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Apuntes de investigación del CECYP

On-line version ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.28 Buenos Aires Dec. 2016

 

TALLER

De la humildad a lo mental.
Un análisis comparativo del proceso de formación de futbolistas profesionales en Argentina y Francia

From humility to mentality.
A comparative analysis of the development process of professional football players in Argentina and France

 

Diego Murzi1 y Federico Czesli2

1. Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de San Martín. Argentina.
2. Universidad Autónoma Metropolitana - Unidad Iztapalapa, México.


Resumen

Este artículo, producto de un estudio comparativo en dos centros de formación de futbolistas de clubes profesionales, uno en Francia y otro en Argentina, analiza las representaciones sociales sobre las que se estructura la práctica futbolística en cada país. A partir de una etnografía realizada en Estudiantes de la Plata y en el Olympique de Marsella centrada en el proceso formativo se presentan algunas dimensiones originadas en el cruce entre la propuesta que los clubes realizan a los jugadores en términos de concepción del fútbol, de valores y de relación con la práctica, y la manera en que los futbolistas “reciben” (una recepción activa) dicha propuesta y en consecuencia a partir de qué representaciones llevan a cabo el deporte.

Fútbol; representaciones sociales; profesionalización.

Abstract

Thist article presents several results of a comparative ethnographic re-search between two professional soccer players formation centers –Estu-diantes de la Plata in Argentina and Olympique de Marsella in France. The general goal was to analyze the social representations that structure the practice in each country, and in this particular case we present coinciden-ces and differences between the proposal that clubs make to players in ter-ms of soccer conception, values and relationship with practice, and the way players “receive” the proposal and perform their practice.

Football; social representations; professionalization.


 

En la actualidad, el fútbol es uno de los pocos espectáculos que sema-nalmente convocan multitudes en los cinco continentes. A partir de esa convocatoria produce narrativas de heroísmo contemporáneo, promueve adscripciones identitarias, genera figuras para múltiples starsystems, ve-hiculiza y es foco de políticas públicas. Pero además, atravesado por procesos de especialización y mercantilización crecientes (Mignon 1998) y a caballo de la transnacionalización de la televisación de los partidos que se produjo desde la década de 1980 –luego amplificada gracias a internet y los videojuegos–, el fútbol se convirtió en la gran vedette de la industria de la cultura y del placer en la sociedad contemporánea, como planteó Luiz Carlos Ribeiro (2008).3

Ahora bien, el fútbol no existiría sin quienes se desempeñan sobre el campo de juego, de modo que es una industria que necesita producir permanentemente nuevos jugadores. Y si afrmamos, con Murayama (2014) que el éxito económico depende del éxito deportivo, entonces los jugadores son la pieza central del acontecimiento futbolístico. Por este motivo decidimos acercarnos a los modos en que son formados los futbolistas en la época contemporánea, y a partir de los posgrados de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, más el Programa “Joao Havelange” de la FIFA y el Centre International d’Études du Sport (CIES) de la Université de Neuchatel, durante 2015 realizamos un estudio en el cual analizamos de manera comparativa las estructuras formativas de dos Centros de Formación4 de jugadores de fútbol de clubes profesionales, uno en Argentina y otro en Francia.

Específicamente procuramos indagar en las estructuras materiales y simbólicas que sostienen la práctica deportiva en uno y otro caso, y observamos las representaciones sociales que los actores centrales del proceso for-mativo (jugadores, cuerpos técnicos y coordinadores de los centros) poseen respecto de sus prácticas en ambos países.

La metodología utilizada consistió en un trabajo etnográfico en un club francés, el Olympique de Marsella, y en uno argentino, Estudiantes de la Plata. La elección de ambos fue producto de la factibilidad de un análisis comparativo, ya que ambos son instituciones centenarias participantes de la Primera División de sus respectivas ligas, de una magnitud estructural similar (más allá de que una pertenece a un país central y el otro a uno periférico, Argentina y Francia ocupan un espacio similar en el campo del fútbol internacional), con una situación económica estable y éxitos deportivos similares.

Para realizar la observación tomamos como base a los jugadores nacidos en el año 1999, que en Francia correspondían a la categoría “U17” (incluye algunos jugadores del año 2000) y en Argentina, a la “Séptima” (7ma). Tomamos este año debido a que en esa edad los jugadores se encuentran “a mitad de camino” entre el inicio de la formación –las divisiones inferiores en general comienzan a reclutar a los 12 años– y la Primera División (si consideramos que el debut profesional, cuando llega, se suele producir a los 20 o 21 años).

Realizamos el análisis comparativo para observar las diferencias y particularidades, porque más allá de los elementos comunes que sustentan la organización futbolística (equipos que pertenecen a la principal liga de cada país, una estructura formativa que procura promover jugadores de la canteras, sistemas de reclutamiento y selección, entre muchos otros elementos), aquí proponemos que lo que motoriza cada organización son los propios procesos simbólicos sedimentados y que se dan por ciertos. En consecuencia, el análisis comparativo procura sacar a la luz aquellos elementos que en los dos países –por separado– están naturalizados, y exponer la arbitrariedad de los modos de formación de jugadores.

Si bien a lo largo del trabajo etnográfico abordamos múltiples aspectos del proceso formativo de futbolistas, en el presente artículo nos centraremos únicamente en analizar dos representaciones que surgieron del trabajo comparativo realizado, y que entendemos son centrales para comprender dicho proceso en cada contexto, ya que son aquellas que sostienen las aspiraciones de los jugadores: el binomio “sacrificio/humildad” en Argentina, y la idea de “lo mental” asociado a la “cultura de la gagne” en Francia.

El lugar de la formación de futbolistas en los Estudios Sociales del Deporte

Este artículo se inscribe de manera general en el campo de los estudios sociales del deporte. Partiremos de la idea de Bromberger (2001) de que el deporte en general y el fútbol en particular constituyen prácticas sociales que habilitan a la representación de significados e imaginarios sociales.

Los estudios que se desarrollaron en Latinoamérica (sobre todo en Argentina y Brasil) en los últimos 30 años partieron de una mirada culturalista y se centraron principalmente en la ligazón del fútbol con la identidad nacional (Archetti 1984; Alabarces 2002), y como espacio fértil para la construcción de modelos de masculinidades (Archetti 1984; Alabarces 2002; Garriga Zucal 2007). Allí, el foco de análisis ha estado puesto casi invariablemente sobre los aficionados y sus prácticas, quedando los jugadores en un lugar subalterno dentro de las preocupaciones académicas.

Es por esto que, respecto a la formación de jugadores, todos los trabajos especializados se produjeron desde el campo deportivo o desde la psicología y están centrados en la enseñanza y perfeccionamiento técnico (a modo de ejemplo véase Griffa 1991 y Roffe 2000). El antecedente más importante que aborda el tema desde las ciencias sociales latinoamericanas es el trabajo etnográfico de Arlei Damo (2007) quien analizó los dispositivos que operan para la transformación de jóvenes talentosos en atletas de alta performance en un club profesional de fútbol brasileño.

En Europa, los estudios sociales del fútbol han generado una bibliografía mucho más profusa y diversificada, entre las que podemos mencionar textos clásicos como los de Elias y Dunning (1994), Giulianotti (1999) y Mignon (1998). En relación a la formación de jugadores son relevantes los trabajos de Faure-Suaud (1999), Slimani (2000), Roderick (2006) y Billet (2010), entre los que predomina la idea de la autonomización, es decir que el fútbol sería un espacio relativamente autónomo de luchas donde los actores generan estrategias de conquista de un capital específico.

Bertrand (2012), por su parte, propone un enfoque que busca resituar las performances deportivas dentro de las condiciones sociales que las hacen posibles para analizar la manera en que ellas estructuran las experiencias subjetivas de los jugadores. A partir de este planteo, observó los agentes que intervienen en el proceso de socialización, sus modalidades y mecanismos, y los efectos de estos mecanismos (“las disposiciones”, si seguimos su perspectiva bourdeana).

Un abordaje desde las representaciones sociales

Nuestro abordaje ubica a la noción de representaciones sociales en el centro del análisis. En primer lugar porque nuestra materia prima son representaciones, signos, mediaciones de lo que el fútbol “es”, y en segundo término porque pensamos a dichas representaciones como el efecto de sentido de una estructura social que promueve unas y no otras formas de ver el mundo, propicia deseos, aspiraciones y devenires. En ese sentido, lo primero que afrmamos es que el deseo de los chicos por devenir jugadores y que lo consideren factible es efecto de dicha estructura social y no únicamente de procesos individuales psíquicos o del puro talento deportivo. Como afrma Moscovici (2004), lo individual no está separado de lo social: no es posible analizar al individuo por fuera de sus relaciones ni a la estructura social sin tomar en consideración a los individuos en que se encarna.

Desde nuestro punto de vista, en los centros de formación de jugadores de fútbol este conficto se pone de manifesto en los actores con los que los jugadores se relacionan a diario: el Centro de Formación como organización, el cuerpo técnico, sus familias, los representantes deportivos, los medios de comunicación y los patrocinadores. Al interior de la organización se consensúan y disputan representaciones sobre qué significa ser un buen jugador, qué significa ser profesional, qué estilo de vida debe llevar o qué sentimientos debe portar, aspectos que están en permanente transformación a partir de dichas pugnas y consensos.

Esto significa también que nos afliamos a una concepción sociosemiótica de la cultura, entendida en términos de producción, circulación y consumo de significaciones en la vida social (García Canclini 2005).

Ahora bien, no hablamos de representaciones a secas sino de “representaciones sociales”. En este sentido Durkheim (1912) propone que las “categorías de la percepción” no surgen de la experiencia misma sino que vienen del pasado. Esto significa que los futbolistas no son pasivos frente a la experiencia y que absorben todo lo que se les presenta, sino que a partir de la cultura en que se nace se van construyendo en el individuo.

La mirada de Moscovici –más que la de Durkheim– hace hincapié en la actividad de los individuos en la recepción de las significaciones, en su capacidad creadora y transformadora.5 Tanto Moscovici como Denise Jodelet (1986) ubican al individuo en el centro de sus indagaciones. No tenemos críticas hacia dicho tipo de análisis pero la perspectiva adoptada en nuestro caso –y en este artículo– implica un énfasis distinto. ¿En qué sentido? En que aquí continúa teniendo peso “la sociedad” como máquina productora de sentidos.

Entre los autores que infuyen sobre esta perspectiva se encuentra Michel Foucault, quien nos permite abordar la relación entre la organización y la estructura social a partir de un conjunto de prácticas que proponen una “voluntad de verdad”, excluyen otros múltiples significaciones y condicionan así “lo pensable” (Foucault 1973).

La disciplina como procedimiento de exclusión impone condiciones a la producción de discursos porque se dirige a un determinado plan de objetos (no cualquier modo es “jugar fútbol”), define un horizonte teórico (Mourin-ho, Bielsa, Guardiola, Menotti o Bilardo, por ejemplo), reconoce proposiciones verdaderas y falsas (“todos los goles valen lo mismo”; “no se entrena igual después de la victoria que de la derrota”). La disciplina, concluye, “es un principio de control de la producción del discurso. Ella le fja sus límites por el juego de una identidad que tiene la forma de una reactualización permanente de las reglas” (1973: 31).

Una segunda corriente que hemos considerado es la bourdeana, expresada sobre todo en los trabajos de Billet (2010) y Bertrand (2012) a partir de lecturas de la noción lahireana de “disposición”. Este concepto hace referencia a una comprensión corporal de la acción humana, en la que el pasado deviene “disposiciones”, sistemas adquiridos de “esquemas generadores” (Bourdieu 2010: 89). Billet no innova cuando piensa la disposición como “un pasado sedimentado y convertido en forma de ser en relación al mundo”, pero se pregunta cómo hacer teoría a partir de acciones corporales y propone hacerlo a través de comportamientos y discursos. En segundo término trabaja a partir del concepto de savoir-faire. Si disposición se refería a una orientación hacia la acción, el savoir faire remite a “una capacidad”, pone la acción humana como “recurso movilizable” (por ejemplo, saber dar un pase, saber tomar la decisión correcta).

En resumen, las relaciones que observaremos en este trabajo están atravesadas por esta perspectiva. Partimos de la dimensión representacional/ simbólica del mundo, comprendemos la infuencia del pasado y que es en el encuentro con el acontecimiento donde dichos esquemas se actualizan, reproducen y transforman, pero las pensamos asimismo como efecto de relaciones de poder que se encarnan en cuerpos. En el caso de este trabajo, postulamos que dichas representaciones son relevantes porque sostienen la práctica.

Parece una afrmación menor, pero no lo es si observamos algunas características de la carrera6 del futbolista. La información recopilada expuso que el fútbol se incorpora a la vida de los chicos como juego o práctica entre los tres y los seis años. Si bien en los últimos tiempos hubo un desarrollo de las “escuelitas de fútbol” (instituciones privadas en las que los niños aprenden la técnica), los dos espacios tradicionales son el juego con los padres y la escuela, donde además puede haber clases de fútbol. El juego entre padre e hijos es central, pero los relatos de los entrevistados también mostraron que en ocasiones ese momento no era estrictamente lúdico, sino que los padres ya hacían una práctica medianamente sistematizada y ensayaban movimientos como pases cortos, largos, con elevación o remates.

A esa edad es también cuando comienzan a integrarse a equipos de fútbol amateur y a competir en campeonatos. En algunos casos, ya practican en canchas de 11 jugadores y en otros, en campos reducidos y con balones algo más pequeños. La incorporación a las “inferiores” o “canteras” de los clubes se realiza a partir de los 11 y 12 años, y muchas veces implica adaptar la rutina personal y familiar al entrenamiento: cambian de escuela, dejan de ver a los amigos, y hasta puede implicar un destierro si como se observa en Argentina, el 70% de los chicos eran de ciudades del interior del país. Y comienzan a vivir con una disciplina deportiva de alto rendimiento: entrenamientos diarios de dos o tres horas, almorzar e ir a la escuela, volver y hacer la tarea, cenar y dormir. Un partido el fin de semana, un día de descanso y volver a comenzar. Con altos niveles de presión, se trata de un espacio de competitividad en el que para mantenerse hay que aumentar el rendimiento y destacarse. Al final de cada campeonato los clubes hacen una selección de jugadores en las que conservan a los mejores e incorporan nuevos, de modo que a medida que avanzan también deben adaptarse a un incremento en el nivel de competencia.

Ese esfuerzo físico y mental no se sostiene únicamente con el “sueño” surgido en la infancia sino que se apoya sobre representaciones, narrativas que posibilitan una comprensión del proceso. Estas representaciones, como señalaba Durkheim, “provienen del pasado”, circulan por cada club y están naturalizadas, sedimentadas, no son cuestionadas y son tomadas por verdaderas. A partir de allí propician el esfuerzo de los jugadores y funcionan como material simbólico en el desarrollo del proceso formativo.

Dentro del Centro de Formación

El activo principal de un Centro de Formación (CdF) son los jugadores de fútbol, que eligen ingresar a la institución para recorrer las diferentes etapas de la carrera que los llevará a convertirse en profesionales. Si pensamos al CdF con Julien Bertrand como una “fábrica de futbolistas” los jugadores ocuparían el rol de la materia prima, aquello que es necesario intervenir y transformar, pero que debe poseer determinadas propiedades y características previas para obtener un producto final satisfactorio.

En este sentido, el objetivo principal de un Centro de Formación es doble: lograr que la mayor cantidad de jugadores posible se conviertan en profesionales, y a la vez que el nivel deportivo de esos futuros profesionales sea lo más competitivo posible. Se trata de formar cantidad y calidad. Para lograr esa meta el club cuenta con una serie de dispositivos que se pueden agrupar en dos dimensiones: por un lado, la estructura material, que implica, en líneas generales, un campo de juego y vestuarios, un gimnasio, pelotas, e indumentaria deportiva. También requiere contar con un staff integrado por entrenadores de fútbol, preparadores físicos y personal médico, así como también asesoría legal y recursos económicos para solven-

tar los gastos de la práctica y la participación en torneos. Y por otro lado, lo que denominamos una “propuesta organizacional”, conformada por un conjunto de ideas, valores y estrategias a las que apela cada institución para lograr sus fines. Las formas pedagógicas que prefere, la manera en que gestiona la relación entre competitividad y formación o el estilo de juego que propone cada club son parte de su propuesta inmaterial. Y si bien se trata de elementos del orden de lo simbólico, lo que produce ese ordenamiento es una representación determinada sobre el fútbol. La estructura y la propuesta son producto de una tradición y de una mirada sobre el fútbol históricamente construida, pero que a la vez determinan e infuyen sobre la forma en que se concibe al fútbol y a la formación de jugadores en cada club en particular.

Humildad y sacrificio en Estudiantes de la Plata

Los jóvenes jugadores participan de una experiencia a largo plazo basada en el compromiso y la obligación que es a la vez intensa e incierta. Como señala Bertrand (2012), uno de los ejes que sostienen el proceso de formación es la idea de “vocación”, entendida como la adopción de un proyecto de vida fuertemente interiorizado que inculca el sentimiento de “estar hecho para el fútbol” o “haber nacido para el fútbol”.

En este sentido, el primer objetivo que aparece en los relatos de los jugadores entrevistados durante las etnografías en Estudiantes de la Plata y en el Olympique de Marsella es convertirse en jugadores profesionales. Sus sueños varían (algunos mencionan ganar el “Balón de oro”, otros, jugar la Champions League, algunos se referen a jugar en equipos específicos) pero cuando de objetivos se trata, el principal siempre es “llegar a Primera”. A lo largo del trabajo decidimos preguntarles qué creen que necesitan para lograrlo, con la idea de observar cuáles son las dimensiones del proceso formativo que ellos privilegian (la física, la técnica, la táctica, la espiritual, etcétera), ya que no necesariamente son el talento o el esfuerzo los únicos elementos que les posibilitan avanzar en sus carreras.

En Estudiantes de la Plata cinco entrevistados sostuvieron que lo principal es la “humildad”, concepto que en este contexto es asociado al esfuerzo cotidiano, a “dejar todo” en cada entrenamiento.7 Paradójicamente, este concepto aparece ligado no tanto a qué tan “lejos” se llega en la carrera sino al modo en que se avanza, e implica no “ostentar” ni confar en el talento como capacidad de desarrollo sino el trabajo permanente y silencioso, pensando “silencioso” como aquel que expone quién es con hechos y no con palabras. A modo de ejemplo observemos los siguientes testimonios:

¿El éxito? Es cumplir tus sueños, capaz llegaste a lo máximo, o trabajar cada día, sentir que vas cumpliendo, porque no todos los que llegan a Primera son exitosos. Capaz que vos llegás y después otro que no llega siguió, dejó todo y se puede sentir exitoso, como que dejó todo por lo que le gustaba, se puede ganar la vida de otra forma pero puede ser. (Entrevistado E4)

El éxito es para mí la personalidad que uno tiene, porque si no tenés personalidad… a mí no me gustan los agrandados, nunca fui agrandado y cuando alguien es agrandado para mí ya le bajo la caña, no me gusta. (Entrevistado E1)

El sacrificio, la humildad, el compañerismo, la solidaridad, todo eso… Podés jugar bien, pero si no tenés eso no llegás a nada, no te hacés profesional. (Entrevistado E7)

Aquí la humildad también se trata de un valor que sirve para distanciarse de aquellos que confían en su talento para avanzar y de los jugadores-estrella rodeados de lujos que, por este motivo, habrían mermado en su rendimiento. Por eso creemos que implícitamente dialogan con la imagen de los profesionales asociados a los excesos y la noche, y, entonces, al “debate interno” entre aprovechar el capital económico y social que ostentarían al alcanzar el profesionalismo y continuar con el estilo de vida que les permitió conquistar su objetivo primordial.

En segundo lugar aparecen la responsabilidad de ser puntuales para llegar a horario, cuidarse con las comidas o no salir a festas (que como denominador común tienen “llevar una vida ascética”), y el respeto hacia los entrenadores. Esto último se encarnó en aquellos jugadores que buscaron diferenciarse de compañeros que rechazaron las indicaciones o los ejercicios de los entrenadores, de modo que podemos interpretarlo como trabajar sobre el capital social porque implica establecer una buena relación con los entrenadores.8

Pero al mismo tiempo este respeto hacia los entrenadores es otra forma de pensar la humildad, porque implica asumir que no son ellos los que saben sino los técnicos, ser obediente y trabajador, de modo que humildad también está ligado a apaciguar el ego (no ser agrandado) y asumir que su posición es la de aprendiz. De modo que la humildad está asociada a diversas significaciones, sobre todo ligadas a apelar al cuerpo y al esfuerzo físico como camino para el crecimiento y para lograr los objetivos.}

Esta imagen del futbolista desligado de más capitales que su cuerpo también aparece en sus modelos de futbolista. En Estudiantes de la Plata aparece nuevamente la humildad y “el sacrificio”: dos jóvenes optaron por Javier Mascherano y Carlos Tévez como sus referentes (los dos juntos) y un tercero seleccionó solamente a Tévez. Cuando indagamos en sus motivos uno se refrió a la “humildad y el sacrificio” (Entrevistado E1), el Entrevistado E2 amplió y afrmó que “Mascherano tiene lo que a mí me gustaría al jugar, que sea aguerrido, esfuerzo, compañerismo, humildad, y eso… Yo el día de mañana quiero no igualarlo, me encantaría superarlo”. El mismo chico afrmó, sobre Carlos Tévez, que:

La peleó desde chiquito. Cristiano Ronaldo no sé muy bien su historia, pero no sufrió lo que sufrió Tévez. Messi tampoco sufrió lo que sufrió Tévez. En la escuela estamos viendo ahora un cuento de un pibe, de Maradona, y vos te ponés a comparar lo de Maradona con Tévez y es casi igual la trayectoria. (Entrevistado E2)

Entonces la humildad no sólo está ligada al esfuerzo físico y a la ausencia de lujos sino también al sufrimiento: el camino del futbolista es percibido como el de aquel que apela a su cuerpo para superar numerosos obstáculos, muchas veces ligados al contexto social del cual provienen. Con claridad podemos observar que aquí aparece como tendencia la construcción de sí mismos en términos épicos. Y se trata de una construcción que sin dudas se asienta sobre experiencias materiales específicas, como el destierro. Las estadísticas realizadas exponen que en Argentina 7 de 10 chicos del plantel de Séptima eran del interior del país, se encontraban alejados de sus familias y en numerosos casos sólo las veían esporádicamente. En estos casos, lo que apareció con fuerza fue la imagen del mártir, de aquel que juega para compensar los esfuerzos que sus familias hicieron por ellos. En este sentido, podemos considerar la abnegación familiar y el destierro como elementos de lo que Suaud (1978) llama el “trabajo colectivo de imposición de la vocación”; mecanismos que refuerzan la idea en los jugadores y sus familias que están destinados a un futuro fuera de lo común, que les permita aceptar libremente los sacrificios y concesiones que se requieren para acceder al profesionalismo.

-Yo sigo por mi familia. (…) Por lo que han hecho por mí. (…) Y...me han bancado apoyado.Cuando estuve acá una semana a prueba estuve en un hotel allá en el Banco Provincia, y no sé cuánto salió, estuve cuatro días, mi viejos están separados. (…) Mi vieja trabaja en una cárcel, en una unidad y mi viejo trabaja... es silero, ¿viste los silos que hay, los grandes? (…) Y se ha dedicado, cuando yo estaba en Racing y tuvo que frmar él, ponele que estaba en... No me acuerdo dónde estaba, y se vino del trabajo, frmó y se fue de vuelta porque se tenía que ir a trabajar. Yo creo que ellos me han ayudado mucho, mi papá, mi mamá más que nada. Es por eso que sigo.

-¿No lo hacés por vos mismo?

-Y, yo lo hago por mí, lo hago por mi mamá, por mi familia más que nada, por mí hermano. Sigo por ellos, porque yo lo que veo si le digo “no mamá, me quiero ir a mi casa, no quiero seguir más” yo veo que todo lo que ellos hicieron yo lo estoy tirando a la mierda. (Entrevistado E8)

Si bien la épica del deportista es un denominador que también se hace presente en otros deportes, el relato sobre el sacrificio que se hace presente entre los jugadores de fútbol tiene una significación con puntos en común pero también algunas distancias respecto de la que proponen trabajos como Hang y Branz (2014) o Arlei Damo (2004), y permite pensar también de qué manera aparece la noción de don/talento en el caso que aquí presentamos.

Los primeros hicieron una comparación entre las significaciones del sa-crificio en nadadores y rugbiers no profesionales, y en ambos casos lo que presentan es una significación ligada al amateurismo de los atletas con los que trabajaron. A partir de ahí observaron dos ejes: el sacrificio ligado al dinero que invierten para participar de competencias, comprar elementos del deporte y postergar gastos en pos de continuar en la práctica, y el sacri-ficio ligado a la dimensión corporal y el esfuerzo físico en entrenamientos y días de competencia.

Para ellos, siguiendo a Loïc Wacquant, el sacrificio es un dispositivo de discriminación/clasificación y un elemento que fortalece el vínculo grupal. “Quienes se dispongan y adhieran a la moción de exponer el cuerpo al sacrificio y al dolor, irán adquiriendo el honor específico (Wacquant 2006)”, afrman. Sin dudas esta lógica también se hace presente entre nuestros futbolistas, para quienes el sacrificio marca sobre todo la diferencia respecto de sus pares no deportistas –compañeros de escuela o amigos del barrio, por ejemplo– aquellos de quienes se diferencian en la medida que pertenezcan a una cantera y puedan seguir detentando el mote de “promesa”. Aquí los jóvenes exponen un denominador común con los actores analizados por Hang y Branz, ya que el sacrificio está ligado al esfuerzo físico, al destierro, a la disciplina que implica la práctica y a perder placeres como las salidas con amigos o parejas sexuales.

El sacrificio es, también, la constatación de que en sus relatos no alcanza con el talento para llegar a Primera, incluso cuando “el don” también aparece en sus testimonios. Este se expresa en anécdotas acerca de la primera infancia, acerca de la cual los entrevistados sostienen que ya en aquellos años exponían una diferencia tan sustancial respecto de los niños de su edad, que los entrenadores los hacían jugar con niños más grandes.

- ¿A los 4 años te fue a buscar un técnico?

- Sí, el técnico era conocido, no sé… de la familia, de cosas del barrio, cosas así, y lo hemos cruzado en la cancha con mi papá. Hice esa escuelita de futbol, yo estaba acostumbrado a jugar con chicos más grandes (...) si yo tenía 4 años, ellos 6 o 7. (Entrevistado E2)9

Esta forma de relacionarse con la práctica y con su entorno es importante y debemos destacar que –lo veremos a continuación– no se hizo presente en Francia. En Argentina aparece otro relato similar, que consiste en hacerlo no por otros sino por ellos mismos, pero a partir del sufrimiento (o de un discurso que sostiene la motivación sobre el sufrimiento). En este caso recuperaremos el testimonio del Entrevistado E5:

-Sinceramente creo que sigo porque amo esto, amo lo que hago y me da felicidad, no dejo la familia, no dejás la familia por venir acá y estar triste. La dejo porque justamente creo que es algo que me hace más feliz, y no dejo los amigos, no dejo la casa por venir acá y que te dé igual, lo hacés porque te gusta y porque es algo hermoso. Pero en el fútbol, desde mi punto de vista, para llegar a Primera División, tenés que pasar por lo peor de lo peor y lo peor. (…)

-¿Qué es lo peor de lo peor de lo peor?

-Y, desilusiones, amargura, momentos en los que no querés saber más nada, querés dejar todo y no sé, volverte a tu casa y darle un abrazo a tu vieja, a tu viejo y decirle no sé, que no querés jugar nunca más. Sinceramente uno dice “amás al futbol”, yo sinceramente amo al futbol y no lo cambio por nada, pero como todo llega un momento en que tenés la cabeza en blanco y no querés hacer nunca más nada. Pero para mí, desde mi punto de vista, podés ser un crack, pero si no tenés sacrificio, no te sirve de nada. Para mí llega el que pasa por lo peor. (Entrevistado E5)

Sin dudas, estas representaciones impactan sobre el modo en el que los jugadores están presentes en el entrenamiento. Quizás no tanto sobre la mirada que tienen del fútbol o de sus prácticas pero sí de las motivaciones que los impulsan día a día a desarrollar y continuar con los entrenamientos. En el caso de las familias, por ejemplo, el principal deseo asociado consiste en “comprarles una casa”, retribuir de esa manera el “esfuerzo” que, sostienen, la familia realizó por ellos.

Consideramos que el discurso del sufrimiento o del mártir está ligado no sólo a los sentimientos de los jugadores –por demás posibles, aunque también construidos y socialmente legítimos– sino a la construcción de la historia del futbolista en términos épicos, donde ellos asumen el rol de héroes que enfrentan numerosos obstáculos y alcanzan la gloria con dos únicos recursos: el talento –que en algunos casos se materializa en el relato primigenio de los niños que juegan con chicos de edades más avanzadas– y el esfuerzo.

Para Bertrand (2012), el “don” habilita en los niños talentosos y en sus familias la idea de un destino que les está premeditado. La “vocación”, enjuegan… Bueno, era más chiquito y jugaba con ellos. Era dos años más chico y me hacían jugar cinco minutos por partido, y yo estaba chocho feliz, hasta que me fui adaptando, me fui adaptando y llegó mi año. Cuando entré no sacaba diferencia porque éramos todos chicos, pero fue algo lindo el haber comenzado con chicos más grandes y todo desde chiquitos.

El deseo formado en la infancia de ser futbolista se va encolumnando sobre relatos (“hacerlo por los otros” sería uno) donde la noción de sacrificio, asociada a la humildad y a salir de la pobreza estaban sumamente presentes. Esto no significa que todos los futbolistas argentinos estén atravesados por dicho relato, pero sí podemos afrmar que se trata de un relato preponderante y regular. Desde nuestro punto de vista estas narrativas sobre la práctica cotidiana son centrales porque enmarcan toda la práctica (el esfuerzo físico, la disciplina, hacer de la competitividad deportiva un gesto cotidiano, concentración mental, cambiar horarios, alejarse de los amigos y de hábitos y experimentaciones adolescentes), en pos de un “algo” que tiene que ser socialmente lógico, racional, entendible, creíble.

El sacrificio aparece así como un concepto aglutinante de distintos signi-ficados en los jóvenes futbolistas. No es casualidad que Alabarces (2014) ubique al sacrificio como elemento central en su análisis de la narrativa patriótica ligada al seleccionado argentino de fútbol durante la Copa del Mundo de 2014. En su lectura, Mascherano ocupó durante ese torneo el lugar del héroe para la cultura futbolística argentina debido a su inversión física (“poner todo”), y su figura fue privilegiada incluso a la de Messi –sím-bolo el talento y el don– por representar cabalmente la lógica de los huevos y el corazón, elementos que hoy en día estructuran los “modelos morales” para los relatos deportivos de la patria.

Lo “mental” y la “cultura de la gagne” en Olympique de Marsella

En la etnografía realizada en Francia, en el club Olympique de Marsella, los jugadores coincidieron en que para llegar a Primera lo más importante es “lo mental”, un concepto que, si bien abarca múltiples elementos de la práctica, los reúne a todos bajo la idea de que cada jugador pueda alcanzar su máximo rendimiento. “Lo mental”, mencionado por el 90% de los jugadores, se refere sobre todo a la capacidad del jugador para mantener la motivación en situaciones adversas:

Si no jugás por dos meses el jugador se puede desmotivar. Pero con lo mental va a pensar que ya va a llegar su turno y entrena más fuerte, progresa. En su cabeza quiere tener éxito. Hay momentos en los que no estás bien (…) Y lo mental es pensar que ya las cosas van a salir bien. Lo mental puede crearse. Viendo a los otros y queriendo ser como ellos, trabajar para ser como ellos. Puedes tener lo mental desde que naces pero también lo puedes forjar y trabajarlo para adquirirlo. (Entrevistado OM1)

Es lo más importante, la cabeza. Porque necesariamente cuando llegas a un nivel de U17 como este, ya tenemos la técnica, eso lo traemos. El físico lo trabajamos con el preparador físico siempre. (…) Pero después hay que saber trabajar en tu cabeza por vos mismo, porque los ejercicios son al final el 50%. Pienso que sería importante para los jugadores que están en la misma situación que yo, es decir, con un bloqueo mental, que no me puedo liberar y jugar mi juego a fondo. Y quizás si hubiera alguien trabajando con eso podría encontrar la razón por la cual yo estoy bloqueado y podría ayudarme a desbloquearme y yo estaría más contento. (Entrevistado OM6)

Lo mental quiere decir estar tranquilo, no enojarse aún si uno pierde. (Entrevistado OM7)

Pero también “lo mental” implica estar enfocado en el éxito10 y “dejar todo” en la práctica. Slimani (2000), a partir de relevar programas y modelos de entrenamiento de Centros de Formación franceses, identifica cuatro dimensiones de la práctica futbolística: táctica, técnica, física y mental. La dimensión mental varía en sus contenidos según cada club, pero en líneas generales refeja elementos similares a los que aparecen en los testimonios de los jugadores del OM entrevistados: el respeto por el otro y por sí mismo, la constancia en el esfuerzo, concentración, confanza, iniciativa, exigencia del entorno, ejemplaridad.

Es interesante que la humildad que pregonan en Estudiantes también es un modo de alcanzar el máximo rendimiento. De alguna manera, allí los jugadores se entrenan bajo la esperanza de que, en la medida que se sacri-fquen en extremo, van a alcanzar el objetivo deseado. No parecería haber aquí condiciones innatas: llega el que se esfuerza. En cambio, en Marsella el éxito aparecería ligado a la superación –mental– de los obstáculos que le presenta la práctica, a mantener la motivación en pos de conseguir los objetivos, ya que eso sería lo que posibilita marcar una diferencia. El debate que se presenta entre ellos es si esa capacidad de autosuperación, ese temperamento, es innato o es posible de ser aprendido y desarrollado.

Quizás sea prematura la observación porque los datos no son contundentes, pero nos preguntamos si existe una relación entre la superación mental de obstáculos y los modelos de futbolista mencionados por los jugadores franceses, ya que la lógica de la selección parecería radicar en observar referentes en sus puestos (que lograron superar los obstáculos). Es decir, quizá aquí no sean elegidos como modelos morales sino como casos de éxito de aquel valor que los jugadores destacan como primordial.

En los testimonios del staff técnico “lo mental” aparece como una de las características centrales del proceso formativo. Todos los miembros del staff entrevistados lo definen como la capacidad de superar obstáculos y de sobreponerse a la adversidad:

Es ser capaz de trabajar más allá de las posibilidades, de sobrepasarse y de llevar sus posibilidades al máximo. Y ser regular, trabajar todos los días de la misma manera, intensamente, y de recibir y recibir. Seguir trabajando y trabajando. Ser capaz de trabajar y de seguir pese al fracaso. Y ser honesto. De hacerse preguntas cuando es necesario. Hay muchos chicos que no son honestos consigo mismos. (Haifa Mihrab, entrenadora adjunta de la categoría U17)

Lo mental sería hacerle frente a todo, no retroceder ante nada. No tener miedo del adversario, de las lesiones, estar presente en la di-ficultad. Ocupa muchas cosas. Y la técnica queda detrás. Y es cierto también que cuando dicen lo mental hay un mensaje que nosotros les pasamos, las cosas que les decimos regularmente. Ellos pueden decir que preferen la técnica o lo físico, pero de la experiencia que nosotros tenemos sabemos que se juega mucho con la cabeza. (Philippe Sylvestre, entrenador principal de la categoría U17)

Y todos los entrenadores coinciden en que se trata de la característica principal que deben poseer los jugadores para avanzar en su carrera de futbolistas. Paradójicamente, pese a ello el programa de entrenamiento del club no propone un trabajo en la parte psicológica ni emocional. Esto supone que la institución considera que “lo mental” es una capacidad que se posee y no que se aprende. Básicamente, se trataría de controlar las emociones para que éstas no infuyan en el rendimiento deportivo. Si pensamos en el contexto argentino se nos hace difícil encontrar un concepto equivalente, con lo cual entendemos que se trata de un concepto nativo propio de la formación en Francia.

Y es justamente en relación a la dimensión emotiva que aparece otro concepto propio del contexto francés que emergió durante la observación. Se trata de “la gagne” y refere a la idea de que la victoria no es sólo un resultado ocasional sino una cualidad que se incorpora y se posee. Durante una charla con un entrenador del OM, éste nos decía que el objetivo de su trabajo era “ganar e inculcar una mentalidad ganadora”. A diferencia de otros entrenadores que respondieron que su objetivo era formar jugadores, él no sólo aceptaba que su objetivo era ganar sino que nos decía que era posible enseñar a ganar. Esta idea también la compartía el director del Centro de Formación:

-No podes permitirte perder todos los partidos. El problema es que hoy hay que enseñar a ganar. Para un profesional lo importante es ganar. Y eso hay que enseñar: que la competitividad es importante, ser competitivo. Si haces partidos solo para jugar bien al futbol no es suficiente.

-O sea la victoria es algo que se enseña también

-Sí, seguro. Es primordial. Hay que ser capaz de ganar y de jugar bien. Para un CdF es importante jugar bien pero ganar también. (Entrevista con Paul Ruiz, director del Centro de Formación del OM)

Retomando la “propuesta organizacional” a la que hacíamos referencia anteriormente, vemos que en este discurso se le otorga gran centralidad a la eficacia y al resultado. La dimensión competitiva de la práctica se privilegia por sobre las demás y vehiculiza representaciones determinadas. Al analizar la “culture de la gagne” Bertrand observa que el concepto se utiliza para otorgarle un sentido a los esfuerzos consentidos. Se le atribuye un valor central que se puede verificar incluso en los entrenamientos y está vinculada, siempre según el sociólogo francés, al honor y la virilidad, lo que dotan a la “gagne” de un impacto simbólico fuerte.

Cuando el director del Centro de Formación del OM evoca con insistencia la necesidad de ganar, ubica al principio de la rentabilidad de las acciones por sobre otros criterios de evaluación, en particular los relacionados a la estética de los movimientos, principio presente pero minoritario en los discursos del staff del club.

El miedo a “no llegar”

Otro asunto ligado a la carrera que desarrollan es la posibilidad que tienen, siempre latente, de ser excluidos del equipo o de ver trunco su camino por alguna fatalidad como una lesión. Nos preguntamos si dicho factor genera un temor que condiciona el modo en que los jugadores se desempeñan y decidimos indagar si existe el miedo de “no llegar”, y si tienen pensadas alternativas para sus vidas en el caso de no llegar a ser futbolistas. Siete jugadores franceses expresaron no tener miedo de no llegar a convertirse en futbolistas profesionales y se mostraron calmos, sostenidos sobre todo en la perspectiva de futuro que les otorga la educación y confando en que a través de ella obtendrán alternativas laborales. Incluso tres jugadores expresaron que no llegar “no es grave”:

Francamente, no tengo miedo. Yo quiero trabajar bien en la escuela por si no llego a ser profesional, si no llego a tener éxito en el futbol. No es grave si no llego. (…) El futbol es mi pasión y voy a trabajar para lograrlo, pero si no, bueno, iré a trabajar, como todo el mundo. (Entrevistado OM1)

La verdad es que no puedo saber el futuro, nosotros jugamos y después si se llega, bien, si no se llega, es una lástima, pero no es grave. En cualquier caso, en la escuela seguimos estando, así que hay que trabajar bien en la escuela. (Entrevistado OM3)

De los restantes, dos expresaron con claridad que sí temen no llegar a ser profesionales y el tercero afrmó que si no llegara “lo viviría mal, seguro”, pero que de todos modos no dejaría el fútbol e intentaría jugar en categorías menores, incluso amateurs. De alguna manera, el valor fundamental que apareció entre los jugadores marselleses es “reussir” la vida, concepto que puede entenderse como “sacar la vida adelante” o “lograr algo”, y la particularidad es que mencionaron que pueden hacerlo de muchas maneras y no sólo a través del fútbol.

En el caso argentino parece haber mayor número de jugadores atemorizados por la posibilidad no llegar, ya que casi la mitad dijeron sentir miedo. De ellos nos parece interesante destacar la del Entrevistado E1, ya que pone en escena que el temor está ligado a decepcionar a la familia que lo ha acompañado:

- ¿Te da miedo no llegar a ser profesional?

- Sí.

- ¿Por qué?

- Hice muchas cosas, dejé mucho en el camino y no llegar a ser profesional no lo vería como algo bueno.

- ¿Cómo lo verías? ¿Como una pérdida de tiempo? ¿Como una decepción?

- No, pérdida de tiempo no; como una decepción, sí. Si no llego, capaz que decepciono a todos los que estaban atrás mío. (Entrevistado E1)

Los otros jugadores indicaron que les da miedo saber que muchos buenos jugadores quedan afuera de sus equipos, es decir que lo que genera una presión en ellos es el conocimiento –porque conocen los números– de que, pese al esfuerzo que puedan realizar, la gran mayoría queda afuera.

Es paradójico notar que, si bien numerosos jugadores indicaron que cuentan con alternativas en el caso de “no llegar” –todas ligadas a continuar con los estudios11–, hay una tendencia entre los jugadores de Estudiantes a postular que el fútbol para ellos es “su futuro”. Esto es, un significante que interpretamos como la manera que tienen de poner en escena la importancia de elaborar un modo de vida a través del fútbol y, en consecuencia, de distanciarse de la práctica como un acto puro de placer, es decir, de ubicarlo en el marco de una carrera profesional. Esto da la pauta de que el temor no está ligado a la falta de una alternativa sino a otras explicaciones.

De hecho, sólo el Entrevistado E8 respondió no tener ninguna alternativa y que aún cuando conoce lo difícil que es “llegar” sigue adelante a partir de la confanza en sí mismo. De modo que, en total, seis de los siete jugadores piensan en seguir estudiando. El Entrevistado E7 expresó –e implica una oposición respecto de la idea de que la presión genera miedo– que el sacri-ficio y la entrega tranquilizan:

Miedo no siento, porque en algún punto si no te sacrificás y no hacés el esfuerzo que debés, y vos sabés que no lo estás haciendo, es probable que quedes afuera. Pero sabiendo todo el esfuerzo que hacen en tu familia, y todo el esfuerzo que están haciendo por vos, es lo mejor dar el máximo, y un día si por casualidad quedás afuera, decís “bueno, dejé todo, y me voy con la frente bien en alto” (Entrevistado E7).

“Llegar” a ser profesional es en definitiva el único objetivo exitoso de la carrera de futbolista amateur. Es la meta que justifica todos los esfuerzos hechos durante años por los jugadores y sus familias. Por eso mismo, las respuestas en torno a la posibilidad de “no llegar” sirven como indicadores para observar varios aspectos del proceso formativo. Es interesante, a partir de estos testimonios, notar cómo las representaciones centrales que estructuran la práctica en cada país son también los recursos que utilizan los jugadores para hacerle frente a una eventual carrera trunca. Los jugadores franceses toman la situación con aplomo y declaran tener opciones en caso de que eso suceda (“iré a trabajar como todo el mundo”), echando mano a la herramienta de “lo mental” que, como vimos, proponía hacerle frente a todos los obstáculos que se presentaran. Entre los argentinos vuelve a aparecer el sacrificio, pero esta vez no como medio para alcanzar un fin sino como un fin en sí mismo, como un valor moral que garantiza la tranquilidad de conciencia (“dejé todo, y me voy con la frente bien en alto’”).

Conclusión

Indicamos al inicio que trabajar a partir de representaciones sociales permite observar aquellas significaciones sobre las que se sostienen las prácticas. La postura que hemos tomado es que dichas representaciones no son efecto de un cálculo “racionalizado” sobre la construcción de un discurso que es efecto de sentidos naturalizados, sedimentados. Como alguna vez expresó Bourdieu, puede haber estrategia, pero ésta se halla subsumida al habitus y a su sedimentación (Bourdieu 2010: 87). Propusimos además que –sin desdeñar la capacidad de transformación y construcción por parte de los individuos– nos interesa pensar la sociedad como productora y condicionante de las significaciones posibles. Y que una de las vías a través de las que se produce dicho condicionamiento es la relación entre lo considerado verdadero y lo falso.

Esto es central en nuestro trabajo, porque las dos representaciones que luego observamos son consideradas verdaderas por los jugadores y también por el cuerpo técnico. Ni “lo mental” ni la necesidad de ser “humilde” son efectos de un cálculo estratégico sino que circulan por los centros de formación “desde siempre”. Incluso, en algunos casos, vienen con los jugadores desde clubes previos, de modo que –sin descontar la posible autonomía de cada institución– podemos imaginar que estos factores se estén dando por sentados a lo largo de cada contexto nacional. Ambos discursos son también promotores del rendimiento, dan un contexto a una práctica que implica altos niveles de esfuerzo físico, de presión y de stress.

Vimos en el caso argentino la presencia indisimulable de la importancia de ser “humildes” para alcanzar los objetivos deseados. Que dicho valor representa a aquel que sólo cuenta con su trabajo para lograr sus anhelos, que pone el foco no tanto en llegar sino en el modo, en la honra de aquel que lo conquista por buenos medios y no por apelar a capitales económicos o sociales. Con la fama, los jugadores mantienen una relación dual: es deseada, sin dudas, no sólo porque implica la consagración deportiva sino por todos los capitales que supone, pero al mismo tiempo es temida porque puede generar la pérdida de todo aquello por lo que se luchó. La familia también aparece como un actor central en este recorrido, como imagen de humildad que debe ser retribuida a través de la compra de una casa o de la facilitación de otros beneficios materiales. Se juega al fútbol no sólo por la gloria deportiva, ni por el dinero, ni por la fama ni por las mujeres: también por un entorno que condiciona –nuevamente– a partir de imágenes sedimentadas.

Sucede algo similar en el Marsella a partir de “lo mental” como un modo de superar las propias limitaciones a partir de la disciplina y el trabajo continuo. Esto no aparece a priori ligado a representaciones sobre las condiciones socioeconómicas de origen pero sin dudas estructura con qué recursos cuentan los individuos para alcanzar sus objetivos. En ese sentido, siguiendo el modelo de Lahire (1998), quien propone que los savoir faire son mayoritariamente dependientes de las disposiciones interiorizadas, “lo mental” aparecería como un savoir faire, es decir, como una capacidad y un recurso.

Ambos conceptos también se traslucen en el discurso de los jugadores frente a la posibilidad de no cumplir con el objetivo de convertirse en futbolistas. Más allá de que para ser conclusivos a este respecto necesitaríamos un análisis más amplio que involucre dimensiones estructurales (sistemas de educación, mercado de trabajo, trayectorias laborales familiares, etcétera), en esta primera aproximación notamos que en las expectativas de futuro de los jugadores, el fútbol posee una centralidad casi absoluta para los chicos argentinos, mientras que para los franceses es posible imaginar trayectorias socio profesionales no ligadas necesariamente a este deporte. Allí “lo mental” como forma de superar obstáculos funcionaría como una herramienta para soportar incluso el hecho de no cumplir el anhelo de ser futbolista. Mientras que la humildad, como señalamos, se aplica entre los chicos argentinos también a “no pedir demasiado” y a concentrarse en objetivos simples y palpables.

Como se puede ver, ambos son conceptos que condensan numerosas imágenes, que estructuran las prácticas cotidianas y además, que propician un incremento en el rendimiento. ¿Cómo surgen, de dónde salen? No lo sabemos y quizás no sea una pregunta pertinente. En el caso argentino, la noción de “humildad” y la referencia a las historias de los jugadores que “sufrieron” dan la pauta de que algunas trayectorias como la de Maradona y la idea de “salir de” Villa Fiorito son largamente potentes, pero no tenemos elementos para afrmar ni rechazar que sean las condiciones de existencia las que definen estas representaciones.

Lo que sin dudas exponen, es que ambas igualan las posibilidades de todos los jugadores: al dejar afuera factores como el talento, la capacidad técnica, el capital económico o social como propiciador de las posibilidades, ambas representaciones construyen el mito de que todos los jugadores tienen las mismas posibilidades de llegar. Y será pertinente observar de qué manera dicho mito opera en nuestras sociedades contemporáneas.

 

3.  En cifras, el informe 2015 de la consultora Deloitte dedicado al negocio del fútbol expresa que las ganancias acumuladas de las cinco ligas más importantes (España, Francia, Inglaterra, Alemania e Italia) crecieron un 15% en la campaña 2013/14, alcanzando 11.300 millones de euros y que el mercado total del fútbol europeo superó los 20 mil millones de euros (Bosshardt, A. Green, M. y otros 2015) hasta convertirse en la 17ma economía mundial.

4. La estructura dedicada a la formación de futbolistas en los clubes profesionales se denomina “Centro de Formación” en Francia y “Divisiones Inferiores” en Argentina. Aquí utilizaremos “Centro de Formación” para referirnos a la misma.

5. “Los individuos, en su vida cotidiana, no son únicamente máquinas pasivas que obedecen a aparatos, registran mensajes y reaccionan los estímulos exteriores; los trata de ese modo una psicología social sumaria, reducida a recoger opiniones e imágenes. Por el contrario, poseen la frescura de la imaginación y el deseo de dar un sentido a la sociedad y al universo que les pertenecen” (Moscovici 1979: 37).

6. Utilizaremos aquí el concepto de “carrera” asociado a su uso convencional, ligado a la idea de sucesión de puestos ocupados y de trayectorias socioprofesionales, y no en términos de “carreras sociales” como las entienden los autores próximos al interaccionismo simbólico (H.Becker, E.Gofman, E.Hughes).

7. Otras respuestas fueron el “sacrificio” (ligado antes que nada a esfuerzo físico intensivo, y con connotaciones ligadas a la humildad), la solidaridad con los compañeros y finalmente la técnica, la suerte y la “actitud”.

8. A modo de ejemplo observemos el testimonio del Entrevistado E9, quien destacó de sí mismo haber aceptado la posición en el campo de juego que el técnico dispuso: Hay algunos jugadores que le han ido a plantear al técnico que no quieren jugar en la posición que los han puesto, quieren jugar de otra, y yo no, viste. Por algo me ponen ahí, porque me verán condiciones. Por ahí quién dice que debuto de tres y juego toda mi carrera de tres. Yo me lo tomo con paciencia, todo me sirve. Mirá Leo Jara: Leo Jara también es uno de mis referentes ahí, juega de todos lados de delantero, de volante, de tres, de central, le falta ser arquero y juega completo.

9. Una declaración similar la encontramos en el Entrevistado E5: A los cinco, seis años. Empecé me acuerdo que era… dos años más chico que la categoría más chica de infantiles, no sé si me entiende, sería como las infantiles de acá que tendida como la adopción de un proyecto de vida estructurado alrededor del fútbol, moviliza el discurso de la “fe” o la “pasión” y a la vez sostiene la inversión y el sacrificio que los jugadores realizan para alcanzar ese destino prometido.

10. Es no relajarse. Puedo terminar el partido lleno de moretones pero hay que dejar todo en la cancha, todo el tiempo. Durante los entrenamientos, estar concentrado, no relajarse (Entrevistado OM5).

11. Uno de ellos piensa dedicarse al periodismo deportivo; el segundo no se refrió a una carrera pero sí que “quiero estudiar, quiero terminar la escuela, quiero recibirme de algo porque yo sé que si no me va bien en el fútbol tengo otro camino también”, y el tercero que le gustaría dedicarse a ser contador, aunque afrma que dedicarse al estudio está más ligado a un mandato familiar que a un deseo personal: “voy a estudiar igual porque mi familia me lo dice. Desde chiquito me inculcaron que tengo que estudiar igual. Aunque juegue al futbol tengo que estudiar”.

 

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