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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. vol.40 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2020

http://dx.doi.org/10.36446/af.2020.339 

In memoriam

Recordando a un maestro: Mario Bunge

Martha Frassineti1 

Alicia Gianella2 

María Cristina González3 

Estela Santilli4 

Nora Stigol5 

1Universidad de la Ciencias Empresariales y Sociales, Buenos Aires, Argentina

2Instituto de Investigaciones Filosóficas - Sociedad Argentina de Análisis Filosófico - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Buenos Aires, Argentina

3Instituto de Investigaciones Filosóficas - Sociedad Argentina de Análisis Filosófico - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Buenos Aires, Argentina

4Sociedad Argentina de Análisis Filosófico, Buenos Aires, Argentina

5Instituto de Investigaciones Filosóficas - Sociedad Argentina de Análisis Filosófico - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Buenos Aires, Argentina

No nos proponemos en esta ocasión referirnos a la extensísima y fecunda obra intelectual de Mario Bunge pues, como ya lo escribió Antoni Domenech en el dossier que se publicara con motivo de su nonagésimo cumpleaños, Bunge “es un verdadero polymath: sabe muchas cosas (física, por supuesto, pero también matemáticas, biología, psicología, economía, teoría política...); abarca mucho. Y si –¡maravilla!– aprieta también filosóficamente mucho, creo yo que es, en buena medida, porque ha aprendido a respetar con humildad, sin olimpismo metafísico, los resultados de los especialistas de verdad respetables, y a permitir que el careo con esos resultados troquele sus propias intuiciones filosóficas básicas”.

El desafío de llevar a cabo un recorrido y una evaluación de la obra de Bunge tendrá seguramente otros protagonistas. Nosotras preferimos recordar su condición de profesor, rememorar las acciones que llevó a cabo en el ejercicio de ese rol y también mencionar algunas de las consecuencias que se desencadenaron a raíz de su práctica docente. Nuestra perspectiva se circunscribe al ciclo que va de 1957 (cuando dicta el primer curso, luego de haber ganado el concurso de profesor titular regular de Filosofía de la ciencia, 1956) a 1963 (en el segundo cuatrimestre de 1962 dictó su último curso de esa materia), es decir, al periodo en el que habría de exhibir sus condiciones docentes como profesor de Filosofía de la Ciencia en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Nótese que durante ese lapso convocó a su alrededor a un conjunto de estudiantes a los que formó para desempeñarse como auxiliares docentes en las clases prácticas. En consecuencia, nuestro recuerdo recoge nuestra condición de haber sido alumnas de grado y, en algún caso, un poco más tarde, de ayudante en su cátedra en ese Departamento.

En el dictado de Filosofía de la Ciencia desarrolló una manera novedosa de hacer filosofía y sobre todo de enseñarla que nos resultó altamente estimulante. En sus clases expositivas Bunge planteaba desde distintos ángulos cuestiones epistemológicas relativas a los métodos, las teorías y la información empírica. Sus exposiciones eran claras, interesantes, y a veces complejas. Era notable la solvencia puesta de manifiesto tanto en lo relativo a las disciplinas científicas como a las cuestiones filosóficas. Conocía al detalle problemas de las ciencias formales así como aquellos de las ciencias fácticas, naturales y sociales. Nos asombraba la amplitud y rigurosidad de los temas que abordaba, haciendo observaciones y comentarios. La existencia de pseudociencias y su modo de desenmascaramiento era un tema recurrente.

Las famosas “fichas” –que más de una vez nos quitaron el sueño– constituyeron el núcleo de esa nueva metodología. En la primera clase anunció que se dictarían tres horas teóricas y tres prácticas por semana, estas últimas quedarían a cargo de sus ayudantes. En cada una de esas clases prácticas sería necesario presentar cinco fichas con las respuestas a preguntas que nos serían dadas la clase anterior. A la hora de resolver el primer trabajo práctico pensamos que no se trataba de una tarea demasiado compleja: había que leer la bibliografía indicada… y responder. Eso parecía ser todo. Pero no fue así: las respuestas no estaban en ninguno de los textos indicados; la bibliografía, si bien atrayente y sugerente, era solo orientativa. Se trataba entonces de sentarse y pensar.

Esto se fue repitiendo todas las clases y el tiempo que era necesario dedicar a la materia fue más del doble de lo que previamente habíamos calculado…. Pero, finalizado el año y frente al examen final, fue fácil advertir que la tarea ya estaba hecha y que el aprendizaje logrado era superior al de otras materias. Se nos había exigido reflexionar acerca de todos los temas, elaborar el conocimiento y hacerlo en forma sistemática y continua; nada de lo adquirido era un aprendizaje meramente memorístico. La corrección de las fichas, supervisada por el titular, era minuciosa y ayudaba a mejorar aún más la comprensión de los temas. La redacción de un trabajo monográfico con tema a elección del estudiante en lugar del tradicional examen de preguntas y respuestas también fue un cambio atractivo en la modalidad de enseñanza que nos propuso Bunge.

El modelo pedagógico de un profesor que realmente –no solo de palabra– hacía pensar a sus estudiantes nos impresionó positivamente. Fue tal vez para nosotras un verdadero ideal en relación con nuestra actividad docente posterior.

Para responder a esa forma novedosa de hacer filosofía que Bunge nos enseñaba, se impuso la necesidad de disponer de una bibliografía también novedosa; así se inició por decisión de Bunge un proceso acelerado de traducciones en el que algunas de nosotras colaboramos. Con este objetivo creó, con gran éxito, la colección Cuadernos de Epistemología editada por el centro de estudiantes de la Facultad. Esa colección de más de 50 títulos incluyó capítulos de libros y artículos de revistas filosóficas académicas. Esto último era una novedad de una enseñanza ya no basada en manuales, sino en el contacto directo con problemas filosóficos y con los argumentos esgrimidos por distintos filósofos para elaborar sus respuestas. Así fue nuestro primer contacto con autores que son clásicos de la literatura de filosofía de la ciencia y de la lógica como Ayer, Carnap, Duhem, Goodman, Hempel, Nagel, Popper, Tarski y hasta un trabajo de Pasteur, a título de ejemplo de práctica científica. Durante años algunos de esos trabajos fueron bibliografía de nuestras investigaciones y de nuestras clases.

Esta política pedagógica, sin embargo y curiosamente, no incentivó el recurrir exclusivamente a las traducciones, ya que Bunge nos impulsaba a estudiar o a mejorar nuestro inglés a fin de poder acceder a las versiones originales de los textos.

Para subrayar la actualidad de la bibliografía filosófica que Bunge promovía, bastará recordar uno de los trabajos que depositó en nuestras sorprendidas manos y cuya lectura y debate nos propuso en cierta ocasión: la prestigiosa revista inglesa Mind acababa de publicar (1950) un trabajo que Alan Turing había expuesto tres años antes “¿Puede pensar una máquina?”.

Otro aspecto a destacar en la modalidad de enseñanza de Bunge era el vínculo que generaba con sus alumnos, mucho más cercano comparado con el que creaban otros profesores en aquella época. Nos identificaba por nombre rápidamente y se dirigía a nosotros de una manera personalizada; también al finalizar el curso hacía reuniones en su casa donde, no obstante el clima de informalidad reinante, se discutían temas interesantes, algunos de los cuales resultaban continuaciones de cuestiones que habíamos visto en el curso.

Señalemos finalmente que fuimos participantes activas de un modelo de enseñanza de la filosofía que Bunge practicó y que, junto con ese modelo y como consecuencia de esa experiencia, asistimos a la fundación del área disciplinar: la filosofía de la ciencia. Su tarea habría de consolidarse con el tiempo y con la obra de otros docentes que junto con él habían fundado en 1956 la Agrupación Rioplatense de Lógica y Filosofía Científica, cuyos objetivos compartieron y persiguieron. Todos ellos nos marcaron e inclusive en algunos casos determinaron nuestra posterior elección temática de la producción filosófica y nuestros modos de hacer y enseñar filosofía.

El 25 de febrero de 2020 ha fallecido a la edad de 100 años, en Canadá, Mario Bunge. En estas pocas líneas no hemos querido sino recordar la figura de un maestro original cuyas enseñanzas disfrutamos hace ya algunas décadas.

Recibido: 21 de Abril de 2020; Aprobado: 12 de Mayo de 2020

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