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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.16 no.1 Bernal jun. 2012

 

RESEÑAS

Roberto Russell (ed.), Argentina 1910-2010. Balance del siglo, Buenos Aires, Taurus, 20101

 

1. "Argentina 1910-2010. Balance del siglo": la fórmula no puede sino evocar la que hace cien años propuso Joaquín V. González en su El juicio del siglo, un ensayo que también, como los reunidos en este volumen,2 hacía referencia a la trayectoria de la Argentina en el siglo que entonces terminaba. El paralelo entre las dos fórmulas pone de relieve de inmediato sus diferencias: mientras González se propuso -como señala Altamirano en su contribución al volumen- juzgar los hechos y emitir su juicio que -en el marco de la ley histórica que lo fundamentaba- pretendía ser el juicio, este conjunto de ensayos se anuncian como balance. Este balance, un balance, resulta de diferentes recorridos analíticos de la historia argentina que no pretenden confluir en un veredicto, o siquiera en una explicación única, sino que se suman, se cruzan, se superponen y contraponen, para dar una versión compuesta de lo que pasó en cien años.

Esta versión combina varias voces pero tiene, como bien señala Russell en su introducción, una "sintonía común". Diría algo más: aunque con modulaciones no siempre coincidentes, el registro que predomina es el de la resignación. El libro elige como punto de partida la idea de "decadencia", como marca de una percepción actualmente compartida por la mayoría de los argentinos que se contrapone a la de "progreso", dominante en tiempos del Centenario. Con esa referencia comienza Russell, pero de inmediato advierte que, mientras el optimismo de entonces fue -hoy sabemos, dice- desmesurado, "el pesimismo de esta hora... quizá se muestre, con el tiempo, excesivo". De esta manera, se desmarca de cualquier recorrido lineal que intentara trazar los derroteros que habrían llevado irremediablemente de la prosperidad a la decadencia. Y en efecto, si bien el libro reconoce como propio el horizonte dibujado por ese cambio secular de percepciones y de expectativas, ensaya otros recorridos: sinuosos, circulares a veces, truncados otras, no siempre convergentes, con direcciones imprecisas o indeterminadas. Esta opción despoja al libro de los tonos apasionados de la denuncia o los heroicos de la tragedia; se habla en tono menor, y si alguno de los ensayos está marcado por un dejo de melancolía, como el de Torre, o por una cuota mayor de pesimismo -Romero- o de optimismo -Gerchunoff-, en todos ellos y en el conjunto predomina una suerte de realismo sensato, de visión resignada: así son las cosas, así fue y así es la Argentina, y la cuestión es tratar de entender y de dar cuenta de su historia.

Y lo hacen recurriendo a un género que reconoce una larga y fecunda tradición en la Argentina, y que dio lugar a textos que -como el Facundo, claro, y el ya citado Juicio del siglo, pero también como Radiografía de la pampa y otros analizados en la contribución de Altamirano- marcaron con su impronta el imaginario colectivo sobre el país y su historia. Y aunque en tiempos recientes el género ensayo no ocupa ya el lugar central que en otras épocas alcanzó en la producción intelectual local, sigue siendo uno de los más potentes para formular ideas y provocar el debate. No sabemos cuál será el impacto de este Balance, pero la opción elegida ha permitido a los autores, todos ellos estudiosos con destacadísima producción académica, salirse de los moldes impuestos por formatos propios de sus disciplinas, para explorar territorios más amplios y, aunque partiendo de sus saberes específicos, arriesgar interpretaciones que buscan dar sentido a una historia secular.

2. El libro no propone, sin embargo, una interpretación global ni tiene una tesis central. Su objetivo es el de analizar, "comentar y sopesar", como dice Russell, "la historia vivida por el país en los últimos cien años" y lo hace a partir de cinco puntos de observación diferentes que iluminan el mismo objeto, la Argentina entre 1910 y 2010, con distintos focos. No se trata solamente de recortes analíticos diversos (la política, la economía, la sociedad, la política exterior, las ideas) de una realidad postulada como única, sino de maneras diferentes y relativamente autónomas de acercarse a ella, de formular interrogantes, de buscar explicaciones. A pesar de esta diversidad de enfoques y del desarmado inicial del objeto, al cabo del libro ese objeto se ha armado a nuevo, resultado de la articulación de las imágenes proyectadas por cada uno de los ensayos.

Esta resultante se vincula seguramente con la "sintonía común" destacada por Russell; sintonía previsible, dada, sobre todo, por la selección de autores: hombres de una misma generación, que pertenecen a las capas ilustradas y que comparten una sensibilidad -para decirlo sintéticamente- progresista. Hay, sin embargo, algo más. Encuentro abordajes analíticos comunes en estos ensayos, tan distintos en muchos sentidos -sus objetos específicos, instrumentos de observación, estilos narrativos, etc.- pero que revelan un piso compartido que se reconoce en los siguientes aspectos presentes en diferente medida en casi todos los ensayos:

- El foco de la indagación está en los procesos de mediano y largo plazo; la coyuntura sólo aparece excepcionalmente cuando se detecta en ella un punto de inflexión (típicamente, el año '30, por ejemplo) y aun en esos casos se la piensa más en función de los procesos que interrumpe o inicia que en su especificidad.

- En estrecha relación con esta opción, se pone más el acento en las determinaciones causales (por cierto que matizadas y complejas) que en la contingencia. La fórmula "causas y azares", que Gerchunoff acuñó para su capítulo, parece desmentir este rasgo pues presumiblemente busca dar cuenta de los dos niveles de indagación; sin embargo, los "azares" de su ensayo se limitan a la incidencia ocasional de factores externos que afectan el desenvolvimiento local de la economía. Salvo estas intrusiones, o incluso a partir de ellas, la economía tal como él la presenta muestra una lógica causal casi de hierro.

- También vinculado con el primer punto, el énfasis se pone en los resultados alcanzados y en los caminos efectivamente seguidos, mientras las opciones abiertas o las alternativas que no prosperaron ocupan un lugar muy menor. A diferencia de otros ensayos que abordan nuestra historia, no se utiliza la fórmula "oportunidades perdidas" ni se especula en torno de ella.

- El universo de actores que encuentran un lugar en el libro es diverso y complejo, pero hay algunas presencias y algunas ausencias notables. El Estado ocupa un lugar destacadísimo en casi todos los textos, y también -en menor medida- lo hacen sus agencias específicas y los funcionarios gubernamentales, sobre todo los vinculados al Poder Ejecutivo. Los nombres propios que aparecen son, en general, los de los presidentes: Perón en primerísimo lugar, pero también otros. El Parlamento tiene poco espacio, y el judicial casi no existe, salvo para el último período. Entre los actores políticos, las corporaciones empresarias, los sindicatos obreros, y en menor medida los partidos, están presentes en los textos de Romero, Torre y parcialmente en el de Gerchunoff. Elite gobernante y dirigencia política se usan de manera bastante laxa, y en relación con ellas, pero ocupando un espacio propio, se recortan la elite letrada y luego los intelectuales (sobre todo, claro, en el texto de Altamirano). En materia social, la cobertura es más porosa. Clases trabajadoras, clases medias, juventud, los pobres, van dibujando un mosaico cambiante en función de transformaciones estructurales y definiciones políticas e ideológicas fluidas, motivo de varias de las reflexiones del libro. Llama la atención, en cambio, la ausencia casi total de referencias a las clases propietarias, elites económicas o como gustemos llamarlas, y de discusiones en torno a cómo eran y cómo son esos grupos. Un tópico muy presente en la ensayística argentina del siglo XX aquí queda reducido a algunas referencias al pasar a la "oligarquía terrateniente", la "burguesía nacional" o la "clase alta", que no merecen la atención ni la preocupación de estos autores. Ni siquiera en la discusión que Altamirano hace de las ideas en circulación esta temática encuentra un lugar equivalente al que ocupó en la literatura que él mismo analiza. Me pregunto el porqué de esta vacancia, para la que no encuentro una respuesta convincente.

- Por fin, otro rasgo compartido es un cambio de tono y de mirada cuando se aborda la última etapa de nuestra experiencia argentina, desde los años setenta: aquí se achican los tiempos, se acelera el ritmo, aparecen las coyunturas, y en algunos casos se modifica también el campo de observación para dar mayor lugar a la incertidumbre.

Este conjunto de constantes definen los contornos de una forma de aproximación al pasado y constituye el piso analítico común que confiere unidad al volumen.

3. Esa unidad no implica, sin embargo, uniformidad de interpretaciones. No puedo detenerme aquí en cada uno de los textos, en las diferentes lecturas que cada autor hace de ese objeto compartido, ni en los debates que se abren a partir de esos recorridos diversos. Las preguntas que suscita son muchas, pero aquí quisiera referirme, como último punto, a cómo este libro ofrece nuevas lentes para mirar la historia de la Argentina y provoca (me ha provocado) a interrogarla de manera diferente a como lo hacía antes de leerlo.

En primer lugar, de su lectura surge una Argentina en que las transformaciones operadas en diferentes planos reconocen líneas de continuidad que llevan a poner en duda las periodizaciones más habituales. No me refiero aquí a la probabilidad evidente pero poco interesante de encontrar que en todo cambio es posible encontrar rastros de lo que se deja atrás, sino a una cuestión más de fondo: a partir de nuestra percepción de la decadencia argentina, hemos tendido a buscar los momentos en que un rumbo supuestamente venturoso se perdió o fue reemplazado por otro que nos llevó a la ruina. Así, se disputan ese honor el año '30 (por la crisis o por el golpe), el '45 (la llegada de Perón y el peronismo), el '55 (por el nuevo golpe y la proscripción), entre los más conocidos, aunque Altamirano muestra muy bien que hubo candidatos anteriores, aún en pleno optimismo progresista, cuando el yrigoyenismo plebeyo se denunciaba como "una ruptura con la gran tradición argentina"; por su parte, para tiempos más recientes, se mencionan diferentes fechas como claves para dar cuenta de la caída libre del fin de siglo.

Todos estos hitos aparecen, por supuesto, tematizados en los textos pero se ensayan nuevas formas de entenderlos en el contexto del largo plazo, de los procesos que se desenvuelven según lógicas encadenadas en las cuales se detectan regularidades que pueden a su vez explicar los cambios. Esto permite a Russell, por ejemplo, desarmar la certidumbre generalizada sobre las discontinuidades en la política exterior y encontrar que ésta se entiende mucho mejor postulando dos ciclos amplios y algunos períodos intermedios; a Torre proponer un paralelo original y muy atractivo entre dos momentos diferentes en la constitución social de la Argentina, diferentes -sí- pero a la vez comparables por su dinámica y por sus consecuencias: lo que llama "el gran laboratorio", la incorporación exitosa de millones de inmigrantes en las primeras décadas del siglo para dar forma a una sociedad nueva, y la etapa que le sigue, marcada por otra incorporación decisiva, la de los migrantes internos que conformaron las nuevas clases trabajadoras incluidas política, social y culturalmente a través del peronismo; y a Romero pensar las características del Estado, la democracia y la república cruzando todo el tiempo los límites que su propia periodización propone.

No hay, por lo tanto, momentos de ruptura absoluta. Hay coincidencia en detectar un viraje operado en varias dimensiones de la vida argentina en las décadas del treinta y del cuarenta, pero este cambio no se asocia a decadencia y en muchos aspectos (aunque no en todos) se podría decir casi lo contrario. El país que por entonces se fue perfilando, con variantes y ambigüedades, se extiende hasta entrados los años setenta. Para ese momento, los ensayos postulan un viraje decisivo, enmarcado por la dictadura militar y el neoliberalismo. Y si bien este viraje sólo puede entenderse a partir de la historia que lo precedió, es visto como un giro profundo y muy negativo que, en el plano social, Torre resume en toda su magnitud: habla de "el eclipse de la excepción argentina". Sin embargo, la historia no se clausura allí y el libro ofrece una nueva vuelta de tuerca, la de nuestros días, en la que pesimismos y optimismos se abren a la incertidumbre.

En segundo lugar, la idea misma de decadencia se disuelve en la medida en que el análisis y la explicación de los cambios llevan a evaluaciones bastante más complejas que lo que permitiría esa reducción. El propio punto de partida está puesto en discusión, como lo están cada una de las diferentes estancias hasta llegar al presente. Estas complejidades no impiden, sin embargo, la formulación de juicios en plural sobre las direcciones y las consecuencias que en cada momento y para diferentes sectores tuvieron aquellos cambios. Y en ese sentido, los recorridos ofrecidos no son neutros ni complacientes, y por cierto que no quedamos más contentos o conformes con lo que ocurrió después de seguirlos a lo largo de este libro.

4. Esta obra ofrece un balance entre otros posibles. En el ensayo final de Altamirano, sobre cómo pensaron el país las elites intelectuales y políticas argentinas a lo largo del siglo, resulta evidente hasta qué punto muchas de las preguntas que el libro plantea fueron formuladas ya en otros contextos y con otras sintonías. Sería interesante incluir este volumen en esa serie que él propone y pensar cómo se vincula con sus predecesores. Yo he elegido otro camino, entre otras cosas porque me resulta difícil leerlo de manera distanciada. Sus preocupaciones y sus interrogantes son también los míos y no por casualidad: no soy hombre, pero sí pertenezco a la misma generación que sus autores y comparto la sensibilidad que preside la obra. Me identifico en buena medida con la mirada de sensata resignación que da el tono a todas las intervenciones. En ese sentido, este comentario también presenta, apenas, una mirada entre otras posibles.

Hilda Sabato

UBA / CONICET

Notas

1 Texto preparado para la presentación del libro realizada en la sede de la Universidad de Bolonia en Buenos Aires, el 22 de julio de 2010.

2 Escritos por Carlos Altamirano, Pablo Gerchunoff, Luis Alberto Romero, Roberto Russell y Juan Carlos Torre.

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