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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.14 no.2 Bernal dic. 2010

 

DOSSIER

El 80, nuestro 48

Adrián Gorelik

Universidad Nacional de Quilmes / CONICET

"Sería un gesto anacrónico complacerse hoy en una especie de fácil escándalo retrospectivo. Un sistema de lectura es a la vez una máquina para descubrir y una máquina para ocultar."
Beatriz Sarlo, "Los dos ojos de Contorno", 1981.

Comienzo recordando la cita de Beatriz Sarlo -seguramente el primer intento de entender el "sistema de lectura" de Contorno, compartido con aquellos que estaban reponiendo el lugar de esa revista y de David Viñas en la historia de las ideas argentinas como soporte clave de su propia tarea de renovación desde fines de la década de 1970-, porque me parece que es una excelente guía para la comprensión de un texto clásico.1 Sarlo lo decía a propósito de, entre otras cosas, la imposibilidad de los contornistas de leer a Borges, y lo podríamos repetir a propósito de otras cuestiones que hoy es fácil advertir en Literatura argentina y realidad política. Sin embargo, uno de los aportes de la discusión en este Seminario fue poner en evidencia que no es tan sencillo colocar este libro en el anaquel de los clásicos, especialmente por su funcionamiento ya no como referente de la historia cultural, sino dentro del campo más específico de las aulas de Letras, donde como resultado de su cristalización en fórmulas de compromiso para consumo masivo, ha permanecido en una actualidad forzada, que llama a la contestación -ya no anacrónica, por lo tanto, de acuerdo a las operaciones que el mismo Viñas y sus seguidores han realizado con las diferentes versiones del libro a lo largo de estas tres décadas.
Para muchos de quienes estamos fuera de ese ámbito, en cambio, es su primera forma de 1964, reeditada textualmente en 1982, la que aparece como una de las fuentes principales en la construcción de las nuevas perspectivas de historia cultural de las cuales somos todavía deudores; y aquí sí puede pensarse como un clásico, es decir, justamente, como un libro que tiene la capacidad de cambiar a través de las nuevas lecturas -y pareciera que para que ello ocurra, paradójicamente, el libro mismo tiene que mantenerse estable, cosa que los editores de 1982 demuestran haber advertido al tomar la decisión de volver al texto originario. Visto desde este ángulo, resulta indudable que Literatura argentina y realidad política abrió zonas de historicidad muy potentes, construyó figuras -con esa disposición demiúrgica a nombrar propia de la tradición ensayística- a las que no cabe sino remitir desde entonces, y enseñó a leer la literatura argentina entendiendo -de modo típicamente contorniano- el estilo como síntoma; realimentó, en suma, la centralidad que la literatura tuvo siempre en el sistema cultural argentino, poniendo en juego una nueva inteligencia critica para descifrar, a partir de ella, el conjunto de la historia nacional.
Pero en esta breve intervención me gustaría proponer sólo una de las claves posibles para interpretar su "sistema de lectura": se trata del uso del '80 como parteaguas del relato de la historia moderna de la Argentina -una frontera histórico-cultural que marca, para Viñas, tanto lo que se produce antes y después de ella, como los propios modos de leerlo-.
Por supuesto, es sabido que el '80 ya estaba constituido como una fecha clave en la organización de sentido de la historia argentina desde mucho antes, incluso desde su mismo acontecer, ya que los contemporáneos habían sido bien conscientes del rango extraordinario de las transformaciones a las que estaban asistiendo, y muchos de ellos, lejos del optimismo al que ha quedado asociada la época, los juzgaron con una radical ambivalencia a partir de un motivo decadentista de larga vida: el que sostiene que el progreso material se acompaña de miseria espiritual. Esta doble cara del '80 está en la base, por ejemplo, de la literatura memorialista de Buenos Aires que surge apenas se inicia esa década -y conviene recordar que la ciudad encarnaba, y lo seguiría haciendo por mucho tiempo, buena parte de las traumáticas novedades ante las que se reaccionaba: el puerto, la capitalización, la inmigración…, en fin, la modernización y sus costos. Frente a ellas, el memorialismo registra el descubrimiento, por parte de un sector de la élite modernizadora, del puñado de valores que habría anidado en la ciudad criolla condenada a la desaparición (una autocondena, se entiende, y la conciencia de esa responsabilidad sobre -y de esa necesidad de- los cambios sin duda matiza las críticas al nuevo estado de cosas).2
Este balance ambiguo sobre el '80 se va a ir exasperando: en la literatura regionalista, primero -de la cual el memorialismo debería considerarse su modulación porteña, a la vez que su capítulo introductorio-, que busca atesorar la herencia cultural del interior criollo como contrapeso a las tendencias disolventes del aluvión litoral; en el clima político del Noventa, en seguida, que va a fijar en la figura del "Régimen" la idea de la corrupción como sistema -la impunidad del reducido elenco que usa a su favor todo el poder del nuevo Estado-; y en el regeneracionismo del Centenario, poco más tarde, que al parcial desencanto con la modernización de las figuras del '80 va a oponer una franca impugnación.3 Y a partir de entonces y hasta la década de 1930, el juicio sobre el '80 va consolidando una trama de impugnaciones político-culturales en la que se entrelazan argumentos como la venalidad del Régimen, su sometimiento a los intereses foráneos, el materialismo de factoría y el baile de máscaras rastacuero, armando un paquete del que participan en partes desiguales el radicalismo y el nacionalismo, el espiritualismo y el vanguardismo estético.
Evidentemente, nada de esto podía ser novedoso en 1964. Pero más allá de los modos en que se inscribe dentro de ese horizonte crítico, en Literatura argentina y realidad política Viñas hace otra operación con el '80: lo convierte en un signo contemporáneo, en la medida en que coloca en esa fecha el cambio epocal que marca su presente en las líneas todavía hegemónicas que deben ser contestadas (y que lo son, de hecho, según Viñas, en diversas vertientes de la izquierda intelectual). Así, por ejemplo, la figura de "los hijos del 80" le permite llegar en diferentes surcos que va trazando a lo largo del siglo XX desde el modernismo hasta las vanguardias, hasta Güiraldes y Mallea, hasta Mujica Láinez y Beatriz Guido. Y creo que ese rasgo puede computarse como una más de las afinidades que Viñas encuentra en Martínez Estrada, uno de los pocos autores que, todavía en 1940 -después de las reformas electorales, Yrigoyen, el golpe del '30-, podía seguir sosteniendo con el mismo tono irritado una periodización para Buenos Aires en la que el '80 consagraba los atributos ominosos de un presente homogéneo.4
Pero Viñas transforma ese parteaguas del '80 en otra cosa: en el '48 argentino, el gran momento de verdad en que la burguesía, puesta a prueba por las primeras revueltas obreras, abandona su papel revolucionario y progresivo y comienza una decadencia que se traducirá en todos los órdenes culturales, como mostraba Georg Lukács en línea con Marx, fijando esa fecha como coyuntura histórico-social que reorganiza la periodización de todos los sistemas artísticos -el literario, en primer término-.5 El libro de Viñas está atravesado por contraposiciones inspiradas en ese esquema histórico, como la que establece entre la "burguesía joven" y "viril" capaz de "engranarse con lo concreto" (marcas del realismo de los escritores románticos), y el "liberalismo maniqueo" de la burguesía devenida oligarquía con su "resistencia al cambio" (marcas del diletantismo de los gentlemanescritores o del positivismo de los naturalistas): "el espacio de tiempo que media entre Facundo y los apuntes de la cartera del general Roca en su campaña al desierto".6
Es sabido que Viñas es muy afecto a ese tipo de ordenamientos de la historia literaria desde los grandes acontecimientos de la política, y el '80 no es el único, por cierto, que organiza su libro. Como señala el título de la primera sección, "Constantes con variaciones", la idea de las invariantes (otra marca fuerte de la ensayística de identidad) es completamente fundamental en la estructura del libro: si las "constantes" son las figuras a través de la cuales Viñas analiza las formas en que la literatura representa el poder de la clase de la que emana, las "variaciones" vienen siempre dadas por golpes externos de "realidad política" condensados en fechas-símbolo: el '80, el '90, el Centenario. En todo caso, lo que me interesa sostener aquí es que, aun reconociendo esa economía de sentido, el '80 supone, de todos modos, una "variación" de otro orden, principalísima, especialmente porque de ella extrae el libro buena parte de sus juicios "de clase". Sarmiento, por supuesto, es el mejor ejemplo del burgués progresista, enérgico, contradictorio, que quiere comerse el mundo, incluyendo Europa con la que no guarda una relación servil; Cané, seguramente, con su "miedo", es uno de los más claros ejemplos opuestos, reflejo de la consolidación aristocrática del poder, cuando la literatura comienza a ser decoración y divertimento secundario de la historia, el intelectual se convierte en una figura menor, siempre en deuda frente a los hombres de la política con los que se siente en situación de minoridad; así, a partir del '80 la literatura expresa para Viñas la cara decadente de un poder que ha perdido sus rasgos de avanzada, frente a la emergencia de su asordinada contradicción dialéctica.
Asordinada: porque lo primero que llama la atención es que Viñas no dispone en la historia argentina de un equivalente a los levantamientos obreros en la Europa de 1848, menos que menos en 1880, para explicar ese viraje en la composición y en las funciones político-culturales de la burguesía. En su reemplazo aparecen dos detonantes: el sometimiento de la burguesía local a los intereses del imperialismo en expansión (un motivo caro a la izquierda nacional), y el nuevo antagonista (también proveniente de ese amplio mundo al que Argentina se ha integrado) que es el "impacto inmigratorio", ambos temas fundamentales del programa liberal de la generación romántica, pero que van a encontrar su realización concreta en el '80, cuando la burguesía "congela" su ciclo histórico. Pero si del imperialismo no se pretende más que su fuerza explicativa, la inmigración como antagonista ocupa un rol curioso en el libro, porque se trata de un protagonista espectral, nunca analizado, como si su mera mención bastara para justificar el sentimiento de invasión y amenaza de la oligarquía; un protagonista que se manifiesta apenas como una sombra que se recorta en sus efectos, suficientes, de todos modos, a juzgar por la argumentación de Viñas, como para explicar "la crisis de la ciudad liberal".
Finalmente, señalé que el parteaguas del '80 no supone para Viñas solamente la organización de dos tiempos históricos, sino también una diversa forma de leer los productos literarios a cada lado de esa frontera: en Literatura argentina y realidad política puede encontrarse un talante mucho más comprensivo, analítico, en la lectura de las obras románticas, mientras que la literatura producida a partir del '80 se despacha a través de los procedimientos bastante sumarios -aunque en Viñas eso siempre implica una alta dosis de ingenio y originalidad- de la crítica ideológica. En definitiva, si la pérdida de universalidad de la burguesía en el '80 abre el tiempo presente, allí está el Viñas escritor -sartreano y lukácsiano; post- y anti-vanguardista- que se propone un combate para rescatar la poética realista de todas sus encarnaciones espurias.

Notas

1Beatriz Sarlo, "Los dos ojos de Contorno", Punto de Vista, Nº 13, Buenos Aires, 1981, p. 7;         [ Links ] la nota acompañaba una entrevista a Viñas realizada en España por Sarlo y Carlos Altamirano. Ya en 1978, en su Nº 4, Punto de Vista había recordado el 25º aniversario de Contorno republicando dos artículos (de David e Ismael Viñas, respectivamente). Y los mismos Sarlo y Altamirano se ocuparon, además, de la reedición de 1982, en la colección "Sociedad y cultura" del Centro Editor de América Latina, de Literatura argentina y realidad política de acuerdo a la primera versió         [ Links ]n del libro publicada en la editorial Jorge Álvarez en 1964.

2Hay una cita de Miguel Cané que siempre me pareció paradigmática de la melancolía con que algunas figuras del '80 criticaban el "progreso material" -melancolía, porque esa aceptación suponía el sacrificio de quien subordina sus personales gustos aristocráticos al curso obligado de la prosperidad de la nación-: "Le aseguro a V. -escribía en carta a Quesada- que hace 30 años, la aldea que se llamaba Buenos Aires, con su pavimento de piedra bravía, sus escuelas de techo de teja, sus aceras con postes y sus carretillas fluviales, era un centro incomparable de cultura, moral e intelectual, al lado de la suntuosa capital del mismo nombre, con su pavimento central superior al de toda otra ciudad del mundo, sus palacios escolares, sus amplias avenidas y su puerto maravilloso", cit. en Alfredo Rubione, En torno al criollismo. Textos y polémica, Buenos Aires, CEAL, 1983, p. 239.         [ Links ]

3Sería necesario, desde ya, complejizar un poco la unidad de ese regeneracionismo, teniendo en cuenta que Ricardo Rojas ofrece en 1907 uno de los ejemplos clásicos de regionalismo -El país de la selva-, en el que no falta (como muestra Judith Farberman en "Tres miradas sobre paisaje, identidad regional y cultura folclórica en Santiago del Estero", en este mismo número de Prismas), la confianza modernizadora -y esa misma confianza lo distinguirá de otros autores del Centenario aun en libros como La restauración nacionalista; y teniendo en cuenta también que Manuel Gálvez enuncia en el mismo inicio de El diario de Gabriel Quiroga una metáfora muy afín al tono de la cita de Cané (la del país como un adolescente que sólo ha pensado en engordar, como si se tratara de un estadio de su evolución que debe ser completado), aunque a poco de avanzar va quedando claro que, al menos en lugares como Buenos Aires, el progreso material no puede ser "completado" porque ha entrañado una corrupción de las costumbres y la cultura ya irreparable. Véase Manuel Gálvez, El diario de Gabriel Quiroga. Opiniones sobre la vida argentina, Buenos Aires, Taurus, Colección Nueva Dimensión Argentina (dirigida por Gregorio Weinberg, con estudio introductorio de María Teresa Gramuglio), 2001.         [ Links ]

4Los juicios de Martínez Estrada sobre Buenos Aires lo conectan claramente con el memorialismo y el regeneracionismo del Centenario, una combinación de aristocratismo y nacionalismo que alimenta su modo de analizar el '80 como divisoria de aguas no sólo político-económica (la centralización con todas sus ulteriores implicaciones: el monopolio del puerto, el trazado del ferrocarril, la atracción de la población inmigrante, etc.), sino especialmente moral-espiritual: en La cabeza de Goliat esto es muy claro desde el mismo comienzo, en el que se explica el presente de Buenos Aires (1940) por la superposición estratigráfica de cuatro edades urbanas irresueltas, la de la primera fundación de 1536 (la ciudad del miedo y la soledad), la de la segunda fundación de 1580 (la de la valentía), la de la emancipación de 1810 ("la ciudad de los próceres, la única ciudad nuestra"), y la de la modernización de 1880 ("la ciudad de todos y de nadie […] persistente y plúmbea"). De todos y de nadie: pocas definiciones le calzarían mejor al disgusto de la élite porteña finisecular con la federalización de Buenos Aires, considerada como enajenación no por inevitable, menos ultrajante; véase La cabeza de Goliat, Buenos Aires, Editorial Losada, 1983, pp. 17-19 (he desarrollado este enfoque sobre el tema en "         [ Links ]A Buenos Aires de Ezequiel Martínez Estrada", Tempo Social. Revista de sociología da USP, vol. 21, N° 2, Universidade de São Paulo, São Paulo, noviembre de 2009).         [ Links ]

5Tony Pinkney ha mostrado la importancia de la figura del '48 en las concepciones sobre el realismo y las vanguardias de Jean-Paul Sartre y Roland Barthes; véase el excelente estudio con que introduce la edición póstuma de los textos de Raymond Williams sobre el modernismo: La política del modernismo. Contra los nuevos conformistas, Buenos Aires, Manantial, 1997, pp. 21-22.         [ Links ]

6David Viñas, Literatura argentina y realidad política, Buenos Aires, Jorge Álvarez Editor, 1961, pp. 138, 144- 146,         [ Links ] entre otras.

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