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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.12 no.1 Bernal jun. 2008

 

ARTICULOS

Scribere in eos qui possunt proscribere
Consideraciones sobre intelectuales y prensa antifascista en Buenos Aires y París durante el período de entreguerras

 

Ricardo Pasolini
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires / CONICET

 


Resumen

El artículo aborda el problema de la relación entre intelectuales y prensa antifascista tomando como ejes del análisis, por un lado el caso de Vigilance, el órgano de prensa del Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes de París (1934-1938) y, por el otro, Unidad y Nueva Gaceta, de la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE) de Buenos Aires (1935-1943). A partir de allí, se intenta caracterizar desde una perspectiva inicialmente comparativa el modo en que se dan los pasajes del "clerc" a la política (y de la política al "clerc"), con el propósito de advertir no sólo los elementos y tópicos comunes en el marco de la lucha antifascista internacional, sino las particularidades locales. A partir del análisis de la figura intelectual y del itinerario de Aníbal Ponce, se plantea la hipótesis de que la AIAPE no sólo está recorrida por tensiones internas que remiten a grandes modelos ideológicos, sino también por los lugares que se ocupan o se pretenden ocupar en el mundo intelectual.

Palabras clave: AIAPE / Antifascismo / Francia / Argentina / Intelectuales.

Abstract

The article examines the relationship between intellectuals and anti-fascist press, discussing the publication Vigilance, (Comité de Vigilance des intellectuels Antifascistes de Paris, 1934-1938), and the magazines Unity and New Gazette, of the Association of Intellectuals, Artists, Journalists and Writers (AIAPE) in Buenos Aires (1935-1943). From there, it examines the passage of intellectuals to the world of politics, and the political action into intellectual world, with the aim of observing the common elements in the international anti-fascist struggle, and the local elements in the Argentine case.

Keywords: AIAPE / Anti-fascism / France / Argentina / Intellectuals


 

Intelectuales, antifascismo y prensa periódica en los años treinta*

Entre los intelectuales argentinos, el tema del antifascismo como un tópico central en el debate cultural y político nacional se constituye a mediados de la década de 1930, incitado fundamentalmente por la influencia de las experiencias de las asociaciones culturales del antifascismo francés -como el Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes (CVIA)-; de las organizaciones de solidaridad internacional en defensa de los perseguidos por el fascismo; del cambio en la estrategia de la Internacional Comunista (IC) en favor de los frentes populares; y de las políticas cada vez más restrictivas respecto de los opositores políticos por parte de los gobiernos de Uriburu y Justo, que llevaron a evaluar el tiempo inaugurado por el golpe de septiembre de 1930, como un proceso de fascistización. De este modo, más allá de la presencia o no de un peligro fascista en la Argentina, gran parte de los intelectuales democráticos consideró hacia mediados de los años treinta que el sistema político se encaminaba hacia una organización de tipo corporativa. De allí que cobrara importancia la constitución de agrupamientos de oposición o resistencia ante una situación muy desfavorable en general, y particularmente conflictiva en el ámbito de la cultura. La adhesión antifascista se convirtió así en un fenómeno ampliamente extendido: se expresó en innumerables formas organizativas que tendieron a una unidad del mundo cultural no siempre lograda (constitución de ateneos culturales, redes de solidaridad intelectual, comités de ayuda, centros antirracistas, etc.) y sobre todo, se manifestó fuertemente a través de una prensa periódica de "combate" y/o de análisis e interrogación sobre la realidad argentina (como Alerta, Contra-Fascismo, Frente Popular, 1936, Señales, Claridad, Argumentos, Dialéctica, Unidad y Nueva Revista), donde los intelectuales pudieron intervenir en el campo ideológico y político. De este modo, la prensa puede ser considerada como un indicador de la pugna que bajo otros ropajes intentaba debatir el estado de lo público, en el marco del fraude electoral, las abstenciones partidarias y las proscripciones políticas que caracterizaron el período.

En algún sentido, el caso argentino no hizo más que expresar en modo particular algunas de las características que asumió la lucha antifascista en el mundo europeo del período -con el que se mantenían importantes vínculos-, donde también es verificable una fuerte propensión a la constitución de entidades intelectuales y el desarrollo de una prensa periódica beligerante, sobre todo a partir de 1933, con la llegada de Hitler al poder en Alemania. Tales son los ejemplos de las revistas procomunistas Left Review (1934-1938) y New Writing (1935-1941), en Inglaterra; de la pacifista luego antifascista Europe (1923-1939) en Francia; de Quaderni di Giustizia é Libertà (1932-1935), de los hermanos Carlo y Nello Rosselli, socialistas liberales italianos exiliados en París, por citar sólo algunos de los múltiples casos. El propósito de este artículo es tratar de establecer las características que asumió la relación entre intelectuales y prensa periódica antifascista en Buenos Aires, a partir de los ejemplos de Unidad y Nueva Gaceta, las revistas de la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE), 1935-1943, una entidad que durante ese período se propuso, bajo el tópico de la defensa de la cultura, la constitución de una alianza intelectual que lograra, en el ámbito local, lo que el CVIA francés: la formación de un frente popular exitoso. En este marco, el periódico Vigilance del Comité parisino mencionado aparecerá como telón de fondo de una inicial mirada comparativa.

La AIAPE y la defensa de la cultura

El 28 de julio de 1935 en Buenos Aires, un grupo de intelectuales de diversa extracción ideológica, ligados en su mayoría a las diversas izquierdas del momento, fundaron la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE). Según Raúl Larra,1 quien ingresó a la AIAPE a los pocos meses de su creación, la concreción de la entidad se debió al rol preponderante que cumplieron Aníbal Ponce y Cayetano Córdova Iturburu.

Aníbal Ponce había regresado de su tercer viaje europeo en mayo de ese año, y había establecido allí múltiples relaciones con los intelectuales antifascistas franceses, entre ellos Henri Barbusse, quien había posibilitado su viaje a la URSS a principios de 1935.2 Hacia finales de diciembre de 1934, había participado en el Congrés Mondial des Étudiants, desarrollado en Bruselas, y en abril de 1935, en un meeting representando a los intelectuales "d'Amérique du Sud", en el que se refrendó la intención de constituir una Union Internationale des Intellectuels Antifascistes, que, por un lado, agrupara a los intelectuales sin distinción de partidos, y por otro, estableciera un marco nacional para las organizaciones y un nexo internacional de los comités.3

Por su parte, Córdova Iturburu brindaba su experiencia de animador del proyecto literario de la publicación de izquierda Nueva Revista. El primer presidente fue Aníbal Ponce, acompañado por el periodista Edmundo Guibourg, el escritor Alberto Gerchunoff y el dramaturgo Vicente Martínez Cuitiño. Lo sucedió en la presidencia el doctor Emilio Troise, quien fue reemplazado en 1940 por el doctor Gregorio Bermann. También integraron la AIAPE los escritores José Portogalo, Nydia Lamarque, Álvaro Yunque, Liborio Justo, Enrique Puccio, Luis Reissig, Sergio Bagú, César Tiempo, Bernardo Edelman, Enrique González Tuñón, Dardo Cúneo, Leonardo Starico, Rodolfo Puiggrós, Facundo Recalde, Carlos Ruiz Daudet, Alfredo Varela, Deodoro Roca, Gerardo Pisarello, Raúl Larra, Leticia Brum, Héctor P. Agosti, Carlos Ruiz Daudet, Amaro Villanueva, Luis Gudiño Kramer, Juan G. Ferreira Basso, Arturo Sánchez Riva, Luis Ordaz y Juan Antonio Salceda, entre otros.

La AIAPE se organizó desde sus inicios según las diferentes ramas intelectuales y espe-cializaciones. Los plásticos crearon su departamento dirigido por Lino Spilimbergo y la escul-tora Cecilia Marcovich; los abogados, los médicos, los pedagogos y los periodistas constituyeron también sus subcomisiones. El grupo de la Asociación Juvenil de Escritores Proletarios (AJEP) -en el que participaban Raúl Larra, Bernardo Kordon y Alfredo Varela- pasó a constituir la sección juvenil de la AIAPE. En rigor, gran parte de los participantes y adherentes a la entidad carecía de una actividad literaria o artística previa, de modo que la AIAPE se transformó prontamente en un espacio de "educación" y promoción para intelectuales nuevos.4 Se creó también una pequeña editorial que publicó libros, conferencias y folletos; y se dictaron una serie de seminarios y cursos a cargo de especialistas renombrados. En enero de 1936, la AIAPE contaba con más de 400 asociados5 y al año de su creación aunaba cerca de 2.000: había constituido filiales en Rosario, Tandil, Paraná, Corrientes, Tucumán, Tala y Crespo, además de Montevideo.6 También, mantenía fuertes vínculos con entidades afines de Paraguay, Chile y Brasil.7 En agosto de 1936, Ponce señalaba el carácter que debía asumir la institución luego de las tensiones internas del primer año de la entidad: "[.] ni partido político, ni capilla sectaria, ni tertulia de snobs, ni asociación de revolucionarios [.] Como miembro de la AIAPE o en los actos de la AIAPE, el asociado o el dirigente sólo aspira a denunciar y combatir las irrupciones del fascismo en el campo cultural que nos es propio".8

Pero estas intenciones iniciales en algún sentido ya no estaban presentes en el período 1941-1943, pues la AIAPE mostraba ahora una clara hegemonía de intelectuales comunistas o compañeros de ruta, quienes luego de su etapa neutralista, recuperaron las nociones antifascistas originales. Tras el golpe militar del 4 de junio de 1943, la AIAPE fue clausurada, pero su acción cultural tuvo un impacto residual muy importante. En términos relacionales, es fácil identificar a gran parte de los antifascistas de mediados de 1930 dirigiendo el Congreso Argentino de la Cultura en 1953, desde el cual se organizó una fuerte actitud opositora al gobierno peronista en el ámbito de la cultura. También es identificable hacia esa fecha un conjunto de tópicos equivalentes a los presentes en la década de 1930.9 Así y todo, más allá de los deseos imaginarios de los integrantes de la AIAPE, su antifascismo inicial significó menos un intento de construcción de una salida política ante lo que consideraban el avance del "fascismo criollo" -los tiempos institucionales inaugurados por el golpe de Uriburu y el fraude electoral-, que la percepción de la debilidad de unos intelectuales fuertemente comprometidos en el salto hacia la política. En rigor, la AIAPE poco pudo hacer en esa esfera, pero articuló una serie de discursos y acciones culturales en la que la tematización de la "defensa de la cultura" se convirtió en la noción aglutinante de la sensibilidad antifascista, mediante la cual el fascismo era percibido a nivel internacional como incivilización, como una nueva Edad Media funcional a la nueva etapa del capitalismo mundial, que tenía sus adherentes locales. De allí que este antifascismo se convirtiera también en una fuerza de resistencia y que ante la situación de la política nacional reivindicara su posición activa desde la apelación legitimante de la tradición liberal y sus próceres más notables, hasta una actitud más beligerante a favor de un modelo de organización social que se miraba en el espejo de la URSS.10

Desde sus orígenes, la AIAPE se conformó tomando como modelo organizativo el Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes de París, en parte porque los lazos de Aníbal Ponce mantenían una fuerte vinculación con este centro político-cultural, y también porque la organización proveía además un modelo exitoso de alianzas intelectuales, partidarias y obreras, una agenda de temas y tácticas militantes sobre los cuales orientar una política antifascista de carácter principalmente nacional. Aún en noviembre de 1942, luego de 3 años de que el CVIA dejara de funcionar, la AIAPE seguía filiándose en esa entidad, y se presentaba como continuadora de su proyecto político-cultural.11

Vigilance: la revista del Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes parisino

Si bien el Partido comunista francés se encauzó no sin dificultad en la estrategia frentista que había dictado el VII° Congreso de la Internacional Comunista (25 de julio al 21 de agosto de 1935), encontrando en los militantes y simpatizantes un eco positivo, los éxitos electorales en las elecciones municipales de mayo de 1935, las legislativas del 26 de abril y 3 de mayo de 1936 se darán gracias a la preexistencia de un activo movimiento de unión antifascista entre los intelectuales, que precedió largamente a los sucesos del 6 de febrero de 1934, cuando la amenaza de las fuerzas del fascismo francés se hizo más que evidente.12 Como afirma Pascal Ory, la biografía política de los intelectuales que arribaron al Frente Popular encuentra en muchos casos su instancia de "passage du clerc au politique dans une perspective de lutte sociale" en el affaire Dreyfus.

Antiguos dreyfusards como León Blum, Jean Perrin y Paul Langevin, serán más tarde los animadores del campo antifascista, luego de algunos itinerarios militantes en la Ligue des droits de l'homme, la aventura de las universidades populares o la asociación de "étudiants collecti-vistes", como el caso de Jean-Richard Bloch, más tarde importante dirigente en el Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes. Otros, como Romain Rolland y Henri Barbusse, habían respondido en febrero de 1920 al llamado de la Unión de Trabajadores Intelectuales de Rusia, y en 1925 se constituyeron como símbolos del antibelicismo y el antifascismo desde una posición pacifista. Henri Barbusse también participaba de la Liga contra el Imperialismo y la opresión colonial, que tuvo su primer congreso en Bruselas en febrero de 1927, y del Comité de Defensa de las víctimas del fascismo, cuyo presidente era Paul Langevin.

En 1927 nace el Congreso Mundial Antifascista en Berlín; en agosto de 1932, dirigido por Rolland y Barbusse, el Congreso mundial contra la guerra imperialista en Amsterdam, y en junio de 1933 en París, el Congreso antifascista europeo (Pleyel). Cuando surge el CVIA, en marzo de 1934, el Comité mondial contre la guerre et le fascisme, llamado comité Amsterdam-Pleyel, tenía ya un año de existencia, el Comité international pour la liberation de Dimitrov et Thaelmann, más de seis meses, y en febrero ya se había logrado la liberación del comunista búlgaro Dimitrov, por la cual se habían movilizado André Gide y André Malraux.13

Sin embargo, la novedad del Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes de 1934 está dada, por un lado, en que se inscribía en un cuadro prioritariamente francés y secundariamente internacional, mientras que por otra parte, comenzaba a desplazar al movimiento Amsterdan-Pleyel -tal vez por la importante progresión cuantitativa de adherentes y participantes, alrededor de 6.000 hacia finales de 1934- en cuanto al rol dinamizador del mundo intelectual que éste se había asignado desde 1933 en el marco de la estrategia del movimiento comunista internacional.14 Algo similar le sucedía a la Association des Écrivains et Artistes Révolutionnaires (AEAR, 1932-1936), más cercana al Partido Comunista francés y menos proclive a alianzas con los intelectuales no comunistas.15

De este modo, por incitación de François Walter (que colaboraba en la revista Europe bajo el seudónimo de Pierre Gérôme), auditor en la "Cour des comptes", y de André Delmas y Georges Lapierre, los dirigentes más importantes del "Syndicat national des instituteurs" y miembros de la Comisión administrativa de la CGT socialista, la creación del CVIA representa la respuesta del amplio campo de intelectuales democráticos ante la "amenaza fascista"16 de los sucesos del 6 de febrero de 1934, y un preludio del Frente Popular. Conven cidos por Gérôme de la necesidad de constituir un agrupamiento de intelectuales antifascistas, el 5 de marzo, el filósofo Alain (Émile Chartier), pacifista cercano al Partido Radical,17 el etnólogo Paul Rivet (1876-1958) -miembro de la SFIO-, y el físico y profesor en el Collège de France, Paul Langevin (1871-1946), "compagnon de route" del PCF,18 firman el manifiesto inicial, "Aux Travailleurs", representando de este modo la unión de las tres grandes familias de la izquierda francesa del momento. Pero el elemento más significativo será la incorporación, junto a las figuras de "escritor" y de "sabio", de la de profesor universitario (investigador en ciencias humanas o físicas) en la ya conocida categoría de intelectual, estableciendo así un potente vínculo entre ciencia y política.19

La primera oleada de firmas de participantes y adherentes al CVIA incorporó también los nombres de Victor Basch,20 Albert Bayet,21 Julien Benda,22 Jean-Richard Bloch,23 André Breton,24 Jean Cassou,25 Félicien Challaye,26 René Crevel,27 Eugène Dabit,28 Paul Desjardins,29 Léon Émery y Ludovic Zoretti,30 Léon-Paul Fargue,31 Lucien Febvre, Ramón Fernández,32 André Gide, Jean Guéhenno,33 Lucien Levy-Bruhl y Marcel Mauss,34 Paul Mantoux,35 Marcel Martinet,36 Jean Perrin,37 Marcel Prenant,38 Romain Rolland y André Viollis,39 entre otros.

Más tarde se unirán Henri Wallon40 y otros intelectuales de renombre, y para el principio de 1935, el CVIA reivindicará la cifra de 6.000 adherentes en París y provincia.41 Así, para el mundo intelectual y político francés, este agrupamiento de intelectuales representó no solamente un cambio de escala sino de naturaleza, dada la amplia composición social y política del agrupamiento.42 Así y todo, en los cargos dirigenciales es fácil advertir el fuerte componente de origen intelectual, en tanto estamento social.

El más importante éxito del CVIA había sido también uno de los primeros éxitos del todavía no constituido Frente Popular: la elección de su presidente, Paul Rivet, en las elecciones municipales de mayo de 1935, como candidato único de la izquierda (entre ellos, comunistas, socialistas, republicanos, sindicalistas, miembros de la Ligue des droits de l'homme e independientes).43 Pero el espacio de la acción antifascista suponía la ubicación del intelectual en la opinión pública de un modo más activo y beligerante: "Notre lutte intellectuelle est menée contre les erreures que répandent dans la nation les fascistes avoués ou camouflés et ceux qui servent leur cause, consciemment ou non. Le fascisme fait appel aux passions des hommes pour annuler leur intelligence critique: il maquile les faits, il brouille les idées. Notre objectif est de rétablir la réalité des faits et la clarté des idées".44

La lucha antifascista incluía sobre todo una política de aglutinamiento de las fuerzas antifascistas y la participación en tanto miembros del CVIA, en todas las manifestaciones antifascistas posibles independientemente de su color político. Se entiende por qué en mayo de 1934 los miembros del CVIA asistieron a la reunión del Comité Amsterdam-Pleyel, a sabiendas de que era una agrupación inspirada fundamentalmente en la política de la IC.45

Con todo, el CVIA no se concibió como un espacio sectario e ilustrado que venía a hege-monizar a los otros grupos que componían la experiencia amplia del Frente Popular. La acción estaba dirigida a lo que se definía como las masas, en particular, los sectores obreros sindicalizados que se agrupaban en la CGT y la CGTU, a los que se consideró como los principales compañeros de lucha "pour sauver contre une dictature fasciste ce que le peuple a con-quis de droits et libertés publiques". Pero los destinatarios reales de su acción política se encontraban en aquellos sectores más susceptibles a la influencia fascista: "la jeunesse, la moyen et la petite bourgeoisie, les agriculteurs".46

En este marco, el propósito de la creación del boletín bimensual Vigilance se definió como un medio de unión y de intercambio de información sobre la actividad fascista en Francia y, también, como un instrumento de lucha intelectual que pasara, sobre todo, revista a las noticias aparecidas en la prensa de gran tiraje atinentes a la actividad del fascismo. Se trataba de una operación de esclarecimiento de las deformaciones "les plus fortes de la vérité" que se presentaban en la gran prensa respecto del fascismo; de allí que el CVIA acompañara la edición de Vigilance con una campaña de conferencias en París y provincia: "N'oublions pas que la démagogie fasciste s' adresse aux masses; que nous devons mener notre lutte dans les masses, C'est pourquoi la diffusion du Bulletin est particulièrment importante".47

En efecto, en sus "Notes sur la première offensive fasciste", se publican una serie de fragmentos de notas aparecidas en otros medios, como Le Temps, L'Avenir, Ami du peuple, donde se intenta mostrar a partir de ello la fuerte relación existente entre las agrupaciones de la extrema derecha francesa: L'Action Française, des Jeunesses Patriotes y Solidarité Française, para afirmar la importante base de apoyo que el fascismo tenía en Francia. Este carácter es muy interesante porque establece desde el inicio de la organización un vínculo potente entre antifascismo y defensa de la nación. Pero a la vez, muestra una cierta debilidad inicial en el CVIA, en la medida en que la temática referida a su acción de esclarecimiento colocaba en un segundo plano el nivel organizativo de la entidad. Así, se le otorgaba involuntariamente a lo que era considerado como fascista la iniciativa en la agenda de discusión política.

En el número de mayo de 1934, esta situación es advertida con mayor claridad y gran parte de las discusiones de la asamblea se refieren al modo de organizar la lucha antifascista, pero recién en junio de ese año las definiciones se hacen más claras, en la medida en que sólo una caracterización sobre el fascismo y sus aliados iba a establecer el verdadero lugar del antifascismo del CVIA. Se trataba entonces de diferenciar claramente entre un anticapitalismo fascista, más demagógico que real, y uno antifascista: "Nous dénoncions le fascisme, la corrup-tions, l'oligarchie financière. Mais qui donc aujourd'hui n'en fait autant? Si nous nous en étions tenus là, nous n'aurions dit que des banalités, avec l'approbation de nos plus dange-reux adversaires, ceux qui se conduisent en fascistes mais refusent d'en prende le nom (.).48

La línea de demarcación que los miembros del CVIA establecen para separar su acción antifascista de la declamación anticapitalista de los fascistas, es su puesta a disposición de las organizaciones obreras. Es decir, la actitud hacia el proletariado aparece como el elemento distintivo de una acción que en términos de crítica al sistema social establecía con claridad sus diferencias. De allí que el Comité iniciara su acción publicando un documento denominado "Aux travailleurs".49 Sin embargo, más allá de una disposición siempre favorable para una alianza con el mundo obrero, hacia noviembre de 1934, Vigilance señalaba para dónde se había dirigido su crecimiento asociativo. La base social del CVIA se había extendido en las mismas fuerzas originales: intelectuales y trabajadores de la educación para quienes la política de agrupamiento del Comité representaba también un tránsito del clerc a la política desde un lugar subordinado respecto de la clase teóricamente revolucionaria, pero a la que se podía brindar competencia y autoridad moral.50

La concreción de este objetivo se produjo cuando Paul Rivet, presidente del CVIA, ganó las elecciones municipales de mayo de 1935 como candidato por la Union pour la Défense des libertés démocratiques, una alianza de las izquierdas que de algún modo preludió el triunfo y la acción política del Frente Popular al año siguiente.

Visto desde el punto de vista de algunas familias de la izquierda intelectual argentina del momento, el CVIA expresaba, ante todo, una instancia organizacional eficaz para el ingreso de los intelectuales en política bajo la consigna amplia del antifascismo. Claro que desde aquí, no se advertían tanto las tensiones internas que llevaron a su ruptura en 1939, entre la noción de "défense de la paix" y "défense contre le fascisme", esto es, la difícil conciliación entre la línea pacifista doctrinal que actuaba en función del temor a una nueva guerra, dado el peso de la memoria de la Gran Guerra y un cierto anticomunismo, y la específicamente antifascista del CVIA -esta última de un pacifismo más bien táctico y cercana al comunismo y a la defensa de la URSS como campeona del antifascismo.51

Michel Winock ha construido una tipología del intelectual de CVIA muy ilustrativa de las tensiones ideológicas subyacentes en este espacio político-cultural. El autor reconoce tres categorías básicas: los antifascistas exteriores, los antifascistas interiores y los antifascistas revolucionarios. Respectivamente, los primeros se identifican con los comunistas cuyo objetivo fundamental era la defensa de la URSS ante la amenaza nazi, ligados muy fuertemente a la política de IC; los segundos incluyen a los pacifistas que discuten sobre el peligro de una guerra inminente con Alemania y la supervivencia institucional de la democracia, (aquí es muy fuerte el peso de la tradición política del republicanismo francés y el papel preponderante del marco de referencia nacional, en el sentido de que el fascismo es percibido más como peligro interno que como amenaza exterior),52 y por último, los trotskistas de tradición sindicalista revolucionaria, para quienes el objetivo de lucha parlamentaria que subyace en la constitución del Frente Popular, es concebido -al decir del propio Trotsky- como la peor de las traiciones en que pueden incurrir los partidos obreros.53

En el momento del advenimiento del gobierno Dadalier en abril de 1938, cuando ya es evidente que el Frente Popular ha fracasado, algunos miembros del CVIA establecerán claramente sus divergencias. En esa oportunidad, Pierre Gérôme hizo un balance para el Congreso de junio de 1938 en el que presentó al "pacifismo extremo" como una de las causas de la debilidad del CVIA Este pacifismo va asumiendo poco a poco un carácter anticomunista, pero en general no se observan en Vigilance polémicas sobre la URSS y son pocas las referencias al Estado soviético, obviamente en función de una vocación unitaria del antifascismo frentista. Pero en las reuniones del Consejo de Dirección se ve una línea de ruptura entre quienes engloban la lucha contra el comunismo en la lucha antifascista y quienes ponen el acento en el rol de la URSS en el combate antifascista, criticando la idea de colocar ambos sistemas sobre el mismo plano. En marzo de 1938, Vigilance publicará una declaración colectiva denunciando los procesos de Moscú, y en octubre de 1938, Rivet y Gérôme abandonarán el CVIA54 El último número de Vigilance aparecerá en julio de 1939, sellando de algún modo el final del Frente Popular francés.

Las revistas de la AIAPE: de Unidad a Nueva Gaceta

Hacia mediados de los años treinta, entonces, una nueva configuración de significados y temas ideológicos se constituye en el campo de la izquierda intelectual argentina y sus alrededores, a partir del tópico del antifascismo, y de las relaciones que los centros locales mantienen con equivalentes europeos. Lo que se observa en este período es la profundización de un fenómeno ya presente en la década anterior: la aparición de nuevas publicaciones, algunas de ellas de duración efímera,55 el auge de revistas culturales a través de las cuales los escritores e intelectuales en sentido amplio, reinstalaron en un nuevo contexto la discusión en torno a la noción del intelectual comprometido, de las relaciones entre arte y sociedad, y de las diferencias entre una literatura revolucionaria y otra "burguesa". Las revistas Unidad (1936-1938) y Nueva Gaceta (1941-1943), fueron los espacios más visibles -aunque no los únicos- donde los miembros de la AIAPE expresaron los contenidos más significativos de su prédica ideológica y de su acción cultural.

En algún sentido, ya hacia 1933 Raúl González Tuñón había establecido a partir de la experiencia de la revista Contra, un modelo de publicación vanguardista que fundándose en la herencia de la revista Martín Fierro, intentó incorporar a las discusiones estético-literarias las definiciones más claras sobre la articulación entre militancia política y militancia estética. Contra postuló fuertemente el enfrentamiento de clase contra clase, impugnó el reformismo burgués en función de la exaltación del modelo soviético y tuvo entre sus proyectos la organización institucional de los escritores de izquierda con el propósito de defender sus intereses corporativos. Pero lo que caracterizó a la revista fue la reedición de unas formas discursivas en el modo irónico -la sección permanente denominada "Recontra"- que la ligaban fuertemente con la tradición de la vanguardia martinfierrista de los años veinte.56

Así y todo, aunque algunos de sus colaboradores y dinamizadores serán los que hacia mediados de 1935 integren la AIAPE (los hermanos González Tuñon, Córdova Iturburu, Nydia Lamarque, Edmundo Guibourg, Liborio Justo, etc.), el nacimiento de la publicación Unidad se dará no sólo en un contexto menos proclive a la prédica clasista, sino con la participación de otros actores intelectuales en los lugares dirigenciales, entre ellos Aníbal Ponce. Si Contra, La Gaceta de Buenos Aires, Alerta, Contra-Fascismo y algunas publicaciones menores habían demostrado una inquietud no ya exclusivamente literaria sino de crítica social y económica, el antecedente más significativo de la publicación de la AIAPE en este sentido lo representa la experiencia literaria de Nueva Revista, una publicación dirigida de hecho por Cayetano Córdova Iturburu, un ex martinfierrista que desde 1931 ya manifestaba posiciones de izquierda literaria.57

En efecto, el mensuario Nueva Revista se publicó entre octubre de 1934 y mayo de 1935. En sus cuatro números publicados es fácil advertir, por un lado, un claro intento de formación marxista -de allí que el primer número se lance con un artículo educativo de Aníbal Ponce dedicado al análisis de las clases sociales-; y por otra parte, la incorporación de la situación política europea como un marco de referencia para la acción política local. De este modo, son rescatados en su tratamiento editorial los sucesos de París de febrero de 1934 y los siguientes intentos de unión intelectual y política.58

También, Nueva Revista se presentó como un espacio de unificación intelectual que establecía una distinción en el mundo cultural entre quienes "ante la seriedad de la hora" podían distinguir entre el sentido de la realidad política actual y la necesidad de un tipo de acción intelectual fundada en el compromiso político, y aquellos escritores -sin precisión al respecto- que no encontraban el camino sumergidos como estaban en la confusión o en la angustia.59 Los nombres de Álvaro Yunque, Nydia Lamarque, Sixto Pondal Ríos y Nicolás Olivari son los más reconocidos colaboradores de Nueva Revista que pueden acreditar una trayectoria literaria. El resto de las colaboraciones pareciera conformar el grupo de los estudiantes universitarios, dado el lugar importante que se asigna en la revista a las federaciones universitarias. En algún sentido, el público ideal de Nueva Revista pareciera identificarse con un sector de la izquierda universitaria, mientras se recurre a figuras más o menos reconocidas de la cultura de la izquierda literaria, para quienes el arte puro sintetiza todo el componente negativo en la actitud intelectual.

Nueva Revista no alcanzó a transformarse en la prensa unificadora de las pretensiones de este sector intelectual. Sin embargo, aparece como el antecedente más cercano de la constitución de la AIAPE, en julio de 1935, y de su órgano inicial de expresión. En efecto, el primer número de Unidad apareció en enero de 1936 y contó con las colaboraciones de Aníbal Ponce, Alberto Gerchunoff, José Portogalo, Samuel Schmerkin, Córdova Iturburu, Luis Reissig, Nydia Lamarque, Raúl González Tuñón y Liborio Justo, entre otros. De acuerdo a la filiación ideológica y a los ámbitos de pertenencia de sus integrantes (desde compañeros de ruta del PCA hasta marxistas no afiliados, junto a socialistas, trotskistas y liberales, algunos de ellos más ligados al Colegio Libre de Estudios Superiores -Ponce y Reissig habían participado en la creación del este Colegio- y a lazos de amistad preexistentes que a una organización política en sentido estricto), Unidad dio cuenta desde sus orígenes de una vocación de unificación del mundo intelectual y artístico bajo el tema más o menos aglutinante de la defensa de la cultura.

Sin embargo, en los ocho números publicados de la revista Unidad es fácil advertir un nudo central de temáticas relacionadas básicamente con la problematización del rol de los intelectuales; la interrogación sobre la naturaleza del fascismo -tanto en el plano internacional como en el nacional- y la experiencia de los frentes populares, junto a otros tópicos periféricos, como la situación latinoamericana y el imperialismo. Sobre estos temas, las posturas no fueron siempre concordantes, pues es posible identificar un abanico de respuestas que van de posiciones de tipo reformista o enmarcadas en un ideario de matriz liberal a otras más radicalizadas, donde se exalta el componente emancipatorio de la clase obrera y una idea del intelectual más ligada al devenir de las masas obreras60 que a las propias reivindicaciones como grupo social. En un nivel de análisis más sensible, también se advierte una tensión entre el contenido textual de las notas -en algún sentido más clásicas en su confección- y las ilustraciones "vanguardistas" de artistas como Antonio Berni, Pompeyo Audivert, Lino Spilimbergo y Facio Hebequer, integrantes de la sección de plásticos de la AIAPE, quienes apostaron desde lo estético a una renovación del arte tematizando, en principio, el mundo obrero y luego, exaltando el potencial revolucionario de ese mundo social, como lo indica el cuadro de Berni denominado "Desocupación",61 y una ilustración de Spilimbergo que sobre el tema de la insurrección brasileña en contra de Getulio Vargas, describe a un obrero ferroviario en actitud beligerante, con un cuchillo en una mano y una pistola en la otra.62 En rigor, todas las ilustraciones de Unidad tienden a rescatar una estética vanguardista y ello se observa también en el hecho de que sus ilustradores habían tenido su periplo de estudio europeo hacia fines de la década de 1920 y principios de los años treinta. Incluso en 1933, la revista Contra había instalado un fuerte y polémico debate en torno a la naturaleza del arte comprometido, en el que habían participado el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, Cayetano Córdova Iturburu, Jorge Luis Borges, Julio E. Payró y Oliverio Girondo. Allí, Siqueiros estableció una diferenciación entre una plástica de agitación y propaganda -como indicador de la lucha proletaria en el marco de la sociedad capitalista- y un arte revolucionario, el cual sólo podía surgir en una sociedad comunista. También Raúl González Tuñón adhirió a esta posición, señalando que el arte puro sólo tendría sentido en una sociedad que ya hubiera terminado con el problema social.63 Pero si en Contra la propuesta de identificación entre arte y política supuso también una discusión sobre las formas, esto es, la predilección por los tópicos sociales se desarrolló paralelamente a la utilización de procedimientos plásticos no conocidos o no sancionados como elemento dominante, en la clave de la experimentación,64 el discurso revolucionario de los pintores de la AIAPE se presenta como la representación de los sentimientos y anhelos colectivos -masas movilizadas, puños en alto, tratamiento xilográfico de retratos de figuras aglutinantes como Marx y Barbusse, incluso Martín Fierro- y en una resolución plástica que ya parece haberse convertido en un canon establecido más allá de que los miembros de AIAPE consideren que la ausencia de crítica en la prensa asentada de Buenos Aires ante el salón de arte organizado por la AIAPE en el Concejo Deliberante de la ciudad, se deba a que la exposición "cargaba en sus obras demasiados fermentos de renovación".65

Entre Henri Barbusse y Romain Rolland

En algún sentido, la propuesta plástica de Unidad lleva al extremo una interrogación sobre la función del arte y el pensamiento, que recurre a símbolos asociados con una estetización del mundo obrero representado siempre en modo beligerante. Pero si aquí de lo que se trata es de cierta subordinación de los temas al propósito de documentación de la realidad social de la clase obrera, otros registros muestran más las tensiones a las que se ve constreñido el mundo intelectual que el salto a la lucha política junto a las masas, el cual parece ser el nudo de la propuesta estética.

En efecto, lo que se observa es la preocupación por documentar el tránsito en las conciencias intelectuales, de unas posiciones en el mejor de los casos humanistas a otras contestatarias o revolucionarias. El sistematizador de esta operación en Unidad es sin duda Aníbal Ponce, para quien el problema asume una cierta dimensión autobiográfica. En general, en la obra de Ponce primó la articulación entre nación, en tanto rescate ideológico de las figuras del panteón liberal -de Wilde a Amadeo Jacques, de Avellaneda a Sarmiento-, y comunismo, claramente visible a partir de 1936 con el intento de divulgación marxista que significó su revista Dialéctica, pero ya presente hacia 1928, con su Examen de conciencia.

Oscar Terán señala que entre el gran peso cultural e institucional de la tradición intelectual argentina de corte liberal y positivista, sumado al europeísmo de esta tradición, y la debilidad de los espacios comunistas oficiales, el marxismo de Ponce se presentaría excesivamente deudor del liberalismo, y no alcanzaría a plantearse el problema de la nación desde una perspectiva marxista más pura, como sí lo había hecho Mariátegui respecto del Perú. Terán reconoce tres períodos en la producción teórica de Ponce. El primero, desde sus escritos juveniles hasta la aparición de La vejez de Sarmiento (1927), se caracteriza por la utilización de categorías provenientes del liberalismo positivista de la generación del ochenta. En la segunda etapa, entre 1928 y 1932, se observa un desplazamiento hacia nociones de corte marxista; y finalmente, un tercer período donde Ponce asume sistemáticamente el marxismo, el cual va desde 1933 con el Elogio del Manifiesto Comunista hasta el final de su vida en 1938.66

También Agosti ve en el tránsito hacia el marxismo de Ponce el peso de la tradición liberal, y el papel de los sucesos políticos de 1930 como el elemento contextual que lo condujo hacia nuevas preguntas y a encontrar definitivamente en el marxismo las claves de una respuesta.67 Sin embargo, otro dato interesante que rescata Agosti es la presencia en Ponce de unas características personales donde, junto al reconocimiento de su capacidad intelectual, se le atribuye una tensión muy fuerte entre militancia literaria y militancia política que se resuelve finalmente en la adhesión comunista. Contrariamente a Mariátegui, Ponce llegó al marxismo más por preocupación científica que política,68 y en algún sentido no pudo desprenderse de un estilo refinado en sus maneras, un bonton civilizado que indicaba no ya sus orígenes sociales -por cierto modestos-, sino la ocupación de un lugar de enunciación cultural, una autorrepresentación cuyo campo de referencia se encontraba entre la cultura del Ochenta porteño y París, al menos hasta que en 1935 descubre el mundo soviético.69 En todo caso, a la vez de articular liberalismo con marxismo desde una dimensión específicamente intelectual, Ponce fue en su práctica un continuador del modelo civilizatorio de la generación del ochenta. Las fuentes concuerdan en rescatar una imagen de pulcritud en Ponce, donde se destaca el cuidado en su vestimenta, el aseo personal y el tono pausado, suave y a la vez firme de su voz, y una actitud irreconciliable tanto con la injusticia social como con la grosería.70 De hecho Ponce, en el momento de su autoexilio en Morelia (México), parece añorar más "la atmósfera intelectual de Buenos Aires, la atmósfera de distinción, de refinamiento, de buen gusto [.]", que elogiar la libertad de opinión que había adquirido en el país que lo acogiera.71

Además de la erudición exhibida por Ponce en sus textos, es fácil advertir en su estilo un tono irónico y un tipo de relato de corte finisecular que lo acerca -sólo en este punto- a la prosa de Juan Agustín García. Es posible que las afinidades estilísticas entre Ponce y García reposaran en la común admiración por Hipólito Taine. Para Ponce, Taine era un maestro de la historia y de la crítica, un prosista admirable y "un verdadero iniciador en estética y en psicología de los pueblos", a quien si bien no pudo perdonar el "espíritu reaccionario" de Les origines de la France Contemporaine, consideraba que su lugar en la historia intelectual de Occidente era equivalente al de Voltaire.72 Además, su mundo de referencia intelectual si bien no desconoce el impacto de las vanguardias literarias de la Europa de entreguerras, se apoya en una selección donde Taine y Renán ocupaban un lugar privilegiado. Relata Álvaro Yunque que en una visita que le realizara en 1935, a propósito de la solicitud de una colaboración para la revista Rumbo, pudo ver en el estudio de trabajo de Ponce un retrato de Renán. Ante el comentario irónico de Yunque, Ponce respondió: "¿Qué quiere? No puedo deshacerme completamente de lo que amé tanto.".73

Su modo civilizado en las maneras y la mesura en su papel de organizador cultural de la AIAPE le generaron ciertas críticas, aunque luego fueran reconocidas póstumamente como atributos positivos:

Con una serenidad imperturbable de maestro que contrastaba con nuestra turbulencia, Aníbal Ponce presidía las primeras reuniones de la Comisión Directiva de la AIAPE en su vieja secretaría de la calle Belgrano. Su edad no era mucho mayor que la nuestra. Pero lo era, en cambio, su ponderación. Con el extremismo propio de los recién llegados a un campo en el que dábamos los primeros pasos, queríamos quemar etapas y aventurar incursiones hacia sectores peligrosos. Prudente, con la prudencia de los capitanes que saben que la audacia y el riesgo son piezas que sólo deben jugarse en su oportunidad, Aníbal Ponce debía frenar, cada día, nuestros impulsos impremeditados. Su ponderación se nos antojaba, entonces, excesiva. Y, preciso es confesarlo, nos descontentaba. Ponce -solíamos murmurar con desconsuelo- es, en definitiva, un hombre de gabinete. Le tiene miedo a las masas. Le tiene miedo a la calle. ¿Qué había de exacto en esta apreciación? Nada más que ligereza. Ligereza nuestra. Y si había algo más, ese algo era una noción demasiado difusa de las posibilidades, el rumbo y el carácter de nuestro movimiento. Nosotros hubiéramos querido echarnos de inmediato en medio del tumulto de las luchas políticas y sindicales, y participar en ellas enarbolando banderas categóricas, con olvido evidente de nuestra función específica de aglutinante de un vasto movimiento posible de intelectuales antifascistas. Más de un traspié de la AIAPE se consumó en razón de estos impulsos, que contrariaban a Ponce durante su presidencia o que olvidaban su criterio, después de su presidencia.74

Es posible que en la evaluación de esta característica personal de Ponce, se explique el escaso apoyo exhibido en el seno de la AIAPE ante la exoneración hacia fines de 1936 de los cargos docentes que desempeñaba en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario. De allí su autoexilio en México. En 1938, con motivo del homenaje en memoria de Aníbal Ponce, Deodoro Roca sostuvo que no había sido la Sección Especial la que lo había expulsado del país, sino la cobardía de unos aliados que no habían advertido la naturaleza moral de la figura de Ponce y el lugar que ocupaba en las letras argentinas:

Ponce era el mejor dotado y el mejor realizado de las últimas generaciones actuantes de la Argentina. No rebajo a nadie. Alerta está la ejemplaridad. Inútil, con todo, lo que versiones angostas y traducciones falsas y resonantes hicieron para desnaturalizar o matar lo que en él vivía y sigue viviendo, reapareciendo [.] Sobrio en la dura, atormentada, y en la misma graciosa figuración de sus pensamientos, pero lleno de fuego que flamea, de ansia que no se sacia, dueño de una riqueza inmensa -quizá la mayor riqueza mental de nuestra reciente literatura- aprovechada como ninguna con rigor sistemático. Piensa en todo. Y en todo piensa con ese frenético rigor, desde su adolescencia inverosímil. Porque Ponce es de los que siente su obra como parte de su vida, y su vida ligada a la conciencia del deber hacia la libre comunidad de los hombres.75

También Saúl Bagú en una nota de homenaje a Lisandro de la Torre publicada en Cursos y Conferencias en 1939, señaló la debilidad del campo antifascista en la defensa de Ponce.76 Dato que indica, por un lado, que es evidente para el gobierno de Justo que Ponce en tanto intelectual ya reconocido se convertía en una figura ejemplificadora de la actividad comunista que era necesario reprimir, en el ámbito educativo primero, y en el campo intelectual después, mientras, por otra parte, para el sector izquierdista de AIAPE, tal condición no resultaba suficientemente revolucionaria.77 Sólo a partir de la muerte de Ponce en México a raíz de un accidente automovilístico, se recolocará su figura en un lugar simbólico significativo no sólo porque su caso personal resultaba altamente trágico en tanto metáfora del destino de lo más encumbrado de una generación intelectual, sino porque hacia 1938 y luego del fracaso de la constitución de un frente popular local, su pretendida unidad de los intelectuales cobraba una actualización más que evidente de acuerdo al paradigma del compromiso, pero señalaba también los límites del acceso a lo político a través de la cultura. Así, hacia 1941, cuando la AIAPE muestre la total hegemonía del sector comunista, Nueva Gaceta exaltará en Ponce su papel de sistematizador de una idea del mundo soviético que servía como matriz intelectual para la formación de las nuevas generaciones intelectuales argentinas.78 De allí en más, no sólo se convertirá en el presidente mítico de la AIAPE, sino en la figura aglutinante de la identidad de los intelectuales del PCA, nacidos a la vida cultural en el clima cultural de la entreguerra.79

En rigor, en su etapa "antifascista", Ponce articula una serie de operaciones intelectuales en donde prima, bajo el tópico de la lucha antifascista, la exaltación de la URSS como un modelo de organización social, en el cual el desarrollo tecnológico se vuelve el indicador más claro del dominio de la naturaleza por parte del hombre en la clave de un humanismo "proletario", a través del cual la naturaleza puede ser dominada tecnológicamente merced a una organización social no clasista.80

Pero cuando en Unidad, Ponce reflexiona sobre la toma de conciencia política del intelectual, en algún sentido está describiendo su propio itinerario pues se trata del abandono de la conciencia burguesa en favor de un nuevo ideario social. Para Ponce, dos intelectuales franceses resumen el paradigma de este tránsito: Henri Barbusse y Romain Rolland.

Uno de los primeros actos realizados por la AIAPE fue el funeral cívico de Barbusse, que se realizara durante los primeros días del mes de septiembre de 1935 en el Teatro Nuevo de Buenos Aires. En su discurso en tanto presidente de la entidad, Ponce rescató el papel de organizador cultural que había cumplido Barbusse. Desde el grupo Clarté, desde la revista Monde luego, desde el Comité Mundial contra la Guerra y el Fascismo, Barbusse había salvado la dignidad de la inteligencia europea, orgulloso de ayudar con su talento al proletariado revo-lucionario.81 Pero si el fin último se reconocía en la toma de conciencia, lo que interesaba a Ponce no era sólo el resultado sino el proceso que llevaba a ella:

Digámoslo nosotros con orgullo, nosotros escritores que desconfiamos a veces de nuestras propias fuerzas: hay una grandeza rara vez igualada en el espectáculo del sabio o del artista que después de sentir en carne propia la tragedia de las grandes masas, la carga en su conciencia angustiada, la convierte en el núcleo inflamado de su pensamiento y de sus sueños, y una vez que ha logrado herirla en la raíz, entrega a las masas con un libro o con un verso el remedio de una angustia que empezó siendo la de todos antes que él la sintiera como suya.82

También Alberto Gerchunoff reflexionó sobre este pasaje como el del tránsito hacia una santidad de nuevo tipo, la del escritor como profeta laico.83

Por otra parte, Rolland representaba los límites del elitismo idealista, lo que Ponce llama "la agonía de una obstinada ilusión". Escribe:

El espíritu en Rolland no desdeña la acción, ni aplaude ese derecho a la ironía cauta que el astuto Próspero se había reservado en el "Calibán" de Renan frente a la victoria momentánea de su antiguo esclavo. [.] Rolland anhela un espíritu heroico que no se atemorice como Polichinela con el bastón, pero que aún en el tormento no sepa pronunciar un solo grito de guerra. Más cerca de Erasmo de lo que él mismo creía, Rolland aspiraba a reunir una élite a un puñado de espíritus intrépidos que sepan luchar si es necesario, pero con las armas del espíritu: las únicas armas que no las mueve la violencia. Era, en el fondo, la defensa del hombre abstracto que el humanismo había creado, la defensa de un hombre liberado de las contingencias de la vida práctica y social: un hombre, en el mejor de los casos, que si descendía a veces a la lucha y devolvía golpe por golpe -como Juan Cristóbal y Olivier- no por eso suspiraba menos por desprenderse cuanto antes de la "feria de la plaza".84

En tanto tema muy caro a las vanguardias de entreguerras, también para Ponce no existe una supremacía del hombre que piensa sobre el hombre que "vive" inscripto en la materialidad del mundo, y no solamente porque el arte o el pensamiento deban acercar las dimensiones de la acción y la contemplación, sino porque la defensa de la libertad del espíritu en abstracto se le antoja absurda en un contexto donde la pretendida independencia del intelectual se ve condicionada por "ocultas potencias que la dirigen". Sobre el arte y la inteligencia puros, escribe Ponce:

Las clases gobernantes estimulan con maña a esos artistas que son como niños, a esos sabios que son como Juan de la Luna. Y los prefiere, y los cuida, y los carga de honores, hasta que llega el día que por una palabra imprudente, o por un descubrimiento inesperado, los arroja de los privilegios y los cargos. [.] Atolondrados entonces se preguntan "¿por qué?", y en ese por qué puede verse mejor que en parte alguna, la profunda ignorancia de los problemas sociales que tantos siglos de vivir entre las nubes han traído al desdichado Ariel, la ceguera como castigo y la vanidad como mancha.85

Como en Barbusse, también en Rolland la Gran Guerra primero y la Revolución Rusa después, se convertirán en una escuela primaria de educación política. Para Ponce, la toma de conciencia social del intelectual deviene entonces un drama de descubrimiento y voluntad, que implicaba muchas veces el abandono de comodidades y prestigios adquiridos en la "Ciudad del Espíritu", pero que otorgaba también la recompensa de una autenticidad intelectual que aun en las entrañas de la sociedad burguesa, le permitía vislumbrar las premisas objetivas del humanismo proletario que se realizaba en la URSS.

De este modo, a las diferenciaciones ideológicas doctrinarias se suman otras más sutiles en la AIAPE. Se entienden así las tonalidades de la tensión subyacente entre intelectuales instalados y en algún sentido cosmopolitas; aquellos que deben abandonar un mundo imaginario para entrar en otro campo de representaciones, y quienes en tanto recién llegados, acceden a él a partir del exclusivo tópico del compromiso político como elemento distintivo. Escribe Raúl Larra en 1941: "Bien poco vale en estos tiempos la opinión de un escritor si ella se limita a fijar fría y secamente su actitud frente al mundo. Hay que ir al pueblo, confundirse con su potencia telúrica, desaparecer en la multitud como quien se zambulle en las profundidades del mar".86 La posición de Larra no era nueva. Ya estaba presente en el primer número de Unidad en enero de 1936, cuando Nydia Lamarque desde París relatara en una nota épica el día en que se constituyó el Frente Único de socialistas y comunistas.87 Pero si en 1936 este ideal de existencia intelectual debía convivir con formas de acción en algún sentido más "defensivas" como las de Ponce o Gerchunoff, para 1941 se ha convertido en el modelo dominante.

El tránsito de Unidad a Nueva Gaceta puede resumirse, entonces, en el camino que va de la diversidad discursiva inicial de AIAPE a la uniformidad que impone el grupo comunista claramente visible en la revista a partir de 1941. En efecto, la Nueva Gaceta inicial resulta un producto ideológico enmarcado en el clima del pacto Molotov-Ribbentrop, pues a partir de allí y en detrimento de la lucha antifascista, se profundizarán dos tópicos ya presentes desde mediados de los años treinta: el antiimperialismo y la defensa de la URSS.

Como ya he señalado, desde los comienzos de la AIAPE, el fascismo se percibió como un fenómeno internacional que venía a socavar los fundamentos de la civilización moderna. De allí que se apeló a una idea de la clase intelectual no sólo como un particular sujeto destinatario de la represión por parte del fascismo, sino como un actor cuya función era la de mantener los valores de libertad y respeto de la dignidad humana. Si bien el estado fascista respondía a condiciones materiales objetivas identificadas con el desarrollo que había alcanzado el sistema capitalista, también se veía en él una innovación política, en la medida en que disputaba con elementos propios de las tradiciones políticas existentes hasta el momento. En algún sentido, sostenía la AIAPE, el papel de la razón en la sociedad había sido constitutiva de la etapa inicial del capitalismo -en particular durante el siglo XIX- que, aunque cruel porque instalaba un nuevo sistema de explotación económica, satisfacía los requerimientos del bienestar y del progreso humanos, comparándolo con la etapa feudal.

Pero ahora, la situación del capitalismo mundial es percibida en extremo irracional. Por un lado, porque a los niveles más altos de desarrollo económico le correspondían también niveles equivalentes de pobreza, lo cual en una lectura moral y en algún modo distribucio-nista del capitalismo, se identificaba con un comportamiento irracional. Entre otros temas, Unidad criticó fuertemente que la producción de alimentos creciera en el mundo mientras se morían de hambre millones de personas. Por otra parte, porque para mantener su poder económico, la clase capitalista recurría a regímenes autoritarios no fundados en la razón sino en la idea de "espiritualidad", es decir, en un "lenguaje de tipo religioso" que apelaba a la fe.88

El fascismo italiano, el nazismo, la Unión Fascista Británica, entre los ejemplos citados, todos formulaban según Unidad la tesis de un nuevo estado espiritual de la sociedad que se expresaba en una retórica donde la fe ahora se asocia a las nociones de "patriotismo", "sentimiento nacional", "sentimiento religioso", "sentimiento racial", materiales ideológicos en los que se inspiran "los especuladores más audaces, los traficantes de armamentos y aprovechadores de la guerra, los gansters de la política europea y criolla, los negociantes del petróleo, de la carne y del estaño".89

Así, con su formulación de ideologías místicas, raciales, antihumanistas, antidemocráticas y antiindividualistas, el fascismo pisoteaba las raíces racionales del mundo moderno. Fundándose en La fenomenología del espíritu de Hegel, Unidad evaluó que la humanidad se había constituido como tal dominando el sentimiento de la fuerza que impide la comunicación. La humanidad sólo existía porque ha logrado producirse una comunidad de conciencia que limitaba hasta anular la dimensión de lo inhumano, lo que Hegel llamaba "la bestia". El fascismo reinstalaba la barbarie en la sociedad pues su objetivo político era realizar un tipo de sociedad nacional en la que el todo fuera absolutamente independiente de la determinación y voluntad consciente de las partes que lo integran, en particular, del papel de los individuos. Esto se expresaba, según Unidad, en la anulación del sufragio universal, de la representación parlamentaria, de la opinión pública organizada en agrupaciones democráticas, en la limitación de la libre expresión artística, científica e individual. En síntesis, en la destrucción de la esencia de la democracia.

El fascismo es concebido, entonces, como un nuevo "absolutismo", o como "inquisición" restauradora de la Edad Media90 animada por tres instintos bestiales desencadenados: "Mussolini, Hitler, Franco",91 negándose en sus características cualquier noción que incorporara alguna idea de modernidad en estos movimientos.

Pero este intento de eliminar al individuo de la historia tropieza con un obstáculo formidable: la inteligencia, percibida como el grupo social depositario de la cultura en tanto conjunto de los saberes de la humanidad. Por ello, la AIAPE apeló a la unidad de los intelectuales antifascistas desde una matriz argumental que recurría a una visión continuista de la historia, muchas veces acrítica, en tanto que el pasado liberal y republicano, tanto de europeo como de nacional, se presentaban como el sustrato fundamental sobre el cual, por un lado, debían apoyarse los cambios sociales futuros, y por el otro, se aseguraban los derechos de la clase intelectual.92

La percepción del fascismo y de esta matriz liberal se modificó momentáneamente ante la derrota de la España republicana y los sucesos internacionales que acompañaron y siguieron a ella. Si España había significado para los miembros de AIAPE que participaron en el Segundo Congreso Internacional de Escritores reunidos en Valencia, el lugar donde se materializaba la defensa de la democracia universal y la libertad de la cultura, la derrota traerá consigo una fuerte impugnación de los aliados del antifascismo internacional.

En efecto, en mayo de 1941, desde Nueva Gaceta, Córdova Iturburu evaluaba el nuevo orden mundial no ya en la clave de la lucha antifascista sino en la del antiimperialismo. Los acontecimientos internacionales eran caracterizados como una puja interimperialista. Por un lado Inglaterra, Francia y Estados Unidos, por el otro Alemania, Italia y Japón. En ninguno de los bloques se encontraba en debate el problema de la democracia, pues si así hubiera sido al menos en los aliados -afirmaba Iturburu- no se hubiera permitido la agresión a China, el avasallamiento de Etiopía, la liquidación de Austria y Checoslovaquia, el estrangulamiento de la República Española, y por último, la destrucción de la propuesta de la seguridad colectiva establecida bajo el régimen de la Sociedad de las Naciones:

El señor Presidente Roosevelt, tan sensible a la suerte de la democracia que se ha hecho votar a tambor batiente las leyes y los créditos necesarios para poder acudir en auxilio del tambaleante andamiaje del Imperio Inglés, no fue tan diligente cuando la voz conmovedora del pueblo español clamaba por armas para defender su legítimo gobierno popular, su insospechable democracia, las conquistas sociales, económicas y políticas que lo ponían en el camino de la verdadera libertad. Hubo palabras, medias palabras, insinuaciones equívocas, hábiles sobreentendidos de abogado. Pero el embargo de armas no se levantó. Roosevelt colaboró, en definitiva, con Chamberlain, Blum y Daladier, en el asesinato de España.93

La guerra no significaba otra cosa que una puja por el nuevo reparto del mundo. De allí que la intervención de Inglaterra en la guerra se identificara con la defensa de sus intereses imperiales amenazados. De allí también que antiguos aliados del campo antifascista argentino como los socialistas Nicolás Repetto, Enrique Dickmann y Mario Bravo, y el radical Marcelo T. de Alvear, y su elogio de la participación británica en la guerra, fueran ahora visualizados como agentes imperialistas. Esta nueva percepción se articulaba alrededor de un conflicto específico del campo antifascista local, entre la AIAPE y Acción Argentina (1940-1943), una organización que agrupaba a no pocos políticos e intelectuales de tradición liberal y socialista, cuya prédica tenía un fuerte componente anticomunista, en la medida en que luego del Pacto Germano-Soviético, se reactivó el supuesto de una identidad totalitaria entre comunismo y nazismo, excluyendo de este modo a los comunistas de la alianza antifascista local.94 Para la AIAPE, en cambio, cualquier acción antifascista no podía estar disociada de la defensa de la URSS, y menos aún, articularse con los llamados "paladines del fraude" (Justo, Pinedo, González Iramain), a quienes se había visto actuar mediante adhesiones y participaciones declamativas en defensa del pleno ejercicio de las libertades democráticas, en la asamblea ciudadana animada por Acción Argentina en mayo de 1941: el Primer Cabildo Abierto de Acción Argentina.95

Para esa fecha, el escenario mundial futuro no presentaba para los miembros de AIAPE dos alternativas (democracia o fascismo) sino tres: la victoria del nazifascismo significaría el paso de una esclavitud a otra; la del bloque seudodemocrático (concebido como plutocracia), representaría el reforzamiento de la opresión económica; y la del triunfo de los pueblos que derriban a sus opresores, establecería el socialismo. Por ello, la AIAPE se planteó bajo el tópico del neutralismo una defensa de la democracia inseparable de la lucha antiimperialista, pues el fascismo podía llegar tanto por la gravitación preponderante del nazifascismo en la economía mundial, como bajo formas reaccionarias o fascistizantes de gobiernos nacionales ligados a los intereses del capitalismo monopólico. Escribe Córdova Iturburu:

El fascismo es en los países imperialistas, la dictadura política del capitalismo industrial y financiero. En nuestro país será -si el pueblo no le cierra el camino- la dictadura del imperialismo monopolista y de la oligarquía terrateniente a su servicio. Pensamos que la felicidad de los pueblos es la liberación nazi fascista. Pero no estamos dispuestos, por eso, a servir de útiles instrumentos en las manos de los capitalismos extranjeros que traban nuestro desarrollo y nos mantienen en una humillante infancia política y económica.96

Así y todo, desde el 22 junio de 1941, con la invasión de Alemania a la URSS, se reinstalará en otra clave el carácter de la lucha antifascista entendida ahora como Guerra antifascista. No se abandona del todo la evaluación de la guerra como contienda interimperialista, sino que se da a la nueva etapa un nuevo contenido. La guerra deja de ser ya el conflicto exclusivo entre varios imperialismos para transformarse en la guerra del nazifascismo contra la Rusia socialista, apoyado por la reacción internacional.97

De este modo, casi la totalidad de las actividades de la AIAPE y las temáticas que se abordarán en Nueva Gaceta asumirán una constelación de significados fundados en la defensa de la patria del socialismo. La AIAPE organiza actividades en favor de la URSS: publica manifiestos y declaraciones de solidaridad,98 informa sobre las vivencias de la guerra99 y exalta la valentía de la clase obrera rusa en su defensa de Moscú.100 Si a mediados de la década de 1930 la lucha antifascista se instalaba en AIAPE a partir de la polarización entre civilización o barbarie, donde la tensión entre matriz liberal vs. fascismo parecía resumir el amplio campo de las adhesiones, para junio de 1941, el contenido civilizatorio pareciera haberse colocado definitivamente en un tema ya presente en 1935: la experiencia soviética. Escribe Troise:

Están contra la URSS quienes están con el privilegio, con los sórdidos intereses de las plutocracias que envilecen y ensangrientan el mundo, los que desencadenaron la guerra del '14 y siguieron luego, preparando la tragedia actual. Están con la URSS los que piensan que la humanidad necesita dignificarse en sus fuentes mismas arrancando de cuajo todo lo que menoscaba la vida: intereses de clase, superstición religiosa, perjuicios milenarios que anulan el impulso creador de los hombres.101

Conclusión: ¿Scribere in eos qui possunt proscribere?

Respecto del interrogante de la prensa como problema, he intentado leer el fenómeno de las publicaciones periódicas antifascistas durante el período de entreguerras, teniendo en cuenta una perspectiva que, por un lado, me permitiera contar con una referencia externa que posibilitara una dimensión inicialmente comparativa: en este caso el análisis de la publicación Vigilance. Por otra parte, he intentado pensar la prensa no como un espacio semióticamente homogéneo, sino como un ámbito donde se verifican a la vez que ciertas líneas interpretativas dominantes, una serie de operaciones discursivas que denotan conflictos ideológicos, estéticos, relaciones entre instalados y recién llegados, con el propósito de no reducir la diversidad original de toda publicación a su línea dominante. Finalmente, un intento de salir de la prensa, esto es, salir del objeto principal hacia otras referencias empíricas, para volver a él en función de una trama más compleja.

¿Qué significación tuvo, entonces, la relación entre intelectuales y antifascismo de acuerdo al funcionamiento de la prensa periódica? En el caso del CVIA francés, domina una versión del antifascismo que se concibe más como resistencia pacifista, pero que propone también un modelo de organización cultural y política de naturaleza frentista, en el que los intelectuales se subordinan desde su lugar de clercs a las organizaciones obreras. La prensa se concibe más como un instrumento de resistencia y de denuncia de las actividades del fascismo en el ámbito de la cultura, que como un instrumento para vehiculizar una política positiva. Aquí, el peso del republicanismo y el marco de referencia nacional se convierten en sus elementos distintivos, en la medida en que el fascismo es pensado más como peligro interior que como amenaza externa (Alemania o Italia). De allí también, que las referencias positivas hacia la URSS se vuelvan un elemento de tensión interna muy potente que enfrentaba a comunistas con pacifistas, pues el sector pacifista del CVIA no escondió sus críticas al modelo soviético sobre todo a partir de los procesos de Moscú.

En la AIAPE, en cambio, no sólo no vemos el lugar de articulador de alianzas intelectuales y obreras que caracterizó al CVIApor un lado, por la naturaleza propia de esta agrupación como por el lugar que ocupaba en el ámbito estrictamente político, y, por el otro, porque recién a partir de junio de 1943, el fascismo será percibido como un peligro más real en el mundo político argentino-. Aquí el espacio antifascista se convierte primero en un lugar de unión intelectual y luego en un espacio de promoción para intelectuales recién llegados al mundo de la cultura. "Scribere in eos qui possunt proscribere", esto es: "escribir sobre los que pueden proscribir", la frase de Erasmo que retoma Aníbal Ponce en 1936 en su "Carta abierta al Ministro Jorge de la Torre"cuando fuera exonerado de sus cargos docentes-, ejemplifica con claridad el tono quea juicio del primer presidente de la AIAPE- debía asumir la lucha antifascista. Una política de resistencia, de defensa de la cultura en un contexto de organización frentista, que aunque asumiera a veces una retórica clasista, se expresaba en la pervi-vencia de un conjunto de prácticas específicas de otra etapa de la república de las letras. Por el contrario, para otros integrantes de la agrupación, el ingreso al mundo cultural es vivenciado como un ir al mundo obrero, mezclarse con él, ser él.

Así y todo, la AIAPE colocó una serie de operaciones culturales e ideológicas novedosas, entre ellas la articulación entre elementos de la tradición liberal argentina jaqueada durante el período por el fraude electoral y los nacionalismos; la referencia nacional de la política ideológica y cultural; y un horizonte de desarrollo social que veía en la URSS el modelo sustitutivo de progreso. Estos elementos se convirtieron en los componentes dominantes de un estado de la sensibilidad ideológica que tendrá gran peso interpretativo cuando a partir de abril de 1945 se produzca la convocatoria a la Unión Nacional Antifascista, en un momento en que la derrota del nazismo es evidente a nivel internacional, pero en el ámbito local se va instalando cada vez de un modo más potente la figura de Perón. Quizás por ello esta sensibilidad logre expandirse incluso más allá del ámbito específico del mundo intelectual comunista en Argentina, y de hecho, más allá también de la etapa de la lucha antifascista.

Notas

* Agradezco los comentarios críticos de Anahí Ballent, Carlos Altamirano y Luis Alberto Romero a una versión preliminar de este trabajo.

1 Luego de su participación en AIAPE, Larra desarrolló una importante labor de editor en la Editorial Futuro (1943) y participó más tarde en la revista del PCA, Cuadernos de Cultura.

2 Cf. "Murió Barbusse, el apóstol de la paz", Crítica, 30 de agosto de 1935.

3 Cf. "Vers l'Union Internationale des Intellectuels Antifascistes", Vigilance (Bulletin du Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes), París, Nº 24, 15 de junio de 1935, p. 4.

4 Raúl Larra, Etcétera, Buenos Aires, Ánfora, 1982, p. 18.         [ Links ]

5 "Vida de la AIAPE", Unidad. Por la defensa de la cultura, año I, Nº 1, enero de 1936.

6 Aníbal Ponce, "El primer año de AIAPE", Dialéctica, Nº 6, agosto de 1936.

7 Adrián Celentano, "Ideas e intelectuales en la formación de una red sudamericana antifascista", en Literatura y Lingüística, Nº 17, Santiago, 2006, passim.

8 Aníbal Ponce, "El primer año de AIAPE", op. cit.

9 Cf. Ricardo Pasolini, "El nacimiento de una sensibilidad política. Cultura antifascista, comunismo y nación en Argentina: Entre la AIAPE y el Congreso Argentino de la Cultura, 1935-1955", en Desarrollo Económico, Nº 179, octubre-diciembre de 2005, pp. 403-433.

10 Nydia Lamarque, "Epítome de Esteban Echeverría", Unidad. Por la defensa de la cultura, año II, Nº 1, agosto de 1937.

11 "La demostración al Doctor Emilio Troise", Nueva Gaceta (Revista de la AIAPE), Nº 20, noviembre de 1942.

12 Se trata de las manifestaciones antiparlamentarias de la extrema derecha francesa (Liga de Acción Francesa, las Juventudes Patrióticas, Solidaridad Francesa, las Cruces de Fuego y la Unión Nacional de Combatientes), que siguen al escándalo político-financiero en el que se ven involucrados varios parlamentarios del partido radical en el gobierno. Cf. Georges Lefranc, Le Front Populaire (1934-1938), París, Presses Universitaires de France, 1971, pp. 7 y ss.; y Stéphane Courtois y Marc Lazar, Histoire du Parti communiste français, París, Presses Universitaires de France, 2ª ed., 2000, pp. 119 y ss.

13 Michel Winock, Le siècle des intellectuels, París, Éditions du Seuil, 1999, pp. 278-279.

14 Yves Santamaría, "Un prototype toutes missions: Le Comité de Lutte contre la Guerre dit 'Amsterdam-Pleyel'", Communisme. Revue d'études pluridisciplinaires, Nº 18-19, París, 1988, p. 77.

15 Nicole Racine, "L'Association des Écrivains et Artistes Révolutionnaires (AEAR). La revue Commune et la lutte idéologique contre le fascisme (1932-1936)", Le Mouvement Social, París, Nº 54, enero-marzo de 1966, pp. 44 y 45.

16 Algunos estudios han mostrado que el peligro fascista fue ciertamente menor de lo que los actores del antifascismo habían creído. Cf. Pierre Milza, Fascisme français. Passé et présent, París, Flammarion, 1987, passim.

17 El filósofo Alain (1868-1951) había alcanzado una fuerte influencia ideológica en la autodenominada "généra-tion de 1905", integrada por sus alumnos aspirantes a ingresar en la École Normale Supérieure, y que en 1934 seguirán a su maestro en las posiciones del pacifismo más radical del CVIA. Cf. Jean-François Sirinelli, "Alain et les siens. Sociabilité du milieu intellectuel et responsabilité du clerc", Revue française de science politique, vol. 38, Nº 2, 1988, p. 273.

18 Bernardette Bensaude-Vincent, Langevin 1872-1946, Science et vigilance, París, Belin, 1987, pp. 181 y ss.

19 René Rémond, "Les intellectuels et la politique", Revue française de science politique, Anné 1959, v. 9, n. 4, pp. 864-865.

20 V. Basch (1863-1944). Antiguo dreyfusard, presidente de la Ligue des Droits de l'homme, había estudiado Filosofía en la Sorbona, obteniendo su agregación en 1885 y especializándose en estudios alemanes.

21 A. Bayet. Sociólogo y moralista francés, defensor del laicismo, mantenía posiciones radicales respecto de la defensa del racionalismo.

22 J. Benda (1867-1956). Famoso filósofo y escritor francés, autor del polémico libro La trahison des clercs (1927), donde críticó la adhesión de los intelectuales a "los sentimientos políticos" como la "nación" y la "clase".

23 J.-R. Bloch (1884-1947). Escritor y ensayista comunista de gran predicamento en los medios intelectuales franceses, miembro de la revista Europe.

24 André Breton (1896-1966). Poeta, novelista y crítico francés, líder del movimiento surrealista.

25 Jean Cassou (1897-1986). Escritor nacido en el País Vasco, pero educado en Francia. Fue jefe de redacción de la revista Europe, especialista en arte moderno y, en 1936, miembro del gabinete del Ministerio de Educación francés.

26 F. Challaye (1875-1967). Condiscípulo de Albert Mathiez en la École Normale Supérieure, antiguo dreyfusard y agregado de Filosofía. Se caracterizó por sus posiciones anticolonialistas, y si bien fue considerado un "compagnon de route" del PCF, hacia 1935 adoptó posiciones de pacifismo radical que lo llevaron a criticar la política de Stalin.

27 R. Crevel (1900-1935). Poeta francés, de estética surrealista, amigo de Breton y Dalí. Se suicidó tras los enfrentamientos entre los surrealistas y los organizadores del Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura.

28 E. Dabit (1898-1936). Escritor de origen proletario, vinculado a André Gide y Louis Guilloux.

29 P. Desjardins (1859-1940). Condiscípulo de Jaurès y Bergson en la École Normale Supérieure, dreyfusard de la primera hora y profesor de Literatura, Desjardins fue un gran animador cultural, creando y participando en varios organismos, desde principios del siglo XX.

30 Emery y Zoretti. Pacifistas extremos, vinculados fuertemente a las ideas del filósofo Alain.

31 L.-P. Fargue (1876-1947). Escritor, bohemio y flâneur parisino.

32 R. Fernández (1894-1944). Escritor francés, hijo de un diplomático mexicano. Estudió en la Sorbona y en Inglaterra, y formó parte del grupo de escritores cercanos a Gide que conformaron la Nouvelle Revue Française. Hacia 1932 propuso la necesidad de un vínculo potente entre literatura y política, en un debate promovido por la NRF, que lo colocó en claras posiciones de izquierda intelectual. Y hacia 1934, se lo ve como un activo miembro de la AEAR. Ese posicionamiento durará hasta 1935, pues al año siguiente se hace visible en él un cambio radical de sus posiciones políticas, adhiriendo a las ideas de la extrema derecha intelectual, llevándolo más tarde al colaboracionismo.

33 J. Ghéhenno (1890-1978). Escritor de origen obrero, alumno en la École Normale Supérieure, Ghéhenno pudo alcanzar una importante carrera como profesor de literatura y como inspector nacional de educación. Fue director de la revista Europe, asumiendo durante el período de entreguerra posiciones humanistas, equidistantes del comunismo y el pacifismo extremo.

34 L. Levy-Bruhl y M. Mauss. Importantes sociológos y antropólogos franceses, continuadores de las teorías durk-heimianas, y fuertemente vinculados con Paul Rivet, a través del Institut Français de Sociologie en 1924, llamado luego Institut d'Ethnologie.

35 P. Mantoux (1877-1956). Historiador de la economía, especializado en el estudio de la Revolución Industrial Inglesa.

36 M. Martinet (1887-1944). Escritor y poeta francés, más proclive a una alianza de clase que a la estrategia del frente popular durante el período de entreguerras, no dejó de elogiar a Trotsky en el clima de la defensa de la URSS.

37 J. Perrin (1870-1942). Científico francés, especialista en Química y en Física. Debutó como tal alcanzando la primera prueba directa de la existencia de los electrones. Fue profesor en la Sorbona hasta 1940.

38 M. Prenant. Biólogo, profesor en la Sorbona. Miembro del Comité Central del PCF, agrupación de la cual se desvinculará más tarde.

39 A. Viollis. Fundador junto a Ghéhenno del semanario Vendredi en 1935. Vinculado al PCF.

40 H. Wallon (1879-1962). Psicólogo y neurólogo francés que se especializó en los estudios de psicología infantil. Abordó su perspectiva de análisis tratando de conjugarla con el materialismo dialéctico. Fue catedrático en la Sorbona y en el Colegio de Francia. Vinculado al PCF.

41 "Nos adhérents", Vigilance (Bulletin du Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes), Nº 14, número especial, enero de 1935, p. 2. (Bibliothèque de Documentation Internationale Contemporaine Université de Paris XNanterre.)

42 Pascal Ory, La belle illusion. Culture et politique sous le signe du Front populaire, 1935-1938, París, Plon, 1994, pp. 93 y ss.

43 Nicole Racine-Furlaud, "Le Comité de vigilance des intellectuels antifascistes (1934-1939)", AA.VV., La France en mouvement, 1934-1938 (Présentation Jean Bouvier), France, Champ Vallon, 1986, pp. 298-299.

44 Vigilance (Bulletin bimensuel du Comité d'Action Antifasciste et de Vigilance constitué par le signataires du manifeste "Aux travailleurs"), París, Nº 1, 28 de abril de 1934, p. 1.

45 "Rapport de Pierre Gérôme", Vigilance, París, Nº 2, 18 de mayo de 1934, p. 2.

46 "Rapport de Paul Rivet", ibid., p. 2.

47 Vigilance (Bulletin bimensuel du Comité d'Action Antifasciste et de Vigilance constitué par les signataires du manifeste "Aux travailleurs"), Nº 1, 28 de abril de 1934, p. 2.

48 Vigilance, Nº 3, 10 de junio de 1934.

49 "Nous, nous n'avons pas à conserver dans le monde présent, nous avons à le transformer, à délivrer l'État de la tutelle du grand capital – en liaison intime avec les travailleurs.", "Aux travailleurs", Comité d'action antifasciste et de Vigilance, 5 de marzo de 1934. (Fonde Jean-Richard Bloch-BDIC.)

50 "Où en sommes nous? Que fautil faire?, Vigilance (Bulletin du Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes), Nº 10, 5 de noviembre de 1934, p. 3.

51 Sobre las tensiones entre pacifismo y antifascismo en el seno de las organizaciones de la izquierda francesa de entreguerras, Cf. Michel Dreyfus, "Le PCF et la Lutte pour la Paix. Du Front populaire à la Seconde Guerre Mondiale", Communisme, op. cit., pp. 100-101.

52 Esta tendencia puede verse claramente representada en los editoriales de Vigilance, donde incluso llega a sospecharse del scoutismo francés como reducto de militarización y fascistización de los adolescentes. Cf. "Fascisme en herbe", Vigilance, Nº 3, 10 de junio de 1934, op. cit., p. 7.

53 Michel Winock, Le siècle des intellectuels, op. cit., pp. 204 y ss.

54 Vigilance, Nº 19, 10 de octubre de 1938, p. 6-7.

55 Jorge A. Warley, Vida cultural e intelectuales en la década del 30, Buenos Aires, CEAL, 1985, pp. 34 y ss.

56 Sylvia Saítta, "Entre la cultura y la política: los escritores de izquierda", en Nueva Historia de la Argentina, t. VII, Buenos Aires, Sudamericana, 2001, pp. 400 y ss., y Beatriz Sarlo, Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920-1930, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1988, pp. 142 y ss.

57 Warley, op. cit., p. 34.

58 Nydia Lamarque, "París, la angustiada", Nueva Revista, Nº 1, octubre de 1934.

59 Ibid.

60 Cf. Córdova Iturburu, "El pueblo en la calle", Unidad. Por la defensa de la cultura, año I, Nº 2, febrero de 1936.

61 Cf. Córdova Iturburu, "Hacia una plástica revolucionaria", Unidad. Por la defensa de la cultura, año I, Nº 1, enero de 1936.

62 Cf. "La insurreción brasileña", ibid.

63 Diana Weschler, Spilimbergo y el arte moderno en la Argentina, Buenos Aires, FNA, 1999, passim.

64 Guillermo A. Fantoni, "Berni y los primeros manifiestos de la 'Mutualidad'. Arte moderno e izquierda política en los años '30", Cuadernos del Ciesal, año 4, Nº 5, Segundo Semestre, 1998, p. 96 y ss.

65 Cf. "El silencio de la prensa", Unidad, op. cit.

66 Oscar Terán, "Aníbal Ponce o el marxismo sin nación", en del autor, En busca de la ideología argentina, Buenos Aires, Catálogos, 1986, pp. 131 y 135.

67 Héctor P. Agosti, "Aníbal Ponce. Memoria y presencia", corresponde a la Introducción de Aníbal Ponce, Obras Completas, t. I, Buenos Aires, Cartago Ediciones, 1974, passim.

68 Ibid., pp. 50 y 85.

69 Luis Reissig, "Tres etapas en la vida de Aníbal Ponce", en Cursos y Conferencias, año VI, Nº 11-12, octubre de 1938, pp. 1149-1150.

70 Cf. los artículos de Alberto Gerchunoff, Lisandro de la Torre, Roberto Giusti y Alfredo Bianchi en "Homenaje a Aníbal Ponce", Cursos y Conferencias, año VI, Nº 11-12, octubre de 1938, passim; Álvaro Yunque, Aníbal Ponce o los deberes de la inteligencia, Buenos Aires, Futuro, 1958, p. 82, Deodoro Roca, "En memoria de Aníbal Ponce" (1938), en Deodoro Roca, El difícil tiempo nuevo, Buenos Aires, Lautaro, 1956, p. 40 y Juan Antonio Salceda, Aníbal Ponce y el pensamiento de Mayo, Buenos Aires, Lautaro, 1957, passim.

71 Carta de Aníbal Ponce a Clara Ponce, México, junio 29 de 1937, en Expresión, Nº 1, Buenos Aires, Problemas, diciembre de 1946, p. 115.

72 Cf. Aníbal Ponce, "Hipólito Taine en el Primer Centenario de su nacimiento" (1928), Obras Completas, t. II, op. cit., p. 286 y "Buenos Aires-París" (1935), ibid., t. III, p. 104.

73 Yunque, op. cit.

74 Cayetano Córdova Iturburu, Cuatro perfiles, Buenos Aires, Problemas, 1941, pp. 53-54. Una imagen similar en Raúl Larra, "Aníbal Ponce y la AIAPE", Cuadernos de Cultura, año VIII, Nº 35, Buenos Aires, mayo de 1958, p. 59.

75 Deodoro Roca, op. cit., pp. 37 y 40.

76 Saúl N. Bagú, "Lisandro de la Torre y Aníbal Ponce", Cursos y Conferencias, año VIII, Nº 9, v. XV, Buenos Aires, diciembre de 1939, pp. 899 y ss.

77 Ponce criticó a este sector señalando que dada la naturaleza exclusiva de la AIAPE como agrupamiento intelectual, desconocía los problemas sociales y económicos que condicionan y orientan las producciones culturales. Cf. Ponce, "El primer año de AIAPE", Dialéctica, op. cit.

78 Emilio Troise, "Aníbal Ponce y nosotros", Nueva Gaceta (Revista de la AIAPE), Nº 2, segunda quincena de mayo de 1941.

79 Cf. Ricardo Pasolini, La utopía de Prometeo: Juan Antonio Salceda, del antifascismo al comunismo, Tandil, Consejo Editorial de la UNCPBA, 2006, passim.

80 Aníbal Ponce, Humanismo burgués y humanismo proletario, México, Editorial América, 1938, passim. (Se trata de un libro que reúne las conferencias que dictara en 1935 en el Colegio Libre de Estudios Superiores).

81 Aníbal Ponce, "En recuerdo de Henri Barbusse", en Obras Completas, t. IV, op. cit., p. 550.

82 Ibid., p. 549.

83 Alberto Gerchunoff, "Parágrafos sobre Barbusse", Unidad. Por la defensa de la cultura, año I, Nº 1, enero de 1936.

84 Aníbal Ponce, "Romain Rolland o la agonía de una obstinada ilusión", Unidad. Por la defensa de la cultura, año I, Nº 1, enero de 1936.

85 Ibid.

86 Raúl Larra, "Militancia de escritor", Nueva Gaceta (Revista de la AIAPE), Nº 11, primera quincena de diciembre de 1941.

87 Nydia Lamarque, "Mitin del Frente Único en París", Unidad. Por la defensa de la cultura, año I, Nº 1, enero de 1936.

88 Orzábal Quintana, "Existe una teoría general del fascismo", Unidad. Por la defensa de la cultura, año I, Nº 3, abril de 1936.

89 Ibid.

90 Gervasio Guillot Muñoz, "Civilización e Inquisición", Unidad. Por la defensa de la cultura, año II, Nº 2, septiembre de 1937.

91 "La inteligencia contra la muerte", ibid.

92 Emilio Troise, "Panorama de la situación mundial", Unidad. Por la defensa de la cultura, año II, Nº 2, septiembre de 1937.

93 Córdova Iturburu, "Democracia, Imperialismo y Nuevo Orden", Nueva Gaceta, Nº 2, segunda quincena de mayo de 1941.

94  Andrés Bisso, Acción Argentina. Un antifascismo nacional en tiempos de guerra mundial, Buenos Aires, Prometeo, 2005, pp. 207-208.

95 "El Cabildo Entreabierto", Nueva Gaceta, Nº 1, primera quincena de mayo de 1941.

96 Córdova, op. cit.

97 Emilio Troise, "La Nueva Guerra", Nueva Gaceta, op. cit.

98 "Declaración de solidaridad con la URSS", Nueva Gaceta (Revista de la AIAPE), Nº 5, primera quincena de julio de 1941.

99 Odin Miravet, "La caída del Nazi Fascismo" y "La batalla de Moscú", Nueva Gaceta (Revista de la AIAPE), Nº 10, segunda quincena de noviembre de 1941.

100 "La auténtica democracia", Nueva Gaceta (Revista de la AIAPE), Nº 6, segunda quincena de julio de 1941.

101 Troise, "La Nueva Guerra", op. cit.