SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue27La naturaleza que se conserva: Una aproximación al concepto de biodiversidadMás allá de la naturaleza y la cultura author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Apuntes de investigación del CECYP

On-line version ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.27 Buenos Aires June 2016

 

Lecturas en debate

Contribuciones para el estudio de los movimientos sociales en defensa del medio ambiente

 

Facundo Martín Hernández1

1. CONICET - Universidad Nacional de Mar del Plata - CIGSA.


 

Los llamados nuevos movimientos sociales han surgido sobre la base de no limitar las luchas políticas a la perspectiva de clase (obrera o campesina). Su instalación en el mapa geopolítico de todas las escalas (global, regional, nacional y local) implica que hay un desplazamiento a entender el mundo y sus problemas desde lugares más parcelados, sectorizados, cercanos, posibles y más flexibles. Así, se multiplican movimientos sociales que orientan sus luchas en variadas temáticas: género, sexo, religión, arte, etnia, medio ambiente, transporte público, sanidad, entre otros. Sousa Santos (2001) entiende que estos movimientos identifican nuevas formas de opresión, tales como la guerra, el machismo, la polución, el consumismo, que no afectan unidireccionalmente a una clase social y sí a grupos sociales transclasistas. Si bien es cierto que algunas de las temáticas abordadas por dichos movimientos no son recientes, sino que se remontan a los orígenes mismos de las sociedades humanas (como el patriarcado o la tendencia a lo belicoso), lo que se aduce como "novedoso" es una mayor concientización y organización social sobre la necesidad de transformar realidades adversas, desiguales e injustas, avanzando sobre el reconocimiento de derechos históricamente cercenados (igualdad de género, matrimonio igualitario, libertad de culto, alimentación saludable, ambiente sano, etcétera). En estas luchas, diversas en métodos y objetivos, se agrupan problemas de "arrastre" y recientes, estos últimos, germinados en los comienzos de las sociedades industriales y consumistas que han reproducido, por ejemplo, fracturas en la relación sociedad-naturaleza traducidos en la contaminación acelerada del ecosistema planetario.

Para Sousa Santos (2001) la denuncia que hacen estos nuevos movimientos sociales a aquello que consideran injusto o violatorio, es, al mismo tiempo, un cuestionamiento a "las teorías y movimientos emancipatorios que las omitieron" (p. 178). La pregunta que habría que hacerse es si no hay riesgo que al buscar respuestas segmentadas a problemas, en apariencia, sectoriales, las mismas queden incompletas, ya que la temática podría forman parte de una conflictividad más amplia que requiere un enfoque crítico, más abarcativo para entender su origen y no limitado a las consecuencias. Advertimos de esta limitación apoyándonos en Harvey (2011), ya que el autor plantea que si tenemos un conocimiento escaso de cómo funcionan las relaciones y los procesos que involucran a los conflictos y los movimientos sociales en sus diferentes escalas y dimensiones, se presenta el peligro de que estos últimos sean "fetichizados como formas de salvación política o rechazados por carecer totalmente de importancia en relación con poderes e influencias que operan en una escala totalmente diferente" (p. 213). Smith (1992) concluye que "la vida social se construye y opera en una especie de espacio jerárquico anidado, no en un mosaico" (p. 72), lo mismo vale decir para toda forma de opresión. Entonces, no habría varias formas de "oprimir" y "responder" a ese accionar, sino diferentes dimensiones y escalas que construyen una totalidad del conflicto social.

Entre los diferentes temas abordados por los nuevos movimientos sociales, el medio ambiente es uno de los que presenta raíces históricas asociadas con los primeros tiempos de la industrialización, también, no sólo convoca a movilizaciones en cada rincón del planeta sino que, además, logra reunir, en una misma perspectiva de lucha, a sectores sociales otrora impensados como potenciales aliados. El presente trabajo no pretende sentar las bases de un enfoque para el estudio de aquellos movimientos que denominamos "en defensa del medio ambiente", sino que procura cumplir con un objetivo: proponer una definición para su discusión y dar cuenta de su diversidad y polimorfismo. En definitiva, lo que motiva la propuesta de este artículo es que estos movimientos presentan una complejidad dada porque en su formación y composición se reflejan las más variadas corrientes ideológicas, a lo que se suma que, bajo la tensión de los acontecimientos contemporáneos, resulta difícil organizar con claridad los argumentos proporcionados en cada una de las pugnas establecidas contra los diferentes antagonistas (véase Harvey 2011)

Sin desarrollar en profundidad cada una de las perspectivas teóricas que abordan el estudio de los movimientos sociales, cabe destacar que el trabajo se nutrió de diferentes enfoques. Por ejemplo, se valora la contribución del constructivismo, al pensar estos movimientos como aportantes de nuevos valores y significados (Berrío Puerta 2006). También, nos valemos de los aportes realizados por los exponentes de la "teoría de la movilización de recursos", como los efectuados por Olson (1992), quien pone de relieve que los movimientos sociales son, entre otras cosas, proveedores bienes colectivos a las personas, entendiendo por tales bienes, como aquel que si una persona, que forma parte de un grupo, lo consume, no puede serle negado a otros miembros de ese grupo. En la misma línea, McCarthy y Zald (1977) definen a los movimientos sociales como "el conjunto de opiniones y creencias en la población que manifiesta preferencias, con miras a cambiar a algunos componentes de la estructura social" (p. 1218). Otra postura en la que nos apoyamos es la proveniente de la "teoría de las oportunidades políticas", la misma parte de entender que los movimientos sociales y sus componentes organizacionales son moldeados por el conjunto de oportunidades y obstáculos que surgen en el sistema político y que son específicos de cada contexto en el que surgen y evolucionan (Somuano Ventura 2007). Por ejemplo, Tily (1978) sintetiza en dos las dimensiones de la relación de los movimientos sociales con el Estado: la oportunidad-amenaza para los grupos movilizados y la facilitación-represión por parte de las autoridades. Dentro de la misma perspectiva, Tarrow (1996) parte de entenderlos como "desafíos colectivos planteados por personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en una interacción mantenida con las élites, los oponentes y las autoridades" (p. 26). Para este autor, se trata de comprender los contextos sobre los que se vigorizan o desaniman los movimientos, los primeros son los momentos de oportunidades políticas -el entorno político que fomenta la acción colectiva entre la sociedad- y los segundos de restricciones políticas -los factores que desincentivan-. En definitiva, la conformación de movimientos sociales, su estabilidad, vigencia y permanencia depende de la reducción de los costes de la acción colectiva, del descubrimiento de aliados potenciales y de esclarecer el grado de vulnerabilidad de las elites y las autoridades con las que se confronta (véase Tarrow 1996).

Movimientos ambientales: definición, referencia histórica y actualidad

Los movimientos en defensa del medio ambiente2 los definimos, apoyándonos en Tarrow (op.cit), como: agrupamientos de sujetos que se unen y articulan como un colectivo social, formando diferentes tipos de organizaciones (ONGs, colectivos urbanos, asambleas, movimientos campesinos) para concertar su accionar en torno a aspiraciones compartidas, todas ellas en referencia a la defensa del medio ambiente, asimilado el mismo tanto como las condiciones de existencia de los grupos humanos en su cuadro espacial (véase George 1984) o hábitat, como naturaleza producida socialmente (vale decir espacio, paisaje, territorio) o como sinónimo de naturaleza "exterior" (véase Reboratti 2006), de medio "natural", a modo de ecosistemas ajenos a la territorialidad humana. La posición "defensiva" que asumen, primariamente, los movimientos descriptos, se hace manifiesta en que dichas organizaciones sociales existen y se reproducen en un estado de conflictividad y enfrentamiento con variados actores sociales, devenidos en sus antagonistas, quienes, desde la perspectiva de los ambientalistas, amenazan la integridad del medio ambiente, humano -incluyendo al cuerpo del mismo- y/o natural. Es decir, estos colectivos sociales se forman en situaciones problemáticas a nivel ambiental. Sin la tensión motivada por el accionar de los actores sociales que impactan negativamente en el medio ambiente, dichos movimientos no se reproducen. Por tal motivo, en líneas generales, los objetivos se fijan en torno de la preservación, conservación, restauración, recuperación, del medio ambiente en general, de sus componentes, funciones y relaciones incluyendo, en algunos casos, el cuerpo humano como parte integral de las relaciones ecosistémicas en un medio intervenido socialmente. Para tal fin, las pugnas responden a interpretaciones divergentes sobre el medio ambiente entre los contendientes, librándose una lucha por apropiarse del concepto y su aplicación como argumento y razón en el desarrollo del conflicto3.

Todas las pugnas por el medio ambiente se plasman en un espacio físico concreto que es el motivo y objetivo de los movimientos creados. Esto acontece tanto en los conflictos que involucran la totalidad de la superficie planetaria (por ejemplo, las revueltas que se producen durante las Conferencias de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático) como los que se limitan a la disputa por un parque urbano amenazado por el mercado inmobiliario. La dimensión espacial de las luchas que se desatan por temáticas ambientales adquiere relevancia, tanto las que lo hacen en defensa del territorio de una especie como las que parten del derecho humano a un ambiente sano. En algunos casos, es coincidente la escala de existencia del movimiento y la del conflicto, por ejemplo, cuando se trata de la preservación de un bosque vecinal amenazado por la tala y es la misma comunidad quien se agrupa en su defensa. En cambio, en otros casos, los activistas se desplazan a la escala del conflicto, por ejemplo, cuando lo que se defiende es una especie marina en riesgo de extinción por la caza o pesca indiscriminada, trasladándose el colectivo hacia sitios distantes.

La creación, coordinación y mantenimiento de una interacción participati-va y representativa en el interior del movimiento, y el espíritu confrontati-vo con el antagonista, es la contribución específica de los movimientos sociales, en general (Tarrow 1996). Los mismos surgen y toman la iniciativa en un contexto oportuno en términos sociales, políticos e, incluso, ambientales, para condicionar o anular las "decisiones asumidas por instituciones formales o informales a las cuales carecen de acceso regular" (Tarrow 1996:19). En los casos más radicalizados, el objetivo puede ser destruir y sustituir las instituciones consolidadas y formalizadas más que intentar acceder o presionar sobre ellas. En el caso particular de los movimientos en defensa del medio ambiente, su activación y participación precede a un orden de hechos que los moviliza, sean estos declarativos, como el caso de la aprobación de un proyecto para construir una represa, o concretos, como un derrame de una plataforma petrolera.

En el período histórico de la posguerra y Guerra Fría, los organismos internacionales contribuyeron al tratamiento de temas ambientales. Los trabajos realizados en las primeras décadas de la "preocupación" ambiental (60' y 70'), condujeron, como bien los destaca Harvey (op.cit), a conclusiones neomalthusianas, que ponían de relieve el problema de la "superpoblación" y alertaban a los gobiernos del mundo sobre la necesidad de restringir de manera planificada el crecimiento poblacional, sobre todo en a los países con altos índices de natalidad (Jiménez Domínguez 2004) quienes a su vez son los que tienen los mayores indicadores de pobreza, por lo que decanta que el principal problema de la crisis ecológica es la reproducción natural del "pobre"4.

La preocupación de los organismos internacionales por la integridad del ecosistema plantario repercutió en movimientos sociales, fundamentalmente aquellos que provenían de los colectivos pacifistas, reproduciéndose en los países capitalistas occidentales de mayor desarrollo industrial una moda por lo "verde", un retorno a la nostalgia por la naturaleza que se había registrado en las clases ociosas de fines del siglo XIX, pero con un nuevo contenido derivado del contexto. Surgen así numerosas ONGs dedicadas al medio ambiente5 como la World Wildlife Fund (WWF) fundada en 1961 en Suiza, Friends of the Earth en 1969 en EEUU, Greenpeace en 1971 en Canadá, entre otras. A partir de la década de 1990, el activismo ambiental obtuvo un reconocimiento mundial atizado por la realización de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en 1992 y la aprobación, en la misma, del Programa 21 que, en su capítulo 27, no sólo reconoce el rol de los movimientos en defensa del medio ambiente, sino que también los promueve como parte ejecutiva del programa, aunque sólo habilitando a aquellas que se expresen en forma "independiente", al margen de las disputas en el campo político6. La idea de movimientos y ONGs aceptables o no aceptables, radica en la perspectiva conservadora de la organización internacional. Esto se traduce en un planteamiento que queda implícito: no pueden ser incluidas las organizaciones que cuestionen el orden social y económico mundial, y, como anverso, lo que queda explicitado es el reconocimiento a las que se limitan a tratar temáticas ambientales en forma aislada, es decir, sin que entren en el cues-tionamiento otras dimensiones de la problemática. La contradicción que se pone de manifiesto es que si la problemática ambiental está atravesada por razones sociales, económicas, culturales y políticas, y esto lo reconocen las Naciones Unidas en el Programa 21, incluso la primera sección, compuesta por seis capítulos7, versa sobre las dimensiones sociales y económicas, ¿por qué aquellos movimientos que están incorporados a partidos u organizaciones políticas y que cuestionan las bases sobre las que se reproduce la crisis ecológica no pueden ser valoradas? ¿No enriquecería el debate la multiplicidad de perspectivas e ideas?

Lo que conduce la política erguida por Naciones Unidas respecto a los movimientos en defensa del medio ambiente es a una estrategia de reconocimiento y/o cooptación de tipo institucional. La alianza buscada por las organismos internacionales, e incluso algunas corporaciones multinacionales, con este género de movimientos sociales gira en torno al hecho de que, en las últimas décadas, varios factores contribuyeron a la popularización: el desarrollo de nuevas formas de comunicación e información; la importancia asignada al tema ecológico en los medios masivos y en el arte popular; el despliegue de un aparato publicitario en defensa del medio ambiente; la difusión -en algunos casos- apocalíptica sobre la llamada crisis ecológica; la creación de oficinas gubernamentales especializadas en el medio ambiente; la mayor divulgación de tecnologías denominadas "limpias"; la formulación de modelos de desarrollo económico sustentables, incluso el surgimiento de eco-religiones y eco-ideologías, entre otros. La fortaleza de los movimientos radica en que en el escenario eco-político son caracterizados como abnegados y altruistas de acrisolada ética ambiental, a través de esta cualidad instalada en el nuevo orden mundial, los sectores de poder, en su tentativa de avanzar en acuerdos con ellos, tienen la posibilidad de legitimar su accionar.

Los movimientos en defensa del medio ambiente alcanzaron proporciones globales en la medida que los fondos económicos para el desarrollo de su activismo se incrementaban notoriamente y se presentaban "condiciones óptimas"8 para fundar filiales en diferentes países, ya no limitados únicamente al mundo occidental y del capitalismo desarrollado9. Tal hecho, sumado a una campaña publicitaria mundial, les permitió a las principales ONGs ambientalistas expandir las redes sociales e internacionalizar los símbolos culturales a través de los cuales expresan sus luchas. Esto se evidencia en que los logos de las mismas, como el oso panda gigante de la WWF (Imagen 1), son íconos que al ser proyectados en diferentes soportes, en cualquier rincón del mundo, están indicando un reclamo referente al medio ambiente, una posición frente a un tipo específico de problemática -ambiental- y un accionar ecopolítico. Precisamente, Orduna (2008) sostiene que una de las claves del éxito mundial del movimiento ambiental radica en que las organizaciones más reconocidas son, al mismo tiempo, las más nutridas de capitales proveídos por los donativos de los simpatizantes y adherentes, que incluyen a las fundaciones de las corporaciones o de los apellidos más reconocidos del sistema financiero mundial10. Tal circunstancia, les permite emplear buena parte de sus recursos en la difusión y promoción de una imagen de sí mismas, un marketing de sus propias luchas.

Al multiplicarse las filiales nacionales y regionales, las relaciones sociales que sustentan el activismo ambiental se densificaron y, además, se hicieron de carácter más doméstico, involucrando a las comunidades locales con problemáticas que las afectan directamente. Esto permitió que dichos movimientos se generalicen, fortalezcan, reproduzcan y perduren11. Así, contribuyeron a la distinción entre los "viejos" movimientos sociales, identificados con el movimiento obrero tradicional, y los "nuevos" movimientos sociales, a los cuales pertenecen. Como plantea Cordero Ulate (2006)12, "los nuevos movimientos tienen perspectivas más laxas de composición social y, en algunos casos, son portavoces de propuestas abiertamente po-liclasistas" e incluso pueden coexistir posiciones ideológicas contrariadas.

Es oportuno resaltar que al margen del (imposible) posicionamiento apolítico y aideológico de varios movimientos en defensa del medio ambiente, su proliferación y vigencia tiene que ver con el hecho de que, como lo postula Kovel (2002), la etapa actual del desarrollo capitalista puede caracterizarse

Por fuerzas estructurales que sistemáticamente degradan y finalmente exceden la amortiguada capacidad de la naturaleza con respecto a la producción, por lo que ponen en movimiento una serie de imprede-cibles, pero interactivas y expansivas, fracturas ecosistémicas (Kovel 2002:35).

Es decir, indistintamente si reproducen una crítica al sistema económico o no, dichos movimientos se multiplican, objetivamente, porque se profundiza la crisis ecológica en el mundo, reproducida y ampliada por las fuerzas del capital que actúan en función de los intereses de acumulación y de su necesidad expansiva (Kovel 2002), nutriéndose del consumo excesivo y de la consecuente producción de variadas mercancías a un ritmo que condiciona, a futuro, la viabilidad misma del sistema económico al degradar cada vez más sus propias condiciones de producción, estimulando lo que O'Connor (1997) define como "segunda contradicción del capitalismo"12.

El consumo, como estilo y sentido de vida, atraviesa y afecta, prácticamente, todas las clases sociales, incluso a los sectores más excluidos, los cuales, para subsistir, se encuentran obligados a engrosar movimientos poblacio-nales que se desplazan desde zonas rurales empobrecidas a ciudades localizadas en sus propios países o en el exterior. Estos se asientan en barrios precarios, con la única finalidad de ofrecerse al mercado laboral urbano -formal e informal- y acceder, con sus ingresos, a una parte -por más ínfima que sea- de los productos que se ofrecen de manera abundante en las urbes, aunque la mayor parte de los mismos seguirán siendo inaccesibles para ellos. Como la economía de mercado, y su orden social, no pretende reproducir un sistema ascendente en cuanto al acceso al consumo privilegiado, lo que se impone, siguiendo la hipótesis de Martínez Alier (2004) es una "ecología de la supervivencia", que hace a los pobres conscientes de la necesidad de conservar los recursos. Desde esta idea, "las luchas sociales de los pobres para mantener el uso de los recursos naturales fuera de la economía mercantil (o fuera de la administración estatal) son, al mismo tiempo, luchas por la conservación de la naturaleza" (Martínez Alier 1994:327). Aunque no hay que descuidar el hecho de que en los períodos cuando se hacen concesiones a las clases populares para que accedan al consumo, como su incorporación a sistema de crédito, es incorporarlos a un modelo cultural al que acceden para que su endeudamiento contribuya a la acumulación del capital y traspase el costo de las crisis de realización del capital al conjunto de las clases populares, obreras y medias.

En cambio, en el otro extremo, las clases altas, como analiza Kempf (2007), libran una competencia interna por el poder y la ostentación en el consumo. Esta conducta, siguiendo el clásico principio de emulación formulado por Veblen (2010) en 1899, es imitada por las clases medias-altas que lo reproducen según la escala de sus posibilidades definidas por su solvencia, el contexto geográfico en el que transcurre su existencia, su pertenencia cultural, étnica, religiosa, entre otras. Al mismo tiempo, las clases medias ubicadas en la escala inferior inmediata a la media-alta, tiene como parámetro el nivel de consumo alcanzada por esta última, y así sucesivamente se construye un sistema piramidal de deseos y aspiraciones materiales en el que los de "arriba" definen el ideal, mientras que los que se ubican en los estratos de "abajo" marcan qué tan distantes están del primer nivel, reproduciendo frustraciones, rencores, envidias, que se justifican en el marco de profundas desigualdades sociales. El objetivo de este sistema, que se nutre de la conducta compulsiva, el narcisismo y el individualismo, es el consumo llevado al paroxismo, siendo tal caracterización, una de las claves para entender la actual situación ecológica que atraviesa el planeta.

El problema ambiental y los movimientos

El modelo sustentado en la sobreexplotación de los recursos naturales y humanos y en el consumismo, impacta directamente sobre las condiciones ambientales de tres formas básicas: 1- Degradando la calidad de vida de aquellos seres vivos que están más expuestos a las problemáticas socio-ambientales o lo mismo que decir quienes vivencian las fracturas ecosistémi-cas (pobladores de barriadas populares, obreros de sectores industriales, trabajadores rurales, especies animales o vegetales con valor comercial por su escasez o impactados por la destrucción de sus nichos ecológicos); 2-Agotando los recursos naturales que son extraídos del suelo que los contiene, asumiendo que la población del lugar no los consumirá o transformará, ya que lo harán sociedades distantes a través del sistema comercial. Y, por último, 3- Incrementando la introducción de residuos a los ecosistemas que acrecientan la polución del medio ambiente, alterando el sistema climático, edáfico, el ciclo del agua, etcétera.

De cara a un diagnóstico de descomposición socio-ambiental, cabría preguntarse si la naturaleza -aunque no explicitada- de los movimientos en defensa del medio ambiente es oponerse al sistema hegemónico, si su orientación responde a alguna forma de cuestionamiento o enfrentamiento con el capitalismo, el neoimperialismo o el neocolonialismo y, en ese caso, qué tipo de alternativas procuran impulsar para sustituir la economía de mercado y el orden geopolítico mundial. La respuesta que podemos esbozar, en forma preliminar, es que, siguiendo a Tarrow (1996) la mayoría de dichos movimientos actúan en nombre de reivindicaciones relativamente novedosas (derecho al ambiente sano, respeto por la biodiversidad, protección del patrimonio natural y construido, derecho a la ciudad) que entran en conflicto con aquellos sectores empresariales y/o gubernamentales que no reconocen la legitimidad de los reclamos, los encuentran radicalizados, los entienden como obstáculos para la acumulación del capital o como trabas al "progreso". A esto se suma que, como la mayoría de los movimientos, los ambientales se conducen de un modo que constituyen una amenaza para los intereses (casi siempre) económicos de quienes son sus oponentes. Esto lo hacen a través de su accionar en redes y medios de comunicación, como parte de una estrategia propagandística que tiene como fin desacreditar a su adversario al mismo tiempo que intenta persuadir al prodestinatario para que respalde o se incorpore, como activista, al reclamo. No obstante, a priori, esto no significa que estén enfrentados a las fuerzas del capitalismo global y que todo ambientalismo debe ser entendido desde las ideologías de "izquierdas", ya que el carácter socialmente polimorfo de estos movimientos (véase Cordero Ulate 2006) hace que resulte incorrecto generalizarlos como contraculturales, anticapitalistas o contrahegemónicos por el simple hecho de que en el activismo ambiental no predominan dichos encuadres ideológicos. Además, en la mayoría de los casos, sus intervenciones particulares y localizadas no presentan un programa más allá del conflicto en el que participan.

Los adversarios directos de ocasión de los movimientos ambientales pueden ser, en la mayoría de los casos, un individuo, una empresa, la administración estatal o un organismo supranacional, o alianzas entre alguno de ellos. Empero, esto no implica que los actores o agentes con intereses contrapuestos a los ambientalistas -al menos en referencia al uso y consumo de determinado recurso- sean definidos sistemáticamente por sus contendientes como "empresarios capitalistas", "estado burgués" o "imperialistas". En efecto, en la mayoría de los casos, no hay una posición antisistema, sino que el foco está puesto en uno o varios actores sociales que en sus intervenciones realizadas o proyectadas, en diferentes escalas territoriales (locales, regionales, nacionales, globales), han degradado -o hay riesgo de que lo hagan- las condiciones ambientales de un grupo humano, de un ecosistema natural o la estética o calidad paisajística. Lo esperable es que, resuelto el conflicto, el movimiento se disuelva, que se incorpore a otra lucha al identificar nuevos problemas y adversarios o que se plieguen a las iniciativas de otros movimientos con los que preexista afinidad en ideas, métodos, metas, etcétera, nutriendo a colectivos más amplios en los que se realizan "saltos de escala"13 La excepción al panorama indefinido e inestable de la mayoría de los movimientos ambientales localistas o regionales son aquellos que se desarrollan a escala mundial, generalmente, articulados por ONGs con suficientes recursos económicos y humanos para desplegar varios frentes de participación en conflictos y tensiones en torno al medio ambiente.

Aunque representan una minoría, hay que señalar que existen colectivos ambientalistas antisistema, contraculturales, anticapitalistas, que tienen como objetivo transformar la estructura socio-económica que predomina mundialmente a través de un cambio de conciencia que conduzca, básicamente, a un estadío prerrevolucionario para concluir en una revolución en la que se establezca una nueva forma de relacionarse el sujeto con su medio ambiente, la naturaleza en general y la sociedad. También se destaca la heterogeneidad de estos movimientos, más allá de que se presente cierta afinidad en las metas e ideas, sobre todo en la crítica al modelo industrialista y consumista del capitalismo. Por un lado, hay dentro de este grupo organizaciones sociales como los Bruderhof -"Comunidad de hermanos"-que desde una base cristiana anabaptista, practican una cultura opuesta al consumismo, son pacifistas, se rigen por la propiedad comunal, se organizan en torno a la autodirección de los trabajadores y han establecido como principio filosófico una convivencia armónica con la naturaleza. Autores como Kovel (2002) considera a esta comunidad religiosa como parte de los movimientos con tendencias ecologistas y comunistas, aunque no hayan surgido definidos como tales. Por otro lado, dentro del grupo de ambientalismo antisistema, emergen partidos políticos de tendencia, en términos de Lówy (2005), ecosocialistas14, como Iniciativa per Catalunya Verds (Iniciativa por Cataluña Verde) fundada en 1987, a los que se suman otros que, si bien tienen su raíz en el movimiento obrero, actualizan sus bases poniendo al tema ambiental como parte central de su programa político, por ejemplo, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de Costa Rica15. También se encuentran movimientos inspirados en la Ecología Social, de raíces anarco-comunistas -sobre todo aquellas apoyadas en la obra de Bookchin (1987 y 1991) e indigenistas que incorporan la deificación de los elementos de la naturaleza. Otros casos de movimientos ambientales que presentan ciertos cuestionamientos al sistema son aquellos que provienen de la Ecología Profunda16 -lineamiento ecopolítico desarrollado por Naess (1973) en la década de 1970-, teniendo algunas expresiones radicalizadas, que combinan con perspectivas y métodos anarquistas, como el Animal Liberation Front o el Earth Liberation Front, siendo ambas consideradas como organizaciones eco-terroristas "domésticas" por el Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU17. Por último, sumamos el Ecofeminismo, entre otros, como movimiento de lucha de género que postula que la mar-ginación de la mujer y la destrucción de la biodiversidad son procesos que van unidos, siendo el último el resultado del modelo patriarcal del progreso, reivindicando el lugar central de la mujer para alcanzar una existencia armoniosa con el medio ambiente18. En síntesis, una de las condiciones que mejor define la gama de los movimientos ambientales es su diversidad.

A modo de cierre

Para entender la emergencia de los movimientos sociales en defensa del medio ambiente se partió, sintéticamente, de las raíces del problema ambiental. Aunque los movimientos son dispares, con diferentes motivaciones, principios y métodos, lo que los agrupa como totalidad es que su existencia está directamente vinculada a una forma tensa en la que se desarrolla la relación sociedad-naturaleza, que alcanza en la actual globaliza-ción capitalista su máxima agudización experimentada. La expresión más conocida de esta conflictividad creciente que alcanza la escala planetaria, es la crisis ambiental o ecológica.

De no existir un amplio consenso, que incluye a todos los sectores sociales, en reconocer los problemas ambientales y ecológicos que comprometen la integridad de los ecosistemas y la salud humana, los movimientos en defensa del medio ambiente no gozarían de la legitimidad que detentan. Por tal motivo, las causas de su aparición hay que rastrearlas en los procesos socio-económicos, en las motivaciones de los sistemas económicos por crecer en forma ilimitada, ampliando las tasas de beneficios sin tener en cuenta las limitaciones de los recursos -humanos y naturales- explotados en pos de ese objetivo. Al margen de que la mayoría de las organizaciones movilizadas no abogan por un cambio de sistema, lo que la mayoría proclama, a diferentes escalas, es que el acceso a un medio ambiente sano es un derecho y que la "naturaleza" en su conjunto, como exterior a las sociedades humanas, es un sujeto de derecho que debe ser protegido por todas las estructuras de gobierno.

No es aventurado presuponer que en el presente siglo la crisis seguirá su curso y acumulará conflictos y tensiones que repercutirán en la vida animal y vegetal y en las sociedades humanas. Con este diagnóstico, los movimientos en defensa del medio ambiente adquirirán una mayor relevancia como factores de presión y condicionamiento, a lo que se suma un salto cualitativo derivado del aprendizaje de su propia construcción histórico-política. Lo que queda como una pregunta abierta es qué tipo de desarrollo dominará en las futuras pugnas: formas independientes, construyendo formas novedosas de pensar la relación sociedad-naturaleza; de cooptación de parte de la economía de mercado, intentado subsanar los malestares reproducidos por dicho modelo; o aliados a estructuras políticas antisistema que pretendan instalar un nuevo orden socio-ambiental.

Notas

2. A priori, no vamos a entrar en diferenciaciones entre ambientalistas y ecologistas.

3. Por ejemplo, las grandes corporaciones industriales que fabrican agroquímicos, de cara a los conflictos que atraviesan entorno a la multiplicación de movimientos que se oponen a la fabricación y utilización de sus productos, hacen uso de conceptos como "sustentabilidad" para referirse a su compromiso con el medio ambiente. Esto instala no sólo una pugna por el uso o prohibición de tal o cual producto agroindustrial, sino también una lucha conceptual que se traduce en la definición de un mismo producto como par antagónico: "agroquímico" vs "agrotóxico".

4. También, podemos destacar, que la omisión de las desigualdades en los niveles de consumo entre un sector de la población mundial compuesto por las clases medias y altas y un sector mayoritario de clases populares, forma parte de una matriz explicativa neomalthusiana.

5. Si bien existían movimientos conservacionistas que podían pensarse como antecedentes a las organizaciones fundadas desde la década de 1960, como el Sierra Club, creado en 1882 en EEUU, o la International Council for Bird Preservation (actual BirdLife International) creada en 1922 en el mismo país, lo cierto es que la internacionalización de los movimientos ambientales se inició en los 60'.

6. El Programa 21 es el texto más sobresaliente de dicha conferencia, el mismo destaca en diferentes capítulos los determinados temas que requieren atención para promover el desarrollo sostenible. El capítulo 27 es el que versa sobre la importancia de las ONGs ambientalistas, en el ítem 1, destaca que: "Las organizaciones no gubernamentales desempeñan un papel fundamental en la empresa de dar forma y aplicación a la democracia participatoria. Su prestigio obedece al papel responsable y constructivo que desempeñan en la sociedad. Debería reconocerse a las organizaciones oficiales y no oficiales y a los movimientos populares como asociados para la ejecución del Programa 21. La índole del papel independiente que desempeñan las organizaciones no gubernamentales en una sociedad exige una participación genuina. Por consiguiente, la independencia es uno de los principales rasgos de las organizaciones no gubernamentales y condición previa para la participación genuina".

7. Los seis capítulos llevan por título: "Cooperación internacional para acelerar el desarrollo sostenible de los países en desarrollo y políticas internas conexas"; "Lucha contra la pobreza"; "Evolución de las modalidades de consumo"; "Dinámica demográfica y sostenibilidad"; "Protección y fomento de la salud humana" y "Fomento del desarrollo sostenible de los recursos humanos".

8. Entiéndase por condiciones óptimas el surgimiento de regímenes políticos más flexibles a este tipo de organizaciones sociales, la occidentalización de países asiáticos, el desarrollo de nichos tecnológicos de comunicación fluida en las principales ciudades del Tercer Mundo, la promulgación de leyes y derechos constitucionales referidos al cuidado del medio ambiente, entre otros. A esto agregamos que las condiciones de participación mejoraron para aquellos que defienden el medio ambiente porque cuentan con avales sociales e institucionales a escala global, a diferencia de otros tipos de movimientos (obreros, de género, de minorías étnicas, homosexuales, antiglobalización, entre otros).

9. Por ejemplo, Greenpeace presenta filiales en 43 países, entre ellos Paraguay, Perú, Túnez, India, Tailandia, Filipinas. La WWF presenta oficinas en 76 países, entre ellos Paraguay, Perú, Bolivia, Colombia, Guatemala, Senegal, Camerún, Tanzania, India, Pakistán, Tailandia, Filipinas, Vietnam, Nueva Guinea.

10. Por ejemplo, Ted Turner, Fundación Soros, Fundación Rockefeller, son aportantes activos de Greenpeace.

11. Recordemos que para Tarrow (op.cit) la fórmula para la perdurabilidad de los movimientos sociales es que sus relaciones sociales sean tan densas como familiares.

12. Para el autor la segunda contradicción se realiza porque la acumulación capitalista "perjudica o destruye las propias condiciones del capital, poniendo en peligro con ello sus propias utilidades y su capacidad para producir y acumular más capital" (O' Connor 1997:111).

13. La idea de "salto de escala", en Smith (1993), remite a las estrategias desplegadas por los actores y grupos para subir escalas geográficas determinadas por niveles político-administrativos, para "escalar" en sus demandas. En este sentido, individuos y grupos desarrollan mecanismos para resistir y superar su control y confinamiento (social, material y representativo) a una escala en particular (Fuller y Jonas, 2001).

14. En el Manifiesto Ecosocialista, elaborado por Kovel y Lówy en el año 2001, se cuestiona el socialismo del siglo XX, criticando que este modelo condujo a "la negación de la democracia interna junto a la emulación del productivismo capitalista, lo que terminó por conducir al colapso de esas sociedades y a la ruina de sus ambientes naturales". Básicamente, el ecosocialismo "mantiene los objetivos emancipatorios del socialismo de primera época y rechaza tanto las metas reformistas, atenuadas, de la socialdemocracia, como las estructuras productivistas de las variantes burocráticas del socialismo. En cambio, insiste en redefinir tanto la vía como el objetivo de la producción socialista en un marco ecológico. Lo hace específicamente con respecto a los "límites del crecimiento" esenciales para la sustentabilidad de la sociedad. Estos se adoptan, sin embargo, no en el sentido de imponer escasez, privación y represión. El objetivo, por el contrario, consiste en una transformación de las necesidades y un cambio profundo hacia la dimensión cualitativa, alejándose de la cuantitativa. Desde el punto de vista de la producción de mercancías, esto se traduce en una valorización de los valores de uso por sobre los valores de cambio". Disponible en: http:// ecosocialistnetwork.org/Wordpress/wp-content/uploads/2012/03/Manifesto-1-en.pdf.

15. El PRT de Costa Rica es un partido de facción trotskista fundado en 1977, aunque en sus orígenes, como en su actualidad, se reivindica la lucha obrera, el movimiento se ha aggiornado al incorporar en sus bases la defensa del medio ambiente desde una perspectiva anticapitalista: "Reivindicamos la lucha de todos los movimientos y sectores que se enfrentan a la barbarie capitalista, lo que incluye en forma destacada la lucha de las y los ambientalistas contra la destrucción de los recursos naturales y el medio ambiente, en virtud de la voracidad del capital". Disponible en: http://prtcostarica.blogspot.com.ar/p/noticias.html.

16. Tres metas resultan esenciales en la Ecología Profunda: la armonización en la relación sociedad-naturaleza, la igualdad biocéntrica como condición sine qua non para la primera y el respeto por la diversidad cultural (ver Naess, op.cit).

17. Dicha denominación puede corroborarse en el sitio oficial del FBI, disponible en: http://www.fbi.gov/news/testimony/the-threat-of-eco-terrorism.

18. Los casos más significativos de movimientos ecofeministas son The Green Belt Movement en Kenia y Chipkoen en India, a los que sumamos los sucesos que dieron origen a principio de los 80~ al Greenham Common Women's Peace Camp.

Bibliografía

Berrío Puerta, Ayder. 2006. "La perspectiva de los nuevos movimientos sociales en las obras de Sydney Tarrow, Alain Touraine y Alberto Melucci". Estudios Políticos 29: 219-236.

Bookchin, Murray. 1978. Por una sociedad ecológica. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.         [ Links ]

Bookchin, Murray.1991. Ecología Libertaria. Madrid: Madre Tierra.         [ Links ]

Cordero Ulate, Allen. 2006. Nuevos ejes de acumulación y naturaleza. El caso del turismo. Buenos Aires: FLACSO.         [ Links ]

Fuller, Duncan y Andrew Jonas. 2001. "Contradictions of spatial scale: The British credit union movement and scalar-strategic choices". Presentado en la 97 Annual Meeting of the Association of American Geographers, Febrero, New York.         [ Links ]

George, Pierre. 1984. El Medio Ambiente. Barcelona: Oikos Tau.         [ Links ]

Harvey, David. 2011. Espacios del capital. Hacia una geografía crítica. Madrid: Akal.         [ Links ]

Jiménez Domínguez, Rolando. 2004. "Crisis global: neomalthusianos versus poblacionistas". Mundo Siglo XXI 5: 69-80.         [ Links ]

Kempf, Hervé. 2007. Comment les riches détruisent la planète. Paris: Seuil.         [ Links ]

Kovel, Joel. 2002. El enemigo de la naturaleza. Buenos Aires: Tesis 11.         [ Links ]

Lôwy, Michael. 2005. Ecologia e Socialismo. San Pablo: Cortez Editora.

Martínez Alier, Joan. 1994. De la economía ecológica al ecologismo popular. Barcelona: Icaria.

Martínez Alier, Joan.2004. El ecologismo de los pobres: Conflictos ambientales y lenguajes de valoración. Barcelona: Icaria.

McCarthy, John y Mayer Zald. 1977. "Resource Mobilization and Social Movements: a partial theory". American Journal of Sociology 82 6: 1212-1241.

Naess, Arne. 1973. "The Shallow and the Deep, long-range ecology movements: a summary". Inquiry 16: 95-100.

O' Connor, James. 1997. "Las dos contradicciones del capitalismo". Ecología y Política 3: 111-112.

Olson, Mancur. 1992. La lógica de la acción colectiva. México Limusa-Noriega editores.

Orduna, Jorge. 2008. Ecofacismo. Las internacionales ecologistas y las soberanías nacionales. Buenos Aires: Martínez Rocca.

Reboratti, Carlos. 2006. La naturaleza y nosotros. El problema ambiental. Buenos Aires: Capital Intelectual.

Smith, Neil. 1992. "Geography, Difference and the Politics of Scale". Pp. 57-79 en Postmodernism and the Social Sciences editada por J. Doherty, E. Graham y M. Malek. Londres: Mcmillan.

Smith, Neil. 1993. Homeless/global: scaling places. Pp. 87-119 en Mapping the Futures: Local Cultures, Global Change editada por J. Bird, B. Curtis, T. Putnam y L, Tickner New York: Routledge.

Somuano Ventura, Maria Fernanda. 2007. "Movimientos sociales y partidos políticos en América Latina: una relación cambiante y compleja". Política y Cultura 27: 31-53.

Sousa Santos, Boaventura. 2001. "Los nuevos movimientos sociales". OSAL 5: 177184.

Tarrow, Sidney. 1996. El poder en movimiento: os movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Madrid: Alianza.

Tilly, Charles. 1978. From Mobilization to Revolution. Reading: Addison Wesley Publishing.

Veblen, Thorstein. 2010. Teoría de la clase ociosa. México: Fondo de Cultura Económica.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License