponible en RP local que es seleccionada por la atención entrará al reino de la conciencia de reporte… Sin embargo, si las neuronas participan o no en interacciones recurrentes, y si por lo tanto un tránsito de un proceso inconsciente a uno consciente, es algo determinado por mecanismos neuronales independientes de la atención. El tipo de información de la cual uno es consciente fenoménicamente se sitúa entre el procesamiento de barrido hacia delante (inconsciente) y el procesamiento recurrente global (consciencia de acceso). Como he dicho, la información de la cual uno es consciente fenoménicamente es de corta vida, vulnerable y es una forma de experiencia visual no fácilmente reportable (Lamme 2003, p. 3). En contraste. La "conciencia de acceso" (esto es, la conciencia que acompaña nuestras experiencias normales) es más estable y reportable con facilidad. (Raftopoulos 2009, p. 42)

La plausibilidad de una forma de conciencia -la conciencia fenoménica- que no está constreñida por la acción de los mecanismos selectivos de la atención y que no es accesible cognitivamente o reportable es fundamental para nuestra hipótesis de trabajo según la cual el contenido de nuestra experiencia consciente no debe identificarse y limitarse en todos los casos a lo que de hecho atendemos. Al menos en parte, el contenido de algunas de nuestras percepciones no está constreñido por la atención. Hay formas de experimentar conscientemente el mundo que en principio no son accesibles de un modo cognitivo. Al menos en algunos casos, es sensato aceptar la posibilidad de que "la fenomenología sobrepasa la accesibilidad" (Block 2007, p. 487).

5. Conceptualismo y conciencia fenoménica

Hemos visto que hay evidencia empírica procedente de la investigación neurobiológica y argumentos teóricos provenientes de la psicología y la filosofía que nos llevan a plantear una diferencia entre dos formas de conciencia. La conciencia fenoménica y la que hemos denominado conciencia de acceso cognitivo o reporte. A juicio de Raftopoulos (2009, p. 156), estas formas de conciencia se definen mejor en términos de los tipos de procesos involucrados en cada caso. En el primer caso, la clave estaría en un proceso recurrente local que excluye a la memoria y otras áreas cognitivas del cerebro y, en el segundo caso, se trataría de un proceso recurrente global que sí incluye la memoria y a otras cognitivas del cerebro vinculadas a ella. Lo que sí es evidente es que tanto Raftopoulos (2009) como Lamme (2003) parecen concordar en que la conciencia surge con la activación de un proceso recurrente RP y que los mecanismos de atención operan de forma independiente. Estas consideraciones nos permitirían establecer una importante distinción general entre entradas (inputs) conscientes y entradas inconscientes. Una vez establecida esta distinción general podemos distinguir, siempre dentro del dominio consciente, entre experiencias conscientes desatendidas y experiencias conscientes atendidas. Esta última categorización es equivalente a la distinción filosófica que hemos desarrollado entre una conciencia estrictamente fenoménica y una conciencia de acceso cognitivo o de reporte. En el primer caso, Lamme (2003) admite que los contenidos consisten en elementos y superficies análogas a una visión de nivel medio o a un "bosquejo 2.5-D" gibsoniano que, sin embargo, debe distinguirse del dominio inconsciente. Los componentes de la consciencia fenoménica comprendida en estos términos serían una suerte de proto-objetos. Es tiempo entonces de que preguntemos directamente respecto de la relevancia que puede tener esta dimensión exclusivamente fenoménica de la experiencia consciente para la discusión que motivó inicialmente este artículo acerca del estatuto de la tesis conceptualista CC.
Recordemos que según CC, el contenido intencional de una percepción visual está siempre necesariamente constituido por conceptos que especifican a cabalidad y de manera simultánea cada uno de los elementos representados conscientemente durante dicha experiencia en un momento determinado. Tal como mencionamos en la sección (i) de este artículo, los defensores de CC piensan que las capacidades conceptuales que un sujeto tiene e implementa durante un episodio perceptual determinan qué es lo representado por la experiencia y cómo se representa. Dado que los contenidos de la percepción visual son exhaustivamente conceptuales, por hipótesis, no hay lugar alguno para la posibilidad de que algún elemento sea representado fuera de este marco conceptual. Es precisamente en este contexto donde la distinción entre conciencia fenoménica y conciencia de acceso cognitivo adquiere aún mayor relevancia. Ya no se trata simplemente de una forma de criticar cualquier intento conceptualista por bloquear el argumento de la riqueza mediante la adopción del Principio Fenomenal → Reportable, sino directamente de plantear de manera positiva una dimensión experiencial consciente de naturaleza no-conceptual:

La conciencia fenoménica no requiere de atención centrada en objetos, mientras que la conciencia de acceso sí. La conciencia de acceso se enmarca dentro del dominio conceptual (ya que denota contenidos que son reportables o contenidos a los que tenemos acceso cognitivo y, por tanto, contenidos que en principio podrían ser articulados conceptualmente), mientras que la conciencia fenoménica no está dentro del dominio conceptual, el contenido del cual uno es consciente fenoménicamente es extraído bottom-up y por tanto es noconceptual. (Raftopoulos 2009, pp. 156-157)

Uno es consciente tanto de los contenidos conceptuales, como de los contenidos no-conceptuales. Sin embargo, tal como sugieren los trabajos de Block (2007), Lamme (2003) y Raftopoulos (2009) estos contenidos están vinculados a diferentes formas de conciencia que determinan diferencias fenomenológicas importantes. La conciencia fenoménica, que por hipótesis no satisface los requerimientos de CC y no está centrada en objetos, carece del grado de coherencia y especificidad de una experiencia articulada conceptualmente. Es por este motivo que la literatura analítica se refiere a los contenidos de la conciencia fenoménica como proto-objetos y protopropiedades que están lejos de satisfacer la estabilidad de un precepto conceptualmente articulado y reportable. Recordemos que el mismo Lamme afirma que se trata de un tipo de contenido o experiencia consciente que es "rápidamente borrada y olvidada" (2003, p. 13) y que Raftopoulos insiste en que las "cosas de las que somos conscientes fenoménicamente tienen una existencia precaria (en el sentido de que tienen una coherencia espacial y temporal limitada)" (Raftopoulos 2009, p. 157).
Me atrevería a sugerir que la posibilidad de distinguir entre una conciencia de acceso cognitivo, donde ya está en juego la atención, y una conciencia fenoménica posibilita a su vez la distinción entre un contenido conceptual y un contenido no-conceptual de la experiencia. Si esta distinción es plausible sobre bases teóricas y neurocientíficas a nivel de la experiencia consciente, entonces la tesis conceptualista CC es muy fuerte o abiertamente incorrecta. Si bien hay mucha tarea teórica y empírica por delante que es necesario incorporar a esta reflexión (si deseamos un argumento más concluyente), me parece al menos legítimo plantear que hay evidencia que sugiere la existencia de elementos, volátiles y de corta duración, que de hecho son representados de manera consciente y que forman parte del contenido intencional de una experiencia, a los cuales accedemos solo de manera fenoménica (conciencia fenoménica). Si bien no podemos acceder cognitivamente a estos elementos, realizar reportes o utilizarlos en los procesos de justificación epistémica asociados a las inferencias conceptuales requeridas por CC, estos sí determinan la conciencia visual, aunque de manera no-conceptual.

Notas

1 Agradezco el apoyo financiero otorgado por el Gobierno de Chile para esta investigación mediante el Proyecto Fondecyt Iniciación 11090001. Agradezco además los excelentes comentarios otorgados por dos revisores anónimos de la revista Análisis Filosófico para esta publicación y las punzantes preguntas y comentarios efectuados durante la presentación de material preliminar incluido en este artículo durante el 1st Workshop on Concepts and Perception realizado entre el 25 y 27 de Noviembre de 2010 en Córdoba, Argentina.

2 En términos generales el compromiso con la naturaleza proposicional de los contenidos intencionales de la percepción de CC nos permite diferenciar esta tesis conceptualista fuerte de versiones más débiles o diferentes de conceptualismo perceptual que se han formulado recientemente. En específico, nos permite distinguir adecuadamente entre las propuestas originales de McDowell (1994, 1998) y Brewer (1999) y los enfoques muy diferentes que ellos mismos defienden ahora. Brewer (2011), por ejemplo, defiende ahora una forma de realismo ingenuo radical en el que las percepciones son conceptuales pero no tienen contenido. Por su parte, McDowell (2009) ha cambiado de posición y afirma que el contenido de la experiencia no es proposicional, sino "intuitivo" en un sentido kantiano. El contenido intuitivo de la nueva teoría de McDowell (2009) es de carácter conceptual, aunque solo en un sentido muy débil según el cual "cada aspecto del contenido de una intuición está presente de una forma tal que ya es adecuado para ser el contenido asociado a una capacidad discursiva" (McDowell 2009, p. 264). Es evidente que la nueva propuesta de McDowell altera la estructura ontológica de los contenidos de la percepción que él solía sostener de un modo determinante. Según la nueva propuesta no solo los contenidos no son estructurados proposicionalmente, sino que ya no serían esencialmente conceptuales en cuanto no estarían compuestos por conceptos (Toribio 2008, p. 98). La tarea de evaluar críticamente esta nueva teoría y clarificar cuál es el rol que los conceptos juegan en ella es importante. Sin embargo, esta tarea escapa por completo a las pretensiones de este artículo. Aquí consideraré exclusivamente el conceptualismo fuerte que caracteriza a CC y a aquellos que históricamente lo han defendido como McDowell (1994) y Brewer (1999), entre otros. Es de vital importancia considerar esta tesis fuerte, ya que es la más influyente y sus compromisos fundamentales siguen siendo predominantes en la filosofía de la percepción. Para una revisión crítica del rol que el conceptualismo fuerte de McDowell (1994) ha tenido y sigue teniendo en las discusiones recientes de filosofía de la percepción sugiero revisar Hopp (2011). Para una evaluación epistemológica de la nueva propuesta de McDowell véase Echeverri (2011).

3 Hay diferentes teorías neo-fregeanas de conceptos. Lo central es que cada una de ellas incorpora de diferente modo la idea de que poseer un concepto requiere poseer cierta habilidad o un conjunto de habilidades. Para diferentes formulaciones de esta lectura neo-fregeana véase Geach (1957), Evans (1982), Crane (1992) y Peacocke (1992).

4 En palabras del mismo Evans: "No podemos evitar pensar un pensamiento acerca de un objeto individual x, para efectos de que x es F, como el ejercicio de dos capacidades distintas; una siendo la capacidad de pensar sobre x, la cual puede ser igualmente ejercitada en pensamientos acerca de x para efectos de que x es G o H; y  la otra siendo una concepción acerca de qué es ser F, la cual podría ser igualmente ejercitada en pensamientos acerca de otros objetos individuales, para efectos de que estos son F" (1982, p. 75).

5 La caracterización de CC que he presentado evidencia un uso filosófico de "concepto". En la tradición filosófica las teorías de conceptos se conciben habitualmente como teorías semánticas que intentan comprender la estructura del pensamiento proposicional mediante la especificación de las condiciones de individuación de sus componentes: los conceptos. Parece evidente que los enfoques filosóficos, en particular este enfoque pragmático neo-fregeano, son más fuertes y demandantes que los enfoques psicológicos donde la expresión "concepto de x" se utiliza normalmente solo para dar cuenta de "un cuerpo de conocimiento acerca de x que se encuentra guardado en la memoria de largo plazo y que es utilizado de manera automática en los procesos que subyacen a gran parte, sino a todas, las competencias cognitivas de orden superior cuando estos procesos resultan en juicios acerca de x" (Machery 2009, p. 12).

6 En el contexto de este artículo esta consideración se aplica tanto a CC, como a aquellas tesis que sustentan la posibilidad de un contenido intencional no-conceptual, sea este accesible o no epistémicamente para el sujeto de experiencia. En ambos casos me referiré exclusivamente a un nivel de representación consciente.

7 Es cierto que la motivación fundamental de McDowell (1994, 1998), Brewer (1998) y otros autores conceptualistas es de índole epistémica. Ellos afirman que la relación de justificación epistémica en la que nuestras creencias se basan en nuestras experiencias visuales solo puede tener lugar si es que los contenidos de la percepción y los contenidos de la creencia poseen la misma estructura fundamental, es decir, una estructura proposicional compuesta de conceptos o "modos de presentación" neofregeanos. Si bien la motivación es claramente epistémica, no deberíamos caer en el error de pensar que las implicancias de CC se limitan a aquellos elementos del contenido perceptual que juegan cierto rol epistémico de justificación en un momento determinado. Recordemos que según CC los contenidos son exhaustivamente proposicionales, es decir, no hay elementos que se "escapen" a la especificación proposicional canónica de una experiencia. Si los contenidos perceptuales pueden ser los contenidos de juicios empíricos, entonces estos necesariamente deben ser de una clase muy específica, de una clase juzgable de naturaleza conceptual. Esta es una aseveración que no se restringe al plano de la justificación epistémica, sino que avanza a un plano metafísico en el que especificamos la naturaleza de los contenidos perceptuales. Tal como sugiere Maximilian de Gaynesford, para McDowell "la experiencia es esencialmente un ejercicio de implementación conceptual" (2004, p. 96). Ahora bien, es importante mencionar que McDowell parece haber debilitado recientemente las implicancias de su modelo conceptualista. Si bien mi caracterización del conceptualismo se aplica a McDowell (1994. 1998), esto es controvertido en sus recientes publicaciones. Véase, por ejemplo, McDowell (2009, p. 134).

8 La formulación de este argumento está inspirada en el argumento informacional de la riqueza de la experiencia expuesto en Chuard (2007, p. 21).

9 La posición de McDowell (1994) es a mi juicio inaceptable, ya que se sustenta sobre la base de una polémica distinción entre conceptos que operan activamente y conceptos que se despliegan de manera "pasiva" estructurando los contenidos.

10 Para una detallada discusión y defensa de esta tesis véase Prinz (2011).

11 He conservado las siglas IB e CB para referirme respectivamente a la ceguera inatencional (inattentional blindness) y a la ceguera al cambio (change blindness), ya que estas se utilizan de manera estándar en los artículos académicos especializados.

12 Aquí Tye (2006) claramente se suma a las interpretaciones de estos mismos experimentos que hace Dretske (1981).

13 Desde una perspectiva metodológica esto también nos impone un desafío importante, ya que no disponemos claramente de un test que nos permita establecer ya sea directa o indirectamente si la imposibilidad de reportar un estado, aspecto o elemento excluye necesariamente que tengamos conciencia fenoménica del mismo. Block (2007, p. 483) ciertamente está al tanto de este impase metodológico, especialmente si insistimos en la necesidad de evidencia "directa", y por ello sugiere que la aproximación adecuada en la investigación de la conciencia debe ser holística.

14 Es importante mencionar que hay propiedades de los estímulos que simplemente no alcanzan este estado consciente, incluso cuando son atendidas (Lamme 2003, p. 12). También hay evidencia de estímulos atendidos que ocasionalmente no son percibidos, lo cual sugiere que el procesamiento sensorial no necesariamente llega a completar o se traduce en una etapa perceptual.

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