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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.11 no.1 Bernal jun. 2007

 

Fichas

 

Las fichas son realizadas por Martín Bergel y Ricardo Martínez Mazzola.

La sección Fichas se propone relevar del modo más exhaustivo posible la producción bibliográfica en el campo de la historia intelectual. Guía de novedades editoriales del último año, se intentará abrir crecientemente a la producción editorial de los diversos países latinoamericanos, por lo general de tan difícil acceso. Así, esta sección se suma como complemento y, al mismo tiempo, base de alimentación de la sección Reseñas, ya que de las Fichas saldrá parte de los libros a ser reseñados en los próximos números.

 


 

Carlos Altamirano Intelectuales. Notas de investigación Bogotá, Norma, 2006, 140 páginas

Las "notas de investigación" que presenta en este breve libro Carlos Altamirano surgen en efecto del acopio y la sistematización de un conjunto de problemas y perspectivas relativos a la naturaleza de los "hombres de ideas" que el autor extrajo del extenso archivo existente sobre la temática para sus propios trabajos en historia intelectual. Altamirano prolonga así un esfuerzo advertible en trabajos anteriores por, en paralelo a sus investigaciones históricas sobre intelectuales, dotar de herramientas metodológicas más afinadas a la subdisciplina que los tiene por objeto. El texto sin embargo ofrece también un recorrido por algunos hitos significativos en la trayectoria de las figuraciones de la propia noción de "intelectual", del célebre affaire Dreyfus a los momentos salientes de una "tradición normativa" preocupada por prescribir las tareas y misiones de los letrados (y así Altamirano repasa los diversos acentos e indicaciones del Benda de La trahison des clercs, del Sartre de ¿Qué es la Literatura? y del Said de Representaciones del Intelectual). Pero, si en un campo tan polémico y connotado como el de los intelectuales resulta complejo separar nítidamente descripción de prescripción, el autor de este libro procura recostarse sobre las aproximaciones que optan por ofrecer pistas acerca de qué son los intelectuales antes que por aquellas que hilvanan nuevas sugerencias acerca de qué deben ser. En esa dirección, la mayor contribución del texto reside en ofrecer un sintético cuadro de los aportes que para responder rigurosa y contextualmente a esa pregunta han ofrecido distintas vertientes de la historia y sobre todo la sociología de los intelectuales. Son así presentados los abordajes deudores de la tradición marxista, desde las escuetas referencias del propio Marx hasta "la revolución" operada por Gramsci en la materia, así como los ineludibles enfoques sociológicos de Mannheim y Bourdieu, entre otros. Nutrido entonces por ese pasaje a través de autores clásicos pero también munido de un actualizado conocimiento de miradas más recientes y en parte renovadoras elaboradas por historiadores y sociólogos, Altamirano pasa revista y discute cuestiones tales como los modos de autorización de la palabra letrada, la relación entre élites culturales y clases sociales, el carácter moderno y secular de los intelectuales, sus formas de sociabilidad, sus ambivalentes vínculos con las esferas del Estado y el mercado, su papel en la conformación y propagación de las ideologías, etc. En definitiva, el libro resulta tanto un compendio de algunos de los más significativos modos de representación del intelectual, como una útil caja de herramientas para quien se dispone a encarar la investigación de alguna configuración histórica de la intelligentsia.

M. B.


 

Emilio De Ípola Althusser, el infinito adiós Buenos Aires, Siglo XXI, 2007, 235 páginas.

Un viejo althusseriano, que estudió con el maestro en París en la década de 1960, escribiendo sobre Althusser. El lector esperaría una intervención personal que reconstruyera anécdotas o que liquidara cuentas con su antiguo profesor. Pero no. Emilio de Ípola, con un sorprendente pudor, controla la voz personal, se permite sólo algunos breves chispazos de su humor y nos presenta una lectura de la obra y la empresa althusseriana. Una lectura en la que se abordan los textos buscando las huellas sintomáticas de un "otro pensamiento" que habría puntuado sus obras clásicas para emerger en sus últimos trabajos. El texto de De Ípola adopta entonces la forma de un relato que aborda los trabajos de Althusser –desde el primero sobre Montesquieu a sus textos clásicos de los años 1960 y sus posteriores trabajos sobre la ideología– dando cuenta de las tensiones y los conflictos conceptuales y políticos que asolaron el despliegue de su obra.

De Ípola rechaza la división en etapas, tan cara al althusserianismo clásico, y postula que en la obra de Althusser habrían convivido –no sin tensiones pero tampoco en necesaria oposición– un proyecto declarado, exotérico, y otro subterráneo, esotérico, más radical y complejo. Esta lectura en dos niveles le permite a De Ípola plantear dos tesis: el horizonte contra el que se debate Althusser es el pensamiento de Levi Strauss; el pensamiento subterráneo tiene como objetivo tornar posible y pensable la política. Durante largas páginas, De Ípola rastrea cómo en el interior de la problemática estructuralista se fueron constituyendo cuestiones dilemáticas, como las de la "causalidad estructural" y la "ideología" –dos formas de la cuestión del sujeto– que llevaban a Althusser y a sus discípulos a callejones sin salida. De Ípola relaciona estas tensiones con la dificultad de pensar la política y la cuestión de las coyunturas –otro nombre de la política– en una matriz como la estructuralista, que sólo las veía como una actualización de la estructura. Esa política que siempre fue la preocupación de Althusser, explica De Ípola, sólo alcanzaría la primacía en sus últimos textos sobre Maquiavelo, en los que contrapone a la constricción estructural la fortuna y la virtud, y sobre el "materialismo del encuentro", en el que retoma a Epicuro para plantear una filosofía de la contingencia. Esta apertura a la contingencia, que deja atrás todo esencialismo, llevaría a Althusser a una política de lo "subjetivo sin sujeto" postulada por su viejo discípulo Alain Badiou. De Ípola concluye su recorrido proponiendo dar un paso más allá de los dados por el maestro y la tradición marxista y –con el apoyo de las teorías sociológicas sobre la acción colectiva, dentro de la que cita los trabajos de Francisco Naishtat– abordar las formas ilocucionarias y prácticas donde lo colectivo nace y se abre a la decisión política.

R. M. M.


 

Stefan Collini Absent minds. Intellectuals in Britain Oxford, Oxford University Press, 2006, 526 páginas.

Éste no es un libro sobre los intelectuales. Al menos no directamente. Es un libro acerca de la cuestión de los intelectuales. Collini parte de un tópico del sentido común británico –la ausencia de verdaderos intelectuales– para mostrar cómo esa negación constituye uno de los aspectos principales de la definición de la identidad británica, establecida en oposición a la francesa. Al hacerlo, no se propone solamente desmontar el excepcionalismo británico –mostrando que los intelectuales no estuvieron ausentes en dichas tierras y que tampoco en otras tuvieron el lugar central que les asignaría el modelo francés–, sino reconstruir el modo en que la "tesis de la ausencia" fue articulada en el debate público británico y las funciones ideológicas que cumplió.

Para cumplir objetivos tan variados, Collini recurre a diferentes "tácticas literarias". Los primeros capítulos combinan la historia de las palabras –mostrando el modo en que diferentes sentidos del término "intelectual" se solapan y combinan con otros como "intelligentzia"– con el análisis conceptual de las implicaciones del término tal como es usado en los debates contemporáneos. La segunda parte rastrea cómo en los años de 1950 se articuló, sobre antecedentes como las invectivas burkeanas o la narrativa histórica whig, la versión canónica de la "tesis de la ausencia". A continuación, el autor adopta el método comparativo abordando los debates acerca del lugar de los intelectuales en otros países –Alemania, Italia, los Estados Unidos y la "modélica" Francia– para mostrar los límites de la tesis de la excepcionalidad. En la cuarta parte se detiene en varios intelectuales –Elliot, Orwell, Collingwood, Taylor y Ayer–, cuyas intervenciones pusieron en evidencia las "paradojas de la negación".

El recorrido muestra que las estrategias de negación no han sido sólo inglesas y que no obedecen a particularidades nacionales, sino a una lógica general: la figura del intelectual está investida de un deseo que no puede ser satisfecho por las palabras y los actos de ningún individuo, por eso nunca "nuestros" intelectuales alcanzan la estatura "del" intelectual. Las burlas y los estereotipos, las elaboradas estrategias de negación, sólo muestran la presencia del fuerte deseo de verdaderos intelectuales. Este deseo estaría presente en los debates contemporáneos –a los que dedica la última parte del libro– sobre "la muerte del intelectual", tesis que Collini cuestiona a través de una doble vía: en primer lugar, la función del intelectual –articular y hacer más efectivo un vocabulario crítico– no está por desaparecer; en segundo lugar, la tesis misma repite al viejo gesto de pensar a los intelectuales como Otra Gente.

R. M. M.


 

Seis estudios sobre la Revolución Francesa La Plata-Buenos Aires, Ediciones Al Margen, 2005, 220 páginas

Los estudios que José Sazbón consagra en este volumen a diversos aspectos de la Revolución Francesa son una ocasión para volver a apreciar la singular erudición y el puntilloso y hasta preciosista modo de exposición que sin estridencias cultiva este reconocido profesor e investigador. No resulta excesivo calificar de verdadera hazaña intelectual el hecho de que, del interior mismo de los por demás módicos espacios académicos dedicados al estudio de la historia europea contemporánea en la Argentina, surja una obra que, por la fineza de análisis y el rigor histórico y conceptual que exhibe, se revela altamente competente incluso ante un cotejo con los más renombrados historiadores del voluminoso campo de estudios dedicado ya secularmente a explorar el magno acontecimiento revolucionario. Al respecto, y tal como apunta José Emilio Burucúa en el breve prólogo del libro, impresiona la masa bibliográfica de la que se sirve Sazbón en sus estudios. Se trata de un corpus que, a distancia del francocentrismo de encumbradas figuras como François Furet, se nutre no sólo de los accesos a la gran revolución provenientes de la historiografía francesa, sino también de los aportes de tradiciones y autores de otros países como Inglaterra, Italia, Alemania y Rusia. En ese sentido, la menguada resonancia de los trabajos de Sazbón –que conocían ya publicación en libros y revistas académicas locales–, obedece probablemente a la escasez de interlocutores que en nuestro medio confiesa tener el autor sobre estos temas. Ciertamente, no todos los artículos que componen el libro ofrecen contribuciones de igual valía: resulta menos novedosa la lograda sinopsis de la génesis y las características del enfoque revisionista de la revolución –que el autor reconstruye no sólo de fuentes francesas sino a través de los pioneros trabajos de Alfred Cobban en Inglaterra–, que el fascinante estudio sobre Anacharsis Cloots y el volterianismo revolucionario, un trabajo en el que Sazbón se sirve del significativo caso de la recepción de Voltaire en ciertos círculos para plantear problemáticamente y rastrear con sutileza las complejas relaciones entre Ilustración y revolución. En éste, como en el conjunto de los trabajos –por ejemplo el que a través de un enfoque de género se pregunta por la participación de las mujeres en la revolución–, el autor se aproxima a sus objetos, no sin antes, de un lado, despejar las condiciones teóricas y epistemológicas que permiten su cognoscibilidad, y de otro, ofrecer un aventajado panorama del estado de los conocimientos de los asuntos que considera. Por todo ello, el volumen se presenta no sólo como la posibilidad de acceder a dimensiones poco conocidas de la Revolución Francesa, sino también como una invitación a adentrarse en discusiones relevantes tanto de la historiografía en general como de la historia intelectual en particular.

M. B.


 

Elías José Palti El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado Buenos Aires, Siglo XXI, 2007, 327 páginas

El punto de partida de este nuevo libro de Palti es una reconsideración crítica de los trabajos de François-Xavier Guerra en la que se propone mostrar que su novedad, la cual no deja de reconocer, no se encuentra en la adhesión a una "tesis revisionista", que con su "rígido dualismo" entre modernidad y tradición se encontraría lastrada por el teleologismo de la "historia de ideas". En este punto Palti amplía el blanco de su crítica incluyendo en ella otros intentos de historizar las ideas a los que considera irremisiblemente fracasados, ya que, explica siguiendo a Pocock, no es en las ideas donde pueden registrarse los cambios, sino en los lenguajes políticos subyacentes, que se reconfiguran aun cuando las ideas persistan.

A continuación, Palti pone en juego un rico arsenal conceptual para analizar las transformaciones del lenguaje político latinoamericano del siglo XIX. Comienza mostrando cómo, más allá de la subsistencia de argumentos preexistentes, en el período que precede a la convocatoria a las Cortes de Cádiz surge un nuevo vocabulario de base que tematiza la cuestión del poder constituyente y el sujeto de la soberanía. Luego reconstruye cómo las circunstancias políticas llevan a la problematización de la sede de la soberanía, que finalmente será colocada, por el historicismo romántico, en una Nación preexistente. Un tercer movimiento pondrá en cues tión, al plantear la divergencia entre razón y voluntad, los fundamentos de la política moderna, generando transformaciones en una opinión pública que deja de ser vista como "tribunal neutral" que permite acceder a la verdad pasando a ser campo de batalla. Esto conduce, finalmente, a una cuarta transformación de los lenguajes políticos: la que coloca en el centro la cuestión de los mecanismos de articulación de identidades colectivas que producen al sujeto de la opinión, opinión que deja de ser indeterminada para referir a los irreductibles intereses sociales.

Palti concluye su recorrido enfatizando la necesidad de historizar los conceptos, y hacerlo en un sentido fuerte. Esto implicaría, afirma el autor, no sólo mostrar que los cambios que sufren a lo largo del tiempo no siguen un patrón establecido ni se orientan a ningún fin, sino reconstruir sus premisas discursivas para descubrir allí los "puntos ciegos inherentes", presupuestos implícitos cuya explicitación los destruiría. Este trabajo de indagación sobre los supuestos epistemológicos de base permitiría convertir a la historiografía latinoamericana en un "auténtica empresa hermenéutica", abandonando el esquema de modelos y desviaciones y el viejo tópico de "las ideas fuera de lugar".

R. M. M.


 

Fernanda Beigel La epopeya de una generación y una revista. Las redes editoriales de José Carlos Mariátegui en América Latina Buenos Aires, Biblos, 2006, 312 páginas

La trayectoria intelectual de Mariátegui es recorrida nuevamente en este libro desde un ángulo que hasta aquí no había sido explorado con exhaustividad: el de las prácticas editoriales y los modos de concebir la factura de artefactos culturales tales como periódicos y revistas. Desde fines de la Primera Guerra Mundial hasta su muerte en 1930, en efecto, Mariátegui estuvo permanentemente involucrado en emprendimientos propios de lo que la autora denomina editorialismo programático. Periodista desde muy joven, en el relato que ofrece Beigel la vida del peruano es un camino ritmado por aprendizajes (como los que obtiene de su contacto con el periodismo político italiano en su estancia europea) y ensayos (y aquí se detallan las alternativas del periódico La Razón, de las revistas Nueva Epoca y Claridad, y de la editorial Minerva, que dirige sucesivamente desde 1918 en adelante), hasta el nacimiento en 1926 de aquello que la autora acuerda en llamar, con Antonio Melis, su "obra maestra": la revista Amauta, luego complementada con el semanario informativo Labor. La tesis del libro apunta a mostrar cómo ese conjunto de prácticas editoriales, que hacen familia con las llevadas a cabo contemporáneamente por Joaquín García Monge o Samuel Glusberg, en el caso de Mariátegui se derivan, en su naturaleza y afanes, de posiciones tanto estéticas como sobre todo teórico-políticas. Por caso, el modo en que Labor busca interpelar a sectores sociales emergentes, como obreros o indígenas, resulta del horizonte teórico previo de "peruanizar al Perú". Narrada así por esta avezada especialista argentina en Mariátegui –conocedora como pocos de la totalidad de su obra y de sus papeles privados–, esta historia ofrece su aporte más sustantivo en la reconstrucción que, sobre todo a partir de la copiosa correspondencia del peruano, Beigel hace de las "redes mariateguianas" tanto del interior del Perú como de Latinoamérica y Europa. Cabe señalar que el tono excesivamente laudatorio por el que opta en ocasiones la autora (empezando por la palabra "epopeya" del título), bien podría obviarse sin que el trayecto efectivamente atrapante de Mariátegui pierda espesor. A pesar de ello, y de cierto sesgo teleológico que por momentos parece juzgar las fases iniciales del itinerario del peruano desde el esquema temporal del todavía no –como tentativas incompletas respecto de lo que sería su estadio maduro, tanto en términos doctrinarios como en su rol de editor–, el lector tiene en este libro la chance de adentrarse en los meandros del laboratorio dinámico en el que se fragua una relación productiva con las noticias y los sucesos de esa escena contemporánea que, para ese "ante todo periodista" que era Mariátegui, constituyen la base de elaboración de su producción intelectual y de su proyecto político-cultural.

M. B.


 

Oscar Terán De utopías, catástrofes y esperanzas. Un camino intelectual Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, 216 páginas

En la nota introductoria a Nuestros Años Sesentas, Oscar Terán procuraba aventar la deliberada ambigüedad del "nosotros" que subyacía en ese título al limitarlo en sus alcances al de una franja intelectual en la que no podía sino inscribirse a sí mismo. Esa dimensión autobiográfica –que en ese libro se sugería tanto como se controlaba mediante una exhaustiva pesquisa en fuentes textuales– es la que ahora se libera y expande en este nuevo volumen, que reúne una treintena de entrevistas, artículos y notas breves escritos en los últimos 25 años y publicados en su mayoría en revistas culturales y periódicos del país. Esos retazos –entre los que resulta ineludible incluir la foto de portada del libro en que se ve al autor, adolescente, leyendo en una vereda de su pueblo natal– se ofrecen como jalones de un "camino intelectual" entrevisto a través de dos vías: ya el testimonio retrospectivo –los reportajes, entre los que se destaca el que Roy Hora y Javier Trímboli le hicieran en Pensar la Argentina y que, colocado no casualmente al inicio, enmarca de algún modo los temas y el tono del libro–, ya las modalidades de pensamiento y las tomas de posición pública movilizadas en ocasión de coyunturas específicas y materializadas en artículos y ensayos breves (por caso, la guerra de Malvinas o la crisis del 2001, pero también reflexiones más generales sobre las ideas y su historia en la Argentina y América Latina). Se suceden así las diversas estaciones de esa travesía intelectual: el arribo a Buenos Aires y el descubrimiento del peronismo, los "años Sartre", el "partido cubano" y la cuestión de la revolución, el exilio, la crisis del marxismo, el momento Foucault, los mitos argentinocentristas y las meditaciones sobre el destino trágico de una nación que se imaginó otra cosa de lo que acabó siendo, la crítica de la violencia de la década de 1970, entre otras. Todos esos temas son abordados desde un conjunto de estrategias de pensamiento y un modo de exposición de las ideas que han hecho de Terán reconocido portador de nada más y nada menos que un estilo: el que surge de la imbricación de una penetrante reflexión sobre la modernidad y sus avatares, y los modos en que esos avatares intentan ser aclimatados por los intelectuales de esta comarca del mundo que lleva por nombre Argentina. Y si ese singular compuesto de rigor histórico y reflexión filosófica ha hecho del autor tanto un prominente historiador de las ideas como una voz autorizada en la disminuida escena intelectual de nuestros días, las "utopías, catástrofes y esperanzas" que se revisan en este libro se ofrecen como una gozosa ocasión para reencontrarse con la sensibilidad intelectual pero también con la personal escritura que configuran ese estilo Terán.

M. B.


 

Alejandro Blanco Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, 280 páginas.

Gino Germani, el fundador de la sociología argentina; Gino Germani, el científico desmitificador del peronismo. Éstos son algunos estereotipos que el trabajo de Alejandro Blanco se propone desmontar. Se aleja así de dos relatos simétricos –el hagiográfico, que destaca el avance de la ciencia sobre la vaga especulación del ensayismo, y el condenatorio, que añora la profundidad de un espiritualismo que resiste a la razón calculadora de la "hechología" germaniana– para reconstruir una trayectoria intelectual. Apoyado en los desarrollos de la más reciente historia intelectual –de los que da cuenta en un interesante y complejo primer capítulo–, Blanco se aleja de las miradas evolucionistas y de la "sociología perennis" y atraviesa las fronteras tradicionales –las que dividen la historia interna, objeto de la historia intelectual, y la historia externa, que sería abordada por la historia institucional– para situar a Germani en las diferentes escenas en las que intervino.

Al reconstruir su fructífera tarea de editor de colecciones que intentaban renovar la agenda de las ciencias sociales, sus iniciativas en el ámbito universitario, las redes políticas en las que se apoyaba, Blanco busca romper el contexto de lectura fijado por la tradición, el del "padre fundador", contexto que llevó a una lectura unilateral que interpretaba los distintos puntos de la trayectoria de Germani como pasos en la constitución de la sociología en la Argentina. El carácter construido de la figura de "padre fundador" es subrayado nuevamente por Blanco al reconstruir el modo en que Germani intervino activamente –no sólo a través de sus escritos, sino fomentando ediciones y traducciones– en la recepción de Max Weber, esforzándose por separarlo de la lectura intuicionista preexistente y asociar la metodología de los tipos ideales con los modelos de las ciencias naturales, de modo de usarlo en apoyo a sus estrategias de renovación del campo sociológico.

A lo largo del trabajo, Blanco logra situar las acciones de Germani en sus diferentes contextos de acción –el incipiente campo sociológico argentino, las redes académicas internacionales, el mundo editorial, el mundo político– sin caer en los riesgos, frecuentes en las historias disciplinares, de descuidar el espesor y el interés de una obra rica, más rica que el estereotipo fijado por la tradición, como es la de Germani.

R. M. M.


 

Alejandro Blanco Gino Germani. La renovación intelectual de la sociología Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2006, 369 páginas.

La cuidada edición de la Universidad de Quilmes hace accesible un conjunto de textos de difícil acceso que corresponden a diferentes puntos del recorrido de Gino Germani, desde sus primeras intervenciones en el marco del Instituto de Sociología dirigido por Levene hasta las amargas reflexiones esbozadas a su "regreso" a Italia. Si la reunión de veinte trabajos producidos a lo largo de más de treinta años –y que abarcan cuestiones tan diversas como la agenda de una sociología científica, la interpretación del peronismo o el tormentoso futuro de la democracia– no produce un conjunto heteróclito, es porque se basa en una reveladora clave de lectura, que Alejandro Blanco hace explícita en el conciso pero profundo Estudio Inicial.

Blanco señala que, desde sus primeros escritos, Germani consideraba que el combate en pos de una sociología científica, y en contra de la sociología culturalista e intuicionista, estaba estrechamente ligado con la lucha por la democracia, ya que ciencia y democracia se apoyaban en valores universalistas. Pronto Germani advertiría que en el ámbito de las ciencias sociales esta afinidad no podía sustentarse en una concepción puramente instrumental de la racionalidad, sino que debía ligarse al desarrollo de una conciencia emancipada capaz de superar la atomización social y la tentación de la adhesión totalitaria. Blanco señala que es en esta cuestión del totalitarismo, en la explicación de los fundamentos de esta "explosión de irracionalidad" –y no en una cuestión interna del campo sociológico– donde se encuentra el motor que impulsa la producción de Germani. Inicialmente, Germani plantearía una mirada tranquilizadora y aún situada en el marco de la teoría de la modernización: la rapidez de los procesos de transformación generaría sectores en disponibilidad que adherirían a estos movimientos; su interpretación del peronismo no abandonaría del todo este marco. El problema era así transitorio y fundado en asincronías que el mismo desarrollo histórico se encargaría de despejar. Sin embargo, al final de su vida su pensamiento adoptaría un tono más sombrío, percibiendo que era la misma dinámica modernizadora la que amenazaba con disolver el núcleo prescriptivo mínimo necesario para la integración social. Como concluye Blanco, las fuerzas históricas a las que había confiado la suerte de la democracia –ciencia, racionalización, secularización– se revelaban "como los heraldos de procesos que amenazaban destruirla".

Con esta clave, o atreviéndose a perderse en los textos hasta encontrar una propia, la edición de estos trabajos es una invitación a leer a Germani, o a releerlo, como si fuera la primera vez, dejando de lado los rótulos que por muchos años enmarcaron su figura.

R. M. M.


 

Eduardo Jozami Rodolfo Walsh. La palabra y la acción Buenos Aires, Norma, 2006, 400 páginas

Eduardo Jozami ofrece en este volumen un minucioso y documentado recorrido de la trayectoria política y literaria de Rodolfo Walsh. Si desde el retorno de la democracia el perfil de escritor y militante del autor de Operación Masacre no ha cesado de ser escrutado, Jozami propone en este libro una mirada que se destaca por detenerse en dimensiones desconocidas o poco visitadas de su itinerario. Para tal cometido, parte de una meditada lectura de la totalidad de la producción escrita de Walsh, a la que añade entrevistas y el uso de una importante masa de fuentes primarias y secundarias que le permiten reconstruir el haz de relaciones políticas y literarias que la figura que retrata supo cultivar. La "biografía intelectual" que así resulta atiende tanto a las poco conocidas alternativas de su militancia de juventud en las filas de la Alianza Libertadora Nacionalista, como a los lazos literarios que de ella se derivaron, como los establecidos con el padre Leonardo Castellani; a sus complejas y cambiantes vinculaciones con el peronismo, como a su tránsito por la escena literaria, del cuento policial a la escritura de no ficción; al diálogo intertextual con la escritura borgeana, como a las derivas de su franca politización de los años de 1960 y 1970 –de los pliegues de su apoyo a Cuba a la sorda polémica con la cúpula de Montoneros que tuvo lugar poco antes de su muerte–, entre muchos otros tópicos. De conjunto, Jozami construye un texto que se propone homenajear a la figura de Walsh no esculpiéndola en bronce ni retaceando sus aspectos controversiales, sino a través de una escritura que se quiere fiel a la mixtura de rigor y pasión que cree detectar en la curva vital de su biografiado. Así, en proclamada distancia tanto de lo que denomina "ortodoxia setentista" –que al exaltar al Walsh montonero ocluye al literato– como, en su reverso, de la reciente crítica literaria que lo ha consagrado e integrado al canon –perdiendo en el camino al menos algunas de las peripecias de su vida militante–, este libro nos devuelve una figura compleja, habitada por una tensión irresuelta entre política y literatura, y a través de la cual es posible volver a transitar el proceso cultural y político de medio siglo de vida argentina.

M. B.


 

Alejandra Oberti y Roberto Pittaluga Memorias en montaje. Escrituras de la militancia y pensamientos sobre la historia Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2006, 272 páginas

La memoria se ha revelado una materia suficientemente abstrusa como para que una miríada de encumbrados pensadores de la Modernidad dedique reflexiones y sitúe posición respecto a sus usos, potencialidades y peligros. Una de las dos partes del libro de Alejandra Oberti y Roberto Pittaluga –la segunda en el orden de exposición elegido– se detiene a examinar precisamente los modos en que Marx, Nietzsche, Benjamin, Koselleck, Ricoeur y Agamben han dedicado trozos de su obra al tema. Ese pasaje, encarado con meticulosidad y rigor analítico, sirve tanto para volver sobre la conocida perspectiva nietzscheana acerca de las propiedades liberadoras del olvido, como para iluminar facetas ciertamente menos conocidas del abordaje que, en la escritura en situación a propósito de los hechos de la Comuna de París y la guerra franco-prusiana, Marx ofrece en torno al tópico del "culto reaccionario del pasado". Con todo, ese ejercicio no obedece a la mera curiosidad intelectual, sino que está animado por una situación específica: la del llamado "auge de memorias" que signa nuestro presente, y que tiene en el caso de la abundancia de relatos y representaciones del pasado argentino reciente un ejemplo acabado. La visita a esos "pensamientos sobre la historia y la memoria" de esas figuras ilustres tiene entonces como cometido brindar un acervo de recursos a la delicada tarea de dar lugar a una "memoria crítica", una facultad que los autores buscan desplegar en la primera y más importante parte del libro. En ella, los discursos en torno de las organizaciones guerrilleras de la década de 1970 provenientes de una serie heterogénea de artefactos culturales de reciente elaboración –ensayos de corte testimonial, textos académicos, películas como Papá Iván y Cazadores de Utopías, periódicos como Página/12 y el extinto Sur–, son sometidos a crítica con el fin de esclarecer sus operaciones de construcción de memoria. Esa también meticulosa tarea permite elucidar diversas construcciones de sentido sobre la década de 1970 que Oberti y Pittaluga ponen en tela de juicio: ya la sacralización, ya la condena despolitizadora, ya la rememoración a través del uso acrítico de testimonios, ya la subsunción del conjunto de los anhelos emancipatorios de ese período a las formas políticas hegemónicas y la concomitante invisibilización de prácticas y discursos de transformación social ajenos al universo de la militancia armada. A distancia entonces tanto de las memorias nostálgicas de esa década como de aquellas otras que en su ajuste de cuentas con ese pasado sacrifican la crítica del presente, este texto aboga por un "trabajo de la memoria" que, desnaturalizando y haciendo explícitos sus afanes (confesando así su inherente politicidad), elija qué y cómo recordar.

M. B.


 

Ana Longoni Traiciones. La figura del traidor en los relatos acerca de los sobrevivientes de la represión Buenos Aires, Norma, 2007, 212 páginas

El libro de Ana Longoni acomete el examen de una serie de discursos que han construido una imagen de la figura del sobreviviente del terror concentracionario de la última dictadura asociada al tópico de la traición. Ese examen toma como principal fuente de análisis cierta zona de la literatura que cabalga ambiguamente entre la ficción y la referencia a hechos reales (tres libros centralmente: El fin de la historia, de Liliana Heker, Recuerdos de la muerte, de Miguel Bonasso, y Los compañeros, de Rolo Diez), y que prolonga en sede literaria las maneras en que, incluso hasta hoy, ciertos ideologemas provenientes de las organizaciones guerrilleras y de la cultura política más general de los años de 1970 tiñen los modos de pensar las formas de la política. Para ese setentismo heredado, del cual esa literatura no es sino una de sus manifestaciones sintomáticas, la supervivencia del terror dictatorial es motivo de sospecha desde que el testimonio de inapelable derrota que ofrece la sobrevida desencaja respecto de la díada vencer o morir que impregnaba la apuesta política revolucionaria de entonces. Haber conseguido atravesar el horror del campo de concentración tiende a vincularse, aun inconscientemente, con una suerte de renovada versión del algo habrán hecho: ya la colaboración, ya la delación, ya, en el caso de las mujeres, la relación sexual y/o amorosa consentida –el enamoramiento del torturador, leit motiv de la novela de Heker–, que incluso en una porción de esos discursos se desliza hasta sugerir, para esas mujeres, el epíteto de putas (tema al que Longoni dedica un capítulo). En todos estos casos la experiencia de la tortura y los gestos y estrategias de supervivencia en un medio que procura el arrasamiento subjetivo de los detenidos, quedan invisibilizados como tales y son juzgados desde la óptica moral del héroe que debe morir por la causa antes que sobrevivir dudosamente. La figura de la traición que así aparece es el opuesto complementario del mandato sacrificial revolucionario expresado en la figura del mártir. El lúcido y arriesgado estudio de Longoni, que se sirve de un abanico de recursos analíticos, suma así una importante pieza a los modos en que la crítica reciente ha puesto bajo la lupa las prácticas y los discursos emparentados con la experiencia de las organizaciones guerrilleras de la década de 1970. M. B.

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