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Apuntes de investigación del CECYP

versión On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.25 Buenos Aires jun. 2015

 

LECTURAS Y DEBATES

Cómo puntuar la vida. Cultura, materiales y placer en acción*

 

Claudio E. Benzecry**

* A propósito de Profane Culture de Paul E. Willis (2014).
** Universidad de Connecticut.

Recibido: 20/03/2015. Aceptado: 5/05/2015.


 

Mirando las recomendaciones de la contratapa del libro se obtiene una primera visión de por qué este libro amerita ser discutido casi 40 años después de la fecha de su primera publicación. Los testimonios celebra-torios de Jeff Alexander, Mitch Duneier y de tres especialistas europeos en estudios culturales (Mats Trondman, Anna Lund y Stefan Lund) indican la confluencia de tres escuelas intelectuales que han crecido separadamente en tanto el estudio de la cultura se ha institucionalizado: la sociología cultural, que pone el foco en las estructuras culturales en cuanto a generación de prácticas, identidades y la creación de sentidos; las cuidadosas etnografías de la clase obrera y los subgrupos, y de sus idiolec-tos; y el estudio normativo de la autonomía cultural entre las subculturas dominadas y su uso creativo de la cultura dominante. Parte de lo que explica esta feliz convergencia es la atención que el libro dedica a dos temas que se han vuelto centrales para el estudio sociológico de la cultura en los últimos años: los procesos de encarnación y el rol de la materialidad en la vida cotidiana. De este modo, el libro desarrolla tempranamente una teoría propia sobre cómo los grupos sociales y los objetos culturales inte-ractúan, y las potenciales vías a través de las cuales esto sucede. Lejos de la atribución de significado exacto/ de uno-a-uno de la escuela de sociología durkheimiana, Willis muestra magistralmente cómo los objetos y las individualidades interactúan, indicándose unos a otros los caminos disponibles a seguir.

Willis forma parte de la segunda generación de los Estudios Culturales Británicos, habiendo trabajado con Richard Hoggart y Stuart Hall. Su obra puede leerse en relación a algunas de las coordenadas clásicas de dicha escuela: enfatiza el movimiento en foco del estudio de las prácticas culturales desde la esfera de lo intelectual a lo popular, y hace hincapié en una versión dialéctica de la cultura, que muestra qué hacen los de abajo con la cultura producida primero por la elite, y luego con la cultura de masas. Su trabajo también señala un segundo movimiento en el estudio de la cultura, dejando atrás el análisis literario y la interpretación en favor de la experimentación etnográfica. En ese desplazamiento Willis aplicó y extendió las técnicas de lectura pegadas al texto que aprendió en Cambridge y las combinó con un interés humanista en la creatividad de los grupos subalternos constituidos en el marco de las relaciones de poder capitalistas. Para ello adoptó la postura anti-intelectual de los grupos subordinados con la esperanza de desarrollar conceptos sensibles a las vidas de las poblaciones en estudio. Su interpretación densa sobre la cultura de los hippies y de los biker boys no se basa en el investigador "leyendo" y diciendo "aquí tenemos una forma cultural y allí la sociedad, esta es la forma en que se relacionan", sino, más bien en los que los mismos practicantes informan acerca de qué materiales culturales desempeñan un rol en la determinación acerca de cómo los sujetos logran constituirse.

El libro se propone como una comparación entre dos casos, uno de clase obrera (los biker boys) y el otro en su mayoría de clase media (los hippies). Explorando la cultura de los años sesenta, con su promesa de inaugurar un nuevo conjunto de relaciones humanas abiertas y democráticas, Willis demuestra que lo que ambos grupos comparten es la búsqueda de lograr la «autenticidad», aunque difieren en gran medida en los significados que le atribuyen a ella, los estilos de identidad que se imaginan, y los dispositivos culturales movilizados para hacerlo. Willis muestra, a través de las versiones de sí mismos que logran, que jugar con los estilos permite a los sujetos construir variaciones a contrapunto de la corriente predominante mediante la utilización de la cultura de masas, y el papel de elementos culturales para permitir estos estilos de vida.

Para los biker boys se trataba de un estilo "masculino" basado en la agresión simulada; en individuos moviéndose rápidamente y con confianza, y en oposición a cualidades percibidas como femeninas, como la delicadeza y la artificialidad. Su objetivo era lograr la seguridad ontológica basándose para ello en el estilo poderoso del rockroll temprano. A pesar del carácter potencialmente anacrónico de estas adjudicaciones, los motociclistas hacen que esta vieja música resuene con sus vidas. Ser activo y afirmativo era tan importante que incluso las elecciones lingüísticas -como cuando las opiniones negativas se expresan con acciones o las descripciones se realizan en forma de onomatopeya- se derivan consecuentemente de ello. Por otro lado, para los hippies la autenticidad se consigue mediante el rechazo de los valores de la carrera meritocrática de la clase media tradicional, encontrando sentido, por el contrario, en la búsqueda de experiencias. El sentido del sí mismo era organizado en torno a la espiritualidad, a través de mayores grados de conciencia, prefiriendo el «ahora» sobre la planificación a largo plazo. Bastante en línea con las raíces románticas de Marxismo Británico, Willis describe los estilos de vida hippie como confrontando a la devaluación de la vida cotidiana a causa del racionalismo tecnológico. Los hippies alcanzan una omnisciencia débil a través de la identificación con los grupos desfavorecidos y la búsqueda de estilos orgánicos y naturales, cuidadosamente elaborados mediante la desorganización de los signos de la moda, como se ve en sus cabellos largos, la música que escuchan (rock progresivo), el consumo de drogas y la aleatoriedad en las elecciones de sus objetos. En resumen, para Willis, al simbolizar sus condiciones, los biker boys y los hippies crean formas de cultura a partir de objetos particulares, formas de actuar y de manejarse en el mundo.

La evidencia en el cual la investigación se basa es fruto de una larga inmersión etnográfica en esos grupos, haciendo hincapié en el carácter sensorial y vivido de la producción cultural, centrándose en el cuerpo, tanto en la forma en que este opera en la producción de sensibilidad, como así también en cómo el propio cuerpo del etnógrafo funciona como una herramienta para producir datos, usándolo como un instrumento de investigación para ponerse a sí mismo en las mismas relaciones y cuestiones que las personas que está estudiando. Su perspectiva etnográfica también anticipa dispositivos técnicos y retóricos comunes hoy en día en algunos de los estudios cualitativos más conocidos: el papel de la reflexividad, centrándose en cómo la percepción que los participantes tienen del etnógrafo es una buena fuente de datos; y el rol de las grabaciones. Él utiliza estas de dos formas distintas. En primer lugar, utilizó la grabación más como una forma de captar la calidad elusiva del tiempo a medida que pasa que como una herramienta para establecer la correspondencia exacta/de uno-a-uno entre el trabajo de campo y su inscripción como datos. En segundo lugar, Willis les toca sus propios discos de música a los hippies, con la esperanza de registrar qué tipo de reacciones suscitaban en ellos.

Entonces, ¿qué hay en este texto para la sociología? O más puntualmente, ¿cómo el libro contribuye a nuestra comprensión contemporánea de cómo opera la cultura? En Aprendiendo a Trabajar encontramos lecciones sobre el carácter autónomo de la cultura de la clase obrera y su papel cómplice y paradójico en la reproducción de clase. Aquí llegamos a conocer acerca de cómo los materiales culturales participan en la producción de las individualidades y de los grupos. La teoría de la cultura de Willis ofrece lecciones adicionales a los debates sociológicos sobre la nueva cultura de la pobreza (ver Small, Harding y Lamont, 2010); en vez de dar por sentada la autonomía cultural y social del mundo de las poblaciones subalternas, el libro muestra cómo el "sentimiento de nosotros", el pensarse como parte de un grupo, es siempre precario y que debe ser laboriosamente alcanzado. Se construye tanto a través de la relación con los demás (por ejemplo, la policía, los maestros de escuela, los migrantes), como con otros miembros de la clase que optan en cambio por otros materiales culturales para dar sentido a quiénes son (por ejemplo, los mods británicos en el caso de los biker boys). Las relaciones también incluyen una asociación de género con las mujeres pues estas constituyen un espejo invertido de lo que se busca alcanzar (una masculinidad afirmativa, una perspectiva orientada a la acción en el mundo de los motociclistas), y un componente orgánico de la cultura a la que se aspira (como cuando los hippies consideran a las mujeres más cercanas a la naturaleza).

Los grupos son siempre pensados como constituidos relacionalmente. El vínculo entre los grupos y los objetos, y entre algunos elementos culturales y otros elementos culturales, son construidos como homologías. Pero en lugar de una atribución de sentido de carácter arbitrario, y de una relación uno-a-uno entre las posiciones sociales y los elementos que son utilizados para expresarlas como plantean Durkheim y los estructuralistas, Willis propone estudiar qué es lo que esos materiales realmente proporcionan. ¿Cómo se prestan a ser utilizados para expresar las formas de masculinidad, autenticidad y espiritualidad que he descripto? ¿Cómo ayudan a las personas a sentir que forman parte de un grupo, y a convertir sus condiciones estructurales en prácticas cotidianas concretas?

Combinando el análisis de las estructuras culturales a través de homologías con un enfoque marxista sobre las experiencias, a través de la noción de estilo, ProfaneCulture avanza en su argumento en dos partes: en primer lugar, mostrando las maneras divergentes en que hippies y biker boys logran alcanzar el sentimiento de "nosotros;" y en segundo lugar, el papel indicial, homológico y polivalente de los objetos, y las posibilidades de significado que contienen para aquellos que los utilizan. En cuanto a la primera, el libro remarca la seguridad ontológica y la integridad proporcionada a los biker boys por el ritmo de la música, su manera de manejarse, el uso de palabras como acciones y el movimiento incesante que es una constante en sus vidas. Si ellos subvertían el tiempo industrial y burgués gracias a su estado activo del ser, los hippies, por otro lado, subvertían el tiempo evitando tanto como podían los planes y horarios programados, a la vez que intentaban tener experiencias que disolviesen el movimiento diacrónico del reloj. Los hippies encontraron una confirmación de sí mismos en la exploración de que hacía a todos y cada uno ellos únicos, así como su trabajo dirigido a lograr una comunidad como algo deseable, precario y que no se da naturalmente. La singularidad se logró a través de grandes gestos; ser un "head" se trataba de hablar en un modo que involucrase sorpresa y movimiento. Consistía también en el uso de drogas y en el escuchar música que ignoraba la modalidad clásica del compás. Quiero detenerme en este punto y desarrollarlo un poco más.

Willis estudia el uso de elementos culturales como la música o las drogas, prestando especial atención a la relación polivalente entre los grupos y los objetos. Mientras que los significados se construyen culturalmente, la construcción, sin embargo, se deriva de las posibilidades "objetivas" dadas por los propios elementos culturales. Esto puede ser estudiado a nivel de las homologías -como ya he mencionado- pero también en el nivel "in-dicial", a través de la investigación de la frecuencia con la que un conjunto de materiales culturales es "indexado" a un grupo. Si las drogas proporcionaban a los hippies la posibilidad de "abrir" el tiempo, y el logro paradójico de la libertad a través de la falta de autonomía, la música -solistas y grupos como Frank Zappa, Pink Floyd o Van Morrison- resonaban con ellos al permitir mantener a raya el logocentrismo, la no-objetivada complejidad de sus exploraciones sónicas. La subversión de la estructura tonal, el derrocamiento de la armonía como esqueleto musical básico, y el advenimiento del álbum conceptual, más adelante, permitieron exploraciones con el tiempo y la conciencia que estaban estrechamente en línea con lo que los hippies querían sentir. La música como una experiencia también permitió a los hippies escapar de las determinaciones de su clase. Para los biker boys, la música ofreció un camino a la autenticidad y mas-culinidad. La clave fue la cualidad física, cuasi "musculosa," del ritmo del rock'n'roll temprano (por ejemplo, Chuck Berry y Buddy Holly), pero también el formato a través del cual era comunicado, con preferencia del formato 78 RPM sobre 45 RPM. Los biker boys también entraron en una relación simbiótica con otro material: la moto. Willis muestra cómo adaptaron y subvirtieron un dispositivo tecnológico, destacando la antropomorfización de la máquina, y cómo su fuerza y movimiento se combinaban con la naturaleza afirmativa del mundo de los motociclistas. Los manubrios, por señalar otro elemento cultural, aportaban un sentido de estilo, pero también aumentaban la capacidad de manejar la moto con facilidad, dando la sensación de ser uno con la moto, casi como centauros modernos.

Willis muestra cómo un grupo no puede elegir un objeto cultural al azar, y tampoco puede un objeto adjuntarse a cualquier grupo. Y para mostrar cómo las relaciones culturales se profundizan con el tiempo explora los procesos de «substanciación» y «acumulación», subrayando cómo los elementos se vuelven progresiva y extensivamente transparentes en términos de lo que se supone que significan. Respecto a la materialidad de los objetos culturales, el libro es - en cierta medida- una investigación de la música pop y sus usos desde una perspectiva sociológica tanto como un análisis estético de la música popular y sus consecuencias sociológicas, asegurándose que una perspectiva no reemplace a la otra. El libro mostró por primera vez la música en acción, mostrando como los sujetos «mismos establecen la conexión entre la música y la vida social» (DeNora 2000: 6).

Desafortunadamente, los estudios culturales, después de un comienzo donde los materiales culturales eran etnográficamente presentados como un habilitador de estilos de vida y formas de conciencia (además de Willis, está también el trabajo señero de Hebdige, 1979), se han convertido lentamente en una combinación de testimonios en primera persona, análisis de textos literarios tomados de hecho como representante de grupos sociales más grandes, y el análisis de contenido de las letras y textos, en vez de interrogar a los consumidores sobre lo que los diferentes obras significan para ellos y las prácticas a través de las cuales han construido una relación con ellos.

Los sociólogos culturales se han alejado inteligentemente de esta tradición de estudios culturales en la cual el proceso de significación es erróneamente equiparado con y se reduce a un análisis de contenido. Lamentablemente, otras subdisciplinas han adoptado este legado, alejándose cada vez más de las ideas presentes en libros como Profane Culture. En vez de investigar a los objetos culturales y cómo se produce el apego y compromiso con ellos, muchos se han distanciado de estudiar lo que los sujetos hace con las cosas, y se volcaron, en cambio, al análisis de contenidos en el cual se dan por sentado que la clase/raza/género es condición necesaria y suficiente para explicarla relación entre la obra y sus efectos. La verdadera promesa de reeditar este libro para los sociólogos de la cultura es ayudarnos a ir más allá de la reducción de la cultura a una intersección pre-estructurada (o su resistencia), y volver a centrarnos en el trabajo simbólico que los sujetos realizan sobre los objetos en el día a día.

En su autobiografía recientemente publicada, el antropólogo Vincent Crapanzano (2015: 96) se pregunta: " ¿Debemos puntuar al pasado sólo con dolor? ¿No podemos organizarlo alrededor de los momentos de placer? (...) ¿Una vida puntuada sólo por el placer, sería menos vibrante?"Este libro clásico ha abierto un camino para explorar cómo podemos estudiar lo que es placentero de la vida, incluso entre aquellos que podrían ser -en una primera mirada- los más sujetos a la dominación y al sufrimiento. Espero que una nueva generación de investigadores lea esta edición actualizada y apunte a seguir su hoja de ruta.

 

Bibliografía

  1. Crapanzano, Vincent. 2015. Recapitulations. New York: Other Press.         [ Links ]
  2. De Nora, Tia. 2000. Music in Action. New York: Cambridge University Press.         [ Links ]
  3. Hebdige, Dick. 1979. Subculture. The Meaning of Style. London: Routledge.         [ Links ]
  4. Small, Mario, David Harding y Michelle Lamont. 2010. "Reconsidering the Culture of Poverty." Annals of the American Academy of Political and Social Sciences." New York: Sage.         [ Links ]
  5. Willis, Paul E. 1977. Learning to Labor. How Working Class Kids Get Working Class Jobs. Aldershot: Gower.         [ Links ]
  6. Willis, Paul E. 2014. Profane Culture. Princeton, NJ: Princeton University Press
  7.         [ Links ]

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