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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.12 no.1 Bernal June 2008

 

RESEÑAS

Ricardo D. Salvatore, Imágenes de un imperio: Estados Unidos y las formas de representación de América Latina, Buenos Aires, Sudamericana, 2006, 191 páginas

 

Buena parte de la originalidad del trabajo de Salvatore en este libro está relacionada con la elección del tema: el conocimiento y las representaciones de América Latina que circularon en la sociedad norteamericana durante el "apogeo del Panamericanismo", es decir, entre 1890 y 1945. Tal como el autor señala, los estudios sobre el imperialismo americano tienden a focalizar los aspectos económicos y políticos, dejando de lado, infelizmente, la producción de conocimiento sobre América Latina. Este libro se propone realizar un estudio sobre el imperialismo en lo que toca a una de sus cuestiones más sutiles, no por eso menos importante, como es la conexión entre la producción de saberes y las acciones. Este abordaje resulta adecuado para el tema en cuestión, definido por Salvatore como el Imperio Informal Norteamericano en América del Sur –informal porque se ejerce sin necesidad de anexión territorial y dominio político directo, aun cuando comulgue con una serie de discursos que producen un sujeto definido en situación colonial (p. 24)–. Así, como en América del Sur, al contrario del Caribe, no hubo una situación de dominación directa ni una intervención continua, los argumentos coloniales se filtran por medio de la producción de cono cimiento, de la persuasión y de la penetración de los mercados.

Para Salvatore, hay principalmente dos razones que justifican el estudio del imperialismo estadounidense en América del Sur: la primera radica en la incompletitud e insatisfacción ante el relato marxista, que reduce la dominación a flujos económicos, a aspectos puramente materiales; la segunda está relacionada con la necesidad de realizar una conexión entre el imperialismo económico y político y la cuestión cultural, pues los límites de las disciplinas tradicionales no muestran cómo ambas cuestiones están estrechamente ligadas. La propuesta de Salvatore es, entonces, suspender los grandes relatos explicativos como la dominación de clases, conspiración, etc., y hacer una cartografía de los varios tipos de representaciones, a fin de intentar realizar –en un segundo momento– una síntesis unificadora de las máquinas representacionales que construyen a América del Sur como objeto del expansionismo imperialista norteamericano (p. 15).

El análisis de la "maquinaria representacional" del imperio informal norteamericano es dividido en etapas: primero, el movimiento de articulación mercantil, de 1820 a 1850, cuando la expansión del comercio apuntó en dirección al exterior; y, segundo, el momento de articulación neoimperial, de 1890 a 1920, marcado tanto por la inversión directa en la región, como por la introducción de los bienes de producción de masas. Según el argumento del libro, cada una de estas fases habría correspondido a un modelo diferente de conocimiento: el primero, más regional y utilitario, tenía por objetivo ayudar a empresas comerciales pequeñas, propias del capitalismo comercial; en un segundo momento, el conocimiento producido se volvió más general, ligado a las universidades, institucionalizado e interdisciplinario, orientado ahora por los intereses del capitalismo corporativo. En esta nueva fase, América Latina se vuelve más "del Sur", más llena de matices, reconoce su atraso, busca el progreso y la capacidad de aproximarse a América del Norte (p. 103).

La narrativa del libro comienza con el examen de las ferias y la exposición de fines del siglo XIX. Al representar simbólica y materialmente las culturas de las "Américas" lado a lado, la del sur como rural, atrasada y tradicional, y la del norte como urbana, industrial y moderna, esas exposiciones lanzaron las bases de un nuevo imperio, el imperio informal de Estados Unidos en Occidente (p. 48), en contraposición al caído imperio español; el imperio del progreso y la industria contra el imperio del capitalismo atrasado. Según Salvatore, la representación aquí era doble: una que conducía a la globalización del mercado mundial, a la expansión del comercio americano y colocaba a los latinoamericanos como consumidores; y otra que se focalizaba en la diferencia racial, la división mundial del trabajo y la jerarquía racial (p. 52). Según este análisis, el paradigma de las ferias regía antes del movimiento panamericanista (p. 54), hasta que los países latinoamericanos forjaron una identidad nacional, "descubriendo" así su lugar en la narrativa del continente americano a partir de esa experiencia en las ferias.

Ya en la primera década del siglo XX, los norteamericanos comenzaron a copiar las bibliotecas de España y llevarlas a los Estados Unidos en busca de hechos y datos sobre la historia de América. Las colecciones fueron formadas a partir de las tres primeras décadas del siglo XX (p. 60). El autor se pregunta por qué se volvieron tan importantes, en esas colecciones, las piezas referentes a los imperios precolombinos azteca e inca, aun cuando no ofrece una respuesta clara a esta cuestión.

El libro contiene un análisis de los viajeros exploradores del siglo XIX. El argumento central señala que estas expediciones estaban relacionadas con intereses privados y estatal norteamericanos. En el campo de la representación, tenemos el surgimiento de la figura del buen comerciante con su deseo de conocimiento y civilización. Según Ralph Waldo Emerson, preeminente filósofo, teólogo

y publicista del período, ese buen comerciante conquista los lugares y las personas para la civilización, doma la barbarie, constituyendo así al mundo y a sí mismo (p. 80). Salvatore dice que ese mismo discurso que elevaba al comercio era contrario a la anexión territorial. Fue así la punta de lanza de la implantación del imperio informal.

Encontramos también en este libro un estudio de los emprendimientos comerciales norteamericanos en los países al sur del Río Grande, entre ellos el fracaso de la ferrovía Madeira-Mamoré, al norte de Brasil. El autor sostiene que emprendimientos científicos y comerciales elaboraron un tipo similar de representación de América del Sur. No obstante, Salvatore no ofrece un análisis semántico de los relatos que contienen esas representaciones.

Según Salvatore, durante el siglo XIX, tres representaciones definían a América del Sur para los norteamericanos:

1) la de un continente en perpetuo estado de infantilidad;

2) la de un lugar de mezcla de razas, en contraposición a Estados Unidos; 3) y la de un lugar que carecía de un desarrollo material y cultural, hecho que generalmente se explicaba por las dos primeras causas. No obstante, ese complejo de representaciones habría perdido su fuerza explicativa en el siglo XX, porque para tener éxito, el imperialismo basado en el consumo de masas debía vender a los latinoame ricanos la posibilidad de ser más parecidos a sus hermanos del norte.

Salvatore concluye el libro defendiendo la tesis de que la empresa de conocimiento fue el más importante discurso unificador de las intervenciones norteamericanas. Es decir, es a partir de la producción de conocimiento que América del Sur fue también producida como objeto de consumo y mercado para el imperio informal norteamericano.

A pesar de sus virtudes obvias, esta obra presenta deficiencias que vale la pena anotar. La más importante es la falta de un examen detenido de las fuentes primarias. El autor enumera cantidades de fuentes primarias, instituciones y literatura secundaria, pero el análisis nunca llega al texto, al concepto, a la imagen. Hay imágenes impresas en las páginas del libro, pero están con frecuencia más presentadas que analizadas. Falta un análisis semántico profundo de las representaciones producidas por los diferentes autores en los diversos períodos. El lector, entonces, es asaltado constantemente por la sensación de quedar en la exterioridad del objeto, sin penetrarlo nunca.

Dado que el libro es una reflexión histórica, el cuidado con la historia semántica y terminológica no es suficiente. El título del libro trae la expresión "América Latina", pero en la mayor parte del texto el término utilizado es "América del Sur", y al final Salvatore presenta la tesis de que en el período estudiado de una América Latina genérica surgió una región diferente, América Del Sur, con huellas de modernidad y antigüedad (p. 177).

Esto es muy impreciso, porque el término Latin America no existía en los Estados Unidos hacia el final del siglo XIX. En el siglo XX asistimos a un boom del uso del término Latin America en los Estados Unidos. South America era usado ya en el siglo XIX, y continuó siendo usado en el XX, pero de una manera mucho más marginal. Es decir, no solamente la tesis no tiene sentido: el título no debería contener una expresión que ni siquiera era usada durante gran parte del período estudiado.

En síntesis, el libro de Salvatore es una introducción necesaria e importante al tema del imperialismo estadounidense en América del Sur, lleno de insight y de sugerencias interesantes para la investigación, pero, como el propio autor declara, se trata de un estudio preliminar, que no llega a explorar las vastas riquezas de su objeto.

Joño Feres Júnior
Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro / IUPERJ