SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.10 número2La lección de escrituraLa provocación de La ciudad letrada índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.10 no.2 Bernal dic. 2006

 

DOSSIER: La ciudad letrada: hacia una historia de las élites intelectuales en América Latina

Una gesta antiépica

 

Beatriz Colombi

Universidad de Buenos Aires

 

Una abundante bibliografía crítica, de la que no podría dar cuenta ni siquiera sumariamente en este contexto, se ha producido en los últimos años sobre La ciudad letrada. En ella se coloca en el centro de la discusión, y en términos altamente polémicos, la representación del intelectual latinoamericano postulada por Rama.1 Este trasfondo orienta en alguna medida mi intervención, que se detiene en algunas de las elecciones de Rama, intentando destrabar su lógica. Considero que la lectura que hace Rama está articulada sobre un modelo subyacente, donde México hace las veces de caso testigo. De esta confrontación, derivo la hipótesis de una tensión irresuelta en la obra crítica de Rama, en lo que hace a la figuración del intelectual, entre la “gesta del mestizo” y la “gesta del letrado”. Postulo, por último, que ciertas omisiones del ensayo (el letrado fuera de la “ciudad letrada”, el letrado transculturador) son resultantes de una propuesta historiográfica reticente a cualquier dirección edificante.

1. México como caso testigo
Si bien Foucault establece la marca teórica dominante, como ha sido ampliamente señalado, es la conjunción de este pensamiento con los planteos de José Maravall en La cultura del Barroco, lo que provee el eje de coordenadas donde se asienta la tesis de partida del ensayo de Rama, es decir, la ciudad letrada como emergente de la política dirigista de la ciudad barroca. De este modo, el sector letrado criollo es consecuente con los objetivos del Estado virreinal, y acaso ningún ejemplo resulta más a propósito que los arcos triunfales de Sigüenza y Góngora y Sor Juana Inés de la Cruz en Nueva España dedicados a la llegada de los virreyes de La Laguna. A mi modo de ver, para sostener sus hipótesis, Rama acude de continuo a una tradición de larga duración como la mexicana, proyectándola como exempla a toda América Latina. La matriz mexicana se percibe en los estudios de caso que hacen las veces de prueba de sus argumentaciones (Bernardo de Balbuena, Sor Juana, Sigüenza y Góngora, Juan José Tablada, Justo Sierra, Mariano Azuela). La constatación no sorprende, ya Henríquez Ureña había señalado el carácter compacto de esta cultura en el contexto hispanoamericano: “México es el único país en el Nuevo Mundo donde hay tradición larga, perdurable, nunca rota”.2 Sumado a esta continuidad –rasgo imprescindible para sustentar la cohesión del planteo–, Rama destaca la vocación de poder del sector letrado sosteniendo que “pocos países como México revelaron en América Latina la codicia de la participación intelectual en el poder”,3 e insistiendo, más adelante, en el papel guía de México en América Latina (La ciudad letrada, p. 148). De este modo, México se convierte a lo largo del ensayo en el caso testigo que permite transitar desde la “ciudad ordenada” del primer capítulo hasta la “ciudad revolucionaria” del último (se recordará que el libro abre con Tenochtitlán y cierra con Azuela). Tanto en México como en los países con tradiciones virreinales fuertes, como Colombia y el Perú, es “donde había encontrado sus formas plenas la concepción de la ciudad letrada” (La ciudad letrada, p. 175), por eso el ensayo evita la puesta a prueba en otras áreas culturales, como el Caribe o el Cono Sur, al menos en la etapa colonial. Por eso también, y llegado al período de la modernización, Rama debe dividir los modos operativos de la La ciudad letrada en dos polos, México y el Río de la Plata, caracterizado el primero por el elitismo del equipo letrado, y el segundo por la democratización de su clase intelectual.
Pero para ir un poco más lejos en la pregunta por la impronta mexicana, es oportuno considerar un trabajo previo a La ciudad letrada, “La señal de Jonás sobre el pueblo mexicano” (1980) consagrado al estudio de la conformación de la nacionalidad en la colonia. El texto contiene un argumento que quiero rescatar aquí. Éste consiste en depositar en un “grupo intersticial”, la plebe, compuesto por mestizos, indios, negros, criollos pobres, aventureros y mulatos, la capacidad de operar el “esfuerzo transculturador” que llevaría a la conformación de los valores protomexicanos, restando importancia al protagonismo usualmente atribuido al sector criollo en esta empresa. Dice Rama al respecto:

En ellos encontramos algo bastante más importante que la tan mentada criollidad. Ésta, fue la ideología con que un sector superior de la sociedad (primero invocando sus irrisorios derechos hidalgos y luego por bases económicas muy firmes) procuró desalojar o, más bien, compartir con los españoles el mando y los beneficios coloniales, manteniendo sin cambio excesivo la estructura económica y social, por lo cual se tiñó, desde el comienzo, de una irracional nota de xenofobia que delataba su insuficiencia.4

Es en este texto donde Rama establece la crítica al grupo de los “criollos señoriales”, responsables de una representación devaluada y despectiva del “bajo pueblo”, no obstante y paradójicamente, estos criollos se harán luego eco de la formaciones e “invenciones” propuestas por la plebe.5 La confrontación entre La ciudad letrada y “La señal de Jonás” (que opera casi como su pretexto), permite analizar las variantes que ofrece Rama para pensar la dinámica letrada en sociedades colonizadas. Una de estas alternativas es la “gesta del mestizo”, donde ganan peso los procesos de resistencia, desarticulación, adaptación, apropiación, y transculturación, en la línea que conduce a Transculturación narrativa en América Latina (1982). Mientras que la segunda alternativa es “la gesta del letrado” o más propiamente, la “antigesta”, ya que se llega a ella a través de la estigmatización del sector criollo, que conduce a La ciudad letrada. En esta segunda instancia, impera el dispositivo disciplinario y ordenador, las jerarquías y la racionalización, la cooptación por el poder y el Estado.

2. El relato, las selecciones
La ciudad letrada propone un sistema explicativo del accionar de las capas letradas desde la colonia hasta el siglo XX, lo que constituye un arco histórico consecuente con su intención de escribir una historia de la cultura en América Latina, proyecto en el que Rama trabaja durante los últimos años de su vida.6 La pregunta que puede formularse en este punto es cómo integrar los diferentes relatos que obedecen a regímenes diferenciados. Así, en la “Autonomía literaria americana”,7 el relato historiográfico obedece a una pauta de gradual conquista de una expresión autónoma por parte del sector, en una narración de tipo progresivo y optimista (casi deudora del utopismo de Pedro Henríquez Ureña), según la cual Andrés Bello prepara el camino a los modernistas. La ciudad letrada también se aparta del relato tipo “síntesis superadora”, como la propuesta para el conflicto entre región y modernización en Transculturación narrativa en América Latina. Otros gestos de selección se hacen evidentes a lo largo del ensayo. Como la concepción territorializante de la cultura que soslaya el extramuro, en particular, la ausencia de una articulación entre la ciudad letrada y los letrados fuera de la ciudad, es decir, la dinámica entre exilio, extranjería, migración y “ciudad letrada”. Martí y Blanco Fombona, objeto de sus investigaciones desde esta perspectiva en otros contextos, son los únicos casos aludidos con cierto detenimiento. No obstante, el tema ocupó a Rama –él mismo un intelectual desplazado– en su artículo “La riesgosa navegación del escritor exiliado”,8 que podría ser pensado como un capítulo complementario, y al mismo tiempo polémico respecto del planteo fuertemente territorial de la La ciudad letrada.
Podríamos preguntarnos ¿dónde ha quedado el intelectual transculturador, dónde la “gesta del mestizo”, dónde la “riesgosa navegación” del extraterritorial? Enfrentado a la tradición redentorista de los intelectuales y de su historiografía, a la habitual sacralización del escritor en nuestra cultura, Rama elude en La ciudad letrada cualquier elemento épico –la escritura como “gesta” o “riesgo”– para establecer una narración despojada de ejemplaridad. Aun a riesgo de confrontarse con sus propias formulaciones en este campo. La idea me lleva a una cita de Real de Azúa en su prólogo a la edición de Ariel, donde dice: “Ariel condensaba con suma destreza la imagen más benévola, más ennoblecida que el ethos prospectivo de la intelligentsia juvenil latinoamericana y española podían tener de sí mismos”.9 Si Ariel es un espejo donde se refleja, admira y autogestiona la intelectualidad de América Latina en el 900, La ciudad letrada es un espejo roto o convexo donde la imagen impide cualquier identificación autocomplaciente.

Notas

1 Una importante recopilación de artículos críticos sobre la obra de Rama fue editado por Mabel Moraña en Ángel Rama y los estudios latinoamericanos, Pittsburgh, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 1997.         [ Links ] También tengo en cuenta las contribuciones de Julio Ramos, Carlos Alonso, Rolena Adorno, entre otros.

2 Pedro Henríquez Ureña, La utopía de América, Caracas, Ayacucho, 1978, p. 3.         [ Links ]

3 Ángel Rama, La ciudad letrada, Montevideo, Fundación Internacional Ángel Rama, 1984, pág. 128.         [ Links ]

4 Ángel Rama, La crítica de la cultura en América Latina, Caracas, Ayacucho, 1985, p. 21.         [ Links ]

5 El ejemplo que introduce es paradigmático, “Alboroto y motín de los indios de México” de Carlos de Sigüenza y Góngora.

6 En 1982 obtiene la beca Guggenheim para la elaboración de una Historia de la cultura latinoamericana (1810-1900).

7 Prólogo de Clásicos Hispanoamericanos,VolumenI, Barcelona, Siglo XIX-Círculo de Lectores, 1983.         [ Links ]

8 Publicado en Nueva sociedad, Nº 35, 1978.         [ Links ] Rama cuestiona las fronteras jerárquicas establecidas entre migración y exilio y sostiene que la movilidad del equipo intelectual ha permitido la “percepción del conjunto” en América Latina.

9 Carlos Real de Azúa, Prólogo a Ariel, Caracas, Ayacucho, 1976, p. XX.         [ Links ]

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons