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Apuntes de investigación del CECYP

versión On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.28 Buenos Aires dic. 2016

 

TALLER

Don y sacrificio en la formación de jugadores1

 

Arlei Sander Damo2

1.  A propósito de “De la humildad a lo mental. Un análisis comparativo del proceso de formación de futbolistas profesionales en Argentina y Francia”, de Diego Murzi y Federico Czesli en este volúmen.
2.  Universidade Federal do Rio Grande do Sul (PPGAS). Brasil.


 

La formación de jugadores de fútbol viene despertando un interés creciente en las ciencias sociales, especialmente en la antropología. Hay que decir, en primer lugar, que existe una considerable distancia entre jugar al fútbol y ser pago por ello. Este es el caso de los jugadores profesionales que están sujetos a una acumulación de inversiones realizadas directamente en el cuerpo, y cuyas horas excede al equivalente de un curso universitario. Además de la mejora estrictamente técnica y fsiológica del cuerpo, en ese tiempo se aprende cierto “sentido del juego”, en el sentido literal del término. No es algo metafórico, como en el caso del uso de la expresión de Bourdieu (2010) cuando se trata de las disposiciones de los actores sociales en el campo. En este caso, el campo en el que se producen las disputas es efectivamente un campo de juego. El aprendizaje es del tipo “learning by doing”, como lo definió Loïc Wacquant (2002) en su famosa etnografía entre boxeadores en Chicago. A diferencia de la mirada prejuiciosa de un sentido común supuestamente iluminado, el entrenamiento prolongado no transforma el cuerpo en una máquina alienada, automatizada y repetitiva, sino que lo habilita de forma eficaz a resolver de manera rápida una serie infinita de situaciones que se presentan durante el juego. Además del control de la pelota, que en sí mismo resultaría en una performance, es necesario incorporar un sentido de acción colectiva porque se juega con y contra otros jugadores, un trabajo que moviliza al sujeto de cuerpo entero hasta el límite. Esta explicación no es suficiente para comprender por qué el fútbol es actualmente uno de los espectáculos más apreciados. En primer lugar, sugiere que para estar en el escenario de este espectáculo se necesita mucho más que un gusto por la práctica.

El término “formación” resulta insuficiente para dar cuenta del proceso al que un individuo al que se le reconoce un talento especial -que rápidamente es identificado como un don- está sujeto. Este recorrido también podría (y debería) ser definido como “producción”: los jugadores de fútbol tienen un precio y se negocian en el mercado de clubes. Aunque desde el punto de vista jurídico se utilizan términos más a tono con la legislación laboral, en definitiva, son sólo eufemismos porque los centros que se autodenominan de “formación” también son verdaderas fábricas de producción de commodities humanos. Brasil y Argentina están entre los principales centros de producción de este tipo de bienes, cuyo valor en el mercado europeo puede llegar fácilmente a decenas de millones de dólares. El hecho de que sean bienes no les quita la agencia humana, por el contrario, añade ciertos ingredientes que no pueden ignorarse al momento de analizar la singularidad del metier y, sobre todo, el estatuto de persona que se pone en juego.

Además de ser una etnografía audaz con datos interesantes, “De la humildad a lo mental, (...)” plantea una serie de cuestiones teóricas al abordar temas tan caros a la antropología como el don y el sacrificio. Esta etnografía realizada en dos países con similares características en la formación/producción de jugadores, pero también con diferencias significativas, permite destacar al menos tres, todas ellas desarrolladas con mayor o menor profundidad en el texto.

La primera tiene que ver con el hecho de que en Francia los centros de formación constituyen una política pública articulada dentro del Estado, a través del Ministerio de la Juventud desde los años de 1970. En aquella época se identificó que los clubes franceses habían renunciado a la formación de atletas o lo hacían de manera precaria, mediante métodos de selección y reclutamiento poco transparentes que desalentaban a los jóvenes a entrar en este circuito. La consecuencia más evidente, según las autoridades, se refejaba en el rendimiento de la selección nacional, cuyos resultados eran prácticamente nulos. La selección nacional de fútbol podía llegar a ser, como ya era en otros países, un símbolo de integración nacional, hecho importante para un país que había recibido miles de inmigrantes de las antiguas colonias. La conquista de tres campeonatos internacionales (dos Eurocopas en 1984 y 2000, y un Mundial en 1998), coronó un proyecto que fue ampliamente reconocido por el resto de los países del continente.

Esto está bien retratado en la etnografía de este artículo: los centros de formación franceses tienen una gran cantidad de características de la escuela y en una dimensión aún más amplia, de una mentalidad secular, a pesar de que sus integrantes sean franceses de primera o segunda generación (hijos de argelinos, por ejemplo) o extranjeros reclutados de todas partes del mundo (especialmente de África y de las ex colonias). Desde esta perspectiva, no se debería esperar de los centros de formación franceses más que un énfasis individualista e intelectualista. Esto lo diferencia de los centros argentinos que, en este aspecto, al igual que en los centros de formación de Brasil, el énfasis recae en el voluntarismo trágico (porque son susceptibles a las altas y bajas), tan bien ilustrado por la gramática de la humildad, la obediencia y el sacrificio.

No se puede generalizar a partir de la investigación en sólo dos centros de formación y algunas decenas de entrevistas, pero al menos es posible delinear algunas hipótesis. Con esta advertencia, me enfoco en la segunda diferencia significativa que la etnografía ayuda a vislumbrar: los supuestos pedagógicos de los centros de formación y, sobre todo, la forma en que son expresados por los jóvenes aprendices que participan. El sistema de formación francés limita los posibles usos del tiempo de los niños en edad escolar, es decir, se exige que ofrezca una formación adicional, previendo que la mayoría de sus integrantes no llegarán a tener una carrera profesional o, en el caso que en que sí lleguen, no serán un Zidane o Pogba. El “espíritu desganado (blasé)” que se destaca en diversas declaraciones de los jugadores franceses - algo así como: “me voy a esforzar, pero puede no ser suficiente”; “si no me convierto en jugador, la vida sigue”, etc. – traduce, en gran medida, una política de formación diseñada por la norma y no por la excepción. La presión a la que están sometidos los jóvenes en formación en este caso parece atenuada porque la imposibilidad de lograr una carrera exitosa, que es sabido que es para unos pocos, no implica un fracaso personal. Tal vez no sea el caso de jugadores de origen africano o magrebíes, que estarían en una situación muy cercana a lo que pasa en Argentina –tal vez en América Latina en su conjunto– donde el reclutamiento se lleva a cabo, como regla general, entre las fracciones de clase más populares. Para estos jóvenes estar en un centro de formación es la oportunidad de sus vidas, de las suyas y de todo el entorno que los acompaña. En este segundo caso se trata de un proyecto colectivo, cuya responsabilidad por el éxito o el fracaso recae en jóvenes menores de veinte años.

El tercer punto que quiero destacar se desprende del anterior. Dado que se percibe como algo extraordinario, el talento del fútbol se trata en el registro del don, como sucede con frecuencia con el talento artístico en general. Desde Marcel Mauss (2013) sabemos que los dones (aquí en el sentido del acto de dar) están plagados de ambigüedades. Para empezar, el don es rara vez visto como algo gratuito, incluso si puede ser explicado como si tuviese un origen natural (algo heredado, genético) o sobrenatural (un regalo del cielo o equivalente). Como muestra Enrico Spaggiari (2014) en su tesis defendida recientemente en Brasil y cuyo trabajo de campo se llevó a cabo en las afueras de Sao Paulo con familias de niños que asisten a centros de formación de clubes amateurs, cuando emerge el mínimo indicio de que un sujeto tiene condiciones de avanzar, mismo cuando sea para participar en una selección altamente competitiva (“tamizador”) en un club más destacado, esta situación se vuelve suficiente para movilizar a toda la familia. En la mayoría de los casos, el don se convierte en una carga. Aquellas familias que no apoyan el don (en este caso, el padre) son socialmente condenadas y el apoyo exigido en la mayoría de los casos supera las posibilidades de esas familias. Si se traduce a un lenguaje económico, se puede decir que el don, que aparece inicialmente como un crédito, rápidamente se convierte en una deuda, dado que aquella persona que se reconoce que tiene ese don necesita ser ayudada a través de la compra de material deportivo adecuado, dinero para el transporte, alimentos compatibles con las exigencias físicas, dedicación exclusiva a la formación, etcétera.

A partir de la relación sugerida por Alain Caillé (2002), en una reinterpretación provocadora del trabajo de Mauss, podría pensarse el sacrificio, que sobresale en las representaciones de los jóvenes argentinos, como la contrapartida al acto de dar, tanto en lo que está en el origen del proceso como en el compromiso que asume el entorno (familia, amigos, representantes de los jugadores). El sacrificio se vuelve menos importante en los pocos casos en los que la carrera despega, y especialmente en aquellos en los que abunda el dinero –el fútbol, al igual que otros segmentos artísticos, distribuye espectacularmente mal el dinero. En tales casos, el entorno (y eventualmente hasta los dioses) puede ser retribuido a través de dinero o regalos. Pero hasta que esta contrapartida esté al alcance del joven aprendiz, sacrificarse parece ser lo que queda por hacer (y decir). La idea de sa-crificio o de humildad hace creer al propio sujeto que él está a la altura de los dones que le fueron confados. Por esta razón, son abundantes las representaciones que invocan el sacrificio entre los jóvenes argentinos, como también ocurre en Brasil, dado que en ambos casos lo que está en juego es mucho más que la realización o fracaso personal. En estos casos la persona del jugador, construida al mismo tiempo que su cuerpo atlético, excede las fronteras de la razón utilitarista e individualista.

 

Bibliografía

Bourdieu, Pierre. 2010. O senso prático. Vozes: Petrópolis.

Caillé, Alain. 2002. “Sacrifício, dom e utilitarismo”. Pp. 158-211, en Antropologia do dom: o terceiro paradigma. Rio de Janeiro, Vozes: 2002.

Mauss, Marcel. 2003. “Ensaio sobre o dom”. En Sociologia e Antropologia. São Paulo: Cosac Naify.

Spaggiari, Enrico. 2014. Família joga bola: jovens futebolistas na várzea paulista-na. Tese de Dotorado. Universidade de São Paulo. São Paulo.

Wacquant, Loïc. 2002. Corpo e alma: notas etnográficas de um aprendiz de boxe. Rio de Janeiro: Relume-Dumará.

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