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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.11 no.2 Bernal dic. 2007

 

DOSSIER

Infinito particular: lo cultural como archivo

 

Lila Caimari

Universidad de San Andrés / CONICET

 

La encuesta-aniversario de Prismas me permite reflexionar por escrito sobre algunas impresiones nacidas del contacto con investigaciones-recientes y en curso, propias y ajenas- en un período de expansión sin precedentes de la historia socio-cultural argentina. Ni balance exhaustivo ni estado de la cuestión, este ensayo pone en relación síntomas dispersos en materiales que, considerados bajo otros ángulos, podrían reconocer escaso parentesco historiográfico. Infinito particular, título robado del bello disco de Marisa Monte, es la manera de nombrar un rasgo de esta producción sobre el que me detendré en esta intervención: la nueva relación del historiador social con un archivo de documentos"culturales", que ha activado una cornucopia de discursos e imágenes para abordar problemas nacidos en fuentes de naturaleza diferente. Para poner algún límite a una colección de ejemplos que podría volverse errática, me apoyaré en trabajos que tratan el período que va del nacimiento de la Argentina moderna-alrededor de 1880- al peronismo.
Lo primero que salta a la vista, claro, está lejos de ser exclusivo de la historia socio-cultural. El crecimiento extraordinario del volumen de investigaciones es una constatación que abarca todo el campo historiográfico local, y como en otras zonas de la investigación del pasado, es tributario de dos décadas de
profesionalización, de la multiplicación de espacios de discusión de creciente especificidad, y (más recientemente) de becas y subsidios de investigación que comprometen resultados. De dicho proceso se sigue la naturaleza de esta producción: artículos en revistas profesionales y volúmenes colectivos, compilaciones documentales, dossiers de reuniones académicas, tesis. Un corpus, entonces, pautado por los mandatos de la profesión, y cuya fragmentariedad temática también coincide con ese rumbo más general de la especialización que tanto ha reducido la escala de los objetos de indagación- aunque veremos que en este caso la ausencia de un centro articulador es un indicador de sus modalidades de crecimiento-.
Como indican los términos de esta convocatoria, con su definición amplia y plena de resonancias sociológicas del campo de historia intelectual que abarca, no hay un camino de abordaje, sino muchos. Y aun si optamos por observar solamente esa amplísima frontera llamada historia "cultural"-manteniendo en su definición el compromiso de imbricación con lo social que forma parte del programa de Prismas- comprobamos que su ámbito de arraigo es hoy tan amplio que resulta difícil encontrar un terreno en el que esta dimensión no ocupe un lugar importante. Comenzamos, entonces, ponderando el papel
extraordinario que ha adquirido lo cultural en tanto perspectiva-evitemos hablar de "giro", para no equiparar la evolución de la producción local con el fenómeno anglosajón, de ribetes teóricos más radicales y consecuencias historiográficas diferentes-. Una dimensión cultural acompaña la fragmentación temática más general de las investigaciones y, también, su naturaleza crecientemente interdisciplinaria. Más que de un núcleo de temas o problemas, entonces, hablamos de una manera de reunir e interrogar las huellas del pasado, que se posa sobre un amplísimo consenso básico-tan básico que hace tiempo que ha dejado de ser explicitado- en torno de la historia como relato crítico de los procesos de construcción social, relato que reserva un lugar sustantivo a las dimensiones simbólicas y representacionales. Manteniendo una sintonía difusa con la teoría crítica, sociológica o antropológica que la sustenta, esta tarea de desconstrucción/reconstrucción del orden social del pasado está pautada por una relación intensa con la base empírica, por un cotejo permanente de las hipótesis con ese archivo que las descompone en miles de matices, zonas grises y micro-ejemplos contradictorios.
Esta historia socio-cultural tiene manifestaciones diversas y admite estilos que varían de caso en caso. No obstante, hay un modelo de investigación que es reconocible en el contexto de trabajos de largo aliento, cuando los artículos y las ponencias encuentran su lugar en tesis o libros unitarios, revelando las formas en las que lo cultural ha sido incorporado a este tipo de indagación: un modelo de reconstrucción descendente, en el que la perspectiva cultural funciona como agregado y no como reemplazo de otras aproximaciones al objeto. Veamos, entre varias posibilidades, dos zonas de anclaje, ellas mismas entrelazadas: la historia disciplinar y la historia social. Numerosas investigaciones han identificado (con notable pericia, en muchos casos) los espacios disciplinares e institucionales de diseño y desa
rrollo de categorías conceptuales sustantivas para pensar la sociedad y el cambio social- fuesen éstas legales, médicas, estadísticas, urbanísticas o psicoanalíticas, poco importa aquí cuán híbridos o mal diferenciados dichos espacios hayan sido en algunos casos-. El problema del poder simbólico y/o institucional, que está en el centro de estas investigaciones, es tributario más o menos lejano, más o menos reconocible, de la historia de disciplinas y de profesiones de inspiración foucaultiana o bourdieusiana.1 Las fronteras de la historia social, mientras tanto, se han extendido y especializado en temas cuyos núcleos -algunos tradicionales, como el trabajo o la familia; otros novedosos, como la vivienda, la enfermedad, la justicia, la sexualidad- son estudiados en relación con el saber disciplinar o normativo que los configuró.2
¿Qué tienen en común estos avances del conocimiento de nuestro pasado, más allá del estudio de lo social en relación al saber sobre lo social? Que con frecuencia creciente se agrega al análisis de la génesis de conceptos savants y a la reconstrucción normativa, institucional y estadística, un estudio de la circulación de discursos más allá de esos espacios de origen. Una curiosidad, en fin, por las modalidades de existencia (práctica y conceptual) del objeto en la sociedad.3 Así pues, numerosas investigaciones "descienden", en sus tramos avanzados y por la vía de un archivo de tipo cualitativo, a una modalidad de reconstrucción diferente. El estatus de estas fuentes soft no es siempre el mismo
-condensación de representaciones, también ofrecen pistas sobre las prácticas, y ventanas a discursos alternativos-. En cualquier caso, notemos la (implícita) moderación teórica de esta operación, en la que "lo cultural" plantea una redefinición del archivo que es una ampliación más que una reconfiguración radical. Archivo más grande, más permisivo y más creativo, que ha introducido juegos de refracciones, cruces temáticos y documentales hasta hace poco inimaginables: la tuberculosis en el tango, el mundo del trabajo en el arte plástico, el barrio en la literatura, el psicoanálisis en Claudia y Primera Plana, familia, sexualidad, vivienda y trabajo en el cine de la década de 1940, etc.4 El interés que concita este universo documental tiene algo del deleite del visitante que después de censos y revistas disciplinares se permite abordar un mundo de documentos de expresividad comparativamente desbordante, que ofrece en cada rincón la encarnación particularísima, la resistencia ingeniosa, el sentido común que toma y descarta fragmentos del saber disponible, la síntesis bella y original.
Cuando esta polifonía es más que una crónica de pequeños hallazgos, cuando hay suficiente integración a los demás niveles de análisis, el deslizamiento al registro cualitativo ha permitido la reconstrucción de sistemas de relaciones de gran riqueza y complejidad-cumpliendo, al menos en parte, con la promesa de restitución de la dimensión simbó
lica de la construcción social del pasado-. Mientras tanto, la inmersión del objeto de estudio en tramas cada vez más amplias de observación, con su archivo siempre abierto, ha puesto al historiador en contacto con fuentes cuyo atractivo aparece asociado a exigencias crecientes. Dejemos de lado el evidente peligro de dispersión, que hace de esta forma de historia un ejemplo tan claro del descentramiento del relato histórico. La adopción de objetos tradicionales de la historia de la cultura-literatura, cine, arte, teatro- como insumo, como soporte de mensajes sobre un referente externo, es una operación que de supuestos metodológicos ambiciosas. Pues la pregunta sobre el estatus del material en cuestión en el contexto general de la investigación surge de inmediato. Y con ella, la de los caminos de su transformación en "documento" y la importancia atribuida a su especificidad-cuestiones que imponen una tercera pregunta, sobre el alcance posible o deseable del diálogo del historiador con la literatura crítica y teórica de cada campo-. Por supuesto que la importancia acordada a esta especificidad depende de la naturaleza y la densidad del objeto mismo, y del compromiso puesto en juego por cada autor en esta búsqueda-aquí las posiciones podrían pensarse en un espectro que va de una extracción de datos que no se hace demasiado cargo de las mediaciones, a los grandes desvíos que procuran restituir lo más cuidadosamente posible las diferencias de la fuente-. Pero hasta el historiador más ávido por atender a dicha especificidad depende de la existencia de un campo de estudios capaz de proveer instrumentos de análisis de este tipo, y de que sus lenguajes y premisas teóricas permitan cuanto menos establecer un lugar de encuentro con las preguntas de la historia. Este encuentro siempre estará puntuado de tensiones teóricas y disonancias epistemológicas-criterios estéticos vs. criterios contextuales, sistemas de relaciones internos vs. sistemas externos, etc-. Pero eso no impide comprobar que la recepción que cada ámbito reserva a la incursión del historiador es diferente.
Que la renovación del archivo de historia social haya comenzado por la literatura es un dato casi natural, no solamente porque el uso de la ficción narrativa como fuente y recurso ilustrador precede en mucho al encuentro"culturalista", sino por la profunda marca que en la crítica literaria argentina ha dejado esa teoría sociológica de la cultura (de Benjamin a Williams, de Elias a Bourdieu) que tanto ha acercado su objeto al campo de la historia, estableciendo un amplio terreno conceptual en común. De modo que el acercamiento del historiador a la literatura está, en realidad, emparentado con el movimiento de una importante franja de la crítica literaria argentina hacia las ciencias sociales, que en estos últimos veinte años ha establecido las bases del diálogo más real y productivo de esta trama interdisciplinaria.5 Nada de esto garantiza que el cruce de fronteras transcurra en un marco de pura armonía, ya sea porque unos abordan la ficción como objeto y otros como documento sobre otro objeto, por la persistente diferencia de aproximación de temas aparentemente contiguos, o porque el movimiento de encuentro interdisciplinario es, con frecuencia, asimétrico. Ocurre también que las zonas del archivo literario más hospitalarias al trabajo del historiador social pueden ser las menos favorecidas por la crítica especializada, como lo muestra la centralidad de los géneros narrativos y los autores (realistas, naturalistas) que encarnan apuestas estéticas afines a lo documental, y que funcionan en el texto histórico muy independientemente de los juicios (a menudo desfavorables) que la crítica ha reservado a estos
escritores-informantes. La indiferencia a estos dictámenes, que ha dado tanto espacio a la obra de autores como Manuel Gálvez, no significa que figuras dominantes en el canon, como Borges y Arlt, no hayan sido igualmente incorporadas al texto histórico. Significa, más bien, que dicha incorporación responde a otros criterios.
En los trabajos más recientes, el dato dominante ya no es la consulta de la ficción literaria sino el creciente interés de los historiadores en las imágenes-fotográficas, plásticas, cinematográficas-. Dos observaciones sobre lo más notable de esta tendencia, que gravita hacia el cine nacional.6 Dado el espectro temático de una filmoteca que ofrece tanto material social y costumbrista, y la incomparable masividad de un medio que a partir de la década de 1920 desplazó a la cultura letrada del centro de los consumos culturales, su relevancia como vehículo de imágenes de la sociedad del pasado está por encima de toda discusión.7 La relativa demora con la
que la imagen fílmica se agrega al archivo de representaciones se explica, sin duda, por la misma especificidad expresiva que constituye su atractivo, hecha de un lenguaje narrativo tan absolutamente diferente de la linealidad escrita del relato histórico. Su adopción requiere una traducción, entonces, que demanda una "edición" propia y un despliegue de recursos lo más imaginativo posible, para que el paso de un medio a otro no sea (o sea lo menos posible) un aplanamiento de sus dimensiones originales. Y luego, una lectura documental convincente de la fuente fílmica, que requiere mucha familiaridad con las convenciones y redes genealógicas de cada género, cierta dosis de conocimiento técnico y una dosis imprecisa de andamiaje teórico que permita decir algo más que lo obvio sobre los sentidos de esas representaciones.
Todo esto es mucho, pero puede hacerse, y los diligentes historiadores comienzan a hacerlo. Pero ocurre que el campo de estudios del cine nacional no ofrece nada comparable a la densidad ni sensibilidad socio-históricas de los estudios literarios. La bibliografía internacional provee modelos de abordaje, sí. Pero lo cierto es que quien desea observar la sociedad del pasado a través del prisma cinematográfico tiene pocos puntos de apoyo para reconstruir contextos que informen sobre las singularidades de inserción local del objeto, más allá de la historia de la industria y sus personajes. La historia del cine argentino, que es incipiente, se ha mantenido en carriles bastante separados de la historia de la cultura, y de la historia tout court, aunque hay indicios de que una corriente de estu
dios más atenta al entorno sociocultural de sentidos está naciendo.8 No sería sorprendente que en el inminente crecimiento de ese campo de estudios, los investigadores que provienen de la historia terminen haciendo una contribución no prevista inicialmente, y que, en algunos casos, su trabajosa contextualización de la fuente (que ha llevado a revisar las colecciones de viejas revistas del star system local) derive en una mutación del insumo en objeto.
Algo de eso está ocurriendo entre quienes han elegido instalar su búsqueda en otros medios masivos, como revistas y radio. No es que no haya en la Argentina estudios sobre publicaciones periódicas y editoriales, pero hasta hace poco el foco de estas exploraciones eran las vanguardias, la alta cultura, o empresas de propaganda y conversión-católicas, socialistas, anarquistas-. La aproximación a las revistas como vehículo de representaciones sociales, que pone lo masivo por sobre otros criterios, ha activado una hemeroteca de productos comerciales dirigida a esa amplísima franja de sectores medios, consumidores de magazines ilustrados, fotonovelas, publicaciones de mujeres, de niños, deportes, etc.9 Las imágenes de la sociedad difundidas en
esos centenares de miles de ejemplares semanales ya constituyen una parte reconocida de nuestra historia social, pero esta legitimidad se ha ido estableciendo en ausencia de una historiografía de los medios: en el mismo gesto de activación heurística de este corpus, se ha descubierto el vacío de conocimiento sobre su producción y circulación. Mientras tanto, los radioteatros-género cuya centralidad en la cultura popular de la primera mitad del siglo XX es cada día más evidente- también están poniendo a prueba su potencial como documento. Como en la prensa gráfica, las encarnaciones de los personajes, ambientes y relaciones de la sociedad de la primera mitad del siglo que emergen de sus guiones aparecen entrelazadas con la historia del vehículo que los difundió.10
Es que sin proponérselo, la historia sociocultural también ha ido trazando un mapa de los vacíos de conocimiento encontrados en su contacto con el archivo de lo infinito particular, y este diagnóstico ha puesto a sus cultores ante más de una encrucijada temática. Algunos, imperceptiblemente, están tomando el camino de la historia social de la cultura.?

Notas

1 Algunos ejemplos de investigaciones recientes de historia de las disciplinas y profesiones. Sobre higienismo y corporación médica: Ricardo González Leandri, Curar, persuadir, gobernar. La construcción histórica de la profesión médica en Buenos Aires, 1852-1886, Madrid, CSIC, 1999;         [ Links ] Diego Armus, "El descubrimiento de la enfermedad como problema social", en Mirta Z. Lobato, El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916), Buenos Aires, Sudamericana, 2000;         [ Links ] sobre psiquiatría y psicoanálisis: Hugo Vezzetti, La locura en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, 1985;         [ Links ] Mariano Plotkin, Freud en las pampas, Buenos Aires, Sudamericana, 2003;         [ Links ] sobre arquitectura y urbanismo: Alicia Novick, La figura del técnico y la imagen del plan en los orígenes del urbanismo en la Argentina, Universidad de San Andrés, Tesis de Maestría en Investigación Histórica, 2002,         [ Links ] Jorge F. Liernur y G. Silvestri, El umbral de la metrópolis. Transformaciones técnicas y cultura en la modernización de Buenos Aires (1870-1930), Buenos Aires, Sudamericana, 1993;         [ Links ] sobre derecho y abogados: Eduardo Zimmermann (comp.), Judicial Institutions in nineteenth-century Latin America, Londres, ILAS, 1999;         [ Links ] sobre estadística y estadísticos: Hernán Otero, Estadística y nación. Una historia conceptual del pensamiento censal de la Argentina moderna, 1869-1914, Buenos Aires, Prometeo, 2006;         [ Links ] sobre criminología y derecho penal: Ricardo Salvatore, "Criminología positivista, reforma de prisiones y la cuestión social/obrera en Argentina", en Juan Suriano (comp.), La cuestión social en Argentina, 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000;         [ Links ] Máximo Sozzo, "'Traduttore Tradittore'. Traducción, importación cultural e historia del presente en la criminología de América Latina", en M. Sozzo (comp.), Reconstruyendo las criminologías críticas, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2001;         [ Links ] Lila Caimari, Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina, 1880-1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.         [ Links ]

2 Anahí Ballent, Las huellas de la política. Vivienda, ciudad, peronismo en Buenos Aires, 1943-1955, Buenos Aires, editorial de la UNQ;         [ Links ] Rosa Aboy, Viviendas para el pueblo. Espacio urbano y sociabilidad en el barrio Los Perales, 1946-1955, Buenos Aires, FCE/UdeSA, 2005;         [ Links ] Omar Acha, "Familia, amor y política en la década peronista (Buenos Aires, 1945-1955)", Universidad de Buenos Aires, Tesis doctoral en Historia, 2005;         [ Links ] Hernán Otero (dir.), El mosaico argentino. Modelos y representaciones del espacio y de la población, siglos XIX-XX, Buenos Aires, Siglo XXI de Argentina, 2004;         [ Links ] Isabella Cosse, Estigmas de nacimiento. Peronismo y orden familiar, Buenos Aires, FCE/UdeSA, 2005.         [ Links ]

3 Los límites de este ensayo no permiten detenerse en las muchas razones teóricas convergentes que subyacen a esta deriva. Menciono tres. En el marco general del debilitamiento de las grandes explicaciones, ella refleja, simultánea o alternativamente, cierta reacción historicista ante usos algo lineales de la teoría (marxista y foucaultiana en particular); el éxito de una historiografía cultural (representada por Roger Chartier, entre otros) que demostró la importancia explicativa de la circulación de símbolos y representaciones poniendo en valor archivos de textos menores; la de una historiografía "al ras" de inspiración antropológica (inspirada, entre otros, en los trabajos tardíos de Michel de Certeau), que alerta contra todo a priori sobre los efectos de los mandatos sociales, e invita a observar las dimensiones creativas de las prácticas sociales.

4 Respectivamente: D. Armus, "El viaje al centro: tísicas, costureritas y milonguitas en Buenos Aires (1910-1940)", en Armus (comp.), Entre médicos y curanderos. Cultura, historia y enfermedad en la América Latina moderna, Buenos Aires, Norma, 2002;         [ Links ] Mirta Lobato, Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Buenos Aires, Edhasa, 2007;         [ Links ] Adrián Gorelik, La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936, Buenos Aires, editorial de la UNQ, 1998;         [ Links ] Plotkin, Freud en las pampas…; Caimari, Apenas un delincuente…; Acha, "Familia, amor y política…"; Cosse, Estigmas de nacimiento…; Aboy; Viviendas para el pueblo

5 Me limito a citar una obra decisiva en este rumbo: Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Buenos Aires, Ariel, 1983.         [ Links ]

6 Gracias a la receptividad de una fracción de la comunidad de historiadores del arte, se ha entablado un diálogo (más reciente, y muy incipiente) con algunas zonas de la historia socio-cultural. En su libro Los primeros modernos. Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX (Buenos Aires, FCE, 2001),         [ Links ] por ejemplo, Laura Malosetti inscribe su análisis del famoso cuadro de Blanes-"Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires"- en el marco de la reconstrucción esmerada del contexto intelectual de producción de la obra, y en la trama de usos sociales (didácticos) de ese cuadro. Es sintomático que las hipótesis que animaban dicho análisis reaparecieran en un trabajo de la misma autora, esta vez publicado en una obra de ensayos de historia social de la enfermedad: L. Malosetti Costa, "Buenos Aires 1871: imagen de la fiebre civilizada", en Diego Armus (comp.), Avatares de la medicalización en América Latina, 1870-1970, Buenos Aires, Lugar, 2005, pp. 41-63.         [ Links ] Un ejemplo de la integración exitosa de dimensiones técnicas y artísticas en el análisis de la construcción social del paisaje: Graciela Silvestri, El color del río. Historia cultural del paisaje del Riachuelo, Buenos Aires, editorial de UNQ, 2003.         [ Links ]

7 El interés del cine de ficción como documento histórico también antecede a la historia socio-cultural de las últimas dos décadas, y puede ser rastreado en el libro clásico de Marc Ferro, Cinéma et Histoire, París, Denoël, 1977.         [ Links ] Algunos ejemplos del uso de películas en la historiografía reciente: Cosse, Estigmas de nacimiento; Acha, "Familia, amor y política…"; Anahí Ballent, "Kilómetro cero: la construcción del universo simbólico del camino en la Argentina de los años treinta", Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr Emilio Ravignani", Tercera Serie, No. 27, 1er semestre de 2005.         [ Links ]

8 Más que de los usos sociales o los sistemas de circulación de sus mensajes, la mayoría de los estudios en sede crítica cinematográfica interrogan películas como punto de condensación de imaginarios sociales: Mario Berardi, La vida imaginada. Vida cotidiana y cine argentino 1933-1970, Buenos Aires, Ed. del Jilguero, 2006;         [ Links ] Clara Kriger, "Modalidades y representaciones de sectores sociales en la pantalla", Cuadernos de cine argentino No. 1, 2001;         [ Links ] Gonzalo Aguilar, "Culpable es el destino: el melodrama y la prisión en las películas Deshonra y Carandirú", Nueva Sociedad, No. 208, pp. 162-178.         [ Links ]

9 La importancia de la gráfica ha hecho de estas fuentes otro lugar de encuentro con la historia social del arte, y con la de la publicidad. Véase, a modo de ejemplo: Marcela Gené, "Periodistas del dibujo. Representaciones de crímenes y delincuentes en el diario Crítica. Buenos Aires, 1925", Revista virtual Intercambios, No. 6. Revista de Derecho Penal de la Especialización de Derecho Penal y Criminología- Facultad de Ciencia Jurídicas y Sociales, Universidad de La Plata, junio de 2003, //www.jursoc.unlp.edu.ar;         [ Links ] de la misma autora: "Políticas de la imagen. Sobre la propaganda visual del peronismo" en Patricia Berrotarán, Marcelo Rougier y Aníbal Jáuregui ( eds.), Sueños de bienestar en la Nueva Argentina: Estado y políticas públicas durante el peronismo (1946-1955), Buenos Aires, Imago Mundi, 2004.         [ Links ]

10 Un estudio que revela el doble interés en el medio y sus contenidos: Paula Bontempo, Para Ti. "El cuerpo de la Mujer Moderna (1922-1928)", UdeSA, tesis de maestría en investigación histórica, 2006.         [ Links ] Es sugestivo que este trabajo sobre las imágenes del cuerpo femenino en Para Tí haya derivado en un estudio de largo aliento sobre Editorial Atlántida, actualmente en curso. Ejemplos del radioteatro utilizado como fuente de historia social: I. Cosse, "Relaciones de pareja a mediados de siglo en las representaciones de la radio porteña: entre sueños románticos y visos de realidad", Estudios sociológicos, vol. XXIV, No. 73, enero-febrero de 2007.         [ Links ] Sobre la radio, el estudio reciente de Andrea Matallana (Locos por la radio. Una historia social de la radiofonía en la Argentina, 1923-1947, Buenos Aires, Prometeo, 2006) sugiere el inicio de estudios de historia social de los medios.         [ Links ]

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