SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número25Cómo puntuar la vida: Cultura, materiales y placer en acciónLa pasión de los correctos índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Apuntes de investigación del CECYP

versión On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.25 Buenos Aires jun. 2015

 

LECTURAS Y DEBATES

Brasas y cenizas. La Nueva York setentista y la renovación de la música contemporánea*

 

Gabriel Di Meglio**

* A propósito de Love goes to buildings on fire. Five years in New York that changed music forever, de Will Hermes (2011).
** UBA - CONICET.

Recibido: 20/03/2015. Aceptado: 5/05/2015.


 

"Nueva York tiende a borrar su historia, reinventándose infinitamente: ese es su camino. Pero la música permanece". La frase en la página final de Love goes to buildings on fire clarifica su intención: pensar a esa gran ciudad y a su electrizante escena musical en un período que hoy parece muy lejano. En primer lugar porque el contraste entre la urbe quebrada y en declive que protagoniza el libro y la elegante Nueva York actual es obviamente enorme. Y luego, porque si bien es una ciudad que se reinventa no siempre da lugar a momentos creativos tan poderosos como el de mediados de los años setentaque analiza el libro. No sólo por la calidad y variedad de la música de esos años, sino por lo que destaca el subtítulo: el cambio que generó. Todavía hoy el pop, el rock, el hip hop y la salsa, sostiene implícitamente Will Hermes, están marcados por lo que ocurrió en el lustro del que se ocupa, 1973-1977. Y a pesar de que el autor busca con ahínco evitar cualquier tipo de nostalgia, hay un lamento encubierto al terminar de recorrer sus páginas o más bien cierta saudade: esos días se han ido.

Nueva York es el escenario en el libro. Sus locaciones son señaladas con precisión, pensando en un lector que la conoce, ya que decenas de domicilios y de esquinas desfilan por las páginas sin mayores especificaciones o descripciones. Se trata de una geografía obsesiva de la escena musical de los setenta. Pero es ésta, y no la ciudad, el objetivo del libro. Quien se interese en historia urbana no obtendrá casi nada de la propuesta de Hermes.

Quien en cambio busque información musical la disfrutará mucho. Y ello además porque leer sobre música en 2015 tiene la enorme ventaja de que teniendo a mano YouTube o Spotify (donde el autor armó una selección especial sobre el libro) se puede escuchar a cada uno de los artistas que se mencionan -hasta las bandas menos conocidas-, rasgo que indudablemente transforma de manera significativatodo el género.

Will Hermes es un crítico musical con una carrera destacada, conocido en particular por su trabajo en la Rolling Stone, y éste es un libro de historia surgido desde ese lugar. No tiene un método explícito, ni una clarificación de las fuentes empleadas, ni tampoco una hipótesis definida; no hay ninguna traza académica en el texto. Pero tiene un propósito muy claro: relatar el desarrollo de una escena musical en cinco años que considera decisivos por haber dado lugar a novedades de peso en el rock, el pop, el jazz, la salsa, el minimalismo, el disco y el hip hop (los dos últimos, de hecho, directamente nacieron en ese lustro, al igual que el punk dentro del rock).

Lovegoes to buildings on fire es un trabajo de investigación pero toma fundamentalmente la forma de una crónica. Hermes narra pormenorizadamente lo ocurrido a lo largo de cada uno de los años del período elegido, desde los shows que abrieron la noche de Año Nuevo hasta las que lo cerraron al final de cada diciembre. El eje del libro es la cronología y he ahí uno de sus aportes más interesantes. Lo que procurademostrar es la importancia de las sincronías,muchas veces no fortuitas, entre el desarrollo de un género y el deotro distante pero que en esa transformación se emparentaban, tal vez sin saberlo. Encuentra en la época una energía compartida. Por ejemplo, en un momentonarra cómo el DJ KoolHerc, empezó a experimentar en South Bronx, una zona famosa por el abandono urbano, la pobreza, el crimen y los edificios en llamas, en incendios causados por propietarios que querían cobrar el seguro(Hermes 2011:80-85). Herc desarrolló una propuesta: alto volumen y un set en el que cortaba partes de temas, las más rítmicas, para impulsar el baile; el bajo al estilo jamaiquino y los discos de percusión funk eran clave y lo volvieron muy conocido. El 25 de mayo de 1974 Herc organizó una fiesta en el Cedar Park en la que presentó su estilo y un set que se haría famoso, llamado "The Merry Go Round". Una semana más tarde, hubo otro concierto histórico pero en el céntrico Town Hall, donde Philip Glass presentó "Music in Twelve Parts" (de cuatro horas de duración). Hermes destaca el alto sonido, el ritmo, el carácter hipnótico de la pieza y así hermana a Glass con Herc, en una asociación que sin duda no es muy habitual entre dos estilos bien diferentes y entre dos áreas urbanas también muy distintas.

La reconstrucción de esa sincronía de acciones encontrada en artistas lejanos entre sí, que pueden unirse de modo contingente o por causa sólo de la narrativa del autor -pero como sea es una operación muy lograda en el libro - constituye el principal mérito de Love goes to buildings on fire. El relato avanza de modo temporal y los apartados que se suceden en un capítulo pasan fluidamente de la reconversión de Celia Cruz al ascenso de Bruce Springsteen, de Grand Wizard Theodore moviendo sus vinilos e inventando la técnica del scratcha las experimentaciones sonoras de Steve Reich, del derrotero jazzístico de Anthony Braxton a la aparición de Blondie, todo en unas pocas páginas. Es el mundo musical de New York City intoto el que es recuperado funcionando al unísono en el relato detallado de Hermes. Y no sólo a través de artistas. También algunos sitios ahora míticos, por ser claves en la movida, tienen un lugar preferencial en el libro, como CBGB, Max's Kansas City o Studio 54. E incluso se delinean otros aspectos importantes de la escena musical, como lo que ocurrió en la época con la prensa especializada o algunos desarrollos técnicos de instrumentos y equipos de sonido.Asimismo, hay menciones acerca de lo que ocurría en la escena de las artes plásticas y de la poesía, en el teatro y en el cine (con películas como Taxi Driver que retratan duramente a esa ciudad tan compleja y a sus habitantes).

Love goes to buildings on fire es convincente en lo que propone. Muchos libros sobre música eligen el estudio de un género o una banda. Pocos plantean lo que éste: un escenario y varios movimientos, muchos artistas, todos tomados en líneas simultáneas y paralelas que a veces se cruzan. El libro podría haberse organizado por temas, un género por capítulo, y habría sido eficaz, tal vez más ordenado. Pero la estrategia narrativa empleada contribuye a generar la imagen de una escena que está cambiando. A diez cuadras de un show importante de un género se está dando otro de un género muy diferente. Y todos avanzan juntos.

De todos modos, el lector va reconociendo cómo seguir la línea de algunos "movimientos" que se despliegan a lo largo del tiempo: el surgimiento de las batallas de los Djs y del hip hop con KoolHerc, Grandmaster Flash, Casanova Fly y AfrikaBambaataa; el "diseño" de las fiestas y la formación de una cultura dance con personajes como David Mancuso y Nicky Siano; el florecimiento de la salsa latina, que logró en la época un sonido distintivo con estrellas que van desde Willy Colon y Héctor Lavoedel sello Fania a Eddie Palmieri y Lee Harlow, hasta llegar a Rubén Blades; los vaivenes de la nueva vanguardia del jazz neoyorquino con figuras como Braxton o David Murray; las arriesgadas composiciones de Glass, Reich y también la experimentación de Meredith Monk tocando con el borde de una copa de cristal; los vaivenes de íconos rockeros más antiguos como Bob Dylan, Lou Reed o los New York Dolls; la escena alternativa en la que descollaron desde el "punk" de Suicide o The Ramones hasta el novedoso sonido de Televisión, TalkingHeads y Laurie Anderson. Bandas poderosas pero poco recordadas como Modern Lovers y solistas que serían masivos como Bruce Springsteen... Y Patti Smith, tal vez la artista que más aparezca nombrada en el libro, propuesta como una suerte de quintaesencia de esos años agitados.

Un momento particularmente logrado es cuando cuenta lo ocurrido con el gran apagón de la ciudad la noche del 13 de julio de 1977 (p. 248-252), ya que reconstruye qué estaban haciendo y cómo lo vivieron varios de los protagonistas del libro, resaltando así su coexistencia en la gran ciudad.

Resaltar la sincronicidad de géneros y de trayectorias individuales es la principal apuesta de Hermes. Otros libros sobre el período -que circularon en Argentina- plantean miradas diferentes, formulando hipótesis sobre los movimientos musicales. Varios se ocupan del punk británico y en menor medida estadounidense, centrándose en su papel revulsivo, en su identidad generacional, en su relación con una crisis social; es el caso, por ejemplo, de England's dreaming, de Jon Savage (2009), o de Punk. La muerte joven, de Juan Carlos Kreimer (2006). Respecto del surgimiento, apogeo y caída de la música disco, Peter Shapiro (2012) propone una hipótesis fuerte: que la pista de baile fue un vehículo de integración para latinos, afroamericanos y homosexuales en una época difícil. Por su parte, en Postpunk, Simon Reynolds (2013) selecciona a las bandas que desde 1978 desafiaron las formas clásicas del rock y pop, destacando aquellas con intenciones vanguardista -no necesariamente las más famosas- como las que verdaderamente merecen integrar ese movimiento.En el caso de Love goes to buildings on fire, no hay aseveraciones fuertes ni especulaciones complejas, más bien hay una concatenación de anécdotas, unidas a algunos análisis musicales y a esporádicas ambientaciones políticas y sociales de lo que sucedía en la ciudad. De todos modos, de esta estructura se induce una hipótesis implícita: quees provechoso entender lo ocurrido durante esos años en relación, no aislando los géneros.

Un aporte clave del libro es la cantidad de información que brinda, de grandes figuras y también de otras menores. Ya el inicio del primer capítulo se centra en una de éstas, al narrar cómo el bajista de los Modern Lovers, Ernie Brooks, tuvo un problema con su auto que lo hizo llegar tarde al show de su banda en la noche del 1° de enero de 1973. En la recuperación de todos los detalles que puede hallar, Hermes cuenta que Héctor Lavoe fue en abril de 1977 a ver el show neoyorquino de "The Argentine superstar Sandro", de quien consigna su apodo como el "Elvis argentino" (Hermes 2011: 235). Hay anécdotas muy atractivas y muchos detalles provechosos, pero también en algunos momentos la información de la crónica parece excesiva, puede apabullar. Hermes aprovecha cualquier excusa para añadir datos. Por dar sólo un ejemplo de muchos posibles, en el apartado en el que presenta a los Talking Heads(los autores de la canción que da nombre al libro) relata que en junio de 1975 tuvieron su primer concierto en el CBGB. El número central eran Ramones y en el medio tocaba Mumps, una banda conducida por Lance Loud, quien había protagonizado una suerte de anticipo de la televisión-reality con un programa sobre su familia y sobre su homosexualidad. Tras esta breve deriva, la narración vuelve a Talking Heads y nunca más en el libro se vuelve a mencionar a Mumpsni a Loud (p. 125).

Un rasgo particular del libro es que el propio Hermes suma sus memorias al relato, sin aviso y sin marcar ninguna diferencia con el resto. Lo interesante de este aporte es que mientras el grueso de la narración se ocupa de movimientos vanguardistas o "tribales" y por lo tanto restringidos a algunos grupos, en su relato de adolescente se percibe qué ocurría en el mundo más mainstream: el auge de las series televisivas, el fanatismo por grandes bandas rockeras como Led Zeppelin, la vida cotidiana en un barrio de Queens. De todos modos, más allá de su propia experiencia, Hermes está atento a comentar qué pasaba fuera de los mundos artísticos que le interesan: desde la decadencia de Sly Stone hasta los números 1 de Peter Frampton, otros músicos también aparecen en el texto.

¿De dónde obtiene toda esa información? Nunca lo consigna claramente, pero se percibe -y en ocasiones lo menciona al pasar- que muchos datos provienen de entrevistas realizadas por él mismo a los artistas, de la lectura de sus memorias y de una vasta bibliografía que habla sobre ellos. Pero su documentación principal es la prensa, la general pero sobre todo la específica, la prensa musical, de donde toma (sin especificar la fuente) qué conciertos hubo, en qué fechas y qué ocurrió en ellas, año a año, mes a mes.

Al pasar, en medio de cada capítulo, disimulando la información dentro de apartados sobre música, Hermes va mostrando la crisis de la ciudad de Nueva York en el lustro que describe: los recortes presupuestarios, la bancarrota de 1975, la huelga de basureros ese mismo año, la proliferación de ratas por la quita de dinero para combatir plagas, el auge de las pandillas, el ascenso del crimen, etc. Sin embargo, la mirada del autor no es tremendista sino todo lo contrario. Intenta atenuar las consideraciones catastróficas sobre la destrucción urbana para enfatizar la explosión musical de esos años y su potencial integrador. Resalta consensos por sobre conflictos.

Es indudable que tras leer el libro se tiene la impresión de que lo ocurrido en la escena musical neoyorquina entre 1973 y 1977 fue sorprendente. Quizás lo que no es tan convincente es la periodización; en ningún momento Hermes aclara por qué 1973 y no 1972 o por qué terminar en 1977. Simplemente sucede. O el autor supone que la crónica es tan contundente en demostrar el peso de esos años que no hace falta explicar más. Como fuere, el resultado es certero: Lovegoes to buildings on fire hace que uno desee haber estado allí viendo esos shows, recorriendo esos lugares y escuchando esa música. Recupera exitosamente a una Nueva York perdida. Y lo hace muy bien.

 

Bibliografía

  1. Hermes, Will. 2011. Love goes to buildings on fire. Five years in New York that changed music forever. New York: Faber and Faber.
  2. Kreimer, Juan Carlos. 2006. Punk. La muerte joven. Buenos Aires: Editorial Release.
  3. Reynolds, Simon. 2013. Postpunk. Romper todo y empezar de nuevo. Buenos Aires: Caja Negra Editora.
  4. Savage, Jon. 2009. England's Dreaming. Los Sex Pistols y el punk rock. Barcelona: Random House Mondadori.
  5. Shapiro, Peter. 2012. La historia secreta del Disco. Sexualidad e integración en la pista de baile. Buenos Aires: Caja Negra Editora.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons