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Apuntes de investigación del CECYP

versión On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP vol.24 no.2 Buenos Aires dic. 2014

 

LECTURAS EN DEBATE

Apuestas por revivir una tradición*

 

Patricio Dean**

* A propósito de Moscona, Gustavo y Franco Bellizi comp. (2011) Están hablando de drogas. Aproximaciones sociológicas a las formas de consumo, Buenos Aires: Gran Aldea.
** Todd University.


 

Si siempre es necesario que las críticas de libros, sobre todo, las de los que son resultado de un proceso de investigación, tengan en cuenta las condiciones de producción, presentadas en los textos por la necesidad de hacer explícitos los aspectos técnicos y metodológicos, aquí se considerará esta dimensión de manera muy especial y ampliada. Más allá de atender a los pasos específicos necesarios para corroborar cómo se construyó ese conocimiento, al intentar explicar lo que aquí es visto como una experiencia singular, se torna necesario, quizás imprescindible, analizar las características de conformación del grupo de investigación, las identidades de cada uno de los miembros, pensados en tanto su ubicación en relación con el sistema de jerarquías del mundo académico al que pertenecen y sus maneras de relacionarse con esas jerarquías. La relación entre la posición que ocupan los miembros del equipo en ese sistema de jerarquías en el momento de realizado el trabajo y el objeto construido, como parte de un proceso histórico dentro de una cultura universitaria, posibilitan pensar múltiples aspectos de ese objeto y sobre todo la significación del conjunto de la experiencia

Es verdad que deshistorizada, esta práctica no sólo pierde en singularidad, sino que parece caminar por una corriente nada marginal asentada cómodamente en el statu quo del sistema académico contemporáneo. Claro, se trata de un trabajo de investigación sobre un tema como el consumo de drogas que, en realidad, no sólo no es extraño a las ciencias sociales del presente, sino que además por estar ligado a preocupaciones de las políticas públicas, a potenciales financiaciones de los organismos financieros internacionales, a diversos intereses de organismos no gubernamentales y, en distintas facetas, al mercado de la medicina, tiene demandas múltiples, que en muchos de estos casos sesgan la posibilidad de una pregunta formulada con autonomía. Es quizás, por todo esto, o por algunas de las cuestiones planteadas, que esta temática tiene la potencialidad de presentarse como uno de los nichos en los que las ciencias sociales pueden obtener buenas financiaciones de espacios internacionales. Hay entonces un conjunto de factores estructurales favorecedores de estos temas que, en paralelo y bajo la protección de fórmulas políticamente correctas, limitan las potenciales preguntas problematizadoras a los contornos de un status quo amable. Es cierto que el grupo de investigación que emprende esta tarea tiene características que lo inhiben (y, se podría decir, para reforzar la mirada sociológica, más allá de las intencionalidades que pudieran albergar como grupo a como agentes individuales) de participar en situaciones como las descritas.

Se trata de un grupo de recién graduados y estudiantes conducidos por el docente Gustavo Moscona de una cátedra introductoria de la Carrera de Sociología de la UBA (la cátedra Sociología General a cargo de Lucas Rubinich). La estructura de las cátedras en la UBA está conformada por profesor titular, profesor adjunto, jefes de trabajos prácticos y los docentes a cargo de cada una de las comisiones, llamados auxiliares docentes. En términos generales los profesores titulares y adjuntos tiene algún desarrollo en la carrera académica combinando sus actividades docentes con la investigación, y los auxiliares docentes están en los inicios de un recorrido, o bien profesional no académico, o estrictamente académico. En el presente ese recorrido académico se inicia más tempranamente y lo emprende más cantidad de personas por la existencia de políticas que favorecieron el crecimiento de becas. Las particularidades de la carrera de sociología de la UBA, siempre permiten ligar al estudiante con actividades que remedan esa gran tradición de implicación con lo social a través de distinto tipo de acciones culturales, ya sean relevamientos territoriales, educación popular, diagnósticos sobre dimensiones de lo social, etc. Principalmente estas tareas se realizan a través de organizaciones del movimiento estudiantil. Las actividades extracurriculares ligadas a diferentes grupos políticos y político-culturales son un elemento significativo muy presente en esa cultura universitaria, aunque quienes ingresan en estos momentos a la carrera académica, como puede ser el caso de muchos auxiliares docentes, encuentran poco útil y carente de entusiasmo, hacer actividades que ya hicieron en sus comienzos como estudiante, ahora que deben poner el esfuerzo en armar una carrera. La tensión que podría provocar la política en esa carrera no tiene gran fuerza en el presente, como tampoco el prestigio extracurricular que otorgaba en otros momentos

No obstante, el coordinador de esta investigación es un organizador de ese tipo de actividades artísticas políticas y culturales extracurriculares junto a docentes y estudiantes. Porque es verdad que la pérdida de prestigio de estas actividades no quiere decir que hayan desaparecido. Siguen existiendo, pero con mucho menos valor y directamente la gran mayoría de los que inician la carrera académica no participan de ellos para atender a los requerimientos de alta competitividad (necesidad de obtención de credenciales y de mostrar resultados, etc.). Los elementos de esa tradición valen menos pero, de algún u otro modo, siguen formando parte de ese espacio porque fue un elemento constitutivo de una gran tradición de implicación con la cosa pública que por lo menos en términos retóricos todavía se reivindica como parte constitutiva de la universidad pública.

La carrera de grado de sociología tiene una accidentada historia desde el momento de su fundación hasta la apertura democrática de 1983. Docentes y estudiantes fueron víctimas en distinto grado del accionar de las dictaduras, la institución fue intervenida, cerrada, vaciada. Sin embargo, la comunidad que conformaba ese mundo de sociología de la UBA afianzaba su prestigio dentro de las zonas más dinámicas del campo cultural desde su fundación y durante las décadas siguientes. El compromiso con la cosa pública de quienes fueron y son profesores de materias centrales de esa carrera de grado, fue claro, fuerte. Aunque, por supuesto, con implicaciones diferentes de acuerdo a los momentos. Se podría afirmar sin ambigüedades que el grado más alto del prestigio de los miembros de esta comunidad hasta los años noventa correspondía a aquellos que desempeñaban un papel de sociólogos intelectuales. Gino Germani, Juan carlos Marín, Juan Carlos Portantiero Roberto Carri son algunos de los nombres de esos profesores del grado que se convertían en la manifestación práctica de una tradición de relación fuerte con apuestas trascendentes sobre la propia sociedad. Los cambios habidos en el sistema universitario internacional luego de las conferencias de Bologna, desvalorizaron las carreras de grado y, en el marco de una época de ilusiones perdidas, la carrera académica pasó a convertirse para quienes optaban por ella, en un recorrido burocrático competitivo a través de un organigrama, en un fin en sí mismo. Sin ilusiones colectivas, sin grupos sociales movilizados en los que referenciarse, las posibilidades de reeditar aspectos de aquella tradición de implicación con causas sociales trascendentes, cuestiona-doras del status quo, puede convertirse en una apagada disonancia. Una disonancia improductiva en términos político culturales, un mero residuo, o peor, una repetición de lo que fue un momento político potente, sin efervescencia social que la posea, otorgándole fuerza y deseo, convertida apenas (para decirlo con una cita pertinente a la específica tradición de ese ámbito) en farsa.

Es por esto que las acciones ligadas a la práctica académica que tengan grados de alternatividad ante el sistema burocrático académico altamente codificado, que no proporcionen puntajes, no despiertan demasiados entusiasmos. No obstante esta actividad surgía promovida por ese docente de la cátedra Sociología General poseído de voluntad y claramente identificado con aquella tradición, implicaba a otros docentes y a estudiantes. En la cátedra habían trabajado durante varios cuatrimestres el viejo libro de H. Becker, Outsiders- En esa experiencia el capítulo sobre fumadores de marihuana y el de los músicos había despertado la curiosidad de estudiantes y docentes por formular esas preguntas al presente. En ese espacio de formación, nos cuentan, se hace la experiencia de salir por la ciudad con una consigna que permita construir un relato sobre ella, armado con las mínimas herramientas de la sociología que se han incorporado en los dos primeros meses de trabajo. Esta iniciativa se convierte en un humus sobre el que Gustavo Moscona, el principal promotor de la experiencia que nos ocupa cumple su función docente a cargo de una comisión de trabajos prácticos de la cátedra. Allí alienta a los estudiantes a imaginar que es posible quebrar el sentido común escolástico de relación fetichista con los textos, que es necesario pelear contra la idea de conocimiento para ser enseñado y, junto con otros docentes estudiantes y graduados, intenta distinto tipo de acciones que permitan una relación vital con el conocimiento.

A excepción de Gustavo Moscona el resto del equipo conformado por más de 11 personas no había participado, o por lo menos no lo había hecho con el papel protagónico que acá se proponía, de una investigación. Y aunque luego tuvieron un reconocimiento formal de la facultad de ciencias sociales, el trabajo que se desarrolló durante casi dos años no tuvo ningún tipo de financiación. Dadas las diferentes actividades de los miembros del grupo, las reuniones se realizaban los días sábado alrededor del mediodía n un bar de la esquina de la facultad. De tanto en tanto durante esos dos años se invitaba a discutir con el grupo, a investigadores con experiencia y allí se abordaban cuestiones referidas a la formulación de las preguntas generales, a aspectos metodológicos, a cuestiones relativas a la práctica concreta de la investigación, al oficio. Conocí esta experiencia en una de mis visitas a Buenos Aires a través del titular de la cátedra, quién me alentó para que me relacionara con el grupo. Es en ese momento que además de los aspectos generales me informan sobre una particularidad que reforzaba esa voluntad de implicación social. En uno de los casos de difícil acceso a un ámbito particular, el encargado de realizarlo es un estudiante de Sociología General que cursa en el Centro Universitario Devoto, que es el espacio que la Universidad de Buenos Aires tiene en la Cárcel de Villa Devoto. La comisión de trabajos prácticos a cargo de Gustavo Moscona de la cátedra Sociología General es la encargada de dictar la materia en ese centro universitario. Allí se informó a los estudiantes sobre el trabajo que se proponía realizar y uno de los estudiantes, se propuso para aportar la experiencia de su larga permanencia como interno en el penal. En este caso el estudiante participaba con las dificultades del caso en un trabajo de investigación en el que él aportaría información relevante en tanto "nativo", pero además en cuanto estudiante de sociología podía intentar un distanciamiento analítico, lo que le posibilitó escribir el informe sobre el consumo de drogas en la cárcel.

Dicen en la introducción los coordinadores de la investigación: "Nos reunió el propósito de 'aprender a investigar investigando', rompiendo con una concepción según la cual los estudiantes no pueden llevar a cabo una investigación sino recién alcanzando la etapa final de la carrera". Pero además, intentando construir un objeto que se aleje, tanto de los sentidos comunes de la moral corriente sobre el tema, como de los que construye la agenda académica.

La propuesta entonces fue realizar una investigación sobre una cuestión que les pareciera relevante no en términos de la oportunidad de adecuación a algunas propuestas de la agenda presente del mundo académico, sino planteada en función de preocupaciones políticas o político culturales. Y se planteaba como relevante porque se consideraba problemático ya que está instalada en la agenda pública de los medios, en visiones del estado y las ONGs. La distinción entre problema social y objeto sociológico es una cuestión que, nos dicen, se trabaja permanentemente en la cátedra. Y en los hechos se trabajó contra esas distintas definiciones construidas como resultado de procesos sociales concretos y de imposición de miradas sobre el mundo. La primera manera de superar este obstáculo fue centrar "nuestro interés no en la sustancia misma, ni en su status legal o sus características químicas, sino en las interacciones que las constituyen, en el destino común de prácticas sostenidas por actores sociales que se marginan... por sus hábitos de consumo."

Estos planteos creaban la necesidad de observar distintos espacios e instituciones sociales. Para esto el equipo se constituyó en siete grupos de trabajo que abordaron las formas y los problemas derivados del consumo de drogas en la cárcel, en gimnasios, en fiestas de música electrónica, en centros de rehabilitación, en escuelas públicas. En el grupo ampliado se fueron construyendo preguntas sobre la ilegalidad o legalidad de determinado tipo de drogas, sobre lo que está en juego cuando, por ejemplo, se declara ilegal el consumo de marihuana, o se pide su despenalización, sobre las distintos sectores sociales y ámbitos culturales específicos que consumen algún tipo de droga, y sobre el significado que en cada caso le otorgan y las consecuencias sociales que acarrea ese consumo. Desde los sectores medios y medios altos con fuerte integración social y su relación con el consumo de éxtasis en las fiestas electrónicas, hasta la pasta base en sectores marginales y la particularidad de alguna extensión a sectores medios. El papel del estado en la represión y en la rehabilitación. El papel de los maestros, los abogados, los policías, los trabajadores sociales, etc.

La estrategia elegida para decir algo de esta totalidad compleja fue realizar un intenso trabajo en terreno y construir lo que llamaron con la influencia de Javier Auyero retratos etnográficos. Pero además, y de acuerdo a cada caso se construyeron datos de diferentes fuentes que posibilitan el cumplimiento de un objetivo generador de nuevas preguntas. A este respecto es pertinente citar que en el primer trabajo sobre la mirada jurídica penal sobre los consumidores de marihuana, se analizan fallos de la suprema corte de justicia y diversas interpretaciones de la ley, que, en un caso castigan la tenencia para el consumo personal, y fallos de distintos tribunales que, o bien no consideran necesaria la pena, o bien se plantean nuevos exámenes de la cuestión por considerarlos intromisión en la vida privada de los ciudadanos. Presentar en suma, algún mínimo aspecto de esta compleja cuestión en cada uno de los ámbitos, pero corporizada en algunas experiencias particulares de consumidores. Y a partir de esto proponerse generar aportes fundados para el debate público

Cada uno de los trabajos está bien fundado y es compatible con la pregunta general. Cada uno de estos trabajos puede presentarse en ámbitos académicos distintos y salir bien parado. El conjunto del libro efectivamente puede resultar en una herramienta de debate que contribuya a pensar la cuestión, tanto desde el estado, como desde espacios de la sociedad civil. No obstante, insisto, la singularidad de esta experiencia está en cómo se produjo. En una práctica que con sus particularidades de época y con la ventaja de reunir calidad académica y voluntad política, revive con fuerza elementos de una tradición. Claro, que al hacerlo en un contexto altamente desfavorable, es pertinente preguntarse si es la forma germinal de revivir una tradición, o simplemente un gesto extemporáneo, aunque vital, que puede recibir miradas simpáticas por su exotismo cercano y hasta familiar, pero que nadie imagina encarnado socialmente en alguna experiencia colectiva.

El sabio árabe del 1300 Ibn Jaldún atendía al lazo social, que formaría parte central de las preocupaciones de Durkheim algunos siglos después, y pensaba en lo que llamaba asabiya (que se traduce como espíritu del clan, solidaridad fuerte), como constitutivo de cualquier acción exitosa. Jaldún, cita un pasaje del Corán. En esas páginas se narra "sobre los hermanos de José. cuando dijeron a su padre: 'Si el lobo se lo comiera, siendo nosotros un clan compacto, sí que seríamos desgraciados'", y concluye el sabio, "lo que significa que no es imaginable una acción hostil contra alguien que tiene un clan que lo proteja...". Quien sin ser especialista en estas cuestiones tenga un poco de sensibilidad social, podrá imaginar que estas acciones realizadas por Gustavo Moscona, generadoras de pequeñas solidaridades circunstanciales, no tienen colectivos en los cuales referenciarse. Es verdad que lo hace en una tradición y que estas no son otra cosa que experiencias sociales concretas realizadas en otro momento, y en aquél, portadoras de alta significación. Y también es cierto que las tradiciones se reinventan y vitalizan, aunque también no hay que ignorar que para hacerlo necesitan carnadura social. Dicho crudamente, no hay posibilidad de recrear asabiya en función de estos ideales en las condiciones estructurales de un presente, en el que además distintos elementos de lo que fueron potentes tradiciones alentadoras del cambio social, son trivializa-das por excesos retóricos sin prácticas que los acompañen. Jaldún, luego de un razonamiento como el anterior que funda una posición pesimista, agregaría: "Pero Alá sabe más", una frase que puede ser una mera formalidad motivada por el respeto religioso, pero acaso también la expresión de cierta desconfianza hacia los juicios contundentes que refieren a la complejidad del mundo social.

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