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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.16 no.1 Bernal June 2012

 

RESEÑAS

Thomas Bender, Historia de los Estados Unidos. Una nación entre naciones, Buenos Aires, Siglo XXI, 2011, 384 páginas

 

Historia de los Estados Unidos. Una nación entre naciones, de Thomas Bender, es una historia transnacional de los Estados Unidos. En palabras de su autor, es un intento de mostrar "que la historia global y la historia norteamericana son producto de la misma coyuntura de acontecimientos históricos y que la historia estadounidense ha sido modelada de manera significativa por ese contexto global" (p. 309). Se trata de un libro de síntesis que, a través de cinco capítulos en los que se visitan cinco episodios clave de la historia estadounidense, propone una nueva perspectiva sobre ese proceso histórico, entendiéndolo como un proceso conectado y en gran medida condicionado por su contexto transnacional; es decir, entendiendo a los Estados Unidos como "una nación entre naciones". Más que ofrecer una narración general de esa historia, o una investigación basada en fuentes primarias, el autor procura, a través de un dominio admirable de bibliografía secundaria sobre una gran cantidad de temas, una empresa de contextualización, en la que cada uno de los cinco episodios analizados es puesto en relación con una amplia variedad de casos externos a los Estados Unidos.

Este afán de situar la historia estadounidense en un contexto global forma parte de lo que podría denominarse un "giro transnacional" que ha permeado fuertemente la historiografía de ese país en las últimas dos décadas, y del cual Thomas Bender ha sido uno de los principales impulsores, junto con historiadores como Daniel T. Rodgers, David Armitage o Ian Tyrrell. Si bien se trata de una tendencia que reconoce evidentemente un contexto más amplio en el cual la historia global, la historia conectada, la histoire croisée y otras derivaciones han florecido en diferentes latitudes al compás de la globalización misma, en los Estados Unidos el giro transnacional cobró dimensiones particulares, especialmente al aplicarse al campo de la historia estadounidense. Allí, se ha tratado de un movimiento historiográfico con un gran afán revisionista y contestatario, del cual la obra de Bender es un ejemplo. Enfatizando la dimensión transnacional de los procesos históricos; encontrando paralelos y conexiones exteriores en episodios, ideas y movimientos que tradicionalmente se habían considerado "únicos" y autónomos; desafiando, en fin, la tradición "excepcionalista" y aislacionista de una historiografía nacional de un marcado provincianismo, los historiadores involucrados en el giro transnacional han buscado enseñar a sus pares y también, con mayor énfasis aun, a sus conciudadanos, que los Estados Unidos no han sido solamente una isla de democracia y libertad, un conjunto de colonias que han luchado por su independencia, o una formidable potencia industrial que le ha marcado el rumbo al mundo, sino también una provincia más de ese mundo, un espacio y una sociedad inmersos en redes amplias de movimientos de personas, recursos e ideas, y cuyos procesos históricos conocen paralelismos en muchos otros lugares del globo.

Esta dimensión contestataria explica gran parte del propósito del autor, quien escribió la versión original del libro en 2006. Se trataba de una coyuntura en la que la política exterior estadounidense atravesaba un momento de máxima agresividad, que incluía por un lado la ocupación de Irak iniciada en 2003 y su pretendido objetivo de expansión de la democracia, y por otro una diplomacia que fomentaba el aislacionismo en temas como el medio ambiente o las políticas comerciales. Como explica Bender en la conclusión (capítulo 6), las inquietudes relacionadas con la posición de los Estados Unidos en el mundo no podían más que verse acicateadas en dicha situación y cobrar una urgencia inmediata, volviéndose un campo de debate político de primer orden.

Esta Historia de los Estados Unidos es, entonces, una intervención tanto Prismas, Nº 16, 2012 245 historiográfica como política, lo que es coherente con la trayectoria intelectual de su autor. Profesor de historia y humanidades en la Universidad de Nueva York, Bender se ha dedicado a gran variedad de áreas dentro de la historia estadounidense, que incluyen la historia cultural e intelectual (con foco en la historia de la intelectualidad neoyorquina), la historia urbana, la historia de las humanidades y las ciencias sociales, y en los últimos años la historia transnacional. Pero también ha intervenido durante décadas, a través de artículos en publicaciones de alta visibilidad como el New York Times o la revista The Nation, en debates culturales, políticos, educativos y urbanísticos. Parte de sus inquietudes en tanto "intelectual público" puede verse claramente en el libro que estamos reseñando, en tanto se propone desmontar visiones de la historia estadounidense sólidamente arraigadas en el público general de ese país.

El primer capítulo del libro se ocupa de los inicios de la historia estadounidense. En consonancia con uno de los campos de estudio que más se ha desarrollado en los últimos años, la "historia atlántica", Bender sitúa los inicios de la historia estadounidense en la coyuntura de la expansión europea del siglo XVI y el "descubrimiento del Océano". Así, revisita temas como la expansión ultramarina europea y la instalación de redes comerciales y políticas transoceánicas, el movimiento poblacional hacia América de europeos y africanos, o el funcionamiento del sistema de plantaciones esclavistas. La intención general es rearmar el cuadro de los inicios de la historia estadounidense: no ya un conjunto de colonos que luego de asentarse en el nordeste van avanzando a la manera de pioneros hacia el oeste, sino un mapa mucho más complejo y geográficamente más amplio, en el que hay un gran conjunto y variedad de poblaciones que se establecen en diversos puntos y que interactúan de diversas maneras con las poblaciones indígenas.

El segundo capítulo trata de la revolución de independencia de 1776 y las primeras décadas de vida independiente, entendiendo el proceso histórico, una vez más, en un contexto amplio: por un lado, el de las revoluciones atlánticas, siguiendo la tradición de Robert R. Palmer de aunar las revoluciones estadounidense y francesa en una ola transnacional de "revoluciones democráticas", a la que Bender, como otros (William Klooster, Jeremy Adelman), agrega la haitiana y las hispanoamericanas. Por otro lado, Bender busca situar la independencia estadounidense en el juego político atlántico de la rivalidad entre las grandes potencias europeas (Gran Bretaña, Francia y España) a fines del siglo XVIII. El autor rastrea con exhaustividad las conexiones entre los revolucionarios estadounidenses y sus pares franceses y en menor medida haitianos, y muestra convincentemente cómo los primeros años de la nación independiente fueron parte de una guerra internacional con implicaciones globales, que abarcó muchos territorios pertenecientes a los imperios coloniales del momento.

El tercer capítulo trata la problemática de la organización nacional del país independiente a lo largo del siglo XIX. Recorre temas como el nacionalismo, la centralización política, el trabajo libre y la esclavitud, la relación entre territorio y nación y la relación entre economía nacional y unidad política, intentando localizar las similitudes y las diferencias entre el proceso estadounidense y el de otros países del globo. La narración sobre los Estados Unidos en sí no es exhaustiva, pues se limita a analizar los debates y los clivajes políticos que eventualmente desembocarían en la Guerra Civil (1861-1865). El aporte que aquí se busca hacer es nuevamente el de entender esta coyuntura desde una perspectiva más amplia. Aunque se propone mostrar nexos entre lo que estaba sucediendo en los Estados Unidos y lo que ocurría en la Europa de 1848, éstos son mucho menores y menos contundentes que en el capítulo anterior. Básicamente se trata de una historia comparada, en la cual los diferentes casos europeos, asiáticos, latinoamericanos y el estadounidense son "variaciones sobre el tema de la organización nacional", "parte de un movimiento general tendiente a configurar el Estado moderno" (p. 158).

El cuarto capítulo analiza la dimensión imperial de las políticas exteriores estadounidenses a lo largo del siglo XIX y principios del XX, y comienza con la apropiación de tierras indígenas durante toda la historia estadounidense y mexicana luego de 1846. Luego se analiza la "retórica del 246 Prismas, Nº 16, 2012 imperio", es decir, las diferentes justificaciones que, rechazando el uso explícito del concepto de imperio, sin embargo legitimaban la empresa expansiva en términos de superioridad racial o de empresa civilizatoria. Finalmente, Bender esboza la hipótesis de que ya desde la independencia los Estados Unidos poseían una "estrategia global", es decir, una ambición de posicionar a la nueva nación en el mundo a través de la expansión de su poder comercial y cultural. Este capítulo posee una fuerte dimensión polémica: la propia mención de los Estados Unidos como potencia "imperial", si bien hoy es un dato común en la historiografía, constituye siempre un ataque a la enraizada ideología nacional que, como explica el autor, se autoproclama antiimperialista y piensa el avance norteamericano sobre nuevas tierras (sea el interior continental o el exterior insular) como "expansión" de la sociedad democrática. Así, afirma Bender, "el imperio se hizo casi invisible para los estadounidenses" (p. 251).

El quinto capítulo, finalmente, es un análisis de la "Era Progresista", es decir, de las corrientes ideológicas y de los gobiernos estadounidenses que entre 1890 y 1920 abogaban por la reforma política y social. Bender analiza las nuevas ideas sobre la política y la sociedad, en las cuales el liberalismo ya no se limitaba a la defensa de la propiedad y del individuo, sino que incluía preocupaciones sobre la justicia social e imaginaba un Estado activamente involucrado en la regulación económica. El objetivo de este capítulo es, una vez más, la contextualización: se procura mostrar que estas transformaciones ideológicas, lejos de ser una especificidad estadounidense, formaban parte de una conversación global sobre los problemas de la sociedad industrial madura y las formas de solucionarlos. Así, Bender rastrea la amplia y variada circulación de nuevas ideas sobre la sociedad y la economía que existió entre diferentes partes del mundo a fines del siglo XIX y principios del XX, e incluye no sólo a las naciones industrializadas de Occidente sino también a países como Japón, Argentina, Chile, Australia o Nueva Zelanda. Se trataba, para Bender, de una especie de world wide web, en la cual "la búsqueda de soluciones a los problemas sociales causados por la industrialización constituyó un intenso esfuerzo internacional del que participaron muchos países del mundo" (p. 301).

No hay duda de que el libro de Thomas Bender constituye un gran aporte para pensar la historia de los Estados Unidos fuera del sitio de excepción en el que tradicionalmente se la ha ubicado. Asimismo, también es indudable que su traducción al español es una contribución que debe ser calurosamente bienvenida, ya que la historia estadounidense se encuentra totalmente ausente en las discusiones historiográficas de nuestro medio. Puede afirmarse, sin embargo, que esta Historia de los Estados Unidos constituye un aporte en algún sentido problemático, tanto desde un punto de vista general como desde el punto de vista particular de su traducción al español.

Desde un punto de vista general, se trata de un libro que plantea algunos problemas metodológicos. Por un lado, no es fácil dejar de mencionar que existe cierta contradicción en intentar situar a los Estados Unidos en el marco de una historia global manteniendo sin embargo intacto el concepto de Estado-nación (Bender afirma explícitamente que no busca "dejar de lado la historia nacional sino postular un modo diferente de narrarla", p. 20). En segundo lugar, éste es un libro en el que la argumentación aparece casi siempre, por así decirlo, por yuxtaposición. En tanto historiador transnacional, Bender da prioridad a los factores externos y a las conexiones para explicar el proceso histórico. Sin embargo, en muchos casos (particularmente en los capítulos 1 y 3) no existe una verdadera explicación de cómo esos factores externos se vuelven una fuerza actuante en el medio interno. Por el contrario, el autor parece confiar demasiado en que la simple presentación de lo interno junto a lo externo alcanza para iluminar el proceso histórico. En tercer lugar, y relacionado con esto, vale la pena llamar la atención sobre la "asimetría" de los casos presentados, en el sentido de que hay grandes diferencias entre las formas y los grados de significatividad de las conexiones transnacionales para cada uno. En otras palabras, el afán de "transnacionalizarlo todo" nos hace perder de vista el hecho de que los nexos transnacionales no son igualmente potentes a lo largo y Prismas, Nº 16, 2012 247 a lo ancho de la historia. A veces existen verdaderos lazos transnacionales (como en el caso de la reforma social en la "Era Progresista"), a veces existen en diferentes lugares procesos que se desarrollan a partir de un polo de origen común pero de manera no siempre conectada (como en el caso de la expansión ultramarina europea del siglo XVI y el desarrollo de las diferentes regiones del Nuevo Mundo), y a veces existen paralelismos con escasas conexiones concretas en que la historia conectada se vuelve puramente una "historia comparada" (como el desarrollo de la organización nacional a lo largo del siglo XIX).

Desde el punto de vista de su traducción al español (y aquí hace falta destacar que, con excepción de algunos excesos de literalidad y algunos errores menores, la traducción de Alcira Bixio es muy correcta), existe un problema relacionado con la audiencia a la que este libro se dirige. La perspectiva transnacional obliga a Bender a dedicar tanto o más espacio al contexto exterior y a los casos paralelos que a la historia estadounidense propiamente dicha. Así, el lector se encontrará con extensas secciones dedicadas a fenómenos europeos, latinoamericanos o atlánticos que ya son bien conocidos (la expansión ultramarina, la trata de esclavos, las independencias hispanoamericanas, etc.), y en cambio con muy breves explicaciones sobre la coyuntura estadounidense, ya que se sobreentiende un conocimiento del marco general del que muy posiblemente el lector hispanoparlante promedio carezca.

Insistimos, sin embargo, en el acierto que significa la publicación de este libro en español, como primera aproximación a la historia de los Estados Unidos. Sería esperable que se continuara con la traducción de clásicos de la historiografía estadounidense (podemos pensar aquí en las obras de Gordon Wood, Eugene Genovese, Eric Foner o Daniel Rodgers), para contribuir a un mayor conocimiento de este importantísimo campo historiográfico.

Martín Marimón

Princeton University

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