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Apuntes de investigación del CECYP

versão On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.29 Buenos Aires jun. 2017

 

Oficios y prácticas

“Si querés grabá, pero yo voy a desmentir todo”
Secreto, género y política desde un abordaje metodológico

“If you want to record, just do it. But I’ll deny everything” Secrets, gender and politics from a methodological approach

 

Julia Hang1

1. Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de La Plata - CONICET.


Resumen

En este artículo se busca reflexionar acerca de los múltiples sentidos que el secreto adquiere en la relación con nuestros interlocutores, y el modo en que a través de él se configuran relaciones sociales (y de poder) a lo largo del trabajo de campo. La reflexión acerca del secreto, nos permite pensar en términos metodológicos sobre los modos en que se construye el dato etnográfico. En tercer lugar, se propone una reflexión sobre el papel que el secreto juega en la producción de las jerarquías de género y en el establecimiento de fronteras simbólicas en las luchas por el control político de un club social y deportivo. Así, se mostrará el modo en que el secreto como categoría nativa es investido de estigmas morales con el propósito de establecer alteridades políticas en este ámbito social, en tanto permite la producción de una alteridad degradada que identifica al secreto con la política y un nosotros moralmente superior.

Secreto; trabajo de campo; política; género.

Abstract

In this paper we propose to think about the multiple senses that the secret acquires in the relationship with our interlocutors, and the way in which through it social and power relationships are created during feldwork. On the other hand, the consideration about the secret, allow us to think in me-thodological terms about how the etnographic fact is built. In third place, we aim to think about the role that secret plays in the production of gender hierarchies and in the establishment of symbolic boundaries in disputes for political control at a social and sportive club. The secret as native cate-gory is invested of moral stigmas with the purpose of establishing political otherness in this social space, allowing the production of a degraded alteri-ty that identifes secret and politics and a morally superior us.

Secret; feld work; politics; gender.


 

 

El secreto: entre las ciencias sociales y las teorías nativas

El secreto se presenta en la vida social como un elemento cuya importancia en la estructuración y formación de lazos sociales es indiscutible. Superada, al menos en teoría, la “preocupación naturalista del observador distante y neutral” (Frederic 1998: 92) que posicionándose como un actor externo a la realidad a estudiar, buscaba revelar alguna verdad oculta de los grupos sociales estudiados, la antropología y la sociología han recorrido un largo y sinuoso camino a través del cual se ha ido consensuando que no hay una verdad a descubrir, sino que el conocimiento se va forjando en la interacción entre investigadores e investigados. Las etnografías contemporáneas reconocen la dimensión reflexiva del mundo social (Guber 2011), a través de la cual se comprende al dato etnográfico como producto de las relaciones que establecemos en el campo, y no como algo que el investigador va a recoger a él.

A partir de algunas elaboraciones clásicas de las ciencias sociales que han permitido sentar las bases que sitúan al secreto como una forma sociológica general con una gran importancia en la conformación de ciertas relaciones sociales concretas (Simmel 1986; Elías y Scotson 1994), varias etnografías han reflexionado acerca del lugar que lo secreto ocupa en tanto elemento estructurador de las más diversas relaciones sociales. Algunas de ellas han tenido lugar en los ámbitos policiales y de las fuerzas de seguridad (Renoldi 2014; Guber 2014; Herbert 2010). Otras, en los espacios de producción y reproducción de elites (Mendez 2014; Gessaghi 2014), en las tramas de la pobreza (Fasano 2014), o en la producción de moralidades políticas (Frederic 2004). Grimson (2013), por su parte, analiza al secreto en los estudios sobre memorias del terrorismo de Estado en la frontera de Paso de los Libres, mientras que Zenobi (2011) reflexiona sobre las sospechas que su rol de investigador genera en agrupaciones de familiares de víctimas de Cromañón.2

En todas estas etnografías, rumores, sospechas, secretos y chismes circulan por lo bajo, configurando tramas de moralidades y valores acerca de lo valioso, lo permitido y lo prohibido en los distintos espacios de interacción. A su vez, una preocupación metodológica y una dificultad común atraviesan estas investigaciones: la necesidad por parte de los investigadores de desmarcarse de una confusa serie de imputaciones por parte de sus interlocutores: periodistas, espías o agentes de inteligencia, son algunos de los roles asignados a los investigadores. Quizás, como sostiene Renoldi (2014), la confusión proviene del uso de los mismos conceptos en los distintos campos. “Informantes”, “investigación” son categorías que pululan entre las ciencias sociales y las teorías nativas, a pesar de estar cargadas de diferentes sentidos. “Secreto”, es otra de ellas, dice la autora, concepto que en el campo policial crea relaciones entre los agentes, y en el campo antropológico tiende a confundirnos por la falacia de que todo lo secreto es profundo e interesante. La autora, entonces, postula una antropología simétrica en la cual las nociones nativas entren en diálogo con las antropológicas.

En el presente artículo, que retoma dichas producciones, buscaré pensar el modo en que el secreto opera en la relación con mis interlocutores a lo largo de mi trabajo de campo con dirigentes y socios de un prestigioso club social y deportivo de la ciudad de La Plata.3 Se pondrá el acento en tres dimensiones: primero, en los significados que la circulación de secretos entre investigadores e investigados adquiere. ¿Por qué nos cuentan estos secretos? ¿Qué esperan de nosotros al revelarnos tales informaciones? En segundo lugar, reflexionaremos acerca del modo en que el involucramiento en nuestro trabajo de campo y las relaciones que se van generando habilitan nuevas instancias de interacción y, por tanto, nuevos canales de circulación de información. Nos preguntaremos, ¿qué hacemos con la información que nos es revelada por actores significativos en el trabajo de campo en estos nuevos espacios y que es definida por los mismos como “secreta”? Y en tercer lugar, se reflexionará sobre el secreto como categoría nativa en este campo en particular, que opera por un lado jerarquizando relaciones de género, y por otro como categoría moral a través de la cual la actual dirigencia del club compuesta en su mayoría por “jóvenes deportistas” toman distancia de dirigencias anteriores, creando una comunidad de sentido político que excluye a las viejas formas de hacer política basadas en “intenciones partidarias secretas”, “oscuros negociados” y “corrupción”. La alterización entre estos conjuntos de actores será una distinción clave para comprender uno de los objetivos principales de la investigación, aquel que refere a los distintos sentidos en torno a “la política” que operan en “el club”.

Por lo tanto, a partir de la descripción de dos situaciones que tuvieron lugar en el trabajo de campo, reflexionaremos acerca del modo en que los secretos operan como una variable fundamental que estructura nuestras relaciones en el campo, al mismo tiempo que nos hablan del mundo de valores de nuestros interlocutores.

La estructura del artículo se despliega en la intersección de dos ejes que estructuran el objeto: uno relativo al papel que el secreto juega en la producción de las jerarquías de género y en el establecimiento de fronteras simbólicas en las luchas por el control político de un club social y deportivo; y otro, relativo a la reflexión metodológica sobre las prácticas de investigación etnográfica que habilitaron la producción de los hallazgos presentados.

Algunos apuntes sobre “El club”, sus actores y cómo los fui siguiendo

Durante los últimos cuatro años (2013-2016), he estado llevando a cabo una investigación doctoral que tiene como tema la sociabilidad y la política en un prestigioso club de la ciudad de La Plata. Dicha institución, fundada en el año 1937, se ha ido consolidando como un espacio de sociabilidad de cierto sector de las clases medias platenses, específicamente aquellas más vinculadas a la vida universitaria. “El club” está compuesto por tres sedes: la deportiva, ubicada en Gonnet, un barrio residencial en las afueras de la ciudad, caracterizado por sus enormes espacios verdes y casas de fin de semana, donde se llevó adelante el trabajo de campo; la sede social, ubicada en el centro de la ciudad; y la sede de Punta Lara, que se encuentra bordeando el río, donde tienen lugar actividades náuticas.

La vida social, política y económica del club no fue ajena a la crisis social ocasionada por la implementación de las políticas neoliberales que culminó en el estallido social del año 2001, con la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa. La enorme pérdida de socios en los años noventa fue un síntoma de la crisis. Si en los años ochenta el club contaba con más de 18 mil socios, en la actualidad (año 2017) cuenta con solo 3500 (número que varía según el mes que se tome).

Desde hace varios años, la institución se encuentra atravesando una situación financiera desfavorable. Si se solía mantener por los ingresos de las cuotas sociales, esta enorme pérdida de afliados impactó fuertemente en las finanzas del club, el cual con el correr de los años se ha endeudado con la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), la Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles (UTEDyC),4 con el Banco Provincia y otros acreedores, sumando en la actualidad una deuda de alrededor de 20 millones de pesos, junto a un déficit mensual que ronda los 300 mil pesos por mes. Actualmente, la institución ingresó en un concurso de acreedores, por lo cual debe ir pagando en tiempo y forma algunas cuotas de la deuda, mientas otras se van renegociando permanentemente.

A raíz de esta situación han tenido lugar una serie de acontecimientos sociales y políticos (cambios de comisiones directivas, debates públicos en torno a la propuesta de venta de parte de patrimonio del club, acciones concretas por parte de los socios para frenar la venta y asambleas multitudinarias) que redefinieron la vida política del club. En el contexto de crisis institucional que se estaba viviendo, distintos actores comenzaron a participar de la vida política de la institución de diversas maneras.

Mi lugar como investigadora allí se encuentra tensionado por una serie de pertenencias al interior de la institución, entre las que vale la pena mencionar mi rol como miembro, tanto del equipo de natación máster y como vocal en la comisión directiva del club (entre los años 2008 y 2014), la cual renunció en conjunto tras el rechazo de los socios en una asamblea multitudinaria a la propuesta de venta de una parte del patrimonio del club.5 A lo largo de los meses previos a dicha asamblea, se había ido consolidando una oposición encabezada por “jóvenes deportistas”, algunos de ellos hijos de dirigentes tradicionales del club, quienes a partir de una serie de acciones concretas como intervenciones en los medios de comunicación locales, uso de redes sociales y “banderazos” se movilizaron durante meses para denunciar las irregularidades que presentaba la propuesta de venta de la sede de Punta Lara, intentando así “salvar el club”.6

Durante el tiempo que duró este proceso de movilización por parte de los socios, me había sentido incómoda por mi participación en él. Varios miembros de la comisión directiva habían renunciado, y los rumores que circulaban en el club (y en la sociedad platense en general)7 acerca de los “secretos”, las “mentiras”, “los negociados” y la “corrupción” de la comisión directiva a la que yo pertenecía, me afectaban. Pensé en renunciar, sin embargo decidí no hacerlo. Por un lado, por el afecto y la confianza que le tenía a mis compañeros de comisión, que eran a su vez compañeros del equipo de natación. Y por otro, porque creía que habitando esos espacios podía observar lo que yo estaba comenzando a entender como “la política” del club.

Esta no tenía lugar solo en las reuniones de comisión directiva, sino también en eventos sociales, reuniones informales, charlas en los vestuarios, o encuentros casuales en el club. Al mismo tiempo, tanto los empleados como algunos socios del club comenzaban a verme como referente de la situación, por lo que me comentaban sus preocupaciones, o me mostraban sus análisis de la situación. Durante los meses que duró el conficto hasta la asamblea en que se presentó la renuncia, fui transitando diversos espacios de sociabilidad, registrando en largas descripciones las situaciones vividas en tal proceso de inmersión.

Luego de la asamblea, en que la propuesta de vender la sede náutica fue rechazada por casi la totalidad de los socios y los miembros de la comisión directiva de la que yo era parte, renunciamos, dando lugar a una nueva generación de dirigentes. Tras la renuncia, aliviada, me alejé del trabajo de campo por un tiempo y comencé a tratar de objetivar lo vivido. En este sentido, si como sostiene Malinowski (1979) “el campo se entiende en el imprevisto”, en ese “estar ahí” prolongado, fui construyendo, recorriendo y redefiniendo el campo en la interacción con los actores, proceso que me llevó a desechar mis objetivos iniciales de la investigación (que en un principio buscaba comprender la subjetivación de las personas adultas en torno a la práctica deportiva); al mismo tiempo que me permitió ir comprendiendo cómo se iban jugando algunos aspectos de la política en la institución, de la cual yo también estaba participando “estando allí”. En consonancia con una serie de trabajos de la antropología de la política (Ferraudi Curto 2010; Borges 2003), pero también de la corriente comprendida como sociología pragmática francesa (Nardacchione 2011), la estrategia metodológica fue la de “dejarme llevar por los actores”. En efecto, si tenemos en cuenta que una de las máximas metodológicas de la tradición pragmática invita a “seguir a los actores” por procesos prácticos donde la acción se está haciendo permanentemente, (Callon 1986 y Latour 2008), sin presupuestos que los califiquen en ningún sentido, tanto en su identidad como en la veracidad de sus acciones, fue este desplazamiento por las acciones (prácticas y discursivas) lo que habilitó un campo nuevo de preocupaciones que hasta el momento permanecía invisible para la investigación. Inevitablemente, mi interés académico estaba informado por una serie de teorías sociales que había incorporado a lo largo de años de estudio. Aun intentando ser crítica con las lecturas más reproductivistas de la sociedad, detrás de mi investigación operaba una hipótesis, según la cual las clases medias platenses utilizaban el club (y las prácticas de ocio) como espacio de distinción, donde la participación política solo tenía sentido siempre y cuando redituara en ganancias distintivas que les permitiera a los actores posicionarse y visibilizarse para participar en espacios tradicionales de política, como los partidos políticos. Desde mi entrada al campo, partía de la premisa de que lo que se estaba jugando allí era “algo más”. Dada la reconocida filiación de dirigentes y ex dirigentes del club con los partidos peronista y radical, me parecía que en el fondo de todo se encontraba esa disputa, que se refejaba en los modos de hacer política de los distintos dirigentes. Sin embargo, durante las entrevistas, ante mis reiteradas preguntas sobre las distintas trayectorias políticas de los dirigentes y sus vínculos con los partidos tradicionales, obtenía respuestas que consideraba frases hechas sobre el “amor al club”, a los deportes y a la “tradición”. Desilusionada con dichas respuestas, seguía buscando la manera de ver la relación con “la política” que creía que me estaban ocultando. Después de meses de trabajo de campo, releyendo las entrevistas y poniéndolas en relación con otros materiales de campo y discusiones teóricas, pude comprender que a pesar de mis intentos por ser sensible a los sentidos nativos, mi idea de “la política” se encontraba atravesada por algunas concepciones nativas acerca de la política que la asociaban a lo oculto, a lo secreto o a lo que falta descubrir, opacando así otros sentidos en torno a la política que circulaban entre los distintos actores del club.

Latour (2008: 27) advierte que “ya no es suficiente limitar a los actores al rol de informantes que ofrecen casos de algunos tipos muy conocidos. Hay que restituirles la capacidad de crear sus propias teorías de lo que compone lo social”. Si como sostiene Nardacchione (2011):

El principio metodológico de seguir a los actores significa no presuponer ninguna relación privilegiada, ningún discurso o valor que identi-fica a un actor u otro, sino dejar que los actores y las disputas hablen por sí mismos y solo así desentrañar lo que ocurrió en la situación.

Fue en la medida en que me desplacé con los actores durante los dos últimos años de trabajo de campo que me fue posible tomar realmente en consideración sus acciones y sus palabras, dejando de lado (lo más que pude) mis preconceptos.

A continuación, entonces, se describirán dos situaciones ocurridas en el trabajo de campo, con el objeto de reflexionar acerca del modo en que el secreto opera como una variable fundamental que estructura las relaciones en el campo, al mismo tiempo que nos habla del mundo de valores de nuestros interlocutores.

“Haciendo política” desde el género: el secreto y los límites del campo

En este apartado, a partir del análisis de los roles asumidos en una relación de campo, se buscará mostrar el modo en que el secreto opera en la estructuración jerarquizada de los roles de género en torno a la gestión política de la institución y, al mismo tiempo, el papel que asume allí el secreto como forma de la confianza.

Luego de mi renuncia a la comisión directiva, suspendí por unos meses el trabajo de campo. La mañana del 6 de octubre del 2015, recibí un llamado telefónico de Rodolfo,8 un muchacho de unos 40 años que había comenzado a trabajar en el club hacía unos meses a quien yo conocía como “el nuevo administrador”. Sabía, por Lidia y Norberto, dos compañeros del equipo de natación máster y miembros de la “comisión de pileta”, que estaba intentado comunicarse conmigo por “algo de mi tesis”. Yo lo conocía por haber compartido algunas reuniones de la comisión de pileta hacía varios meses, a las cuales había dejado de asistir por complicaciones horarias. “Quería hablar con vos, que sos socióloga, y que haces una tesis o estudias el club, y quería proponerte algo. Tengo que hacer un trabajo para el club, un organigrama, para ordenar la institución”, me comentó durante el llamado, y me propuso que nos reunamos para que me cuente un poco mejor “cuál es nuestra idea de club”. Luego de conversar una media hora, hizo un repaso por algunos de los éxitos logrados por la gestión de la que formaba parte, su rol en el club y cómo llegó a trabajar ahí, concertamos una reunión para los días siguientes.

Nos reunimos unos días después, un feriado por la noche en un bar céntrico de la ciudad. Yo estaba nerviosa ya que no sabía si Rodolfo estaba al tanto de mi lugar como miembro de la comisión directiva anterior, y porque no sabía bien qué es lo que él esperaba de mí. A su vez, porque hay algo del trabajo de campo por parte de etnógrafas mujeres, que genera incomodidad, especialmente en ambientes típicamente masculinos, como analiza Moreira (2006) para el caso de su trabajo con hinchas de fútbol. Vale la pena aclarar aquí, que si bien la posibilidad de acceso a cargos de la comisión directiva no se restringe a hombres, e inclusive mujeres integran sus listas, son los hombres los que poseen los cargos más altos de gestión, y los que dedican más tiempo y esfuerzo a la gestión del club. Pierre Bour-dieu (2007) sostiene que una de las condiciones sociales de posibilidad de acceso al campo político es el tiempo libre y que la primera acumulación de capital político es el caso de gente dotada de un excedente económico que le permite distraerse de las actividades productivas. En este sentido, los dirigentes del club generalmente suelen ser hombres dedicados a profesiones liberales, como la abogacía, la ingeniería o la economía. Como sostienen varios autores que han estudiado los vínculos entre clubes y política (Frydenberg 1995; Moreira 2010; Daskal 2010) el caso de los clubes argentinos, que son asociaciones civiles sin fines de lucro, es particular por el amateurismo de sus dirigentes, los cuales son elegidos en elecciones por los asociados. Sin embargo, como se ha podido observar en el campo, las mujeres ocupan lugares importantes en la institución a pesar de no ocupar cargos de gestión.9 Como sostienen Elías y Dunning (1992), hay varios tipos de actividades de tiempo libre que van desde las actividades domésticas, hasta el descanso, la sociabilidad, o la práctica de deportes. De modo tal, que la dedicación a la gestión del club no pasaría solo por disponer de tiempo libre del trabajo, sino a su vez por una organización familiar y de la vida cotidiana que permita a las personas disponer de tiempo y recursos para dedicar al club. Laura, una arquitecta con un puesto en la comisión directiva anterior, recalcaba que el tiempo que le dedicaba al club eran “horas que me pierdo de estar con mis hijas”. Por su parte, como analizamos en otro trabajo en el cual resaltábamos el lugar de los afectos en la política, el rol fundamental de Laura en dicha gestión tenía mucho que ver con su rol como pareja del ex presidente de la institución. Si bien no es el objeto del presente texto analizar el rol de las mujeres en la política del club, creemos que estas aclaraciones valen la pena ya que nos dan pautas para comprender cómo en este caso el género opera de un modo particular en las relaciones que fui estableciendo en el campo, las informaciones a las que fui accediendo y en los modos en que fui construyendo las datos.

Siguiendo con la descripción de la reunión, mis ganas de encontrarme con Rodolfo no eran muchas, sin embargo acepté porque creía que “me serviría para la tesis”. Llegué a la reunión y Rodolfo ya estaba esperándome. Entramos al bar, nos sentamos y pedimos unas bebidas. Me explicó que él quería “alguien que le ayude a entender cómo funcionan las relaciones sociales en el club”, ya que a pesar de poseer una especialización en gestión deportiva, se encontró con “una institución que funcionaba de una manera sectorizada y desorganizada”. Sin terminar de entender mi tarea, acepté sin reparos ya que creía que el estar a su lado me permitiría acceder a nuevos universos de relaciones sociales y significados, a cambio, le dije, que todo lo que observara pudiera ser parte de mi tesis.

Lo primero que hice junto a Rodolfo fue comenzar a asistir a las reuniones periódicas que mantenía con los distintos representantes de los deportes, al mismo tiempo que con empleados y socios. Estos espacios se constituyeron en instancias privilegiadas de diálogo y gestión de la comisión directiva integrada por los “jóvenes deportistas” y los “técnicos”10 (como Rodolfo) con las subcomisiones encargadas de organizar los distintos deportes. Finalizadas las reuniones, Rodolfo y yo nos tomábamos un café, charlábamos sobre lo conversado y compartíamos impresiones. Pero con el correr de los días, nuestras conversaciones desbordaban lo meramente institucional y se iban haciendo cada vez más personales. A su vez, los llamados y mensajes que Rodolfo me mandaba eran cada vez más frecuentes. Si bien yo sospechaba que en esos mensajes y conversaciones se escondía un interés amoroso o sexual por parte de Rodolfo, intentaba no darle importancia y aprovechar esos espacios para hacer trabajo de campo. En una oportunidad, luego de una larga conversación en la que se mostraba visiblemente angustiado por una serie de confictos que venían teniendo lugar con los empleados y dirigentes (de los cuales él constantemente se distanciaba al referirse a sí mismo como técnico), me comentó: “Igual te cuento un secreto, pero por favor no digas nada de esto en la tesis”. A continuación, me relató con lujo de detalles una serie de problemas que venían teniendo lugar entre distintas facciones de la comisión directiva, que respondían tanto a adhesiones políticas más amplias, como a rencillas personales, como a disputas deportivas. Yo estaba fascinada por la información que Rodolfo me había revelado, y creía que era fundamental para comprender la política en el club. Sin embargo, le había prometido que no iba a decir nada, además de que creía que sería inmoral develar esa información que Rodolfo me había confiado en un espacio del cual dudaba si era el campo. Rodolfo mezclaba en sus relatos problemas personales, con cuestiones institucionales, y yo no sabía cómo manejar esa información. Más tarde, habría de confesarme que no solo me había llamado para trabajar junto a él porque creía que una socióloga lo ayudaría a comprender las relaciones sociales en el club, sino porque me había visto en reuniones anteriores, le había gustado y quería conocerme mejor.

A diferencia de Moreira (2006), quien describe el modo en que los hombres de la hinchada se posicionaron como “guardianes de su integridad física y moral”, en mi caso, el ser mujer operó como un rasgo que me permitió acceder a nuevos espacios en el campo. A pesar de sentirme incómoda por los intentos de seducción de Rodolfo, la posterior reflexión sobre estos acontecimientos, en los cuales el género operaba como un condicionamiento fundamental, me permitió dar cuenta de una dimensión fundamental de la investigación, sobre el modo en que las mujeres se vinculan con la política en el club. Laura, una de las personas más importantes de la gestión anterior, estaba allí, fundamentalmente, porque era la pareja del presidente.11 En el club, las mujeres acompañan.12 Con el correr del tiempo fui comprendiendo que, acompañando a Rodolfo por las reuniones y siendo su confdente, comencé a participar de la política en el club sin proponérmelo. Rodolfo me escuchaba, me preguntaba y atendía a mis demandas. Distintos representantes de subcomisiones deportivas, acudían a mí con inquietudes, las cuales yo le transmitía a Rodolfo, quien inmediatamente se ponía en campaña para resolverlas.

A su vez, otra dimensión cobra relevancia a partir del vínculo con Rodolfo. La información que me cuenta como secreto puede entenderse bajo la lógica maussiana del don. Rodolfo conocía mi interés por la “política” en el club, a diferencia suya, que es un “técnico” a quien “no le importa para nada la política”. Así, me otorga cierta información que supone que me va a interesar, pidiéndome discreción y calificándola como “un secreto”. Al hacerlo, se configura una relación de poder, ya que como sostiene Simmel (1987: 380) “el secreto comunica una posición excepcional a la personalidad: ejerce una atracción social determinada, independiente en principio del contenido del secreto, aunque creciente según que el secreto sea más importante y amplio”. Poseer cierta información, inviste al poseedor de cierta autoridad. Al confiarme esa información, me incluyó en un nosotros reducido por el cual circulaba cierta información. Como sostiene Mauss (1979), los intercambios no pueden dejar de ser analizados sin tener en cuenta las obligaciones morales entre los contrayentes de la relación. Yo cumplí con mi parte, y a pesar de mis deseos de retomar en la tesis la información sobre las disputas personales y políticas que Rodolfo me había dado, entendí que el secreto que él me había contado valía más en su forma que en su contenido (Renoldi 2014). Es decir, en este caso, el secreto, me hablaba del lugar de las mujeres en la política del club, del modo en que se juegan las relaciones de poder, y al mismo tiempo, ponía a prueba mi confianza. Opté por no revelar esa información, creyendo que si efectivamente era significativa para los actores, aparecería de otras maneras en el campo.13 En este sentido, las palabras de Guber (2001: 49) fueron esclare-cedoras para pensar este vínculo:

El investigador puede predefinir un “campo” según sus intereses teóricos o su sentido común, “la villa”, “la aldea”, pero el sentido último del “campo” lo dará la reflexividad de los nativos. Esta lógica se aplica incluso cuando el investigador pertenece al mismo grupo o sector que sus informantes, porque sus intereses como investigador diferen de los intereses prácticos de sus interlocutores.

Con el correr del tiempo, Rodolfo había dejado de invitarme a las reuniones en el club, aunque seguiría llamándome, “pero no hablemos de trabajo”, resaltaba. Entendí que hasta ahí había llegado mi campo “predefinido”, o al menos, los datos que podía llegar a construir en mi relación con él.

“Si querés grabá, pero yo voy a desmentir todo”: desconfianza y secreto en la producción de alteridades políticas

En este apartado se buscará reponer el modo en que el antagonismo y des-confianza que un interlocutor establece en su relación con mi investigación, aparecen como una clave de comprensión del modo de producción de al-teridades en la disputa por el control político de la institución. Se muestra cómo el secreto es un recurso movilizado para una imputación moral que se asocia a la política.

En mayo de 2016 me reuní con Darío, un importante dirigente del club. Lo había encontrado unos días antes en una festa que había tenido lugar en el polideportivo del club, donde me comentó que quería charlar conmigo, ya que había leído un trabajo mío, que según él, estaba “plagado de inexactitudes”. Le pregunté a qué se refería, pero dicha conversación se hacía muy difícil en ese contexto, en el cual Darío era requerido para charlar por las distintas personas que se lo cruzaban. Socios, deportistas, empleados, amigos, todos querían saludarlo, comentarle “un tema” o hacerle alguna pregunta. Quedamos en reunirnos más adelante en un café del centro de la ciudad.

Darío es abogado. Militó durante sus años de estudiante y algunos más en el Partido Socialista de La Plata. Allí adquirió algunas de las competencias que le permitieron, con 31 años de edad, convertirse en un importantísimo dirigente en la institución, tales como la habilidad para hablar en público, “los modos de generar un sentimiento de pertenencia, que es clave para un partido chico como éramos nosotros, todo eso lo aprendí en esos años. El resto, por jugar al hockey toda la vida”, me comentó. Durante muchos años fue el capitán del equipo de hockey masculino, terreno que le permitió, luego de varios años, convertirse en un referente para el resto de los jugadores y jugadoras, al mismo tiempo que posicionarse como la cara visible en el conficto acerca de la venta del patrimonio del club, y una de las personas capaces de ponerse al frente de la gestión del club.

Sentados en la mesa del bar, mientras yo garabateaba cosas en un cuaderno, le comenté que hacía un tiempo que tenía pensado entrevistarlo a él y a otros chicos de la comisión directiva y que esta fue la oportunidad para comenzar con estas charlas, para empezar a tener esa otro visión, ya que él decía que yo tenía una visión parcial. Le pregunté si lo podía grabar, me dijo que no. Se rió. Lo miré sorprendida (nunca me había pasado que no me dejen grabar) Entonces me dice: “Si querés grabá, pero yo voy a desmentir todo, no me voy a hacer cargo de nada”. Me quedé helada. Entonces le dije que no había drama, y le aclaré: “Mirá que todo lo que vos digas que no quieras que salga de acá queda entre nosotros, no es una investigación periodística”. Me dice: “Lo que pasa es que quiero explicarte algunas cosas, que no quiero que queden grabadas” (Fragmento de registro de campo, 26 de mayo 2016).

Por primera vez, durante los casi cuatro años que llevaba haciendo trabajo de campo, un interlocutor se había negado a que lo grabe. Más allá de mi sorpresa,14 yo siempre había pensado que mi investigación era inocua para aquellas personas investigadas. A su vez, estaba convencida de que como Geertz “no estudia aldeas sino en aldeas” (Geertz 1992) yo no estudiaba el club, sino en el club. Es decir, el club era el lugar en el cual yo estudiaba los vínculos que las clases medias platenses establecen entre sociabilidad, deporte y política. Argumento difícil de explicar a mis interlocutores, particularmente en contextos en los cuales nuestras investigaciones están al alcance de todos, como sostiene Gil (2006) cuando afirma que actualmente los controles nativos nos ponen ante una nueva prueba ya que fscalizan nuestras conclusiones y posturas, no desde lo académico, sino desde las teorías emic.

A pesar de que la conversación había sido para mí amena, y me parecía que nada de lo que me había contado era tan grave como para “desmentir todo”, Darío había leído una ponencia en la que yo buscaba, a partir de la descripción de la escena de esa asamblea multitudinaria en que “se salvó el club”, dar cuenta de la multiplicidad de actores que formaban parte de ella, los cuales ponían a jugar diversos sentidos sobre la política basados en trayectorias personales, familiares, políticas y deportivas. Mi mayor error fue, para él, haberlo asociado a lo que siguiendo los aportes de Moreira (2010), llamaba “los viejos dirigentes”.15

Vos ponés no solo que soy un arribista, sino que estoy ahí porque soy hijo de mi papá (un antiguo dirigente del club). Y me asociás con Domínguez (ex presidente del club) como si fuésemos lo mismo, y no somos lo mismo.

Y desconfiando de mis intenciones, proseguía:

D: ─ Vos reconstruís esa asamblea y lo haces desde un lugar, de parte… (piensa, se queda callado). Perdoname, no sé bien cómo hablarte.

J: ─ (Pienso) Mirá, si te sirve que te diga esto, yo ya no tengo nada que ver con la gestión anterior. Ni con nada que tenga que ver con algo más político en el club. Yo estoy acá como socióloga, tengo que hacer una tesis.

D: ─ Si, a eso iba…

reflexionando sobre el encuentro, y en particular estas últimas palabras, comprendí luego que en sus reparos, en sus dudas, en sus amenazas de desmentir lo publicado en mis textos, se veía que Darío no confiaba en mí. ¿Cómo iba a hacerlo, si él había “salvado el club” de gente como yo? Ese dinamismo de mis roles en el campo, que yo creía haber resuelto de la mejor manera posible, siendo consciente de los lugares que fui ocupando a lo largo de la investigación, objetivándolo en mis textos o registros, no era claro para mis interlocutores. Y mucho menos para Darío, que había sido el principal opositor a la gestión de la cual yo había sido parte, gestión que para él se caracterizaba por los “secretos”, los “negociados”, la “corrupción” y los “intereses ocultos”. Yo nunca fui reconocida por él como etnógrafa, sino que principalmente era alguien que hacía una tesis sobre el club, vinculada a la gestión anterior. En sintonía con Frederic, quien sostiene:

La lucha del etnógrafo por ser tomado como tal es condición de la negociación del rol, el recorrido por distintos aspectos del universo subjetivo de los informantes. Y es aquí donde radica la productividad del trabajo de campo etnográfico, en la capacidad de acceso a distintos fancos del marco de referencia de los sujetos para así construir la perspectiva del actor (1997: 101).

En mis intentos por distanciarme de mi posición como miembro de la comisión directiva anterior fui transitando diversos roles (socióloga que hace una tesis, nadadora, socia vinculada a la anterior gestión). Hubo un rol que no supe anticipar. “Perdoname, no sé cómo hablarte”, fueron las palabras de Darío, quien no solo no confiaba en mí por haber sido parte de la anterior gestión, sino que había encontrado en mis textos interpretaciones que lo habían ofendido. Buscaba acercarse a mí para aclarar lo que él entendía como errores en mi texto, pero no sabía qué iba a hacer con esa información. De aquí, se desprenden dos argumentos: el primero, de orden metodológico, acerca del creciente control que los informantes ejercen sobre el proceso de investigación. Garriga Zucal (2012: 22) reflexiona sobre el desafío que representa, para los que hacemos antropología en casa, el estar sujetos a la evaluación de nuestros interlocutores.

Las relaciones de campo no terminan cuando uno se pone a escribir, sino que esta etapa del trabajo etnográfico es parte del diálogo etnográfico. Tal vez, esta es la parte más compleja del diálogo antropológico donde los intereses de las dos comunidades se muestran en tensión; pero producto de esta complejidad, posiblemente, sea la parte más rica.

La circulación de nuestros textos por ámbitos no académicos pone a prueba a nuestras relaciones de campo, y al mismo tiempo, enriquecen nuestros análisis. Incorporando el modo en que nuestros interlocutores nos ven, sus enojos, sus retos y sus desafíos, pluralizamos nuestra mirada sobre el mundo social que buscamos comprender. El segundo, de orden analítico, acerca de los criterios nativos de valoración diferencial del secreto: el mismo actor en un contexto impugna el secreto, invistiéndolo de un estigma moral negativo asociado a la política, y en otro, como en la situación etnográfica en la que me impide grabar y me advierte que va a desmentir todo, lo performa. Consideraciones finales: el secreto como estructurador de las alteridades políticas en el club

El secreto, por lo demás, no vale los caminos que me condujeron a él. Esos caminos hay que andarlos. (Borges, El Etnógrafo)

Tras finalizar la asamblea extraordinaria del 16 de agosto del 2014, en la que los socios votaron por no vender parte del patrimonio del club, un socio de unos 55 años, pidió la palabra para agradecer “a los socios de bien, los que queremos al club y no tenemos ningún otro interés oculto, por habernos ayudado a salvar al club”. Fue aplaudido de pie por la mayoría de los presentes. Este relato encuentra su trasfondo en una serie de acusaciones a la comisión directiva del momento, entre las que se encontraban “negociados ocultos”, “intenciones secretas”, “aspiraciones políticas”, “corrupción”, “falta de transparencia en la toma de decisiones”.16

Como mostré al inicio del trabajo, partía de la hipótesis de que los dirigentes del club me ocultaban sus verdaderas intenciones cuando yo les preguntaba por sus tareas de gestión en el club. Del mismo modo que una parte de los socios acusaba a los políticos de tener intenciones secretas, yo también creía que los políticos me ocultaban información y que mi tarea consistía en encontrar eso que ellos me ocultaban, para dar cuenta de los modos en que se jugaba la política en el club.17

Renoldi (2014) sostiene que el secreto como forma es más importante que su contenido. A lo largo de este artículo pudimos reponer una representación empírica del secreto más que como anomalía, como instancia estruc-turadora de vínculos sociales, reconstruyendo el modo en que en esta con-figuración social específica el secreto es investido de estigmas morales, con el propósito de establecer fronteras simbólicas entre grupos, componiendo una alteridad degradada que identifica al secreto y la política, y un nosotros moralmente superior.

Se ha podido observar que lo secreto ha ido configurando distintos tipos de relaciones sociales. Contar un secreto, oficia de don, que debe ser luego devuelto en forma de contradon. Por otra parte, la suposición de mis intenciones secretas por parte de mis interlocutores, configura relaciones de desconfianza, sospecha. Darío no confía en mí, porque para él, antes que investigadora, soy parte de esa comisión directiva que hacía política desde lo secreto. A partir de esa categoría, en oposición a ella, la nueva comisión directiva compuesta por “jóvenes deportistas” y “técnicos”, crean una comunidad política de referencia (Frederic 2004) que excluye tanto a los “políticos”, como a los “arribistas”. Los valores morales deseables de esa comunidad de referencia son el amor al club, la no intromisión de intereses políticos ajenos a la historia del club, el lugar destacado que los deportistas tienen en tanto miembros de esa comunidad. Los dirigentes lo sabían. También los “jóvenes deportistas”. Jugar el juego político de la institución, con competencias adquiridas en otros espacios sería un error en un contexto donde priman otros valores y tradiciones. Los vínculos con los partidos tradicionales existen, y tienen un papel importante. Proveen de experiencia a los dirigentes y de capital social, pero esos capitales, en las situaciones de interacción específicas que analizamos más arriba no son desplegados ni mostrados, porque de lo que se trataba, en definitiva, era de “salvar al club”. Lo secreto aparece en este ámbito como categoría para hablar de la moral. Ambos grupos (jóvenes deportistas y viejos políticos) establecen clasificaciones morales en torno a las nociones de lo secreto, lo oculto y su contraparte, la transparencia, a través de la cual se delinean discursos políticos y políticas de gestión.

Uno de mis mayores errores había sido mezclar esos “mundos hostiles” (Zelizer 2009) que en el club deben, necesariamente, permanecer separados. Política, deporte, afectos, familia y negocios no se mezclan, como bien mostró Losada (2007) al comprender la expulsión de la política como eje estructurante de los clubes sociales de las elites como una de las condiciones necesarias para que estas pudieran consolidarse y contribuyeran así a aquel propósito.

Podemos pensar, que la traición es una contracara del secreto. Cuando publicamos nuestras investigaciones, y quedamos a merced del juicio de nuestros interlocutores, corremos el riesgo de ser acusados de traidores, espías y tememos por la continuidad de nuestras relaciones de campo. Es el riesgo que debemos correr cuando nos convertimos en el instrumento de investigación (Guber 2001) y asumimos que durante el tiempo que realizamos nuestras investigaciones, pasamos a configurar el mundo social que buscamos comprender. Sin embargo, quedan aristas por resolver: como se habrá podido observar, en este texto no solo no se reveló el nombre del club, sino que tampoco se ahondó en la descripción de los cargos de gestión de mis interlocutores. El temor a que se interrumpan las relaciones de campo en el proceso de escritura de la tesis doctoral opera con fuerza mientras escribo, y me pregunto si el texto sería el mismo si no estuviese sometido a la mirada nativa.

 

Notas

2.  Vale la pena mencionar aquí que en estas etnografías, lo secreto aparecerá según el caso bajo la forma de rumor, sospecha o chisme, todas formas sociales que revisten sus especificidades, pero que aquí nos permitimos agrupar con fines analíticos entendiendo que todas ellas nos permiten reflexionar sobre aquellas informaciones que son calificadas como secretas, es decir, que deben permanecer ocultas, o cuya circulación debe quedar reducida a un número pequeño de personas.

3. De ahora en más, siguiendo el lenguaje nativo, nos referiremos a la institución como “el club”. Dicho esto, vale la pena mencionar que los conceptos nativos y los registros de diálogos informales aparecerán entrecomillados en el texto, mientras que los fragmentos de entrevistas irán en cursivas.

4. La deuda generada con esta institución, en su mayor parte, se debe a la falta de aportes que la institución le realizó a la entidad.

5.  La propuesta de la comisión directiva consistía en vender la sede de Punta Lara por una suma de 20 millones de pesos, propuesta que debía ser sometida a votación ante los socios en asamblea

6. La asamblea en que los socios rechazaron la venta de la sede náutica, comenzó a caracterizarse en las redes sociales, en los periódicos locales y en los discursos nativos como la asamblea en la que los socios “salvaron al club”. Un año después, el 16 de agosto de 2015, se comenzaría a conmemorar esa fecha como “El día del socio del club”.

7. Los principales periódicos de la región, el diario El Día y el diario Hoy, cubrieron detalladamente el conficto, el cual se instaló en la sociedad como tema de debate. En efecto, durante ese tiempo, personas ajenas al club se acercaban a preguntarme si sabía qué estaba pasando en el club, muchos de ellos posicionándose en las distintas posturas.

8. Los nombres de los interlocutores fueron modificados para preservar su intimidad.

9. Aquí podríamos establecer un paralelismo con los trabajos sobre género en las Fuerza Armadas. Así, Masson (2010) sostiene que el lugar tradicional de las mujeres en las Fuerzas ha sido el de esposas de los integrantes, y que el problema surge cuando la institución tiene que integrarlas como pares de los hombres.

10. La distinción entre deportistas, políticas y técnicos es fundamental para comprender las tramas relacionales y de sentidos en torno a la política al interior de la institución.

11.  “Sino ya me hubiese rajado”, comentó en una conversación el día 24 de mayo de 2013.

12. En efecto, refriéndose al proceso de movilización encarado por los deportistas de hockey masculino, Darío sostuvo: “Ellas acompañan el cambio, nosotros ascendimos después de 26 años, tenemos que dar el ejemplo, y las mujeres nos acompañan”. Si bien en este texto no se trabajará el vínculo entre deporte y política, esta frase es interesante no solo para pensar el rol de las mujeres en la participación política, sino cómo esta va de la mano de los desempeños deportivos.

13. En este sentido coincido con Victoria Gessaghi (2014) al afirmar que “el terreno puede ponerte nervioso y que –lejos de ser un contrato entre iguales– es necesario comprender el ‘campo como conficto’. Dicho de otro modo, como una configuración de relaciones intersubjetivas que son negociadas constantemente, que no son simétricas (varían de acuerdo a las relaciones de género, de edad, de clase, etcétera) y que cambian a lo largo del tiempo” (2014: 162).

14. Y la pregunta (que no será trabajada aquí) que este malentendido habilita acerca de la necesidad o no de realizar entrevistas grabadas.

15. En un trabajo sobre la política en el Club Independiente, Moreira (2010) muestra que los “viejos dirigentes” son aquellos que “obtienen su reputación por una serie de principios tales como la pertenencia a un linaje familiar y la trayectoria personal en el club, donde el prestigio está dado en función de acreditar relaciones de parentesco con un fundador del club, o con algún creador de un hito de la historia deportiva”. Los “nuevos dirigentes” son los paracaidistas a los ojos de los “viejos”, aquellos individuos que ingresan al campo del deporte con posiciones de poder ganadas en otros campos, y que al no ser parte de esa historia del club, no estarían en condiciones de llevar a cabo una política a favor del deporte y no a favor de sus intereses personales.

16.  Todas estas categorías surgen de conversaciones informales, reuniones, entrevistas, notas en periódicos.

17.   Boltanski (2016) insertaría este tipo de lecturas en el espectro de la “sociología de las sospechas”, un tipo de análisis que al basarse en las “hipótesis intencionalistas” reduce toda acción a una intención consciente (pero oculta y malévola). Para no caer en estas “teorías del complot”, el autor sostiene que la sociología debe renunciar al juicio, sobre todo con respecto a los individuos y sus acciones.

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