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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.10 no.1 Bernal jun. 2006

 

RESEÑAS

Anahi Ballent
Las huellas de la política. Vivienda, ciudad y peronismo en Buenos Aires, 1943-1955, Buenos Aires, Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes/Prometeo 3010, 2005, 273 páginas

 

Este estudio de Anahi Ballent sobre las políticas de vivienda, el Estado y la ciudad de Buenos Aires durante el primer peronismo provoca una pregunta: ¿Qué puede tener que ver la "revolución peronista" con los chalés californianos de los barrios de viviendas populares, que parecen sacados de una película de Walt Disney? ¿Cómo puede relacionarse esa misma revolución con los monobloques de viviendas, como el barrio Los Perales, o con el edificio de la Fundación Eva Perón, hoy Facultad de Ingeniería, cuyo estilo neoclásico ha hecho pensar en las construcciones de la Alemania nazi?
Es una pregunta de conexión, de entronque, de relación entre lo político y lo estético. Sobre cuestiones de este tipo abundan las respuestas simples; Ballent ofrece una compleja y elaborada. Por un lado está la dinámica del proceso político, la llamada "revolución peronista", y junto con ella la acción del Estado, -entre los impulsos del movimiento político y su procesamiento por la burocracia-, y también los discursos que la explican y que a la vez la constituyen. Del otro, la acción de los diseñadores y los constructores de viviendas -un grupo que incluye tanto el genio creador individual como el ejecutor de una disposición estatal-, sus diferentes saberes técnicos y el conjunto de modelos arquitectónicos disponibles, que son parte del movimiento internacional. En un contexto político que, con Raymond Williams, aparece como "impulso y límite", esos técnicos producen un resultado, o mejor dicho un conjunto de resultados, que en este caso van del citado chalé californiano, a los monobloques modernistas o el templo griego, tan variado como el contexto político en que se desarrollan pero, sin embargo, con alguna íntima coherencia.
En este libro hay una postulación teórica, y también una destacable capacidad profesional para desarrollarla. El primer saber de Anahi Ballent, el del arquitecto, la habilita para mirar las cosas desde el resultado: las casas, sus autores directos y sus imperativos profesionales. Su segundo saber, el del historiador, la lleva a recorrer el camino inverso: partir del Estado, sus políticas y sus discursos, y concluir en las viviendas. El resultado es satisfactoriamente complejo. Ni reduccionismo político ni autonomía estética: la vivienda es símbolo de un proceso político y también uno de sus instrumentos.
Vale la pena subrayar apenas dos aspectos del contenido de un libro complejo. No necesariamente aquellos más importantes para la autora, pero sí los que mejor permiten ensamblar sus aportes con otros estudios, y obtener una imagen cada vez más densa y compleja de los años peronistas. Aunque su centro está en el período 1945-1955, Anahi Ballent ha examinado muy cuidadosamente la década anterior, y más acotadamente, lo que ocurre desde fines del siglo XIX, pues el problema de la vivienda es parte central de la llamada cuestión social, y alrededor de él se realizan propuestas y se articulan discursos. Lo singular de la década de 1930 es la instalación de la cuestión de la vivienda, y sus temas anexos, en la agenda política, la elaboración fina de las distintas alternativas, e inclusive el desarrollo de las agencias estatales pertinentes. A la vez, es notoria en esos años la falta de una acción estatal consecuente, en parte por despreocupación de los dirigentes, en parte por incapacidad política para desanudar los intereses implicados.
Muchos han llamado la atención, en distintos campos, sobre esta situación, que contrasta con la actividad de la acción estatal desde 1943, cuando comienza a ejecutarse, con celeridad, mucho de lo que ya había sido pensado. Así lo ha señalado recientemente Susana Belmartino respecto de las instituciones de salud. Esto le permite a Anahi Ballent contextualizar la llamada "revolución peronista". Lo hace con fineza, combinando lo que hay de continuidad con lo que
hay de cambio. Se trata de la así llamada "voluntad política" del peronismo, pero también de las capacidades estatales para ponerla en práctica, un terreno donde en esos diez años peronistas se innova muchísimo.
Por otra parte, el texto está recorrido por el proceso social que considero central en la larga primera mitad del siglo XX argentino, hasta los años de 1960: el de la inclusión social, la integración, la movilidad y lo que en un cierto sentido puede llamarse la democratización de la sociedad. Una democratización que la revolución social peronista aceleró, hasta el punto de tornarla crispada y conflictiva, sin por eso modificar su sentido principal hacia la integración. En este libro, la inclusión se refiere a dos derechos. Por un lado, el de la vivienda, el clásico tema de la "casa propia", presente en cualquier narrativa sobre los procesos sociales del siglo XX. Por otro, el "derecho a la ciudad", que se relaciona con el proceso de constitución de Buenos Aires, la formación de los nuevos barrios, en el contexto de una configuración homogeneizadora -la "cuadrícula" que estudió Adrián Gorelik- y con la preocupación acerca de cómo podrían extenderse esos beneficios, asociados con una vida civilizada.
Sobre esta problemática clásica, Anahi Ballent plantea un ángulo de visión singular. Las políticas estatales oscilaron entre dos opciones. Una era la de construir barrios de casas populares, lo que significaba modificar fuertemente la ciudad existente. Otra, la de facilitar, a través del crédito estatal, que cada ciudadano repitiera la historia de la casa propia. Esto último, en el contexto de una ciudad con un diseño y una traza muy fuertes y llenos de significaciones, implicaba tanto ratificar ese diseño como extender sus beneficios, postergando para el futuro la cuestión acerca del límite posible de esa extensión.
Existen antecedentes de políticas sobre la relación deseable entre individuo, familia, vivienda, que venían siendo largamente discutidas, en la Argentina y en el mundo; se recuerdan en el texto las propuestas católica y socialista. Esto conduce a otra discusión importante dentro del peronismo. En un caso, la vivienda es una reivindicación social; se trata del reclamo de un derecho, del que algunos gozan, por parte de quienes, privados de ellos, integran la masa de los no privilegiados, los desheredados, el pueblo. En otro caso, la vivienda es considerada un instrumento de ordenamiento social, de intervención del Estado para regular y canalizar los conflictos de la sociedad.
Es fácil relacionar esto con un tema del peronismo: sus "dos almas" o dos campanas. La plebeya, en clave de demanda de rápida inclusión y de cuestionamiento del privilegio, y la estatal, en clave de organización comunitaria y armonía. Dentro de este tópico clásico, Anahi Ballent apunta el interés de una de sus variantes. El secreto del peronismo está en su capacidad para impulsarse en una tensión, que por eso debe ser siempre recreada. Un planteo homólogo al que se ha hecho en otros campos como las relaciones laborales o, por ejemplo, la cuestión familiar, en el reciente libro de Isabella Cosse sobre el orden familiar.
Hace unos cuarenta años, los historiadores sociales aspiraban a dar cuenta, de algún modo, de la totalidad. En ese punto coincidían el marxismo, la Escuela de Annales y las teorías de desarrollo, que eran los paradigmas fuertes. Hoy pocos creen en esos paradigmas, y por otra parte ha habido un prodigioso desarrollo, tanto de los objetos de la investigación histórica como de las perspectivas y métodos, que desborda cualquier ilusión de una "síntesis histórica". Creo, sin embargo, que la totalidad permanece, al menos como aspiración u horizonte, quizá como fantasía, siempre más allá de lo que efectivamente se puede conocer, pero capaz de impulsar los muchos sentidos de cada cosa específica. Frente a infinitas historias particulares, subsiste la inquietud acerca de cómo poner juntos los fragmentos. Y esto es posible cuando, desde un conocimiento específico, las preguntas con las que ese fragmento ha sido construido lo trascienden y apuntan a otros planos, a las articulaciones, las conexiones, o, como decía José Luis Romero, a los "entronques". Creo que es el caso de este ejemplar estudio de Anahi Ballent y, diría, de las obras que en paralelo han producido Fernando Aliata, Graciela Silvestri y Adrián Gorelik sobre la historia de Buenos Aires.

Luis Alberto Romero
UBA / UNSAM / CONICET

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