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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.11 no.1 Bernal jun. 2007

 

RESEÑAS

José Ortiz Monasterio, México eternamente. Vicente Riva Palacio ante la escritura de la historia, México, FCE/Instituto Mora, 2004, 407 páginas

 

Paula Bruno

Universidad de San Andrés / UBA


La primera impresión que se experimenta al establecer contacto con este libro es la de saberse ante el fruto de la madurez de una investigación. Su autor, Doctor en Historia por la Universidad Iberoamericana, investigador adscripto al Área de Historia Política del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (México D. F.) y Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México, ha dedicado prácticamente tres décadas de su vida al estudio de la biografía y la trayectoria intelectual de Vicente Riva Palacio. Obras como Historia y ficción. Los dramas y novelas históricas de Vicente Riva Palacio (Instituto Mora/Universidad Iberoamericana, 1993), "Patria, tu ronca voz me repetía..." Biografía de Vicente Riva Palacio y Guerrero (Instituto Mora/IIH-UNAM, 1999), artículos publicados en revistas académicas, capítulos de libros y la coordinación de la edición de las Obras Escogidas de Vicente Riva Palacio, funcionan como postas del camino que Ortiz Monasterio fue recorriendo hasta llegar al volumen aquí comentado. Siendo su tercer trabajo en formato libro sobre el mismo personaje, entonces, México eternamente... se presenta como corolario de la convivencia del autor con su objeto de estudio.

La figura de Vicente Riva Palacio (1832-1896) responde emblemáticamente a la del polígrafo decimonónico. Al igual que numerosos letrados de la época, el personaje se dedicó a la escritura mientras desplegaba actividades políticas y militares. Este libro, aunque recorre, como veremos, distintos tramos y facetas de la trayectoria del personaje, define, principalmente, el rol de Riva Palacio en tanto historiador y mentor de la monumental obra México a través de los siglos (Barcelona- México, 1884-1889).

El volumen está organizado en una introducción, siete capítulos, un espacio destinado a las reflexiones finales y un apéndice. Aunque no se establece una división en partes, claramente se puede visualizar una estructura interna que permite agrupar los cuatro primeros capítulos, por un lado, y los tres restantes, por otro.

Entre el capítulo I y el IV, Ortiz Monasterio realiza una operación que puede pensarse en términos de puesta en escena y presentación del personaje bajo estudio. En el capítulo I, que se titula "Un país, una literatura", el autor se ocupa de insertar al personaje en un contexto particular: el del campo de las lecturas inaugurales sobre la historia mexicana. Con este objetivo, presenta un recorrido por las obras de los letrados que organizaron las primeras interpretaciones históricas sobre el país y se ocuparon de trazar pioneras lecturas acerca de la escritura de la historia como práctica intelectual entre las postrimerías del siglo XVIII y fines del siguiente. Por medio de una exposición que combina referencias biográficas, descripciones de obras y algunas especificaciones, el autor presenta, entre otros, a Carlos María Bustamante, José María Luis Mora, Lucas Alamán, y José María Vigil y señala algunos puntos que permiten establecer cercanías y diferencias entre los textos históricos de Riva Palacio, estudiados de manera sistemática en otra parte del volumen, y las visiones disponibles en el momento de la escritura de las mismas.

En el segundo capítulo, que lleva el título: "Un escritor, un lugar social", el escenario que construye Ortiz Monasterio ya no está relacionado con el mundo letrado; allí se focaliza la atención en los principales trazos de la biografía de Riva Palacio: sus antecedentes ilustres (fue nieto de Vicente Guerrero, héroe de la gesta independentista), su formación elemental y universitaria y las estaciones de su carrera política, militar y pública (regidor del Ayuntamiento de México, constituyente de 1857, diputado en distintas ocasiones, activo protagonista durante la Guerra de Intervención, Ministro de Fomento en el primer período presidencial de Porfirio Díaz, embajador en España, por mencionar los cargos más destacados). Las distintas circunstancias biográficas que Ortiz Monasterio reconstruye dejan presentado al personaje en su faz pública.

En los dos capítulos siguientes, "Un escritor, dos vertientes literarias. Primera parte: obras generales" y "Segunda parte: obras de teoría" se da paso a un estudio más centrado en las producciones escritas de Riva Palacio. Queda allí expuesto su itinerario en tanto hombre de letras, organizado en función de una cronología que el autor establece y describe, a saber: dramaturgo (1862-1862), novelista (1868-1872), periodista (1867-1876), crítico literario (1882), historiador (1881-1889), poeta (1885- 1893) y cuentista (1892-1896). El historiador proyecta luz sobre los contenidos de los dramas (escritos en coautoría con Juan A. Mateos), las novelas históricas publicadas en entregas, que fueron producidas durante la República Restaurada –en un clima cultural que el autor define como de apertura y efervescencia–, folletos, discursos, estudios históricos breves, poemas de contenido histórico, notas periodísticas, cuentos, semblanzas y textos que el autor califica de "teoría de la historia". Operando sobre la diversidad de estilos y registros que llevan la firma de Riva Palacio, Ortiz Monasterio pone en evidencia que los temas históricos, sobre todo los ligados al pasado colonial, se vinculan estrechamente con las ideas de patriotismo y de independencia nacional del políglota mexicano. Así, se va desentrañando la preconfiguración del que sería el rasgo determinante de Riva Palacio en tanto historiador: la superación de "la dicotomía hispanismo-indigenismo" (p. 93) para pensar el pasado nacional mexicano. Es en los capítulos V ("Una gran fábrica de historia"), VI ("Los otros tomos y autores del México a través de los siglos") y VII ("El tomo de Vicente Riva Palacio, segundo del México a través de los siglos") donde se aborda de manera sistemática la monumental obra histórica coordinada por Riva Palacio. A lo largo de estas páginas, Ortiz Monasterio da cuenta detallada y exhaustivamente de los pasos que se sucedieron entre que se produjo la solicitud de una historia de la Guerra de Intervención a Riva Palacio, por parte del presidente Manuel González, hasta que la obra, que excedió ampliamente las intenciones presidenciales originarias, se concretó y se publicó en cinco tomos que dan cuenta de la historia mexicana desde tiempos precoloniales hasta 1867. Los esfuerzos que Riva Palacio desplegó para formar el equipo de colaboradores que prepararía los distintos tomos de la obra, los innumerables resortes que dinamizó para conseguir todo tipo de documento histórico, tanto en México como en el exterior, que resultara de utilidad para dar sustento a la obra, y los contactos que estableció con distintos personajes del mundo político y cultural de la época para organizar esta empresa editorial son expuestos por el autor del libro con el objetivo de mostrar cómo se armó "una gran fábrica de historia".

Siendo un proyecto oficial, financiado por el Ministerio de Guerra y sugerido por Manuel González, la historia de México que marcó un hito en la historiografía del país fue coordinada cuidadosamente por Riva Palacio (autor, además, de uno de sus tomos), quien fue restituido como general de brigada para así poder recibir un estipendio estatal que le permitiera dedicarse al trabajo intelectual. Paradójicamente, Riva Palacio escribió parte de la obra en la cárcel por oponerse ferozmente a la postura de Manuel González en un debate parlamentario. Al respecto, el autor del volumen señala: "nos parece una metáfora interesante la del historiador encarcelado, escribiendo la gesta del mismo Estado que lo encarceló" (p. 231). En este punto se puede apuntar que, aunque en las consideraciones finales el autor inserta en una trama de corte político la elaboración de México a través de los siglos y señala que la interpretación histórica de Riva Palacio hizo de la causa liberal un equivalente de la causa nacional, sería, quizás, esperable que se problematizara de manera más sistemática la relación entre la obra como proyecto oficial y las dinámicas políticas y culturales del Porfiriato.

Los capítulos que van desde el V hasta el VII presentan la arquitectura completa de la obra coordinada por Riva Palacio, exponiendo minuciosamente el contenido de los diversos tomos por medio de la presentación de breves referencias biográficas del autor de cada uno de ellos, la descripción de la estructura de los mismos y una consideración sobre las fuentes y las ilustraciones utilizadas. Se suma, además, un espacio destinado a mostrar la recepción de cada uno de los cinco volúmenes por los contemporáneos y algunos miembros conspicuos de las generaciones posteriores. El autor del libro comentado se detiene, posteriormente, en el análisis específico del tomo a cargo de Riva Palacio, el segundo, correspondiente a los siglos de dominación colonial española, y da cuenta de sus rasgos distintivos y de las particularidades que lo diferencian del resto de la empresa editorial. Entre las peculiaridades, Ortiz Monasterio muestra que el autor toma distancia de la lineal historia político-militar e introduce elementos novedosos; a su vez, muestra cómo, por medio de la suma de capítulos monográficos, que no siguen un estricto orden cronológico, son planteadas interpretaciones de conjunto sobre determinados aspectos sociales y culturales. Desde una perspectiva más ligada al análisis historiográfico, el autor deja también constancia de la presencia de algunos rasgos modernos en las formas de concebir la escritura científica de la historia, que conviven, de todas maneras, con marcas más ligadas a lecturas moralistas o prosaicas, definiendo así a Riva Palacio como un historiador tan original como ecléctico.

Los tres últimos capítulos del libro centran la atención de manera sistemática, entonces, en la elaboración de México a través de los siglos y en el perfil de Riva Palacio como historiador. Ortiz Monasterio argumenta que es a partir de la lectura del período colonial –que, como se verá en la descripción del apéndice del libro, acompañó la trayectoria del personaje bajo estudio en el largo plazo– que Riva Palacio formuló una interpretación sobre las peculiaridades de la nacionalidad mexicana que pone el énfasis, como reza la contratapa del libro, en una "versión mestiza" de la historia del país. Esta versión mestiza habría logrado compatibilizar las lecturas indigenistas y las colonialistas y establecer que la esencia de la nacionalidad mexicana se hallaba en una síntesis original con doble raíz étnica. En el marco de estas consideraciones, puede señalarse que si bien el autor ofrece al lector un marco de contención para la interpretación de la obra analizada ubicándola en un eje diacrónico (los "antecedentes", signados por los relatos históricos precedentes, son presentados en el capítulo primero, como se ha ya apuntado), sería tal vez interesante contar también con una puesta en escena contextual, que ofrezca, sobre todo al lector menos familiarizado con las producciones historiográficas decimonónicas mexicanas, coordenadas generales acerca del clima historiográfico, por así decirlo, en el que se inscribe México a través de los siglos. En este sentido, sería quizás útil contar con algunas pinceladas generales que insinúen qué estaba sucediendo en la universidad, las academias, las revistas literarias y los cenáculos intelectuales, por ejemplo, para saber con qué otras versiones de la historia nacional, en caso de que éstas existieran, estaba dialogando la interpretación de Riva Palacio.

Además de ocuparse de los aspectos ya expuestos en este comentario, Ortiz Monasterio analiza el rol de las imágenes que fueron incluidas en México a través de los siglos (algunas de ellas reproducidas en láminas en el libro), las dinámicas de la edición y los aspectos materiales de la obra. En el apéndice, por su parte, cuenta los avatares por los que pasó el Archivo del Tribunal de la Inquisición: a comienzos de la década de 1860, Riva Palacio estuvo a su cargo y lo asumió en guarda hasta que devino un archivo propio; posteriormente, se le solicitó reiteradas veces que lo entregara a instituciones nacionales, pero se resistió y lo conservó hasta su muerte. El autor de la obra reseñada, dando cuenta de su empatía con su objeto de estudio, señala que si Riva Palacio no se hubiese apoderado de hecho del mencionado archivo, éste hubiese terminado destruido en tiempos de la intervención francesa. Por su parte, encuentra en sta relación particular entablada entre Riva Palacio y el Archivo de la Inquisición la explicación a que "Riva se convirtiera no en un historiador más, sino en uno de los grandes historiadores del siglo XIX" (p. 376). Se condensa en esta afirmación una lectura que acompasa, de alguna manera, el libro y se sostiene en la certeza de que Riva Palacio estaba "predestinado" a escribir una obra histórica monumental, a su vez destinada a convertirse en una referencia ineludible.

En suma, una vez finalizada la lectura del libro comentado, la primera impresión anunciada en la apertura de este comentario no hace más que confirmarse. El trabajo realizado por Ortiz Monasterio se basa en el cuidadoso rescate y la interpretación de un corpus documental frondoso y variado que Riva Palacio legó a la posteridad. Combinando trazos del género biográfico con el estudio historiográfico de una obra fundadora y reconstruyendo tramas complejas en las que insertar al personaje estudiado, el autor generó una obra que puede resultar atractiva tanto para especialistas de la disciplina como para un público más amplio, interesado en conocer ciertos rasgos de la vida intelectual y política del México decimonónico.

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