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Apuntes de investigación del CECYP

versión On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP  no.29 Buenos Aires jun. 2017

 

Lecturas en debate

Rumores, chismes y secretos en la producción social de lo verosímil

Rumors, gossip and secrets in the social production of the plausible

 

César Ceriani Cernadas1

1. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - Universidad de Buenos Aires - CONICET.


Resumen

El ensayo propone una revisión de trabajos sociológicos y antropológicos referenciales sobre el rumor y el chisme, argumentando su factible articulación con las prácticas del secreto y la producción de lo verosímil. La lectura crítica se ordena en base a dos dimensiones positivas e interrelacionadas que vehiculizan estos fenómenos: la construcción de fronteras sociales y reputaciones personales y la demarcación de clivajes de poder. Unido a esto, y como hipótesis tentativa, el ensayo propone articular la producción de rumores/chismes y secretismos en tanto formas opuestas y complementarias de la imaginación moral. Para ello, se toman en consideración central el modo en que dichos fenómenos conforman idiomas de intimidad social, insertos en gramáticas locales del poder y epistemologías colectivas acerca de lo creíble.

Rumores; chismes; secretos; verosimilitud.

Abstract

The essay proposes a review of sociological and anthropological refer-ence works on rumor and gossip arguing its feasible articulation with the practices of secrecy and the production of the plausible. Critical reading is ordered based on two positive and interrelated dimensions that convey these phenomena: the construction of social boundaries and personal rep-utations and the demarcation of cleavages of power. Linked to this, and as a tentative hypothesis, the essay proposes to articulate the production of rumors / gossip and secretisms as opposing and complementary forms of moral imagination. For them, the central consideration is the way in which these phenomena form languages of social intimacy embedded in local grammars of power and collective epistemologies about what is credible.

Rumor; gossip; secrets; plausibility.


 

“Los hechos pueden ser tan engañosos, mientras los rumores, verdaderos o falsos, son a menudo reveladores”, declaraba el coronel nazi Hans Lan-da ante la aturdida mirada de Monsieur LaPadite en la escena inaugural del flm Inglourious Basterds (2009) de Quentin Tarantino. La frase de Landa instala, con la fuerza de un aforismo, la potencialidad sociológica que los rumores, chismes y secretos adquieren en la construcción social de lo verosímil, tópico que da origen a este ensayo de revisión sobre estudios referenciales al respecto. Nuestra discusión priorizará las indagaciones sobre rumores y chismes con el propósito de que habiliten una vinculación sobre la problemática del secreto y el secretismo. En este sentido, en la introducción del ensayo se vislumbran los vínculos entre ambos fenómenos, en su desarrollo se exploran los aportes más significativos sobre el rumor y el chisme, y en la conclusión se reintegran las articulaciones con el secreto y el campo de lo verosímil abriendo hipótesis para futuras exploraciones.

Notamos así que estos fenómenos dan cuenta de una amplia cantera de creencias, valoraciones y comportamientos sugestivos para la indagación socio-antropológica. Rumores y chismes expresan el modo en que se configuran determinadas relaciones sociales, donde el “decir algo” sobre el otro, sea un individuo o un grupo, aparece como fundamental. El intercambio y regulación de la información, que a su vez se recrea en la circulación oral o escrita, constituye el motivo central de estas prácticas. Aquí develamos una conexión clave –sobre la cual volveremos al final del ensayo– entre la producción de rumores o chismes y las prácticas del secreto. Como reveló Georg Simmel (1908) en su estudio seminal sobre el secreto y las sociedades secretas, toda vida social está fundada en el intercambio de información acerca de lo que la gente es, aquello que se espera del otro (individual o colectivo), y sobre cómo se regula dicha información. Las prácticas del secreto, al igual que las del rumor y el chisme, “son factores de pertenencia, de distinción y de reconocimiento social” que operan en rupturas, transformaciones y selecciones mediadas en la “transferencia de informaciones” (Giraud 2006: 16, 195).

Los rumores y chismes unen a grupos y personas y, a su vez, los separan de otros, constituyen formas de comunicación que reifican o disputan imaginarios morales y conforman instancias donde se exponen relaciones de estatus y asimetrías de poder. Es factible, asimismo, ubicar a estos hechos en un mismo campo semántico, pero distinguiendo algunas particularidades ligadas a los temas y agentes que involucran su creación. Los rumores, entonces, suelen conectar en sus interpretaciones hechos locales con circunstancias regionales o globales. Los chismes, por su parte, tienden a exponer juicios cotidianos sobre terceros conocidos pero ausentes (cf. White 2000a; Steward y Strahern 2004; Zires 2005). Como las leyendas urbanas y los mitos, rumores y chismes presentan una diversidad de versiones que potencian su circulación en los diversos pliegues hermenéuticos, imaginativos y valorativos que los sustentan (cf. Morin 1968; Mullen 1994; Bialogorski 1999).

Los primeros estudios sistemáticos del rumor provinieron de teorías psicológicas y psicosociales como la Gestalt, el conductismo y el cognitivismo (cf. Allport y Postman 1947; Festinger 1948). Si bien tuvieron el mérito fundante de objetivar el fenómeno para ensayar un análisis pormenorizado sobre sus formas de producción, desde una mirada sociológica, estos dan cuenta de un enfoque fuertemente normativo, donde los rumores son ligados taxativamente a la distorsión de la verdad y la instrumentalización política (tengamos presente que la Segunda Guerra Mundial y luego la Guerra Fría fueron contextos determinantes en estos primeros estudios). En este sentido, coincidimos con Margarita Zires (2005: 19), en que es la dimensión sociocultural del rumor, y no la técnica, física y normativa, la que nos interesa: “aquella que nos pone en contacto con la memoria colectiva, con la producción de lo verosímil en un contexto sociocultural”. Tengamos presente esta última referencia, que luego retomaremos, sobre los “regímenes de verosimilitud” que escenifican los rumores en pos de comprender su vinculación con la construcción de intrigas sobre comportamientos signados como secretos y perniciosos en clave de pactos, contratos o conjuras.

Lejos entonces de situarse como una patología comunicacional, una psicosis colectiva o una mera estratagema política, estos fenómenos cotidianos y de variable duración expresan el modo en que se configuran determinadas relaciones sociales en contextos y situaciones concretas. A caballo entre la explicación y la comprensión, rumores y chismes tematizan valo-rativamente problemas sociales que son interpretados en su circulación. En ciertos casos, las murmuraciones adquieren fuerza perlocucionaria y devienen en performances orales activas en la producción de nuevos acontecimientos. Ejemplos vinculados a episodios de violencia colectiva, como saqueos, “estallidos”, “puebladas”, linchamientos y represiones masivas de fuerzas de seguridad son aquí consecuentes. También casos antagónicos sobre personas movilizadas por rumores utópicos que expresan deseos de conexión con potencias sagradas o seculares que permitan subsanar dolencias o situaciones críticas (cf. de Ípola 1997; Comarof y Comarof 2000; Auyero 2007; Ceriani Cernadas 2010).

En base a estas consideraciones, sostenemos la posibilidad de presentar a continuación una abreviada lectura crítica discriminando dos dimensiones positivas e interrelacionadas que vehiculizan los fenómenos sociales del rumor y el chisme: la construcción de fronteras sociales y reputaciones personales, y la demarcación de clivajes de poder. La clasificación –como todas– es abstracta y arbitraria y no se condice con líneas teóricas discretas (funcionalismo, interaccionismo, estructuralismo, posestructuralismo, poscolonialismo, entre otras), aunque observaremos énfiasis diferenciales de estas en los diversos ejes. El objeto del ordenamiento establecido es pensar dos grandes líneas de abordaje que habiliten una reflexión comparativa sobre las formas simbólicas que asumen rumores, chismes y secretos en las dinámicas singulares de la vida social y la construcción de sus órdenes significativos.

Fronteras sociales y reputaciones personales: pertenencia, alteridad y moralidad

El chismear crea lazos de intimidad entre aquellos que lo hacen y, al hacerlo, se reimprimen valores sociales entendidos como prácticas experimentadas. Sobre esta tesis trabajó Max Gluckman (1963) para certificar el carácter de hecho social que reviste dicho fenómeno. Aquellos situados afuera del grupo social, advirtió el antropólogo sudafricano, “no pueden unirse en el chisme” y una manera importante de acrecentar relaciones y posiciones dentro de un grupo “es aprendiendo sus escándalos” (Gluckman 1963: 308). Estas premisas edificaron las primeras reflexiones teóricas sistemáticas sobre la función social del chisme y el rumor en el campo de la antropología, aunque el tema había sido analizado en etnografías o estudios de caso que describieron sus sentidos en el seno de diversas sociedades (cf. Colson 1953; Firth 1956).

La órbita de la teoría estructural-funcionalista que distinguió a la antropología británica entre las décadas de 1930 y 1950, con su correlato particular en la sociología parsoniana y la antropología cultural norteamericana, fue aquí decisiva. Al avanzar en la reflexión, Gluckman (1968) advirtió la necesidad de ensayar una doble articulación: la relación entre chismes, rumores y acusaciones de brujería, y la interpenetración de fenómenos morales, va-lorativos y emocionales (como la envidia, el amor, el odio, la frustración). En este espectro, el clásico trabajo de Julian Pitt-Rivers (1971) sobre la vida social de un poblado andaluz en los comienzos de la década de 1950, abrió una nueva estela de indagaciones en el campo de la naciente “antropología del mediterráneo” al posicionar las dimensiones valorativas (morales) de las prácticas del chisme vinculadas a los sentidos del honor, la reputación (familiar y masculina especialmente), el control social y el poder de la opinión pública, (cf. Campbell 1964; Szwed 1966; Pitt-Rivers 1968; Fonseca 2000; Villar 2000). En este enfoque se advierte la importancia teórica de las perspectivas holistas del estructuralismo sociológico, pero también de las referidas indagaciones de Simmel sobre el intercambio y control de la información como sustratos elementales en la producción social del secreto.

Integrando la teoría interaccionista de Erving Gofman y atentos con mayor fdelidad a los enunciados de Simmel, autores como Robert Paine (1967), Ulf Hannerz (1967) y Roger Abrahams (1970) avanzaron en exploraciones que posicionaron el rol decisivo del gossiper –respectivamente– en la gestión de la información, la construcción de redes interpersonales y las performances comunicativas para ganar prestigio en la arena de poder local. La dimensión pragmática e instrumental de los chismes se centra así, en la hipótesis de Paine, en el interés personal: “más allá de lo que pueda ser en un sentido funcional, (el chisme) es también un dispositivo cultural usado por el individuo para lograr sus propios intereses”, conformando una técnica para resumir e infuir en la opinión pública (1967: 282).

Por su parte, en el campo de la sociología pragmática norteamericana, Ta-motsu Shibutani (1966) compendió la primera obra sistemática sobre los rumores en el marco de una preocupación sobre la construcción colectiva de los problemas sociales, trabajo que profundiza la obra absolutamente pionera de su inédita tesis doctoral de 1940 “The circulation of rumors as a form o collective behavior”. Para encarar un estudio sociológico del rumor, afirmó Shibutani, es preciso observar cómo estos emergen de activas transacciones colectivas en situaciones de ambigüedad e incertidumbre social. Los rumores devienen así en ensayos de interpretación orientados a consensuar sentidos y resolver problemas sociales. En esta perspectiva, las situaciones de ambigüedad son determinantes: es en ellas donde la comunicación humana busca respuestas significativas, y no meramente “falsas” o “fantásticas”. Como señala el autor, “los hombres atrapados juntos en una situación ambigua tratan de construir una interpretación significativa sobre ella agrupando sus recursos intelectuales. Esto podría denominarse una solución colectiva de problemas” (1966: 17, traducción personal).

Ensayando una vía media entre las teorías sociológicas fundantes de Dur-kheim, Weber y Simmel, Norbert Elias y John Scotson (2000: 121-133) presentaron en su estudio sobre las relaciones entre “establecidos” y “marginados” un luminoso análisis etnográfico sobre el modo en que los “chismes despreciativos” y los “chismes elogiosos” conforman una dinámica verbal que refuerza las fronteras sociales entre grupos en desiguales posiciones de poder. Esta dinámica es proporcional a los lazos de interdependencia entre ellos. De esta manera, hay más chismes donde hay más interconexión social y viceversa, revelando así una correlación entre el grado de intimidad social y la afuencia de dichos y valoraciones sobre un tercero, tanto para reforzar como para denostar su reputación. Este alto grado de relaciona-miento implica mayor presión social entre y sobre sus miembros, plasmada en vínculos de amistad y enemistad, de competencias y alianzas, de presiones y rivalidades de estatus. También implica la existencia de un conjunto amplio de redes familiares, comités, asociaciones seculares (clubes) o religiosas (iglesias) y otros espacios (inclusive públicos como plazas u otros predios) que habilitan la formación de “centros de intriga” para la producción de chismes. En dichos escenarios de fuerte intimidad social, la competencia de chismes y el ranking de injurias entre los chismosos es también mayor. Los chismes procuran de este modo, señalan los autores, aceitar el ethos integrador de un grupo, no existiendo esa “función integradora” (o haciéndolo en forma mermada) en los grupos menos interconectados socialmente.

Más allá de los énfiasis teóricos o metodológicos de estos estudios referen-ciales observamos una pauta sociológica que conecta las múltiples aproximaciones al fenómeno: chismes y rumores exponen las dinámicas contradictorias de los vínculos sociales, visibilizan en sus temas las fragilidades de las relaciones colectivas y las posiciones personales, y los temores a su desmoronamiento. Sea por situaciones crónicas de tensión y competencia intergrupal, como en el caso de los chismes, o por coyunturas de incerti-dumbre y ansiedad social, como el caso de los rumores.

Sobre estas características se cifran las relaciones opuestas y complementarias que las habladurías tienen con los imaginarios y prácticas del secreto, particularmente en la producción de intrigas. Es factible sostener que las oposiciones nosotros/otros, inclusión/exclusión, mentira/verdad, oculto/ manifesto, creíble/inverosímil vinculan ambas prácticas ancladas en la comunicación, el control de la información y la ambigüedad del poder. Sobre este asunto nos detendremos en la siguiente dimensión esbozada.

Clivajes de poder: creencias, amenazas y contrasecretos

Entendidos como artes verbales de la imaginación moral, las murmuraciones se cocinan en el fragor cotidiano de las interacciones sociales, donde creencias, representaciones, categorías y nociones culturales son puestas a prueba en su performance y circulación. Según notamos de manera sintética en el punto previo, estas tienen incidencia en la construcción de conocimientos y discursos públicos donde se articulan maneras de expresar, defenderse o subvertir el miedo y la angustia colectiva. No es azaroso entonces que los períodos de tensión social ofrezcan un marco favorable a la producción de rumores al conformar instancias donde las categorías sociales se tornan ambiguas y sus significados inciertos y polivalentes. Allí, la “ambigüedad interpretativa” de las murmuraciones puede actuar, paralela o sucesivamente, tanto para “difundir alarmas exageradas o para ayudar a la gente a sobrevivir” (Steward y Strathern 2004: 30).

Como advirtió Emilio de Ípola (1982, 1997) en sus sagaces estudios sobre los rumores carcelarios (o “bembas”) en 1976 y el afaire crotoxina en 1986, el “nomadismo discursivo” de ellos pone en escena dos “piezas esenciales en la lógica que preside la constitución de las identidades colectivas”: “la creencia y la amenaza” (de Ípola 1997: 66). Bembas que afirmaban una liberación de presos políticos en fechas patrias de la Argentina de 1976 y movilizaciones públicas y mediáticas en 1986, producto del rumor utópico sobre la eficacia de la droga crotoxina para curar definitivamente todo cáncer conformaron poderosos “enunciados credógenos”, “lábiles, fexi-bles, adaptables” (de Ípola 1997: 85). Asimismo, su fuerza performática se sostuvo en carismáticas personas socialmente legitimadas como fuentes de aseveración, un sacerdote en el caso carcelario; un científico en el de la crotoxina. Aquí es posible articular las indagaciones de Abrahams sobre el chisme en la sociedad afro-caribeña de St. Vincent, donde corrobora los modos en que estos “no solo nos ofrecen pistas para sobre los dictados de la moral pública, sino también sobre los criterios nativos de una buena performance” (1970: 300).

Retomando lo adelantado al inicio, estas identidades colectivas y performances culturales que se ponen en juego en las prácticas comunicativas del chisme y el rumor definen diversos “regímenes de verosimilitud”, categoría que Zires (2005: 47) propuso en pos de edificar una teoría cultural en clave foucaultiana que permita la comprensión de la dimensión política de dichos fenómenos. Para ello, integrando la noción de “interdiscursividad” de Julia Kristeva, Zires acredita con rigurosidad una hermenéutica sobre los rumores y las formas en que ellos “ponen juntos” discursos diferentes que dan un “efecto de verosimilitud” a los relatos transmitidos.

Con el objeto de articular la dimensión sociológica del rumor propuesta por Gluckman y la gramática del poder colonial sobre los cuerpos bajo la inspiración foucaultiana, Luise White (2000a) analizó las historias sobre “vampiros” africanos en tanto historias orales socialmente significativas para comprender la experiencia colonial en el Congo Belga, Rhodesia del Norte, Nairobi y Uganda. Nuevos oficios y categorías sociales, nuevos procedimientos y tecnologías dan sustancia a múltiples relatos sobre bomberos, policías, cazadores profesionales y médicos, europeos o africanos bajo sus órdenes, que disponen sus agujas y medios de transporte para un solo y siniestro objetivo: succionar la sangre (a veces carne) de las víctimas, materia esencial para la reproducción de estos poderosos. La autora sitúa a estos rumores en su dimensión epistemológica: estas historias son explicativas, no meros relatos mentirosos o ilusorios, sino auténticas expresiones culturales e intelectuales africanas bajo el régimen colonial. El hecho de que dichas formas discursivas “activamente debaten, establecen y reestablecen los criterios para el éxito o el fracaso, el prestigio y el desdén” ofrece, desde la perspectiva de la autora, una sugestiva avenida para la “escritura de la historia de comunidades, de vecindarios y de regiones en íntimo detalle” (ibíd.: 58).

Siguiendo también la noción de “discurso” de Foucault. a través de un diálogo con las teorías de la interacción y la performance, James Scott (2000) posiciona al chisme y rumor como “artes de la resistencia”. En sintonía con lo argumentado por los autores arriba repasados, Scott afirma que los rumores prosperan con mayor eficacia “cuando ocurren acontecimientos de vital importancia a los deseos populares” y donde la información es difusa y ambigua (ibíd.: 175). Asimismo, revela la cualidad contrahegemónica que estos adquieren en tanto discurso social sobre el poder en grupos oprimidos que “leen” en ellos “la promesa de su inminente liberación” (ibíd.: 178).

Un ejemplo paradigmático de este género en el contexto histórico y cultural argentino refere a los rumores sobre seres no-humanos que habitaban en los ingenios azucareros de la zona del valle de San Francisco (Jujuy y Salta), conocidos por la gente como El Familiar, y cuya función básica era el consumo de la carne los trabajadores (cf. Isla 1997; Trinchero 2000; Gordi-llo 2002). Estos y otros relatos similares, de profundo arraigo en la memoria social de los heterogéneos trabajadores que migraban estacionalmente a los ingenios (sobre todo criollos de la región y cuantiosos indígenas del Chaco, los andes y el piedemonte andino), revelan en varios casos un carácter ambiguo y pendular entre el terror y la seducción. Imágenes terro-ríficas sobre estos seres monstruosos y el sentimiento constante de temor se fusionaron con visiones fascinadas sobre las cosas ocultas y los poderes secretos inscriptos en las tecnologías y el dinero de las personas o grupos (cf. Ceriani Cernadas 2008).

Palabras finales

En vistas de la conclusión de este ensayo y recapitulando los tópicos centrales que revisamos a partir de ciertos estudios claves, notamos que los actos comunicativos del rumor y el chisme se mancomunan en la intencionalidad de desenmascarar algo percibido como ambiguo y, como tal, valorado como peligroso o bien beneficioso para el grupo social. Qué desenmascaran rumores y chismes en sus diversas formas y circuitos de producción: cosas o acciones percibidas como secretas o encubiertas, sean pactos entre grupos de poder, seres monstruosos o bajas reputaciones morales en términos de conductas socialmente esperadas.

Es factible entonces, avizorando futuras exploraciones, pensar la producción de rumores/chismes y secretismos como formas opuestas y complementarias de la imaginación moral: ambos conforman idiomas de intimidad social insertos en gramáticas locales del poder y epistemologías colectivas acerca de lo verosímil. Ambos se construyen, negocian y redefinen en el fragor de la interacción humana en procesos históricos concretos y a partir de opiniones, presunciones y aseveraciones sobre los comportamientos de otros grupos o individuos. Finalmente, rumores, chismes y secretos constituyen hechos sociales producidos o circulados por agentes específicos conscientes de sus audiencias y públicos y de cómo lograr o evitar que estos asimilen una versión específica de los acontecimientos (Whi-te 2000b: 22). Pues estos últimos –como bien argumentaba el personaje Hans Landa– son fundamentalmente engañosos y opacos.

 

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