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Apuntes de investigación del CECYP

On-line version ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.21 Buenos Aires June 2012

 

LECTURAS EN DEBATE

La política leída como simulacro1

 

Mariano Canal

 


 

En los últimos años se han publicado una gran cantidad de libros sobre el kirchnerismo o algunos de sus protagonistas.2 El espectro heterogéneo de publicaciones va desde las biografías a las investigaciones periodísticas (un subgénero que tuvo su momento de mayor desarrollo y éxito editorial en la década del 90), pasando por libros de entrevistas más o menos imaginarias a personajes claves del actual proceso político o ensayos "de interpretación" sobre diversas zonas de la política nacional.

Uno de esos libros se dedica a analizar el fenómeno kirchnerista específicamente a partir de su impacto cultural y las redefiniciones que este proceso introdujo en la discusión política e intelectual en el país. El libro lleva la firma de una intelectual de larga trayectoria y presencia en el campo cultural, tanto en la Universidad como en publicaciones culturales que durante muchos años ocuparon lugares centrales en la difusión de ideas y en el debate intelectual. Nos referimos a Beatriz Sarlo y su libro La audacia y el cálculo que fué publicado en 2011, poco tiempo antes de las elecciones donde Cristina Fernández obtuviera su reelección. Un libro centrado en los efectos, discursos y dispositivos de comunicación que el kirchnerismo (y el mismo Néstor Kirchner al llegar al poder) puso en marcha para terminar conformando eso que hoy, nueve años después, denominamos "kirchnerismo".

Profesora de literatura argentina en la Universidad de Buenos Aires y visitante en universidades europeas y norteamericanas; directora de la revista Punto de vista durante dos décadas y, en los últimos años, columnista de diversos diarios porteños, Sarlo ocupa una posición de privilegio dentro del campo intelectual argentino. Una posición sustentada fundamentalmente en su carrera como crítica literaria que le ha permitido trasladar parte de esa legitimidad cultural adquirida en la academia y las publicaciones literarias al análisis más coyuntural de diversos aspectos de la política nacional y, en los últimos años, específicamente sobre aquellos relacionados con los contenidos simbólicos y discursivos que el kirchnerismo ha desplegado.

Desde el año 2003 los espacios de discusión intelectual han estado cruzados por nuevos debates y polémicas acerca del carácter novedoso del kirchnerismo. La discusión sobre las continuidades y las rupturas con el pasado, sobre las versiones de la historia nacional que se rescatan o marginan, sobre el papel de los medios de comunicación, sobre las transformaciones (o permanencias) de los rasgos clásicos del peronismo, son algunos de los puntos sobre los que se ha vuelto a discutir y alrededor de los cuales han surgido libros, publicaciones y agolpamientos intelectuales que discuten sobre los significados sociales que la aparición del kirchnerismo ha puesto en circulación. Las nociones clásicas de autonomía y compromiso que, al menos desde la aparición en escena del intelectual moderno a finales del siglo XIX, definieron el rol social del intelectual han vuelto a discutirse en el contexto de un proyecto político que ha reivindicado muchas de las demandas y aspiraciones que los intelectuales de esa zona (heterogénea y porosa) llamada progresismo habían sostenido. La relación siempre compleja entre poder político y segmentos intelectuales sufrió, así, un cambio de escenario. Lo que sigue es una lectura de uno de esos posicionamientos intelectuales frente al kirchnerismo, una lectura tanto del fenómeno que la autora pretende describir como de la posición política que ella misma revela al hacerlo.

En La audacia y el cálculo, Sarlo realiza una operación de interpretación cultural de distintas zonas del repertorio simbólico del kirchne-rismo. Más que un ensayo sobre los (al momento de la publicación) ocho años de kirchnerismo y sus múltiples efectos sobre la sociedad, la economía y la política, el libro es un recorrido por el haz de sentidos que el kirchnerismo ha propiciado y sobre los cuales se ha apoyado al momento de impulsar y justificar sus políticas. Un ensayo de interpretación de aquello que en los últimos tiempos terminó de cristalizarse en el habla cotidiana de los medios con la fórmula: "el relato". Con un estilo y una mirada sobre los objetos culturales novedosos que emergen en una época - algo que ya había ensayado en libros anteriores como Escenas de la vida posmoderna de 1994 - Sarlo elige determinados aspectos a partir de los cuales reconstruir aquello que pretende explicar: la significación política y cultural de un acontecimiento que tiñe toda una etapa de la vida política de la Argentina, un acontecimiento que "no estaba escrito que ocurriera" y que reconfiguró a su alrededor el sentido de los debates culturales reinstalando viejos y nuevos temas de la discusión intelectual.

Así, por las páginas del libro pasan capítulos dedicados a los usos políticos de las nuevas tecnologías (blogs, facebook, twitter y los agencia-mientos que estas redes sociales posibilitan); el rol de los intelectuales que apoyan al kirchnerismo y sus diferentes intervenciones públicas; la televisión y su lógica empobrecedora del debate político; la constitución de una narrativa histórica que sustente las posiciones oficiales a través de discursos dirigidos a diferentes públicos y, finalmente, la figura del propio Kirchner y su consolidación como líder político. Una personalidad fuertemente anclada en un tipo de discurso que convocó a sectores sociales que hasta ese momento no se sentían representados políticamente.

La primera parte del libro, dedicada por entero a la descripción del universo mediático y sus prolongaciones más recientes en el mundo de las redes sociales, continúa las reflexiones que Sarlo viene practicando como crítica cultural desde fines de los años ochenta y, especialmente, a lo largo de los noventa. El punto básico es una crítica de los medios masivos (en especial la televisión) que degradaría al lugar de consumidores "de segunda" a los ciudadanos e impondría una lógica dominada por la instantaneidad, la simplificación de los mensajes, la brevedad y la búsqueda de impacto. Una lógica que no solo rige para los productos de "entretenimiento", sino que permea las formas en que se construyen y se presentan públicamente los políticos y la política. Vieja discusión de las teorías de la comunicación sobre la relaciones entre medios masivos y política que ya hace veinte años había motivado una polémica entre la misma Sarlo y Oscar Landi.

La descripción pormenorizada de esa "celebrityland" (como la denomina Sarlo), esa atmósfera despolitizada regida por la lógica de la simplificación y la complacencia con las grandes mayorías, es tal vez un de los puntos más débiles de La audacia y el cálculo, en tanto que luce como un planteo alejado de los modos, discursos y prácticas que el kir-chnerismo introdujo como novedad desde su arribo al poder. Más bien, parece una descripción trasplantada desde los años noventa, cuando las categorías - tan utilizadas por el progresismo en esos años - de "faran-dulización" de la política o de vaciamiento ideológico de los debates públicos entroncaban con un proyecto político que claramente propiciaba un proceso de repliegue de lo público y de clausura de los viejos "relatos" movilizadores. De hecho, los ejemplos ofrecidos por Sarlo para ilustrar su idea de la "celebrityland" donde reinan políticos sin sustrato ideológico y sustentados en estrategias de marketing remiten a aquellos que entraron a la política durante el menemismo (Palito Ortega, Reu-temann, Scioli) o bien a otros que se inscriben en su "estela" (Macri, De Narváez, Michetti).

En cierto sentido, "celebrityland" no parece encajar con los estilos de fuerte discursividad política que caracterizan a la presencia mediática del kirchnerismo, aún en el caso de aquellos "famosos" provenientes del mundo del espectáculo que deciden apoyar públicamente al gobierno. A estos se les requiere un cambio de registro discursivo, un énfasis en las razones ideológicas que motivan su compromiso, un plus de solemnidad un tanto sobreactuada que los aleje del tono de frivolidad que se le atribuye habitualmente al medio artístico; en fin, se les requiere un renegar de el horizonte de "celebrityland".

En el mismo sentido, este easpecto problemático del libro de Sarlo se advierte también en su análisis del programa 6-7-8, al que caracteriza acertadamente como un producto televisivo con una estética y un ritmo muy alejados de los estándares habituales en la televisión comercial ("una televisión un poco underground, una televisión de garage"), donde el foco está puesto en una tarea de "pedagogía política" destinada a desmontar lo que se interpreta como el discurso de los medios hege-mónicos a través de la repetición machacante de informes elaborados a base de la edición de imágenes y sonidos de archivo. En síntesis, un producto donde su función política (o propagandística, según se quiera ver) está claramente por encima de sus componentes estéticos y alejada de la lógica típica que guía a los productos televisivos mainstream.

Pero Sarlo no repara en las diferencias epocales que distancian al kirchnerismo (y a sus expresiones culturales o mediáticas) del paisaje "fa-randulizado" y despolitizado que ella misma describió agudamente en libros y artículos de la década del noventa. El énfasis está puesto, por el contrario, en encontrar continuidades no complejizadas entre aquella época y esta. Así, por ejemplo, el reino de "celebrityland" se prolonga en el estilo del vestuario de Cristina Fernández, la retórica polarizante de Néstor Kirchner reproduce la lógica binaria de los programas de espectáculos de la tarde, los participantes de las redes sociales kirchne-ristas cumplen los mismos roles que los consumidores aletargados por productos culturales de baja calidad. En fin, citando: "el maniqueísmo es una forma mentis, no un contenido determinado".

Como crítica cultural que acumuló buena parte de su legitimidad intelectual describiendo el vaciamiento de la esfera pública frente al avance del mercado y los medios de comunicación privados, Sarlo parece querer realizar la operación de leer un kirchnerismo "farandulizado", atado a las dinámicas empobrecedoras de la videopolítica y donde los medios serían el lugar privilegiado de la disputa política, el lugar donde verdaderamente se ponen en juego los proyectos de poder, subordinando a las instancias más "reales" de los conflictos de intereses, económicos o políticos. El kirchnerismo como una especie de menemismo maquillado de ideología progresista, como un continuo de gobiernos de "baja intensidad" democrática y también, subrayamos, como manera de seguir manteniendo una posición idéntica - en el cruce entre rol intelectual y política - que la detentada en los años noventa.

Podemos rastrear el mismo procedimiento en la segunda parte del libro, dedicada a la articulación entre intelectuales, producción simbólica "oficialista" y la formas de discurso que Néstor Kirchner comenzó a ensayar al llegar al gobierno. La clave que recorre estos segmentos de La audacia y el cálculo es el simulacro. Simulacro de progresismo que escondería el puro deseo de acumular poder a instancias de un discurso que había quedado ocluído desde la derrota setentista (y, en menor medida, después del desencanto alfonsinista) y que ahora era recuperado en el páramo representivo del post 2001. Simulacro que se puede rastrear en la súbita "conversión" de Kirchner en defensor de los derechos humanos y del legado de la memoria de las víctimas de la última dictadura. Simulacro que se constata al comparar las transformaciones estructurales realmente acontecidas en el país con el discurso épico que emana del gobierno. Ya se dijo, forma mentis. A lo largo del libro, Sarlo repite estos argumentos, delineando la figura del ex-presidente en los términos de un vaivén que va del reconocimiento a su capacidad para dotar a la política de una vitalidad conflictiva que había perdido hacía mucho al señalamiento de ese carácter como una impostura: "Los Kirchner reabrieron el debate sobre izquierda y derecha, para expropiar a la izquierda en su beneficio". O, "No lo conmovían los principios que conmueven a una izquierda del siglo XXI: la dignidad y la autonomía de los miserables. Los entregó atados a los caudillos que a su vez, se le sometían".

En este sentido, los intelectuales que adhieren al gobierno (particularmente aquellos nucleados en Carta Abierta) funcionan, para Sarlo, como "brigada simbólica" que aporta argumentos, teorizaciones y bases conceptuales para la disputa que el kirchnerismo libra al interior del espacio progresista. Más que consejeros del Príncipe, más que intelectuales orgánicos, funcionan como una especie de coro griego que traduce en palabras (y a veces en advertencias o en sutiles reclamos) el rumbo que el gobierno está llevando. Intelectuales de izquierda o de raigambre peronista, con trayectorias vitales que los anclan al ciclo conformado por la militancia política de los setenta, la decepción de los ochenta y la indignación de los noventa, muchos de ellos habian abandonado cualquier expectativa en la emergencia de un gobierno progresista que replanteara las relaciones entre política y economía. Muchos de ellos veían, de pronto, en ese presidente recién llegado ("una hoja en blanco para casi todos") la articulación de un discurso y unos gestos que aparecieron como virtual última oportunidad de ver, desde el gobierno, recogidas sus aspiraciones y demandas.

Así, la política de derechos humanos, la alianza con los movimientos sociales y, con más fuerza luego del conflicto por la resolución 125, la conformación de un campo de oposiciones y adhesiones que recogía mucho del lenguaje beligerante y movilizador de otras décadas, reactualizaba debates sobre el pasado, sobre las versiones en disputa de la historia política argentina, sobre el carácter transformador del peronismo, que no podía dejar de interpelar a segmentos intelectuales que hasta ese momento se encontraban "vacantes".

Carácter instrumental, cercano a una estrategia de simulacro o camuflaje de debates y sentidos que Kirchner habría elegido de la paleta de colores limitada de las posturas políticas disponibles, todo el proceso se reduce a un recurso para poder engarzar un discurso que le sirviera para consolidar su poder. La insistencia de Sarlo sobre este punto recorre toda la obra, apuntando el carácter performático de ese hombre que al llegar al poder central decide olvidar todo lo que habían sido sus últimos treinta años de vida política para recuperar selectivamente solo la memoria de sus años militantes de juventud.

Con esa misma insistencia Sarlo dibuja una "forma Kirchner" que oscila entre el mantenimiento de algunas de las características que clásicamente se le han atribuido al peronismo, el ethos setentista y la preferencia posmoderna por la centralidad política de las imágenes que los medios de comunicación ponen en circulación. Un Kirchner para armar con piezas sueltas de diferentes tradiciones que en el correr de las páginas son acentuadas desigualmente. Así, por ejemplo se puede leer: "Kirchner se percibe a sí mismo como constructor de una línea del peronismo que no parte del 17 de octubre de 1945 y de los Hechos del General, como la que fuera durante décadas la línea canónica, sino de los Hechos de los Apóstatas, los jóvenes peronistas radicalizados". Y, más adelante, "Por otra parte, siempre fue un peronista. En consecuencia, aceptó en continuado afiliaciones, arrimes y pases, nuevos y viejos cuadros, adopciones sospechosas, renovados juramentos, vinieran de donde vinieren."

El énfasis en la intencionalidad (oculta, descubierta, simulada o sincera) de un liderazgo político alrededor del cual se va conformando no sólo un universo de discursos sino también políticas públicas, decisiones económicas, acciones que modifican el rol del Estado, etc., deja en sombras muchos de los interrogantes que podrían plantearse sobre estos últimos años de predominio político kirchnerista, sobre la manera en que se fue construyendo ese poder y sobre la significación histórica que tendrá en el futuro.

 

1. Sobre La audacia y el cálculo de Beatriz Sarlo, Sudamericana, Buenos Aires, 2011.

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