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Apuntes de investigación del CECYP

versão On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.28 Buenos Aires dez. 2016

 

Lecturas en debate

La sociedad en juego.
Algunas refexiones acerca de la noción de jugar en la teoría de Pierre Bourdieu

 

José M. Casco1 y Luis Albanese2

 

1. Universidad de Buenos Aires; Universidad Nacional de San Martín, Argentina.
2. Universidad Nacional de La Matanza, Argentina.


 

Cuando Pierre Bourdieu llegó a la cima de su carrera se convirtió en una figura venerada y denostada por igual. En el primer caso, y de acuerdo con Wacquant, “Bourdieu llegó a ser en los últimos años de su vida “el sociólogo vivo más citado en el mundo”. A esa consagración contribuyeron, entre otras cosas, la cantidad de reediciones de sus textos que aparecieron en Francia en los últimos treinta años, las traducciones a diversos idiomas de sus obras, el éxito de las publicaciones pocket de su editorial Raison d agir, las entradas que hacen referencia a sus conceptos y su nombre en diccionarios, manuales, libros de textos y programa de cursos de varias disciplinas de las ciencias sociales y humanas. La multiplicación de trabajos que se inspiran en sus planteos o usan su arsenal conceptual, así como también la proliferación de páginas web y foros de discusión y el número de entradas diarias que esos sitios muestran, no permiten dudar acerca de que: “Bourdieu se fue convirtiendo en una de las referencias más importantes en numerosos países, no solo del campo de la sociología, sino que la infuencia de su trabajo ha trascendido a todas las disciplinas y especialidades que a lo largo de su carrera fue tocando y de distinta manera al conjunto de las ciencias sociales” (Martinez 2007: 11). Eso no evitó que en algunos casos, debido entre otras cosas a la complejidad de sus trabajos en cuanto a su modo de su exposición, se pudiera caer en el ritualismo de la cita, la lectura apresurada, la apelación a generalidades de sus conceptos y teorías –ayudado muchas veces por algunas traducciones que llevan a una construcción repetitiva de un cuerpo que aparece estático– disolviendo sus preocupaciones específicas que están detrás de las elaboraciones conceptuales. Así, esa popularidad, en algunas ocasiones y por las razones recién esgrimidas, lo transformó en una caricatura, al vaciar el contenido de un trabajo que buscaba desentrañar los mecanismos de la reproducción social, convirtiéndolo en un aparato mecánico y poco problematizado (Martínez 2007: 12).

En el segundo caso, las críticas a Bourdieu tuvieron orígenes variados. Por una parte, fue esgrimida por sus pares a propósito de la publicación de Homo academicus en 1984, a lo que Bourdieu trató una y otra vez de contestar aduciendo que el trabajo buscaba desentrañar las fuerzas que dominaban el espacio académico para que los que allí se encontraban entendieran las lógicas que los envolvía. Por otra parte, los periodistas franceses que se sintieron interpelados por la publicación en 1996 de su libro Sobre la Televisión prohijaron un ataque furibundo a su investigación, lleno de descalificaciones no tanto a su trabajo como a su figura. En ese sentido, sus críticos sostenían que Bourdieu había descubierto “la acción política en el ocaso de la vida, y lo acusaban al mismo tiempo de abusar de su notoriedad científica o incluso de volver a formas intelectuales caducas” (Poupeau y Theyrrey 2015).

Otras críticas más serías que la de los periodistas fueron esgrimidas por aquellos que sostienen que “La sociología de Bourdieu es dominocéntrica por su focalización demasiado exclusiva en la noción de dominación, y por lo tanto, poco atenta a las relaciones cotidianas que no se comprenden bien a partir de esa noción (como la cooperación , la cortesía, el sentido de la justicia, el amor, la amistad, el imaginario, como las diferentes pasiones, etcétera)” (Corcuff 2009: 19-20). En esa dirección, dos viejos compañeros de ruta sostenían que su enfoque “Se trata de una tendencia a encerrar las prácticas populares y las prácticas de los dominados en general dentro de la mirada de los dominantes” (Grignon y Passeron, citado en Corcuff 2009), dando cuenta de lo que estos llaman una visión “miserabilista” de los sectores populares. Así, todas estas críticas fueron dando forma a lo que podríamos llamar una “verdadera revuelta contra Bourdieu” a la que se sumaron los espacios académicos anglosajones expandiendo la crítica hacía todo el mundo.

Como sea, no parece desmedido intentar mirar cuáles son los aportes de Bourdieu, en este caso, bajo la idea de juego que este autor moviliza en sus investigaciones. Porque si bien es cierto, como dicen sus detractores, que muchas veces el análisis de Bourdieu –a simple vista– no deja lugar a las relaciones cooperativas y a las alternativas que ponen en movimiento los actores en sus elecciones, también se debe destacar que muchas veces se pierden de vista cómo sus aportes pueden complementar o incluso iluminar aquello que no está en la superficie de otros enfoques interpretativos. Es en ese sentido que, por fuera de esas disputas y con un poco más de atemperancia, puede hacerse un repaso por los aportes del sociólogo francés para no perder de vista aquello que apunta de manera relevante sobre el mundo social.

Jugar el juego

En los análisis de Bourdieu, jugar no es otra cosa que competir. Lejos de aludir a una dimensión lúdica sea esta espontánea o concertada del juego, para el sociólogo francés jugar significa lucha. Lucha por la cima y por ocupar un espacio dominante. Así, para Bourdieu, el juego no es otra cosa que un sistema de apuestas que se llevan adelante con la intención de ganar lugares en un espacio preestablecido al que este denomina campo.

En efecto, un campo se establece como tal y se delimita cuando se identifica un bien (que siempre es escaso) que va a ser el centro de la disputa. Nuestro autor lo asemeja a un campo de juego, con jugadores, reglas para jugar ese juego y estrategias de los jugadores para obtener el bien en disputa. Es así como sostiene que “Para que un campo funcione es preciso que haya objetos en juego y personas dispuestas a jugar el juego, dotadas con los habitus que implican el conocimiento y el reconocimiento de las leyes inmanentes del juego, de los objetos en juego”. Y ref-riéndose a un campo específico, en este caso el de la flología, continua “Un habitus de flólogo es, al mismo tiempo, un “oficio”, un capital de técnicas, de referencias, un conjunto de “creencias”–como la propensión a concederle tanta importancia a las notas como al texto–, propiedades que se deben a la historia (nacional e internacional) de la disciplina, a su posición en las jerarquías de las disciplinas, y que son a la vez la condición del funcionamiento y el producto de ese funcionamiento” (Bourdieu 2013: 113) El ejemplo puede ser importante porque muestra lo que está en juego en su teoría para la comprensión del mundo social. Por un lado, cómo el campo, como parte del juego social, no puede comprenderse sino es a condición de comprender la historia que lo crea y como esa creación le impone la dinámica de su desarrollo. Al mismo tiempo, que la forma de su funcionamiento se comprende como el resultado de su posición relativa respecto de los otros campos, en un sistema de jerarquías donde, si se piensa la totalidad social, el campo económico y el campo político ocupan la cima de la pirámide del poder. Por otro lado, como los jugadores necesitan creer en ese juego para hacer sus apuestas es decir, para invertir, a través de diferentes estrategias, que involucran, tiempo, conocimientos y las distintas propiedades que pudieran utilizarse en ese juego.

Esto último se lleva adelante desde posiciones que no expresan otra cosa que un sistema de jerarquías dentro del campo. Así, el campo como expresión objetiva de una totalidad social, muestra un medio coordinado lleno de tensiones ocultas o explícitas, donde cada lugar, cada punto de ese espacio se explica y se debe visualizar con relación al resto de las posiciones. Desde una perspectiva que el autor caracteriza como relacional, el campo trata de mostrar una configuración compleja de prácticas y productos desde una lógica sistémica, en sintonía con la buena tradición francesa del análisis estructural.

Y es esa estructura preestablecida la que objetiva y da sentido al espacio social, como espacio construido donde las prácticas tienen sentido. Allí el juego no se juega de cualquier manera sino en base a reglas establecidas, donde, con las armas que “se tiene a la mano”, los sujetos buscan maximizar sus intervenciones. Los agentes, dotados con diferentes especies de capital de acuerdo a donde se juegue el juego, intervienen y hacen sus apuestas a partir de lo que se tiene y de lo que está dado en su posición en el campo. De este modo, el jugador obliga y es obligado a jugar, revelando la dinámica del campo y haciendo visible su lógica en cuestión.

Bourdieu busca vincular así lo objetivo y lo subjetivo, esto es, la estructura, el campo en que el sujeto se encuentra y lo que este percibe, su modo de accionar y de pensar que depende de la posición ocupada dentro del mismo. Esta vinculación de lo objetivo y lo subjetivo posibilita visibilizar lo que podemos entender como márgenes de maniobra, en el sentido de que el sujeto aprende las reglas del juego y las internaliza en su subjetividad, por lo que sabe cuáles son las acciones permitidas dentro de ese campo a partir de su misma participación en él. Esta teoría de la acción está representada por su noción de “habitus”3 que le permitirá moverse con más o menos éxito dependiendo de varios factores dentro del campo y así jugar el juego.

Por lo tanto, podemos percibir que en este esquema la sociedad no es estática, sino que por el contrario, existe una especie de juego entre los individuos que le dan dinámica a ese campo social. La teoría del autor francés revela así la presencia de una competencia entre los actores. Y si bien es cierto que en muchos casos Bourdieu no hace visible la colaboración entre los sujetos, esta convive en una especie de tensión con la idea de competencia. Pero, tal vez, lo más importante es que ese juego no nos deja perder de vista que existe la desigualdad, que hay una competencia entre los grupos, los individuos y las clases y que los actores sociales son moldeados en alguna medida por estas, expresadas por Bourdieu en la forma de capital. Así, el juego puede ser un modo de explicar el comportamiento de los individuos en la sociedad, partiendo del análisis de cada campo concreto.

Es esta mirada estructuralista la que ha despertado las sospechas de sus detractores por entenderla como una manera rígida de pensar el mundo social. Por cierto que esa crítica no parece del todo infundada porque, a simple vista, el cuadro de situación no pareciera dejar mucho margen de maniobra a las opciones de los agentes dentro de un campo, además de que el autor ha mostrado poco con respecto al cambio social. Pero, si se piensa en perspectivas como la de Becker (2008) y su énfasis en el trabajo colaborativo, por ejemplo, en relación con el arte como fruto de la división de trabajo y la contribución de muchas personas, ¿Qué nos dice este enfoque de las distintas escalas salariales que perciben las personas en esa división del trabajo? ¿No genera acaso eso alguna tensión? ¿Todos los participantes aceptan con igual beneplácito una desigual remuneración? Desde esa perspectiva no se aborda la existencia de tensiones y se escinde la dimensión del conficto. Es justamente eso lo que nunca deja de lado Bourdieu: el juego, los jugadores aparecen siempre mostrándonos cómo la competencia es un punto esencial del mundo capitalista, en combate con las miradas deshistorizadas e individualistas sobre el mundo social, que pierden de vista las configuraciones complejas y relacionales.

En la dirección que proponemos, resulta productiva una clave de lectura que recupere la noción de juego para comprender la dinámica social. El concepto de interés, central en la teoría de los campos de Bourdieu, tiene un papel relevante para nuestro propósito dado que forma una tríada con campo y habitus. En efecto, el interés para Bourdieu, o su sustituto illusio, es la forma específica de interés que, como producto histórico, todo campo genera como condición de su funcionamiento. Porque en la medida en que no haya interés en jugar el juego este no podría suceder, es necesaria esa condición indispensable para que el juego social exista. Esa illusio, para Bourdieu, representa el interés que los agentes sociales tienen por participar en el juego. Estar interesado significa aceptar que lo que pasa en el juego social tiene sentido y que sus apuestas son importantes y dignas de ser emprendidas. Este interés asociado a la participación en el juego es diferente según la posición ocupada en el mismo y según la trayectoria que debió seguir cada agente social para alcanzar la posición en que se encuentra.

Pero además, se debe tomar en cuenta que ese interés no es solo un interés material, ya que expresa la creencia de las personas que una determinada actividad social es importante, que vale la pena invertir, es decir, jugar el juego. Los tipos de interés cambian de acuerdo a dónde se juegue el juego social, debido a que cada espacio ofrece a los agentes un tema específico. Así, los intereses perseguidos por los políticos no son los mismos que los de los hombres de negocios: los primeros creen que el poder es la fuente fundamental de la utilidad, mientras que en los empresarios prevalece la motivación económica por enriquecerse. Bourdieu hace hincapié en que el interés no es más que una creencia. Así, creer que una cuestión social específica es importante y por eso que vale la pena seguirla es lo que nuestro autor quiere dejar sentado.

Es aquí donde quisiéramos puntualizar su aporte. Allí donde otros dicen que existe la amistad, la cooperación, el amor, etcétera, Bourdieu nos recuerda que todo eso sucede porque las personas involucradas en tanto agentes están interesadas en que eso suceda. Entonces habrá que ver como son esas propensiones a invertir en el amor y la amistad, habrá que ver como se adoptan las reglas del decoro, de los buenos modales y del amor romántico, para entender que todas esas interacciones sociales colaborativas son un producto, un resultado de sentidos asignados previamente y que no puede tomárselos como expresiones dadas sin más. Porque esos vínculos son el resultado de negociaciones, de tensiones y puestas en común, de lugares, posiciones, muchas veces desiguales. Jugar todos esos juegos sociales implica de parte de los agentes, apostar invertir, es cierto que aquí no se está en un escenario de lucha, pero no por eso debe dejarse fuera del análisis social la dimensión de tensión. Eso es lo que Bourdieu aporta a esas otras miradas sobre lo social que enfatizan la colaboración. Porque así como su trabajo no enfatiza demasiado la colaboración, otras miradas no enfatizan del mismo modo el interés y la apuesta que hay detrás de todo juego social.

 

3. Sobre ese concepto central en su teoría, véase Bourdieu (2007).

 

Bibliografía

Becker, Howard. 2008. Los mundos del arte. Sociología del trabajo artístico. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.

Bourdieu, Pierre. 2007. El sentido práctico. Buenos Aires: Siglo Veintiuno editores.

Bourdieu, Pierre . 2015. Intervenciones políticas. Un sociólogo en la barricada. Buenos Aires: Siglo Veintiuno editores.

Corcuff, Philippe. 2009. “Pierre Bourdieu (1930-2002) Leído de otra manera. Crítica social post marxista y el problema de la singularidad individual”, Sociología, Cultura y representaciones sociales 4 (7): 9-26.

Grignon Claude y Jean Claude Passeron. 1991. Lo culto y lo popular. Miserabi-lismo y populismo en sociología y literatura. Buenos Aires: Nueva Visión.

Martinez, Ana T. 2007. “Lecturas y lectores de Bourdieu en la Argentina”, en Prismas. Revista de historia intelectual 11 (1): 11-30.

Martínez Ana Teresa. 2007. Pierre Bourdieu. Razones y lecciones de una práctica sociológica. Buenos Aires: Manantial.

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