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Análisis filosófico

On-line version ISSN 1851-9636

Anal. filos. vol.36 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Nov. 2016

 

IN MEMORIAM

Evocación y semblanza de Osvaldo Guariglia

Samuel M. Cabanchik

Universidad de Buenos Aires - Universidad Nacional del Litoral - CONICET


El 2 de mayo del año en curso falleció Osvaldo Guariglia, aconteciendo así el fin de una vida dedicada con intensidad a la investigación y el pensamiento filosóficos. Pero si allí concluyó su biografía, no ocurre lo mismo con su destacado y destacable legado, pues su presencia se multiplica tanto en una obra de significativa enjundia, como en el magisterio forjador e inspirador de vocaciones filosóficas, no menos que en el hacedor de instituciones académicas perdurables, y en el ejercicio, a la vez brioso y profesional, de la cátedra en el ámbito de la universidad pública.
Después de un breve paso por la carrera de Medicina, fue orientándose paulatinamente a los estudios humanísticos, graduándose primero como licenciado en letras por la Universidad de Buenos Aires con una tesis sobre Anaximandro, para alcanzar finalmente su doctorado en Filosofía en la Universidad de Tubinga, Alemania, en donde profundizó su formación clásica con un trabajo de tesis sobre la lógica y la dialéctica en Aristóteles.
Los años ochenta y noventa lo tuvieron como una de las principales figuras de la filosofía argentina en todos los planos mencionados. Jalonan estos años algunos de sus principales libros, publicados en nuestro país, en Alemania y en Italia, como Ideología, verdad y legitimación (1986), Universalismo y neoaristotelismo en la ética contemporánea (1995), Moralidad: Ética universalista y sujeto moral (1996) y La ética en Aristóteles o la moral de la virtud (1997), para mencionar solo algunos.
Pero su personalidad desbordante y enérgica lo condujo a integrar el trabajo de comunicación de su producción reflexiva con la actividad propia de un hombre de acción, por así decir, interviniendo como filósofo en el debate público de mayor riesgo, al pronunciarse sobre conflictos cruciales de esos años, como las llamadas leyes de "punto final" y "obediencia debida", promulgadas bajo el gobierno de Raúl Alfonsín. (Estas intervenciones sirvieron luego de excusa para que sectores delámbito filosófico académico opositores a ese gobierno y al modelo académico del que osvaldo Guariglia fuera eminente protagonista, sostuvieran encarnizadas campañas de desprestigio sobre su persona, las que impidieron su justa consagración como Profesor Plenario de la UBA).
Mayor aún fue su protagonismo en el interior de la vida de las instituciones filosóficas argentinas. Al respecto, cabe destacar: la fundación, junto a Eduardo Rabossi y muchos otros, de la Asociación Filosófica Argentina (AFRA), de la que también fuera presidente; su condición de coeditor de la Revista Latinoamericana de Filosofía en el ámbito nacional y de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía en el internacional; su actividad institucional dentro de los órganos de gobierno de la Facultad de Filosofía y letras de la UBA, en el Consejo Directivo y en la dirección del Instituto de Filosofía Alejandro Korn.
Los quilates de su actuación y de su producción en esas décadas bastaron para conquistar una creciente gravitación en el ámbito filosófico iberoamericano. Pero lejos de dormirse en esos laurales o demorarse en la autocompasión y lamer las heridas que le propinaran sus batallas de gladiador apasionado en el debate público, fue en la última década del siglo pasado que Guariglia llegó al mayor grado de integración de las diversas capas de su compleja personalidad. En efecto, a sus investigaciones clásicas, centradas en los ochenta y los noventa en la ética de Aristóteles y en la fundamentación de una moral normativa enraizada en la fuente del universalismo kantiano, se sumaron sus notables intentos de elaborar una fundamentación normativa de la democracia, posteriormente proyectada al esclarecimiento de las posibilidades de convivencia entre la soberanía de los estados nacionales y la regulación del derecho internacional.
En el entramado enrevesado de la moral, el derecho y la política, Guariglia terminó de tallar su concepción normativa de la democracia liberal, fuertemente inspirada en los aportes de las obras de Habermas y Rawls, las que encontraron en el suelo nutricio de su laboratorio, más que la receptividad de un continuador de escuela, distanciamientos críticos parciales y encomiables esfuerzos de superación.
A resultas del nuevo horizonte en el que se afianzó su pensamiento, nos legó nuevos libros de consulta, como Una ética para el siglo XXI: Ética y derechos humanos en un tiempo posmetafísico (2002), En camino de una justicia global (2010), al que se sumará, seguramente, un libro dedicado a la reconstrucción de la tradición democrática republicana, en el que trabajaba en sus últimos días.
Pocos meses antes de su muerte tuve la dicha de compartir con Guariglia un plenario en el XVII Congreso Nacional de Filosofía de AFRA. Su exposición, con esa confluencia de erudición, perspectiva histórica y análisis conceptual que caracteriza a sus textos, versó sobre lo que la filosofía puede aportarle a la política. razonablemente, no se hacía demasiadas ilusiones, pero su inconmovible confianza en el poder persuasivo de la argumentación racional, lo animaban a intentarlo una vez más.
A escasos meses de cumplir sus 77 años de edad, aún expresaba esa singularidad que evocaba en su presencia un tropel de corceles, que hicieron mucho más que levantar polvareda y agitar el viento. Si uno lograba superar esas huestes siempre dispuestas al combate, por debajo del estrépito de guerra encontraba el desborde de una alegría espontánea que permeaba el diálogo fecundo. Como filósofo, fue un digno cultor de la apuesta que iniciara en las primeras décadas del siglo XX el maestro Alejandro Korn, para quien la filosofía argentina debía existir. Esa filosofía existe ya en muchas obras, en medio de las cuales se destacará y pervivirá la del maestro, colega y amigo osvaldo Guariglia.

 

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