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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.14 no.1 Bernal jun. 2010

 

ARTÍCULOS

Tres itinerarios en la creación literaria antiimperialista de Máximo Soto Hall (1899-1928)*

Mario Oliva Medina

Universidad Nacional de Costa Rica

Resumen
El presente artículo indaga sobre la producción literaria antiimperialista del escritor guatemalteco Máximo Soto Hall, en dos novelas: la primera de ellas, El problema, publicada en 1899; la segunda, A la sombra de la casa blanca, aparecida en 1927; y en su ensayo, La intervención norteamericana en Nicaragua, de 1928. En este estudio se pretende mostrar que esta obra literaria esta permeada por una preocupación permanente, sistemática y reflexiva en torno al tema de la relación de los países latinoamericanos con la nueva potencia estadounidense que surge a finales del siglo XIX y que se consolida, de manera decisiva, a comienzos del siglo XX con repercusiones muy visibles en la historia, la economía, la política y cultura de nuestros países. Cuando la información documental lo permitía se intentó trazar aspectos relacionados con la materialidad de los textos y los ámbitos de circulación y recepción de los mismos.

Palabras clave: Antiimperialismo; Literatura latinoamericana; Máximo Soto Hall.

Abstract
This article inquires into the anti-imperialist literary production of Guatemalan writer Maximo Soto Hall. It focuses in two novels and one essay; El Problema, (The Problem), published in 1899, A la sombra de la Casa Blanca, (To the Shadow of the White House), published in 1927 and, his essay of 1928, La intervención norteamericana en Nicaragua (U.S. Interventions in Nicaragua). It is sought to demonstrate that a constant, systematic and insightful concern about the Latin American countries relationship with the US as emerging power spreads through Soto Hall's literary works. The decisive consolidation of the US as a power in the early years of the 20th Century had noticeable repercussion in history, economics, politics and culture for Latin American countries. As long as it was allowed by the documentary sources, it was sought to trace those issues regarding the materiality circulation and receiving of the texts analyzed.

Keywords: Anti-imperialism; Latin-American literature; Máximo Soto Hall

Introducción

Máximo Soto Hall nació en Guatemala, en 1871, y murió en Buenos Aires el 14 de mayo de 1944. Perteneció a la generación de guatemaltecos educados enteramente en el marco de la Reforma Liberal y surgidos a la vida pública cuando la Reforma había entrado en su etapa considerada menos auténtica. Proveniente de una acaudalada familia de empresarios, profesionales, políticos e intelectuales,1 al parecer, esta situación fue decisiva en muchos casos para el desenvolvimiento político e intelectual del autor. "Máximo Soto Hall -dice César Brañas- derrochó su juventud y media madurez en un medio grato para el menor esfuerzo e ingrato para la hazaña, y que lo arrastraba a la infecunda bohemia y a toda proclividad desventurada como sin salvación". Servidor de la dictadura de Estrada Cabrera, escribió poemas de circunstancias, "heridos de oficialismo y de error", nacidos "a impulsos de necesidades y oscuras miserias", afirmaba Brañas.2 Publicó su primer poemario, titulado Para ellas, y en 1892 fue designado secretario de la legación de Guatemala en la capital española. Permaneció en Europa durante tres años. Viajó por Italia, Inglaterra y Francia y editó dos libros: uno de cuentos, Dijes y bronces, y una novela, El ideal, en Madrid, así como un tomo de poemas, titulado Poemas y rimas, en París. Conoció a políticos y escritores como Emilio Castelar, William E. Gladstone, Bartolomé Mitre y Francisco Icaza, entre otros. Al concluir la dictadura de Estrada Cabrera, en 1920, producto de una insurrección popular, Soto Hall se encontraba en los Estados Unidos. Desde allí inició un largo y definitivo exilio que lo llevó por varios países de Sudamérica y que concluiría en la Argentina.
La figura de Máximo Soto Hall resulta paradójica cuando nos detenemos en la crítica literaria e histórica relacionada con su obra creativa y, más específicamente, en aquella referida a sus novelas de corte antiimperialista. Las creaciones de este autor han despertado opiniones y juicios diversos y contrastantes. Algunos de ellos lo ubican como el creador de la primera novela antiimperialista en el continente latinoamericano por su obra El problema, publicada en 1899, ya que ficcionaliza la expansión norteamericana y sus consecuencias en la región. En el otro extremo, tenemos a los críticos que interpretan la producción literaria del autor como alejada de las posturas antiimperialistas, extendiendo esos cuestionamientos a su segunda novela, La sombra de la Casa Blanca, que dio a luz en septiembre de 1927, en Buenos Aires. Como veremos, la creación literaria de Máximo Soto Hall está atravesada por una preocupación permanente, sistemática y reflexiva en torno al tema de la relación de los países latinoamericanos con la nueva potencia estadounidense que surge a finales del siglo XIX y que se consolida, de manera decisiva, a comienzos del siglo XX, lo que tendrá repercusiones visibles en la historia, la economía, la política y la cultura de nuestros países. Las obras de creación literaria de Soto Hall dedicadas al tema expresan esa evolución. Primero, en su novela El Problema, relato que traza y anticipa los peligros de aquella nación todopoderosa que emergía muy cercana a Centroamérica como lugar de enunciación y como espacio ficcional donde se desenvuelve la trama. Casi tres décadas después, en 1927, el autor publicó otra novela, La sombra de la Casa Blanca, cuyo contenido se relaciona con la intervención de los Estados Unidos en Nicaragua. A fin de reforzar aun más esta postura del quehacer del escritor guatemalteco, se incluye un tercer momento de creación, con su texto ensayístico Nicaragua y el imperialismo norteamericano, producido a inicios de 1928, es decir, con meses de diferencia en relación con su segunda novela, ambas publicadas en la ciudad de Buenos Aires.3
El cambio de género literario de la novela al ensayo se explica, justamente, por su vocación de profundizar su pensamiento antiimperialista. El género ensayístico permitiría a este autor otro tipo de reflexión fundada en un organizado reconocimiento de las realidades que había presenciado y analizado a lo largo de la historia de América Latina. Sin embargo, en vista de que en la noción de antiimperialismo encontramos diversidad de significantes, no parece adecuado considerarla como un concepto permanente, sino como una noción relativamente débil, en la cual se han depositado ideas diversas acerca de cómo articular esa tensión entre nación e imperio en cada momento histórico.4

El problema. De su primera recepción hasta el debate contemporáneo

Contamos con dos inmejorables investigaciones para referirnos a la recepción de la novela El problema. La primera, de carácter documental, realizada por Iván Molina, en la que se recogen treinta entradas de comentarios de lectores de la novela, aparecidas en periódicos y revistas, entre 1899 y 1904. La segunda es de Verónica Ríos, quien evalúa y ubica esas lecturas provocadas por dicho texto.5
La novela El problema se publicó el 6 septiembre de 1899, su extensión constaba de 166 páginas y se vendió a 75 centavos. Fue precedida por una publicidad poco usual en aquella época para un texto literario: "Pronto saldrá a la venta El problema interesante novela por D. Máximo Soto Hall", presagiaba El Anunciador Costarricense, del 1º de septiembre de 1899. Más explícita era la nota publicada en La República, diario de la mañana, con fecha 6 de septiembre de 1899:

El problema. Saldrá muy pronto el libro de Máximo Soto Hall que llevará este título. No lo conocemos; pero según informes de amigos nuestros que lo han leído en cuartillas de combate merecedor de quieta lectura. Lo recomendamos, y después de leerlo, daremos nuestra opinión de él.

Varios fueron los periódicos que anunciaron su venta e invitaron a su lectura, prometiendo comentarios futuros. En un inicio se señaló que el contenido de la novela, "se trata del grave asunto de anexión a Estados Unidos", "el asunto de que se trata es de gran interés político social y creemos que llamará la atención".
En un primer momento y de modo muy general, se presagiaban lecturas posibles de un interés ineludible, no sólo para los expertos y los competentes, esto es, para los críticos, sino para aquellos que conformaban el espacio de formación de opinión pública, como eran los periódicos y las revistas costarricenses finiseculares decimonónicas. Luego se abrió un segundo momento en la recepción, el cual estuvo marcado por dos posiciones. Una, la de los que simpatizan con la previsión o juicio de la novela donde se anticipaba la absorción inevitable de Costa Rica, lugar ficcional donde ocurre el relato, por parte de los Estados Unidos. La segunda, compuesta por quienes, al contrario, entraron en desacuerdo con las conclusiones de la novela sobre la absorción e intervención de los Estados Unidos y de la raza anglosajona como inevitable. Obsérvese lo que uno de los lectores expresa de modo convincente:

El problema, tiene pues una conclusión concreta y tangible, Julio último representante de la raza latina (en América) muere aplastado por la locomotora de Mr. Crissey, símbolo de la expansión imperial de la raza anglo-americana. Todo eso está muy bien, lo repito -en la novela-; pero el poema de ud. no es un pasatiempo, si no de propaganda, la enseñanza capital que de él pudiera deducirse, la juzgo fatal de verdad, inconveniente y peligrosa: peligrosa, sobre todo, para los pueblos nuestros, para la juventud hispanoamericana. Hoy, que es tan común oír que se condena al desprecio y el oprobio a la raza latina, no sería extraño que cundiera en hispano-América la idea de nuestro propio desprecio, y que por indolencia o desaliento nos arrojáramos todos a morir bajo las ruedas de las locomotoras yankees, que se aprestan a invadir nuestro territorio.6

He anotado este comentario sobre El problema por ser una posición esclarecedora de lo planteado en la novela. La superioridad material como símbolo de la carrera imperialista emprendida por los Estados Unidos en Latinoamérica durante, al menos, los últimos veinte años del siglo XIX, representa, para el autor, la muerte de la raza latina, como efectivamente ocurre en el desenlace de la narración. El lector, sin embargo, juzgó peligrosa dicha conclusión, al menos en términos políticos, para la independencia y la soberanía de nuestros países, y agregó algo más, esto es, una representación del imperialismo que dejaba por fuera de él su contraparte: el antiimperialismo, que debía ser asumido por nuestros pueblos y por la juventud hispanoamericana.
Sin duda, una historia de los textos -en esto seguimos a Roger Chartier- es una historia de las diferentes modalidades de su apropiación; por otra parte, debe tomarse en cuenta que el mundo del lector es siempre, como dice Stanley Fish, el de la "comunidad de interpretación" a la que pertenece y que se define a través de un mismo conjunto de competencias, normas, usos e intereses.7 En este sentido, es significativo que Ríos Quesada, repasando las opiniones, lecturas y consumo de la novela por su primer público, repara en que no se usa el adjetivo antiimperialista, justamente el calificativo que suele identificar El problema desde la década de 1940. Se enfatiza, como lo hace Aragón, el imperialismo de los Estados Unidos, el carácter proyanqui de la novela, en el caso de Gil Mayorga, o sus méritos como advertencia. En ningún caso, sin embargo, utilizan el término antiimperialista, ni para referirse a la novela, ni para autocalificarse en sus artículos.8
No obstante, no es estrictamente necesario el uso del término para verificar la presencia de una actitud, una mentalidad. Para la obra de Soto Hall caben las palabras de Oscar Terán con referencia al éxito de Ariel, el cual resulta incomprensible sin inscribirlo al menos en dos líneas de lectura que lo cruzan literalmente. Por un lado, su emergencia en el interior de la corriente de alarma y repercusión ante "el peligro yanqui", que desde la guerra hispano-americana conmovía a vastos estratos políticos e intelectuales latinoamericanos. Por otro, la sensibilidad instalada por el modernismo rubendariano, movimiento que a su vez consonaba con el espíritu de la "reacción antipositivista", difundida en el escenario europeo en la última década del siglo XIX y con una recepción atenuada y desfasada, pero creciente, en América Latina.9 Es en este marco que debemos encarar la labor crítica de los textos primigenios de aquello que, tímida y débilmente, definimos como antiimperialista.

Los entornos de la segunda polémica

En el año de 1992, la Editorial Costa Rica publicó nuevamente la novela El problema. Esta vez, precedida por dos estudios literarios pertenecientes a Álvaro Quesada y a Juan Durán Luzio.10 Álvaro Quesada establece que a partir de esta novela se introduce en la literatura nacional costarricense e hispanoamericana, en general, lo que habrá de convertirse en uno de sus temas más importantes: las relaciones entre nuestra América y la América del Norte. Y, más específicamente, la posición ambivalente de la oligarquía liberal ante la crisis definitoria de la nueva época histórica en relación con la influencia económica y política de los Estados Unidos.11 Para ambos autores, la fecha en que se publicó El problema, 1899, es significativa desde el punto de vista histórico y literario, lo que inscribe a la novela dentro de la polémica sobre las posibilidades y los alcances de una literatura nacional, en el marco de consolidación de un Estado oligárquico.12
En 1899 se fundó, en Boston, la United Fruit Co., primer trust agrícola del mundo y futuro símbolo del imperialismo estadounidense en el Caribe americano, referente obligado de la novela antiimperialista centroamericana posterior a 1934.13 Tras la guerra de Cuba, Puerto Rico y Filipinas contra España, concluida una año antes, el subsiguiente Tratado de París, de diciembre de 1898, y a partir del 1o de enero de 1899, Estados Unidos se apoderó de las 7100 islas del archipiélago filipino y de Guam, en el Océano Pacífico, al igual que de los archipiélagos de Puerto Rico y Cuba. Lo anterior, junto con la anexión de Hawai, en 1898, y el constante incremento de su poderío económico y militar, transformó a los Estados Unidos de América en "una autentica potencia mundial".14
En 1900, José Enrique Rodó publicó en Uruguay Ariel, obra que expuso lo que consideraba los dos grandes bloques continentales en que la naturaleza dividió el continente llamado Nuevo Mundo. Es la visión de las dos Américas: la del sur, "nuestra América latina", frente a la América del norte; una contraposición dialéctica "entre el pensamiento y la sangre latina y el mundo anglosajón".15 Varios de los planteamientos esgrimidos por Rodó también se exponían, en forma narrativa, en la novela de Soto Hall. Estos planteamientos fueron nítidamente señalados por algunos de los lectores de la novela a fines del siglo XIX. Aunque su sentido fue materia de controversia.
Desde la perspectiva crítica de Álvaro Quesada, El problema se encuentra imbuido de la ideología liberal y positivista, introyectada desde las metrópolis en los intelectuales oligárquicos. En su fabulación y en su concepción de los personajes se sujeta a un estricto darwinismo determinista y mecanicista. Los conflictos que entraña el complejo fenómeno histórico del imperialismo se enfocan en la novela partiendo de una transposición mecánica al campo de la vida social de ciertas leyes naturales; según las cuales el más fuerte, o el más apto, debe destruir o someter a su dominio al más débil o menos apto. Así se legitiman, como mandatos de la naturaleza, las leyes del mercado o las normas de la civilización que garantizarían el mejoramiento de la raza o el progreso. La absorción de Centroamérica por los yankees aparece en la novela como producto del enfrentamiento entre dos razas: la latina, débil y enfermiza, "muy superior en espíritu, pero inferior en materia", y la sajona, inescrupulosa y cruel, pero pujante, práctica y dominadora.16
Una de las debilidades de esta novela, según Quesada, es la completa ausencia del pueblo como sujeto de resolución del conflicto, desplazándolo o ubicándolo en una cuestión meramente de carácter moral o apolítico de las oligarquías. Por último, Quesada nos plantea que Soto Hall intenta paliar con el distanciamiento y la ironía la lógica enajenada y autodestructiva del discurso nacional oligárquico. Así, el suicidio simbólico que cierra la novela no debía verse como una realidad inevitable, sino como una posibilidad utópica. La novela podía entenderse como una antiutopía admonitoria que, al formular las indeseables consecuencias a que llevaba el presente, procuraba generar las defensas necesarias para evitar que ése fuera el futuro; ello por cuanto la novela traslada su trama al año 1928, al mejor estilo de las obras de ciencia ficción, como recurso literario.
Hay otros dos autores que manifiestan su desacuerdo con las tesis de considerar El problema como antiimperialista. El primero de ellos es el historiador Rodrigo Quesada, quien de manera categórica expresa:

Para empezar, temo que calificar de antiimperialista la novela de Soto Hall es, por decir lo menos, bastante atrevido; atrevimiento que adjudico a sus exegetas del presente, más que al mismo escritor. A mi modo de ver, aunque no llega a ser proimperialista, la obra es un bien logrado panegírico aristocrático de un progresismo consecuentemente conservador.17

Y añade que en su lectura no encontró rasgo alguno de una clara posición antiimperialista, lo cual no significa que no la tuviera. Quesada avanza un poco más en una cuestión de fondo, específicamente, en la conceptualización del antiimperialismo y nos dice que:

No se es antiimperialista porque se esté contra la inversión extranjera. Por tanto el antiimperialismo, no es el resultado de la buena voluntad de un individuo o de un grupo que se arriesga a las herejías políticas en una sociedad definida.18

Atribuirle a Soto Hall el mérito de haber sido el primero en iniciar la novela antiimperialista en Hispanoamérica le parece a este autor una exageración, aunque esto no minimizaría la calidad artística de la obra. De manera contundente concluye que el antiimperialismo es una acción colectiva y no es desde la producción artística, exclusivamente, donde se formula.19
Una interpretación muy distinta es la del historiador Iván Molina, quien estudia en detalle cómo se fue construyendo El problema como novela antiimperialista a partir de un complejo proceso de lecturas diversas, realizadas por variados lectores, algunos de ellos críticos de envergadura, como David Vela, Vargas Vila, José Santos Chocano, Max Henríquez Ureña, Seymour Menton. En todo caso, la novela, que contó con varias ediciones en diversos países de América Latina, tuvo la virtud singular de abrir un nuevo debate, en la segunda mitad del siglo XX (una característica que escasas obras literarias del siglo XIX costarricense ostentan). En este segundo momento, fue nuevamente objeto de disputa con la participación de críticos especializados.

Máximo Soto Hall en la Argentina

Cuando aparecieron sus dos libros con contenido antiimperialista, separados por pocos meses, entre 1927 y 1928, Soto Hall estaba radicado en la ciudad de Buenos Aires, donde se desempeñaba como redactor en el diario La Prensa. No contamos con un estudio particular de aquella estancia en el país del sur. Sin embargo, referencias indirectas permiten comprender algunos rasgos de su vida intelectual y política, que sufre cambios significativos con respecto a sus años anteriores. Su permanencia en la Argentina coincide con una etapa de madurez -llegaba al filo de los cincuenta años, con una producción literaria abundante, lo que muy probablemente le permitía una inserción rápida en círculos políticos de izquierda y progresistas-. Allí logró cultivar un gran prestigio entre intelectuales y políticos, algunos de los cuales lo visitaban en su casa de manera constante. Viajaba por la geografía americana, financiado por la empresa periodística para la que trabajaba, dictaba conferencia sobre temas diversos y, muy especialmente, sobre asuntos argentinos y de la vida intelectual.
En 1927, recién llegado a Buenos Aires, Juan José Arévalo lo visitó. De este hecho logramos rescatar algunos recuerdos de sus conversaciones con Soto Hall que abonan sobre su nueva filiación política:

Panamericanismo rebelde el suyo, pues nunca pudo ocultar su antiimperialismo, principalmente ahora que César Augusto Sandino renueva desde las montañas de Nicaragua la batalla. Soto Hall es sandinista fanático y prepara algunos libros con mucho fuego contra el Coloso del Norte. Esta posición panamericanista antiyanqui engarza muy bien en el clima político argentino, pues desde Irigoyen la Argentina ensaya postura antagónica contra los Estados Unidos.20

Dos eran los libros que preparaba entonces Soto Hall. El primero, su novela a La sombra de la Casa Blanca, que apareció en 1927, y el segundo, Nicaragua y el imperialismo norteamericano, que salió al año siguiente. En mayo de 1928 subió a escena en el Teatro Ateneo de Buenos Aires la obra Sandino, de Soto Hall. Juan José Arévalo, Herrera Arrivillaga y el dirigente chileno César Godoy Urrutia asistieron al estreno. La velada fue un éxito, la sala estaba repleta de gente de letras, periodistas, políticos, historiadores y profesores. En las siguientes funciones, el público fue escaseando y la obra duró una semana en tablas, cuestión que Arévalo atribuyó a que "Quizá había en su texto demasiado asunto político de ambiente caribe. Quizá el énfasis antiimperialista no casaba bien con la literatura usual. Era teatro de trinchera, con escaso público callejero".
Soto Hall desarrollaba una intensa y activa vida política -siempre de acuerdo a Arévalo-, alentado por su segunda esposa Amy Miles, a quien se debe el rescate del escritor de su naufragio, años atrás, en los ríos de Baco. Frecuentes eran los encuentros en su casa para recibir a personalidades de la talla de Alfredo Palacios. El ambiente bonaerense donde vivía Soto Hall y su círculo más cercano se caracterizaban por el latinoamericanismo y el antiimperialismo de Alfredo Palacios. En esos años se hablaba de la unidad de América Latina con base en un nacionalismo americano, pregonado, principalmente, por Ricardo Rojas, o un nacionalismo continental, como gustaban decir los fundadores de Alianza continental a comienzos de 1927. Su principal expositor era Manuel Ugarte. Otros argentinos, como Ingenieros, Olazábal Quintana, Baldrich, creyeron que había llegado la hora de enlazarse en una grandiosa unidad política para combatir el peligro sajón. Palacios militaba junto a ellos e infundía respeto al movimiento.
La irrupción de Sandino en las Segovias electrizó a los intelectuales latinoamericanos, a quienes les pareció que había empezado la gran liberación. Soto Hall fue, para los argentinos, un fecundo surtidor de datos geográficos, históricos y políticos sobre Centroamérica y Las Antillas. El poderoso diario La Prensa, propiedad de una familia opulenta, no mostró escrúpulos en publicar como suyos, en editorial, los fogosos artículos, un poco retóricos, que redactaba el guatemalteco.21
Amy Miles lo apoyaba siempre. Versada en asuntos políticos, disponía de un bagaje cultural acopiado en lecturas personales. Ambos se movían dentro de un clima revolucionario social; en predios socialistas, pero un poco más allá del socialismo democrático. Eran estimados y agasajados por argentinos y exaltaban lo guatemalteco en esos medios como no lograron hacerlo los diplomáticos oficiales, cuando los hubo.

El Ensayo: Nicaragua y el imperialismo norteamericano

En 1928 Máximo Soto Halll publicó su ensayo dedicado a la intervención norteamericana en Nicaragua.22 Pasó de la ficción al ensayo, de la novela a la prosa de ideas. Quiso transmitir opiniones sobre la intervención norteamericana para el conocimiento y la discusión de sus lectores, donde se puede apreciar una conexión más estrecha entre esta forma y la vida social, política y económica en nuestros países hispanoamericanos.
El libro Nicaragua y el imperialismo norteamericano apareció editado en la Argentina por Artes y Letras Editorial. Contenía un subtítulo directo: Contraste entre la insolencia norteamericana y la vergonzosa tolerancia de los gobiernos de América Latina. El libro fue dedicado por su autor a sus colegas y rezaba: A los periodistas latinoamericanos que fieles a la sagrada voluntad de los pueblos, han defendido la causa de la justicia y del derecho en América. Con respeto y cariño. Al inicio del ensayo se fija una de las funciones del género: "Estamos en presencia de un hecho inaudito, de un crimen internacional sin precedente en la historia de América". Es clara, en fin, su actitud testimonial. Califica la ocupación norteamericana de Nicaragua "como un crimen, crimen de dimensiones sin precedentes en la historia de América que en su inventario guarda infinidad de quebrantamientos incluido el nada despreciable proceso de conquista y colonización de América por parte del imperio español" (7-8).
El autor va exponiendo, documentadamente, los crímenes cometido por los españoles, y los compara con los perpetrados por los Estados Unidos en Haití y en República Dominicana. Acusa a Washington por el atropello a la soberanía de los países en los que, en nombre de la amistad internacional, asesina a los que defienden su soberanía. De este modo, fue articulando itinerarios históricos de la lucha en América Central, como la victoria alcanzada en 1856 contra el filibustero William Walter, al que dedicó sendas páginas exaltando la valentía y heroicidad de algunos personajes destacados, como el presidente de Costa Rica Juan R. Mora.
Hace, sin embargo, una diferencia entre aquella situación de invasión del filibustero en Centroamérica y la que se estaba viviendo a comienzos del siglo XX, calificando a esta última de más grave, dado que se trata de la nación más poderosa del mundo que oprime y esclaviza a una de las más pequeñas. Reprocha a los diplomáticos hispanoamericanos en Washington que no atinaran a esbozar "ni un gesto de protesta, ni una palabra de censura, ni siquiera una insinuación amistosa". También extendió su crítica a la Unión Panamericana, organización encargada de velar por los intereses de los pueblos de América, por no buscar una salida digna al conflicto. La solidaridad con Nicaragua la ubica fuertemente en los sectores intelectuales, en cierto periodismo, en instituciones prestigiosas, en los maestros, en los trabajadores y en los más insignificantes exponentes de la vida nacional.
* Otro de los aspectos al que concedió atención el ensayista fue a los aliados internos del imperialismo norteamericano, representados en los sectores conservadores nacionales que desde 1909 desarrollaban una política de abyección y servilismo hacia los Estados Unidos. Atacó al delegado nicaragüense, representante del gobierno, en la VI Conferencia Panamericana, por su actitud de aislamiento. En un elocuente y bien logrado capítulo, pasó revista a lo que consideraba oportuno y positivo para el continente y emplazó a los delegados de las conferencias a recordar, como un deber, la pregunta:

¿por qué el presidente de Cuba y los delegados cubanos, no volvieron sus ojos a los manes sagrados de José Martí?, aquel que dijo: El oficio del continente americano no es perturbar el mundo con factores nuevos de rivalidad y de discordia, ni restablecer, con otros métodos y nombres el sistema imperial por donde se corrompen y mueren las repúblicas (129).

El ensayo termina con opiniones de personalidades estadounidenses -jurisconsultos distinguidos, diplomáticos que habían representado a su país en naciones latinoamericanas, profesores universitarios y periodistas- sobre los asuntos de Nicaragua, recurso y estrategia discursiva para establecer que el tema en estudio también conmovía un conglomerado humano más allá del propio continente latinoamericano. Al presentarlos, aclaraba que se podía conformar un volumen de muchos cientos de páginas con opiniones de distinguidos norteamericanos sobre la política seguida por el gobierno de los Estados Unidos en la América Latina.
En esos años, Soto Hall, como vemos, profesó un pensamiento unionista centroamericano. Cada vez que se refería al tema, hundía sus reflexiones en la historia de la región y alentaba una acción conjunta para la defensa de los comunes intereses. Es muy sintomático en este ensayo la advertencia de que el imperialismo y su contraparte, el antiimperialismo, no eran fenómenos que incumbían sólo a los latinoamericanos, sino que su alcance era universal. En él se puede observar la influencia de diversas vertientes antiimperialistas. La primera estaba encabezada por Manuel Ugarte, ubicada, temporalmente, hacia 1910. La prédica del argentino, y otras concurrentes, promovieron lo que podría llamarse la primera plantilla coherente, y básicamente completa, de la acción imperialista y colonialista en América Latina. Se condensaban en ella actitudes de superioridad, codicia y desprecio racista hacia los pueblos del sur.23
Varios fueron, en fin, los mecanismos que utilizó el autor para influir en los lectores, el yo es un nosotros, testimonio de una voluntad colectiva de la cual el escritor se siente parte e intérprete; es dialógico e intenta que el diálogo gire en torno de una actitud programática. Pretende, además, influir en la opinión pública y contribuir al esclarecimiento de muchas verdades.

La sombra de la Casa Blanca, su segunda novela

Esta obra, publicada en 1927 por El Ateneo de Buenos Aires, hasta lo que sabemos, no gozó de una gran recepción, ni por parte del público ni por parte de la crítica académica. No obstante, pudimos localizar dos comentarios suscitados al calor de su edición. Uno apareció en el periódico El Tiempo de Bogotá, reproducido en Repertorio Americano, del 18 de febrero de 1928, y el otro es de Miguel Ángel Asturias, también del mismo año.24
A pesar de la escasez de información con la que se cuenta sobre la acogida de la novela, se ha de suponer cierta circulación y recepción de la obra. Para fines del decenio de 1920, cuando se publicó, el autor era reconocido en la Argentina y en muchos países latinoamericanos, ya fuera por sus libros o como conferencista habitual en las principales capitales del continente y en algunas ciudades norteamericanas. El Tiempo, de Bogotá, anunciaba la llegada a esa ciudad de la novela del publicista centroamericano, cuyo contenido, decía, relataba, bajo la forma de una novela, el caso de Nicaragua caída en las garras de financistas yanquis. La crónica periodística invitaba a leer el libro de Soto Hall para conocer cómo procedían las finanzas norteamericanas apoyadas por su gobierno para adueñarse de un país, y el papel de instituciones, como la Unión Panamericana, en la consolidación del poderío de Wall Street. Notificaba, también, un detalle particular: La sombra de la Casa Blanca iba a publicarse desde el día siguiente en formato de folletín. El cronista puntualizaba:

no vaya a creerse que se trata de una obra árida: por el contrario el martirio de Nicaragua está envuelto dentro de una trama novelesca del mayor interés. El héroe del libro. Alberto Urzúa, es el mismo general Sandino que hoy combate a los yanquis.

Por último, se refería a que se trataba de un libro en clave, en el que giran, con nombres supuestos, todos los personajes que han actuado en este drama y anunciaba: "Mañana, para ilustrar al lector daremos la cifra de la clave". De lo que se desprende que la empresa periodística se aprestaba no sólo a publicar la novela por entregas, con lo que se aseguraba una lectura masiva, sino que pretendía, además, guiar la lectura, dando indicios de personajes y, probablemente, de acontecimientos narrados en el libro.
Pablo Valle, crítico contemporáneo de La Sombra de la Casa Blanca, comparte la interpretación de que era una novela en clave, pero tenía sus reservas sobre ese procedimiento: "Ilusión de fidelidad a la historia y cobardía de último momento. Esto puede ser especialmente verdadero en La Sombra de la Casa Blanca, que trata sucesos contemporáneos con un final negativo para la posición que el autor parece sostener".25 Un lector autorizado como Miguel Ángel Asturias se refería a la novela, en cambio, de modo ponderado y señalaba características más sobresalientes: falta de sorpresa, intriga casi infantil, narración perfecta. Rescata, sobre todo, su "palpitación patriótica". Según dice:

Esta reforma profunda de su personalidad que, lejos de hacer las de Chocano, que sigue defendiendo tiranías ayer a Estrada Cabrera y hoy a Leguía, se ha lanzado al gran mundo de las letras con su propio bagaje, ha conquistado un puesto entre los más envidiables y desde allí maneja la pluma, siguiendo las huellas de Ugarte, contra los conquistadores rubios.26

La sombra de la Casa Blanca lleva como subtitulo Libro de emoción, pasión, de verdad y justicia. 27 Cuatro adjetivos que acercan y advierten al lector de aspectos centrales de texto. Luego aparece el paratexto, en forma de epígrafes, que son marcas de visibilidad de la propuesta narrativa desde el punto de vista estrictamente político-ideológico. Se trata de, al menos, siete comentarios breves realzados por figuras eminentes, de nacionalidad norteamericana, que aluden, invariablemente, a algún tema en favor de la soberanía, el respeto, la no agresión, contra la explotación y la no intervención de los Estados Unidos en los países latinoamericanos.

La sombra de la Casa Blanca como novela antiimperialista

La trama de la novela se puede resumir con brevedad. Tres hermanos de origen nicaragüense, uno de ellos Alberto Urzúa, el héroe del relato, y dos hermanas, Carolina y Emma, viajan a los Estados Unidos luego de abandonar, por razones políticas, su país natal. Provenientes de una familia liberal, se ven envueltos en una serie de acontecimientos y procesos de adaptación y rechazo de las nuevas circunstancias que vivían, sin descuidar los sucesos propios de Nicaragua y la conflictiva relación de esta última con la política norteamericana. Un sinnúmero de acontecimientos se interrelacionan con este aspecto, creando personajes y situaciones diversas que llevan a Alberto Urzúa, junto con otros patriotas que están en el exilio, a preparar la lucha armada y una expedición para devolverle a Nicaragua su libertad. En el intento mueren todos los insurrectos, aplastados por el ejército y la intervención norteamericana, incluido un bombardeo en plena montaña donde operaba el grupo rebelde.
El narrador va construyendo sus personajes y pone en sus voces muchos acontecimientos trascendentales de la historia de Centroamérica, entre los que destaca la lucha emprendida contra los filibusteros, la cual es descrita con gran detalle. La guerra trajo un coste en vidas, orfandad, sacrificios y pobreza, pero aprendimos dos cosas inapreciables, dice el narrador por boca de don Santiago, padre de Alberto Urzúa:

primero nos convencimos prácticamente de que aunque separadas políticamente, las naciones de la América Central están unidas moralmente, tienen una sola alma en la que alienta, con todo vigor, el sentimiento más hondo de fraternidad, segundo, y esto es importantísimo nos dimos cuenta de dónde esta el peligro para nosotros. Ese gigante vecino del Norte es y será siempre una amenaza para los pueblos pequeños: "el político yankee, acentuaba, no en son de ofensa, sino de apreciación psicológica, con ruda bota claveteada o con guante de cabritilla, siempre tiene algo de filibustero" (20).

Éste es el tono de toda la narración, el conflicto abierto entre los Estados Unidos y Latinoamérica, y aboga por una de las tareas pendientes, aún hoy, para frenar dicho peligro: la unidad de los países de Centroamérica. Sentencia, asimismo, el carácter de malandrín, de bandolero en el político y la política de Norteamérica con respecto a otros países.
La narración esta llena de episodios que viven los personajes, que evidencian la admiración por los Estados Unidos, sobre todo su adelanto material, juntamente con la exposición de un conjunto de acontecimientos que los sumen en la confusión y la contradicción. Por ejemplo, Alberto Urzúa sabía de la política imperialista de los Estados Unidos, del incremento que tomaba día a día. Era tal la desazón en la que se encontraba, que no lo dejaba ver claro y que lo hacía debatirse ente la esperanza y la desesperanza. Decidido, entonces, a orientar sus ideas, pregunta a un compañero de trabajo, Amézquita, de origen guatemalteco, quien le explica:

Yo soy un poco dado a ver sombras. Óigame pues, pero poniendo mis opiniones a beneficio de inventario. La calle Wall, y bajo ese nombre cobijo a todos los grandes banqueros norteamericanos, y la Casa Blanca son la misma cosa: son una sola cosa: trabajan en común, se ayudan en todo, se aconsejan, se consultan, se complementan. La razón es obvia. El dólar es el árbitro supremo en este país. Es el regulador de la vida oficial y política, aún en las cuestiones más graves y trascendentales. Decide si debe pactarse la paz o si debe declararse la guerra, y ríase usted de la democracia y la justicia, que sólo suelen hacer de testaferro. El dólar sirve de base y fundamento, lo mismo a los tratados amistosos que a los mercantiles. Es el eje de los problemas internacionales y guía y norma de los diplomáticos estadounidenses, y en cuanto a nosotros, es decir, a nuestros pequeños países, de él dependen en absoluto nuestras relaciones con la gran república (58).

La cita anterior muestra cómo el narrador tenía una percepción muy clara de las relaciones entre poder económico y las cuestiones políticas. Hay, sin embargo, otros hechos que describe el narrador y que merecen destacarse. Se trata de un atentado en la calle Wall, el cual se achacó a los extremistas. Se aducía su culpabilidad por

[...] el escenario elegido, la arteria principal del barrio de los grandes negocios, donde en cientos de talleres se hila el oro con que la araña formidable del capitalismo norteamericano teje la tela con que envuelve al mundo. Frente a la casa de Morgan, príncipe del dólar cuya influencia se hace sentir en Europa y América, no sólo en lo económico sino en lo político [...] se había escogido el momento en que las calles, en ese sector del distrito poderoso, están llenas de gente, para que el número de víctimas fuera mayor y en consecuencia más imponentes el pánico que se produjera. No cabía punto a dudar: se trataba de uno de esos golpes de odio social de que sólo podían ser capaces los exaltados, sin respeto a las leyes ni humanas ni divinas (123).

Lo que viene después, en el mundo narrado, fue la condena y la demanda de justicia. La policía desplegó la búsqueda de los culpables, la prensa llenó sus páginas, informando y describiendo historias, se supo el número de víctimas con toda exactitud, se describieron pequeñas biografías de cada una de ellas, se hacían resaltar las circunstancias que más podían impresionar, se pintaban, con los más vigorosos colores, las escenas de dolor que habían tenido lugar en el teatro del crimen, era el torneo del periodismo en que cada uno quería sobresalir. Cientos de individuos fueron detenidos por sospechosos, miles de testigos declaraban a diario. Meses más tarde se descubrió que el crimen había tenido un origen casual. Una gran casa comercial, proveedora de explosivos, resultó, sin intención, ser la causante del siniestro, por un imperdonable descuido.

A modo de conclusión

Edward Said propone que para entender ciertas obras antiimperialistas parece indispensable, primero, leerlas como productos de la imaginación creadora e interpretativa y, luego, analizarlas dentro de las relaciones entre cultura e imperio; sostiene que si es posible desprenderse de una visión que relaciona de modo determinista a los escritores con la ideología, la clase o la historia económica, en cambio sí es necesario verlos inmersos en la historia de sus sociedades, ya que son modelados, a la vez que modelan, tal historia y experiencia histórica.28 La creación literaria de Soto Hall, las novelas y el ensayo antiimperialistas, muestran esos tallados concretos de dos momentos de la experiencia histórica imperialista. El primero de fines del siglo XIX y el segundo de los primeros treinta años del siglo XX.
El vocabulario de la cultura imperialista clásica está cuajado de palabras y conceptos como inferior, razas sometidas, pueblos subordinados, dependencia, expansión y autoridad. A partir de las experiencias imperiales, las nociones acerca de la cultura fueron clarificadas, reforzadas o rechazadas.29 Si observamos con detenimiento la evolución y las percepciones de estas palabras en el lenguaje de las narrativas que estudiamos, se aprecian los cambios, las variaciones, los énfasis, deslices o matices. Es por ello necesario pensar estas variaciones a partir de un concepto flexible de antiimperialismo, que nos permita adentrarnos en su propia historicidad, y no imponer, desde fuera o desde otro lugar, su conceptualización.
En otras palabras, desde un incipiente antiimperialismo que se comienza a fijar en la novela decimonónica El problema, aceptando que es la primera representación narrativa, ficcional, que alerta de los peligros de la absorción de una nación constituida por una raza superior y la permeabilidad de otra inferior, se nos presenta el marco donde opera esta primera narrativa. No se trata de una conceptualización de dicho fenómeno. El propio concepto "imperialismo" y su opuesto, el "antiimperialismo", aún no pertenecían al contexto lingüístico de la época. Hubo que esperar unos cuantos años para avanzar en esta última dirección. Por ello se puede explicar, también, la evolución en el uso de estas últimas nociones en su ensayo Nicaragua y el imperialismo norteamericano de 1928 y en la novela La sombra de la Casa Blanca, donde la enunciación es más coherente y sistemática, motivada por las modulaciones de la experiencia imperial en nuestros países. Si bien es cierto que debemos avanzar en estos corpus narrativos antiimperialistas, se hace necesario adelantar en las indagaciones narrativas imperiales y, con ello, ir completando el complejo panorama de las relaciones entre imperialismo y cultura en nuestro continente.

Notas

*Este trabajo fue presentado en el "Seminario Historia Intelectual" que se desarrolla en el Colegio de México, el 15 de junio de 2009. Agradezco al Dr. Carlos Marichal y a la Dra. Alexandra Pita, director y coordinadora del Seminario por la invitación para presentar y discutir el texto, mucho debo a esa reunión, los comentarios, las preguntas y divergencias manifestadas por los seminaristas y los invitados me permitieron precisar y corregir algunos de mis puntos de vista. En el Dr. Juan Durán Luzio tengo un interlocutor privilegiado para mí. Siempre dispuesto a escucharme y a darme consejos y pista para mejor leer y comprender los textos literarios, antes de escribir estas líneas conversamos largo y en profundidad sobre el tema. Agradezco a mi colega y alumna avanzada Lic. Marybel Soto por la revisión formal del texto.

1Los datos biográficos han sido tomados de una documentada secuencia realizada por Iván Molina en su trabajo El escritor guatemalteco Máximo Soto Hall y los problemas de su novela El problema (1899) sobre todo lo referente a los años anteriores de su partida a Buenos Aires, mimeo, pp. 204-222.         [ Links ]

2Francisco Albizúrez y Catalina Barrios, Historia de la literatura guatemalteca II, Guatemala, Editorial Universidad de Guatemala, 1999, p. 55.         [ Links ]

3Queda por investigar pausadamente la producción literaria de Soto Hall -durante casi tres décadas que separan su primera novela antiimperialista y la segunda-, el proceso de cambio ideológico que fue sufriendo en vinculación con su estancia en la Argentina a partir de 1920, y su incorporación inmediata a la empresa periodística La Prensa-muy probablemente en ese diario podríamos encontrar algunas pistas de esa evolución-. Lo cierto es que durante los primeros veinte años del siglo XX, su creación fluctuó entre la producción literaria, y el ensayo histórico sin muestra visible de producciones antiimperialistas. Esto último pertenece a la década siguiente, una novela, un ensayo y una obra de teatro dedicada a Sandino.

4Oscar Terán se refirió a las corrientes espiritualistas de principios del siglo XX, precursoras de las actuales nociones de antiimperialismo y analizó las maneras en que autores como Rodó y Darío conceptualizaron la influencia norteamericana en América Latina. Nos sugiere variadas preguntas sobre una categoría que, aunque escasamente elaborada en la reflexión académica, ha sido particularmente relevante en la dinámica política del siglo XX latinoamericano entre nación e imperio en cada momento histórico. Véase Aldo Marchesi, "Imaginación política del imperialismo: intelectuales y política en el Cono Sur a fines de los sesenta", en <http://www.tau.ac.il/index.php?option>, p. 1.         [ Links ]

5Iván Molina, La estela de la pluma: cultura impresa e intelectuales en Centroamérica durante el siglo XIX y XX, Heredia, EUNA, 2004,         [ Links ] y Álvaro Quesada, "El problema en el contexto costarricense", El problema, San José, ECR, 1992, pp. 1-45;         [ Links ] Verónica Ríos Quesada, "El impacto de la publicación", en Revista Istmo (en línea), 04, San José, julio-diciembre de 2004, pp. 1-18.         [ Links ]

6Cesar Borja (1899), en Iván Molina y Verónica Ríos, "La primera polémica que provocó El problema, novela del escritor guatemalteco Máximo Soto Hall. Una contribución documental", Revista Istmo (en línea), 03, enero-julio de 2002, p. 18.         [ Links ]

7Roger, Chartier, Pluma de ganso, libro de letras, ojo viajero, México, Universidad Iberoamericana, 1997, pp. 24-25.         [ Links ]

8Iván Molina y Verónica Ríos Quesada, "La primera polémica que provocó El problema...", op. cit., p. 9.

9Oscar Terán, "El Ariel de Rodó o cómo entrar en la modernidad sin perder el alma", en Liliana Weinberg (coord.), Estrategias del pensar I, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010, pp. 45-46.         [ Links ]

10Ambos autores tienen contribuciones de primer orden en el estudio de la literatura costarricense e hispanoamericana. Quesada se había pronunciado sobre la novela en 1984, en un artículo titulado "El problema. Primera novela antiimperialista"         [ Links ], y Durán Luzio lo hizo un año más tarde, en 1985, en "Estados Unidos versus Hispanoamérica: en torno a la novela del 98. Soto Hall", aparecido en la revista de Casa de las Américas.         [ Links ]

11Álvaro Quesada, "El problema en el contexto costarricense", El problema, San José, ECR, 1992, p. 13.

12Ibid.

13Ibid.

14 Luis Suárez, Un siglo de terror en América Latina, La Habana, Ocean Sur, 2006, pp. 34-40.         [ Links ]

15María Andueza, "Los hijos de Ariel", Cuadernos Americanos 85, enero-febrero de 2001, p. 39.         [ Links ]

16Álvaro Quesada, "El problema en el contexto costarricense", op. cit., p. 14.

17Rodrigo Quesada, "El problema del imperialismo en máximo Soto Hall", revista Letras Nº 25-26, Heredia, Costa Rica, Universidad Nacional, 1998, p. 45.         [ Links ]

18Ibid., pp. 49-50.

19Ibid., p. 53.

20Juan José Arévalo, La Argentina que yo viví 1927-1944, México, Costa-Amic Editor, 1974, p. 37.         [ Links ]

21Juan José Arévalo, La Argentina que yo viví 1927-1944, op. cit., p. 59.

22Máximo Soto Hall, Nicaragua y el imperialismo norteamericano, Buenos Aires, Artes y Letras Editorial, 1929 (a partir de aquí         [ Links ], las páginas entre paréntesis en el texto son citas de esta obra).

23Carlos Real de Azúa, "Ante el imperialismo, colonialismo y neocolonialismo", en Leopoldo Zea (coord.), América Latina en sus ideas, México, Siglo XXI, 1986, pp. 274-275.         [ Links ]

24 Como ya afirmamos, es necesario emprender un estudio profundo sobre Soto Hall en la Argentina, pues posiblemente arrojaría nuevos datos y revelaciones sobre su actividad periodística e intelectual en esa nación. Allí se publicaron varios de sus libros y fue un redactor de crónicas y ensayos periodísticos totalmente desconocidos por la crítica literaria e histórica hasta el momento. Es por ello que nuestras observaciones sobre el autor y su obra deben considerarse provisorias y parciales.

25Pablo Valle, "El puente y La sombra, dos novelas ¿antiimperialistas?" (en línea), s/f, p. 12.         [ Links ]

26Miguel Ángel Asturias, "La sombra de la Casa Blanca por Máximo Soto Hall", París 1924-1933 periodismo y creación literaria, Madrid, Unesco, Colección Archivos, 1988, p. 2.         [ Links ]

27Máximo Soto Hall, La sombra de la Casa Blanca, Buenos Aires, El Ateneo, 1927 (a partir de aquí         [ Links ], las citas del libro figuran con el número de páginas entre paréntesis).

28Edward Said, Cultura e imperialismo, Barcelona, Anagrama, 1996, p. 26.         [ Links ]

29Ibid., p. 44.

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