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Apuntes de investigación del CECYP

versión On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.28 Buenos Aires dic. 2016

 

Lecturas en debate

¿Por qué le habrán puesto caballos? Acerca de una historia del turf1

 

Daniel Sazbón2

1. A propósito de Historia del turf argentino, de Roy Hora (2014).
2. Universidad Nacional de San Martín, Argentina.

 

Cuando hace ya casi cincuenta años la editorial Jorge Alvarez presentaba a sus lectores una compilación de ensayos reunidos bajo el genérico título El fútbol, su editor declaraba que lo hacía movido por la curiosidad que le producía la ausencia de “estudios serios” sobre el tema. Que tal ausencia se intentara remediar con este primer acercamiento, en el que se incluían los nombres de Juan José Sebreli y Ezequiel Martínez Estrada, era aún más sintomático de un estado de cosas que tardaría bastante en revertirse; a diferencia de lo ocurrido en casos como el estadounidense, el británico, el francés o el brasileño, hasta hace pocos años la academia argentina no había producido más que incursiones aisladas y fragmentarias sobre el espacio de las actividades deportivas, y esto más a partir de iniciativas individuales de esforzados pioneros (el caso de Eduardo Archetti es referencia obligada) que como resultado de una rama de estudios establecida en espacios institucionales.

En las últimas décadas ese vacío ha comenzado a llenarse con la aparición de obras cuya cantidad y variedad ilustra la diversidad de abordajes que las ciencias sociales pueden intentar sobre el deporte. Así, y sólo para mencionar algunos casos, conviven en el mercado editorial aproximaciones vinculadas con los cultural studies anglosajones como las de Pablo Alabarces (2002), etnografías sobre la sociabilidad de las hinchadas (Garriga Zucal, 2007), refexiones sociológicas (Godio y Uliana 2011) con investigaciones más ligadas a la refexión histórica, entre las que se destacan trabajos como los de Julio Frydenberg (2011, 2010 con R. Daskal) o Ranaan Rein (2012, 2015).

Es en ese espacio de conformación aún precaria que viene a insertarse la reciente Historia del turf argentino (Hora 2014). Su autor, Roy Hora (Buenos Aires, 1965), es un historiador justamente reconocido por sus trabajos sobre historia económica y política argentina, en los que ha tomado como objeto privilegiado de análisis a la clase propietaria local, ya desde su tesis, Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política (2002), a su reciente estudio Una familia de la élite argentina: los Senillo-sa, 1810-1930 (Hora y Losada 2016), pasando por Los estancieros contra el Estado (Hora 2009). De esa preocupación de larga data sobre la posición de la élite rural en la sociedad argentina es que surge este trabajo, cuya tesis principal ya había sido adelantada por Hora desde el sugestivo título de un artículo llamado “El turf como arena de disputa social”.

Efectivamente, para Hora la elección del hipismo como objeto radica en su excepcional capacidad de ilustración de las tensiones de clase existentes en la sociedad porteña; el hipódromo es entendido así como “vidriera” de exhibición del poder del sector terrateniente, los verdaderos protagonistas del libro, dueños por partida doble del espectáculo –poseedores de los caballos, propietarios del hipódromo–. En el corazón de Historia social del turf hay una imagen que condensa una época: en el centro de la escena están los miembros más conspicuos de la élite porteña, exhibiéndose en su lugar de honor en el palco del hipódromo; a su alrededor el público asistente, los “sectores populares”, en periférica y reverente admiración. El hipismo, “deporte de reyes” con atractivo popular; el hipódromo como espacio de escenificación y reproducción de las relaciones de poder; la del turf como la época de (¿feliz?) comunión entre ambos sectores.

Sobre esta poderosa imagen se apoya la estructura del libro, cuyos capítulos recorren la curva que va desde la conformación de la centralidad material y simbólica del turf a fines del siglo XIX hasta su progresivo e irreversible desplazamiento a mediados del siguiente, cuando la erosión del predicamento de los sectores dirigentes pueda rastrearse tanto en el ascenso de deportes como el fútbol y el box cuanto en la creciente visibilidad que adquieren las impugnaciones al hipismo desde discursos moralistas en boca de figuras pertenecientes a unas cada vez más emancipadas “clases medias”. El “ocaso del turf” que cierra el libro es al mismo tiempo el de toda una época, marcada por la hegemonía de sectores dirigentes a los que el avance de la plebeyización social va llevando a replegarse a posiciones en las que el mantenimiento de su poder material no va de la mano del de su posición simbólica, irremediablemente perdida.

La experiencia de Hora en la materia y la importancia que le otorga a los aspectos más sutiles que evidencian las relaciones de poder en el interior de la sociedad porteña le permiten al libro sus momentos de mayor lucimiento, como el pasaje en el que narra los intentos de emasculación de los jinetes del hipódromo por parte de las autoridades del Jockey Club, y la concomitante “huelga del bigote” que llevaron adelante los jockeys para intentar enfrentarlos. Esta sensibilidad a la tensión del turf entre propietarios y jinetes es quizás uno de los puntos más altos de un trabajo que logra así subsumir el análisis de las actividades deportivas en el más general de las relaciones económicas y políticas que cruzan al conjunto de la sociedad argentina del período.

La de Hora es entonces, en sus propias palabras, una “historia social del hipódromo”, en la que el deporte es una “vía de entrada” para acceder al estudio de “problemas más generales de nuestro pasado”. La pregunta que surge aquí es hasta qué punto su historia es “social” y en qué medida lo es “del deporte”. Es interesante en este sentido comparar el libro de Hora con la mencionada Historia social del fútbol de Frydenberg (2011). Mientras que en la perspectiva de Frydenberg el fútbol ocupa el centro del análisis, y las coordenadas de las transformaciones políticas, económicas, culturales, etcétera intervienen en la medida en que permiten explicar la evolución y naturaleza del objeto mismo, para Hora parece ocurrir a la inversa: las carreras de caballos son más el indicador de un objeto alterno a cuya ilustración contribuyen, y su historia es el “telón de fondo” de la historia de las relaciones entre la elite propietaria y los sectores subalternos.

Esta diferencia no es menor y remite a la vieja pregunta acerca de la mayor o menor autonomía de los objetos de estudio de los fenómenos que genéricamente denominamos “culturales”. En el caso del deporte, recordemos que hace casi cuatro décadas Richard Gruneau –en una reseña en la que simultáneamente analizaba su tratamiento desde perspectivas marxistas, católicas y weberianas encontraba que su “paradoja fundamental” radica precisamente en remitir al mismo tiempo a los aspectos “independientes y espontáneos de la actividad humana” como a los “dependientes y regulados” de la misma. Esto equivale a afrmar que el universo deportivo tiene tanto la capacidad de “hablar” de sí mismo como de la totalidad de la que forma parte; Archetti (2003) no indicaba otra cosa al ubicar al fútbol (y al tango, y al polo) en el espacio que caracterizaba como “zonas libres”, espacios liminares en los que la mera reproducción de las condiciones de vida del conjunto no agota su especificidad.

Si llamamos la atención sobre este hecho es porque pensamos que justamente es aquí donde las fortalezas del libro de Hora son el reverso de sus principales debilidades. Nos parece que el esquema con el que aborda el turf (brevemente: el del ascenso y progresivo descentramiento de los sectores dirigentes en la sociedad argentina) no termina de dar cuenta de su objeto, al no reconocerle al terreno deportivo la capacidad de hablar de sí mismo, sino únicamente la de refejar una luz que le es ajena. Este “desborde” del tema respecto del enfoque con el que se da cuenta de él es precisamente el resultado de esa autonomía relativa de la actividad deportiva en relación con el conjunto más amplio de relaciones sociales del que forma parte.

Desde luego, no es nuestra intención defender la especificidad del campo de los estudios del deporte afrmando una autonomía que nunca puede ser más que relativa; se trata de ver hasta qué punto el descuido de algunas de las variables propias del espacio impide una mejor comprensión del funcionamiento del conjunto. Para poner algunos ejemplos concretos de los problemas a los que nos referimos, comencemos por la tensión que Hora presenta insistentemente entre el fútbol y las carreras de caballos como actividades en competencia por la atención de los espectadores. Si es difícil hallar la explicación de esta pretendida oposición en el terreno de la historia del deporte (donde nada parece sostener dicha rivalidad entre “burreros” y “futboleros”), no es en la antropología política donde descansa la hipótesis principal del texto, según la cual la popularidad del turf es indicativa de la exitosa hegemonía de la élite argentina, mientras que el ascenso del fútbol lo sería de su declive.

Esto se debe a que la periodización que postula Hora, solidaria con su hipótesis general acerca de la evolución del lugar del patriciado porteño en la sociedad argentina, se acomoda mal no sólo a los resultados hasta ahora conocidos sobre la evolución del espectáculo deportivo, sino incluso a la propia empiria que ofrece en su trabajo. Esto es evidente sobre todo en el título del capítulo “El ocaso del turf”, que no parece hacerle justicia a su descripción de un período (el que arranca en los años ’30) en el que los datos que muestra evidencian récords históricos en la asistencia del público al hipódromo. Extraño ocaso, sin duda, pero que se explica por la polaridad mencionada: aunque la asistencia a “los burros” experimenta un continuo y sostenido ascenso hasta los años ‘50, este incremento empalidece frente al que al mismo tiempo se verifica en las canchas de fútbol.

Que esta pérdida de centralidad en los años ‘30 sea llamada el “ocaso” del turf y merezca todo un capítulo (el más extenso de libro), mientras que la merma continua y sostenida de espectadores en los hipódromos a partir de los años ‘60 sea relegada a una mención aislada en el breve “Epílogo” de la obra, es revelador del escaso interés que tiene para Hora el deporte hípico en sí mismo, evidente asimismo en la poca atención que le presta a su dimensión federal (la suya no es tanto una historia del turf como una del Jockey Club, centrada por lo tanto en Palermo, San Isidro y ocasionalmente La Plata) o a sus figuras más populares, más allá del capítulo sobre Leguisamo como símbolo del pasaje del tiempo de los propietarios al de los jinetes. Del mismo modo, Hora tampoco se interesa por contextualizar la evolución de las carreras de caballos en Argentina con su desarrollo en países como Gran Bretaña o Francia, con los que tanta vinculación tenía la élite local.

Son más las representaciones asociadas con el hipismo, entonces, que sus mismas prácticas, las que guían el trabajo de Hora, quien parece por momentos asumir el poder explicativo de unas sobre otras, lo cual es por lo menos aventurado. Prueba de ello es la relevancia que le otorga a las impugnaciones de ciertos exponentes de las “clases medias” contra las carreras de caballos, centradas en la crítica moralista a las apuestas. Más allá del grado de representatividad (siempre difícil de mensurar) de estas voces respecto del universo del que serían expresión, la pregunta es si su rechazo es equivalente a su concreción efectiva o más bien un indicador de lo contrario, como parece haber ocurrido en el caso británico, donde campañas moralistas similares no tuvieron demasiado efecto en la asistencia del público a las carreras (tal cual demuestra Huggins, 2003). Así, la crítica moralista con la que la clase media porteña impugnaba el entretenimiento hípico se contrapone con los datos que se desprenden de la lectura del libro, que señala el modo en que, para esos años, se construye una “tribuna especial” en Palermo, destinada precisamente a albergar a los espectadores que, por su condición, no pertenecían ni a la “perrera” popular, ni a la oficial. Las Aguafuertes arltianas pueden ser muy gráficas para ilustrar el desagrado que producían los apostadores domingueros para ciertos núcleos con gran presencia en el terreno cultural, pero no constituyen necesariamente un buen indicador del comportamiento de los anónimos espectadores locales.

Y es que es justamente en lo que hace al comportamiento práctico de los asistentes al hipódromo donde encontramos la principal falencia del libro de Hora, tributaria del mencionado marco analítico en el que se inscribe. La pregunta que nos hacemos tras su lectura es ¿qué hacía el público que asistía al espectáculo turfístico? ¿Realmente “miraban y celebraban” a los miembros de la élite, atravesados por una “fascinación estética” que los hacía admirarlos con embeleso? ¿No irían más bien movidos por la excitación que les proporcionaban las carreras (y el interés de ganar en las apuestas), tal y cómo ocurriera en tantos otros países en los que el hipismo se había convertido en un espectáculo de alcance multiclasista? Las propias fotos con las que Hora ilustra su trabajo apoyan estas dudas: ubicados en tribunas separadas por clases, colocadas una al lado de la otra (es decir, no enfrentadas), la vista de los asistentes parecía más enfocada en lo que ocurría en la pista (y particularmente en el disco) que en lo que pasaba en el otro sector.

Sin embargo, Hora explícitamente minimiza el papel de las apuestas como factor explicativo de la atracción del turf para sus asistentes. Esta elección es sintomática: al despojar a los asistentes de las tribunas populares de un interés propio, hace de ellos puros espectadores, en situación deferente de un centro del espectáculo colocado en las élites, “miradas y celebradas por los anónimos espectadores que observaban la festa de los poderosos”. La escasa atención a la dinámica específicamente deportiva, su subsunción en el análisis político-cultural de las relaciones de clase, es solidaria con el problema de fondo de la hipótesis del autor, quien parece asumir que la mera presencia implica aceptación, que visión supone reverencia y que las jerarquías se reproducen por la sola participación de los sectores subalternos en los espacios organizados por los dominantes.

Resulta ilustrativa en este sentido la comparación con el tratamiento que un problema similar, sobre temas diferentes, recibe en dos trabajos recientes. Por un lado, puede tomarse como ejemplo un análisis de las ceremonias del Perú colonial e independiente (Ortemberg 2014), donde se destaca cómo la participación de los sectores populares en las celebraciones litúrgicas del poder político en el Perú colonial, si bien evidentemente supone la reproducción de las jerarquías materiales y simbólicas de la sociedad peruana, no puede reducirse a solamente a ese aspecto; su presencia no es un pasivo embelesamiento frente al ritual desplegado ante su mirada por las clases dominantes, sino que por el contrario se apropian hasta cierto punto de la ceremonia, otorgándole un sentido nuevo. Esta constatación, que el público “hace” algo con el objeto del que es (mucho más que) espectador, está por ejemplo en la base del estudio de Benzecry (2012) sobre los asistentes al Teatro Colón en Buenos Aires, Argentina, que discute explícitamente con las ideas más tradicionales acerca de las relaciones entre “capital cultural” y posiciones de clase.

En el caso de Hora, y más allá de las indudables virtudes de una obra seria y prolijamente documentada, se extraña una sensibilidad más atenta a la autonomía relativa del universo deportivo dentro de las estructuras más generales que lo moldean y determinan, y concomitantemente, a la autonomía también necesariamente relativa de sus protagonistas. El turf como práctica y como espectáculo, así como el fútbol, el rugby, el box o tantos otros deportes de masas, merece un abordaje que respete la densidad propia del campo, en lugar de disolverlo en un conjunto de relaciones sociales de las que sería mera ilustración.

Bibliografía

Alabarces, Pablo. 2002. Fútbol y patria. Buenos Aires: Prometeo.

Archetti, Eduardo. 2003. Masculinidades. Fútbol, tango y polo en la Argentina. Buenos Aires: Antropofagia.

Benzecry, Claudio. 2012. El fanático de la ópera. Etnografía de una obsesión. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Frydenberg, Julio. 2011. Historia social del fútbol. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

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Garriga Zucal, José. 2007. Haciendo amigos a las piñas. Buenos Aires: Prometeo.

Godio, Matías y Santiago Uliana. 2011. Fútbol y sociedad. Buenos Aires: Eduntref.

Hora, Roy. 2002 (orig. inglés 2001). Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Hora, Roy . 2009. Los estancieros contra el Estado. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Hora, Roy . 2014. Historia del turf argentino. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Hora, Roy y Leandro Losada. 2016. Una familia de la élite argentina: los Senillosa, 1810-1930. Buenos Aires: Prometeo.

Huggins, Mike. 2003. Horseracing and the British, 1919-1939. Manchester: Manchester University Press.

Ortemberg, Pablo. 2014. Rituales del poder en Lima (1735-1825). De la monarquía a la república. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.

Rein, Ranaan. 2012. Los bohemios de Villa Crespo. Judíos y fútbol en la Argentina. Buenos Aires: Sudamericana.

Rein, Ranaan. 2015. La cancha peronista. Fútbol y política (1946-1955). San Martín: UNSAM.

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