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Apuntes de investigación del CECYP

versión On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.26 Buenos Aires dic. 2015

 

LECTURAS EN DEBATE

Re-pensando el concepto de terrorismo: una discusión político-histórica1

 

Melany Cruz2

1. A propósito de la construcción del concepto de terrorismo.
2. Universidad de Birmingham.


 

El concepto de terrorismo es inherentemente político (Hoffman 2006), no sólo porque ha estado inserto dentro de la discusión política contemporánea, sino que también por las consecutivas consecuencias políticas y sociales. En este sentido, el proceso de conceptualizar ciertos fenómenos sociales se transforma en un elemento relevante para el análisis político, donde el uso de conceptos, como sus interpretaciones y redefiniciones construyen formas de realidad.

Este artículo, en particular, tiene por objetivo discutir cómo la literatura tradicional sobre el terrorismo ha hecho del concepto una definición descriptiva, en donde la violencia como fenómeno es reducida a una práctica estéril y homogénea. Es por esto que a partir de esta problemática es que se pretende desafar la noción de terrorismo desde su dimensión estática, para así posicionarlo de manera histórica en el proceso de conocimiento.

De acuerdo a lo desarrollado por Foucault, los conceptos son construcciones sociales que nos permiten edificar una realidad específica, y al mismo tiempo, nos permite reinterpretar esa misma realidad en otros aspectos. Consecuentemente, los conceptos y su historia no son la construcción de un edificio (Foucault 2002: 62), es decir, los conceptos no son creados dentro de un contexto de línea progresiva. Por el contrario, los conceptos son reformados a través de diferentes interpretaciones y situaciones (Burns 2011), lo que nos lleva a indicar que "todo conocimiento es situado" (Hay 2002: 230)

Este artículo se basa en el trabajo realizado en la tesis de maestría "Re-thinking the concept of terrorism" (2014). Traducido del inglés por la autora.

En esta línea, Foucault afirma que la práctica científica ha desarrollado una red de conceptos construidos por el 'sujeto que conoce' a través de una serie de reglas (Foucault 1998: 137) que conforman una red teórica (Foucault 1988) que está organizada y cosificada para construir lo que conocemos como racionalidad científica. Dentro de este entramado, Foucault crítica el conocimiento tradicional (connaissance) que tiende a construir categorías para imponer una verdad, pasando por alto otro saberes (savoir). Así se plantea el conflicto de "cómo los hombres gobernamos (a nosotros mismos y otros) a través de la producción de verdades" (Foucault 1991: 79), es decir, como las formas de racionalidad se "inscriben en prácticas o sistemas de prácticas" (1991: 79) que afectan directamente las formas en las que entendemos nuestra individualidad y el mundo social.

De esta manera, este artículo pretende discutir cómo el concepto de terrorismo desarrollado por la literatura tradicional norteamericana y europea, principalmente, se ha conformado como un 'pensamiento científico' en donde ciertas acciones o conductas tienen a clasificarse como terroristas, siguiendo un modelo de categorización de la violencia. Por esto, es posible indicar que la teoría sobre el terrorismo ha construido una narrativiza-ción3 de manera de elaborar lo que será denominado en este artículo como una 'Teoría General del Terrorismo', posible de aplicar a diferentes condiciones históricas y políticas.

Así, no se busca ni construir un nuevo concepto de terrorismo ni desterrar el concepto en su totalidad. Por el contrario, se pretende analizar con mayor profundidad la construcción del concepto desde su dimensión metodológica y epistemológica, para transformarse en un aporte al debate teó-rico-político sobre este fenómeno. Para esto, se sugieren dos enfoques de análisis: los usos de la historia como elemento analítico en sí mismo, y la problemática de la otredad dentro de las relaciones consideradas 'terroristas'.

La Gran Historia del Terrorismo

El debate sobre el terrorismo a nivel global ha estado entrecruzado por teóricos, el Estado y los medios de comunicación (Jackson 2009, Crenshaw 2007), fuctuando en diferentes discusiones sin mayores consensos a lo que respecta al comportamiento del fenómeno.Sin embargo, el el concepto de terrorismo ha sido neutralizado dentro de las ciencias sociales siendo aplicado a diferentes acciones violentas, independiente de sus contextos históricos.

De acuerdo con el historiador postestructuralista Robert Berkhofer (1995), la historia dentro de las ciencias sociales tradicionales ha sido utilizada como una red nomológica, es decir, como un elemento que permite dar una explicación generalizada de la sociedad. Así, el autor indica que a través de la prueba descriptiva de teorías se ha podido explicar diferentes fenómenos sociales dejando a la historia como un carácter secundario de análisis. En esta línea, se pretende poner en discusión el uso de la historia como elemento analítico en sí mismo, en el proceso de construcción del concepto de terrorismo. En palabras de Erlenbusch (2013), los limitados usos de la historia dentro del análisis del terrorismo han producido una simplificación del mismo concepto, poniendo el foco de análisis a un nivel puramente descriptivo.

En este contexto, actuales debates sobre la conceptualización de terrorismo, incluyendo a Erlenbusch (2014), han indicado que la literatura ha sido ahistórica, es decir, han reduciendo el terrorismo a los que los terroristas hacen - acciones violentas. De manera similar, Critical Studies on Terro-rism han argumentado que la literatura tradicional han dejado fuera los contextos políticos y sociales en donde los actos terroristas ocurren (Jack-son, Ransport 2009). En este sentido, Ransport (2009) señala que los estudios del terrorismo se han enfocado 'en el aquí y en el ahora', en vez de realizar conexiones históricas.

Parcialmente de acuerdo con estas críticas, la principal problemática metodológica sobre los estudios sobre el terrorismo no recaen en sólo en la ahis-toricidad del mismo, pero más bien como la historia es utilizada de manera reduccionista. De esta manera, hemos tendido a encontrar periodizaciones sobre el terrorismo, así autores como Hoffman y Laqueur, han periodizado el terrorismo dentro de tres momentos: el 'terrorismo del siglo XIX', el 'terrorismo del siglo XX' y el 'nuevo terrorismo'.

En términos generales, existe un acuerdo teórico para la división temporal del terrorismo. Según lo señalado por Duyvestyn, Hoffman, la violencia durante el siglo XIX pasó por formas de uso del terror en contra de las autoridades de Estado hasta formas más amplias del terrorismo asociadas a representantes del poder (Duyvestyn 2007: 56). De esta manera, nuestra comprensión contemporánea del concepto de terrorismo se origina en este siglo con lo que se denominó, regime de la terreur (Hoffman 2006, La-queur 2001, 2012).

Así, el terrorismo se conformó como una forma de violencia aceptable para combatir y disuadir sistemas conservadores y represivos, normalmente impulsado por anarquistas (Duyvestyn 2007, Ditrych 2013, Laqueur 2001). Asimismo, Hoffman argumenta que el terrorismo ha sido definido por pla-nificadas y calculadas acciones que durante el siglo XIX tuvo el propósito de traer a una nueva y mejor sociedad (Hoffman 2006).

Con el cambio de siglo, también ocurre una redefinición del concepto de terrorismo, con particular atención a las acciones de violencia realizadas durante la década del sesenta y setenta. Es durante estas décadas donde la connotación del concepto de terrorismo se vuelve negativa (Duyvestyn 2007), ya que se comienzan a desafar los sistemas democráticos occidentales (Hoffman 2006). En este sentido, el terrorismo de mediados del siglo XX es vinculado principalmente con ideologías de izquierda y grupos nacionalistas.

Finalmente, lo que se denomina 'nuevo terrorismo' es conceptualizado luego del ataque al World Trade Center, diversificando el concepto a una dimensión internacional, en donde la violencia se transforma en una estrategia masiva (Hoffman 2007, Laqueur 2012).

Más allá de las particularidades de la utilización de la periodización como elemento analítico dentro de la definición del concepto de terrorismo, se pretende visibilizar su principal deficiencia que está vinculada a lo que Ber-khofer (1995) denominó: contextualismo. Las ciencias sociales tienden a posicionar ideas y eventos en un marco contextual general produciendo esquemas clasificatorios de los fenómenos sociales, y por tanto de los sujetos que son parte de ellos. Esta tendencia ha significado poner ciertos conceptos y análisis como neutrales.

De acuerdo con Foucault y los usos de la historia dentro de la ciencia, la historia se ha encargado de definir relaciones de causalidad entre acontecimientos, es decir, posicionar una serie de elementos en relaciones a otra serie de eventos de manera lineal (Foucault 2002). En este sentido, el terrorismo como concepto y como fenómeno social ha venido a responder a esa misma lógica, se ha puesto como un elemento neutral dentro de una línea de tiempo horizontal, interconectándose con ciertos eventos históricos para que parezcan que son interdependientes.

De esta manera, podemos sintetizar que los usos de la historia en los estudios sobre el terrorismo producen lo que Berkhofer (1995) denominó The Great History. La Gran Historia representa ese discurso universalista utilizando dentro de las ciencias sociales para explicar e unificar fenómenos históricos como una única unidad de análisis. Así, y siguiendo los elementos planteados por Berkhofer, podemos plantear que se ha desarrollado una 'Gran Historia sobre el Terrorismo' que ha sido configurada en tres principales formas: 1) consolidar historias parciales en su contexto más amplio para demostrar su significado o importancia, 2) ofrece la estructura más grande para cualquier tipo de acercamiento a una historia nacional, 3) Presupone una singularidad de su contexto (Berkhofer 1995).

En este sentido, los usos de la historia desde una perspectiva totalizante no sólo limita el análisis desde un sentido metodológico, sino que también se plantea una problemática epistemológica; es decir desde donde conocemos el fenómenos y cómo la historia desde esta esfera puede contribuir a categorizar a los sujetos y sus acciones como forma de construir el conocimiento. De esta manera, el cuestionamiento sobre la historia también nos lleva a refexionar como la construcción de las ciencias sociales y el análisis de fenómenos sociales se vincula con las relaciones de poder (Shiner 1982).

En los estudios sobre el terrorismo, el uso de la historia ha contribuido a la categorización del fenómeno produciendo diferentes categorías, tales como, el 'terrorismo religioso', el 'terrorismo de izquierda', el 'terrorismo revolucionario y contrarrevolucionario' (Primoratz 1997) entre otros; los que han permitido una forma de ordenamiento y normalización del conocimiento (Elden 2008) limitando el fenómeno del terrorismo - particularmente de la violencia - como un trastorno social, del cual debemos defendernos.

De acuerdo con Ditrych, el terrorismo se puede comprender como un discurso de asociación y disociación dentro de la dualidad civilización/barbarie, orden/caos y político/criminal (2013: 226). En estos enfrentamientos, el terrorismo es conceptualizado como una amenaza el 'mundo civilizado' tal como la conocemos.

En consecuencia, los usos de la historia dentro de la construcción del concepto de terrorismo, contribuye a la creación de sistemas de valores que apuntan a un "tipo coherente de la civilización" (Foucault 2002: 14), donde todas las diferencias de la sociedad y todas las diferentes formas de violencia podrían reducirse a una forma única. De manera similar, Fanon (2004) y Bathia (2005) afirman que el proceso colonizador ha sido consolidado, además de la violencia y el uso del territorio, a través de la construcción del conocimiento y de la historia. Este proceso es fundamental para también entender la construcción del concepto de terrorismo, ya que éste ha sido amoldado a un análisis basado en la dualidad del orden/caos.

En síntesis, el terrorismo ha estado vinculado a un marco conceptual que permite la categorización de la violencia en una narración lineal de la historia, en donde no caben más interpretaciones que las del desorden social. En otras palabras, el ordenamiento del conocimiento presupone que todos aquellos actos considerados terroristas destruyen el 'orden social', generando un temor social que permite mantener y reproducir este conocimiento (Staudigl 2013).

Foucault señala que "el papel de la historia es despertar a lo que ha sido olvidado, para eliminar la ocultación, borrar - u obstruir otra vez - las barreras" (Foucault 1972: 236). Por lo tanto, una aproximación metodológica más precisa para el análisis del terrorismo es romper con su definición universal y poner atención a las particulares (Erlenbusch 2013), "atendiendo a las pausas que marcan historia" (Shiner 1982: 387).

De esta manera, cuando se habla en la literatura sobre el 'futuro del terrorismo', se está pretendiendo que la historia está construida por una serie de eventos continuos, en donde los sujetos no son parte de su movimiento y transformaciones. Sin embargo, dichas categorizaciones no son posibles sin poner atención a las particularidades históricas y la posición de quien conoce y quien define tales acciones a través conocimiento.

La violencia es parte de la experiencia de las relaciones sociales (Staudi-gl 2013), por lo que eliminarla o evitarla representa una contrariedad. En la medida en que nuestra vida está constituida y mediadas por formas de violencia, ¿cómo es posible plantear una solución al terrorismo? ¿Cómo es posible predecir e incluso pronosticar el terrorismo? El terrorismo no es, ni puede ser más, que un marco conceptual al cual llegamos luego de conocer esas particularidades históricas, esos contextos políticos y sociales que construyeron y contribuyeron a la violencia.

El otro es terrorista

Tradicionalmente, la literatura sobre terrorismo ha identificado dos principales ramas, por un lado el terrorismo de Estado y por otro el terrorismo ejercido por grupos no-estatales. Las últimas décadas se ha puesto especial atención a este segundo punto, enfatizando diferentes tipologías de terrorismo. Por ejemplo, Laqueur ha declarado que en general, movimientos de liberación nacional han sido denominados como terrorista después de que la acción política tradicional ha fallado como una manera de desafar la democracia y cuando éstos han utilizado la violencia como método de liberación (2011).

En otra línea, se ha tendido a tipificar el terrorismo a través de lo que Jac-kson indica como la anormalidad psicológica individual y el extremismo religioso ideológico que se dan en procesos de radicalización (2009: 72). Por ejemplo, las acciones violentas en nombre del Islam se han entendido como comportamientos 'irracionales' y 'sin sentido' (Toros, Gunning 2009: 90) ya que pertenecen al tipo de terrorismo psicológico.

De cualquier modo, la tipificación de sujetos que utilizan la violencia como accionar se ha enfocado a lo que Bathia (2005) denomina como la tipifica-ción del oponente, ya sea como subversivos, terroristas, extremistas, entre otros, pretendiendo delimitar una línea entre la legalidad y la ilegalidad de la violencia para así mantener el orden social. A lo anterior, es posible agregar que el terrorismo se convierte en la estrategia de conocimiento para clasificar/ordenar la violencia dentro del conocimiento.

Por lo tanto, en el proceso de estas definiciones el terrorismo ha tomado una connotación negativa. Como Kawash ha señalado "el terrorismo es representado como un puro ataque inmotivado que amenaza el Occidente, la modernidad, lo Judeo-cristianismo, la democracia, la civilización sí misma" (2005: 238). Así, acciones terroristas se dibujan como una expresión irracional dentro de la tradición liberal. Asimismo, Kapitan ha señalado que la connotación negativa de la etiqueta de 'terrorista' ha desacreditado y deshumanizado a los individuos o grupos que cometen acciones violentas (Kapitan 2002), reduciéndolos a outsiders.

Así como ha sido discutido en este artículo los conceptos, como las etiquetas y categorizaciones, permiten construir ideas de un fenómeno particular y de los sujetos que provocan dichos fenómenos. Estas categorías han limitado el estudio del terrorismo como también el análisis de la violencia, lo que nos lleva a preguntarnos, ¿Qué sucede con la violencia como forma de relación social? ¿Dónde queda relegada la relación social cuando denominamos a otro como 'terrorista? ¿Quiénes son responsables de la violencia finalmente?

Según Butler, el reconocer el 'yo' significa establecer una primera pregunta: ¿Quién eres? Butler afirma que hay un 'otro' antes que nosotros (Butler 2006, 2005) cuya singularidad desconocemos. Sin embargo, el 'yo' - lo que somos - está en constante relación ese 'otro' que aparece ante mí y "funciona como otro para mí" (Butler 2005: 25). Esto significa que la única forma de conocerme es conociendo a ese 'otro' - en la presencia del otro - la virtud de la cara, la voz o silencio del 'otro'.

En otras palabras, dentro del proceso de reconocimiento - es decir, cuando pedimos reconocimiento y reconocemos otro - requiere de un proceso de conocimiento de quien se constituye como ese 'otro'. Aplicado este punto a las relaciones de violencia, el 'yo' y el 'tú' se combinan en una relación subjetiva y corporal donde "el cuerpo implica mortalidad, vulnerabilidad y agencia" (Butler 2006: 26). Por lo tanto, la problemática presentada sobre la tipificación y categorización de 'terroristas' presume una falta de re-fexión sobre estas relaciones subjetivas. Esta invisibilización afecta no sólo lo que entendemos por 'yo' y 'otros', sino que también el complejo proceso de reconocimiento hacia lo otro, lo que lleva a el miedo como consecuencia social.

Específicamente dentro de los estudios sobre el terrorismo, se ha entendido que son los 'otros', los 'terroristas' quienes tienen una responsabilidad unilateral de sus actos de violencia. Hay una tendencia predominante que afirma que los terroristas actúan sobre 'nosotros' poniendo(nos) en riesgo, amedrentando lo que anteriormente mencionamos como 'lo civilizado'. Sin embargo, Butler sostiene que en las relaciones de violencia siempre el 'yo' o el 'nosotros' tienen responsabilidad en el accionar o el resultado de la violencia (Butler 2006).

Así, Butler continúa indicando que ignorar esta responsabilidad provoca que haya siempre una "un punto de vista en primera persona" (Butler 2006: p.6), postura que predomina en la sociedad occidental en relación con esos 'otros' que ejercen violencia. En este proceso, nos perdemos a nosotros mismos, ya que perdemos el sentido del 'otro', quien es quien nos permite conocernos. Así, Butler afirma que existe una des-realización del 'otro' es decir, aquel proceso en donde hacemos del otro un espectro que no está vivo ni muerto (Butler 2006). La des-realización del otro significa así que "algunas vidas humanas son más vulnerables y reivindicables que otras" (Butler 2006: 30).

La violencia está también inmersa en la relación entre el 'yo' y los 'otros', pero cuando ese otro es percibido como algo irreal, no como una persona (Butler 2006) esta relación se invisibiliza. Así, en la idea de terrorismo, el 'yo' y el 'otro' se ven afectados por ambos lados, ya que quienes cometen acciones de violencia, como quienes se ven afectados, tienen a despersonalizar al 'otro', permitiendo clasificaciones y meta categoría sobre los sujetos.

De acuerdo con Butler, la responsabilidad de la violencia recae sobre aquellos que cometen actos violentos, por lo que hay una responsabilidad individual (Butler, 2006), sin embargo, estas responsabilidades son socialmen-te constituidas y construidas por lo que tales acciones no pueden reducirse a actos de pura maldad o irracionalidad, ni tampoco a pura estrategia racional, como Wieviorka (2007), entre otros autores han definido, en donde el terrorismo es una acción instrumental donde el actor es racional y capaz de elaborar una estrategia de la violencia.

Si bien, autores como Erlenbusch (2013) y Zulaika (2009) han desafado estos conceptos, indicando que es imposible establecer una conexión empírica entre terroristas y las dificultades personales, o incluso con un determinado estatus social. Como también que la 'etiqueta de terrorismo' no siempre se relaciona a las condiciones particulares y culturales de los sujetos, la teoría predominante dentro de los estudios del terrorismo han invisibilizado la violencia como una relación social y han permitido, así, la sobre-utilización del concepto a diferentes realidades y sujetos.

Reflexiones finales

La literatura elaborada sobre el terrorismo ha contribuido extensamente a la comprensión de un fenómeno social vinculado a la violencia y el conflicto permitiendo entender diversas problemáticas. Sin embargo, dentro de este proceso de construcción de conocimiento ha existido una falta de refexión que ha afectado en dos puntos expuestos durante este artículo. Por un lado, ha existido un sesgo metodológico a la hora de analizar situaciones de violencia - posibles de denominar como terroristas - debido a un poco riguroso uso del análisis histórico refexivo que ha reducido la problemática del terrorismo a categorías. Dentro de este sesgo se ha pretendido predecir el terrorismo, lo que ha sido numerosamente llamado 'el futuro del terrorismo', pretendiendo forzar categorías teóricas por sobre hechos social e históricos.

Por otro lado, los estudios tradicionales del terrorismo se han centrado en una posición epistemológica más bien determinista, en donde se ha invi-sibilizado la idea del 'otro' dentro de las relaciones sociales en donde la violencia está inmersa. En este sentido, la literatura ha desarrollado lo que llamaremos una 'desrealización teórica', en donde las categorías de terroristas han sido despersonalizados y removidos de su contexto político-social. Esta homogeneización de los actores y sus acciones han reproducido un pensamiento único de lo que puede o no puede ser terrorismo.

Como ha señalado Ulrich Beck en relación con su teoría del riesgo: «los riesgos son riesgos, en el conocimiento» (Beck 1998: 55). Así, es posible indicar que el terrorismo es terrorismo, en conocimiento. Hay una diferencia entre las acciones violentas, como práctica social y la construcción de conceptos sobre esas acciones que permanece en el campo del conocimiento. En este sentido, los estudios sobre el terrorismo han tendido a 'hacer ciencia' del terrorismo a través de la previsión de acciones violentas, la caracterizan de los agentes de la violencia y describiendo causalidades de estos eventos.

Esta tendencia ha producido que una única posición metodológica y epistemológica terrorismo predomine dentro de las ciencias sociales, lo que no sólo trae sesgos al mismo proceso de conocer, sino que también conlleva a que una visión política del mundo se posicione como verdad. Así, es posible indicar lo que Pierre Bourdieu denominó una falta de refexividad. De acuerdo con Wacquant, el proceso de refexividad implica un escape de lo que está por debajo de lo social (Wacquant, Bourdieu 1992). Esto signif-ca que dentro del proceso de conocimiento, el conocedor debe ser consciente de su posición en la estructura social y su imposibilidad de lograr la 'objetividad'. A través de esto, Bourdieu propuso una duda radical que "la construcción de un objeto científico requiere ante todo una ruptura con el sentido común, que es, con las representaciones compartida por todos" (Bourdieu 1992: 235)

Esta ruptura con el sentido común nos tiene que llevar a cuestionar las grandes conceptualizaciones y categorías que explican el terrorismo alrededor del mundo, y que son aplicadas a particulares acciones de violencia. La duda radical planteada por Bourdieu no ha sido puesta a prueba en su totalidad dentro de los estudios sobre el terrorismo, por el contrario, ha predominado un conocimiento conversador que se resiste a cambiar.

Por eso es que se requiere una refexión sobre los conceptos que utilizamos dentro de las ciencias sociales, ya que el concepto de terrorismo no ha aumentado los 'actos terroristas', sino más bien ha ocurrido que el concepto dominante de terrorismo ha impulsado un mundo basado en la noción de 'terror' donde la diversidad de la violencia es entendida mayormente dentro de este marco. Esto no sólo ha afectado la percepción del terrorismo en la población, sino que también en la idea de que ningún otro análisis es posible reduciendo tanto las ciencias sociales como las acciones políticas.

 

 

3. Comprendo el proceso de narrativización bajo la teoría de Berkhofer (1995) como el contexto que es construido para conectar aquellos episodios que parecen estar desconectado en la historia, como una trama.

 

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