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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. vol.37 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2017

 

RESEÑAS

Pablo Quintanilla, Carla Mantilla, Paola Cépeda (editores), Cognición social y lenguaje: La intersubjetividad en la evolución de la especie y en el desarrollo del niño, Lima, Fondo editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2014, 546 pp.


Este libro reúne un conjunto de trabajos dedicados al abordaje multidisciplinar de algunos problemas vinculados a objetos de estudio en común de la filosofía, la psicología y la lingüística: la mente y el lenguaje.
El volumen está dividido en dos partes, claramente distinguibles. En la primera parte, se presentan algunas conclusiones elaboradas de manera conjunta por el Grupo Interdisciplinario de Investigación Mente y Lenguaje. Estas conclusiones surgen de un trabajo de investigación, cuyo objetivo principal es la búsqueda de un terreno común a partir del cual plantear intersecciones entre las diferentes disciplinas. El resultado final es un minucioso estado de la cuestión en los distintos campos, conjuntamente con el establecimiento de las bases para un diálogo más fructífero entre ellas, esto es, de los fundamentos de un enfoque transdisciplinar.
Por otro lado, la segunda parte reúne dieciséis artículos
independientes, que buscan discutir distintas cuestiones vinculadas a las mismas temáticas, desde las distintas disciplinas. Así, esta segunda parte se encuentra a su vez separada en cuatro secciones: la evolución de la cognición social, el desarrollo y estructura de la cognición social, la evolución del lenguaje, y el desarrollo y estructura del lenguaje.

Parte I. Marco conceptual
Es la primera parte del volumen, titulada "Marco Conceptual", la que merece especial atención, tanto por los resultados que exhibe como por su naturaleza conceptual inter y transdisciplinar. Esta primera parte (pp. 14-164), cuyos responsables autorales son los miembros del Grupo Interdisciplinario de Investigación Mente y Lenguaje, está destinada a ofrecer un marco conceptual, constituido transdisciplinariamente, y está conformada por dos capítulos.
El primer capítulo de esta primera parte, dedicado a la cognición social en sus versiones filogenéticas y ontogenéticas, sistematiza las discusiones en torno a la caracterización de la misma,
ya sea en tanto proceso cognitivo orientado a la representación de los otros o en tanto proceso relacional facilitador de las capacidades necesarias para la navegación social. Tratándose de una investigación multidisciplinar, la exposición resultante consigue asimismo un enfoque pluridimensional. Este primer artículo consigue presentar la escena actual de las investigaciones en cognición social, atendiendo a su vez a los procesos que configuraron el curso de la investigación, esto es, tanto la pauta filogenética proveniente de la biología evolutiva, como la evidencia proveniente de psicología del desarrollo. En cuanto a la historia filogenética de las capacidades que configuran las interacciones sociales, los autores destacan, además, las investigaciones sobre el cerebro, es decir, sobre los sistemas neuronales mismos que pudieran haber sido sustrato de los cambios que dieron lugar a los procesos cognitivos en cuestión (por ejemplo, Jaak Pankseep estudia el caso de las tendencias emocionales innatas, y Tjeerd Jellema y David Perrett se ocupan de los circuitos neuronales involucrados en el procesamiento visual).
Sin embargo, una cuestión más interesante aún es el modo en el que viejos problemas de la filosofía y la psicología encuentran respuesta en estos nuevos enfoques evolutivos de la cognición social. Me refiero a los clásicos problemas de las otras mentes y de la causalidad de lo mental. Al suponer, con Peter Carruthers, que existe un único dispositivo metarrepresentacional que sirve tanto para el conocimiento de nuestras propias mentes como para la comprensión de las mentes ajenas, la asimetría que motiva el problema de las otras mentes se disipa.
Completando el panorama transdisciplinar, el trabajo traza un puente entre los aspectos filogenéticos y ontogenéticos de la cognición social, de la mano de la psicología evolucionista del desarrollo. Interesada en comprender cómo los mecanismos heredados se desarrollan o se expresan a lo largo de la vida de los individuos en interacción con su entorno, la teoría de la mentalización hace foco en los procesos interpersonales que posibilitan el desarrollo de la cognición social.
El segundo capítulo del "Marco conceptual" se ocupa, de modo análogo al anterior, de las capacidades lingüísticas. Partiendo de la distinción obligada entre lengua y lenguaje (sección 1), los autores abordan la delimitación de la lengua en dos dimensiones: en primer lugar, en tanto fenómeno cultural, entendido como el saber compartido por los miembros de una comunidad –saber delimitado además por una tradición sociohistórica–; y, en segundo lugar, en tanto fenómeno cognitivo, concebido como el conocimiento particular que posee el individuo como hablante competente de esa lengua (dentro del cual, a su vez, se reconocen distintos componentes: fonológico, léxico, gramatical, morfológico, semántico y pragmático). En segundo término (sección 2), el capítulo aborda un conjunto considerable de debates en torno a la aparición y evolución del lenguaje en la especie, orientado más específicamente a la caracterización de la lógica de la aparición del lenguaje y de su ventaja adaptativa. En ese sentido, los autores revisan diversas propuestas que pueden ser agrupadas según se concentren en el aspecto formal del lenguaje, es decir, en la organización de los componentes lingüísticos mencionados anteriormente (entre ellos encontramos las teorías de Derek Bickerton y Ray Jackendoff), o bien prioricen en su explicación las ventajas adaptativas que la emergencia del lenguaje habría conllevado para la organización social (entre los cuales encontramos a Michael Tomasello y Esther Goody). Por último (sección 3), el capítulo finaliza con un recorrido por las diferentes etapas del desarrollo del lenguaje desde un punto de vista ontogenético. Este examen persigue además un propósito adicional, puesto que el estudio del desarrollo del lenguaje en el niño permitiría elaborar otro conjunto de problemáticas. En particular, permitiría responder la pregunta por el origen del conocimiento lingüístico en el individuo adulto, evaluar si la capacidad lingüística es de dominio general o de dominio específico, y adicionalmente, permitiría una mejor comprensión del desarrollo cognitivo general, en tanto constituye una pieza clave para la comprensión de los comportamientos y conocimientos complejos de los que es capaz la mente adulta (Annette Karmiloff-Smith). Presenta tres modelos que buscan dar cuenta de la adquisición de lenguaje, considerados actualmente los más importantes. Estos modelos, desarrollados a partir de las diferentes teorías lingüísticas (revisadas en la sección 2), se distinguen según priorizan el aspecto biológico, el aspecto sociocultural o una combinación de ambos. Entre los primeros, encontramos el modelo innatista chomskiano (con sus variaciones), que apoyándose en el programa de investigación de la gramática generativa propone que los seres humanos venimos dotados con la capacidad de adquirir una lengua, aun a partir de estímulos relativamente pobres. En segundo lugar, se presenta el modelo sociopragmático, que recoge las consideraciones de Jerome Bruner –y más recientemente de Tomasello– sobre la relevancia de la cooperación en el desarrollo lingüístico y comunicativo satisfactorio. Por último, se revisan los modelos conexionistas, asentados en el desarrollo de la teoría computacional de la mente.

Parte II. Ensayos sobre la cognición social y el lenguaje
La segunda parte del libro (pp. 169-546) reúne un conjunto de dieciséis ensayos independientes que, desde distintas perspectivas, abordan problemáticas puntuales vinculadas a la cognición social y el
leguaje. Estos trabajos se encuentran organizados en cuatro secciones: la evolución de la cognición social (sección I), el desarrollo y estructura de la cognición social (sección II), la evolución del lenguaje (sección III), y el desarrollo y estructura del lenguaje (sección IV).
La sección I versa en torno a cuestiones relacionadas con la evolución de la cognición. Allí encontramos el artículo "The nonlinear evolution of social cognition" de H. C. Barrett, que examina el problema de cómo concebir las adaptaciones psicológicas y cómo éstas evolucionaron en una mente compuesta de múltiples adaptaciones que interactúan entre sí. Su propuesta es que dejemos de pensar en las adaptaciones psicológicas en términos de propiedades como rigidez, autonomía e innatismo, para concebirlas en términos de diseño evolucionado: cómo la adaptación ha sido moldeada por el proceso evolutivo para que interactúe con el resto del sistema en el que está situado.
Por su parte, P. Carruthers en "The fragmentation of reasoning" discute la distinción bastante extendida en la ciencia cognitiva entre los sistemas S1 y S2, donde S1 refiere a mecanismos no conscientes, rápidos y automáticos, mientras que S2 es consciente y voluntario. Si bien admite que existe una distinción científicamente válida entre sistemas inconscientes y sistemas reflexivos, sostiene que la división entre S1 y S2, tal como es presentada, no consigue acomodar otro conjunto de propiedades habitualmente asociadas con los sistemas 1 y 2. De modo que, defiende el autor, la distinción entre S1 y S2 no es científicamente válida, puesto que no logra demarcar divisiones naturales dentro de la mente.
El trabajo "La evolución de la atribución psicológica: Lectura de mentes y metacognición" de Pablo Quintanilla aborda la cuestión de la conexión lógica, causal y genealógica entre el conocimiento de los estados mentales ajenos y el de los estados mentales propios. Se propone defender que, junto con el conocimiento de la realidad objetiva, estas tres formas de conocimiento constituyen un triángulo inseparable. En particular, se concentra en las formas de conocimiento que conforman la atribución psicológica, argumentando en contra de las propuestas que sostienen que hay anterioridad lógica y causal de uno de estos tipos de conocimiento. Por el contrario, el autor sostiene que hay evidencia empírica que prueba que estos tipos de conocimiento se dan juntos en la evolución de la especie y en el desarrollo del individuo, potenciándose mutuamente. De este modo, la presión del entorno habría seleccionado, al mismo tiempo y por las mismas causas, a los individuos con más habilidades metarrepresentacionales y metacognitivas. También contribuyen en esta sección Robin Dunbar con su trabajo "La brecha en mente o por qué los humanos no son solo grandes simios" y Claudia Muñoz Tobar con el artículo titulado "La naturalización de los conceptos morales: Sobre la tesis de la imaginación moral de Mark Johnson".
El segundo conjunto de ensayos (sección II) versa sobre la estructura y desarrollo de la cognición social. Entre ellos, Ricardo Braun en "El emergentismo y la aparición de la conciencia" hace foco en los problemas que existen para brindar una caracterización del concepto mismo de conciencia, concluyendo que el emergentismo es la teoría filosófica que mejor consigue conceptualizar el fenómeno de la conciencia humana.
En el trabajo titulado "La sistematicidad de la cognición humana en cuestión", Antoni Gomila, David Travieso y Lorena Lobo discuten el famoso argumento de la sistematicidad del pensamiento, cuestionando la idea misma de que la cognición en general sea sistemática, en particular, que lo sea con independencia del lenguaje. Así, los autores abandonan la cuestión de la sistematicidad vinculada a la disputa entre arquitecturas clásicas y conexionistas al adoptar un enfoque corporeizado de la cognición, ofreciendo una descripción de la cognición "desde abajo", es decir, partiendo de los fundamentos sensoriomotores e interactivos de la cognición. De este modo, la cuestión de la sistematicidad se convierte en la cuestión de cómo dar cuenta del hecho de que la cognición se torne sistemática, ocasionalmente, a partir de un nivel básico de funcionamiento que es más bien no sistemático, no composicional, interactivo y complejo. Los autores se valen de un gran número de experimentos para mostrar que no hay sistematicidad cognitiva antes de que aparezca el lenguaje en el desarrollo del niño, junto con un conjunto de evidencia empírica a favor de que los seres no verbales carecen de sistematicidad cognitiva. Finalmente, los autores adoptan un enfoque dual de la cognición para dar cuenta de la pregunta relevante: ¿cómo una mente no sistemática puede adquirir lenguaje sistemático? Cuando consideramos las habilidades cognitivas no verbales de los humanos adultos, notamos su semejanza con la de otros primates, puesto que utilizan mecanismos rápidos, inconscientes. Sin embargo las mentes verbales son lentas, esforzadas, conscientes. Siguiendo a David Premack, los autores sostienen que es a través del lenguaje que nuestras mentes devienen de propósito general, mientras que las mentes animales permanecen especializadas, de modo que es el lenguaje el que convierte al pensamiento en sistemático.
El artículo de Diana Pérez y Silvia Español titulado"Intersubjetividad y atribución psicológica" indaga en las distinciones que se dan en el seno de la intersubjetividad. Si bien existe cierto acuerdo con respecto al momento en el que aparecen las distintas modalidades de intersubjetividad –primaria, secundaria y terciaria–, las autoras señalan que no se ha logrado explicar satisfactoriamente el tránsito de un modo de intersubjetividad a otro. En particular, sus apuestas consisten en analizar el pasaje de las formas básicas de la intersubjetividad –que engloban a las formas primaria y secundaria de la interacción intersubjetiva– hacia la intersubjetividad terciaria, desde el marco de la perspectiva de la segunda persona. Desafiando a la tradición, las autoras sostienen que no todas las atribuciones de estados psicológicos involucran contenidos proposicionales; en particular, analizan cómo el juego funcional y el juego de ficción pueden dar cuenta de la aparición de metarrepresentaciones, características de la intersubjetividad terciaria. Otras contribuciones dentro de esta sección son la de César Escajadillo, titulada "Cómo ser naturalista sin ser reduccionista en el estudio de la mente y el lenguaje: Intersubjetividad, comprensión lingüística y atribución psicológica" y "El vínculo de apego como escenario para el desarrollo de la cognición social temprana" de Carla Mantilla.
Los artículos de la sección III revisan discusiones en torno a la caracterización del lenguaje desde un punto de vista evolutivo. En particular, el trabajo de Paola Cépeda y Gabriel Martínez Vera atiende específicamente al componente sintáctico y a su relación con la evidencia reciente que la paleoantropología ha brindado en relación a la evolución humana. Por otra parte, Marcos Herrera Burstein en "El «argumento del diseño» y la crítica chomskiana a la explicación adaptacionista de la evolución del lenguaje" evalúa la discusión que mantienen los defensores del programa de investigación de la lingüística chomskiana y los psicólogos evolucionistas que proponen explicaciones adaptacionistas del lenguaje. El autor advierte que la discrepancia se explica por la adopción (o rechazo) de la tesis de la autonomía de la sintaxis –que implica su independencia funcional– enfatizando que puesto que en el estado actual de los conocimientos no se puede afirmar la validez de ninguna de estas hipótesis, la actitud correcta frente a esta controversia debe ser la apertura y tolerancia frente a los puntos de vista alternativos.
En la última sección (IV) encontramos los trabajos de María de los Ángeles Fernández Flecha y Jorge de Pérez Silva, que comparten el punto de partida, esto es, la consideración de evidencia empírica para mostrar que en la comunicación temprana (durante el segundo año de vida) se pueden observar asociaciones de forma y función considerablemente estables y multidimensionales y que resulta conveniente describir los sistemas fonológicos en términos mentalistas, en la medida en que el funcionamiento de los sistemas lingüísticos no depende de los estímulos acústicos en sí mismos, sino en tanto unidades perceptuales, respectivamente. Completa esta sección el artículo de Liza Skidelsky, titulado "La naturaleza de la facultad del lenguaje", que discute la versión arquitectural del lenguaje propuesta por Collins, defendiendo que la facultad del lenguaje es un mecanismo causal (idealizado) análogo a otros mecanismos de los cuales se pretende dar cuenta en las teorías científicas de la arquitectura cognitiva. El propósito general de su trabajo consiste en elaborar un enfoque alternativo en el que el programa minimalista sea concebido como un modelo cognitivo que describe un mecanismo causal.
He revisado solo algunos de los trabajos que conforman este segundo segmento. Sin embargo, la omisión de aquellos que no han quedado reseñados expresamente obedece exclusivamente a cuestiones de espacio, tratando ellos cuestiones tan interesantes, con puntos de vista tan valiosos, como aquellos sobre los que sí he pasado revista.
En pocas palabras, el volumen en su conjunto ofrece un interesante recorrido a través de dos núcleos temáticos sumamente complejos, dando lugar a una preciada sistematización de los debates actuales en torno a la cognición social y el lenguaje. Es en este sentido que se convierte en un texto sumamente valioso tanto para el lector avezado, como para aquel que desea una primera aproximación a algunas de las problemáticas vinculadas a la mente y el lenguaje. (Andrea F. Melamed, CONICET - IIF SADAF, afmelamed@gmail.com)

Recibido el 4 de diciembre de 2015; aceptado el 22 de marzo de 2016.

 

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