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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.14 no.2 Bernal dic. 2010

 

OBITUARIOS

José Pedro Barrán (1934-2009)

En setiembre de 2009 murió en Montevideo el más respetado y querido de los historiadores uruguayos. Sus méritos, que son muchos, y su legado, que es enorme, no alcanzan por ahora a mitigar la tristeza que sentimos quienes admirábamos, además, su inmensa cultura, su don de gentes, su bondad.
Había nacido en la ciudad de Fray Bentos setenta y cinco años antes. En una estancia cercana pasó el primer trecho de su infancia. La familia se mudó luego a Montevideo donde inició y culminó sus estudios liceales. Solía decir que allí, en los cursos del liceo nocturno que equilibraba con un trabajo de mandadero de oficina, había nacido su "filiación izquierdista". Quizás también pasó por allí la decisión que tomó a comienzos de los años cincuenta de estudiar historia en el Instituto de Profesores Artigas, que aún forma a los docentes de educación media en Uruguay. Lo cierto es que se graduó en 1958, cuando ya no podían ocultarse los primeros signos de una larga crisis, dando entonces inicio a una extensa carrera en la enseñanza pública. Poco después comenzó también a colaborar con Marcha, donde publicó reseñas de libros de historia, disciplina que en esos años atraía el interés de quienes creían poder encontrar en el pasado las claves para entender (y modificar) un presente crítico. Así, el profesor fue vinculándose a los ambientes intelectuales donde se discutía sobre el destino nacional y se proponían caminos de cambio.
Veinte años más tarde, en 1978, cuando la crisis se había convertido en dictadura, fueron seguramente aquella temprana filiación y esta afinidad electiva las que determinaron su destitución de todos los cargos públicos, aunque, a todo rigor, Barrán no había sido nunca un militante entregado a la causa de ningún partido o grupo político. Sin embargo, al cumplir cuarenta y cuatro años, se había quedado sin su medio de vida y sin el lugar natural para desarrollar una de sus más claras vocaciones.
La otra, la de investigador, venía ganando espacio desde inicios de los sesenta cuando, junto a su colega Benjamín Nahum, había comenzado a trabajar como asistente de Juan Pivel Devoto, el conocido historiador nacionalista y director del Archivo General de la Nación a quien ambos consideraban su maestro en la disciplina, por encima de todas las diferencias y discrepancias. A partir de esas primeras tareas de fichado y transcripción de documentos relativos a la historia económica uruguaya, y trabajando de modo honorario en los tiempos libres que les dejaba la docencia, Barrán y Nahum publicaron en 1964 el ya clásico y varias veces reeditado libro Bases económicas de la revolución artiguista, anticipado homenaje al sesquicentenario del Reglamento de Tierras de 1815, referencia de toda interpretación renovada y progresista del proceso de independencia nacional. Junto a los historiadores Lucía Sala, Julio Rodríguez, Roque Faraone, Blanca París y Juan Antonio Oddone, entre otros, la dupla de Barrán y Nahum se integró al grupo "Historia y presente" y se lanzó de modo consciente a refrescar la historiografía uruguaya con las novedades que venían fundamentalmente de la escuela francesa de los Annales y sin perder nunca el apego a las fuentes primarias que ambos atribuían a las enseñanzas de Pivel.
De ese esfuerzo es fruto la monumental saga que componen los siete volúmenes de la Historia rural del Uruguay moderno. Esta obra, iniciada en 1967 con una evidente preocupación por el destino del país y los orígenes de su decadencia, trascendió los lamentos de tanta ensayística contemporánea y las simplificaciones de tantos opúsculos izquierdistas para plasmarse en una indagatoria, tan erudita como sugestiva, de los procesos de modernización rural entre 1851 y 1914, es decir, entre el fin de la Guerra Grande en Uruguay y el comienzo de la Primera Guerra Mundial. En honor a su inspiración francesa, la Historia rural… navega con decisión entre las fronteras de la historia política, social y económica, con incursiones en la cultura, la vida urbana, los cambios tecnológicos y las reformas institucionales. En deuda con el estructuralismo y algunas lecturas marxistas entonces en boga, la obra arremete contra el "feudalismo" y el "atraso" de los modos productivos que frustraron el desarrollo del campo uruguayo y, con él, de toda la economía nacional. Aunque se la pueda impugnar desde nuevas interpretaciones y hasta refutar con nuevas fuentes (y Barrán era el primero en sugerir ese camino y distanciarse de sus propias conclusiones), no parece arriesgado afirmar que esos miles de páginas siguen siendo una lectura obligatoria para quienes quieran entender ese tramo fundante de la historia uruguaya.
Durante la dictadura, Barrán y Nahum no sólo generaron una forma original de resistencia al autoritarismo, enseñando historia a los alumnos que se reunían casi clandestinamente en sus casas, sino que dieron un impulso fundamental a sus carreras de investigadores. El mismo año de sus destituciones, culminaron la Historia rural… al tiempo que avanzaban en la segunda y última de sus grandes colaboraciones: los ocho volúmenes de la serie Batlle, los estancieros y el imperio británico, publicados entre 1979 y 1987. La investigación que dio origen a estos libros contó con el financiamiento de organizaciones y fundaciones extranjeras que, como en otros países latinoamericanos en esos años de dictaduras, apoyaron a los cientistas sociales desplazados de sus puestos públicos. En el caso de estos uruguayos, el apoyo les permitió dedicarse, por primera vez en sus vidas y a tiempo casi completo, a la elaboración de una obra que pronto se reveló central para entender tanto el pasado batllista como el presente dictatorial. Si antes las estructuras económicas y sociales estaban en primer plano, estos textos afirman la autonomía y capacidad determinante de la esfera política, con una dirigencia batllista que aparece promoviendo desde el Estado el cambio en todos los niveles de la sociedad. Por momentos, puede leerse incluso que su derrota en las urnas en 1916 fue el origen primigenio de la crisis estructural que derivó en la dictadura. Pero, además de la revalorización de la política en un tiempo de restricciones y de la incorporación de algunas lecturas neomarxistas, como Nicos Poulantzas, es posible detectar en ciertos pasajes de esta serie (especialmente en el tomo que titularon, simplemente, El Uruguay del novecientos) atisbos de lo que se convirtió luego en el interés central de Barrán: aquello que los franceses llamaron "mentalidades" y él terminó definiendo como "sensibilidad" y convirtiendo en clave explicativa de una época.
Este interés fue dominando el pensamiento de Barrán y seguramente produjo su alejamiento tanto de su obra anterior como de quien había sido durante más de veinte años su cercano interlocutor. La dictadura había terminado y ambos emergían como los historiadores más respetados del país. Nahum se ocupó del área de historia económica de la Facultad de Ciencias Económicas y de la Administración de la Universidad de la República. Barrán, por su parte, tomó el cargo de Profesor Titular del Departamento de Historia del Uruguay de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la misma universidad y se transformó en el historiador más conocido dentro y fuera de la academia a nivel nacional. Varios de los libros que sacó entre 1989 y 2008 fueron éxitos de ventas para Banda Oriental, la casa que editó casi todas sus obras y a la que se mantuvo siempre fiel.
Con todos sus matices y cambios de perspectiva, esos veinte años pueden tomarse como un gran esfuerzo de reinterpretación de su época preferida, el novecientos, desde la historia cultural en su acepción más amplia, es decir aquella que abreva en la antropología un interés por el sentido de todas las acciones humanas, por las actitudes, sensibilidades, pulsiones, valores e ideas que vertebran la experiencia cotidiana. Comenzó con los dos tomos de la Historia de la sensibilidad en el Uruguay (1989-1990) y terminó con esa pieza única que es Intimidad, divorcio y nueva moral en el Uruguay del novecientos (2008). En el medio, coordinó los tres tomos de Historias de la vida privada en Uruguay (1996-1998, junto a Gerardo Caetano y Teresa Porzecanski) y escribió otros cinco libros sobre temas más o menos cercanos y con una prosa igualmente amena y perspicaz. En todos los casos, Barrán volvió a asombrarnos por su capacidad de estar al día con las tendencias de las ciencias sociales a nivel global, sin renunciar a su calidad de historiador erudito del pasado nacional. Su producción renovó el universo de fuentes, que llegaron hasta el diario íntimo y la correspondencia privada sin abandonar los registros de leyes y la prensa ni descuidar la literatura y la cultura material. Innovó también con un repertorio de lecturas que pocas veces explicitaba pero que claramente partía del psicoanálisis para ganar afinidad con enfoques como el de Michel Foucault y Norbert Elias. También allí es posible detectar las huellas de su presente personal y del entorno colectivo: desde su casi obsesión por el "poder médico" y su estrecha amistad con varios destacados psicoanalistas, hasta su afán por entender los cambios contemporáneos de la sociabilidad y sus encantadoras referencias a la ópera, una de las grandes pasiones de su vida.
Hasta su retiro en 2005, esta prolífica producción bibliográfica fue realizada desde el antes referido Departamento de Historia del Uruguay, del que fuera director durante varios años, y siempre combinada con la labor docente que cumplía con un placer notorio para todos quienes pudimos disfrutarlo. Ese año, el primero del Frente Amplio en el gobierno, decidió aceptar un cargo político y asumió la vicepresidencia del organismo director de la enseñanza pública. Con similar compromiso supervisó la investigación histórica sobre uruguayos detenidos desaparecidos encargada por la Presidencia de la República. Estuvo, por último, al frente de los esfuerzos del nuevo gobierno por afianzar un sistema integrado de promoción de la ciencia y la tecnología en el país. En 2007 recibió un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de la República y en 2009 el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual del Ministerio de Educación y Cultura. Fueron, sin embargo, años duros, en los que investigó y escribió menos de lo que quería, ocupándose con seriedad de todas las nimiedades que implica la función pública y haciendo frente a una enfermedad implacable que no logró ausentarlo de los muchos espacios donde su inteligencia y calidez marcaban una diferencia. Con Alicia Casas a su lado siempre, siguió también disfrutando de sus amigos, de la música, de la vida familiar y del resto de las cosas que lo hacían feliz, que avivaban su interés al punto de velar la gravedad de su estado físico.
Con su muerte se pierden muchas cosas, más de las que estas líneas podrían resumir. Entre ellas, quiero destacar la capacidad de tender puentes entre personas diversas, de acercar posiciones, de ver lo mejor del otro, de no permitirse la actitud despectiva de simplemente "tolerar" la diferencia. Por eso, Barrán sigue siendo un referente para todos quienes, desde muchas disciplinas, desde diferentes linajes doctrinarios y políticos, desde variadas tradiciones teóricas y metodológicas, desde distintos espacios institucionales y perteneciendo a varias generaciones, seguimos creyendo que es necesario interpretar el mundo que nos rodea y operar desde ese conocimiento, por más precario que sea.

Vania Markarian

Archivo General de la Universidad de la República

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