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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.10 no.2 Bernal dic. 2006

 

OBITUARIOS

Reinhart Koselleck, 1923-2006

 

El pasado 3 de febrero falleció en Bad Oeyn hausen (Alemania) Reinhart Koselleck. Había nacido en Görlitz –junto a la frontera polaca– el 23 de abril de 1923, y su vida y su obra sólo se entienden sobre el telón de fondo de la convulsa historia del siglo XX.
Su primera juventud estuvo profundamente marcada por los horrores de una época de insólita crueldad e intensidad emocional, como lo fue el régimen hitleriano y la Segunda Guerra Mundial. Incorporado “voluntariamente” al Ejército alemán, antes de cumplir los 20 años fue herido en Stalingrado, al sufrir el aplastamiento de un pie por un carro blindado (una herida que le salvaría la vida). Prisionero en un campo de concentración en Karaganda (República soviética de Kazajstán), fue liberado al final de la guerra, en octubre de 1945, y luego pasó a Auschwitz. En aquel escenario de crímenes indecibles, símbolo y cifra del III Reich, le tocó desmontar algunas instalaciones y barracones donde cientos de miles de seres humanos habían sido hacinados poco antes a la espera de ser exterminados.
Tras un período de reeducación en el castillo de Göhrde (Dannenberg), en el transcurso del cual conoció a Eric Hobsbawm (entonces miembro del británico Royal Army Educational Corps), entre los años 1947 y 1953 cursó estudios de historia, filosofía, derecho y sociología en las universidades de Heidelberg y Bristol.
Entre sus maestros durante esa primera fase formativa destacan Hans-Georg Gadamer y Carl Schmitt –con quienes, más allá de sus discrepancias concretas, siempre se reconoció en deuda–, Karl Löwith, Alfred Weber y Werner Conze. Y es que para asomarse a las raíces de la impresionante obra de Reinhart Koselleck, no basta con atender al contexto histórico-político inmediato: es necesario sobre todo no perder de vista la poderosa, plural y a veces inquietante tradición intelectual alemana en que aquélla se inserta (tradición que tiene en Martin Heidegger uno de sus ineludibles puntos de referencia en el siglo pasado). Historia social, política y del pensamiento, hermenéutica filosófica, semántica histórica, derecho público, teoría sociológica, ciencia política, componen un amplio abanico de disciplinas que en diferentes momentos y medidas contribuyeron a la formación del profesor Koselleck. Si a esa formación multidisciplinar y a ese rico sustrato filosófico unimos su perenne curiosidad intelectual, se comprende mejor que el sabio alemán haya moldeado una obra variada y difícil de clasificar, una obra cuya catalogación supone un desafío para quien se empeñe en hacerla entrar en una sola especialidad o área de conocimiento.
Es indudable, sin embargo, que toda su dilatada labor profesional pivota sobre un eje medular: la historia. Koselleck percibe como pocos la enorme complejidad de la noción de historia, y, sobre todo, su carácter irremediablemente histórico. Advierte que lo que actualmente llamamos historia es un producto intelectual bastante reciente. Extraño concepto con pretensiones de “ciencia” que en cierto momento, hace poco más de dos siglos, comenzó a ser usado cada vez más, de un modo autosuficiente, para referirse al conjunto de la experiencia humana de todos los tiempos. Koselleck observa, además, que el surgimiento de ese nuevo concepto de historia –de ese poderoso “singular colectivo”– es indisociable de una nueva experiencia del tiempo propia de la modernidad. Una nueva forma de percibir, en suma, las relaciones entre esas dos magnitudes intangibles que llamamos pasado y futuro, dos dimensiones del tiempo que guardan entre sí un equilibrio inestable y asimétrico, pero que en todo caso únicamente existen para nosotros –sólo son pensables– desde un presente que nos parece siempre el presente (pues, obviamente, tanto el futuro como el pasado sólo pueden vivirse en presente).
Sus reflexiones sobre el concepto de la historia constituyen en cierta manera la piedra angular de un vasto proyecto de historia conceptual, el monumental Geschichtliche Grundbegriffe: historis-ches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland, de casi siete mil páginas, que desarrolló en compañía de sus colegas y maestros Otto Brunner y Werner Conze a lo largo del último tercio del siglo pasado. Pese a las críticas recibidas, y a las polémicas ideológicas a que tal empresa dio lugar (una de las más resonantes, con Jürgen Habermas), el Geschichtliche Grundbegriffe constituye sin duda el hito inaugural en el despliegue de
la historia conceptual, que ha inspirado y continúa inspirando, dentro y fuera de Ale mania, numerosas monografías y diferentes programas de investigación en semántica histórica, historia de los discursos e historia conceptual.
Pese a su importancia, la contribución kose-lleckiana a la teoría y la práctica de la Begriffs -geschichte no es el único ámbito historiográfico en el que este eminente académico ha realizado aportes de primer orden. Antes de ocuparse de la historia conceptual, en 1959Koselleck había publicado la que cinco años antes fue su tesis de doctorado en la Universidad de Heidelberg. Me refiero a Kritik und Krise. Eine Studie zur Pathogenese der bürgerlichen Welt, tempranamente traducida al español con el título Crítica y crisis del mundo burgués (Madrid, Rialp, 1965), una importante monografía sobre la dialéctica entre absolutismo, ilustración y revolución, en la que se ocupó también de la aparición de las modernas filosofías de la historia.
Otra de sus obras principales que hasta el momento permanece inédita en español es Preussen zwischen Reform und Revolution. Allgemeines Landrecht, Verwaltung und soziale Bewegung von 1791 bis 1848 [Prusia entre reforma y revolución, 1791-1848], publicada por primera vez en 1967, un estudio sobre los procesos de modernización del Estado prusiano desde fines del siglo XVIII hasta mediados del XIX que un año antes había sido su tesis de habilitación, donde combina historia social, historia política e historia del derecho constitucional.
Mencionaremos, en fin, otras tres obras igualmente fundamentales, aunque de muy distinto calado y objetivos. La primera es un conjunto de ensayos de carácter metodológico, publicado en 1979 bajo el título Vergangene Zukunft. Zur Semantik ges-chichtlicher Zeiten [Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993], donde se explican algunas categorías básicas y se proporcionan al lector algunos instrumentos heurísticos esenciales de la Begriffsgeschichte.
También merece destacarse su intento de establecer, en diálogo con Gadamer –pero también en pugna con la premisa heideggeriano-gadameriana de la “panlingüisticidad” del mundo histórico–, las bases antropológicas de una teoría de la historia, esto es, de una Histórica. En efecto, en su famosa conferencia de Heidelberg, en febrero de 1985, en ocasión del octogésimo cumpleaños de su maestro, Koselleck pone el acento en la historicidad e, inspirándose, entre otros, en C. Schmitt, intenta
pensar, más allá de la propia hermenéutica y desde un punto de vista metahistórico, las condiciones trascendentales de posibilidad de todas las historias (Historia y hermenéutica, publicado en castellano por J. L. Villacañas y F. Oncina junto con la réplica de Hans-Georg Gadamer, seguida de otro texto del mismo autor, Barcelona, Paidós, 1997; ed. original alemana: Hermeneutik und Historik, 1987).
Por último, destacamos otra colección de ensayos reunidos bajo el poético título Zeitschriften (2000), que han sido vertidos al español de manera parcial en dos publicaciones sucesivas. Primero, en Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia(Barcelona, Paidós, 2001), precedido de una clarificadora Introducción de Elías Palti.
Recientemente, Faustino Oncina ha traducido y publicado otros dos artículos extraídos de la edición original del mismo libro Zeitschriften, bajo el rótulo Aceleración, prognosis y secularización (Valencia, Pre-Textos, 2003), en cuya Introducción el filósofo español insiste muy oportunamente en la voluntad koselleckiana de poner coto a lo que el alemán entiende como patologías de la modernidad, recordando, por otra parte, como señalaran, entre otros, J. Habermas en los años 1970 y G. Aly o J. Van Horn Melton a mediados de la década de 1990, el pasado inequívocamente reaccionario –y en ciertos casos pronazi– de algunos de los inspiradores y pioneros de la Begriffsgeschichte. Koselleck, en particular, ha insistido muchas veces en que el creciente divorcio entre pasado y futuro que trajo consigo la revolución, bien perceptible en el sentimiento de aceleración histórica que se apoderó de las gentes a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, constituye “el aspecto crucial de la experiencia moderna del mundo”. Y es evidente que el propio Koselleck, un hombre de fondo indudablemente conservador, simpatizó poco con un tipo de sociedad donde se vive cada vez más rápido, un mundo desquiciado y lleno de riesgos que apenas tiene tiempo para deliberar sobre el rumbo a seguir en cada momento.
Durante su visita a España, en abril de 2005, tuve ocasión de disfrutar –en compañía de su hija Katharina (perfecta hispanohablante)– de su chispeante conversación y de su trato amable y cálido. Ni su edad avanzada ni sus dificultades de locomoción como consecuencia de la antigua lesión en los pies que recibió en el frente ruso fueron obstáculo para que durante su breve estancia en Madrid (que no pasó desapercibida para la prensa) desarrollara una insólita actividad. Además de la espléndida conferencia que nos ofreció en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, del vivo
debate subsiguiente y de varias entrevistas y encuentros con diversos colegas, aprovechó su paso por la capital de España para visitar los principales museos, y tomar gran cantidad de fotografías de monumentos de la ciudad y sus alrededores. En ese exhaustivo trabajo de campo, con vistas a una amplia investigación que tenía en curso sobre estatuaria ecuestre urbana y memoriales de guerra en Europa y en América, hay que inscribir asimismo su visita al monasterio de El Escorial y al Valle de los Caídos. De camino hacia Bilbao, a través de una Castilla luminosa, fría y primaveral, hicimos algunas paradas en la provincia de Segovia y en la ciudad de Burgos. Su curiosidad desbordante y el tono irónico y a veces escéptico de sus palabras, siempre fue compatible con un enorme respeto hacia sus interlocutores, con la moderación de sus opiniones y aun con cierta contención en su manera de argumentar.

Javier Fernández Sebastián
Universidad del País Vasco (Bilbao)

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