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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.14 no.1 Bernal June 2010

 

RESEÑAS

Irina Podgorny,
El sendero del tiempo y de las causas accidentales. Los espacios de la prehistoria en la Argentina, 1850-1910,
Rosario, Prohistoria, 2009, 336 páginas

Lamento tener que repetirme al iniciar el comentario sobre este libro,1 volver a proclamar, casi, que un texto como éste es un motivo de asombro y satisfacción ante la altísima calidad que pueden alcanzar los estudios de historia, antropología y otras ciencias humanas (menciono en passant mi propia disciplina, la historia del arte) en la Argentina. En rigor de verdad, debería dejar a un lado, y de manera definitiva, el asombro. Pues recuerdo varios volúmenes de la última década con los que nuestro trabajo de hoy forma brillante constelación: Malosetti, Siracusano y Penhos en la historiografía de las imágenes, Devoto en la historia intelectual y política de los años 1910- 1940, Sabato en la historia política y social de la organización nacional, Lorandi en la historia social, religiosa y los estudios de familia en el Perú, el Alto Perú y el noroeste argentino durante el siglo XVIII, De Asúa y Hurtado en su obra común sobre la difusión de las teorías de Einstein en la Argentina, Wright en la historia de los qom y en la antropología cultural del Chaco argentino y, por supuesto, Oscar Terán y su opus postumum inigualable sobre la historia de las ideas argentinas.2 Es necesario agregar ahora El sendero del tiempo a modo de piedra miliar de la historiografía de la ciencia en nuestro país. Las virtudes del libro y los buenos motivos para entregarse a su lectura son tantos que trataré de ordenarlos y condensarlos en un puñado, con el fin de que mi reseña no se convierta en esas duplicaciones abismales de un texto a las que se refirió Borges cuando habló del prólogo de Cansinos Assens a las Mil y una noches o de las glosas dantescas reunidas por Vellutello a mediados del siglo XVI.

1) Igual que los ejemplos de los otros autores que acabo de mencionar (y creo señalar, en este sentido, un rasgo común importante), Podgorny dedica más de un tercio del libro a exponer problemas de la historia europea y norteamericana y lo hace, no sólo de un modo exhaustivo, actualizadísimo, en cuanto al conocimiento de la bibliografía (la autora ha leído todo lo escrito acerca de la ciencia occidental y la organización de los museos entre la Revolución Francesa y la Primera Guerra Mundial), sino que lo hace con aproximaciones frescas, recorridos originales que iluminan el saber histórico acerca de la ciencia decimonónica, de sus ideas, de sus prácticas, de sus proyecciones institucionales en las universidades y en las formas múltiples de las exhibiciones públicas del saber colectivo de la humanidad. Por ejemplo, hasta donde alcanza mi frecuentación de estos problemas, entiendo que los escritos de Adolf Meyer, director del museo de Dresden, sobre las instituciones hermanas de la suya que él mismo visitó en el filo del siglo XX, aparecen aquí por primera vez analizados en profundidad y relacionados con la historia de la museografía y de la antropología en Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. Creo asimismo que el relato de los aspectos gnoseológicos y sociales involucrados en el debate sobre las edades de la prehistoria en torno a la figura de De Mortillet, lo mismo que la presentación de las ideas de Flinders Petrie sobre la legitimidad del conocimiento antropológico construido a partir del proceso de la excavación, son páginas radicalmente originales en el panorama actual de la historiografía de la ciencia. Pero, claro está, lo más interesante de esta incursión erudita y creativa en las cuestiones europeas o, mejor dicho, euroamericanas y atlánticas del campo de la historia que cultiva Irina es que los temas argentinos y sudamericanos, que nuestra autora explora, descubre y reconstruye con la minucia del historiador avezado y consagrado, se desarrollan y se explican mucho mejor a partir de esas articulaciones en el horizonte de la civilización occidental. Recalco la dimensión del descubrimiento, del poner a nuestra disposición cosas nuevas que antes desconocíamos y que ahora vemos mejor iluminadas, mejor integradas con otros cuadros de la realidad argentina del pasado, el de su vida política, el de su producción artística y cultural. Me atrevo a decir que no sólo el estudio de los temas argentinos gana a partir de su integración a la historia de los grandes centros políticos y culturales del Occidente moderno, sino que esta misma historia del main stream se ve reconfigurada como nunca pudimos haberlo sospechado antes de que Irina nos expusiera el resultado de sus investigaciones y de su interpretación de tales problemas.

2) Por supuesto, el núcleo duro, y áureo a la vez, de El sendero del tiempo reside en la consideración de los temas argentinos que abarca:
i) los viajes y el establecimiento de europeos en el Plata en busca de fósiles, especialmente los señores Séguin y Bravard, y sus relaciones con Burmeister, director del Museo Nacional;
ii) la acción de la Sociedad Científica y del ministerio de Justicia e Instrucción Pública (especialmente de Onésimo Leguizamón en los años '70 del siglo XIX) en todo el territorio nacional, con el fin de crear y controlar colecciones de fósiles destinadas a museos y exposiciones públicas; fue también el momento de la actividad inicial de Florentino Ameghino;
iii) la presencia de los científicos argentinos en París con motivo de la gran Exposición Internacional de 1878, el envío de una colección argentina y la larga estancia de Ameghino en Francia;
iv) el compromiso del Instituto Geográfico Argentino en las exploraciones del centro y norte del país y los efectos de la larga visita de Ameghino a Córdoba;
v) el tema fundamental del libro, a mi juicio: los edifi cios, la política de colecciones y de investigación científi ca en La Plata (con Francisco P. Moreno a la cabeza, cuyas cercanía y posterior ruptura con Ameghino son largamente tratadas en el capítulo) y en el Museo Nacional (en medio de los avatares políticos que rodean a la institución durante las direcciones de Burmeister, Carlos Berg y el propio Ameghino, director tardío de 1902 al año 1911 de su muerte);
vi) el gran debate sobre la antigüedad del hombre americano, especialmente en el Plata, y lo que Irina llama los "precursores argentinos" de la humanidad; la invención del Tetraprothomo argentinus y del Diprothomo platensis por Ameghino; la discusión sobre la legitimidad científica de los hallazgos de la familia Ameghino debido a la ausencia regular de Florentino, el científico que estudiaba los materiales y sacaba las conclusiones, durante las excavaciones en los yacimientos. En este apartado, resulta magistral la descripción de los vínculos entre Florentino y su alter-ego en Brasil, el doctor Von Ihering, y de cómo éste se aleja de las posturas del argentino respecto de los homines argentinus y platensis. No me parece exagerar si digo que todo nuestro conocimiento de la historia de la paleontología en la Argentina ha sido dado vuelta como un guante por este libro. Hemos pasado, gracias a él, de la narración mítica de los hechos a la narración histórica y racional (se trata de un giro casi viquiano, diría yo) de cómo fue el primer gran desarrollo de las ciencias naturales en nuestro país. Ameghino ha dejado de ser una suerte de santo laico incomprendido o bien un charlatán, para ser un hombre de ciencia que se autoformó y transformó al calor de sus luchas con otros hombres, con los contextos institucionales y las atmósferas intelectuales, con sus propios intereses endogámicos, quizás mezquinos, pero que no cesó de medirse también con un ideal de la ciencia al que nunca dejó de servir en el espíritu y en la mayoría de las prácticas. Por lo que Ameghino sigue siendo un intelectual argentino a quien debemos gratitud y recuerdo.

3) Podgorny ha prestado atención especial a una vertiente inesperada de estos fenómenos, la vertiente que podríamos denominar "cómica" del asunto y que se desprende, no sólo del análisis de caricaturas de aquel tiempo que ella emprende, siguiendo quizás los caminos abiertos en este horizonte por Malosetti y su interés hacia la figura de Cao o por Sabato y el empleo de los periódicos humorísticos como fuentes importantes de sus reconstrucciones de "la política en las calles", sino que, gracias a Irina, percibimos instalada en el corazón de las discusiones de ideas y de procedimientos científicos. Ejemplos: los ataques de Ramón Lista contra Ameghino, analizados en la página 143; los vaivenes de la administración pública y del Congreso ante el peligro de derrumbe de la sede del Museo Nacional en la calle Perú; los reportajes alrededor de la colección de Guido Bennati, comendador de la Orden del Gran Mogol, publicados en La Patria Argentina en 1883, incluidos en el apéndice 3 del libro y que resultan francamente desopilantes. Gracias a Irina conocemos mejor las relaciones entre ciencia, sátira y comedia, de las que algo hemos vislumbrado hasta ahora sólo en los casos de la polémica copernicana protagonizada por Galileo y del debate cultural desatado por el evolucionismo de Darwin. Hay allí una veta extraordinaria para estudios futuros.

4) El libro de Podgorny me estimula a pensar en otras articulaciones, otras visiones comparativas sugeridas, además, por mis viajes dichosos a los países anglosajones que, muchas veces, suelen compararse con la Argentina para aludir al fracaso o retraso de nuestra experiencia a partir de la segunda posguerra. Me refiero a Australia, Canadá y Nueva Zelanda, por supuesto, donde encontré, sólo empíricamente hasta ahora, grandes parentescos con la historia argentina cuyo canon estableció Irina en este libro. Los parangones que propongo se refieren al Australian Museum, fundado en Sydney en 1845 por el Secretario británico de las Colonias, el conde de Bathurst, un museo de historia natural y de antropología desde el principio. Al Royal Ontario Museum (ROM) en Toronto, Museum of Natural History and Fine Arts en 1857, de Historia Natural y Etnología a partir de 1912, dependiente de la Universidad hasta 1968, cuyo nuevo edificio en los '30 exhibe paralelos arquitectónicos y estilísticos notables con el "Bernardino Rivadavia" del Parque Centenario. Al Auckland Museum, asociado a los estudios universitarios en el siglo XIX, que a partir de 1920 asumió el papel de un War Memorial Museum. Desde ya que la comparación con el fenómeno brasileño y la historia del Museu de História Natural que funciona en el antiguo Palacio San Cristóbal de los emperadores en Río enriquecería todavía más el panorama. Por todo eso y por las promesas de Irina sobre la colección que ella dirige en la casa editora que publica Los senderos del tiempo, tengamos la esperanza casi segura de que esta historia continuará. Vayan las felicitaciones más entusiastas al editor Darío Barriera y a sus colaboradores, por la calidad material y estética del objeto que tenemos entre las manos.

José Emilio Burucúa

UNSAM

Notas

1Este texto fue leído en la presentación del libro de Podgorny, el 8 de abril de 2010 en el Museo Etnográfico, junto a los tres primeros libros editados dentro de la colección "Historia de la ciencia" que la autora dirige; agradecemos al Dr. Burucúa la posibilidad de reproducirlo como reseña. (N. de los E.)

2Gabriela Siracusano, El poder de los colores. De lo material a lo simbólico en las prácticas culturales andinas. Siglos XVI- XVIII, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005;         [ Links ] Laura Malosetti Costa, Los Primeros Modernos: Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003;         [ Links ] Marta Penhos, Ver, conocer, dominar. Imágenes de Sudamérica a fines del siglo XVIII. Buenos Aires, Siglo XXI, 2005;         [ Links ] Fernando J. Devoto, Nacionalismo, Fascismo y Tradicionalismo en la Argentina Moderna - Una Historia, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002;         [ Links ] Hilda Sabato, La política en las calles, entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880, Buenos Aires, Sudamericana, 1998;         [ Links ] Ana María Lorandi, Poder central, poder local: funcionarios borbónicos en el Tucumán colonial: un estudio de antropología política, Buenos Aires, Prometeo, 2008;         [ Links ] Miguel De Asúa y Diego Hurtado de Mendoza, Imágenes de Einstein, Buenos Aires, Eudeba, 2006;         [ Links ] Pablo Wright, Ser-en-el-sueño. Crónicas de historia y vida toba, Buenos Aires, Biblos, "Culturalia", 2008;         [ Links ] Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.         [ Links ]

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