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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.13 no.1 Bernal June 2009

 

ARTÍCULOS

El paralelo Rusia/Estados Unidos en Francia y la formación de una identidad "occidental": usos políticos tempranos, de Le Trosne a Tocqueville y Beaumont

Ezequiel Adamovsky

UBA / CONICET

Resumen
Unos de los aspectos más importantes de la formación de una identidad "occidental" es la manera en que construyó simbólicamente el espacio geográfico. La exclusión de Rusia del espacio simbólico de Europa, y la inclusión de los Estados Unidos como parte de un mismo mundo "occidental" son los dos cambios de mayor importancia en la construcción ideológica del espacio geográfico y en la narrativa liberal de la "civilización". Este artículo examina una de las imágenes que más contribuyó al éxito de esos desplazamientos: el paralelo Rusia/Estados Unidos, es decir, la comparación de ambas naciones como encarnaciones de dos principios históricos opuestos que apuntaban a diferentes futuros para la humanidad. El paralelo Rusia/Estados Unidos fue difundido por Tocqueville en 1835, y desde entonces ingresó a la imaginación geográfica de sentido común, especialmente luego de la Guerra Fría. Sin embargo, tiene una "prehistoria" más antigua y reveladora. La evolución en el sentido y el notable éxito del paralelo Rusia/Estados Unidos constituye un importante capítulo en la historia del surgimiento de la narrativa liberal del "Occidente". Mientras se expulsaba de la identidad europea el despotismo y el igualitarismo social (y por ello también el socialismo) como si fueran elementos "extraños", propios de países "bárbaros" como Rusia, los Estados Unidos emergían como modelo para una transformación promisoria (liberal) de Europa, capaz de sacarla de sus turbulencias. Al encontrar en la sociedad norteamericana un modelo de articulación de consensos políticos capaces de legitimar las instituciones del capitalismo, la identidad liberal propuesta para Europa se volvió también "occidental". El paralelo Rusia/Estados Unidos fue fundamental para operar ese cambio.

Palabras clave: Paralelo Rusia-Estados Unidos; Identidad; Occidente; Liberalismo; Francia

Abstract
One of the most important aspects of the making of "Western" identity is the way in which it symbolically constructed geographical space. The exclusion of Russia from the symbolical space of Europe, and the inclusion of the usa as part of the same "Western" world, are two of the most important shifts in the ideological construction of geographical space and in the liberal narrative of "civilization". This article examines one of the images that contributed the most to the success of those shifts: the parallel Russia/usa, that is, the comparison of the two nations as embodying opposing historical "principles" for the future of humankind. The parallel Russia/usa was popularized by Tocqueville in 1835, and thereafter became part of commonsensical geographical imagination -especially during the Cold War-. However, it has an older and revealing "prehistory".
The evolution in the meaning, and the remarkable success, of the parallel Russia/usa constitutes an important chapter in the story of the emergence of a liberal narrative of "the West". As despotism and social egalitarianism (and therefore socialism) were expelled from European identity as something alien, characteristic of 'uncivilized' countries like Russia, the usa emerged as the model for the successful (liberal) transformation of turbulent Europe. By finding in American society a model able to articulate wider political consensus to legitimize capitalist institutions, European (liberal) identity went "Western". The parallel Russia/usa was fundamental to justify this shift.

Keywords: Parallel Russia-USA; Identity; West; Liberalism; France

Uno de los capítulos más importantes en la historia de la formación de una identidad "occidental" es el que refiere a la manera en que, como parte de ese proceso, se construyó simbólicamente, durante el siglo  xix, el espacio geográfico que le correspondía como propio. En otros trabajos he presentado evidencias de la existencia de una intensa lucha de sentidos, en la cultura francesa, por establecer el sitio preciso por el que debía trazarse la frontera oriental del continente. Lo que estaba en juego era la inclusión/exclusión de Rusia en/del espacio simbólico de Europa, dada su paradójica ubicación -ni totalmente europea ni completamente asiática- en la mente de los franceses de los siglos xviii y xix. La propia definición de lo europeo requería "normalizar" la situación de Rusia y terminar de definir a qué espacio cultural y político pertenecería. El resultado de esa lucha fue evidentemente la exclusión de ese país del mundo de (la verdadera) Europa.1 Otros autores han analizado el modo en que la identidad de "europeo occidental" en Francia se amplió a una simplemente de "occidental", como parte de la adopción del modelo de la democracia liberal norteamericana en tanto salida deseable frente a la crisis social que atravesaba la Eu ropa decimonónica.2 La dimensión política de esta imaginación geográfica no podría pasar inadvertida: la exclusión de Rusia del espacio simbólico de "Europa" y la inclusión de los Estados Unidos como parte de un mismo mundo "occidental" son los dos desplazamientos más importantes que trajo aparejados la peculiar construcción del espacio geográfico que vino de la mano de una narrativa liberal de la "civilización", que hacía de una "Europa occidental" (y por extensión de "Occidente") la tierra excepcional y propicia para el despliegue del supuesto sujeto de tal hazaña: la burguesía. Al situar a la burguesía como agente fundamental del milagro de la civilización, la ideología liberal subalternizaba o invisibilizaba el papel histórico de los demás grupos sociales, especialmente de las multitudes trabajadoras, principal objeto de sus temores políticos. Pero, al mismo tiempo, estigmatizaba sus espacios otros -básicamente la totalidad del mundo que quedaba fuera de la conexión atlántica entre Europa "Occidental" y los Estados Unidos- como tierras de atraso, barbarie, tradicionalismo y brutalidad. Como espejo opuesto de la civilización, el atraso quedaba así explicado por la ausencia de una burguesía o clase media. Como he mostrado en otros trabajos, la construcción de un espacio llamado "Europa Oriental" fue la operación ideológica mediante la cual fue finalmente "normalizado" el lugar de Rusia y, por extensión, de otras zonas pertenecientes al continente europeo pero que, por razones políticas y/o por su falta de desarrollo económico, fue preciso excluir para dotar de mayor consistencia a la nueva identidad"occidental". Así, a partir de la segunda y la tercera década del siglo  xix comenzó lentamente a imponerse la idea de que existía una "Europa Oriental" y de que el continente se dividía en dos de acuerdo a un eje Este-Oeste. Esto significó un cambio dramático en la imaginación geográfica europea, que hasta entonces se organizaba de acuerdo a un eje Norte-Sur. En efecto, si alguien hubiera preguntado a un francés educado de principios del siglo  xix hacia dónde quedaba Rusia o Polonia, sin duda -como testimonia un sinnúmero de fuentes- habría respondido "hacia el norte". Para sus bisnietos, sin embargo, la respuesta obvia ya era "hacia el Este".3 La asociación de una mitad de Europa con lo "Oriental" proyectaba sobre ella el repertorio de prejuicios que ya se había creado para justificar y legitimar las pretensiones imperiales sobre el espacio asiático y del norte de África, como demostró Edward Said en su clásico Orientalismo.4

En este artículo analizaré una de las imágenes que más contribuyeron al éxito de estos cambios: el paralelo Rusia/Estados Unidos, es decir, la comparación de las dos naciones como futuros posibles, la encarnación de caminos de desarrollo histórico viables aunque diametralmente opuestos. El paralelo Rusia/Estados Unidos fue popularizado por Tocqueville en 1835 y se convirtió desde entonces en parte de un "sentido común" de la imaginación geográfica, especialmente durante la Guerra Fría. Sin embargo, tiene una fascinante y poco conocida historia anterior.

I. El paralelo Rusia/Estados Unidos antes de Tocqueville

Hasta donde me es dado saber, la imagen que nos ocupa apareció por primera vez en un folleto del escritor fisiócrata Guillaume Le Trosne, publicado en 1777, inmediatamente después de la Revolución Americana. Curiosamente, el paralelo fue utilizado allí con un sentido bastante diferente del que adquiriría más tarde. Quejándose de la lentitud del progreso de Europa -que atribuía a las malas leyes, la inercia de las viejas costumbres y las limitaciones de los gobernantes- Le Trosne presentó la descripción de dos naciones que, por el contrario, se encaminaban rápida y firmemente hacia la "civilización".5 Lo hacían, sin embargo, por caminos diferentes. En la visión de Le Trosne, los Estados Unidos pronto se elevarían "al rango más distinguido entre las naciones". Parecía no haber límites para el avance de esta "República emergente" que ya había llevado las "artes" a la "perfección". Un brillante futuro le esperaba, habitada como lo estaba por hombres "sabios", "moderados" y "libres", conocedores de "los derechos y deberes del hombre y del ciudadano", pero también obedientes y apegados al "derecho de propiedad y al libre comercio". Pero había también otra nación que experimentaba por entonces la "revolución" de la "civilización": Rusia. Su camino no había estado pavimentado por las "circunstancias" propicias, como en el caso de los americanos. Por el contrario, la civilización en Rusia había tenido que enfrentar "los más grandes obstáculos" y sólo pudo alcanzarse gracias "al genio de varios de sus soberanos". De hecho Rusia, para Le Trosne, demostraba que la "autoridad absoluta" a veces puede ser utilizada benéficamente para alcanzar cambios positivos, siempre y cuando estuviera "en manos de un soberano ilustrado". Si éste era el caso, como en Rusia, convenía no tener miramientos y colocar todo el poder en manos del sabio príncipe.6 Sin dudas, en su visión positiva de los monarcas rusos el fisiócrata se hacía eco de una vasta literatura como la de Voltaire que, en las décadas previas, había cantado loas a la sabiduría y el carácter ilustrado y emprendedor de Pedro el Grande y Catalina la Grande.7 De este modo, descontento con el estado de aparente estancamiento de Europa, Le Trosne utilizó el paralelo que nos ocupa para ejemplificar dos caminos efectivos y perfectamente legítimos para llegar al progreso. Como muchos de sus colegas fisiócratas, Le Trosne no tenía inconvenientes en aceptar de todo corazón la perspectiva de un despotismo ilustrado, por lo que tanto el futuro de progreso encarnado por la libre iniciativa económica de los americanos, como el motorizado por la efectividad del orden estatal ruso, significaban escenarios positivos.

En la siguiente aparición del paralelo en textos franceses se percibe ya un cambio de sentido. En algún momento entre 1791 y 1796 el conde François-Louis d'Escherny escribió su opúsculo "Sur la Russie et la révolution de Pologne". Escherny -un philosophe hoy caído en el olvido, cercano a los enciclopedistas y a Diderot y Rousseau en particular- reexaminaba en esos días la cuestión de los límites de la igualdad, sin duda bajo la influencia de los acontecimientos de la Revolución Francesa. La preocupación central de sus obras era el peligro de la "igualdad" extrema o "democracia absoluta" y los modos de conjurarlo, problema que los eventos recientes habían "puesto en el primer orden".8 Así, comparando en aquella obra a Rusia con la Francia revolucionaria, observó que "los extremos de la democracia y el despotismo se tocan", ya que uno es el "despotismo de una persona" mientras que la otra lo es "de todos".

El texto concluye con un paralelo entre Rusia y los Estados Unidos muy similar al que tiempo después popularizaría Tocqueville:

Nuestro globo presenta hoy a nuestra vista dos estados situados en extremos opuestos, uno de los cuales, despótico, hace juego con el otro, que se gobierna como república. Ambos se encuentran en una posición única sobre la Tierra. Para expandirse y conquistar, los ejércitos les son bien inútiles: tanto el uno como el otro no tienen sino que esperar y sacar provecho de las circunstancias. Las calamidades de Europa, sus trastornos, contribuirán mucho al poder y la grandeza de Rusia y los Estados Unidos y conspirarán a favor de su prosperidad.9 Así, a diferencia del optimismo de Le Trosne, el angustiado liberalismo posrevolucionario de Escherny percibía tanto a Rusia como a los Estados Unidos como encarnaciones del futuro, no tanto en virtud de sus avances en el camino de la civilización, como por el hecho del posible colapso de Europa. En la obra de Escherny Rusia aparece pintada con colores mucho menos halagüeños, lo que sin duda refleja el abandono, por parte del liberalismo, de toda expectativa respecto de un despotismo ilustrado y de los cambios desde arriba u orientados por un puro ejercicio de la Razón.10

En un texto de Stendhal escrito en 1818, el paralelo reaparece junto con algunas novedades. "Rusia siempre ha creído, desde Pedro el Grande -afirmaba allí el escritor- que llegaría en 1819 a ser la dueña de Europa si tenía el valor de desearlo; América es desde ahora la única potencia que puede resistírsele".11  Como en la de Escherny, en la visión de Stendhal Europa estaba en peligro. Pero Rusia ocupa aquí claramente el lugar de la amenaza principal, mientras que los Estados Unidos aparecen por primera vez como salvadores del viejo continente. Habiendo participado en la fallida campaña de Napoleón contra Rusia en 1812, no sorprende que Stendhal percibiera la realidad de ese modo. Sin dudas, también influyó en esta opinión el llamado "Testamento de Pedro el Grande", un documento apócrifo echado a rodar por un asociado a Napoleón en 1812 con fines obviamente políticos y que presentaba un plan de largo plazo trazado por el monarca ruso para dominar la totalidad del continente europeo. Reimpreso varias veces, fue tenido por verdadero durante varias décadas hasta que se demostró su falsedad.12 Un desplazamiento similar aparece en una carta de Michel Chevalier, escrita en 1834 e incluida en sus Lettres sur l'Amérique du Nord (1836). Chevalier era por entonces miembro de círculos saintsimonianos y pronto se convertiría en un prominente político y economista liberal. 13 En 1833 el gobierno de Thiers le había encargado que viajara a los Estados Unidos para investigar asuntos relativos a la economía americana. Desde ese país, reflexionando sobre el incierto futuro de Europa, "debilitada" por sus "luchas internas", escribió:

¿Quién puede decir que las dos grandes figuras que hoy se erigen en los dos extremos del horizonte, la primera en el oriente, con un pie sobre Moscú y el otro listo a apoyarse sobre Constantinopla; la segunda en poniente, semi escondida aún tras los inmensos bosques del Nuevo Mundo, [...] Quién puede decir que esos dos jóvenes colosos [...] no se repartirán pronto el dominio del Universo? 14

El pronóstico no era novedoso; sí lo era, en cambio, el modo en que Chevalier utilizó el paralelo Rusia/Estados Unidos como parte de una narrativa histórica más amplia. "La civilización -argumentaba- avanza de Oriente a Occidente": había nacido en Asia y era probable que encontrara su síntesis más acabada en el Nuevo Mundo.15 En este marco, las implicaciones del paralelo se hacen evidentes: incluso si Rusia dominara parte del mundo gracias a su poder militar, la civilización de cualquier modo se refugiaría en su polo contrario, los Estados Unidos. De hecho, la descripción de este país en dos volúmenes que ofrecía Chevalier, tal como la que luego presentaría Tocqueville (a quien cita aprobatoriamente en una nota al pie añadida más tarde al texto original), se proponía demostrar que existía una alternativa para salir del impasse político y social en el que se hallaba Europa. Así, los Estados Unidos aparecían como salvadores de Europa, pero ya no sólo en términos meramente militares, sino en tanto encarnaban ellos mismos los principios más altos de la civilización que había creado el viejo continente. El mismo año Saint-Marc Girardin, un prominente político liberal (además de prolífico periodista y académico),16 también utilizó el paralelo Rusia/Estados Unidos en un sentido similar. En sus influyentes Notices politiques et littéraires sur l'Allemagne argumentó que era probable que Rusia terminara destruyendo Europa, en cuyo caso el "espíritu de la civilización" encontraría su refugio en los Estados Unidos. Así, como Chevalier, Saint-Marc Girardin también sugería a los liberales europeos que comenzaran a mirar hacia occidente.17

II. Los fundamentos teóricos del nuevo liberalismo francés y el paralelo Rusia/Estados Unidos: Tocqueville y Beaumont

Éste es el momento en que Tocqueville entra en escena, incluyendo el paralelo Rusia/Estados Unidos en uno de los tratados políticos de alcances más ambiciosos del siglo: De la démocratie en Amérique (1835).18 En el famoso pasaje que concluye el primer volumen de esa obra, Tocqueville argumentó que había en ese momento dos grandes pueblos, los rusos y los angloamericanos, que, aunque habían partido de puntos diferentes, parecían estar progresando "hacia el mismo objetivo" de expansión a un paso más rápido que el de cualquier otra nación. Sin embargo, lo hacían sobre bases diferentes: mientras que el progreso americano se apoyaba en el "interés personal" libremente expresado y en "la fuerza y la razón de los individuos" (es decir, la "libertad"), la expansión rusa se basaba en la concentración del poder de toda la sociedad en manos de una sola persona (es decir, la "servidumbre"). Y concluye con la famosa profecía: "Su punto de partida es diferente, sus caminos son diversos; sin embargo, ambos parecen llamados por un designio secreto de la Providencia a tener un día en sus manos el destino de la mitad del mundo".19

Como hemos visto, ni el paralelo ni la prognosis eran para entonces novedosos. No habría nada particularmente interesante en la formulación de Tocqueville, si no fuera porque aparece como una paradoja en el marco de su pensamiento general. Como es bien sabido, Tocqueville estaba absolutamente convencido de que el avance de la democracia en los tiempos modernos era un hecho innegable e irrefrenable. Como sostuvo incansablemente, toda estrategia política que estuviera orientada a preservar los privilegios del Antiguo Régimen, el absolutismo o una desigualdad social muy pronunciada, estaba condenada al fracaso; el futuro le pertenecía a la democracia. Y ya que esto era así, no es extraño que, para Tocqueville, el futuro le perteneciera también a una sociedad democrática como los Estados Unidos. ¿Pero cómo es que habría de pertenecerle también a Rusia? ¿El avance de la democracia no estaba llamado más bien a destruir rápidamente el imperio de los zares, que precisamente estaba basado en el privilegio, la servidumbre, el despotismo y la desigualdad? ¿Cómo podía Tocqueville percibir que tanto los Estados Unidos como Rusia marchaban hacia el mismo fin? Es seguro que no se refería meramente al poderío militar de Rusia, ya que toda su obra está dedicada a demostrar que los gobiernos son el producto de sus sociedades, regla en la que Rusia estaba explícitamente incluida.20

Esta aparente inconsistencia no es tal, si consideramos la posibilidad de que el caso de Rusia le sirviera a Tocqueville para concebir la amenaza de un despotismo de nuevo tipo como resultado inevitable de la democracia extrema, idea que el autor comenzó a delinear por entonces en su trabajo. Argumentaré aquí que el paralelo Rusia/Estados Unidos le permitió ejemplificar los dos futuros posibles a los que se encaminaban las sociedades modernas: o bien una democracia liberal y moderada, o bien un igualitarismo despótico que podría presentarse bajo diferentes fachadas institucionales. Veamos cómo pensaba Tocqueville el fenómeno del despotismo de nuevo tipo.

Como es sabido, la preocupación central de Tocqueville era la de la pérdida de libertades que podría causar la tendencia moderna hacia la igualdad social y la democracia política. El motivo de tal posibilidad se hallaba en la destrucción de los contrapesos que limitaban el poder del Estado en el Antiguo Régimen. Como señala en La democracia en América, habiéndose "destruido las existencias individuales capaces de luchar separadamente contra la tiranía", ha sido "el gobierno el único en heredar todas las prerrogativas arrebatadas a las familias, a las corporaciones, a los hombres", de modo que "a la fuerza algunas veces opresora, pero a menudo conservadora, de un reducido número de ciudadanos, ha sucedido la debilidad de todos".21  Era por la propia naturaleza sociológica del fenómeno democrático que en las sociedades europeas contemporáneas la libertad estaba en juego:

Dado que en tiempos igualitarios nadie está obligado a prestar apoyo a sus semejantes, ni a su vez nadie puede esperarlo, cada hombre es tan independiente como débil. Estos dos rasgos que no hay que considerar separadamente ni confundir, originan en el ciudadano de las democracias inclinaciones sumamente contrarias. Su independencia le llena de confianza y de orgullo entre sus iguales, y su debilidad le hace sentir de vez en cuando la necesidad de un apoyo exterior que no puede esperar de ninguno de ellos, puesto que todos son incapaces e indiferentes. En tal extremo, vuelve naturalmente su mirada hacia esa inmensa entidad que es lo único que sobresale en medio del abatimiento general. Sus necesidades y deseos le llevan una y otra vez a él, y acaba por considerarlo como el sostén único y necesario de la debilidad individual. [...] El poder central que obedezca tales tendencias naturales, ama la igualdad y la favorece; pues la igualdad facilita singularmente la acción de ese poder, lo extiende y lo consolida. Igualmente se puede decir que todo gobierno central favorece la uniformidad; la uniformidad le evita el examen de una multitud de detalles de que habría de ocuparse si hubiera que reglamentar adecuadamente a los hombres, en lugar de someter a todos indistintamente a la misma. [...]

He llegado así, por dos caminos diferentes, a un mismo fin. He demostrado que la igualdad sugería a los hombres la noción de un gobierno único, uniforme y fuerte. Acabo de mostrar cómo también les aficiona a él; es entonces hacia un gobierno de ese tipo al que tienden las naciones en nuestros días. La inclinación natural de su espíritu y de su corazón a él les conducía y, para alcanzarlo, les basta con no contenerse. Creo que en la era democrática que se inicia, la independencia individual y las libertades locales serán siempre un producto del arte político. La centralización será la forma de gobierno natural.22Es por este mecanismo sociológico que, en opinión de Tocqueville, cada paso que dan las naciones democráticas europeas hacia la igualdad las aproxima hacia el despotismo. Pero ese despotismo que amenaza a las naciones modernas es de una naturaleza nunca antes vista, que "no se parecerá en nada al que la precedió en el mundo". La orfandad teórica queda expuesta en sus propias palabras: "Yo mismo busco en vano una expresión que reproduzca y encierre exactamente la idea que me formo; las antiguas palabras de despotismo y tiranía no son adecuadas. La cosa es nueva...".23 En otros textos y en manuscritos inéditos Tocqueville exploró nombres alternativos, como "despotismo democrático" o "despotismo administrativo", a los que distinguía del despotismo antiguo o del revolucionario.24 En un manuscrito de 1838 enfatizó la idea de que el "despotismo administrativo" es algo independiente de las diversas formas de gobierno y que puede existir bajo instituciones tanto monárquicas como representativas, liberales o revolucionarias. En otro manuscrito dos años posterior describió el despotismo democrático como una nueva forma social en la que la "organización burocrática" tendría un papel central y en la que todo sucedería "con tanto orden, detalle y tiranía como en un cuartel".25 Teniendo esto en cuenta, no sorprende que algunos académicos hayan considerado que Tocqueville era tanto un seguidor de Montesquieu como precursor de un nuevo pensamiento respecto de la relación entre igualdad social y poder político. Más aun, se ha argumentado convincentemente que la noción de un "despotismo democrático" es similar a la idea del "totalitarismo" desarrollada durante el siglosiguiente; ambas se apoyan en la comprobación de la "soledad" (H. Arendt) o la atomización de los individuos en la sociedad de masas.26
Estas ideas de Tocqueville, junto con su análisis pionero de la democracia norteamericana, significaron una transformación crucial en la tradición liberal, llevándola un paso más allá del proyecto intelectual y político de los doctrinarios (que pronto colapsaría bajo la presión del radicalismo popular), hacia una configuración que es ya en buena medida la del liberalismo contemporáneo. En el núcleo de esta transformación está la idea de la importancia de las "asociaciones" para las democracias modernas, el antecedente inmediato del sentido hoy predominante en el concepto de "sociedad civil". Como se ha señalado correctamente, el liberalismo
de Tocqueville recupera temas del liberalismo aristocrático de Montesquieu, combinándolos con aspectos de la filosofía política clásica (en particular de Aristóteles), en un dispositivo intelectual cuyo objetivo era apuntalar el dominio de la élite contra el peligro del republicanismo radical y el socialismo.27 En los Estados Unidos (o más bien en una imagen de ese país construida a tal efecto), Tocqueville "encontró" los principios de este nuevo liberalismo ya en funcionamiento. Para comprender el uso del paralelo con Rusia, es preciso comenzar por una breve descripción de su reflejo opuesto en el pensamiento de Tocqueville.

Según Tocqueville, al "estado social" de cada país puede considerárselo "por sí mismo como la causa primera de la mayoría de las leyes, costumbres e ideas que rigen la conducta de las naciones". El "estado social" de los norteamericanos era desde un principio muy favorable al establecimiento de la democracia liberal. Para empezar, "allí los hombres son más iguales en fortuna e inteligencia, esto es, más igualmente fuertes de lo que lo son en ningún otro país del mundo, ni lo fueron jamás en sigloalguno de que guarde recuerdo la historia". Esto, claro, no deja de ser causa de cierta ambivalencia, ya que, como Tocqueville dice en el mismo párrafo, ello puede fácilmente conducir al despotismo democrático: "Incluso puede establecerse una especie de igualdad en el mundo político aunque la libertad política no exista. Cada individuo es igual a sus semejantes, excepto a uno que es el amo de todos indistintamente, y que así mismo elige, entre el pueblo, los agentes de su poder". Sin embargo, había otros aspectos del "estado social" de Norteamérica, presentes en su "sociedad civil" y en "el mundo de la política", que colaboraban para impedir que tal cosa sucediera. Entre estos elementos originales, la presencia de una mayoría de propietarios resultaba fundamental: allí "el terreno se parceló en pequeños dominios" cultivados por sus propios dueños. Es por ello que las colonias "desde un principio, parecían destinadas a contribuir al desarrollo de la libertad, no de la libertad aristocrática de su madre patria, sino de la libertad burguesa y democrática de la que la historia del mundo aún no presentaba un modelo exacto". En segundo lugar, no había "ni ricos ni pobres" ni existían "proletarios" en Norteamérica, e incluso hoy la riqueza "circula allí con increíble rapidez". La importancia de estas dos características radica en que, a diferencia de Europa, "los hombres que viven en una sociedad así tampoco pueden extraer sus opiniones de la clase a la que pertenecen pues, por así decirlo, ya no hay clases, o bien las que todavía existen están compuestas de elementos tan movedizos que no pueden ejercer un verdadero control sobre sus miembros". El tercer elemento original se encuentra en las características sociales de los colonos que emigraron a América del Norte: la mayoría pertenecía a las "clases medias" europeas. Saliendo "del medio de la vieja sociedad feudal", los miembros de esas clases trajeron la democracia a Norteamérica, por así decirlo, ya madura. De un modo muy aristotélico y guizoteano, Tocqueville sostenía que la "clase media", esa "muchedumbre innumerable" de propietarios que se encontraba entre los ricos y los pobres, "se opone naturalmente a los movimientos violentos" y a la revolución social y así "consolida las bases del cuerpo social".28

Junto con estas características originales de los Estados Unidos, Tocqueville presta particular atención a las costumbres, las leyes y las instituciones políticas que surgieron de su peculiar estado social. No toda forma de igualdad, sostiene, conduce al despotismo, sino sólo aquella que se verifica entre hombres aislados entre sí. "La igualdad -señala Tocqueville- sitúa a los hombres unos al lado de otros sin un lazo común que les sujete. El despotismo alza barreras entre ellos y los separa." Pero los norteamericanos "han combatido con la libertad el individualismo propio de la igualdad, y lo han vencido". Aquí Tocqueville introduce lo que para él son las características más notables de la sociedad norteamericana: la presencia de toda clase de "asociaciones" voluntarias que se agrupan para defender intereses particulares y la poderosa tradición del "self government" local. Estos productos propios de la libertad norteamericana son los que sirven para corregir los excesos de la libertad y de la igualdad, ya que funcionan como contrapeso del individualismo y el aislamiento.29

Luego de Tocqueville, la idea de que las asociaciones voluntarias -o lo que hoy llamaríamos una sociedad civil fuerte- son importantes para la buena salud de la democracia se transformó en una temática central de la doctrina liberal y del sentido común. Para nuestros propósitos es importante no perder de vista que esta noción deriva de la antigua idea de Montesquieu de los "cuerpos intermedios" como salvaguardas de la libertad contra el absolutismo; se trata, en fin, de una idea aristocrática de libertad. El desprecio que Tocqueville sentía por la soberanía popular y su predilección por un gobierno de "cuerpos aristocráticos" son bien conocidos.30  Pero también sabía que no era posible un simple y llano retorno al pasado. Por eso, Tocqueville diseñó el sutil restablecimiento de una forma de aristocracia bajo el manto de sus "asociaciones". Como él mismo reconocía abiertamente:

Creo firmemente que es imposible restaurar una aristocracia en el mundo, pero opino que los ciudadanos corrientes, asociándose, pueden dar nacimiento a seres opulentos, influyentes y ricos; en una palabra, a particulares aristocráticos. De esta manera se obtendrían muchas de las mayores ventajas políticas de la aristocracia sin sus injusticias ni sus peligros. Una asociación política, industrial, comercial o incluso científica y literaria, equivale a un ciudadano ilustrado y poderoso al que no se puede sojuzgar a voluntad ni oprimir en silencio, y que al defender sus derechos particulares contra las exigencias del poder, salva las libertades comunes. 31

Además de las asociaciones, Tocqueville también analizó la importancia de otras costumbres e instituciones norteamericanas, tanto sociales, jurídicas y constitucionales, como culturales y religiosas. Todo esto es bien conocido. Conviene señalar, sin embargo, que el liberalismo tocquevilliano recuperó la noción de "capacidad" propia de los doctrinarios -es decir, la idea de que, aunque la soberanía le pertenezca al pueblo todo, son sólo los "capaces" los que deben ejercerla- bajo una nueva forma, al asignarle un valor político a la educación de los ciudadanos. En efecto, una de las características de los Estados Unidos que más elogió fue la extensión de la educación pública, combinada con el papel moralizador de la religiosidad general.32 El desplazamiento de la posición económica a la "educación" como índice de "capacidad", como señaló Pierre Rosanvallon, fue uno de los cambios centrales en la evolución del liberalismo luego del fracaso del proyecto de los doctrinarios, un cambio anunciado por la obra de Tocqueville.33

Así, por medio de su construcción teórica aplicada al caso de los Estados Unidos, Tocqueville sentó las bases del liberalismo contemporáneo, proveyéndole las herramientas necesarias para hacer frente al desafío del sufragio universal. Al ofrecer una distinción entre una democracia en lo político (liberal) y la democracia en su sentido social originario, Tocqueville abrió las puertas para una reconciliación entre el liberalismo y el gobierno elitista por un lado, y el republicanismo y la soberanía popular por el otro, permitiendo a aquéllos, en el largo plazo, alcanzar un resultado exitoso en su lucha contra el socialismo. En términos de la imaginación histórica, La democracia en América trazó la imagen de la sociedad del futuro, la heredera de lo mejor de la civilización europea: democrática e igualitaria en cierta medida, pero sin por ello descuidar la centralidad de la propiedad privada, la presencia de una importante "clase media", una poderosa sociedad civil y un sistema educativo capaz de normalizar las costumbres populares.

Volvamos ahora a la imagen de Rusia en Tocqueville. Para el año en que se publicó el primer tomo de La democracia en América ya era un lugar común entre los publicistas europeos señalar que Rusia carecía de cuerpos intermedios y de una nobleza independiente; de modo similar, en los años por venir se asumiría casi automáticamente que también le faltaban las "asociaciones" que podrían haber conformado una "sociedad civil" fuerte. La ausencia de una "clase media" en Rusia también era un lugar común, tanto como la supuesta brutalidad de los rusos y su falta de educación. Las ideas de Tocqueville contribuirían a agregar un elemento más a este repertorio: el de la naturaleza despóticamente igualitaria (o "socialista") de la sociedad que existía por debajo del trono del zar. El liberalismo de Tocqueville abrió la puerta para que el público considerara el despotismo de los zares como el resultado natural de una sociedad socialmente democrática. Y era por ello que el futuro podía pertenecerle tanto a Rusia como a los Estados Unidos: Rusia podía ser vista como la imagen de un peligroso futuro y no sólo como un vestigio de un pasado a superar. En 1835, sin embargo, esta asociación entre Rusia y el socialismo no era todavía evidente. Habría que esperar todavía una década para que lo fuera, tras el impacto que tuvieron por toda Europa los Studien über die inneren Zustände, das Volksleben, und insbesondere die ländlichen Einrichtungen Russlands, que el escritor romántico-conservador alemán August von Haxthausen publicó en tres volúmenes entre 1847 y 1852. Traducidos casi inmediatamente al francés, los tomos de Haxthausen revelaron para el público europeo un aspecto hasta entonces totalmente desconocido de Rusia: la existencia de formas comunales de organización entre los campesinos, que incluían la propiedad colectiva de la tierra. Aunque Haxthausen iluminó la vida del campesinado ruso en tonos idílicos con la ilusión de que sirviera para promover una política conservadora y patriarcal, el ejemplo de las comunas rusas fue casi inmediatamente retomado por el ala socialista del movimiento romántico (en intelectuales como Adam Mickiewicz, Aleksandr Herzen, Cyprien Robert o Bruno Bauer) como un ejemplo de las bondades de la vida sin propiedad privada.34

La reacción del propio Tocqueville frente al libro de Haxthausen, junto con la de su amigo y compañero intelectual Gustave de Beaumont, confirman la interpretación del paralelo Rusia/Estados Unidos que acabamos de presentar. Beaumont, político liberal, acompañó a Tocqueville en su viaje a los Estados Unidos. En una carta privada de 1853, Tocqueville le indicó que no dejara de leer el texto del alemán, ya que presentaba el cuadro de una nación "todavía en la infancia [langes] de la servidumbre y la propiedad comunal", pero que también compartía, en alguna medida, "instituciones" propias del "espíritu de los tiempos democráticos y civilizados en los que vivimos". Por "debajo" (es decir, en las clases bajas), en la sociedad rusa todo es "perfectamente uniforme en las ideas, las leyes, las costumbres, incluso en el detalle más pequeño del aspecto exterior de los objetos". Y Tocqueville concluye: "Eso me produce la impresión de una América pero sin las luces ni la libertad, una sociedad democrática que da miedo...".35

Beaumont siguió el consejo de su amigo y leyó el libro de Haxthausen. La impresión que le causó lo condujo a trazar, de manera explícita, la comparación entre Rusia y los Estados Unidos que Tocqueville había apenas sugerido años antes. El resultado apareció publicado en 1854 en la prestigiosa Revue des deux mondes, en un artículo que retoma desde un comienzo los motivos del paralelo del párrafo final de La democracia en América. Así, Rusia y los Estados Unidos, para Beaumont, parecían "marchar lado a lado" en su progreso, la primera sobre la base del principio del "poder absoluto", los segundos, sobre el "principio de la libertad". Contrariamente a lo que había expresado Haxthausen, en los Estados Unidos la "lucha por los intereses materiales", lejos de ser un problema, constituye la fuente misma del progreso. En contraste con ello, el problema real para el progreso futuro de Rusia era el exceso de reglas para cada aspecto de la vida y la "terrible burocracia" por encima de todo. Beaumont critica también la "uniformidad" de la sociedad rusa, en la que nadie se distingue de nadie y "el individuo desaparece confundido en la masa", como un débil e impotente "átomo sin nombre". En Rusia, una "vida oficial" sustituye "la existencia natural de los pueblos" y, en la miseria común, "la igualdad reina" en una triste "simetría del orden" y la obediencia. Lejos de haberse librado del fenómeno del proletariado -como había afirmado Haxthausen-, en Rusia todos habían caído en esa categoría, y la comuna campesina igualitarista, ese "principio comunista sobre el que reposa la propiedad de la tierra en Rusia" y que sería el sueño de "nuestros revolucionarios", no es sino una institución atrasada que obstruye el progreso y la civilización. La posibilidad de que esta "extraña democracia" pudiera alguna vez dominar sobre la "civilización occidental", confiesa el autor, le produce "terror". Para terminar, siempre en refutación de Haxthausen, Beaumont argumenta que es absurdo sostener que la introducción de la industria moderna le haya hecho daño a Rusia. Por el contrario, es el desarrollo industrial, la propiedad privada y el surgimiento de la "clase media" lo que podría remediar los males que afectan a ese país. Catalina II y otros zares entendieron esto, pero intentaron crear tal clase por decreto, mientras que la historia de la civilización prueba que la burguesía sólo surge de un desarrollo económico natural y no por decisión de un gobierno. Sólo con el reforzamiento de la propiedad privada podrá Rusia dar más arraigo a la burguesía y, con ella, a la ilustración, los derechos, las leyes y la libertad, que finalmente se abrirán paso en Rusia.36 La Rusia del artículo de Beaumont es la imagen en negativo de los Estados Unidos que Tocqueville había descrito tiempo atrás. Así, tanto uno como el otro acordaban en que la sociedad rusa era ejemplo de una forma de despotismo democrático comparable a la que temían si las utopías de socialistas y comunistas alguna vez se hacían realidad. Por el contrario, para ambos los Estados Unidos eran el ejemplo de la "buena democracia", el único modelo sociopolítico todavía viable para Europa, si se trataba de mantener la hegemonía al menos de los preceptos básicos del liberalismo. Para ambos, una sociedad civil capaz de mantener la democracia dentro de los marcos del liberalismo se contraponía a la igualdad, bajo la forma de asociaciones que se "elevaban" por encima del común. Y por supuesto, ambos coincidían en ratificar el papel central de la propiedad privada como el elemento que distinguía una sociedad de "individuos" libres y otra formada por una masa de átomos indiferenciados.

América o Rusia, liberalismo o comunismo: ésa era la encrucijada de los tiempos modernos que liberales como Tocqueville y Beaumont presentaban a una Europa que ya no podía seguir ignorando que había entrado de lleno en la era de la democracia. Huelga decirlo: ni esa encrucijada ni el sentido peculiar que Tocqueville le imprimió al paralelo derivaban de una realidad inexorable. Por el contrario, se trató de construcciones ideológicas destinadas a apuntalar un particular programa político entre varios de los que se ofrecían por entonces a la ciudadanía europea. Que el paralelo Rusia/Estados Unidos podía utilizarse con otro sentido y en función de otra política es algo que queda probado, por ejemplo, en el uso que le dio el socialista ruso Aleksandr Herzen. A mediados de los años 1860, Herzen sostuvo que el futuro le pertenecía ciertamente a naciones "jóvenes" como Rusia y Estados Unidos. Aunque efectivamente existía una oposición entre el colectivismo de los rusos y el individualismo de los americanos -reconoció Herzen-, se trataba más bien de una antinomia que no llamaba a la exclusión de uno de los polos, sino a su complementación solidaria. El socialismo futuro que imaginaba Herzen, en efecto, dependía de la capacidad de combinar de manera equilibrada el componente de la libertad y la iniciativa individual con el de la solidaridad y el igualitarismo colectivo.37

III. El destino del paralelo Rusia/Estados Unidos luego de Tocqueville

Antes de la intervención vigorosa de Tocqueville, los liberales europeos no solían sentir demasiado aprecio por el modelo político norteamericano. Es que, lejos de apreciar la democracia, eran más bien sus enemigos jurados; a la hora de los modelos políticos concretos, preferían más bien los regímenes monárquicos y políticamente restrictivos. Hacia mediados del siglo xix, eran los republicanos más radicales (o incluso los socialistas) los que más tendían a tomar a los Estados Unidos como ejemplo positivo.38 Pero esto empezó a cambiar luego de la publicación de La democracia en América. Como parte de este cambio de percepciones, el paralelo Rusia/Estados Unidos, en el uso específico que le dio Tocqueville, se volvió cada vez más un cliché entre los liberales (uno en el que, por fin, iban a coincidir con los republicanos moderados). Se lo encuentra, por ejemplo, en las "Considérations sur l'avenir de l'Europe" (1836) y en La Politique de l'Histoire (1841-1842), de Ernest Charrière,39 y en la Histoire du Consulat et de l'Empire, de Thiers.40 También fue en 1835 motivo de un notable debate entre dos de los diarios principales de Francia, el National de 1834 de Carrel y el Journal des débats.41 Poco más tarde, el paralelo Rusia/Estados Unidos se hizo presente, explícita o implícitamente, en los primeros estudios de tipo académico sobre Rusia. Fue común, por ejemplo, entre los economistas. Así, Louis Wolowski argumentó en 1858 que las formas de tenencia comunal de la tierra en ese país deberían reemplazarse según el modelo individualista de los norteamericanos,42 mientras que su colega Gustave de Molinari recomendaba a Rusia imitar también los principios de libertad económica y de "self-government" (en inglés en el original).43 El máximo especialista en estudios rusos en la Francia de fines del siglo xix, Anatole Leroy-Beaulieu, también utilizó el paralelo de manera implícita en la que fue la obra más informada de análisis de la sociedad rusa escrita en cualquier país occidental hasta ese momento, L'empire des Tsars et les russes, publicada en tres volúmenes entre 1881 y 1889. Como he demostrado en otra parte, la estructura de la obra y la secuencia precisa en la que su autor discute cada aspecto de la sociedad rusa reproducen casi exactamente las del primer volumen de La democracia en América.44 Tal coincidencia no debe extrañar, viniendo de un académico que, además, era un prominente intelectual liberal y formaba parte del grupo que insistía en la necesidad de que Europa adoptara el modelo social y económico norteamericano.45 El paralelo Rusia/Estados Unidos estaba precisamente en función de ese programa político.46

Luego de la Segunda Guerra Mundial, el clima intelectual de la Guerra Fría contribuyó a instalar aun más fuertemente el paralelo Rusia/Estados Unidos, que ahora trascendió el ámbito de los debates políticos para volverse parte del sentido común. La narrativa según la cual el planeta se había dividido en dos "campos" opuestos (el del "mundo libre" vs. el comunista), el extraordinario vigor que alcanzó la idea de "Europa Oriental" por la fundación de decenas de centros de investigación dedicados a esa región y la poderosa imagen de la "cortina de hierro" popularizada por Winston Churchill, fueron los principales factores que contribuyeron a ello.47  Tras la caída de la Unión Soviética, podría haberse esperado que el paralelo Rusia/Estados Unidos cayera en desuso. Sin embargo, en la medida en que los prejuicios y la desconfianza respecto de Rusia siguieron existiendo, y en tanto y en cuanto los Estados Unidos siguieron siendo para muchos la vara de "normalidad" con la cual se miden las demás sociedades, el paralelo pervivió.48

En conclusión, la evolución en los usos del paralelo Rusia/Estados Unidos y su notable éxito como imagen mental constituye un capítulo importante en la historia del surgimiento de una narrativa liberal centrada en la historia de una "civilización occidental". Mientras que el despotismo y el igualitarismo en lo social (y con él, naturalmente, el socialismo) eran expulsados del territorio reclamado por la identidad europea "occidental" como algo extraño, propio de países "incivilizados" como Rusia, los Estados Unidos surgían como modelo para una transformación socioeconómica capaz de sacar a Europa de la turbulencia social en la que se encontraba, manteniendo intactos, al mismo tiempo, los pilares básicos del liberalismo. Como ha mostrado Jacques Portes, hacia mediados del siglo xix el ejemplo de la república democrática de los norteamericanos todavía podía resultar atractivo para la izquierda radical. Sin embargo, para la década de 1870 este "mito de Arcadia" había perdido toda credibilidad. La evidencia del desarrollo industrial de los Estados Unidos y del aumento de la desigualdad, con la concomitante presencia de un creciente conflicto social, los privaron de cualquier sentido de excepcionalidad a ojos de los izquierdistas europeos. Mientras esto sucedía, el ejemplo norteamericano comenzó a ser exaltado por los políticos y los economistas liberales, en particular aquellos que abogaban por una rápida y agresiva industrialización. En el último cuarto del siglo, en Francia, ya existía un visible grupo de "Americanistas", procedentes de las filas de los republicanos moderados y de los liberales de todo pelaje. Incluso algunos socialistas moderados se vieron por entonces atraídos por el ejemplo de cooperación de clases y de "equilibrio social" que parecían ofrecer los Estados Unidos.49 Fue así como, mediante el uso de dos artefactos ideológicos complementarios -la nueva división de Europa en mitades "Oriental" y "Occidental" y el paralelo Rusia/Estados Unidos- la identidad fundamental de Europa se hizo también "Occidental". La dimensión política liberal, eurocéntrica y elitista de esta identidad todavía hace sentir hoy sus efectos sobre nuestra visión del mundo.

Notas

1Véase Ezequiel Adamovsky, Euro-Orientalism: Liberal Ideology and the Image of Russia in France, Oxford, Peter Lang, 2006;         [ Links ] también W. H. Parker, "Europe: How Far?", The Geographical Journal, vol. cxxvi, parte 3, septiembre de 1960, pp. 278-297;         [ Links ] Oscar Hammen, "Free Europe versus Russia 1830-1854", The American Slavic and East European Studies, vol. xi (1), febrero de 1952, pp. 27-41;         [ Links ] Mark Bassin, "Russia Between Europe and Asia: The Ideological Construction of Geographical Space", Slavic Review, 50 (1), primavera de 1991, pp. 1-17;         [ Links ] Hans Lemberg, "Zur Entstehung des Osteuropabegriffs im 19. Jahrhundert. Vom 'Norden' zu 'Osten' Europas", Jahrbücher für Geschichte Osteuropas, 33, 1985, pp. 48-91;         [ Links ] Vladimir Berelowitch, "Europe ou Asie? Saint-Pétersbourg dans les relations de voyage occidentaux", en Sergei Karp y Larry Wolff (eds.), Le mirage russe au xviiie siècle, Ferney-Voltaire, Centre International d'Étude du xviiie Siècle, 2001, pp. 57-74;         [ Links ] Gerard Delanty, "The Frontier and Identities of Exclusion in European History", History of European Ideas, vol. 22 (2), 1996, pp. 93-103;         [ Links ] Iver Neumann, Uses of the Other: "The East" in European Identity Formation, Manchester, Manchester University Press, 1999;         [ Links ] Robin Okey, "Central Europe/Eastern Europe: Behind the Definitions", Past and Present, 137, noviembre de 1992, pp. 102-133;         [ Links ] Gianluigi Goggi, "The Philosophes and the Debate over Russian Civilisation", en Maria di Salvo y Lindsey Hughes (eds.), A Window on Russia, Roma, La Fenice, 1996, pp. 299-305;         [ Links ] Dieter Groh, Russland und das Selbstverständnis Europas: Ein Beitrag zur europäischen Geistesgeschichte, Neuwied, Hermann Luchterhand Verlag GmbH, 1961 (trad.         [ Links ] italiana publicada en Turín, Einaudi, 1980). Dos obras sobre la cuestión vieron la luz recientemente, pero sus informaciones e interpretaciones resultaron poco confiables: Martin Malia, Russia under Western Eyes: From the Bronze Horseman to the Lenin Mausoleum, Cambridge, ma, Belknap Press, 1999;         [ Links ] Larry Wolff, Inventing Eastern Europe: The Map of Civilization on the Mind of the Enlightenment, Stanford, Stanford University Press, 1994.         [ Links ]

 2 Véase René Rémond, Les États-Unis devant l'opinion française, 1815-1852, París, Armand Collin, 1962,         [ Links ] y Jacques Portes, Fascination and Misgivings: The United States in French Opinion, 1870-1914, Cambridge, cup, 2000.         [ Links ]

3 Véase Ezequiel Adamovsky, "Euro-Orientalism and the Making of the Concept of Eastern Europe in France, c. 1810-1880", Journal of Modern History, 77, septiembre de 2005, pp. 591-628.         [ Links ]

4 Edward W. Said, Orientalism, Nueva York, Vintage Books, 1979.         [ Links ]

5 Cuando en este artículo se hace referencia específicamente a lo que piensa un autor, el entrecomillado indica siempre un fragmento o palabra tomados literalmente de las fuentes.

6 Guillaume Le Trosne, Réflexions politiques sur la guerre actuelle de l'Angleterre avec ses colonies et sur l'état de la Russie, 1777, pp. 1-13.         [ Links ]

7 Adamovsky, Euro-orientalism..., op. cit., pp. 29-83.

8 François-Louis comte d'Escherny, La philosophie de la politique, ou principes généraux sur les institutions civiles, politiques et religieuses, 2 vols., París, 1796, i, pp. 24-25, 31-32, 54-58        [ Links ]

9  "Notre globe présente aujourd'hui à nos regards deux états situés à ses deux extrêmités opposées, dont l'un despotique, est le pendant de l'autre qui se gouverne en république. Tous deux se trouvent dans une position unique sur la terre. Pour s'agrandir et conquérir, des armées leur sont très-inutiles: ils n'ont besoin l'un et l'autre que d'attendre et profiter des circonstances. Les calamités de l'Europe, ses boulversements, doivent ajouter beaucoup à la puissance et à la grandeur de la Russie et des États-Unis, et conspirer à leur prospérité", Escherny, "Sur la Russie et la révolution de Pologne", en Mélanges de littérature, d'histoire, de morale et de philosophie, 3 vols., París, Bossange et Masson/Schoell, 1811, i, pp. 69-73.         [ Links ]

10  En 1802, Victor Delpuech de Comeiras parece haber plagiado a Escherny, al incluir ese mismo párrafo con pequeños cambios en su Tableau général de la Russie moderne, 2 vols., París, Treuttel et Wurtz, 1802, pp. 404-405.         [ Links ] El abate Dufour de Pradt también presentó una comparación entre Rusia y los Estados Unidos en su Des colonies et de la révolution actuelle de l'Amérique (1815), aunque sin arribar a las conclusiones atribuladas de Escherny; véase Pradt, The Colonies and the Present American Revolutions, Londres, Baldwin, Cradock & Joy, 1917, p. 481.         [ Links ] De hecho, el paralelo que traza entre Rusia y los Estados Unidos como espacios del progreso de la civilización tiene puntos de contacto con la visión optimista de Le Trosne; véase Pradt, L'Europe après le congrès d'Aix-la-Chapelle, París, Béchet ainé, 1819, pp. 36-37.         [ Links ]

11  "La Russie a toujours cru, depuis Pierre le Grand, qu'elle serait, en 1819, la maîtresse de l'Europe, si elle avait le courage de vouloir, et l'Amérique est désormais la seule puissance qui puisse lui résister", Stendhal [Henri Beyle], Napoléon, 2 vols., París, Honoré Champion, 1970, i, p. 233.         [ Links ]

12  Véase D. V. Lehovich: "The Testament of Peter the Great", American Slavonic and East European Review, 7, 1948, pp. 111-124;         [ Links ] S. Blanc, "Histoire d'une phobie: le Testament de Pierre le Grand", Cahiers du Monde Russe et Sovietique, 9 (3-4), 1968, pp. 265-293;         [ Links ] Orest Subtelny, "'Peter I's Testament': A Reassessment", Slavic Review, 33 (4), diciembre de 1974, pp. 663-678;         [ Links ] Albert Resis, "Russophobia and the 'Testament' of Peter the Great, 1812-1980", Slavic Review, 44 (4), invierno de 1985, pp. 681-93;         [ Links ] Sergei Alekseevich Mezin, Vzgliad iz Evropy: Frantsuzskie avtory xviii veka o Petre I, Saratov, Izdatel'stvo Saratovskogo Universiteta, 1999, pp. 153-166;         [ Links ] Anthony Cross: Peter the Great Through British Eyes: Perceptions and Representations of the Tsar since 1698, Cambridge, cup, 2000, pp. 103-125.         [ Links ]

13 Véase Jean Walch, Michel Chevalier, économiste saint-simonien. 1806-1879, París, Vrin, 1975,         [ Links ] e Yves Breton, "Michel Chevalier, entre le Saint-simonisme et le libéralisme", en Yves Breton y Michel Lutfalla (eds.), L'économie politique en France au xixe siècle, París, Economica, 1991, pp. 247-276.         [ Links ]

14 "Qui peut dire que les deux grandes figures qui aujourd'hui se dressent aux deux bouts de l'horizon, la première à l'orient, un pied sur Moscou et l'autre prêt à se poser sur Constantinople; la seconde vers le couchant, à demi cachée encore par les immenses forêts du Nouveau-Monde, [...] Qui peut dire que ces deux jeunes colosses [...] ne se partageront pas bientôt la domination de l'Univers?", Michel Chevalier, Lettres sur l'Amérique du Nord, 2 vols., Bruselas, Société Belge de Librairie, 2ª ed., 1837, i, p. 165.

15 Ibid., p. 3.

16 Véase Laurence Wylie, Saint-Marc Girardin -Bourgeois, Syracuse, Syracuse University Press, 1947.         [ Links ]

17 Saint-Marc Girardin, Notices politiques et littéraires sur l'Allemagne, Paris, Prévost-Crocius, 1835, pp. x-xvi.         [ Links ]

18 Para el momento en que Tocqueville escribió su obra el paralelo Rusia/Estados Unidos ya circulaba en otros países de Europa; véase Dieter Groh, La Russia e l'autocoscienza d'Europa, Saggio sulla storia intellettuale d'Europa, Turín, Einaudi, 1980, pp. 200-217;         [ Links ] Heikki Mikkeli, Europe as an Idea and an Identity, Londres, Macmillan Press, 1998, pp. 148-151;         [ Links ] Krister Wahlbäck, "Tocqueville, Geïjer och Supermakterna", Historisk Tidskrift för Finland, 72, 1, 1987, pp. 90-100;         [ Links ] Matti Klinge, "Det olyckliga Europa och de nya makterna. Kring Tocquevilles förutsägelse", Historisk Tidskrift för Finland, 72, 2, 1987, pp. 304-306.         [ Links ] Es de hecho muy probable que Tocqueville lo haya tomado de America or a General Survey of the Political Situation of the Several Powers of the Western Continent, obra de Alexander Everett. En su libro, Everett, un escritor norteamericano, había argumentado que el "despotismo ruso" (que oponía al "sistema liberal" de los Estados Unidos) se proponía dominar la totalidad de la Europa continental, pero que ello no sucedería "because the principle of civilization and improvement will be powerfully sustained by aid from abroad, that is, from America", America or a General Survey of the Political Situation of the Several Powers of the Western Continent, with Conjectures on their Future Prospects, Filadelfia, Carey and Lea, 1827, p. 337.

19 "Il y a aujourd'hui sur la terre deux grands peuples qui, partis de points différents, semblent s'avancer vers le même but: ce sont les Russes et les Anglo-Américains. [...] Tous les autres peuples paraissent avoir atteint à peu près les limites qu'a tracées la nature, et n'avoir plus qu'à conserver; mais eux sont en croissance: tous les autres sont arrêtés ou n'avancent qu'avec mille éfforts; eux seuls marchent d'un pas aisé et rapide dans une carrière dont l'oeil ne saurait encore apercevoir la borne. L'Américain lutte contre les obstacles que lui oppose la nature; le Russe est aux prises avec les hommes. L'un combat le désert et la barbarie; l'autre la civilisation revêtue de toutes ses armes: aussi les conquêtes de l'Américain se font-elles avec le soc du laboureur, celle du Russe avec l'épée du soldat. Pour attendre son but, le premier s'en repose sur l'intérêt personnel, et laisse agir, sans les diriger, la force et la raison des individus. Le second concentre en quelque sorte dans un homme toute la puissance de la société. L'un a pour principal moyen la liberté; l'autre la servitude. [...] Leur point de départ est différent, leur voies sont diverses; néanmoins, chacun d'eux semble appelé par un dessein secret de la Providence à tenir un jour dans ses mains les destinées de la moitié du monde"], Alexis de Tocqueville, De la Démocratie en Amérique, 2 vols., París, Pagnerre, 1850, i, pp. 504-505.         [ Links ] Una preocupación similar por el avance del poderío ruso y el peligro que ello representaba para "nuestro Occidente" aparece en otras partes de su obra y en su correspondencia; véase el séptimo volumen de sus OEuvres complètes, 9 vols., París, Michel Lévy, 1866, pp. 326, 372, 585 y 419;         [ Links ] también sus Souvenirs, París, Calmann Lévy, 1893, p. 383.         [ Links ]

20  En sus Souvenirs, por ejemplo, Tocqueville argumenta que el poder de los zares deriva no de la mera coerción sino de la voluntad y el apoyo del pueblo ruso, ya que "el principio de la soberanía popular" rige por detrás de toda forma de gobierno, incluyendo las más opresivas (ibid., p. 371). 

21  Alexis de Tocqueville, La democracia en América, 2 vols., Madrid, sarpe, 1984, i, p. 32        [ Links ]

22 Tocqueville, La democracia..., op. cit., ii, pp. 248-249; véase también p. 252.

23 Ibid., ii, pp. 255 y 266.

24 Véase Jean-Claude Lamberti, Tocqueville et les deux démocraties, París, puf, 1983, p. 285;         [ Links ] James Schleifer, The Making of Tocqueville's Democracy in America, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1980, pp. 173-187.         [ Links ]

25 Citado en Schleifer, The Making..., op. cit., pp. 176-180.

26 Véase Lamberti, Tocqueville et les deux démocraties, op. cit., pp. 293-311; Roger Boesche, "Tocqueville and Arendt on the Novelty of Modern Tyranny", en Peter A. Lawler y Joseph Alulis (eds.), Tocqueville's Defense of Human Liberty: Current Essays, Nueva York, Garland, 1993, pp. 157-175;         [ Links ] John Marini, "Centralized Administration and the 'New Despotism'", en Ken Masugi (ed.), Interpreting Tocqueville's Democracy in America, Savage, Rowman & Littlefield, 1991, pp. 255-286;         [ Links ] Jean-Michel Heimonet, Tocqueville et le devenir de la démocratie: la perversion de l'idéal, París, L'Harmattan, 1999, pp. 153-175.         [ Links ]

27 Véase Marini, Centralized Administration..., op. cit.; Daniel Mahoney, "Tocqueville and Socialism", en Peter A. Lawler y Joseph Alulis (eds.), Tocqueville's Defense of Human Liberty: Current Essays, Nueva York, Garland, 1993, pp. 177 y 182;         [ Links ] Peter Lawler, The Restless Mind: Alexis de Tocqueville on the Origine and Perpetuation of Human Liberty, Lanham, Rowman & Littlefield, 1993, pp. 11 y 102.         [ Links ]

28 Tocqueville, La Democracia..., op. cit., i, p. 62, 69-70; ii, p. 86; i, pp. 50-51, 67, 240; ii, p. 10; i, p. 54; ii, p. 214. En la visión positiva de Tocqueville respecto de la clase media se hace sentir la influencia de Guizot. Aunque a Tocqueville no le agradaba el apego de los doctrinarios a la clase media (y despreciaba a las clases medias francesas en general), el papel de ese grupo social en las aproximaciones teóricas de Tocqueville y de Guizot es bien similar. Los historiadores doctrinarios en general tuvieron una profunda influencia en Tocqueville, que incluso asistió a las famosas clases de historia que dictaba Guizot. Sobre este punto véase Lamberti, Tocqueville et les deux démocraties..., op. cit., pp. 49-52 y 193; André Jardin, Historia del liberalismo político, de la crisis del absolutismo a la Constitución de 1875, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 372;         [ Links ] Aurelian Craiutu, "Tocqueville and the Political Thought of the French Doctrinaires (Guizot, Royer-Collard, Rémusat)", History of Political Thought, vol. xx, No. 3, otoño de 1999, pp. 456-493.         [ Links ]

29  Tocqueville, La Democracia..., op. cit., ii, pp. 92-93; i, pp. 193-199.

30  Véase por ejemplo ibid., i, p. 232.

31 Ibid., ii, p. 271.

32 Véase Tocqueville, La Democracia..., op. cit., i, pp. 58-60.

33 Pierre Rosanvallon, Le Moment Guizot, París, Gallimard, 1985, pp. 365-370.         [ Links ]

34  Véase Ezequiel Adamovsky, "Russia as a Space of Hope: Nineteenth-Century French Challenges to the Liberal Image of Russia", European History Quarterly, 33 (4), 2003, pp. 411-450.         [ Links ]

35  ["... tout est si parfaitement uniforme dans les idées, les lois, les usages, et jusqu'aux moindres détails de l'aspect extérieur des objets. Cela me fait l'effet d'une Amérique moins les lumières et la liberté, une société démocratique à faire peur"], Alexis de Tocqueville, OEuvres et correspondance inédites, 2 vols., París, Michel Lévy, 1861, ii, p. 237;         [ Links ] véase también p. 245.

36  Gustave de Beaumont, "La Russie et les États-Unis sous le rapport économique", Revue des Deux Mondes, marzo de 1854, pp. 1163, 1172-1173, 1180-1182, 1173-1174, 1183.         [ Links ]

37  Véase Alexander Kucherov, "Alexander Herzen's Parallel Between the United States and Russia", en John S. Curtiss (ed.), Essays in Russian and Soviet History, Nueva York, Columbia University Press, 1963, pp. 34-47.         [ Links ]

38 Véase Rémond, Les États-Unis devant..., op. cit. Resulta interesante señalar que el paralelo Rusia/Estados Unidos aparece en un libro escrito por el socialista-anarquista Ernest Coeurderoy en 1854. Coeurderoy esperaba que Rusia ayudara a los socialistas europeos invadiendo Europa y destruyendo su decadente civilización burguesa. Luego de la Revolución, Rusia, en conjunto y de acuerdo con los Estados Unidos, ocuparía el papel dirigente en el mundo. Véase Ernest Coeurderoy, Hurrah!!! ou la révolution par les Cosaques, Londres, 1854, p. 405.         [ Links ]

39 Ernest Charrière, La chute de l'Empire, drame-épopée précedé d'une introduction historique, ou considérations sur l'avenir de l'Europe, París, Paulin, 1836, p. lvi;         [ Links ] La Politique de l'Histoire, 2 vols., París, Gosselin, 1841-1842, ii, p. 520.

40 Histoire du Consulat et de l'Empire, 21 vols., París, Furne, Jouvet et Cie.,1874, viii, p. 448;         [ Links ] véanse también sus Discours Parlementaires, 16 vols., París, Calmann Lévy, 1879-1889, ix, pp. 236-237.

41 El debate se reproduce en Armand Carrel, OEuvres Politiques et Littéraires, 5 vols., París, Chamerot, 1857-1859, iv, pp. 275 y 278.         [ Links ]

42 Louis Wolowski, "La question du servage en Russie", Revue des Deux Mondes, 15 de julio de 1858, pp. 317-349; 1º de agosto de 1858, pp. 595-631, y 15 de septiembre de 1858, pp. 393-446.         [ Links ]

43 Gustave de Molinari, Lettres sur la Russie, París, Dentu, 2a. ed. aumentada, 1877, pp. v-vi.         [ Links ]

44 Adamovsky, Euro-orientalism..., op. cit., pp. 204-207.

45 Anatole Leroy-Beaulieu, "The United States: A Lesson to Europe", The World's Work, Nueva York, vol. ix, No. 2, diciembre de 1904, pp. 5645-5646.         [ Links ]

46 Otras apariciones del paralelo Rusia/Estados Unidos en: Henri Martin, La Russie et l'Europe, París, Fourne, Jouvet et Cie., 1866, p. 316;         [ Links ] François Combes, La Russie en face de Constantinople et de l'Europe, París, Dentu, 1854, p. 526; Émile Montégut, "De l'idée de monarchie universelle", Revue des Deux Mondes, vol. vii, julio-septiembre de 1854, pp. 194-210, p. 203; Émile Barrault, La Russie et ses chemins de fer, París, Claye, 1857, p. 7;         [ Links ] Prévost-Paradol, Essai sur l'histoire universelle, 2 vols., París, Hachette, 2ª ed., 1865, ii, pp. 433-434;         [ Links ] Édouard Talbot, L'Europe aux Européens, París, Librairie Internationale, 1867, pp. 310-312.         [ Links ]

47  Cabe señalar que existía una antigua tradición en el uso de metáforas similares, que comienza con la imagen medieval de Polonia como "Antemurale Christianitatis", véase Jadwiga Krzyzaniakowa, "Poland and 'Antemurale Christianitatis': The Political and Ideological Foundations of the Idea", Polish Western Affairs, 33 (2), 1992, pp. 3-24.         [ Links ] En la Francia del siglo xix eran muy frecuentes las imágenes de "barreras", "muros", "líneas defensivas", "fortificaciones", o "cordones" contra el "contagio", que supuestamente debían emplazarse entre Rusia y Europa Occidental para protección de esta última. Véase Anónimo [¿André d'Arbelles?], De la politique et des progrès de la puissance russe, París, Giguet et Michaud, 1807, p. 106; Lesur, Des progrès de la puissance russe depuis son origine jusqu'au commencement du xixme siècle, París, Fantin, 1812, p. 469; Napoleon I, Correspondance, 32 vols., París, Henri Plon/J. Dumaine, 1870, xxxii, p. 352; Dufour de Pradt, Du Congrès de Vienne, París, Deterville/Delaunay, 2ª ed., 1815, p. 125;         [ Links ] Dufour de Pradt, Du système permanent de l'Europe à l'égard de la Russie et des affaires de l'Orient, París, Pichon et Didier, 1828, p. xv;         [ Links ] Adrien Peladan, La Russie au ban de l'univers et du catholicisme, París y Lyon, Blanc, 1854, p. 11;         [ Links ] Moniteur Universel 29 de enero de 1864, p. 151; etc. Asimismo, la metáfora de la "Cortina de Hierro" ya estaba en uso en los años 1920, mucho antes de que Winston Churchill la hiciera famosa: véase Richard Pipes, Russia Under the Bolshevik Regime, 1919-1924, Londres, Harvill Press, 1997, p. 237;         [ Links ] Katarzyna Murawska-Muthesius, "Who Drew the Iron Curtain? Images East and West", en K. Murawska-Muthesius (ed.), Borders in Art: Revisiting Kunstgeographie, Varsovia, Institute of Art, 2000, pp. 241-248, p. 242.         [ Links ]

48  El viejo paralelo Rusia/Estados Unidos aparece de manera explícita y con referencia a Tocqueville en Hélène Carrère d'Encausse, Le malheur russe: Essai sur le meurtre politique, París, Fayard, 1988, p. 17; Martin Malia, The Soviet Tragedy: A History of Socialism in Russia. 1917-1991, Nueva York, Free Press, 1994, p. 51.         [ Links ] Otros ejemplos particularmente claros: Vladimir Tismaneanu (ed.), In Search of Civil Society: Independent Peace Movements in the Soviet Bloc, Nueva York/Londres, Routledge, 1990, p. 183;         [ Links ] Piotr Sztompka, "Looking Back: the Year 1989 as a Cultural and Civilizational Break", Communist and Post Communist Studies, vol. 29, 2, 1996, pp. 115-129, p. 86;         [ Links ] Jack Perry en el Prefacio de William Gay y Tatiana Alekseeva (eds.), Democracy and the Quest for Justice, Nueva York, Rodolpi, 2004, p. xv;         [ Links ] etcétera.

49  Portes, Fascination and Misgivings, op. cit., pp. 309, 435-438.

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