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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.11 no.1 Bernal jun. 2007

 

RESEÑAS

Amanda Salvioni, L'invenzione di un medioevo americano. Rappresentazioni moderne del passato coloniale in Argentina, Reggio Emilia, Italia, Edizioni Diabasis, 2003, 238 páginas

 

Ana Clarisa Agüero

Universidad Nacional de Córdoba


L'invenzione... puede ser leída en el marco de las investigaciones que, en las últimas décadas, tomaron por objeto los procesos de formación de la nación en tanto complejo simbólico orientado a cohesionar unidades políticas cuya definición se reconocía, en buena medida, contingente. Estas investigaciones fueron especialmente estimuladas por la difusión de ciertos textos (La invención de la tradición, compilada por Hobsbawm y Ranger, Comunidades imaginadas de Benedict Anderson o, en menor medida, Naciones y Nacionalismos de Ernest Gellner, por sólo citar tres apariciones del prolífico 1983) que propiciaron una verdadera eclosión de aproximaciones históricas, antropológicas o críticoculturales a la cuestión nacional, tanto a nivel macroscópico cuanto a pequeña escala. La rápida introducción tiene sentido no sólo porque aquellos textos están entre las condiciones del que aquí se reseña sino, también, porque éste expresa bien el descentramiento disciplinar mediante el cual todos intentaron responder al carácter socialmente expansivo de los procesos de formación nacional. El libro de Amanda Salvioni analiza las formas en las cuales el pasado colonial americano fue imaginado y representado en la era postcolonial de aquellas zonas que habían sido marginales dentro del imperio español. Áreas caracterizadas por su escasa población indígena y por su nula o tardía valorización económica –y, en tal sentido, poco aptas para subsidiar el sistema colonial–, éstas habían producido sociedades más desarticuladas y menos densas culturalmente que las de la América andina o México. La cuestión de los orígenes, precipitada en las zonas centrales por la complejidad étnica, había revestido en las marginales una urgencia menor; alivio relativo que a la vez las había dejado peor equipadas para cuando, sobrevenida la emancipación, esa pregunta y la necesidad de alguna respuesta se impusieran.

Para Salvioni, la ausencia de ese sedimento imaginario de génesis colonial –por lo común, expresado en formulaciones míticas del mestizaje ancladas en grandes antecedentes indianos– condujo en esas regiones marginales a mecanismos más audaces y deliberados de conversión del "pasado en tradición y la memoria en identidad". Puesto que ése habría sido el caso de los territorios que, partiendo de un marco no nacional por definición, acabaron siendo comprendidos por la unidad discreta conocida como Argentina, las vicisitudes del modo en que la cuestión colonial fue representada en tiempos postcoloniales permiten seguir las maneras en las cuales esa unidad iba siendo, a la vez que materialmente determinada, simbólicamente elaborada.

La idea de un medioevo americano, ciertamente tópico de muchos de los testimonios considerados, es invocada por Salvioni para resaltar la centralidad de unas categorías exógenas en los esfuerzos por digerir el pasado colonial y la ansiedad, derivada de la propia analogía, por identificar en suelo americano –aún si comprimidas– las formas históricas del desenvolvimiento europeo. Por un lado, entonces, se opera la adjudicación al pasado colonial de aquellos atributos que las nuevas naciones europeas habían señalado en sus nacionalizados medioevos, se tratara de la visión oscurantista y tenebrista, de la visión heroica y caballeresca o de la idea magmática de los mismos. Por otro, esta importación inclina a completar una secuencia cuyos inicios (un eventual clasicismo prehispánico) resultan al menos tan polémicos como su inflexión medieval y cuyo término (se presume, la nación moderna) sólo va ganando claridad en la medida en que se desenvuelve su propio relato.

Si en el espacio rioplatense la colonia fue una de las respuestas posibles, de hecho la más transitada, a la pregunta por el origen que está en la base de todo proceso de construcción nacional, su formulación requirió de una serie de operaciones complejas de extrañamiento y asimilación que sólo los hijos de la revolución pudieron iniciar. Entre los siglos XIX y XX, más precisamente entre ambas décadas del treinta, Salvioni identifica lo medular de un ciclo de elaboración y nacionalización de la colonia operado en la alianza entre diversas tipologías discursivas. De la poesía a la narrativa, de las tradiciones a la historiografía, la colonia retorna como representación de un pasado que si, por un lado, tenía por condición un doloroso distanciamiento (producto de la constatación, fundada en las escasas crónicas, de su pobreza relativa), por otro era reabsorbido en un continuum temporal orientado a dotar de antigüedad a las nuevas formas políticas. Las contaminaciones más significativas se operan entre historiografía y narrativa, formas privilegiadas de la representación colonial y, por ende, especialmente sensibles al drama del archivo, que intentarán atenuar de manera combinada. Ante la fragmentariedad y dispersión del archivo colonial, la búsqueda de una imagen total de la colonia apelará tanto al recurso documental como a la imaginación literaria, inclinación que en ocasiones prohijará, en López por ejemplo, una singular inversión: mientras que la literatura busca autorizarse en la apelación al documento, la historiografía espera de la literatura (o al menos de las cualidades literarias) la capacidad de llenar los vacíos de un relato necesariamente lacunar. L' invenzione... propone un fascinante recorrido a través de una serie de figuras y experiencias altamente significativas. La compleja trama de distanciamiento, evocaciones, polémicas y objetualizaciones del pasado colonial es evaluada a partir de un corpus heterogéneo y dilatado. La consideración de la producción poética, crítica y polémica de los integrantes del Salón Literario (capítulo I) permite poner de relieve el juego de alejamiento y sutura respecto de la experiencia colonial; lo primero facilitado por sus disposiciones historicistas, lo segundo expresado en el topos de la "larga siesta colonial". La ambivalencia de la colonia y, en esa medida, las divergencias respecto de los atributos más adecuados para representarla, no impide que sea de ese grupo y, por extensión, de esa generación, de donde surgen las preguntas más claras por una literatura propia y la invitación más firme, expresa en Alberdi, a los estudios coloniales. Inicialmente vinculado a estos jóvenes y rápidamente en sus antípodas, emerge la formidable figura de Pedro de Ángelis (II), cuyo desenvolvimiento periodístico, editorial y archivístico al abrigo del rosismo representa un momento inicial, heurístico, de los estudios coloniales, concentrado en la reunión y edición documental. La publicación de sus Documentos... en 1836 no sólo resulta inaugural en este sentido sino que estimula la guerra personal y editorial que lo enfrentaría luego a los jóvenes en el exilio. Entre ellos Juan María Gutiérrez (III), sucesor de De Angelis en la dirección del Archivo Público luego de la caída de Rosas, cobra singular relieve. De la obsesión archivística a la crítica literaria Gutiérrez, especialmente preocupado por la cronología y el origen, opera una ruptura decisiva: la colonia podía ser a la vez despreciable como imposición de España y fascinante como fondo americanista cuya originalidad, a los fines de su nacionalización, sólo cabía destilar. Esta perspectiva –que sofistica el momento "heurístico" de aproximación a la colonia– nutre, a juicio de Salvioni, un ciclo especialmente intenso de la narración colonial, sensible entre 1863 y 1880 en las revistas literarias que tuvieron a Gutiérrez por protagonista y en torno a las cuales circularan Vicente F. López, Andrés Lamas o Vicente Quesada. Este momento de la narrativa colonial (IV) es considerado a partir de la trayectoriaintertexto de López (que va de la novela de tema colonial al ensayo de tema prehispánico y, de éste, a la historia nacional), de la relectura de la colonia en los Recuerdos sarmientinos (que, pretendiéndose genealogía familiar y de la patria evocan una colonia distinta a la del Facundo) y de las facetas bibliófilaarchivística y escrituraria de Quesada quien, mientras desarrolla el encargo estatal de relevar documentos en el Archivo de Indias, encuentra en las tradiciones el modo de representar la colonia. Muchos de estos cabos, pero especialmente el gesto nacionalizador de Gutiérrez, serán retomados y llevados a término por Ricardo Rojas (V) quien, en clave espiritualista, extrema la idea de una esencia americana merced a un meditado dislocamiento: en su Historia de la Literatura Argentina, "Los Gauchescos" preceden a "Los Coloniales". Y será precisamente Rojas, historiador y crítico literario a la vez que artífice de ese programa más extenso sintetizado en Eurindia, quien más influya otras zonas de la cultura. La arquitectura neocolonial (VI) lo tendrá como inspirador o compañero de ruta desde muy temprano y en gran medida ella –desplegada en el arqueologismo y la escritura de Juan Kronfuss o en los textos y proyectos de Martín Noel y Ángel Guido–, al materializar entre los años de 1920 y 1930 la metáfora de la construcción de la nación, completará el ciclo de nacionalización de la colonia. A lo largo del recorrido, una serie de filigranas –figuras de fugaz aparición pero claves en la producción de ciertas inflexiones– efectúan sus entradas laterales, entre ellas Joaquín V. González, Bartolomé Mitre, Paul Groussac o José Ingenieros. En conjunto, L'invenzione... revela un gran ciclo que es, a la vez, el que va de la irrepresentabilidad del tema colonial a su conversión en pilar de la nación, y de las aisladas colectas documentales a la conformación de un ámbito de los estudios coloniales peligrosamente deseado por los proyectos conservadores de la década de 1930.

Como es evidente, la reseña ha tomado la vía descriptiva. En todo caso, quedan claros tanto el enorme interés del libro cuanto sus amplias pretensiones y, en esa medida, quizás quepa apuntar un par de las ansiedades que alimenta. La primera de ellas es relativa al giro de siglo, especie de paréntesis entre los capítulos IV y V en el que se desea saber más (especialmente entre la invocación de La tradición nacional de González y Blasón de Plata de Rojas, o entre el debate Mitre-López y el primer revisionismo) sobre el modo en que el proceso de nacionalización de la colonia dialoga con las modalidades cientificistas o positivas de construcción de la nación. Y esto tanto porque Mitre ha abierto una proléptica distinción entre las diversas colonizaciones del espacio nacional cuanto porque, en el intersticio, tienen lugar Las multitudes argentinas de Ramos Mejía, a la vez que Patria o La restauración nacionalista, de González y Rojas respectivamente. La segunda ansiedad, necesariamente común a la mayoría de los trabajos cifrados en espacios centrales o en discursos en sí mismos nacionalizados (es decir, cuyo influjo se difunde desde los centros del poder y la función estatal o del sistema de producción de palabra impresa), es relativa a las elaboraciones excéntricas de la experiencia colonial. Y esto porque la propia evocación del resultado argentino induce el deseo de conocer cómo la nacionalización de la colonia tuvo sitio en los espacios que contribuyeron a dar carnadura a sus representaciones, especialmente el centro-norte de un territorio cuyas fronteras había vuelto a trazar la campaña del desierto. Puesto que todo trabajo debe ponerse límites, esas ansiedades quedan como invitaciones abiertas a una comunidad de lectores que, al menos en su sentido restringido, debiera contar necesariamente a varias cepas de especialistas; entre los primeros, a los estudiosos de la historia y la literatura colonial y argentina.

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