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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.12 no.1 Bernal June 2008

 

ARTICULOS

Momias que hablan
Ciencia, colección de cuerpos y experiencias con la vida y la muerte en la década de 1880*

 

Irina Podgorny
Museo de La Plata / CONICET

The truth is, I am heartily sick of this life and of the nineteenth century in general. I am convinced that everything is going wrong. Besides, I am anxious to know who will be President in 2045.1

 


Resumen

En este trabajo se presentan, por un lado, algunos aspectos de la vida del Comendador de la Orden del Gran Mogol, Guido Benatti, durante su estadía en Salta y en Buenos Aires, para mostrar las actividades de los coleccionistas de antigüedades americanas de la década de 1880. Nos interesa discutir la relación planteada entre la sociabilidad de los coleccionistas de antigüedades y fósiles americanos y las prácticas de curación asociadas a estas empresas científicas al margen de las políticas públicas. En ese contexto, analizaremos los distintos usos y significados de las "momias": medicamento, objeto antropológico y medio que habla, la momia muestra la capacidad que adquieren las ruinas y los restos humanos del pasado para hablar y testimoniar sobre episodios remotos, un elemento crucial para la consolidación de la arqueología de fines del siglo XIX.

Palabras clave: Colecciones antropológicas y arqueológicas / Siglo XIX / Medicina / Momias y magnetismo animal / América del Sur.

Abstract

In this paper we introduce some events in the life and itineraries in Salta and Buenos Aires of Guido Bennati, "Commandeur" of the Parisian Order of the Great Mogul. This paper aims at discussing the relationship between collecting objects of natural history and anthropology, and popular healing practices. In this context, we will analyze the several meanings that the mummies had at the end of 19th Century, as medicinal element, anthropological object, and speaking device.

Keywords: Anthropological collections / Archaeology / 19th Century / Medicine / Mummies, Animal Magnetism / South America.


 

Introducción

El 30 de marzo de 1883, el periódico porteño La patria argentina dirigido por Carlos Gutiérrez, publicaba "un suceso singular" ocurrido el día anterior en el museo del comendador Guido Bennati (1827-1898). El reportero describía el encuentro que había tenido lugar en ese escenario entre Hermann Burmeister -director del Museo Público de Buenos Aires-, Florentino Ameghino -prestigioso investigador independiente-, Ignacio Pirovano -renombrado cirujano, profesor de la Cátedra de Medicina Operatoria-, Estanislao Zeballos y un representante de las damas de la Sociedad de Beneficencia. Todos habían respondido al llamado de Bennati para "presenciar la abertura de una chulpa o momia titicaqueña" de su colección. Como en el cuento de Edgar Allan Poe, en el transcurso de la reunión la momia volvía a la vida para reírse del presente, de la democracia y de los supuestos adelantos del siglo del progreso.

El relato de La patria argentina repetía la estructura de "Some words with a mummy", pero presentaba algunas diferencias: en lugar de la egipcia "Allamistakeo", la momia de Benatti no era tal, sino un cuerpo seco, "sin jugos", hallado en los alrededores del lago Titicaca y nacido hace miles de años en Mesoamérica. Ambas momias -la de Poe y la de Bennati- contaban que en sus respectivas civilizaciones se dominaba el secreto de la inmortalidad y la capacidad de entrar y salir de la vida a voluntad, para evitar los períodos de crisis o como una cuestión de mera curiosidad ante el futuro. Para la "momia" americana, el despertar representaba el fin de un refugio iniciado con la llegada de los conquistadores europeos o, más precisamente, de los sacerdotes católicos y su afán por destruir la evidencia de una civilización superior y del origen americano de la cultura del Viejo Mundo. A diferencia de la ficción de Poe, el singular relato se reía de las peculiaridades de vecinos ilustres de Buenos Aires. Sumado al notorio y conocido interés de estos "sabios estrambóticos" en todas las facetas de la ciencia del fin de siglo XIX, la historia cobraba mayor verosimilitud al presentarse en un escenario que, en esas semanas, ocupaba la atención de la nueva capital de la Nación: poco hacía que, en un salón situado en la calle Perú, número 83, entre Alsina y Victoria, a pocos metros del Museo Público, el Dr. Bennati o Benatti había inaugurado su colección de objetos de Historia natural; colección que por varios años se recordaría como "museo incásico" y sinónimo de la "fantasía de una mente soñadora".2

La Exposición de Bennati había abierto el 16 de enero de 1883.3 Se publicitó en la prensa en las mismas páginas que las máquinas agrícolas, los tratamientos hidroterapéuticos, los tónicos importados, los dentistas en gira por el mundo y el estudio de Teresa Meraldi, profesora de magnetismo, de música vocal e instrumental, de declamación y mímica que, en esos días, atendía a pocas cuadras, en la calle Salta al 300, entre México y Chile, donde se enseñaba a magnetizar y a desmagnetizar teórica y prácticamente, en cinco sesiones y a precios módicos. La exposición arqueológica, antropológica, paleontológica y de historia natural contenía objetos raros e interesantes, entre los que se contaban los siguientes: minerales de varios estados sudamericanos, vegetales variados y de gran importancia para la medicina, tintorería y alimentación; pieles de animales, animales disecados, una gran variedad de reptiles conservados en espíritu de vino, un león vivo y domesticado que vivía en compañía de un corderito y fósiles de animales antediluvianos. También había "Objetos de valor inapreciable": momias, ídolos, utensilios, armas, vestidos e instrumentos de música de la raza indígena. El aviso destacaba que los lectores se cansarían con la enumeración fidedigna de la multitud de objetos. La entrada costaba diez pesos por persona y cada visitante recibía un catálogo explicativo.4 Y aunque el aviso no mencionaba nombres, la exhibición se conoció en la ciudad como "Museo Bennati" o "Museo Científico Sud-Americano".

Esta muestra temporaria y viajera incluía objetos de paleontología, arqueología, antropología y los tres reinos de la naturaleza.5 Una "india embalsamada, con sus adornos y vestidos, perteneciente a la tribu Potoreros de Bolivia" presidía la entrada del vasto salón, cuyas paredes estaban tapizadas por las colecciones que no entraban en los numerosos estantes allí colocados.6 A su derecha, en un mostrador, dos indias bolivianas hacían de recepcionistas de la exposición. Florentino Ameghino destacaba que entre los objetos antropológicos exhibidos por Bennati se distinguían varias momias completas, una de las cuales ostentaba un "verdadero museo de joyas y de adornos, entre los que sobresalían magníficos collares formados con cuentas de lapislázuli".7 Las siete momias exhibidas, seis de mujeres y la séptima de hombre, habían sido tomadas en la Sierra del Perú, en las Islas del Sol y de la Luna del Lago Titicaca, en el cerro Illimani y Corocoro de Bolivia y en una caverna a 14 mil pies sobre el nivel del mar en el cerro de Sajama, también en Bolivia.8 De este conjunto surgió la protagonista absoluta del "suceso singular".

En este trabajo se presentarán, por un lado, algunos aspectos de la vida de Guido Benatti durante su estadía en Salta y en Buenos Aires, para mostrar las actividades de los coleccionistas de antigüedades americanas de la década de 1880. Nos interesa discutir la relación planteada entre la sociabilidad de los coleccionistas de antigüedades y fósiles americanos y las prácticas de curación asociadas a estas empresas científicas al margen de las políticas públicas. Luego, en ese contexto, analizaremos los distintos usos y significados de las "momias": medicamento, objeto antropológico y medio que habla, la momia del suceso singular está mostrando la capacidad que adquieren las ruinas y los restos humanos del pasado para hablar y testimoniar sobre episodios remotos, un elemento crucial para la consolidación de la arqueología de fines del siglo XIX.

"He nacido del pueblo"9

Guido Bennati, hijo de Giuseppe, de profesión declarada médico cirujano, había llegado a la Argentina luego de haber sido condenado por falso médico y venta de remedios secretos ante la corte de Lille en 1865 y haber participado en la conquista garibaldina de Roma de 1867.10 Nacido en Pisa en 1827, su pasaporte lo describía con estatura y boca justa, mentón oval, cabellos, cejas y ojos castaños. Entre sus rasgos físicos, ostentaba anteojos de oro y una medalla en el pecho. Esta pieza que, según la ocasión, presentó como obsequiada en agradecimiento por sus curas de los pueblos de San Juan, Bolivia o Catamarca se trataba de la orden otorgada el 16 de mayo de 1851 en París por Alina Deldir, Princesa del Imperio del Gran Mogol y Gran Maestre de la Orden Imperial Asiática de Moral Universal. Ese día, Bennati había sido distinguido como "Commandeur de l'Ordre Impérial Asiatique" y autorizado a portar las insignias pertinentes conforme a los estatutos de la Orden y a las leyes y reglamentos de su país.11

Ya en la Argentina ejerció como médico en Córdoba y Catamarca, donde -según sus biógrafos y él mismo- en 1869 inauguró y dirigió el Hospital de la Concepción. En 1870 pasó a Mendoza y San Juan, ciudades en las que difundió y estableció -siempre según estas biografías- varias logias masónicas. En esos mismos años será el encargado de armar las muestras para la Exposición Nacional de Córdoba de San Luis y, en menor parte, de Mendoza y La Rioja.12 Entre 1874 y 1881 viaja por Corrientes, Bolivia, Paraguay y el norte argentino. Llegó a Buenos Aires a fines de 1882, donde moriría en 1898.13 Durante sus viajes, Bennati armó una suerte de museo itinerante, ligado a su gabinete médico, a la práctica de la cirugía y al despacho de recetas y remedios. Como veremos, pasaba de la estimación de los círculos eruditos a las acusaciones de curandero y charlatán. Mientras las colecciones despertaban la admiración de los corrillos científicos y sus preparados el reconocimiento de los pobres, el gabinete y sus mejunjes avivaban los recaudos de los colegios de higiene y -sobre todo- de aquellos pacientes que "comprobaban" el engaño de las medicinas pretendidamente milagrosas.

La colección de Bennati fue exhibida en Salta en 1879, en la casa del Sr. Frías en la calle Caseros. Por entonces se componía de cráneos humanos, fósiles de Mastodon, Megatherium, Glyptodon y "de otras especies desconocidas por los sabios europeos", objetos recolectados en su excursión por Bolivia y el Perú. La exhibición, dispuesta en estantes en los distintos espacios que se le prestaron, se abrió a la expectación pública por una entrada sumamente módica. Las crónicas sociales de la exposición la presentaban como un museo que interesaría por igual a los caballeros y a las señoras, a los hombres de ciencia y a los simples aficionados a las novedades. A través de la visita todos "podrían percibir de cerca las sorprendentes creaciones de Dios y las obras del hombre en épocas remotas y en civilizaciones estintas".14 En Salta, además, se destacaba:

en materias zoológicas, en petrificaciones y mineralizaciones, y en obras de los indios, de la época de la conquista o anteriormente a ella, ejecutadas sobre lana, piedra y arcilla, se exhibirá un mundo de maravillas. Especialmente hay que ver salidos de los telares rudimentarios de los indios, dos tejidos comprados en Mojos ó Chiquitos, que representan Adán y Eva en el Paraíso, y la Adoración de Jesús en la gruta de Belén y cuya fabricación es una curiosidad.15

La exposición fue visitada, entre otros, por Juan Martín Leguizamón (1833-1881), quien en la famosa carta a Mitre la calificaba como "una preciosa colección de antigüedades americanas".16 Para Leguizamón estos objetos probaban la antigüedad del hombre y las relaciones prehistóricas de los viejos americanos con los hombres que poblaban los otros continentes.17 Leguizamón, recordemos, contribuía desde Salta a acrecentar las colecciones de objetos, datos, textos y documentos de sus amigos inteligentes de Buenos Aires.18 Antidarwinista y católico militante, también ayudó a Paul Topinard (1830-1911), secretario de la Sociedad de Antropología de París, en el armado de las colecciones de datos y objetos sudamericanos. Monogenista convencido de la prédica de Santo Tomás en América, remitía a Buenos Aires dibujos de piedras grabadas, fósiles y objetos arqueológicos obtenidos a partir de adquisiciones y regalos procedentes de encargos a diferentes proveedores. Leguizamón actuaba como una suerte de nudo en la red de recopilación de objetos de Salta y de los parajes de su zona de influencia.19 Las interpretaciones de Leguizamón y los anuncios del periódico de Salta muestran, asimismo, los distintos significados que los objetos podían adquirir no solo en los campos de la cultura popular sino también dentro de los círculos científicos. En Salta, a diferencia de sus interlocutores de Buenos Aires y París, Leguizamón interpretaba los objetos como manifestación del poder creativo de Dios o como prueba de la presencia del hombre blanco y la señal de la Cruz en la América antecolombiana.20 Leguizamón no solo fue uno de los protectores de Bennati:21 se consideraba un colaborador importante en las empresas del joven Francisco P. Moreno, por esos años abierto militante del materialismo científico y en franco conflicto con algunos grupos cató-licos.22 Esta sociabilidad urdida a través del intercambio de datos, antigüedades y cráneos parecía ignorar las divisiones creadas por la política y las creencias religiosas, realizando el viejo tópico de la superación de los vicios heredados del pasado a través del lenguaje neutral de la ciencia.

Bennati, por su parte, alternaba sus estudios científicos "panteológicos, paleontológicos, antropológicos, geológicos, prehistóricos"23 con el ejercicio de la medicina. En La Paz se publicitaban los enfermos curados gratuitamente por la Sociedad Médico Quirúrgica Italiana:24 un total de 4.040 enfermos entre agosto de 1875 y febrero de 1877.25 En Salta, Bennati hacía publicar en marzo -en el marco de una campaña en su contra- un cuadro del mismo estilo referido a los curados y operados hasta la fecha en su gabinete.26 De los 1.603 pacientes, 1.263 se decían sanados completamente, 308 permanecían en curación, 27 incurables y 5 muertos.27 La importancia del número como agente de propaganda de la eficacia de su gabinete y métodos volvería a aparecer cuando decenas de salteños publicaron en La Reforma su intención -rubricada frente a escribano público- de regalarle una medalla de oro mandada acuñar en Buenos Aires en agradecimiento por sus curaciones. Bennati la rechazaba recalcando: "lo que aceptaré y guardaré como memoria de mis amigos es la lista de los nombres de aquellos que han querido honrarme".28 Sin embargo, parte de su propaganda mostraba que no era reacio al oro: en su pecho decía ostentar cinco medallas de este material obsequiadas por el gobierno boliviano, agradecido por el descubrimiento del poder curativo de la llamada crema incásica.

En efecto, Benatti recurría a preparaciones que combinaban los poderes de curación con los obtenidos de secretos del pasado americano: así publicitaba la operación de "tres grandes almorranas, por medio de nuestra pasta Incásica".29 Esta "soberana crema incásica" se pro-mocionaba como una pasta encontrada en sus excavaciones en las cavernas del "Sajama" y "Tiagonaco". Allí, de donde procedían las momias, decía haber desenterrado ánforas de tierra antigua, llena de un ungüento que analizó y probó en los hospitales de Bolivia, curando enfermedades externas y cutáneas, llagas, sarna, lepra, dolores articulares, de muelas y reumáticos. Bennati frotaba dicha crema bien caliente, cubriendo la parte dolorida con un paño doblado cuatro veces, mojado en agua fría y que había que cambiar asiduamente.30 Según el testimonio de Ludwig Brackebusch,31 la "prodigiosa manteca" era una pomada preparada con pura grasa de cerdo. Brackebusch exageraba: la milagrosa pomada -cantada en Siena32 y autorizada en Parma como "bálsamo del ejército"- había sido analizada en el juicio seguido en Lille, demostrándose que estaba compuesta por trementina, colofonia y sebo.33

El secreto de la crema incásica no habría que buscarlo, entonces, en la América precolombina sino en recetarios antiguos o tradicionales compartidos en distintos continentes cuyo origen, en el siglo XIX, sería difícil de determinar.34 Como parte de la "materia médica zoológica" las enjundias y mantecas formaban parte de los recetarios coloniales. La manteca de puerco, en este caso, se indicaba para unciones en el ciego y en la vulva, mientras que la de león servía contra dolores de ciática, la de gallina, para grietas de los labios y del pezón. Tanto el tuétano como el sebo se usaban para ablandar los nervios y tumores entumecidos, dolores e inflamaciones de tripas; los bálsamos, emplastos e infusiones de la materia médica vegetal basados en resinas se aplicaban en la cura de diversas enfermedades de la piel, fracturas y desórdenes de distinto tipo.35 Así, el célebre "Recetario del Doctor Mandoutti" recomendaba emplastes tibios con tuétano de ternera para resolver las durezas, friegas de sebo de cabrón para curar dolores, sebo derretido y caliente para sanar llagas nuevas y viejas, recetas con grasa de puerco contra la sarna y con manteca de vaca sin sal para curar radicalmente la perlesía.36 De esta manera, Bennati transformaba recetas coloniales y de la medicina popular europea en productos de antigua raigambre andina, indicio de la importancia o de cierto aire de prestigio y misterio de que las antiguas culturas ya gozaban en los circuitos eruditos y populares: recordemos los anuncios en los diarios de los distintos remedios, tónicos, jarabes y bebidas de origen exótico y milenario que por entonces se comercializaban en las casas farmacéuticas o de alimentos. Bennati, además, expedía centenares de recetas y, con una máquina de su invención, practicaba la extracción de incontables dientes y muelas sin dolor. Para el relleno de las caries, reemplazaba el plomo por sustancias vegetales, que usaba como sustituto de las herramientas generalmente empleadas para pulir los dientes. A todo ello se sumaban distintos tipos de cirugía, como la popular operación de labio leporino y catarata. Los preparados, recetas y fama de Bennati circularon por los distintos medios que unían las ciudades argentinas y europeas: periódicos, transporte de pasajeros y telégrafo. Gracias a sus distintos tiempos para cubrir las mismas distancias, Bennati puede escabullirse y salvarse de juicios pero también puede rescatar pacientes: al advertir la equivocación mortífera de una receta, preparada en la botica del hospital de Jujuy con dosis altísimas de sulfato de atropina y despachada por la silla de posta a Humahuaca, el telégrafo es capaz de salvar a la enferma avisando de un equívoco letal.37

En otro orden de cosas, Bennatti colaboró con distintas sociedades de beneficencia. Este elemento -mencionado también en "un suceso singular"- puede relacionarse con el papel de las damas en la promoción del buen nombre de tal o cual médico. Como señalarían Eduardo Wilde y Félix Garzón Maceda, la práctica de la medicina estaba mediada por las recomendaciones y las relaciones sociales, donde las mujeres desempeñaban un papel central.38 Y de hecho, el caso Bennati muestra los conflictos de intereses existentes entre el Consejo de Higiene -como cuerpo regulador de la práctica de la medicina instituido por la ley-, la aplicación de otras leyes y tratados internacionales y las decisiones tomadas por el Poder Ejecutivo, ignorando las reglamentaciones y leyes vigentes.39 En Salta las relaciones de Bennati lograron sustentar su práctica de médico, pero este tipo de apoyo no parece haber bastado: en febrero de 1879, a poco de inaugurar su museo y consulta, la Comisión Directiva del Club Social de Salta opuso resistencia a su aceptación como socio transeúnte, a pesar de haber sido presentado por siete asociados;40 poco después recibió amenazas para que abandonara la provincia41 y, unos días más tarde, la denuncia de "falso médico". Si bien en un principio La Reforma salió en su defensa alegando que el Dr. Bennati no se ocupaba de cuestiones religiosas sino de curar "como su ciencia y experiencia se lo aconsejan", las denuncias y testimonios arreciaron de tal manera que el museo del Comendador de a poco fue desapareciendo de la crónica social de la capital.

Ayudó a este descrédito la "Solicitada" publicada por el panadero Battista Speruni, que recordaba algunos documentos publicados en La Democracia de Jujuy del 24 de noviembre de 1878, donde se había acusado a Bennati de impostor. El practicante de medicina Sr. José Pereira, egresado de la Universidad boliviana, convencido ahora del analfabetismo del Comendador, denunciaba frente el cuerpo médico de Jujuy al que hasta entonces, mediante escritura, integraba con el querellante una sociedad para ejercer la profesión médica "en vista de diplomas legales que me presentó en la ciudad de Tarija". Frente a ello, ambos socios quedaron inhabilitados por resolución de las autoridades municipales jujeñas, que también prohibió a los boticarios el despacho de recetas de dichos señores.42 Es decir, un mes antes de inaugurar su museo en la casa salteña de los Frías, Bennati había sido objetado en la capital de la provincia vecina. Speruni43 se preguntaba cómo era posible que un extranjero, sin presentar sus diplomas ni rendir exámenes ante el Consejo de Higiene, como se había dispuesto por ley del 12 de julio de 1855, ejerciera libremente "su industria de médico".44

Las acusaciones publicadas en la prensa salteña dieron pie a descripciones de la personalidad del comendador de parte de quienes defendían su carácter de verdadero o falso médico. Aparentemente Bennati poseía un "cristalino rotante" que le impedía leer y escribir; un pasaporte de su patria que reconocía su calidad de Doctor en Medicina y Cirugía, métodos rayanos en lo milagroso, una extensa clientela -que él mismo publicitaba sin nombres pero con cuadros estadísticos-, el título de "padre de los pobres" y un gabinete portátil, escenario y protagonista principal de cientos de curaciones. Precisamente, la "industria de médico" incluía ese gabinete y las tecnologías de exhibición del saber curar. Allí abundaban los certificados que lo habilitaban como médico y cirujano en varios países y lo facultaban como protomédico de varias provincias argentinas. Como cuentan sus biografías, también se sabía, gracias a los diplomas, que había contribuido al establecimiento de un hospital en cada una de ellas.

Contra las protestas de las "víctimas" de Benatti que solicitaban la aplicación de la ley provincial de 1855, el Gobernador de Salta se erigió en la "única autoridad competente en la Provincia" para juzgar las importancia y validez de los documentos, títulos y diplomas presentados, italianos, franceses y de otras naciones. La prueba definitiva para el Gobernador no pasaba por la demostración frente al colegio de galenos del saber médico de Benatti sino por los acuerdos internacionales de la Nación: es decir, en el diploma expedido en Bolivia, firmado por el Presidente de dicha República, refrendado con la firma de sus ministros de Estado, autenticado por el ministro plenipotenciario argentino, residente en el país vecino, Dr. José Evaristo Uriburu y atestado por el Cónsul Boliviano en Salta. Desde la Gobernación se objetaba el establecimiento del Protomedicato provincial, de la falta de facultades del Cuerpo Médico y del Consejo de Higiene y se apoyaba en la fuerza legal del artículo 3º del tratado de comercio y amistad entre Argentina y Bolivia del 9 de julio de 1868 y el artículo 31 de la Constitución Nacional. Leguizamón, en su calidad de ex gobernador interino, salía a testimoniar en favor de Bennati: había tenido en su poder los títulos y diplomas, devueltos sin examinar por el Consejo de Higiene y había mandado expedir por medio del Ministerio de Hacienda la patente necesaria para que el Comendador ejerciera la profesión de médico cirujano.45

El gabinete, como tal, poseía otros medios de persuasión. Entre ellos, una colección de fotografías que representaba a los pacientes antes y después de las complicadas operaciones y "tenidas por incurables", donde sistemáticamente estaba "representado" el Dr. Bennati en el acto de practicar la intervención.46 Por otro lado, las operaciones gratuitas se hacían ante el público, en un tablado montado al efecto en los distintos pueblos de campaña visitados por Bennati, para que los pobladores se anoticiaran de su saber y de la seguridad de su mano. En este sentido Bennati no hacía más que continuar con la tradición de los médicos itinerantes y de feria que proliferaban todavía en los países europeos.47 Fueran pagas o sin cargo, a las operaciones seguía el testimonio publicado en los diarios y firmado por pobres desconocidos y también por distinguidas familias, tal como los Cornejo y los Saravia de Campo Santo.48

El "suceso singular" sugiere que Benatti actuaba también como "magnetizador" en representaciones públicas, fenómeno que por esos años empezaba a ser vigilado y reglamentado en Europa y circunscripto a la medicina científica y a la psicología experimental.49 Recordemos aquí que el título de Comendador que ostentó toda su vida procedía de una orden liderada por la llamada Sultana Deldir, célebre magnetizadora parisina de los años del reinado de Luis Felipe.50

En Salta, Bennati continuó su travesía por Rosario de Lerma (fines de junio) y valle de Cachi (julio). En ese "ignorado rincón de la tierra" probablemente se haya encontrado con las huellas y los informantes del presbítero italiano Gerónimo Lavagna (1834-1911), párroco de la diócesis de Salta y del Departamento de Cachi, en esos mismos días de regreso de Europa, luego de dos años de permanencia en Roma por motivos científicos y apostólicos.51 Lavagna había expuesto cuatro vasijas de tierra cocida "encontradas en una necrópolis de los indios Calchaquís" en la sección antropológica de la Exposición Universal de París de 1878, espacio que reunió a casi todos los interesados y coleccionistas de antigüedades del paleolítico, neolítico y edad del bronce de la Argentina como F. Ameghino, I. Liberani, J. M. Leguizamón, y F. P. Moreno.52 Lavagna, como Bennati, había viajado por Bolivia y amasado una importante colección arqueológica y paleontológica en el paradero icónico de Tarija.53 Lavagna no solo había intervenido en la reconstrucción del templo de Cachi: allí, en los valles Calchaquíes se dedicó al estudio de la naturaleza y formó una enorme colección de antigüedades. Como parte de la comunidad de estudiosos de la República, volvía de Europa con libros científicos, enviados por sabios italianos al museo de Buenos Aires, observatorio de Córdoba y oficina meteorológica del Colegio Nacional. Regresaba a Salta con una biblioteca para su uso personal, consagrada a las ciencias naturales y los instrumentos de astronomía, topografía y meteorología.54

Lavagna, Leguizamón y Moreno formarían parte de la red de corresponsales y proveedores de cráneos de la Sociedad Antropológica de París, que en sus revistas celebraría, dos cosas: primero, que "jusqu'au fond de la province de Salta on fouille le sol", y, segundo, que dicho entusiasmo local por la antropología y la prehistoria anunciaba la posibilidad de una gran exposición antropológica a realizarse en Buenos Aires en 1880. Como veremos luego, el "suceso singular" y las noticias en los diarios porteños sobre el Museo Bennati muestran que, para 1883, las exhibiciones y colecciones antropológicas privadas seguían ocupando un lugar tanto o más importante que las promovidas por el Estado. Los científicos locales no solo las fomentaban y promovían: también las usaban como fuente de datos y de comparación. Mientras tanto, las diferentes iniciativas de la década de 1880 para crear un museo arqueológico y etnográfico sostenido por los estados Nacional o provinciales no prosperaron o quedaron a la deriva,55 tal como ocurrió con el Museo Arqueológico y Antropológico, donado por Moreno a la provincia de Buenos Aires en 1878. Autonombrado director perpetuo, Moreno -luego de ser acusado de desertor de su misión en la Patagonia en 1879- se refugiaría en Europa hasta 1881, para regresar con el proyecto de un Gran Museo Nacional. Más aún, de Europa traería elementos para desdibujar el foco antropológico de "su museo": en 1881 el vapor Pampa transportaba dos grandes cajones con objetos para el museo antropológico obtenidos en el Viejo Continente, entre los que sobresalían la piel de un león africano para ser monta do en Buenos Aires, un antílope de Senegal, un canguro y dos casuares de Oceanía.56 Para ese entonces, Bennati andaba por las "Fronteras" de Metán y el Rosario y, a poco de la muerte de Leguizamón en 1881, era denunciado por La Reforma que alertaba a la "pobre gente" de sus curaciones milagrosas y sus embustes a los inocentes y los crédulos".57

"Parla!"

Mientras que en el caso de Poe, la momia se despierta por los efectos de descargas eléctricas de una pila de Volta,58 el suceso singular reportado por La patria argentina consiste en un sueño colectivo, resultante de una sesión de "magnetismo" urdida por el Dr. Bennati. El siglo XIX, en efecto, fue un siglo amante de los fluidos: las experiencias con la electricidad y el "magnetismo" fueron utilizadas también en los intentos de revivir o comunicarse con los muertos, las mesas voladoras, la curación magnética a distancia y la magnetización de objetos inanimados y orgánicos.59 En Santa Cruz de la Sierra, Bennati -cuyas prácticas quirúrgicas sin dolor, con pases y fricciones hacen pensar en la aplicación del magnetismo animal en la cirugía-,60 había sido recibido con cierto recelo por su fama de masón y por profesar el espiritismo.61 No es de extrañar entonces que Bennati intentara refutar estas impresiones, expresando su pensamiento médico en un folleto dedicado a los jóvenes estudiantes de la República Boliviana, editado en Santa Cruz de la Sierra en 1875: "El naturalismo positivo en la medicina", por años considerado un exponente de la difusión del positivismo en ese país.

Allí recordaba que había recorrido toda la República Argentina, estableciendo hospitales y salas clínicas "solo con el objeto de recoger observaciones esperimentales que han de formar otros tantos elementos para la parte patolójica de la vasta historia de aquella región que estamos escribiendo".62 El "museo" constituye de esta manera el resultado de este engranaje montado a través de salas clínicas, la anotación de las "observaciones experimentales" y la colección de "hechos patológicos". Conocedor de la etiqueta y protocolos de las prácticas científicas, Bennati apelaba al nombre de Virchow para fundamentar la necesidad de trabajos en la anatomía patológica en las masas orgánicas del cerebro para avanzar en el conocimiento de la "enagenación mental". A la vez que celebraba todos los adelantos del progreso y, sobre todo, el manejo de la electricidad, afirmaba que "no se puede admitir que haya materia muerta en la naturaleza", "la materia es inmortal" y que, considerada físicamente, "la muerte no es sino un cambio de condición i estado de las moléculas materiales, en cuya transformación palenginésica siguen existiendo las fuerzas química y física, que producen otras transforma-ciones".63 En esa concepción, las enfermedades y la muerte representaban estados en las transformaciones de la materia, resultado del movimiento ineludible de la vida.

El museo de Bennati, salvando todas las distancias, se presenta con un papel similar al que Andreas Mayer sugiere para el museo médico de Charcot: un laboratorio que contrasta con el ideal de espacio vacío y aséptico, donde tienen lugar experimentos y pruebas ligados a la psicología experimental, la investigación de fenómenos inconscientes y la búsqueda de comunicación con mundos ajenos a la vista y a los sentidos.64 El límite de lo científico y extracien-tífico, en este sentido, dista mucho de respetar las fronteras conocidas en el presente, pareciéndose mucho más a ese mundo magistralmente dibujado por Tardi.65 Aprovechando estas fronteras móviles, Bennati supo entrar y salir del mundo oculto y positivo, circulando entre las terapéuticas y los discursos sedimentados en el siglo XIX.

Así, las muestras de Bennati también pueden ser vistas como colecciones médicas propias de las terapéuticas paracelsianas remozadas en el siglo del progreso66 y -como sugiere el "suceso singular"- no debe descartarse el uso de las momias en las curaciones y experiencias del Comendador. La momia, recordemos, formaba parte de una vieja tradición médica: la idea de un cuerpo que resiste y vence las leyes naturales de la corrupción y de la desaparición a la que están destinados todos los seres vivos, ejerció un extraordinario poder sobre el imaginario colectivo. Como amuleto, objeto sacro, instrumento para la adquisición de la virtud o como remedio natural contra los dolores y las enfermedades, las momias -en particular las egipcias- sobrevivieron largamente a la tradición funeraria donde se originaron.67 Su empleo como fármaco potente en los siglos XVI, XVII y XVIII se vinculaba con diferentes tradiciones médicas y también con el comercio e intercambio de objetos de historia natural entre Europa y los continentes explorados en esos siglos.68 Floreció sobre todo entre aquellos practicantes de la iatroquímica, iniciada por Paracelso en el siglo XVI, donde la enfermedad se concebía como la falta o abundancia de uno o varios principios químicos básicos, que se podía combatir por medio de la restauración del equilibrio de los fluidos corporales. La momia -como cuerpo humano- aparecía como el fármaco más completo.

El siglo XIX, con la proliferación de la medicina oculta de corte simpatético y paracel-siano, combinó el poder curativo de las momias con las experiencias espiritualistas y la posibilidad de resurrección ligadas también a la aplicación de fluidos tales como la electricidad y el magnetismo. Esta medicina "simpatética" se superpuso al estudio de los fluidos y de la materia de los tres reinos de la naturaleza promovida por los partidarios del magnetismo animal y por las ciencias naturales en desarrollo. De esta manera, las piedras, los metales y las momias podían ser estudiados como conductores de fluidos con intenciones curativas y físicas, sin poder distinguirse siempre qué tipo de objeto constituían. Bennati, a través de sus itinerarios americanos, se proveyó de objetos terapéuticos que, difíciles de obtener en Europa por sus precios exorbitantes, permanecían al alcance del viajero que se aventurara por terrenos poco recorridos. Bennati, podría decirse, americanizó la pomada de tramontina y sustituyó a las momias egipcias por momias "incas", transformándolas así en un medio y en un instrumento paracelsiano. Y aunque "El Naturalismo positivo" cuestionaba el magnetismo animal y a la iatroquímica, casi con la misma fuerza que a los médicos alopáticos y politera-péuticos, se puede afirmar que Bennati es un agente más de la hibridación de las medicinas populares y académicas de las tradiciones curativas vigentes en el siglo XIX americano.

Recordemos asimismo el valor de las experiencias con los cuerpos muertos en esos mismos años; así en "Notes & Queries" se desafiaban las opiniones que aseguraban que "la momia es medicinal", asociando estas prácticas al canibalismo y al vampirismo.69 Y en efecto, como han analizado entre otros David Glover,70 el mundo victoriano y el mundo burgués se regocijan en estas experiencias situadas en el umbral de la muerte. Las reuniones alrededor de las momias abundan no solo en la literatura: los anales del siglo XIX recogen varios "experimentos" y observaciones de momias abiertas, "desenrolladas" y diseccionadas en una reunión de sabios que, de manera colectiva, actúan de testigos del desarrollo de un acto que no se podrá repetir. El mismo Francisco Moreno -posible autor del "Suceso singu-lar"- propondría poco después un cónclave frente a una momia de Calingasta donde se realizaría el sueño anticipado en la ficción.71 Si bien ninguna de ellas resucitó, el tópico de la momia que revive y se venga de sus "profanadores" se instalaría en la segunda mitad del siglo XIX y los inicios del siglo XX: podría afirmarse que, olvidadas como remedio, las momias empezarían a hablar.

Como los cuerpos resucitados de la tradición cristiana, las momias condensan un estado de perfección y pueden juzgar el presente con la perspectiva de la eternidad.72 Las momias decimonónicas poseen las "partes necesarias" definidas a fines del siglo XVII por algunos autores que defendían la doctrina de la resurrección del cuerpo: huesos, piel, nervios, tendones y ligamentos.73 En el "suceso singular", sobre todo, aparecen superpuestos varios elementos y temas discutidos en dos mil años de debate sobre la necesidad del cuerpo en la resurrección, tal como los jugos por medio de los cuales los cuerpos secos pueden hidratarse y revivir. De esta manera, las momias de estos relatos condensan también el sedimento de controversias surgidas en distintas tradiciones cristianas. Sin embargo, estos cuerpos que en el siglo XIX reviven de la muerte, revelan también el ocaso definitivo de Dios: la resurrección deja de ser un fenómeno que se producirá colectivamente ante el llamado del Padre, para tornarse meras experiencias, casi casualidades, resultantes de las consecuencias imprevistas del amor a las ciencias. La realización completa de la justicia y la virtud ya no se encuentran en el Paraíso, tampoco en el futuro: las momias que resucitan y hablan, envían ese momento a un pasado transcurrido y destruido por la historia.

Como el mero acto de una excavación arqueológica, la apertura de una momia representaba, asimismo, la destrucción de una evidencia irreemplazable: el testimonio colectivo y el registro de lo observado en cada paso crearían la posibilidad de conciliar la destrucción de la evidencia y repetición de la observación para, de esta manera, cumplir con la condición virtual de reiteración de la experiencia.74 Como ambos cuentos y los episodios de curación de Bennati relatan, lo colectivo reside en el aspecto grupal de la observación del fenómeno: los asistentes de estos sucesos singulares pueden testimoniar que la totalidad de la humanidad podrá resucitar o curarse, pero de a uno y merced a la intervención de hombres de probidad dudosa. Sepp Gumbrecht ha descrito las emociones de Howard Carter -el "descubridor" de la tumba de Tutankamón- como un deseo paralelo y complementario a las aspiraciones de quienes activamente buscan el peligro para hacer de la muerte una parte integrante de sus vidas. Gumbrecht aclara: mientras los atletas y los aviadores empujan a sus cuerpos hasta el punto donde la vida encuentra la muerte, el arqueólogo -creando una semejanza curiosa con el gra-mófono- hace posible, a través de un trabajo lento y meticuloso, que la vida del pasado cruce la frontera de la muerte y "reingrese en el mundo de la realidad y de la historia. a pesar del agobio del tiempo y la erosión de los años".75 En este sentido las momias de Poe y de La patria argentina, con su decisión de hacerse embalsamar y su antigua capacidad de revivir a voluntad, son medios donde se ha registrado un mensaje del pasado que puede transmitirse indefinidamente a las generaciones por venir. Recordemos: en 1877 Edison había logrado el registro mecánico y la reproducción del sonido: y así como la fotografía había creado la ilusión de un sol dibujante, "speech, as it were, has become inmortal".76 Las primeras demostraciones del fonógrafo en Buenos Aires y las últimas invenciones de Edison se reseñaban -como los adelantos de la antropología parisina- en las mismas páginas que el museo Bennati.77

En ese contexto, donde el registro del sonido se ha vuelto una realidad, la descripción de las momias y los cráneos de Bennati gira alrededor del silencio y la voz. Así, Moreno diría: "hay en ella algo de humano, algo de artificial, algo de pájaro, algo de vida, algo de muerte, algo que hace bulla y algo que tiene el silencio de lo que no habla más".78 Pero ese mutismo de la muerte desaparecería por la acción de la ciencia y de la actividad indagadora. Las notas publicadas en La Patria Argentina se titularían reportajes a esqueletos y al mundo antediluviano. Es altamente probable que el reportero sea, asimismo, el autor de -o por lo menos dialogue con- el "suceso singular": además de compartir protagonistas, ambos recurren a Poe como fuente inspiradora. Mientras la momia imita a "Allamistakeo", los reportajes reconocen su deuda con la posición panteísta expresada en "Eureka".79 Pero sin dudas, la momia y los muertos que se dirigen a los hombres del presente, sacándolos de su comodidad, constituye el tema compartido por la ficción y por la crónica de la visita al museo. El miedo al sepulcro se transforma en atracción, la momia y el cráneo en un medio donde quedó grabada una voz que les habla a los hombres del siglo XIX.80 Y como en Poe, los cráneos y las momias sirven también para ser arrojados como puñalada política y gestionar mayor protección a las ciencias, o simplemente, criticar al gobierno con metáforas antropológicas. En efecto, el último reportaje de La Patria Argentina finalizaría con una tremenda crítica a Roca y a Rocha:

Pues bien, todo lo que nuestros lectores ya conocen, todo ese tesoro admirable, pasa por bajo las narices de nuestros gobiernos, sin que se digne mirarlo. La colección Bennati puede ser adquirida por el Gobierno Nacional para su gran museo, o puede ser adquirida por el de la Provincia, como la mejor base de la formación del suyo que proyecta. Pero estamos seguros que no hará nada, porque tanto el Presidente Roca como el gobernador Rocha, son incapaces de leer la historia del mundo pasado en una colección de cráneos. Dios les tenga de la mano, y que teniéndolos de allí, los saque pronto de su sitio, sin violencia, para que venga quien se ocupe de cosas útiles en el país. Ya veremos con dolor profundo a Bennati encajonando su museo para venderlo al Brasil o la Francia, porque Bennati no sabía una cosa, y es que si hay cráneos deprimidos e incapaces bajo las ruinas de Tiahuanaca y en las entrañas del Corocoro, también los hay en las casas de Gobierno.81

Sin dudas, la singular reunión en el museo científico de la calle Perú entre lo más reputado de la ciencia porteña y un personaje acusado de charlatán muestra el lugar social ambiguo de la práctica de la ciencia en la Argentina, en una década que muchos han festejado como de una gloria muy pocas veces repetida y de alianza funcional entre antropología, ciencia y fundación de la Nación. Como de alguna manera testimonia "Un suceso singular", la figura y las colecciones del Comendador exhiben la interrelación entre las experiencias hipnóticas, magnéticas y espiritistas de sabios, médicos y coleccionistas. En este sentido, el caso Bennati colabora en la creación de una visión más compleja de los vínculos existentes entre los científicos, los médicos, la masonería, los grupos católicos y las elites gobernantes. Lejos de las simplificaciones heredadas de una historiografía escrita con vocación militante, Bennati muestra, por un lado, alianzas que vale la pena profundizar en estudios posteriores; por otro, los límites "oscuros" y poco explorados del lado experimental de la práctica de la medicina y la antropología del siglo del progreso.

Los contemporáneos calificaron a Bennati de "charlatán" y lo compararon con Cagliostro o, incluso con Alphonse Allais, el célebre escritor francés quecontemporáneamente al Co mendador- supo armar un gabinete de curiosidades con sus humoradas. Podemos afirmar que estas colecciones condensan distintas capas de la historia de la medicina y de la ciencia, constituyendo, por eso mismo, un objeto privilegiado que da cuenta de la complejidad de las prácticas científicas del siglo XIX. La historia de Bennati permite, gracias a la sultana Deldir, un recorrido por el largo siglo y los acontecimientos que se inician con la Revolución Francesa. Los itinerarios de Bennati, asimismo, recuerdan dos cosas. Por un lado, la fragmentación del espacio nacional y la inexistencia de una "comunidad de lectores": la multitud de periódicos de las distintas ciudades argentinas, por donde circulan las noticias más diversas de Europa y del mundo y donde es posible enterarse de los debates antropológicos de París, no recogen este tipo de noticias de las provincias vecinas. Podría decirse que Bennaticuya inteligencia fue alabada por todos los que conocieron su museo- se amparó en la dimensión local de su accionar: si bien no escamoteó su presencia en la prensa, supo calibrar sus acciones como para no saltar a los periódicos de circulación nacional hasta que el "museo" o sus viajes arqueológicos le otorgaron una credibilidad menos discutible. Por otro lado, esta desconexión entre las noticias locales de los distintos puntos de las provincias argentinas, bolivianas y francesas es la condición que permite la vida y los itinerarios de Guido Bennati.

Las colecciones del Comendador, por su parte, conforman una suma de tecnologías literariasen el sentido de Steven Shapin y Simon Schaffer- montadas para dar credibilidad a sus curaciones, promover los ideales de la humanidad universal y sobrevivir en las convulsionadas décadas de la segunda mitad del siglo XIX. En tal sentido, revelan el entramado social en el que esas tecnologías funcionan y los actores que las constituyen. Este artículo propone leer la historia de la ciencia y de la cultura científica del siglo XIX desde estas estrategias montadas por personajes que la historiografía descartó de sus relatos fundadores o que trató como casos anómalos o dignos de olvido. No se trata de recordarlos con voluntad reparadora sino de mostrar el lado colectivo e híbrido de la ciencia y de la producción del conocimiento donde los nombres se pierden y solo queda un vestigio de algo ocurrido en algún tiempo, en algún lugar. Finalmente, la pasta incásica y las colecciones de Bennati así como la frase acuñada por los antropólogos de París pueden ser vistos como eslabones del establecimiento de esa geografía de la autenticidad a la que se refiere Gumbrecht, donde determinados países, determinadas regiones se van consolidando como reservorios de tradiciones no contaminadas por el progreso. Las momias que hablan vienen a testimoniar también sobre el lado burgués, moderno e híbrido de las tradiciones más antiguas.

Notas

* Este trabajo -que constituye un fragmento del libro en elaboración "El secreto de la crema incásica"- reconoce el apoyo de la Beca Félix de Azara de la Biblioteca Nacional y forma parte del PICT 2005 (ET) 34511, dirigido por Myriam Tarragó. Agradezco la colaboración y las sugerencias de Diego Aufiero, Marie-Noëlle Bourguet, María Caldelari, Máximo Farro, Susana García, Tatiana Kelly, Maribel Martínez Navarrete, Paula Peña, Alejandra Pupio, Carlos María Romero Sosa, Pilar Rodríguez Furt, autoridades y archiveros del Archivo Histórico de la Provincia de Salta, bibliotecarios de la Biblioteca Nacional y de la BNF, sitio Mitterand. Este artículo está dedicado a Etelvina Furt, in memoriam.

1 Edgar Allan Poe, "Some words with a Mummy" (1850), traducido como "Conversación con la momia"         [ Links ].

2 Pablo Lascano, Siluetas Contemporáneas, Buenos Aires, Peuser, 1889, pp. 108-109.

3 Exposición, La Prensa, 16 de enero de 1883.

4 Avisos, La Prensa, enero y febrero de 1883; "El Museo Bennati. Reportage transeúnte", La patria argentina, año V, Nº 1454, 24 de enero de 1883.

5 Guido Benatti, Museo Científico Sud-Americano de Arqueolojía, Antropolojía, Paleontolojía y en general de todo lo concerniente a los tres reinos de la naturaleza, Tipografia La Famiglia Italiana, 1883. Ameghino daría una lista parcial de los objetos exhibidos, usando estos objetos como evidencia de "que en el interior de lo que es hoy la República Argentina, se desarrolló una civilización especial, completamente independiente de la de los quechuas y los mexicanos, y en una época muy remota, probablemente anterior, y de mucho, a la era cristiana, lo que no tiene nada sorprendente, si se recuerda que en tierra argentina es donde han sido hallados los restos humanos fósiles más antiguos que se conocen". Fl. Ameghino, "Museo Científico Sudamericano", 17 de febrero de 1883, La Prensa, en: Obras completas y correspondencia científica, vol. 19, pp. 999-1003, La Plata, Taller de impresiones oficiales (cf. I. Podgorny, El argentino despertar de las faunas y de las gentes prehistóricas. Coleccionistas, estudiosos, museos y universidad en la Argentina, Buenos Aires, Libros del Rojas, 2000 y "Bones and Devices in the Constitution of Paleontology in Argentina at the End of the Nineteenth Century", Science in Context, vol. 18, Nº 2, 2005, pp. 249-283).

6 Ameghino, op. cit., p. 999.

7 Ameghino, op. cit., p. 1000.

8 Benatti, Museo Científico..., op. cit.

9 Bennati, "Una medalla de oro", La Reforma (LR), 21 de mayo de 1879.

10 Prévention d'exercice illégal de la médicine et de vente de remèdes secrets. Mémoire pour M. Bennati chirur-gien-opérateur, commandeur de l'ordre asiatique du Grand-Mogol et M. Colandre, Docteur en médecine. Impr. Renou et Maulde, París, 1865; cf. "I crociati di San Pietro. Scene storiche del 1867", La Civiltà Cattolica, Anno Decimonono, vol. 3, Serie Settima, 1868, pp. 443-461.

11 I. Podgorny, "'La industria y laboriosidad de la República'. Guido Bennati y las muestras de San Luis, Mendoza y La Rioja en la Exposición Nacional de Córdoba", en Andrea Lluch y María Silvia Di Liscia (eds.), Argentina en exposición. Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid-Sevilla, 2008, pp. 21-59.

12 Julián Cáceres Freyre, "Las primeras colecciones y exposiciones de objetos antropológicos, históricos y artísticos de la Argentina; Notas para su historia /siglos XVIII y XIX", Boletín Junta de Estudios Históricos de la Provincia de Buenos Aires, 1984; Podgorny, "La industria...", cit.

13 "Se cumple hoy el centenario del nacimiento del Dr. Guido Bennati", La Prensa, domingo 25 de septiembre de 1927. Carlos G. Romero Sosa fue el autor de la biografía de Bennati publicada en el diccionario de V. Cutolo, fuente principal de las publicadas posteriormente. Todas ellas indican que Bennati murió en Buenos Aires en 1886.

14 "Museo", LR, 1 de enero de 1879.

15 "Exposición interesante", LR, 28 de diciembre de 1878.

16 "Interesante carta", LR, 5 de abril de 1879, J. M. Leguizamón, "Carta de Juan Martín Leguizamón a Bartolomé Mitre, Salta, 19 de marzo de 1879", Revista de Ciencias, Artes y Letras, Boletín de las Universidades, Facultades, Colegios y Escuelas de la República Argentina, vol. 1, Nº 5, 15 de julio de 1879, pp. 329-338; "Carta sobre antigüedades americanas", Anales de la SCA, vol. 1, 1876c, pp. 320-335.

17 Se refería a que en la exhibición "se ven los gigantescos fósiles de la fauna de la época terciaria. Cráneos de las antiguas razas de América. Fetos de la raza collahua o aymará, que prueban que aquella configuración oblonga del arco de los individuos, no era obra del arte, como se había creido hasta ahora sino natural. Objetos arqueológicos idénticos a los que se han encontrado pertenecientes a los pueblos que moraban antiguamente a orillas del Nilo y en las costas del mar Mediterráneo. En una palabra, vestigios preciosos de la América antecolombiana. El Dr. Bennati, lleva a mi juicio verdaderos tesoros prehistóricos, que harán conocer en Europa la antigüedad de nuestro continente" ("Interesante Carta").

18 Cf. "Viaje al Pucará", Anales de la SCA, vol. 1, Nº 5, 1876a, pp. 266-272; "Remesa de objetos pertenecientes a los indios calchaquíes, 19 de marzo de 1876", Anales de la SCA, vol. 2, Nº 5, 1876 b, pp. 239-240. Leguizamón, hijo de un comerciante de Salta, había estudiado en Córdoba y en Buenos Aires, donde se vinculó con el topógrafo José Arenales, quien contribuyó con su formación intelectual y lo puso en correspondencia científica con Francisco X. Muñiz. Diputado provincial desde 1853 por tres períodos consecutivos, en 1861 ocupó una banca en el Senado local, así como algunos interinatos y ministerios en la gobernación salteña. En el gobierno de Avellaneda fue Senador nacional. Sobre Leguizamón cf. C. G. Romero Sosa, Don Juan Martín Leguizamón (Boceto biográfico), Salta, Unión Salteña, 1936; "Ideas educacionales de Don Juan Martín Leguizamón", Boletín del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, 3, 1939, pp. 61-71, "Antiguos curiosos de la arqueología calchaquí-salteña", Boletín del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, 4, 1939, pp. 115-120 y "Juan Martín Leguizamón, precursor de los estudios relativos a la antropología en la República Argentina", 1940, 22-28.

19 I. Podgorny y M. Margaret Lopes, El desierto en una vitrina. Museos e historia natural en la Argentina, México, Limusa, 2008.

20 Leguizamón, "La presencia del hombre blanco y la señal de la Cruz en la América ante-Colombiana", LR, 19 de julio de 1879.

21 Algunos de los folletos publicados por Bennati están dedicados a J. M. Leguizamón, elemento que indicaría que formaban parte de su biblioteca (fondo Biblioteca Nacional de la República Argentina).

22 I. Podgorny, "La derrota del genio. Cráneos y cerebros en la filogenia argentina", Saber y tiempo, 20, 2006, pp. 63-106.

23 G. Bennati, "Continuación de nuestros viajes, en la parte más colosal del territorio boliviano", Salta, LR, sábado 11 de enero de 1879, miércoles 15 de enero de 1879, 18 de enero de 1879, 22 de enero de 1879, 29 de enero de 1879, 1 de febrero de 1879.

24 Bennati definía esta Sociedad, que inició sus actividades en 1868, como "una Comisión de hombres eminente humanitarios que tiene por objeto no solo defender los derechos del hombre, sino también la obligación contraída de ilustrar la especie humana, no con teorías sofistas vulgares, sino con hechos prácticos de verdadera caridad de beneficencia", cf. Podgorny, "La industria y laboriosidad...".

25 "El Dr. Bennati", LR, 11 de enero de 1879 (de "La Reforma" de La Paz" del 27 de marzo de 1877).

26  "Nos piden la publicación del siguiente CUADRO de los enfermos curados gratis en el Gabinete Médico Quirúrgico del Comendador Dr. Guido Bennati, marzo de 1879", LR; 16 de abril de 1879.

27 La extracción de 310 piezas dentarias, la extensión de 2626 recetas, la fiebre palúdica (64), las enfermedades venéreas (25) y de la vista (24), la sordera y el reuma (31 casos de cada uno) ocupaban el rango más importante de estas estadísticas.

28 "Una medalla de oro".

29 "CUADRO".

30 "Exhibición Benati. Programa para conservar y aumentar la belleza y hermosura de las señoras y señoritas, esqui-sitas sustancias perfumadas para la toilet del día, descubierta por el Doctor Don Guido Bennati", El Diario, 13 de enero de 1883.

31 Luis Brackebusch, "Discurso pronunciado por el Dr. Luis Brackebusch en la primera Asamblea general celebrada por la Sección del Instituto Geográfico Argentino de Córdoba, BIGA, tomo III (1883): 398-408, p. 401.

32 Diplomas i documentos de Europa y América que adornan el nombre del Ilustre Comendador Dr. Guido Bennati, publicación hecha para satisfacer victoriosamente a los que quieren negar la existencia de ellos. Gutiérrez, Cochabamba, 1876.

33 Prévention..., op. cit., pp. 44 y 133.

34 Cf. María Silvia di Liscia, Saberes, terapias y prácticas médicas en Argentina (1750-1910), CSIC, Madrid, 2002. 35élix Garzón Maceda, La medicina en Córdoba. Apuntes para su historia, tomo I, Buenos Aires, Rodríguez Giles, 1916.

36ecetario Medicinal del Célebre Doctor Mandouti. Médico del Siglo Pasado en nuestra República Argentina, Buenos Aires, Imprenta de la Libertad, 1836, cf. C. G. Romero Sosa, "'Mandutti', en el folklore médico argentino", Boletín de la Asociación Folklórica Argentina, 3, 11, 1941, pp. 81-82, Garzón Maceda, La medicina..., cit.

37 "Non ti curar di lor".

38 "La Facultad nos hace médicos y nada más; pero las relaciones, las amigas de la casa, las sociedades de beneficencia y las señoras bien vistas, nos hacen especialistas en criaturas, muy hábiles para pulmonía, muy entendidos en roturas de piernas y famosos para abrir orejas a las niñitas de las casas decentes." Eduardo Wilde, "Ignacio Pirovano", en Tiempo perdido. Trabajos médicos y literarios, OC, 11, Buenos Aires, Peuser, 1923, p. 141 (original de septiembre de 1872).

39 Cf. Ricardo González Leandri, Curar, persuadir, gobernar: la construcción histórica de la profesión médica en Buenos Aires; 1852-1886, Madrid, CSIC, 1999.

40 "El Dr. Bennati", LR, 8 de febrero de 1879.

41 "Sr. Dr. D. Guido Benati. En el selo que nos corresponde como Catolicos y Apostolicos Romanos, y en onra de Jesucristo nos obliga ha decirle que tome sus determinación de marcharse de esta probincia lo mas pronto posible, que este pueblo es cristiano, y que estamos poseidos de que Uste biene a corromper las crencias de nuestros hijos. En virtud de este abiso, no pierda Usted el tiempo de ponerse en marcha por que de lo contrario, tomaremos otras medidas. El pueblo de Salta" ("El Dr. Bennati", LR, 15 de febrero).

42 "Solicitada", LR, 3 de mayo de 1879.

43 Bennati se defendería contando la enfermedad del denunciante (sífilis). G. Bennati "Solicitada. Non ti curar di lor ma cuarda é passa. No te cuides de ellos. Míralos y pasa", LR, 10 de mayo de 1879.

44 "Solicitada. Habla la ley. Reglamento de Médicos y Boticarios", LR, 28 de mayo de 1879.

45 "Al público", LR, 28 de mayo.

46 "Solicitada. Al Dr. Bennati. Los jujeños. La verdad", LR, 7 de mayo de 1879.

47 Entre otros, cf. Christian Probst, Fahrende Heiler und Heilmittelhändler. Medizin von Markplatz und Landstrasse, Rosenheimer, Rosenheimer Verlagshaus, 1992.

48 "Solicitadas. Curas y operaciones médico-quirúrjicas hechas en Campo Santo por el Dr. D. Guido Bennati, tanto públicas como privadamente", LR, 19 de julio de 1879, "Solicitadas. Curas y operaciones médico-quirúrjicas hechas en Rosario de Lerma por el Dr. D. Guido Bennati, tanto públicas como privadamente", LR, 23 de julio de 1879.

49 Cf. Grasset, El hipnotismo y la sugestión (traducción de Eduardo García del Real), Madrid, Daniel Jorro, 1906, en particular el cap. VIII: "El hipnotismo y la sugestión ante la sociedad, la justicia y ante la moral y la religión", p. 486. Véase también "Hipnotismo. Nuevos descubrimientos. Los imanes. Efectos pseudo-fisiológicos Transferencia de enfermedades", El censor, 1890.

50 Auguste Viatte, Les Sources occultes du romantisme, París, Honoré Champion, 1927; Victor Hugo et les illumi-nés de son temps, Montreal, Éditions de l'Arbre, 1942; Léon Cellier, Antoine Fabre d'Olivet. La vraie maçonnerie et la céleste culture, París, PUF, 1952.

51 "El Presbítero Labagna", LR, 20 de agosto de 1879.

52 "L'Exposition anthropologique de la République Argentine à l'Exposition universelle", Revue d'Anthropologie, 1879: 167-172, "La República Argentina en la Exposición de Antropología", LR, 19 de abril de 1879 y "Catalogue spécial de la section anthropologique et paléontologique de la République Argentine à l'Exposition Universelle de Paris (1878)", en Ameghino, OC, vol. 2, pp. 241-327, La Plata, Taller de impresiones oficiales, 1914. Cf. Podgorny, El argentino despertar..., cit.

53 "Diccionario biográfico" de V. Cutolo.

54 Cf. Susana V. García, "Museos escolares y provinciales en la Argentina: Colecciones de enseñanza y redes de intercambio", en Américo Castilla (ed.). Museos de Ciencias en la Argentina, Buenos Aires, en prensa.

55 Entre ellos, el proyecto de creación de un Museo de Arqueología y Etnografía anexo al Instituto Geográfico de Córdoba y el Museo Antropológico y Paleontológico de la Universidad de Córdoba, cf. Podgorny y Lopes, El desierto..., cit. Tampoco floreció la mayoría de los museos provinciales, tal como el enunciado en el decreto que disponía la creación de un Museo de Historia Natural en Salta, bajo la dirección gratuita del Dr. Ignacio Ortiz, profesor de historia natural e higiene del Colegio Nacional salteño. "Organización de un museo", LR, 20 de julio de 1881.

56 "Objetos para el Museo Antropológico", LR, 9 de julio de 1881.

57 "Bennati en la Frontera", LR, 3 de agosto de 1881.

58 La "pila de Volta" es una invención de 1799, popularizada en Inglaterra a través de las demostraciones públicas de Sir Humpry Davy y, luego, de Michael Faraday.

59 Sobre el hipnotismo científico en Buenos Aires del fin de siglo, cf. José Ingenieros, Histeria y sugestión (Los accidentes histéricos y las sugestiones terapéuticas). La semana médica, Buenos Aires, 1904. Sobre el hipnotismo científico y extracientífico luego de Charcot véase Grasset, op. cit.

60 Testimonios citados en Prévention...

61 Paula Peña, comunicación personal.

62 "El naturalismo...", p. II.

63 Ibid., p. 11.

64 Andreas Mayer, "Objektwelten des Unbewussten. Fakten und Fetische in Charcots Museum und Freuds Behandlungspraxis", en: Anke te Heesen y Emma Spary (eds.), Sammeln als Wissen. Das Sammeln und seine wis-senschaftliche Bedeutung, Göttingen, Wallstein, 2001, pp. 169-198.

65 Tardi, Momies en Folie. Les aventures extraordinaires d'Adèle Blanc-Sec, París, Casterman, 1978.

66 Podgorny, "La industria y laboriosidad...", op. cit.

67 Silvia Marinozzi y Gino Fornaciari, Le mummie e l'arte medica nell' evo moderno, Medicina nei Secoli, suplemento, Nº 1, 2005. La Sapienza, Roma; en particular, véase cap. 2, "La mummia como rimedio terapeutico", pp. 103-132.

68 Harold John Cook, Matters of Exchange: Commerce, Medicine, and Science in the Dutch Golden Age, Yale University Press, 2007.

69 "Shall Egypt lend out her ancients unto chirurgeons and apothecaries, and Cheops and Psammetticos be weig-hed unto us for drugs? Shall we eat of Chammes and Amasis in electuaries and pills, and be cured by cannibal mixtures? Surely such diet is dismal vampirism, and exceeds in horror the black banquet of Domitian, not to be para-lleled except in those Arabian feasts wherein Ghoules feed horribly"; J.A.G., "Use of mummies", Notes& Queries, 4ª Serie, 6, 5 de noviembre de 1870, pp. 389-390.

70 Vampires, Mummies, and Liberals: Bram Stoker and the Politics of Popular Fiction, Duke University Press, 1996; cf. tb. R. Ibarlucía y V. Castelló-Joubert, Vampiria, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2002.

71 "No se imagina usted lo que es esto! Con el resultado científico espléndido: 40 cráneos de Huarpes, 25 esqueletos, tres momias de la que una es encojida, pues está totalmente envuelta en su sudario, y con un plumero de avestruces recojido sobre el pecho, tan fresco como los que venden allí por las calles. Creo que las ropas [?] están en prefecto estado, y sus adornos, y quiero que el misterio se despeje allí delante de ustedes. La abriremos en cónclave

como en el 'Climax de la Momia'. Hoy la he fotografiado en su tumba." Carta de Francisco P. Moreno a Ramón Álvarez de Toledo, Bellavista y Calingasta, 8 de mayo de 1884, Archivo del Museo Histórico Nacional.

72 Fernando Vidal, "Brains, Bodies, Selves, and Science: Anthropologies of Identity and the Resurrection of the Body", Critical Inquiry, 28, 2002, pp. 930-974.

73 Vidal, op. cit., p. 957.

74 I. Podgorny, "La prueba asesinada. El trabajo de campo y los métodos de registro en la arqueología de los inicios del Siglo XX", en F. Gorbach y C. López Beltrán (eds.), Saberes locales. Ensayos sobre la historia de la ciencia en América Latina, México, El Colegio de Michoacán, 2008.

75 Hans U. Gumbrecht, In 1926. Living at the edge of time, Cambridge, Harvard University Press, 1997; p. 151; cf. Friedrich Kittler, Grammophon, Film, Typewriter, Berlín, Brinkmann & Bose, 1986.

76 Kittler, op. cit., p. 37; Robert Brain, "Standards and Semiotics", en T. Lenoir (ed.), Inscribing Science. Scientific texts and the materiality of communication, Stanford University Press, 1998, pp. 249-284.

77 "Curiosidades de la ciencia. El olfato y el 'microdor'. Nuevo invento de Edison", LR, 19 de marzo de 1879.

78 "El Museo Bennati. Reportage transeúnte", op. cit.

79 Más arriba afirmamos que el autor sea probablemente Moreno. Esto se basa principalmente en dos cosas: a) El Bulletin de la Société d'Anthropologie de París de 1883 acusa el recibo de "El Museo Bennati" de La Patria Argentina enviado por Francisco P. Moreno (como autor); b) Los reportajes hacen mención a excavaciones emprendidas por el mismo "reportero" en el sur de la provincia de Buenos Aires. Investigaciones posteriores permitirán la confirmación o no de esta hipótesis.

80 "Hacía muy pocos años, la calavera con sus ojos vacíos tenía para el hombre un lenguaje terriblemente mudo: el lenguaje de la muerte. Hoy la órbita hueca, la nariz carcomida y la tensión de risa fría que la calavera tiene en sus quijadas desnudas, hablan al hombre con un lenguaje estupendo: el lenguaje de la vida [...] Los que pretenden asignar atributos a las cosas que desconocen andan continuamente hablando del 'secreto de la tumba', de la 'tumba muda', etc. y sin embargo de esto, la voz que mas ha conmovido al hombre de hoy, ha salido de allí. Y no es por cierto porque esa conmocion entrañe el miedo a los difuntos, sino al contrario, teniendo un encanto especial en ella. Los muertos y los sepulcros, lejos de guardar un secreto absoluto, nos cuentan la historia de los tiempos pasados, y nos hacen la revelación estupenda de nuestros padres desconocidos. La humanidad era huérfana, y lo que es peor, había adoptado padres apócrifos. La arqueología prehistórica reconstruye la genealogía del hombre, y son nuestros mismos padres que nos miran con sus órbitas vacías, los que vienen a enseñarnos nuestro origen. Nada puede haber, pues, mas interesante que esta enseñanza sorprendente que nos viene del sepulcro." "El museo Bennati. Reportaje antediluviano" y "Museo Bennati. Reportaje de esqueletos. El Mundo Ignorado", La Patria Argentina, 25 y 26 de enero de 1883.

81 "Museo Bennati. El último panorama", 28 de enero de 1883.

Bibliotecas

Hemeroteca del Archivo Histórico de la Provincia de Salta: La Reforma (lr). Archivo y Biblioteca Jorge M. Furt-Estancia Los Talas, Luján: El Censor, La patria Argentina. Hemeroteca de la Biblioteca del Congreso (Buenos Aires): El Diario, La Patria Argentina. Hemeroteca de la Biblioteca Nacional: La Prensa.