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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.13 no.2 Bernal July/Dec. 2009

 

DOSSIER

La afirmación de la ciencia política en el Brasil: rupturas y continuidades*

Fábio Cardoso Keinert y Dimitri Pinheiro Silva

Universidad de San Pablo

El análisis de la construcción de la ciencia política como disciplina autónoma en el Brasil remite a un examen más circunscrito de la experiencia de un grupo generacional formado en Belo Horizonte y en Río de Janeiro. La fisonomía que asumió la disciplina, desde fines de la década de 1960, es tributaria de las iniciativas de esa generación, que tuvo fuertes influencias internacionales, sobre todo debido al estímulo de la Fundación Ford. En el ámbito de la sociabilidad del grupo, el canon de la disciplina se construía mediante la articulación de las novedades llegadas de los Estados Unidos y las referencias vinculadas con los ensayos de interpretación sobre la historia política del Brasil.
Se trata de una perspectiva que se constituyó en una relación bastante estrecha con la coyuntura política iniciada por el golpe militar de 1964. Por tanto, en la reacción del grupo de politólogos ante los problemas planteados por una coyuntura adversa, es posible observar dos líneas básicas de reflexión: por un lado, la comprensión de las razones vinculadas con el surgimiento del autoritarismo y, por el otro, el diseño de una plataforma política capaz de orientar la recomposición del régimen democrático en el Brasil. La realización de estudios sobre el sistema político estaba animada por una expectativa de intervención mediante una serie de reformas previstas para el momento de la transición. En un contexto en el que los intelectuales brasileños se hallaban especialmente interesados en las cuestiones políticas, la nueva modalidad disciplinaria ganó legitimidad debido a su potencial contribución práctica a las diversas acciones dirigidas a la redemocratización del país, tales como las iniciativas del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) −por aquel entonces la única agrupación de oposición al régimen−, la campaña por el restablecimiento de las elecciones directas y los esfuerzos para la realización de una asamblea nacional constituyente.
La posibilidad de construir un modo propio de intervención política se combinaba con la postulación de nuevos parámetros de cientificidad, los que fueron vistos como el rasgo distintivo de un perfil de trabajo apoyado en un ideal renovado de profesionalismo. La reivindicación del carácter "moderno" del proyecto, uno de los principales ejes de la estrategia de legitimación del grupo, implicaba rechazar los antecedentes académicos de la generación inmediatamente anterior, representada sobre todo por la llamada "escuela paulista de sociología", cuya hegemonía en las ciencias sociales brasileñas declinó justamente a fines de la década de 1960 debido a la proscripción de algunos profesores impuesta por el régimen militar.
Ahora bien, la idea de innovación académica no excluía la reivindicación de una tradición en el ámbito de la historia de las ideas, de modo de vincular la novedad propuesta con los antecedentes más antiguos de generaciones de la intelectualidad brasileña que habían lidiado con el problema de la formación del Brasil. La ruptura que se pretendía introducir en las ciencias sociales exigía, al mismo tiempo, apelar a una tradición cuya antigüedad se constituía como un aporte simbólico de legitimidad.
Esta cuestión puede percibirse especialmente en el texto "Paradigma e história: a ordem burguesa na imaginação social brasileira", de Wanderley Guilherme dos Santos, cuya primera versión, de 1967, es indicativa del momento en que se inicia el debate.1 En ese artículo, Santos construye una representación sobre los orígenes de la ciencia política, y sitúa en el llamado pensamiento autoritario de las décadas de 1920 y 1930 −ejemplificado en autores como Oliveira Vianna, Alberto Torres y Azevedo Amaral- el manantial de una tradición de estudios políticos que habría redundado en la versión "moderna" de la disciplina.
Las filiaciones son construidas a partir de una visión sobre la historia intelectual en la que el pasado de las ideas es ordenado en función de la lógica de la constitución imaginaria de un linaje. La tradición que se estaba forjando implicaba la elaboración de una nueva periodización de la historia de las ciencias sociales que valorase, justamente, el aporte de los ensayos de comienzos del siglo xx, lo que exigía relativizar la idea de que la estructura universitaria es la principal fuente de legitimidad intelectual.
Al defender la primacía de las ideas en el desarrollo de las ciencias sociales, Wanderley Guilherme dos Santos rechazaba el "mito de fundación" difundido por la sociología paulista, así como su postulado de que la creación de la Escuela Libre de Sociología y Política (1933) y de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de São Paulo (1934) era el punto de partida del desarrollo efectivo de las ciencias sociales en el Brasil. Su crítica al "paradigma institucional" -dirigida especialmente a Florestan Fernandes− cuestionaba la arbitrariedad de la perspectiva que representaba la evolución de esas disciplinas en función del pasaje de un estadio precientífico a uno científico, cuyo punto de inflexión sería exactamente la creación de las instituciones académicas. De ese modo, la objeción de Santos ponía en evidencia el carácter parcial de un punto de vista más favorable a la versión que hacía hincapié en el éxito de la construcción del aparato institucional de la usp. Por esta razón, la experiencia del grupo también resulta significativa cuando se la considera a partir del clivaje que opuso la ciudad de São Paulo a la de Río de Janeiro.
El artículo está organizado en dos partes. En la primera, se examinan las circunstancias de la formación de los miembros del grupo generacional con el propósito de esclarecer los vínculos entre sus inclinaciones intelectuales y la adhesión a ciertos patrones en cuanto a la carrera y a sus aspiraciones. En la segunda, se intenta echar luz sobre la dimensión simbólica de su proceso de afirmación, haciendo eje en las representaciones sobre una idea de filiación que se constituye a partir de balances sobre la historia del pensamiento social en el Brasil.

* * *

La adopción de la denominación "ciencia política" para designar el campo de la disciplina es una de las señales más elocuentes de la lógica que redefinió los rasgos identitarios de un área de estudios que, hasta entonces, solía ser definida con el término "política". El sintagma que se crea con la incorporación de la palabra "ciencia" revela uno de los componentes centrales de la afirmación de un perfil intelectual construido en sintonía con los nuevos pará metros de cientificidad, que habían sido postulados en especial en las ciencias sociales de los Estados Unidos. La sofisticación de las técnicas cuantitativas de investigación era, en este sentido, un símbolo importante de un proyecto que basaba su carácter innovador en un diagnóstico acerca de las debilidades metodológicas de la ciencia social practicada en el Brasil hasta la primera mitad de la década de 1960. Y ese diagnóstico apuntaba tanto a los sociólogos de la USP como a los científicos sociales reunidos en el Instituto Superior de Estudios Brasileños (ISEB) en Río de Janeiro.
Al mismo tiempo en que se rechazaban las principales referencias nacionales de la sociología de la época, la vanguardia científica se abría a las influencias académicas de las ciencias sociales norteamericanas. Estas influencias deben ser consideradas como parte de un marco más amplio de relaciones de intercambio académico entre naciones, en el que la Fundación Ford desempeñó un papel decisivo. La aspiración de exportar un modelo de organización del trabajo intelectual formaba parte del proyecto, más abarcador, de los Estados Unidos de ejercer la hegemonía cultural en América Latina. Entre las motivaciones de ese proyecto figuraban las tensiones inherentes al contexto de la Guerra Fría, que se había agravado aun más tras el estallido de la Revolución Cubana en 1959. Como una especie de acción profiláctica contra la difusión de la supuesta influencia del comunismo en la región, la Fundación Ford puso en práctica las directrices definidas por la política exterior del gobierno estadounidense, cuyo modelo fue el lanzamiento de la campaña de la Alianza para el Progreso durante la presidencia de John F. Kennedy. El ideario desarrollista constituía el eje articulador de esa política de "asistencia" a las llamadas naciones subdesarrolladas.
A diferencia de la estrategia adoptada para regiones de África, Asia y Oriente Medio, que se basó sobre todo en el auxilio a organismos gubernamentales, las primeras "misiones" de la Fundación Ford en América Latina optaron por la inversión en instituciones académicas. En principio limitada a las áreas de la economía y de la administración, esa inversión pasó a contemplar otras especialidades científicas a medida que los diagnósticos sobre el desarrollo fueron dando mayor énfasis a los factores extraeconómicos, tales como los aspectos institucionales y culturales. En el marco del mayor alcance de las políticas de apoyo, las ciencias sociales pasaron a ser prioritarias, ya que eran vistas como instrumentos de una especie de "ingeniería social" de los procesos de modernización (Miceli, 1993: 43).
En la medida en que las iniciativas de apoyo de la Fundación Ford apuntaban a la aplicación del conocimiento social, la ciencia política asumió una posición estratégica debido a su potencial para pautar la elaboración de políticas públicas. Se trataba de hacer viable un perfil de disciplina especializado que, por un lado, se vincularía con un género de investigaciones orientado por la agenda política nacional y, por el otro, canalizaría sus esfuerzos hacia el análisis de las bases institucionales del régimen liberal-democrático. La demanda de cientificidad implicaba la asimilación de métodos y técnicas cuantitativos como una vía privilegiada de acceso a la comprensión de la dinámica del sistema político. El papel central que el survey pasó a tener en las investigaciones políticas da una medida de la valoración del aparato metodológico.
 En 1964, Peter Bell, por entonces representante de la Fundación Ford en el Brasil, encontró en la ciudad de Belo Horizonte a un núcleo de científicos sociales cuyas inclinaciones parecían ajustarse de modo bastante favorable al perfil intelectual que el organismo pretendía estimular. La experiencia de socialización académica en el ámbito de la Facultad de Administración y Ciencias Económicas (face) -posteriormente incorporada a la Universidad Federal de Minas Gerais (ufmg)-, donde se había creado la carrera de Sociología y Política en 1953, moldeó un tipo de visión del mundo afín a las propuestas de una ciencia política más especializada y aplicada.
Posiblemente, algunos de los aspectos formadores de esas inclinaciones intelectuales ya estaban explícitos en el proyecto de creación de la FACE en 1941. Sostenida por una red de empresarios, técnicos de altos niveles del gobierno y políticos de envergadura nacional, la Facultad se sumaba a los esfuerzos por superar la situación de desfase de la economía de Minas Gerais, y era esa meta la que ponía en el orden del día la formación de profesionales capacitados para lidiar con las tareas de la gestión pública y privada (Arruda, 2001a: 297). La inclusión de las ciencias sociales en una facultad de administración y economía era una innovación significativa, ya que, por lo común, estas disciplinas formaban parte de las facultades de filosofía, como muestran los casos de São Paulo y Río de Janeiro. La vocación intervencionista de la Facultad tuvo una incidencia directa en la organización de la carrera de Sociología y Política, que fue orientada hacia la formación de cuadros para la burocracia pública de Minas Gerais.
Bajo la divisa de la capacitación de personal técnico para la acción en la esfera gubernamental, las ciencias sociales sin duda sufrirían la influencia decisiva de las áreas del derecho, de la economía y de la administración, que componían la estructura curricular de la carrera, lo que le dio un perfil sustancialmente distinto, por ejemplo, al de la formación brindada en la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras (FFCL) de la USP, que era más afín al modelo humanista clásico.2 Parece posible afirmar, por tanto, que la interacción con aquellas disciplinas está en el origen del especial interés de los politólogos de Minas Gerais por los aspectos político-institucionales de la vida social, a partir de los cuales se formularía un conjunto de temas de investigación (Miceli, 2001: 25).
Para sortear el problema de la falta de un cuerpo de profesores especializado en ciencias sociales, los mentores de la FACE introdujeron innovaciones organizativas con el propósito de dar a la Facultad las condiciones necesarias para la capacitación y la reproducción de su cuadro docente. La medida que más llama la atención es la implantación de un sistema jerarquizado de becas de estudio para el alumnado, que exigía dedicación exclusiva, ayuda en las actividades didácticas y la presentación de monografías al final del año (Arruda, 2001a: 304). El sistema de becas dio lugar a dos segmentos entre los alumnos, que se distinguían justamente por el tipo de compromiso que asumían con la Facultad: por un lado, los llamados alumnos "regulares" y, por el otro, la "élite". En el primero estaban aquellos que, una vez recibidos, iban a ocupar los puestos abiertos en el mercado profesional. En el segundo, los alumnos becarios, potenciales candidatos a integrar el cuadro permanente de la institución.
El sistema de becas y la dedicación exclusiva experimentados durante la graduación informan mucho sobre el universo mental en el que se formó el grupo generacional. Ese régimen de estudios proporcionó las condiciones tanto para consolidar una concepción favorable a la profesionalización de la vida académica, como para moldear un tipo de ambición en la carrera, en que las nociones de "élite" y de "excelencia" eran constantemente invocadas. El anhelo por acceder a los puestos de poder institucional en las ciencias sociales también pone en evidencia las aspiraciones que animaron a algunas de esas trayectorias, como la de Olavo Brasil de Lima Jr., uno de los creadores de la Asociación Nacional de Investigación y Posgrado en Ciencias Sociales (Associação Nacional de Pesquisa e Pós-Graduação em Ciências Sociais, ANPOCS), fundada en 1977.
Además, el sistema de becas también desempeñó un papel importante en la composición de un grupo cohesionado en lo que respecta al patrón de carrera. En una entrevista, Bolívar Lamounier puso de relieve la dimensión afectiva de la convivencia diaria entre los becarios de la FACE como un elemento indispensable para la formación de un "espíritu de cuerpo muy fuerte", que fue, según él, una de las fuentes de las semejanzas que caracterizan a los recorridos de los egresados de la institución de Minas Gerais.3
Ahora bien, el modelo establecido en Belo Horizonte no llegó a ser plenamente autorreproducible. En el comienzo, la falta de un programa con eje en las disciplinas propias de las ciencias sociales obligó a los egresados de la carrera de Sociología y Política a complementar su formación en otros centros intelectuales, como la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), en Chile, y universidades de los Estados Unidos. Más tarde, el horizonte limitado de oportunidades que ofrecía Minas Gerais, donde no había centros o núcleos de investigación con capacidad para absorber a estos profesionales académicos, también alentó la inmigración intelectual, cuyo destino prioritario fue Río de Janeiro (Arruda, 2001a: 320-321).
Los nuevos cursos de especialización de la FLACSO aparecían, a comienzos de la década de 1960, como una posibilidad privilegiada de realizar una "formación" académica más específicamente ligada a la investigación social empírica. La experiencia que vivieron, entre 1962 y 1963, Simon Schwartzman, Fábio Wanderley Reis y Antônio Octávio Cintra fue el primer impulso de un proceso de conversión que se completaría, algunos años después, con los viajes a los Estados Unidos. La novedad que venía de Santiago de Chile repercutió de inmediato en Belo Horizonte, ya que los jóvenes que habían hecho su posgrado fueron admitidos como parte del cuadro docente de la FACE. Al recordar su experiencia como alumno de los tres profesores, José Murilo de Carvalho -que no obstante tenía una mínima diferencia de edad con ellos− señala la inflexión que se produjo en la carrera: "Y ahí sí, entró otro estilo de pensamiento, otra orientación: entró la ciencia política norteamericana, a través de la flacso".4
 La estadía en Santiago tuvo un papel significativo en el proceso de afirmación del grupo, que pasó a asociar su autoimagen con el nuevo repertorio metodológico asimilado. No casualmente, la familiaridad con las técnicas cuantitativas fue utilizada como una pieza clave de la estrategia de descalificación de los grupos académicos rivales, sobre todo en el caso de aquellos radicados en la USP. El artículo de Fábio Wanderley Reis, "A propósito de ciência e dialética", de 1966, es especialmente revelador de esa toma de posición. A raíz de una discusión con José Arthur Giannotti acerca del método dialéctico, el politólogo de Minas critica lo que, desde su punto de vista, sería una tendencia típica de algunos autores paulistas inspirados en el marxismo -como Fernando Henrique Cardoso, Octávio Ianni, Francisco Weffort y el propio Giannotti- de priorizar conceptos en detrimento del trabajo sistemático con el material empírico. La crítica de Reis se hace en el registro de la defensa de lo que define como un "compromiso más serio con los patrones que orientan el trabajo de los estudiosos de los fenómenos sociales, de modo que ese trabajo pueda ser fuente de adquisición de conocimientos y no una reiteración indefinida de principios generales" (Reis, 1966: 303).
Además del incentivo financiero para la creación de nuevas instituciones, como muestra el caso pionero de la donación hecha al Departamento de Ciencia Política de la UFMG en 1965, la Fundación Ford tenía como uno de los ejes de sus operaciones el estímulo a los viajes de estudio en el extranjero, en cuyo caso las universidades norteamericanas eran el destino invariable de los politólogos de Minas y de Río de Janeiro. La asignación de las becas propiciaba la incorporación de un repertorio a un mismo tiempo técnico y doctrinario por parte de investigadores que luego serían integrantes de las nuevas élites científicas y de asesoría del gobierno. De acuerdo con el ideario desarrollista, la intención era formar académicos capacitados para elaborar proyectos de "modernización" del país, lo que incluía la exigencia de reformar el propio sistema universitario-científico.
La experiencia en los Estados Unidos, entre las décadas de 1960 y 1970, actualizaba una de las principales características de la carrera de la FACE : la valorización del profesional de "excelencia", en cuyo horizonte académico debía estar la posibilidad de llegar a puestos directivos en la estructura gubernamental. Los casos de Bolívar Lamounier y Simon Schwartzman son ilustrativos respecto de trayectorias cuyo recorrido se sitúa en la frontera entre la actividad académica, la actividad política y la asesoría técnica. En 1985, Lamounier fue convocado a integrar la Comisión Afonso Arinos, que elaboró el anteproyecto para la Constitución del Brasil. Esa fecha también marcó su progresivo alejamiento del mundo universitario, que lo llevó incluso a ser candidato a diputado en las elecciones de 1986. Por su parte, Schwartzman llevó a cabo, a partir de la segunda mitad de la década de 1970, investigaciones sobre la enseñanza superior, que se relacionaban con el objetivo de concebir proyectos de políticas públicas para las áreas de educación y de ciencia y tecnología. En ese ámbito de acción, ocupó el cargo de asesor de la Financiadora de Estudios y Proyectos (FINEP) entre 1976 y 1979, así como el de presidente del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (ibge) de 1994 a 1998.5
La creación del programa de posgrado en ciencia política del Instituto Universitario de Investigaciones de Río de Janeiro (Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro, iuperj) en 1969 −la iniciativa más emblemática de la institucionalización del nuevo perfil de la disciplina− fue el resultado de una alianza entre politólogos de Belo Horizonte y de Río de Janeiro.6 Sin lugar a duda, los "viajes iniciáticos" financiados por la Fundación Ford fueron indispensables para la concreción de esa alianza, en la medida en que sentaron las bases de una misma mentalidad profesional.
Sin embargo, a fin de echar luz sobre las posibles razones de las afinidades entre las inclinaciones intelectuales de los politólogos de Minas y de Río de Janeiro, es necesario poner de relieve otro aspecto. Se trata de la posibilidad de encontrar características comunes en las trayectorias a partir de su arraigo en contextos intelectuales e institucionales. Más allá de sus rasgos específicos, las experiencias del
desarrollo de las ciencias sociales en Río de Janeiro y en Belo Horizonte se efectivizaron en una relación muy cercana con la esfera política. Como ha sugerido Maria Cecília Forjaz (1997: 11), en la inclinación hacia la política de los profesionales de Minas había un "eco de la tradición intervencionista y militante de las ciencias sociales de Río de Janeiro, enormemente marcada por la experiencia del ISEB".
Es necesario destacar aun que las semejanzas también se manifiestan en el grado de proximidad entre la actividad académica y la intervención política. Sin embargo, no se debe exagerar respecto de estas similitudes, sobre todo cuando se consideran los matices ideológicos de ambas experiencias. Esta salvedad es especialmente necesaria en el caso de la trayectoria de Wanderley Guilherme dos Santos, que debido a su carácter peculiar muestra rasgos que la diferencian de la formación inicial del grupo de Minas Gerais.
Natural de Río de Janeiro, Santos se graduó en filosofía en la antigua Universidad del Brasil en 1958, época en que pasó a formar parte de los cuadros del iseb.7 Aun cuando hubiese sostenido una relación crítica con la perspectiva ideológica del Instituto, el politólogo no pasó incólume por el clima intelectual de comienzos de la década de 1960, cuando el eje central era el debate sobre el desarrollo y la influencia marxista era considerable.8 En el período de su doctorado en la Universidad de Stanford, que concluyó en 1969 con la defensa de la tesis "Impass and crisis in Brazilian politics", se produjo un giro en su trayectoria en dirección al nuevo mainstream de la ciencia política. Dejó de lado su anterior orientación -muy impregnada por el marxismo-, dando lugar a su contrario, esto es, al rechazo radical de lo que, según su diagnóstico, era una presencia excesiva del paradigma marxista en las ciencias sociales practicadas durante la década de 1970.9
El argumento de la tesis es especialmente revelador de las apuestas teóricas que sustentaban la afirmación de los nuevos paradigmas de la disciplina. El postulado de la autonomía relativa del sistema político servía como justificación para introducir un conjunto específico de técnicas de análisis que superasen la tendencia, por entonces dominante, de interpretar la vida política como un subproducto de las constricciones derivadas de la estructura socioeconómica. En la senda de ese razonamiento, Wanderley Guilherme dos Santos propone una interpretación bastante sui generis del golpe de 1964, en la que destaca causas ligadas a la dinámica interna del sistema representativo. La ruptura autoritaria sería vista, así, como el resultado de una crisis institucional de "parálisis decisoria", la que habría caracterizado al mandato de João Goulart.
Santos desempeñó un papel destacado en la creación tanto del IUPERJ en 1964, como del programa de posgrado abierto por la institución en 1969, que se llevó adelante gracias al primer convenio con la Fundación Ford y al impulso de la reforma universitaria. Su papel central se revela de modo especialmente significativo en el examen de algunos textos de carácter programático, en los que buscaba definir los cánones de la disciplina aún en vías de constitución y de consolidación en el país. A continuación, mostraremos el eco que las representaciones del politólogo carioca tuvieron en los planteos de Bolívar Lamounier, otra figura señera en la conducción del proceso de afirmación de la disciplina. A pesar de los desacuerdos entre ellos, es evidente la confluencia de ambos en el proyecto de construir una tradición para la perspectiva de estudios políticos a la que habían adherido.

* * *

Las representaciones creadas en torno de la idea de filiaciones intelectuales ponen de manifiesto el carácter multidimensional del proceso de afirmación del grupo. Desde esa perspectiva de análisis, se constata que el discurso de ruptura no excluía la defensa de la noción contraria, esto es, de una idea de continuidad que expresaría los vínculos de la nueva ciencia política con el pensamiento social brasileño de comienzos del siglo xx. A medida que se fue afirmando, la vanguardia científica pasó a legitimarse mediante la valorización de la idea de la antigüedad de una tradición, la que a su vez era construida en función del peso simbólico que un linaje intelectual podía ofrecer. Se forjaba así una tradición por medio de un balance de la historia de las ideas sociales y políticas brasileñas, cuyos autores eran más o menos destacados según la lógica que organizaba la construcción de la propia filiación.
Es necesario señalar que el balance sobre el pensamiento político-social se hacía junto con una evaluación de la propia historia brasileña, dando lugar así a una versión que estaba en sintonía con las demandas del escenario político del presente. En esa clave, por ejemplo, Bolívar Lamounier refutó las perspectivas historiográficas excesivamente "pesimistas" acerca de la sociedad brasileña, justamente en el momento en que la transición política en curso exigía, según él, una actitud favorable respecto de la viabilidad del sistema democrático-liberal. En consecuencia, es posible interpretar el interés por la historia en función de la propia dinámica del mundo intelectual brasileño, en el que la formación de las élites del pensamiento se relacionó, por lo general, con la construcción de representaciones sobre la nación. En otros términos, las disputas intelectuales pueden leerse en la clave de un conflicto en torno de cierto ideal de Brasil, lo que a menudo llevó a los intelectuales a construir un proyecto político para la nación.
En su artículo de 1975, Wanderley Guilherme dos Santos localiza entre las décadas de 1920 y 1930 una inflexión en el pensamiento político-social, que es representada como el marco inaugural de una tradición que desembocaría en la estructuración de los problemas de la ciencia política contemporánea. Para Santos, se trataba del nacimiento de un linaje que había puesto de relieve el tema crucial de la disciplina: las relaciones entre la formación histórica del Brasil y su estructura política. Así, los autores de aquel período habrían definido "con solidez el conjunto de problemas que, con los ropajes lingüísticos más diversos, se han transmitido de generación en generación hasta hoy" (Santos, 1978: 39).
La idea de continuidad sugerida en ese pasaje es enfatizada, en el mismo registro, por Bolívar Lamounier en el siguiente fragmento:

Esa tradición o "stock" anterior de pensamiento político tiene, en mi opinión, una importancia decisiva para comprender las características de la ciencia política que gradualmente se está institucionalizando. No sólo existe una notable continuidad, sino que también, sobre todo, me parece que es posible afirmar que el prestigio de esa tradición legitimó (y, tal vez, ejerció cierto efecto limitativo y conductor sobre) el desarrollo de la ciencia política a partir de 1945 (Lamounier, 1982: 409).

Este texto de balance acerca de la implantación de la disciplina, escrito en 1981, retoma un elogio que el mismo autor había hecho a los pensadores de las décadas de 1920 y de 1930 en un escrito anterior: "Formação de um pensamento político autoritário na primeirarepública. Uma interpretação" (1977).10 Más allá de sus perspectivas diferentes, los llamados críticos del modelo constitucional de 1891, como Alberto Torres, Oliveira Vianna, Azevedo Amaral y Francisco Campos, son considerados por Lamounier en función del aspecto que los acercaría: la defensa del fortalecimiento del poder público central. Según el autor: "La transformación del pensamiento político en el período considerado debe ser entendida básicamente como la formación de un sistema ideológico orientado a conceptualizar y a legitimar la autoridad del Estado como principio tutelar de la sociedad" (Lamounier, 1977: 356).
Ahora bien, la noción de "ideología de Estado", formulada en este texto como clave interpretativa de las ideas políticas del período, estaba en desacuerdo con la perspectiva de Wanderley Guilherme dos Santos respecto de las motivaciones que habrían impulsado a la escritura del pensamiento político: "El problema teórico y práctico predominante, y de gran visibilidad, de las élites políticas e intelectuales brasileñas ha sido, desde la independencia, fundamentalmente éste: de qué modo implantar y garantizar un funcionamiento eficiente del orden liberal burgués" (Santos, 1978: 50).
Aun cuando la discordancia haya sido explicitada por ambos autores en sus respectivos textos, lo que queremos enfatizar en este artículo es el punto hacia el que convergen: el de la valorización del pensamiento político-social de la Primera República. Al destacar al mencionado conjunto de autores, el elogio se extendía a la "forma narrativa" −el "ensayo histórico"−, que fue una de las marcas principales del estilo intelectual de las generaciones de la primera mitad del siglo xx (Lamounier, 1982: 411). Al mismo tiempo en que se activaba una cultura cientificista, se exaltaba justamente la llamada tradición ensayística del pensamiento político-social, a la que Florestan Fernandes había considerado, en la década de 1950, como "poco científica". Se observa, por consiguiente, que el principio clasificatorio vinculado a la oposición entre ensayo y ciencia adquiere sentidos conflictivos en medio de las disputas entre el grupo de São Paulo y el de Minas/Río de Janeiro.
La idea de continuidad que Wanderley Guilherme dos Santos pretendía construir en relación con los ensayos del comienzo del siglo requería, a su vez, el montaje de una lógica relativa a la periodización de la historia del pensamiento social. Su perspectiva se sustentaba en una crítica a la versión rival, que consideraba el marco institucional como una inflexión decisiva para la implantación de la fase propiamente "académica" de los estudios sociales.11 La consecuencia principal de esa periodización era, para Santos, la desvalorización de toda la producción anterior al surgimiento del aparato universitario en la década de 1930, como si la producción ensayística tuviese menos legitimidad debido a la ausencia de su soporte institucional.12
De acuerdo con Wanderley Guilherme dos Santos, algunos factores contribuyeron para la difusión de la versión de la historia del pensamiento social brasileño defendida por Florestan Fernandes. El período autoritario que va de 1937 a 1945, la inexistencia de una tradición organizada de estudios históricos, así como la influencia en el medio intelectual brasileño de científicos sociales extranjeros, habrían producido una "aparente discontinuidad" entre el pensamiento político contemporáneo y el del pasado (Santos, 1978: 23). Esa percepción habría favorecido la difusión de esquemas interpretativos que, como el de Florestan Fernandes, tomaban los cánones universales que orientan el trabajo científico como el único criterio seguro de evaluación de las virtudes del pensamiento producido.
No casualmente, Bolívar Lamounier refrenda por completo esta evaluación y añade que el modelo analítico sostenido por el sociólogo paulista -ligado a la matriz institucional- estaba irremediablemente vinculado con la visión que asocia la "aprehensión correcta de la 'realidad' con la asimilación de la parafernalia académica [...] y no con el contenido sustantivo de las interpretaciones" (Lamounier, 1977: 349).
En ese sentido, el marco temporal establecido por Florestan Fernandes habría generado una escisión entre ensayo y ciencia, como si ambos correspondiesen a momentos de un proceso evolutivo en el que la etapa institucional equivaldría a una fase superior del desarrollo del conocimiento. Una vez explicitada la arbitrariedad de ese razonamiento, la argumentación de los politólogos sugiere que es necesario relativizar el marco temporal. A partir de ese cuestionamiento, Wanderley Guilherme dos Santos pontifica: "La simplicidad de la perspectiva permite que la crítica se exima de ser compleja. En efecto, la historiografía que ordena el pasado en función del presente, y que asume el presente como lo 'moderno', carece de armas para entender las exactas articulaciones del desarrollo intelectual de la humanidad" (Santos, 1967: 186).
Ahora bien, es posible afirmar que esta lógica también podría utilizarse para cuestionar la perspectiva del propio autor, ya que la valoración de la "inflexión" que generaron los ensayos de las décadas de 1920 y 1930 también se construye desde una perspectiva que no es ajena a las disputas del presente. Esto nos lleva a pensar que ambos puntos de vista, el de Santos y el de Fernandes, están fundados en un recurso similar: el de las representaciones sobre la propia imagen, puestas al servicio de los intereses en juego en el momento en que se enuncia el discurso. Aun divergentes, las perspectivas se asemejan en cuanto al sentido estratégico que esas representaciones asumen en la afirmación de los respectivos proyectos académicos. En ese sentido, las periodizaciones son mejor comprendidas cuando se las sitúa en el marco de las luchas de los agentes en torno de las clasificaciones de las fases que dividen, o no, la historia del pensamiento.
Es interesante notar que ambas versiones darían lugar a dos programas de investigación sobre historia intelectual basados en énfasis analíticos diferentes: por un lado, la prioridad de las ideas y, por el otro, el acento en las instituciones. En Río de Janeiro, el grupo reunido en torno del Centro de Investigaciones y Documentación de Historia Contemporánea del Brasil (Centro de Pesquisas e Documentação de História Contemporânea do Brasil, CPDOC), creado en 1973, consolida la perspectiva de una historia de las ideas marcada justamente por la valorización de la producción ensayística de la primera mitad del siglo xx, sobre todo a través del análisis interno de los textos. En São Paulo, el paradigma de la "institucionalización" fue realizado por el proyecto "Historia de las ciencias sociales en el Brasil", que se llevó a cabo en el Instituto de Estudios Económicos, Sociales y Políticos (IDESP), fundado en 1980. En el caso paulista, la visión institucional fue el soporte de la práctica de una sociología de los intelectuales que busca enfatizar las relaciones entre el texto y sus condiciones de producción.
La lógica que rige las opciones teórico-metodológicas se vuelve más clara cuando se la ubica en el contexto de las disputas intelectuales que reverberan en el manejo de la investigación historiográfica. Siguiendo este razonamiento, es posible reconocer la parcialidad de los dos puntos de vista, cuyos diagnósticos favorecen más o menos el estatus de cada ciudad respecto de su importancia relativa en la constitución tanto del "pensamiento social" como de las "ciencias sociales" en el Brasil. En ese sentido, el examen de las disputas regionales ya mencionadas contribuye a elucidar los factores que incidieron en la afirmación del nuevo perfil de la ciencia política. En cierto modo, las iniciativas del grupo que hemos examinado se encuadran en una reacción más difusa a aquello que, hasta la década de 1960, era visto como la hegemonía paulista de las ciencias sociales en el Brasil.
Ahora bien, el elogio que los politólogos hacen a ciertos autores del pasado tiene una lógica propia, que puede explicarse a partir del contexto político e intelectual de fines de la década de 1970. El entusiasmo que generaron las elecciones de 1974, a partir de los resultados muy favorables a la única agrupación opositora al régimen −el Movimiento Democrático Brasileño (MDB)−, dio aliento a una apuesta por el camino electoral como conductor de la transición del régimen militar a la democracia.13 La efervescencia política que produjo ese acontecimiento tuvo un impacto inmediato en las investigaciones académicas, que por entonces ya contaban con el refuerzo del aparato metodológico adquirido en los Estados Unidos.
El énfasis en el sistema representativo, además de poner de manifiesto la perspectiva teórica subyacente a esa área de estudios, explicitaba el carácter normativo de cierta visión de la política. Se trata del aporte doctrinario que llegó con los viajes de formación académica, los cuales proporcionaron el conjunto de valores sobre los que se basan las investigaciones acerca de la democratización. La obsesión por los mecanismos formales del ordenamiento democrático obedecía, así, a la correspondencia valorativa que se establecía entre "estabilidad" e "institucionalización política". Los problemas políticos del país pasaron a ser planteados en la clave de la "fragilidad" de las instituciones representativas, lo que se constituiría como el factor explicativo predominante de las vicisitudes de la vida pública brasileña.
La construcción del linaje intelectual respondía al interés por los problemas prácticos con los que lidiaba la disciplina en aquel contexto. El elogio a los autores del pensamiento político-social se hacía en función del sustento que podrían brindar al argumento, a un mismo tiempo político y teórico, en favor de la reforma institucional. En ese sentido, las referencias brasileñas seleccionadas dialogaban con el problema del "desarrollo político", cuya matriz provenía de teóricos norteamericanos como Samuel Huntington y Juan Linz −politólogo español radicado en los Estados Unidos−.
El problema de la "institucionalización" se configuraba a partir de la convergencia de dos cuestiones que fueron los ejes principales de la reflexión de la nueva generación de politólogos: la formación del Estado nacional y la consolidación de los mecanismos formales de representación.
La primera de ellas, por un lado, ilustra el alcance de las investigaciones desarrolladas por el grupo generacional y, por el otro, explicita el nexo que se pretendía establecer entresobre la formación histórica del país. En ese sentido, la importancia dada al pensamiento autoritario responde a una visión del proceso de "desarrollo político", cuyo punto de partida remitiría justamente a la consolidación del poder público central.14 En esa clave, la agenda temática de los ensayos de comienzos del siglo xx −vinculada con la cuestión del Estado− adquiere un significado fundacional de una "tradición" de estudios políticos. Y así se elaboraba una construcción según la cual la especialidad institucional nacía inmersa en problemas intelectuales más amplios, que implicaban interpretaciones abarcadoras sobre la historia brasileña.15
En el segundo campo de reflexiones adquiere sentido el elogio que Bolívar Lamounier hizo de la obra de Vítor Nunes Leal. Además de exaltar las virtudes metodológicas de Coronelismo, enxada e voto, de 1948, Lamounier percibe en esta obra las bases para la construcción de una perspectiva más optimista respecto del desarrollo político en el Brasil. El análisis de Nunes Leal es valorizado en la medida en que podría dar sustento a la idea de que las instituciones liberal-democráticas son viables en el Brasil, a pesar del historial de clientelismo que caracteriza a la estructura social brasileña. Según Lamounier, la obra de 1948 produjo un giro interpretativo respecto de lo que serían las visiones más difundidas, es decir, las que siempre habían señalado la incompatibilidad entre las ideas liberales y la realidad social del país. En ese
sentido, se procuraba afirmar la importancia del diagnóstico formulado en el libro, según el cual las instituciones políticas creadas a partir de 1930, si bien incipientes, representarían tanto una disminución del poder privado en el Brasil como un refuerzo de los mecanismos de regulación social.
En el marco de esa discusión, Bolívar Lamounier propone una especie de revisión de las versiones sobre la historia del Brasil que habrían producido un "circuito cerrado": "Se formó entre nosotros un discurso que aprisiona el problema de la representación en el rígido y pobre contraste entre el Brasil legal y el Brasil real: entre las 'élites' y las 'masas'; entre la ciudadanía abstracta y el voto comprado; entre la ley electoral y su fraude" (Lamounier, 1981: 237).
Crítico del paradigma historiográfico de las "ideas fuera de lugar", el politólogo afirma taxativamente la importancia de los mecanismos representativos, a la vez que señala la viabilidad de su consolidación a pesar de los antecedentes desfavorables vinculados con la herencia colonial. El argumento de Lamounier era una apuesta en la noción de autonomía de la esfera política, en la que los engranajes democráticos constituirían un sistema diferenciado y relativamente inmune a las determinaciones de la estructura social.
En su empeño por liberar los horizontes de la nación de lo que serían las evaluaciones pesimistas inspiradas en el marxismo, el politólogo interpreta el período republicano en otra clave analítica, ideada, según sus propios términos, como un antídoto para los diagnósticos de una "historiografía convencional" (Lamounier, 2005: 18-19). Su revisión historiográfica parece, pues, haber sido concebida en función de un enfrentamiento ideológico, en el que su ideario liberal de democracia exigía una versión sobre la historia política menos pesimista que las difundidas por el Partido Comunista, que solía denunciar los "estigmas" causados por el latifundio.
En ese sentido, Vitor Nunes Leal desempeñó un papel central en la construcción de las filiaciones, ya que se trataría de uno de los primeros esfuerzos para "liberarse de la vieja muletilla según la cual las instituciones representativas constituían una mera fachada" (Lamounier, 1982: 414). El elogio a Gláucio Ary Dillon Soares siguió una lógica similar, en la medida en que su libro Sociedade e política no Brasil (1973) −uno de los precursores de los análisis sobre la experiencia democrática de 1946 a 1964− mostró que ese período había significado, "bien o mal", un incremento de la ciudadanía, de la participación política y de las bases ideológicas del sistema partidario (ibid.: 416).
Aun siendo críticos de las perspectivas más abiertamente doctrinarias que caracterizaban a los intelectuales del ISEB y al marxismo que se difundía en el medio intelectual brasileño, los abanderados de la cultura cientificista, introducida a fines de la década de 1960, no se privaron de emitir proposiciones normativas sobre el proceso de "modernización del país". De ese modo, la generación de especialistas se vinculaba con un tipo de actuación política compatible con el lenguaje científico utilizado: la intervención técnica.

* * *

Por último, es necesario señalar que el proceso de construcción de la ciencia política como disciplina autónoma se sitúa en el contexto más amplio de los cambios que modificaron el perfil organizacional de la práctica académica en el Brasil. El estilo de trabajo que introdujeron los politólogos se relacionaba con las iniciativas de difusión de un nuevo ideal de profesionalismo, en cuyo formato confluyeron dos factores: la influencia de la Fundación Ford y la creación de un sistema nacional de posgrado, previsto por la reforma universitaria de 1968 como parte del proyecto concebido por el régimen militar de "modernización" del sistema universitario y científico.
Apoyadas en una especie de elogio a la profesionalización, las "nuevas disciplinas" −la ciencia política y la antropología− afirmaron su presencia en el sistema académico brasileño, equilibrando un juego de fuerzas que hasta entonces había sido ampliamente favorable a la sociología. Se trata de un momento de transición generacional intrínseco a la estructura del desarrollo de las ciencias sociales, en el que los clivajes entre generaciones responden a desacuerdos respecto de los sentidos conflictivos sobre el grado de especialización y de compromiso público del intelectual.

Notas

* Traducción de Ada Solari.

1 El texto tuvo dos versiones preliminares. Ambas fueron publicadas en Dados (Santos, 1967 y 1970)

2 Sobre la idealización de la FFCL-USP, véase Limongi (2001).

3 Entrevista concedida a los autores.

4 Entrevista concedida a Oliveira, Ferreira y Castro (1998).

5 Se observan características similares en las trayectorias de economistas formados en la FACE y que también contaron con el financiamiento de la Fundación Ford para realizar sus estudios en los Estados Unidos: Edmar Lisboa Bacha y Cláudio Moura e Castro. Edmar Bacha integró los equipos responsables de la elaboración del Plan Cruzado -en la presidencia de José Sarney (1985-1990)- y del Plan Real -en la presidencia de Itamar Franco (1992-1995)-, y también dirigió el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES)- durante la presidencia de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003). Cláudio Moura e Castro fue director general de la Coordinadora de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior (Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior, capes), entre 1979 y 1982, y secretario ejecutivo del Consejo Nacional para Recursos Humanos (CNRH) -órgano de asesoría del Ministerio de Planificación-, de 1982 a 1985.

6 Para algunos de ellos, la posibilidad de establecerse en Río de Janeiro pareció ser más favorable para hacer carrera en un centro con mayor visibilidad desde el punto de vista académico y político. Éste fue el caso de Bolívar Lamounier, Simon Schwartzman, Amaury de Souza, Edmundo Campos Coelho, Olavo Brasil de Lima Jr., Renato Boschi, José Murilo de Carvalho y Elisa Reis.

7 Sobre el perfil ideológico del ISEB, véase Toledo (1997).

8 En un artículo de 1963, Wanderley Guilherme dos Santos recurre a los presupuestos de la tradición marxista para fundamentar su ajuste de cuentas con la "ideología del desarrollo" formulada por los cuadros del ISEB. Para un análisis más detallado del significado de esa obra en el conjunto de la producción del ISEB, véase Toledo (1997).

9 Sobre su crítica a la influencia negativa del marxismo en las ciencias sociales de América Latina, véase Santos (1980).

10 Este artículo publicado en 1977 es una versión reducida de la tesis de doctorado de Bolívar Lamounier, defendida en 1974: "Ideology and authoritarian regimes: Theoretical perspectives and a study of the Brazilian case".

11 Wanderley Guilherme dos Santos toma en especial como referencia dos textos de Florestan Fernandes escritos, respectivamente, en 1957 y 1958: "Desenvolvimento histórico-social da sociologia no Brasil" y "O padrão de trabalho científico dos sociólogos brasileiros". Ambos se encuentran en Fernandes (1977).

12 Vale la pena recordar que el esquema que critican los pioneros de la ciencia política fue un componente central de la estrategia de legitimación académica de la sociología que Florestan Fernandes había llevado a cabo en la coyuntura intelectual inmediatamente anterior. La toma de posición del sociólogo paulista tenía como objetivo afirmar cierto patrón de trabajo científico, así como la importancia de la investigación empírica y de la explicación sociológica, en contraposición al perfil intelectual asociado con el autodidactismo y el bachillerismo, características que eran, en bloque, atribuidas a la tradición del pensamiento social que se había constituido sin el soporte de las nuevas instituciones de enseñanza superior (Arruda, 2001b: 37 y 212).

13 La obra Os partidos e as eleições no Brasil, de 1975, compilada por Fernando Henrique Cardoso y Bolívar Lamounier (1978), es un buen ejemplo de la producción ligada a dicho contexto. Resultado de investigaciones hechas en el Centro Brasileño de Análisis y Planificación (CEBRAP), el libro tuvo una considerable repercusión pública en el momento de su aparición.

14 En un artículo de 1974, Fábio Wanderley Reis describe las fases del desarrollo político; la primera de ellas, referida al proceso de formación y consolidación del Estado, habría sido el núcleo de la agenda político-intelectual hasta 1930 (Reis, 1974).

15 La cuestión de la formación del Estado fue el eje temático de parte de las tesis académicas producidas en los Estados Unidos. Entre los trabajos publicados en portugués en encuentran, por ejemplo, el libro de Simon Schwartzman, São Paulo e o Estado nacional, de1975, y el de José Murilo de Carvalho, A construção da ordem, de 1980.

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