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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.11 no.1 Bernal jun. 2007

 

RESEÑAS

André Botelho, O Brasil e os dias. Estado-Nação, modernismo e rotina intelectual, Bauru, EDUSC, 2005, 255 páginas

 

Karina Vázquez

UNQ / UBA


Centrado en la trayectoria del intelectual modernista Roland de Carvalho (1894-1935), este excelente libro de André Botelho resuelve con claridad y eficacia uno de los desafíos que con frecuencia atraviesa la historia de los intelectuales en América Latina: ¿Cómo trabajar con aquellas figuras que gozaron en su momento de un considerable prestigio, aun cuando sus obras carecieron de núcleos innovadores fuertes y fueron paulatinamente relegadas por la tradición intelectual posterior? O, mejor dicho, ¿cómo construir una interpretación relevante con textos que no fueron significativamente densos, y cuyo autor apenas aparece hoy en el listado de personajes secundarios que participaron de la voluntad de renovación estética y política que impulsó el modernismo brasilero en las décadas de 1920 y 1930?

Ya en la Introducción, titulada "Un equilibrio delicado", el autor plantea por qué la elección de una figura como la de Ronald de Carvalho –poeta, ensayista y diplomático, que muere en un trágico accidente ocupando el puesto clave de Jefe de la Casa Civil del gobierno constitucional de Gétulio Vargas– puede resultar productiva: en su obra ensayística de la década de 1920, es posible visualizar la articulación entre la defensa de la renovación estética con la crítica al liberalismo político de la Primera República, tópicos que están ambos asociados –según la perspectiva de Botelho– "a la necesidad de la definición de la 'cultura' como la fuente de una nueva forma de solidaridad de tipo nacional" (p. 25).

Como, efectivamente, la preocupación por la definición de una cultura nacional es un tema que atraviesa todo el modernismo, y la obra de Ronald de Carvalho sólo cobra inteligibilidad en el contexto más amplio de este debate, en el primer capítulo del libro, "Poder ideológico y Estado Nación", Botelho propone un esquema conceptual a fin de repensar críticamente las relaciones entre intelectuales, sociedad y Estado. Partiendo del hecho de que en Brasil es posible visualizar cierta convergencia y afinidad entre el empeño de los modernistas en la revolución cultural brasileña y el lugar estratégico que esa idea de cultura nacional asumió en el proyecto centralizador del Estado que surge después de la Revolución del treinta, Botelho plantea como hipótesis central de su trabajo que

el sentido sociológico de la participación de los intelectuales en el proceso de construcción del Estado Nación está dado por la afirmación de la cultura como base de adecuación entre "solidaridad social" y "autoridad pública" (p. 47).

Apelando a una relectura de Max Weber, el autor argumenta que, particularmente en este período, son los intelectuales los encargados de ofrecer tanto al Estado como a la sociedad civil, una "idea de nación", que en este caso va a aparecer marcada, con diversos matices, por la afirmación de la superioridad del Estado (moderno) frente a los diversos ordenamientos societarios (tradicionales). La idea de una cultura nacional resulta fundamental en el proceso de construcción del Estado-nación en el Brasil de los años veinte y treinta, proceso en el que resulta central la antítesis entre liberalismo y antiliberalismo inscripta en el contexto intelectual del período, ya que justamente si en el plano cultural la nación se impone como imaginario colectivo común frente a las particularidades locales; en el plano político, la constatación de que los derechos políticos liberales no se efectivizaban en el contexto brasilero viciado de prácticas oligárquicas, empuja a los críticos del statuo quo a abandonar el liberalismo, identificando a las instituciones republicanas con una legalidad que no se correspondía con la realidad. En esta línea que conjuga las dimensiones cultural y política, Botelho propone leer la obra de Ronald de Carvalho en la estela de los "ensayos de interpretación nacional".

Si bien los textos de Ronald de Carvalho no están entre los ensayos considerados "clásicos", como los de Oliveira Vianna, Gilberto Freyre, Sérgio Buarque de Hollanda o Caio Prado Junior, el autor considera que el interés por este conjunto de ensayos se justifica en el hecho de que, por un lado, el ecleticismo de estas obras expone de manera más transparente el campo de influencias, lecturas y apropiaciones que constituyen el sentido común del momento de escritura; y, por otro, en la consideración de que este tipo de ensayismo tuvo efectos discursivos: la "rutinización" de un conjunto de valores y prácticas sociales elitistas, antiliberales y antidemocráticas, es decir, el papel de "divulgador" que asumió Ronald de Carvalho en estos ensayos –que se usaron durante décadas en la escuela media– contribuyó a la creación de instituciones y rutinas que afirmaron en la sociedad civil el poder del Estado.

Después de la exposición del primer capítulo, que ubica a Roland de Carvalho en el contexto teórico más general de las preocupaciones modernistas, el segundo capítulo, "Letras y política" está dedicado a un magnífico análisis de la trayectoria intelectual y política del autor analizado. Ahí nos encontramos con el alumno de la Facultade Livre de Ciências Jurídicas e Sociais de Rio de Janeiro, que asiste a un curso de Bergson en París inmediatamente antes de la guerra, que participa del movimiento Orpheu en Lisboa, que vuelve a Rio y transforma su casa de Humaitá en un salón literario, que participa activamente de la Semana de Arte Moderno en 1922 y en diversos emprendimientos modernistas de San Pablo y Río de Janeiro. A través de un desarrollo prolijo y ameno, Botelho nos muestra la intensa participación intelectual de Roland de Carvalho en el movimiento modernista, y la trama de relaciones (acercamientos y peleas) que sostenían tales intervenciones. La segunda parte del capítulo está concentrada en la carrera política que se inicia en Itamaraty en 1914 y culmina veinte años después, como Jefe de la Casa Civil del gobierno constitucional de Vargas. Conviene destacar aquí –como resalta el prefacio de Gláucia Villa Bóas– la interesante reconstrucción de la situación del Ministerio de Relaciones Exteriores, institución que permite a Roland de Carvalho redefinir y unificar las diferentes vocaciones de diplomático, poeta y ensayista.

La reconstrucción de la trayectoria y de los contextos sociales, institucionales y políticos en la que esta se desarrolla, se abre en los siguientes capítulos a un análisis pormenorizado y sutil de los textos del autor, que sitúa fecundamente a estas obras en el diálogo y la discusión con predecesores y contemporáneos. Así, en el capítulo 3, "Cultura y solidaridad social", aparece dedicado a la Pequena Historia da Literatura Brasileira (1919) y "Arte Brasileiro", recogido en Estudos Brasileiros - 1ª serie (1924). Según la lectura de Botelho, en estos textos Ronald de Carvalho realiza un balance de la literatura y las artes plásticas producidas en el Brasil hasta la década del veinte, con el objetivo de verificar si tales producciones expresan la constitución de una literatura, de una pintura, una escultura y una arquitectura efectivamente brasilera. De la inexistencia de una organicidad en la producción artística, se deriva la necesidad de definición de una auténtica cultura nacional como elemento de cohesión social imprescindible para la constitución de la sociedad brasilera como Estado-nación moderno. Sin embargo, más interesante que el diagnóstico de Ronald es el camino que recorre Botelho a fin de dotar de inteligibilidad a ese balance: el modo cómo asocia la concepción de historia que aparece en estos conceptos con el contexto más amplio de la historiografía producida en el Brasil por aquellos años, marcada por la notable influencia del historiador portugués Joaquim Pedro de Oliveira Martins; la forma cómo expone la preocupación por la construcción de una literatura nacional a partir de una lengua heredada en el diálogo con Silvio Romero y José Veríssimo, o los posicionamientos polémicos frente al canon de textos y autores nacionales. Botelho logra magistralmente, en el análisis del texto, ofrecer al lector el contexto del debate o el estado de la discusión en que ese texto fue producido.

En el capítulo 4, "Especulación y acción", dedicado al libro O espelho de Ariel (1923), donde la reacción contra el materialismo y el positivismo aparece en una clara conexión con el ataque a ciertos valores liberales fundamentales asociados a esa perspectiva, Botelho destaca el llamado a la acción de los intelectuales a partir de la adhesión a un proyecto nacional que en el plano político está marcado por el combate al liberalismo. Es interesante cómo el punto de partida de la argumentación sobre la situación del intelectual brasilero se identifica con el renacimiento, con una visión del renacimiento donde se enfatiza, antes que la ruptura, la continuidad con la tradición anterior, y en la cual Dante encabeza una revolución desde adentro sostenida a partir del trabajo sobre la lengua vulgar y la tradición oral. Tal como aparece en la correspondencia de Mário de Andrade, la identificación con Dante es un tópico recurrente en el modernismo brasilero.

Por último, el capítulo 5, "Continuidad social y autoridad", realiza un brillante y sutil análisis de "Bases de la nacionalidade brasileira" (1924), texto que esboza una respuesta a la pregunta crucial: ¿dónde estarían nuestras tradiciones? Si este interrogante, formulado por Roland de Carvalho en 1921, abre literalmente el capítulo, la interpretación de Botelho despliega la respuesta en un arco que va desde Esplendor e decadência da sociedade brasilera (1911) de Elísio de Carvalho hasta Casa Grande & Senzala (1933) y Sobrados e mucamos (1936) de Gilberto Freyre, inscribiendo legítimamente a Ronald en un diálogo fascinante con el conjunto de la ensayística brasilera del período.

Y, de hecho, en todo el libro resuenan preguntas que el desarrollo responde. La conclusión cierra de forma pertinente la pregunta de los primeros capítulos ("¿Qué estaba haciendo Roland de Carvalho al escribir sus numerosos artículos, conferencias y ensayos de interpretación nacional?"), e incluso toma el riesgo de abrir otra, quizás más intrigante porque no está esbozada la respuesta: ¿qué estamos haciendo nosotros en un contexto marcado, por un lado, por la crisis del Estado como organizador de la vida social; y, por el otro, por la revalorización de la idea de sociedad civil y el resurgimiento del debate sobre las relaciones entre lo público y lo privado?

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