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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.12 no.1 Bernal jun. 2008

 

Fiichas

 

La sección Fichas se propone relevar del modo más exhaustivo posible la producción bibliográfica en el campo de la historia intelectual. Guía de novedades editoriales del último año, se intentará abrir crecientemente a la producción editorial de los diversos países latinoamericanos, por lo general de tan difícil acceso. Así, esta sección se suma como complemento y, al mismo tiempo, base de alimentación de la sección Reseñas, ya que de las Fichas saldrá parte de los libros a ser reseñados en los próximos números.

Las fichas son realizadas por Martín Bergel y Ricardo Martínez Mazzola, que han contado en este número con la colaboración de Adrián Gorelik.

Ricardo D. Salvatore (comp.) Los lugares del saber. Contextos locales y redes transnacionales en la formación del conocimiento moderno Rosario, Beatriz Viterbo, 2007, 416 páginas

Este libro ofrece once ensayos de distintos autores que giran en torno de una problemática infrecuentemente visitada por los estudios históricos en la Argentina: la que se configura a partir de las tensiones entre las dinámicas locales y globales que subyacen a los fenómenos de constitución de conocimiento en la modernidad. Esa perspectiva dispone una sustanciosa agenda de problemas que el impulsor de la iniciativa, Ricardo Salvatore, despliega en la introducción del volumen, y que puede involucrar desde los modos en que procesos culturales que se presentan como lo cales o nacionales se instituyen en tanto tales a través de la mediación de recursos trasnacionales, o, a la inversa, las formas en que disciplinas que alcanzan la ciudadanía universal dentro de las ciencias institucionalizadas se apropian de saberes situados y/o subalternos, pasando por la pregunta acerca de las diversas conjugaciones de la relación entre saber y poder en la conformación de los mapas del conocimiento (circuitos de consagración de las elites intelectuales, nudos de redes en los que se coagulan mecanismos jerárquicos de autorización de la palabra científica, apropiaciones geopolíticas de los flujos internacionales de capital cultural, etc.). Ese haz de interrogantes es considerado en la materialidad ofrecida por el estudio de casos concretos. Así, por ejemplo, Andrés Reggiani desmenuza el conjunto de cuestiones que subtendieron la preferencia de una camada de médicos argentinos por obtener credenciales académicas en el sistema universitario alemán en el período de entreguerras, Jorge Liernur presenta los usos de recursos provenientes del Tercer Mundo en un caso relevante de renovación de la "cultura arquitectónica" inglesa en el momento inmediatamente posterior al ocaso definitivo del imperio británico, en la segunda posguerra, o el mismo Ricardo Salvatore analiza la suerte de un "intelectual hemisférico" –Leo Rowe, director de la Unión Panamericana entre 1920 y 1946– en el tejido de una red de letrados argentinos capaz de proveer una base de sustentación al proyecto de cooperación intelectual que subyacía al ensayo panamericanista. Cabe señalar que tanto la diversidad de temáticas y de períodos abordados en los diferentes trabajos, como el hecho de que no todos ellos luzcan igualmente comprometidos con la problemática central del libro, conducen a la impresión de que éste se encuentra dominado por cierta heterogeneidad. De conjunto, sin embargo, se cuenta a partir de este volumen no solamente con un abanico de estudios en sí mismos sugerentes, que reflejan importantes líneas de investigación en curso, sino con una incitación general a profundizar en la pluralidad de alternativas que confluyen en el dibujo de los complejos movimientos que traman la geografía intelectual y cultural de la modernidad.

M. B.

Fernando Escalante Gonzalbo A la sombra de los libros. Lectura, mercado y vida pública México, El Colegio de México, 2007, 361 páginas

Este razonado ensayo del mexicano Fernando Escalante Gonzalbo busca desentrañar y precisar el tópico que desde hace décadas sostiene la "crisis de la cultura del libro". Por ella este autor entiende no un improbable declive del objeto libroque, por el contrario, cuantitativamente vive un período de expansión-, sino un fenómeno multidimensional por el cual dicha cultura ha quedado entrampada y transformada por el avance implacable de la lógica de las industrias del espectáculo. En la era burguesa clásicaafirma Escalante-, durante el siglo XIX, el libro había adquirido ya irremedia blemente un estatuto de mercancía; de allí las tensiones entre literatura y mercado, que turbaban a reconocidos escritores como Gustave Flaubert (cuyo epistolario, por el cual el autor muestra especial afición, es sólo uno de los varios tipos de fuentes y bibliografía especializada sobre los que está construido el texto). Pero si eso ocurría entonces, en las últimas décadas asistimos a una profundización de la colonización mercantil de todo el circuito industrial del libro, que ha acabado por afectar las formas de lectura, el tipo de lector hegemónico, y con ellos el lugar mismo de escritores e intelectuales así como la cultura pública de la que son parte. En efecto, grandes editoriales asociadas a corporaciones multimediáticas han surgido con el fin de conquistar el vasto mercado del libro. El resultado de ello ha sido la generalización de un modelo de lector esporádico, que sólo consume aquellas obras consagradas como best sellers por el propio sistema de producción y distribución (que interviene a través de variados mecanismos en todo el proceso, desde la propia fabricación de celebridades literarias, a la hegemonización de las modalidades de venta en las nuevas librerías de aeropuertos, centros comerciales, etc.). En el reverso de ese fenómeno, los núcleos de lo que Escalante llama lectores habituales, la activa minoría propiamente constituyente de una cultura libresca en el espacio público, ha sufrido una paulatina marginalización que ha empobrecido notoriamente el diálogo de las sociedades contemporáneas consigo mismas. Ciertamente, el pesimismo de resonancias frankfurtianas que campea en la elegante escritura del texto, no da lugar a los posibles efectos compensatorios de cues tiones como la circulación alternativa de textos a través de Internet, o la miríada de editoriales autogestivas que, en la Argentina y otros sitios, ha producido desde lógicas muy otras libros de alta calidad. A pesar de ese discutible sesgo, el ensayo de Escalante, que incluye una crítica al populismo de ciertas políticas públicas de promoción de la lectura –que coadyuvan a la conformación del universo de lectores esporádicos–, luce capaz de provocar importantes reflexiones y debates sobre la materia que trata.

M. B.

José Ortiz Monasterio (selección e introducción) Sérgio Buarque de Holanda. Historia y Literatura. Antología México, FCE e Instituto Mora, 2007, 379 páginas

La antología de textos de Sérgio Buarque de Holanda publicada por José Ortiz Monasterio bajo auspicios del Instituto Mora de México se inscribe en la ola de renovada curiosidad por el eminente historiador brasileño que cobró forma en años recientes entre algunos estudiosos de lengua castellana. Precisamente, el volumen se propone poner a disposición del público hispanohablante, que al momento sólo contaba con la traducción del clásico Raízes do Brasil, un conjunto de textos que, según destaca el impulsor de la empresa en la introducción, "reúne lo mejor de la obra de Buarque de Holanda". Se trata de una nutrida serie de ensayos, artículos breves publicados en suplementos culturales de diarios y revistas, fragmentos autobiográficos, etc., muchos de ellos agrupados en vida por el propio autor en libros como Cobra de Vidrio o Tentativas de Mitología. La compilación resultante, que cubre toda la trayectoria del intelectual paulista –se incluyen desde su primer texto, "Originalidade literaria", concebido a los 18 años, a artículos escritos casi sesenta años después–, permite acceder de primera mano a facetas de su itinerario no siempre conocidas: por ejemplo, su americanismo de juventud –abonado por autores como Francisco García Calderón o José Enrique Rodó–, que se solapa con una preocupación más honda por el tema nacional; o, de modo más acusado, su entusiasta participación en la vanguardia literaria de su país (el modernismo brasileño), a la que ensalza en varios artículos de los años veinte; pasando por los afluentes que dieron cuerpo a una imaginación histórica por la que aboga en textos de tinte programático; o, desde el rol de crítico, sus retratos de figuras centrales de la historia literaria del Brasil, como Manuel Bandeira, Lima Barreto y Carlos Drummond de Andrade. Ese recorrido busca poner de relieve tanto al historiador cultural (y el historiador a secas) como, más subrayadamente, al crítico literario, dos posiciones que, al decir de Ortiz Monasterio, habitan y se nutren mutuamente en la obra de Sérgio Buarque, a tal punto que no siempre es fácil separarlas. En definitiva, este libro sobre un autor brasileño preparado cuidadosamente por un mexi cano ofrece un rico material de consulta para los interesados en el estudio de intelectuales latinoamericanos, al tiempo que, en su propia factura, brinda testimonio de las inicia tivas en curso por construir un campo de historia intelectual de aspiraciones continentales.

M. B.

Fabio Wasserman Entre Clío y la Polis. Conocimiento histórico y representaciones del pasado en el Río de la Plata (1830-1860) Buenos Aires, Teseo, 2008, 276 páginas

El trabajo de Fabio Wasserman parte de dos paradojas. La primera, que la cultura historicista que se generalizó en el Río de la Plata a mediados del siglo XIX no produjo aportes historiográficos significativos en el período; la segunda, que en la región el romanticismo no logró plasmar una historia nacional. Para dar cuenta de estas paradojas el autor aborda un conjunto amplio de documentos que habrían sido dejados de lado por una mirada teleológica que observaba al período como la prehistoria de la Argentina y el Uruguay y buscaba textos que soportaran una interpretación que los postulara como relatos históricos nacionales.

Wasserman aborda así las prácticas institucionales y las concepciones disciplinares de los letrados unitarios, los intelectuales ligados al rosismo, o los "jóvenes" de la Generación del '37, reconstruyendo las miradas –a veces sorprendentemente convergentes– que unos y otros plantearon acerca del mundo indígena, del pasado colonial o de los avatares de la Revolución de Mayo. Esta reconstrucción permite al autor dar respuesta a las paradojas antes planteadas: si, más allá de las intenciones, la cultura historicista rioplatense no logró producir un relato histórico nacional fue por las condiciones que no hicieron posible "cumplir" con el programa. Estas condiciones no se limitan a las materiales sino que refieren, principalmente, a la pluralidad de interpretaciones sobre los rasgos del espacio político a fundar. La ausencia de un proyecto compartido que permitiera articular un relato nacional habría llevado a que los letrados construyeran relatos en los que el sujeto era un individuo o la civilización, o se limitaran a recopilar materiales para que fuera "el historiador futuro" quien, en un momento posterior a las luchas facciosas, los interpretara dando sentido al proceso.

Finalmente, sería Mitre, en un horizonte en el que podía vislumbrarse la constitución de un espacio político nacional –espacio que él, además, se proponía forjar– quien lograría dar nacimiento a la que, a juicio de Wasserman, sería la primera historia argentina. Su relato –que, dejando de lado las interpretaciones que fundaban la Revolución en causas externas, planteaba que, ya fuera a través de las elites o el pueblo, la mano providencial siempre había hallado un agente para realizar la causa de la libertad– se mostró eficaz y la Revolución de Mayo se constituyó en el mito de orígenes de la historiografía argentina. Ante ello Wassermann plantea un problema que excede el marco del debate académico, señalando que si narrativas como la de Mitre no son adecuadas para afrontar los interrogantes que hoy plantea la historiografía, mucho menos lo son para una sociedad que ya no puede creerse providencialmente "condenada al éxito". ¿Habrá llegado la hora de desmitificar? ¿O de forjar nuevos mitos?

R. M. M.

Oscar Terán
Para leer el Facundo: civilización y barbarie: cultura de fricción Buenos Aires, Capital Intelectual, 2007, 104 páginas

En este, uno de sus últimos trabajos, Oscar Terán se propone un objetivo aparentemente modesto: apelar a los instrumentos de la historia intelectual para brindar algunas claves de comprensión para una lectura productiva del Facundo. A primera vista el libro tiene características que parecen acordes con esa declaración de modestia: su corta extensión –unas 100 páginas– y el tono introductorio y pedagógico, acorde con su publicación en una colección dedicada a temas de divulgación. Sin embargo, apenas el lector ingresa en el texto, se encuentra con un recorrido que busca restituir la complejidad de los debates a los que ha dado lugar el Facundo, señalando los modos de la recepción del romanticismo en el Plata, destacando la tensión entre los ideales estéticos y políticos de Sarmiento, subrayando su mirada ambigua sobre la culta y egoísta Buenos Aires, y reconstruyendo el modo en que en la obra del sanjuanino se despliegan las difíciles relaciones entre las tradiciones liberal, democrática y nacionalista.

De entre las múltiples cuestiones que Terán aborda en el texto podemos señalar, en este forzosamente breve comentario, tres. Por un lado el señalamiento que realiza del carácter friccional del enigma al que Sarmiento busca dar respuesta: la cuestión, que no dejará de asolar las pesadillas de las elites letradas argentinas hasta el presente, no es la de la barbarie sino la de la fricción, los entrelazamientos y contaminaciones, entre civilización y barbarie. La segunda, relacionada con esta preocupación por la mezcla, es la del carácter híbrido que, en la border scene, que abre el libro, Sarmiento se asigna a sí mismo: un hermeneuta capaz no sólo, como ilustrado de entender una frase francesa, sino de verterla, en tanto conocedor de la lengua gaucha, al criollo. Sarmiento comienza así su postulación, que completará en Recuerdos de Provincia, como héroe civilizador enfrentado a ese gran villano que es Rosas, otro híbrido. Sin embargo, y este es el tercer elemento que queremos destacar, Terán señala que la interpretación no totalmente negativa que Sarmiento planteaba sobre el papel de Rosas no se fundaba solamente en el papel providencial que éste cumplía –que hacía que el Sarmiento político, aunque no el literato, lo prefiriera a Facundo– sino también en el orgullo patriótico del sanjuanino que lo hacía ver en él un rasgo más del excepcionalismo argentino.

Podemos concluir señalando a la engañosamente fácil lectura de este ensayo como otro mérito de la feliz pluma de Oscar Terán quien, en ésta como en otras ocasiones, logró presentar sutiles y complejos problemas con una escritura que, además de bella, se esfuerza por no agregar dificultades que alejaran a su interlocutor de la lectura de un libro que consideraba indispensable.

R. M. M.

Horacio Tarcus Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos Buenos Aires, Siglo XXI, 2007, 542 páginas

En este trabajo monumental, Horacio Tarcus se propone seguir la cola del diablo, pero no ya la de Antonio Gramsci –cuya recepción ha sido estudiada por Pancho Aricó, a quien está dedicado el libro– sino la del primer Lucifer: Carlos Marx. Situándose en la línea de los estudios acerca de los fenómenos de recepción de ideas, Tarcus busca reconstruir los modos, los canales y los agentes a través de los cuales el pensamiento de Marx ingresó a la Argentina. Realiza así un extenso recorrido que, comenzando con esa imagen demoníaca propugnada por la prensa que reflejaba los temores suscitados por la Comuna de París, pasa por las diferentes lecturas que emprenderían los exiliados de dicha insurrección, los socialistas alemanes encabezados por Germán Avé Lallemant, y los argentinos a partir de las interpretaciones de su líder Juan B. Justo, para concluir con el abordaje del marxismo que realizaron las ciencias sociales en proceso de consolidación a comienzos del siglo XX.

Pero el carácter múltiple del trabajo no se funda solamente en la pluralidad de momentos de la recepción del marxismo, sino también en la de quienes lo incorporaban –intelectuales tradicionales, obreros devenidos en dirigentes de organizaciones políticas, delegados gremiales– y, consiguientemente, en la de los registros en los que se tramitaba dicha recepción –desde las grandes obras doctrinarias a los artículos en la prensa, desde las discusiones académicas a los rituales que dan forma a un imaginario socialista–. Es por ello que el libro puede, y tal vez debe, leerse como un trabajo de historia intelectual, como una historia cultural que da cuenta de las reapropiaciones populares de las doctrinas de los intelectuales, como una historia política centrada en los primeros años del Partido Socialista, y también como una historia de la miríada de iniciativas de publicación de periódicos, folletos y bibliotecas socialistas.

Tarcus concluye su largo recorrido destacando que intervenciones como las de Ernesto Quesada –que apelaba a su conocimiento del marxismo para, por un lado, señalar a los socialistas argentinos la obsolescencia de sus posiciones y, por otro, para advertir a los miembros de la elite sobre la necesidad de atender la "cuestión social"– probaban la legitimidad que el marxismo había ido ganando en el panorama intelectual de comienzos de siglo. Esta legitimidad seguiría creciendo, de modo que Marx y el marxismo pasarían a tener por décadas un lugar importante en la escena intelectual argentina. Marx ya no es el "Lucifer moderno", su obra ha ingresado en los ámbitos intelectuales y académicos. La evaluación celebratoria deja oír, sin embargo, cierto deseo: el de encontrar por detrás del Marx científico que tiene su lugar en los claustros, a aquel otro, crítico y revolucionario.

R. M. M.

Horacio Tarcus (dir.) Diccionario biográfico de la izquierda argentina. De los anarquistas a la "nueva izquierda"(1870-1976) Buenos Aires, Emecé Editores, 2007, 736 páginas

En este Diccionario –lo mismo que en otras de sus obras como el libro sobre Marx, también fichado en este número, o en el mismo CEDINCI– pueden señalarse dos rasgos que caracterizan a la figura de su director: la desmesura y el método. Sólo la primera hace posible emprender una reconstrucción de la vida y las obras de más de 500 militantes de las izquierdas argentinas. Sólo el segundo hace posible que las 500 entradas, elaboradas por un numeroso grupo de colaboradores, mantengan un similar estilo de "biografía razonada", sin por ello dejar de dar pie –gracias a la articulada forma de organización interna de cada ficha– para el establecimiento de relaciones y aun comparaciones entre las quinientas biografías. Por otro lado, la selección de las figuras a biografiar –entre los más de 5000 que, en otro rasgo de desmesura, Tarcus se disculpa por no poder incorporar– también se pretende metódica, orientada a alcanzar una "representación equilibrada" entre las diferentes vertientes políticas, los niveles de militancia –incorporando no sólo altos dirigentes, sino también cuadros medios y figuras disidentes–, las regiones del país, las esferas de acción militante, las pertenencias sexuales y aún las generacionales. De todos modos, como señala Tarcus en la admirable

Introducción, son inevitables las objeciones acerca de la ausencia de alguna figura o sector. No queremos dejar de aportar la nuestra: la ausencia de figuras pertenecientes al radicalismo pero de activa vinculación con el mundo de las izquierdas –al respecto podría citarse la figura del líder reformista Gabriel del Mazo o, décadas más tarde, la de Mario Amaya– ausencia que se hace más notoria por la importante presencia de figuras pertenecientes al otro movimiento "nacional-popular": el peronismo.

El Diccionario dirigido por Tarcus recupera para la historiografía y las ciencias sociales dimensiones de experiencia subjetiva que en nuestro país estaban principalmente en manos del discurso periodístico o memorialista, a la vez que construye un caleidoscopio con el que mirar un espacio de izquierdas multiforme y cambiante. El resultado es un texto que puede ser leído en forma utilitaria, buscando información sobre una figura precisa, pero también, seguramente lo más placentero, puede ser abordado como una Rayuela, como un Diccionario Jázaro y perderse en sus senderos. Es de augurar que, como propone Tarcus, se trate de un punto de partida para nuevos esfuerzos que profundicen en las figuras aquí visitadas, incorporen otras nuevas, y establezcan las bases de futuros diccionarios que hagan posibles recorridos abarcadores del espacio latinoamericano.

R. M. M.

Leandro Losada La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Époque Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, 445 páginas

El libro de Leandro Losada, producto de su tesis doctoral, es una historia de la alta sociedad de Buenos Aires entre las décadas de 1880 y 1920. Su centro está claramente colocado en la historia social, pero como su propia definición de la alta sociedad implica comprenderla como un "estilo de vida", eso lleva al autor a realizar un detenido e inteligente análisis de las representaciones, las prácticas culturales, de consumo, las formas y los símbolos de la interacción, y todo aquello que le permite mostrar las moda lidades a través de la cuales un grupo heterogéneo y sin notorios rasgos de abolengo "natural", construye sus códigos de distinción y su lugar de preeminencia socio-cultural en una ciudad en profunda transformación. El libro parte de una caracterización sofisticada de la alta sociedad, definiendo un actor colectivo complejo que reúne diferentes elites (políticas, económicas, culturales, sociales), con zonas indudables de acoplamiento pero también con abundantes líneas de conflicto. En este sentido, muestra cómo las ácidas críticas del rastacuerismo de la alta sociedad, realizadas por Miguel Cané, Eduardo Wilde y otros escritores del período, deben leerse más que como descripciones (el modo en que las utilizó la literatura ya clásica sobre el período, la de Viñas, Jitrik y otros), como intentos polémicos de institución de un deber ser para ese sector social, definido por intelectuales que buscaban colocar sus propias competencias en la cima de los criterios de referencia; es decir, muestra que lo que era o no "distinguido" para la alta sociedad porteña, era un factor de disputa en su propio seno.

El trabajo es notable por la cantidad y la variedad de fuentes que moviliza para analizar las más diversas dimensiones de los sectores altos de la sociedad, y por la agudeza con que las lee, viendo la constitución y el ocaso de su "estilo de vida" siempre en relación con la dinámica del conjunto social. Es muy matizado y muy sensible a la dialéctica entre continuidades y rupturas, a los cambiantes límites simbólicos entre diferentes grupos de estatus, a la diferencia entre características generales de los hábitos de los grupos altos de las sociedades de diferentes partes del mundo y las especificidades locales. Esta última cuestión es funda mental, ya que el "modelo" para ese estilo de vida de la alta sociedad porteña no podía sino ser externo: mayormente Fran cia, pero también Inglaterra. Y el hecho de que el horizonte último de la alta sociedad porteña esté necesariamente fuera de ella, explica por qué la cuestión del "advenedizo", fundamental en su propia representación, fue una frontera lábil que proyectó su sombra corrosiva sobre su entera legitimidad.

A. G.

Alejandro Cattaruzza Los usos del pasado. La historia y la política argentinas en discusión, 1910-1945 Buenos Aires, Sudamericana, 2007, 216 páginas

La colección Nudos de la Historia Argentina, dirigida por Jorge Gelman, se propone intervenir en la situación actual de amplificado interés social por el pasado –que se evidencia en el éxito de algunos autores, libros y otros artefactos culturales que lo tienen por objeto–, a través de una serie de estudios sobre problemas de la historia argentina que pretende concitar la atención del público no especializado sin que ello implique ofrecer miradas simplificadoras ajenas a las modalidades de conocimiento histórico propias del campo académico. El texto de Alejandro Cattaruzza, uno de los volúmenes de esa colección, se inscribe en esa apuesta por una divulgación que no renuncie a la complejidad. Su tema son las querellas públicas por la definición de un arco de motivos simbólicos que, con diversa fortuna, fueron intensamente acometidos en las primeras décadas del siglo XX argentino en pos de intervenir en la tramitación de las identidades sociales, muy especialmente la identidad nacional. Así, Cattaruzza, en la senda de varios trabajos propios y de otros autores, desmenuza un conjunto de coyunturas y formas de representación del pasado que comprende desde las batallas ideológicas y las obsesivas evocaciones de lo nacional que concurren en el momento del Centenario de 1910, a los modos no lineales en que

España y las tradiciones hispánicas fueron paulatinamente recuperadas de la hispano fobia de los letrados decimonónicos; de la pluralidad de iniciativas en que averiguaciones sobre el folclore y la autoctonía se enlazan a la demanda por la delimitación de lo argentino, a las variadas y profusas tematizaciones de la cuestión del gaucho, objeto tanto de la cultura popular como de intelectuales de primer orden como Lugones o Rojas; de la atención mixta de la llamada Nueva Escuela Histórica frente a la doble solicitación de rigor metodológico en las aproximaciones al pasado y de afianzamiento de la nacionalidad, al sinuoso camino por el cual las lecturas en su momento heterodoxas de Rosas de figuras de la elite del ochenta como Saldías o Quesada, se truecan en los años 1930 en el rosismo militante del emergente revisionismo histórico. Temas, como se observa, abundan temente visitados por la historiografía de las últimas décadas, que el libro de Cattaruzza presenta en una forma sintética que sin embargo incluye pliegues y bifurcacio nes pasibles de resultar atractivos no sólo para el lector no erudito para el que está pensada la colección sino asimismo para el público especializado.

M. B.

Osvaldo Graciano Entre la torre de marfil y el compromiso político. Intelectuales de izquierda en la Argentina. 1918-1955 Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2008, 383 páginas

En su trabajo, Osvaldo Graciano sigue la trayectoria de un grupo de intelectuales –desde Alfredo Palacios a Alejandro Korn, desde Julio V. González a José Luis Romero– que combinaron, no sin tensiones, el reformismo universitario y la militancia socialista. Pero, como subraya el autor, el objeto de su análisis no es cada uno de estos intelectuales sino el "espacio intelectual" del que formaban parte, y las dinámicas que desde el mismo se desplegaron para la intervención tanto en la vida universitaria como en el mundo de la política nacional. Para reconstruir esas dinámicas Graciano aborda los rasgos del sistema universitario de comienzos de siglo señalando cómo los rasgos específicos de la Universidad de La Plata contribuyeron a la constitución de un grupo, caracterizado por un espíritu misional arielista y por estilos de intervención que se pondrían en juego en el proceso de la Reforma platense. Asimismo analiza las diferentes experiencias de gestión impulsadas por el movimiento reformista –las revistas Valoraciones y Sagitario, el decanato de Korn y los dos de Palacios– subrayando cómo desde la tribuna de la Facultad de Derecho los reformistas exacerbarían un estilo de intervención político-intelectual que apelaba a la legitimidad de la institución universitaria para recusar tanto el personalismo de Yrigoyen como el militarismo del golpe que lo derribó. Pero sería ese mismo golpe el que pondría fin a ese estilo de intervención forzando a los intelectuales a ingresar en la política partidaria que habían recusado. La mayoría lo haría en las filas del Partido Socialista del que valoraban su afán doctrinario opuesto al "caudillismo".

En la segunda parte del trabajo el autor sigue la trayectoria de estos intelectuales dentro del PS, señalando que su influencia se dio más en la vida universitaria y cultural –al respecto merece destacarse la reconstrucción que Graciano hace de las actividades del Teatro del Pueblo de La Plata y de la Universidad Popular Alejandro Korn– que en los grandes debates ideológicos del PS. Como el resto de los intelectuales socialistas, los reformistas fueron concentrándose en la defensa de las libertades civiles y políticas, adoptando un discurso liberal –aunque de un liberalismo que, señala con sutileza Graciano, no nacía del individualismo decimonónico, sino de una noción de "libertad creadora" que oponía el ciudadano al "hombre masa"– que se acentuaría a partir de la revolución de junio del '43. Los alineamientos internacionales, las prácticas represivas y las políticas culturales del nuevo gobierno colocarían a los viejos reformistas, y junto con ellos a la mayoría de los estudiantes, en un rol opositor que cavaría un foso entre los trabajadores y los universitarios que, por décadas y siguiendo el mandato arielista, habían querido liderarlos.

R. M. M.

Leticia Prislei
Los orígenes del fascismo argentino Buenos Aires, Edhasa, 2008, 188 páginas

El libro de Leticia Prislei busca construir un prisma novedoso para el análisis de la recepción del fascismo en la Argentina en la década de 1930. Por una parte, propone quitar del centro a los grupos nacionalistas que elaboraron explícitamente las bases ideológicas del fascismo argentino, para enfocar en el entusiasmo de grupos más amplios de la dirigencia política, empresarial e intelectual desencantada de la experiencia liberal, e incluso de públicos masivos. Por otra parte, busca examinar las tramas políticas, culturales e institucionales que se construyen entre Italia y Argentina, y entre el fascismo y el antifascismo; y posiblemente en este punto de vista intermedio, a caballo de los dos países y de los dos bandos en disputa, radique el aporte más original del libro, como cuando trata el tema de las leyes raciales de 1938 en Italia, sus causas y efectos, y su impacto en Argentina (impacto político-cultural, y también impacto humano, en los refugiados judíos que llegaron tanto del campo fascista como antifascista). El procedimiento con el que busca construir ese punto de vista es siguiendo las modalidades de creación y difusión de la ideología a través de los medios de comunicación fascistas y su impacto en la prensa masiva local y en la prensa partidaria antifascista: publicaciones fascistas como Il mattino d'Italia, los lazos del fascismo con emisoras radiales como Splendid, el cine, la cobertura de eventos específicos en la prensa local, mostrando todas sus ambigüedades y ambivalencias ante el fenómeno (y asimismo, el modo en que eso va cambiando en el tiempo). También son importantes los informes consulares, de los que se obtiene un fresco muy impactante acerca de cómo los funcionarios italianos juzgaban la situación local. De este modo, no sólo aparecen debates intelectuales y hechos del período que no habían sido relevados, sino que incluso los ya conocidos (como la fascinación por el fascismo de intelectuales como Gálvez, Mallea y otros) ganan nueva inteligibilidad al ser colocados en un marco más denso. Y aunque el centro del libro es el análisis de la década de 1930, finaliza con las lecturas fascistas en la coyuntura del fin de la guerra, sobre el surgimiento de Perón y los primeros años de su gobierno.

A. G.

Federico Finchelstein La Argentina fascista. Los orígenes ideológicos de la dictadura Buenos Aires, Sudamericana, 2008, 221 páginas

Federico Finchelstein publicó dos importantes libros sobre temas de nacionalismo, fascismo y nazismo (la compilación Los alemanes, el holocausto y la culpa colectiva, de 1999, y Fascismo, liturgia e imaginario. El mito del general Uriburu y la Argentina nacionalista, de 2002) en los que mostró una atención cuidadosa por los significados históricos de cada uno de esos términos, por la comprensión, a contramano de las fáciles generalizaciones, de las relaciones complejas entre los movimientos políticos, los sistemas ideológicos y la producción intelectual. Ahora pone en juego toda esa experiencia en un libro muy diferente, en el que se propone algo que, en su propio programa, parece ir en un sentido diverso de aquellas demandas de precisión historiográfica: ver a la última dictadura y sus prácticas de exterminio como la "objetivación" de un fascismo "a la argentina" formado en la reformulación autoritaria y xenófoba del nacionalismo en los años treinta. El libro oscila permanentemente entre el examen matizado del historiador que conoce bien el problema y sus complicaciones, y la tentación de la lectura genética que anuda todos los textos y todos los períodos en una espiral única de teleología inevitable. A cada paso nos encontramos con advertencias saludables que nos indican, por ejemplo, que Sarmiento no era fascista, o que después de 1945 no se puede hablar con propiedad de fascismo. Pero si esas advertencias son necesarias es porque primero el propio autor colocó frases de Sarmiento en un inconfundible linaje de "ideología del exterminio", o porque la búsqueda de precisar el porcentaje exacto de fascismo que puede hallarse en el peronismo o los regímenes posteriores aporta más confusión que otra cosa.

La parábola que busca describir el libro es la de un ciclo "de Lugones a Videla", con capítulos dedicados a la ideología fascista católica y el antisemitismo en los treinta, las relaciones entre peronismo y fascismo, Tacuara y las Triple A y, finalmente, los campos de concentración de la dictadura. Cada sección tiene aciertos indudables, a la altura del historiador sofisticado (como la explicación convincente del armado del "fascismo a la argentina"), pero el lineamiento general está orientado a probar que en los escritos de los intelectuales nacionalistas y católicos de la década del 30 [...] se empezaron a definir y construir las características "físicas" de un número importante de las futuras víctimas (p. 179).

Y si no cabe duda que los cuadros de la represión encontraron en la tradición nacionalista y en los símbolos y las prácticas del nazi-fascismo una inspiración fundamental –cuestión que vale la pena filiar y analizar en sí misma–, no parece muy apropiada la inversión causal que la reconstrucción genetista termina postulando.

A. G.