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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.14 no.1 Bernal jun. 2010

 

RESEÑAS

Jorge Francisco Liernur con Pablo Pschepiurca,
La red austral: obras y proyectos de Le Corbusier y sus discípulos en la Argentina, 1924-1965,
Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2008, 429 páginas

En los orígines de este libro, más de tres décadas atrás, hay una imagen, una inquietud, y una iniciativa. La imagen es la misma que adorna la tapa ahora: el clásico dibujo de cinco torres brillando sobre el río, reflejadas en el agua y relucientes contra un cielo de estrellas. Es el resumen icónico del plan que Le Corbusier formuló para Buenos Aires después de su visita en 1929.
La inquietud es por lo que había detrás de la imagen, el plan en sí y la compleja trama de propuestas, debates, alianzas y conflictos que lo rodeaba. En las décadas que siguieron a la visita, Le Corbusier, sus planes, y sus propuestas arquitectónicas pasaron por varios ciclos de interpretación dentro de la arquitectura local. Fueron vistos primero como utopía irrealizable, luego como transformación ineludible, y finalmente como imposición alienada. Cuando Le Corbusier murió en 1965, su figura había adquirido unos significados densos y contradictorios en el ámbito local. Dos incidentes ocurridos en el primer aniversario de su muerte, relatados en el epílogo del libro, dan cuenta de la vigencia y las contradicciones de su figura. Mientras en una plaza céntrica un grupo de estudiantes de arquitectura organizaron un homenaje relámpago al maestro, revindicándolo como paladín del pensamiento transformador y a la vez registrando su primera protesta contra la dictadura de Onganía, en el mismo día, el propio dictador Onganía recibía de las manos de arquitectos que se definían como herederos de Le Corbusier el finalmente concluido plan de Buenos Aires. El modernismo corbusierano era a la vez una incitación a la revolución y un llamado al orden.
La iniciativa que se realiza con este libro surge de la voluntad de los autores, primero de Jorge Francisco Liernur y luego de Pablo Psepiurca, de dar cuenta de esa complejidad e ir más allá de las interpretaciones esquemáticas, simplistas, y a menudo panfletarias de la obra de Le Corbusier y sus díscipulos vigentes treinta años atrás. Ellos se propusieron indagar en las fuentes primarias, empezando por los archivos de Le Corbusier, para construir una visión más compleja, sutil y convincente de la acción y las propuestas del maestro y sus discípulos rioplatenses, que se organizaron en el grupo Austral.
Cuando los autores empezaron, no tenían claro cuán productiva, ni cuán compleja, les resultaría esa iniciativa. Seguramente tampoco intuían cuánto tiempo tardarían en concluirla. Con los años se fueron abriendo otros archivos, sobre todo los de Jorge Ferrari Hardoy, quien junto con Juan Kurchan y el exiliado catalán Antonio Bonet fueron los discípulos más cercanos del maestro. También se fueron abriendo otras líneas de investigación. Esta iniciativa se convirtió en una usina de ideas y estudios, inspirando a lo largo de los últimos veinte años numerosos artículos de ambos autores, artículos que marcaron época, no sólo por cómo cambiaron el debate dentro del campo disciplinario sino también por cómo expandieron el campo mismo en direcciones insospechadas, estableciendo fuertes enlaces con la historia urbana, la cultural, y la intelectual. Mientras tanto, Pschepiurca se dedicó a la arquitectura, ganando concursos y diseñando interesantes torres en Buenos Aires, y Liernur se convirtió en uno de los principales historiadores y críticos de arquitectura de Latinoamérica. Además de escribir media docena de libros y quizá un centenar de artículos, Liernur fue maestro de una nueva escuela de estudiosos, que prácticamente reinventaron el campo de la historia urbana en la Argentina. Sus trabajos tuvieron también fuertes impactos en la historia cultural y social, por su innovación en términos de archivo, de metodología y de hipótesis. Cabe poner especial énfasis en la capacidad de Liernur y otros de promover convergencias entre historiografías que en otras latitudes siguieron rumbos divergentes, como ejemplifica el hecho de que este libro sea reseñado en una revista de historia intelectual, mientras que investigaciones paralelas en el Atlántico Norte, como los trabajos de Eric Mumford sobre el modernismo de los CIAM, han merecido muy poca atención fuera del ámbito específico de la arquitectura. En fin, lo que empezó como un ejercicio solitario, y contra la corriente, termina como culminación de una vasta y enriquecedora obra colectiva.
Este libro se levanta sobre los cimientos de los artículos ya publicados, y de hecho algunos capítulos los siguen casi textualmente. Pero juntar todos estos artículos entre dos tapas, con un argumento central sinuoso pero riguroso, los cambia de manera fundamental. Ya no tenemos hallazgos sugerentes, correcciones parciales o intervenciones polémicas, sino un analisis completo de las figuras centrales de la arquitectura modernista argentina, y de un momento y objeto clave en su emergencia, el plan de Buenos Aires. El libro ofrece una exploración compleja de una red de relaciones entre Le Corbusier, sus discípulos y la ciudad de Buenos Aires.
Tiene dos ejes fuertes. Primero, traza los orígenes, contornos y consecuencias del Plan de Buenos Aires de Le Corbusier, desde los primeros bocetos hechos en su visita de 1929, pasando por el proyecto elaborado con Ferrari Hardoy y Kurchan en París en 1937-8, y terminando en el fallido intento de implementarlo por parte del gobierno de la ciudad, bajo la dirección técnica de Ferrari Hardoy y Bonet, en 1947-9. Segundo, examina la obra de los discípulos rioplatenses más importantes del maestro -Ferrari Hardoy, Kurchan y Bonet- en los cruciales años cuarenta, entre su estadía en París elaborando el plan y su intento de llevarlo a cabo en Buenos Aires. En ese breve tiempo formaron el grupo Austral, un intento de poner en marcha una amplia visión de modernismo radical, y también produjeron una impresionante obra construida, en diálogo con Le Corbusier pero con peso propio y en definitiva una orientación bien propia. Entonces, hay partes de esta historia en que Le Corbusier es el "protagonista exclusivo" y otras donde su intervención fue "nula", pero como afirman los autores "ninguna de estas obras y proyectos puede entenderse totalmente sin tener en cuenta los estrechos vínculos de sus autores con el Maestro europeo".
La manera tradicional de pensar esta historia ha sido bajo la figura de "influencia": la aplicación en Buenos Aires, de forma más o menos fiel, de un conjunto de ideas concebidas en París. Los autores rechazan este procedimiento, con toda razón. Sostienen que "el poder no reside en un único centro desde el que se desplazan [...] la información y las metas que orientan las acciones", sino que hay una "pluralidad de centros actuantes". El libro no intenta medir la difusión de un modelo ya establecido, sino que analiza el desarrollo complejo, combinado y desigual de un conjunto de ideas. En vez de "influencia", los autores prefieren hablar de "transformación", como el proceso químico "que sobreviene a la introducción de un reactivo en una sustancia dada y de por sí inerte" (pp. 22-23). Para los autores, "la idea de transformación supone que en el cruce de ambas sustancias se producen intercambios, pero también desapariciones bruscas y apariciones inexistentes previamente" (p. 23).
El libro consiste de trece capítulos, ordenados en forma cronólogica, con una introducción y un epílogo. A nivel conceptual, se podría dividir en tres partes. La primera, capítulos 1 a 6, examina la densa trama que llevó a Le Corbusier a producir un plan para Buenos Aires, desde su visita en 1929 hasta la elaboración del plan en París en 1937, junto a los jóvenes arquitectos argentinos Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan. La segunda, capítulos 7 a 11, sigue a esos dos arquitectos cuando vuelven a Buenos Aires y forman, junto al exiliado catalán Antonio Bonet y otros jóvenes afines, el grupo Austral, un proyecto de vanguardia modernista. Aunque el grupo durará poco en términos formales, sus integrantes marcarán época con una serie de obras inovadoras que van desde el sillón BKF y varios edificios en Buenos Aires hasta las propuestas de planificación para Mendoza y San Juan. La tercera parte del libro, capítulos 12 y 13, examina en detalle los desencuentros del maestro y sus discípulos en el terreno de la concreción, durante la breve pero intensa experiencia de intentar llevar a cabo el plan para Buenos Aires con el apoyo del gobierno peronista, y la dilatada construcción de la única obra de Le Corbusier en la Argentina, la casa Curutchet en La Plata.
Con toda su amplitud de perspectivas, el libro tiene un centro de gravedad clarísimo, el plan de Le Corbusier y discípulos para Buenos Aires. Son las transformaciones de ese plan las que forman el eje del libro, tanto por su importancia en las vidas de los personajes como por su centralidad en el argumento que proponen los autores. Todas las propuestas de Le Corbusier, inclusive la casa Curutchet, se sitúan dentro de esa visión mayor. Por otra parte, muchas de las obras de Austral, sobre todo sus primeros tres edificios en Buenos Aires, también encierran claves de solución urbana, que no se reduce a la proliferación indiscriminada de pabellones individuales, como podría pensarse, sino que supone una fina y sofisticada respuesta a la ciudad existente y los debates corrientes.
Algo evidente a lo largo del libro, y especialmente en los capítulos centrales sobre el plan de Buenos Aires y los primeros años del grupo Austral, es la íntima familiaridad de los autores con la trama de esos años, la capacidad de síntesis y análisis desarrollada a lo largo de la investigación. Tal vez los mejores capítulos del libro sean los que versan sobre la fundación de Austral y las obras pioneras de sus miembros, particularmente el atelier de Suipacha y Paraguay, el edificio de Virrey del Pino y el sillón BKF. Los autores manejan con soltura una serie de influencias y convergencias, desde el rol del surrealismo hasta las desventuras de la propiedad intelectual sobre diseño de muebles, ofreciendo una mirada compleja sobre una etapa densa de acontecimientos.
Cuando los autores siguen el viraje del modernismo hacia el interior del país, en los capítulos sobre los planes de Mendoza y San Juan, los resultados son intrigantes pero también algo frustrantes. Es posible encontrar en esta parte del libro material novedoso, no publicado antes, y su inclusión cambia la visión del conjunto, sobre todo el enfoque porteño de la mayor parte de la obra del grupo. Pero estos capítulos también son más frágiles a nivel narrativo y el argumento del libro se difumina un poco. Hay algunos errores menores en el capítulo de San Juan -Emilio Cantoni en vez de Federico, Domingo Monzón en vez de Morón, Desesperados en vez de Desamparados, un geólogo que se opuso al traslado de la ciudad citado como apoyo clave-, pero más allá de eso hay también una sobreabundancia de siglas, grupos y tensiones que no se explican del todo. Si bien la presencia y la fuerza de estos capítulos dan cuenta de la importancia del viraje al interior en la trayectoria de los corbusianos argentinos, la actuación de los estados provinciales y nacional se ve con menos claridad. Aquí los detalles abruman, los acontecimientos se aceleran, y si bien el texto logra transmitir la sensación de creciente perplejidad y desazón que caracterizó la experiencia de los jóvenes arquitectos, falta la confiada voz de análisis para situar claramente las líneas de conflicto principales.
Cabe aclarar también que, por mucho que los autores se esfuerzan por situar la historia de la arquitectura dentro de la historia urbana, cultural e intelectual argentina en sentido amplio, una plena comprensión de este libro requiere cierta formación arquitectónica previa. La densidad de la producción sobre la figura de Le Corbusier hace que los autores puedan concentrarse mejor en los puntos directamente conectados con la Argentina y con sus ideas cambiantes sobre la ciudad, sin extenderse mucho en explicaciones generales de su obra. Esto produce un argumento más preciso, y en muchos puntos más incisivo, pero también requiere trabajo previo de parte del lector. Cuando se refiere a su proyecto de montar al norte de Buenos Aires un barrio a partir de variaciones de la Ville Savoie, por ejemplo, no hay referencias más específicas ni imágenes de esa obra icónica de Le Corbusier. Para cualquier persona que haya pasado por un taller de arquitectura, esa sola referencia basta, pero para la audiencia más amplia a la que este libro quiere llegar, esas y tantas otras referencias a obras, libros, y virajes específicos en la trayectoria de Le Corbusier casi obligan a consultar textos de referencia.
Sin embargo, más allá de estos aspectos puntuales, este libro es un hito en la historia de la arquitectura, de la ciudad, y de la cultura urbana, una joya por la lucidez de su argumento, la sofisticación de su planteo y la delicadeza de su manejo de fuentes. Es un punto de llegada para la historia de Le Corbusier y sus seguidores modernistas, y un punto de partida para la futura historia de la ciudad y la arquitectura, en Buenos Aires y mucho más allá.

Mark Alan Healey

University of California, Berkeley

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