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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.16 no.1 Bernal June 2012

 

Fichas

 

Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (eds.),
Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual,
Santiago de Chile, Globo Editores, 2011, 245 páginas

El conjunto de ensayos reunidos en esta compilación constituye una heterogénea reflexión sobre los aportes teórico-metodológicos que la historia de los conceptos ofrece a las ciencias sociales y a las humanidades. Esta semántica histórica, que reconoce la huella trazada por Reinhart Koselleck, guía la mayoría de los artículos, poniendo en el centro el modo en el que, como su título lo indica, se conjugan los lenguajes políticos con el tiempo y la modernidad. Tanto el trabajo de Javier Fernández Sebastián -"Cabalgando el corcel del diablo. Conceptos políticos y aceleración histórica en las revoluciones hispánicas"-, como "Historia, experiencia y modernidad en Iberoamérica 1750-1850", de Guillermo Zemeño Padilla, abordan la temática de la modernidad y la revolución. El artículo de Pablo Sánchez León se centra en los estratos temporales de la modernidad española a partir de la historia de los conceptos de "decadencia" y de "regeneración". Gonzalo Capellán de Miguel desarrolla primero lo que denomina momentos conceptuales - entendidos como tipos ideales que sirven para comprender la historia de un concepto y establecer de un modo más riguroso la relación entre los planos semántico y temporal-, para después explorar esos momentos dentro del concepto de "opinión pública". Faustino Ostina explora la relación entre semántica histórica e iconología en la obra de Koselleck, rescatando su aporte metodológico en los debates sobre memoria e historia. El trabajo de João Feres Júnior analiza la historia conceptual en su formulación koselleckiana diferenciándola tanto de los enfoques kantianos como hegelianos, y subraya su contribución para estudiar conceptos políticos modernos. Cierra la compilación el ensayo de Elías Palti, que sitúa la reflexión en un plano teórico. Al discutir el pasaje de la idea al concepto y del concepto a la metáfora, Palti avanza en la metaforología de Blumenberg como perspectiva para responder no sólo a la cuestión del cambio conceptual sino, y más interesante aun, al problema del cambio en los sistemas de conocimiento. Los siete trabajos que integran este libro, en suma, resultan ensayos sugerentes para avanzar en la construcción de una historia atlántica de los conceptos políticos y sociales.

M. G.


 

Luis De Mussy, Miguel Valderrama (eds.),
Historiografía Postmoderna. Conceptos, figuras, manifiestos,
Santiago de Chile, Ril Editores, 2010, 255 páginas

Este libro se presenta como una guía de viaje para aquéllos interesados en las mutaciones del paradigma político-filosófico-historiográfico sobre la historia, y para la elaboración de una gramática posmoderna. En este sentido el libro, fiel a una estructura que reproduce el título de la obra, parte de la necesidad de la historiografía de elaborar un vocabulario capaz de aprehender los quiebres y las transformaciones que la disciplina ha experimentado luego del agotamiento de los supuestos epistemológicos y ontológicos que organizaron su trabajo en la modernidad. Frente a la crisis implicada en la dificultad de representar el pasado, la obra es una apuesta ambiciosa por volver a interrogar, a partir de un diálogo con otras disciplinas -como las artes visuales, la literatura, el cine, los medios, las imágenes y los discursos- la historicidad de la historia.
El cambio de paradigma político-filosófico-historiográfico sobre la historia exige introducir un nuevo vocabulario, una serie de conceptos y categorías que puedan atisbar lo nuevo. En este sentido, los autores seleccionan conceptos que permiten pensar el nuevo vocabulario y que a su vez se ven atravesados por los dilemas propios de la posmodernidad, como acontecimiento, archivo, aporía, biopolítica, canon, estructuralismo, feminismo,historicismo y marco. Todos ellos reconocen la incidencia de la temporalidad como problema, la marca de la deconstrucción en tanto intento por confrontar todo orden con la radical contingencia de sus fundamentos, y la relación de estos conceptos con la historia y con la posibilidad misma de narrar.
En la segunda parte del volumen se enumeran las figuras o voces autorizadas que han dejado huellas en esta ardua tarea. Ellas son las de Paul Veyne, Elizabeth Deeds Ermarth, Dominick La Capra, Frank Ankersmit, Hayden White, Keith Jenkins, Michel de Certeau y Alun Munslow. Finalmente, en la última parte, titulada "Manifiestos", se reproducen textos clave de Frank Ankersmit, del Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericanos, de Walter Mignolo y de Hayden White, reafirmando la idea de que la condición posmoderna es la condición de los manifiestos como modo novedoso de vincular el presente con el pasado, y al presente como historia. De esta manera el libro establece, de modo sugestivo, la necesidad de una nueva gramática capaz de explicar aquellos fenómenos que exceden a la historiografía tradicional.

M. G.


 

Hayden White,
La ficción de la narrativa. Ensayos sobre historia, literatura y teoría, 1957-2007,
Buenos Aires, Eterna Cadencia Editora, 2011, 576 páginas

La ficción de la narrativa consiste en una colección de veintitrés artículos nunca antes reunidos en libro, que recorre toda la trayectoria de Hayden White, desde 1957 hasta 2007, acompañados de una breve pero ilustrativa introducción sobre el pensamiento del autor, que es sin duda uno de los teóricos de la historia más relevantes de los últimos cincuenta años.
La diversidad de los artículos, que comprenden conferencias, reseñas, notas de lectura y respuestas a otros autores, permite situar sus intereses y preocupaciones en el contexto de las discusiones y los proyectos en los que participó a lo largo de su carrera. Por ese motivo, al permitir de alguna manera acompañar el desarrollo de su pensamiento, los textos reunidos en este volumen proveen en primer lugar un excelente complemento para la comprensión y ampliación de significado de sus trabajos más sistemáticos.
Por otro lado, a través de la lectura de los diferentes textos se revela la incesante preocupación del historiador estadounidense por el lenguaje y en particular por la narrativa como un medio nunca transparente de construcción de sentido, en la medida en que sostiene que la historia no es algo que simplemente se descubra. En ese marco, los múltiples niveles de significado presentes en el lenguaje y su
utilización, muchas veces velada, en la discusión sobre el conocimiento, transforman la cuestión de la historia y de su escritura en un problema que no es solamente teórico, sino también político. El pensamiento de White parece estar siempre movilizado por la desconfianza en la concepción de la ciencia en general y del conocimiento histórico en particular como exposición objetiva, y por la convicción de que no existe ninguna historia que no suponga una filosofía de la historia, una ideología o un determinado Weltplan, que la metahistoria se propone desvelar.
En los textos más recientes incluidos en este volumen, White se concentra en los problemas y las posibilidades para la historia en una época que desconfía de las explicaciones definitivas y, en general, de la autoridad de la historia. Pero a pesar de la actitud de sospecha característica de la posmodernidad, y por increíble que pueda parecer, el credo de la objetividad de la historia se mantiene vigente. Frente a esa permanencia, White continúa convencido de que ese dogma constituye su ideología más peligrosa.

E. G.


 

José Aricó,
Nueve lecciones sobre economía y política en el marxismo,
Buenos Aires, FCE, 2012, 410 páginas

Meses después de la edición por El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica reedita las Nueve lecciones sobre economía y política en el marxismo, un libro que, como su nombre lo índica, reúne las clases del curso "Economía y política en el análisis de las formaciones sociales", que Aricó dictara a fines de 1977 en la Maestría en Desarrollo Urbano del Colegio de México. Gracias al arduo trabajo de edición iniciado por Jorge Tula y Horacio Crespo y concluido en soledad por Crespo -un esfuerzo que contrasta diferentes originales, incluye preguntas de los alumnos e incorpora útiles notas aclaratorias-, el público argentino accede a la lectura que de la obra de Marx y de buena parte de la tradición marxista hacía, en sus primeros años de exilio, uno de los más importantes intelectuales marxistas latinoamericanos.
Pero no es todo, el texto no es sólo un documento de época que da cuenta de la mirada de Aricó a fines de los años setenta; es también, como señala Crespo en el importante prólogo a la obra, una indagación acerca de una de las cuestiones centrales que lo obsesionaba: pensar al marxismo a la vez como teoría de la sociedad y como teoría del cambio revolucionario. Es en torno a esta cuestión, y de la postulación de un proyecto marxiano que iba más allá del
modelo nacido de la lectura del primer tomo de El Capital, que se hacen presentes algunas de las cuestiones que una y otra vez puntúan la obra del cordobés: la crítica al economicismo y la acentuación del carácter constituvo del Estado en la sociedad capitalista, el problema de la organización revolucionaria y el papel de los intelectuales, la relación entre el marxismo y las ciencias sociales, la vinculación entre socialismo y movimientos populistas.
Las Nueve lecciones dejan aún ver algo más. A un Aricó que -como se haría ostensible en Marx y América Latina, en La cola del diablo, y también en sus trabajos sobre Justo y Mariátegui- coloca en un lugar central de la indagación la pregunta por el modo de producción, circulación y recepción de los textos. Así, subraya que el marxismo se había formado desconociendo buena parte de la obra de Marx, y tomando como Biblia el Anti-Dhüring de Engels; subraya asimismo que las características de la recepción del marxismo en Rusia y en Italia, pero también lo específico de la recepción alemana, no pueden entenderse si no se parte de los distintos interrogantes a los que fueron sometidos los escritos fundadores. Que los textos de Marx podían suscitar nuevas lecturas productivas, tal era la apuesta que, aún en una hora difícil, sostenía quien más había hecho para que esos textos llegaran a los latinoamericanos.

R. M. M.


 

Osmar Gonzales,
Ideas, intelectuales y debates en el Perú,
Lima, Editorial Universitaria, Universidad Ricardo Palma, 2011, 797 páginas

La edición de este voluminoso libro, que agrupa treinta estudios que datan de la última década y media y que se hallaban dispersos en publicaciones de diverso tenor (sólo unos pocos de ellos permanecían inéditos), confirma a Osmar Gonzales como uno de los mayores especialistas en historia intelectual del Perú en la actualidad. Con sólo dos excepciones, consagradas a franjas de la singular constelación intelectual y política que dio vida a la otrora poderosa nueva izquierda peruana de los años setenta y ochenta, estos artículos están dedicados a las figuras de mayor renombre de la intelligentsia peruana de las últimas décadas del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, retratadas no a través de reconstrucciones completas de sus respectivos perfiles, sino mediante inspecciones laterales que iluminan aspectos parciales y hasta aquí descuidados. Esas incisiones, que se apoyan en algunas de las inquietudes que ha traído consigo la historia intelectual latinoamericana de reciente factura, permiten observar, por caso, al Ricardo Palma que se ufana en reconstruir la Biblioteca Nacional peruana tras el desastre de la Guerra del Pacífico, al joven Luis Alberto Sánchez en su tránsito del arielismo al aprismo, o al Mariátegui cultor de la amistad.
Dentro de esta serie de textos de corte biográfico, en la que no faltan los dedicados a Manuel González Prada, Abraham Valdelomar, Jorge Basadre o José María Arguedas, se destacan aquellos que hacen foco en los distintos miembros del denominado grupo "arielista" o "novecentista". Gonzales fue en el Perú, junto a ensayistas como Pedro Planas y Luis Loayza, uno de los puntales de la ola de nueva curiosidad que en los últimos veinticinco años volvió sobre ese grupo (al que consagró un libro particular, Sanchos fracasados). De allí que no deba sorprender que en este volumen varios artículos examinen diversas facetas no solamente de Francisco García Calderón -un autor en boga entre los estudiosos de las elites letradas latinoamericanas-, sino también de otros arielistas como Víctor Andrés Belaúnde, Ventura García Calderón y, en especial, José de la Riva-Agüero. Varios de los textos, por lo demás, en particular los dedicados a este último autor, están construidos a partir de la particular afición y sensibilidad que tiene Gonzales en el tratamiento de fuentes epistolares, punto de partida de varios de los estudios. En definitiva, entonces, esta serie de enjundiosos ensayos ofrece tanto un salpicado mosaico de aspectos puntuales de figuras de las elites letradas del Perú como, en conjunto, y por efecto de agregación, un panorama de lo más granado de la vida intelectual del último siglo y medio en ese país.

M. B.


 

Regina Crespo (coord.),
Revistas en América Latina: proyectos literarios, políticos y culturales,
México, EON/UNAM, 2010, 544 páginas

Los desarrollos recientes en historia intelectual que han vuelto a investir a América Latina como horizonte de investigación han tenido, indudablemente, en las revistas culturales del continente uno de sus más preciados puntos de apoyo. En efecto, tanto por los contactos y las redes a escala trasnacional que pusieron en marcha, como por el propio lugar que ocupó en sus páginas el tema americano, este tipo de artefacto cultural ha sido objeto privilegiado de esas nuevas indagaciones. Así, en los últimos veinticinco años una serie de iniciativas colectivas y de investigaciones particulares ha echado luz sobre la historia del nutrido campo de publicaciones culturales que regó el pasado del continente. En la estela de esas incursiones, el volumen colectivo que ahora se publica bajo coordinación de la investigadora brasileña-mexicana Regina Crespo ofrece un conjunto de estudios que viene tanto a interrogar desde ángulos novedosos a algunas revistas canónicas (tal el caso de Amauta, de Cuadernos Americanos y de Marcha, interceptadas en aspectos particulares de su trayectoria por Ricardo Melgar Bao, Liliana Weinberg y Pilar Piñeyrúa, respectivamente), como a completar el mapa de publicaciones a través de inspecciones de algunas de ellas que permanecían hasta aquí virtualmente inexploradas.
En este último renglón se destacan en el libro, entre otros, el trabajo de la propia Crespo, que desempolva la historia de la revista brasileña Folha Academica -que a fines de la década de 1920 supo ser una importante ventana a los dilemas y debates de la generación del reformismo universitario latinoamericano-, y el incisivo artículo de Andrés Kozel sobre Humanismo, una publicación que ve la luz en México en 1952, y en cuyo remozado americanismo, decantado ahora en clave nacional-popular, concurren peruanos apristas, venezolanos ligados a Acción Democrática, y cubanos en el exilio (es Raúl Roa, futuro canciller de la Revolución, quien la dirige en una de sus etapas). Una contribución especial del volumen radica en su preocupación por incluir dentro del espectro de publicaciones inventariadas algunas significativas revistas brasileñas, por lo general desatendidas dentro de este campo de estudios. En definitiva, este libro ofrece una contribución que no podrá ser pasada por alto por todos aquellos interesados en la historia de esa peculiar forma de configuración del quehacer intelectual ofrecida por las revistas.

M. B.


 

Ricardo González Leandri, Pilar González Bernaldo de Quirós y Juan Suriano,
La temprana cuestión social. La ciudad de Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XIX,
Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2010, 224 páginas

La temprana cuestión social es uno de los resultados del proyecto "La cuestión social en Argentina", del Grupo de Estudios Americanos del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC español, dirigido por Ricardo González Leandri. En él se propone el análisis de la "temprana cuestión social" en la ciudad de Buenos Aires a mediados del siglo XIX, pero no es un libro de síntesis sino más bien una exploración de los límites conceptuales, temporales e históricos de la cuestión. Dicha cuestión no sería esencialmente distinta de la moderna en términos de los problemas que incluye, sino en función de los actores participantes y del origen y grado de institucionalidad de las respuestas dadas.
Sus capítulos analizan, respectivamente, la beneficencia (González Bernaldo), la educación elemental y la salud (González Leandri) y el mundo del trabajo (Suriano). Tienen en común la importancia dada al accionar de la Municipalidad; en cierta medida, ésta es también una historia del desarrollo de esa institución estatal y su compleja relación con los poderes provincial y nacional en construcción. Podría señalarse
como hipótesis transversal del libro la idea de que en la conformación de la "temprana cuestión social" se entrecruzaban lógicas corporativas, con raíces en el periodo colonial, y estatal-republicanas, representadas, respectivamente, por la Sociedad de Beneficencia y otras asociaciones civiles, de carácter caritativo y/o filantrópico, y por los concejos, comisiones, departamentos y demás creaciones estatales (municipales, provinciales y algunas nacionales), de vida relativamente corta y accionar ineficaz, constantemente trabados por la escasez de fondos, y atravesados por la política facciosa del período. En esta hipótesis, se trata de características específicas de la "temprana cuestión social", que la diferenciaría de la "moderna" de fines del siglo XIX y principios del XX, marcada por la institucionalización de las respuestas y su especialización como cuestión urbana, laboral y obrera.

M. V. L.


 

Mariano Ben Plotkin y Eduardo Zimmermann (comps.),
Los saberes del Estado,
Buenos Aires, Edhasa, 2012, 256 páginas

Desde fines del siglo XIX se desplegó un proceso de expansión del Estado nacional hacia nuevas áreas de intervención. Dicho proceso, que en cada una de estas áreas adquirió distintas velocidades y presentó diversas marchas y contramarchas, requirió de los aportes realizados por determinados saberes técnicos. Por cierto, un requerimiento de este tipo era de una importancia crucial para tales saberes, por cuanto aportaba un reconocimiento social que les allanaba el camino hacia su consolidación. Quedaba así establecido un vínculo entre la modernización estatal y la institucionalización de algunas formas de conocimiento.
Recortando diferentes momentos de un período histórico que se extiende hasta mediados del siglo xx, los trabajos que componen el presente volumen, elaborados por Juan Suriano, Claudia Daniel, Valeria Silvina Pita, Ricardo González Leandri, Ana María Rigotti y Valeria Gruschetsky, se proponen exponer las múltiples facetas que el mencionado vínculo mostró en diversos espacios estatales. Si bien ponen el foco en distintos saberes y organismos (la estadística, la medicina y el urbanismo; el Departamento Nacional del Trabajo, el Hospital de Mujeres Dementes y la Dirección Nacional de Vialidad), una
pregunta común los recorre: aquella que indaga los factores que promovieron la constitución de tales saberes en saberes del Estado y de sus portadores en cuadros técnicos. En vistas a proporcionar una respuesta, los trabajos consideran trayectorias individuales, espacios de sociabilidad, modos de circulación de prácticas, ideas y modelos institucionales, y sus mecanismos de legitimación. Asimismo, contemplan los obstáculos con los que grupos de profesionales se toparon en su transformación en elites técnicas; otros textos, a su vez, toman en cuenta ciertas crisis sociales, como las desatadas por la epidemia de fiebre amarilla y el terremoto de San Juan, debido a que posibilitaron un incremento en la demanda estatal de determinados grupos técnicos.
Sin lugar a duda, la aparición de Los saberes del Estado es auspiciosa, no sólo porque alimenta una concepción novedosa del Estado, según la cual éste es visto como un organismo dinámico y fragmentado, cuyas fronteras con la sociedad civil se tornan, por momentos, difusas, sino también porque, a partir de esta caracterización, intenta contribuir a la definición de una agenda de investigación. Tanto la introducción realizada por los compiladores, como los comentarios finales de Joseph L. Love, explicitan algunas líneas teóricas que apuntan en esa dirección.

P. R .


 

Beatriz Sarlo,
El imperio de los sentimientos. Narraciones de circulación periódica en la Argentina,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2011, 176 páginas

El imperio de los sentimientos es una reedición del clásico estudio de Beatriz Sarlo sobre las narraciones semanales que circularon en masa en el período de su mayor apogeo, entre 1917 y 1925. Sarlo aborda un corpus que normalmente no entra en los cánones de la literatura alta, por lo que no interesa a los críticos literarios, y propone tratar la literatura sentimental -"plebeya" según la vanguardia- como si fuera literatura. Evitando al mismo tiempo "perspectivas estéticas paternalistas" o "populistas" hacia su público (p. 25), busca entender cómo se organizaban estos textos, cuáles eran sus características y sus efectos, quiénes eran sus lectores y por dónde circulaban. En el primer capítulo la autora justifica la elección de su tema y adelanta los interrogantes que guían su investigación. Argumenta que a pesar de su "insuficiencia" estos textos influyeron en la formación de hábitos de lectura y también agregaron densidad al campo literario. Fueron textos necesarios en un período de creación de un público lector. En el segundo apartado el ensayo se interroga por los lectores y muestra cómo estaba conformado el público de estas narraciones y por qué ellas podían tener tanto éxito en ciertos sectores sociales. Según Sarlo, se trataba de una escritura de ensoñación que ofrecía felicidad; de escritura y lectura rápida. En el tercercapítulo, se pregunta por los escritores. Según la autora, por el tipo de literatura que practicaban se ajustaban a la imagen de "escritores profesionales de mercado" abocados a "sintonizar las tendencias y las fantasías del público" (p. 71). En el cuarto apartado analiza los escenarios morales y psicológicos donde las tramas de las narraciones se construyen. La lectura de Sarlo deja claro que esta literatura se ajustaba a las convenciones sociales de la época, divulgaba valores "de clase media", "ideales de una sociedad serena" en un período de transformaciones tumultuosas (p. 159). La quinta y última sección discurre sobre los ideales de felicidad que las novelas transmitían.
Toda reedición obliga a la pregunta por la vigencia. El de Sarlo sigue siendo un texto obligado para entender la cultura de los años veinte. Pero además muchos de los ejercicios que Sarlo emprendió en este libro fueron y siguen siendo innovadores. Por ejemplo, la apuesta por entender al público de estas narraciones y dilucidar cómo eran leídas. Lo mismo se puede decir sobre el objeto de estudio. Son escasos los trabajos que abordan este tipo de literatura y/o prácticas culturales. Es decir, que aunque el libro hoy puede dialogar con otros textos -como la autora lo aclara- todavía es poco lo que sabemos sobre los consumos culturales de los sectores populares en la Argentina de principios de siglo.

F. F.


 

Carolina González Velasco,
Gente de teatro. Ocio y espectáculos en la Buenos Aires de los años veinte,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2012, 272 páginas

La acelerada expansión de Buenos Aires en las primeras décadas del siglo pasado encontró su correlato en el ocio y el espectáculo. Entre las diversas alternativas que la ciudad ofrecía, el teatro se afirmó en la década de 1920 como una de las actividades predilectas. A lo largo de esa década, los habitantes de la ciudad asistieron, en número y con frecuencia crecientes, a uno o más de los tantos teatros que se multiplicaban en torno de la calle Corrientes. Organizado en cinco capítulos, Gente de Teatro. Ocio y espectáculo en la Buenos Aires de los años veinte, de la historiadora Carolina González Velasco, se propone reconstruir la historia social y cultural del mundo teatral porteño de esa década.
Tras situar el teatro en la cartografía del esparcimiento de la ciudad (a la par de cafés, cabarets, cines, etc.), la autora se detiene en los participantes y en la dinámica que configuraron la escena teatral. Observa al empresario y las características de las salas, la organización de la cartelera, la composición del público y las maneras de apelar a éste de forma selectiva. Luego se adentra en el juego de prácticas e intereses que diferenciaban a los agentes que conformaban este espacio a través de tres acontecimientos: la huelga de actores en 1919, la constitución de la Federación de Gente de Teatro y el llamado a una nueva
huelga en 1921, y la elección en 1926 del popular actor Florencio Parravicini como concejal de la ciudad por el partido Gente de Teatro. En estos eventos emergen, aliándose o enfrentándose, actores, empresarios, autores, músicos y técnicos. La prensa tiene en ese marco un lugar destacado, modelando representaciones acerca del teatro y buscando inclinar posiciones en favor de alguno de los sectores en puja. Esos acontecimientos exponen las condiciones de trabajo y las marcadas diferencias de prestigio y remuneración entre cabezas de compañías teatrales, actores populares y el amplio arco de actores apenas conocidos pero con ansias de alcanzar alguna clase de estrellato.
A la par del estudio del mundo social detrás del teatro, la autora presta atención a los vínculos entre los géneros, las temáticas abordadas y los personajes con la experiencia de la vida urbana porteña de los veinte. El teatro no sólo le habría permitido al espectador conectar lo que presenciaba sobre el escenario con su propia realidad cotidiana, sino que, más aun, habría funcionado como una suerte de mapa cognitivo que lo guió por una ciudad marcada por muchas y muy veloces transformaciones. En síntesis, el teatro se presenta en esta obra como un punto de vista fascinante para observar la ciudad y a sus habitantes en un tiempo no menos fascinante.

A. D.


 

Gerardo Leibner,
Camaradas y compañeros, una historia política y social de los comunistas del Uruguay,
Montevideo, Trilce, 2011, 632 páginas

Las prácticas políticas militantes, los tipos de sociabilidad y los lenguajes, en tanto elementos generadores de una formación política y cultural, son el objeto de estudio de esta historia del comunismo uruguayo. A través del análisis minucioso de sus actividades, reuniones, fiestas, campamentos, campañas financieras, eventos deportivos, y de sus códigos, conceptos y vocabularios, Gerardo Leibner reconstruye una gramática política, que en gran medida influyó en el cómo hacer política en el Uruguay.
Sus dos tomos -"La era Gómez" y "La era Arismendi"- dan cuenta de dos momentos diferenciados del ethos comunista. La primera era estuvo marcada por el estalinismo, la solemnidad, la vigilancia revolucionaria, el culto a la personalidad, la disciplina. La segunda, nacida de una ruptura profunda y moral, buscó dejar atrás la dinámica de "secta" y los "criterios policíacos" para abrir el juego político en busca de conformar un partido de masas, que fue la base de posibilidad de la creación del Frente Amplio en los años setenta.
En un análisis que hilvana los vaivenes de la dinámica interna con la recepción de las líneas y los virajes internacionalistas, Leibner inclina la balanza de su argumentación por la importancia que los asuntos
locales tuvieron a la hora de dar forma a un estilo de hacer política, pues fueron las transformaciones vinculadas a la administración Arismendi las que originaron una renovación del Partido Comunista uruguayo que permitiría comprender, entre otras cosas, la diferente evolución de este pc en relación a los partidos comunistas argentino, boliviano, peruano, venezolano. La expulsión de Eugenio Gómez, figura análoga a Victorio Codovilla en la Argentina, permitió el surgimiento de una matriz militante orientada a la búsqueda de alianzas para la conformación de un partido de masas, lo que se logró a través de cambios importantes en la vida interna del partido. Entre otros, apoyo abierto a la Revolución Cubana y articulación con el resto de las izquierdas uruguayas -con las que llegará a una alianza frentista, no exenta sin embargo de conflictos y rispideces-. Su mirada sobre la dimensión emotiva del compromiso político, el análisis de la ideología social de los militantes y sus imaginarios son los principales aportes que brinda este libro a los estudios sobre las izquierdas latinoamericanas.

L. P. A.


 

Matthew B. Karush y Oscar Chamosa (eds.),
The New Cultural History of Peronism: Power and Identity in Mid-Twentieth-Century Argentina
Durham/Londres, Duke University Press, 2010, 310 páginas

A la vez como enfoque y objeto de análisis, la dimensión cultural es la clave interpretativa propuesta en el libro compilado por Karush y Chamosa para alcanzar una comprensión renovada de la Argentina de mediados del pasado siglo. Compuesto de ocho artículos y un balance final a cargo de Plotkin, el volumen busca aportar la perspectiva de la "nueva historia cultural" latinoamericana, nutrida del giro lingüístico y los estudios culturales, al campo historiográfico del peronismo, en multilineal expansión durante las últimas décadas. Es sin duda la reconfiguración de las identidades colectivas y de los sistemas de clasificación simbólicos que trajo consigo ese movimiento político -incluidos los límites de tal proceso- la problemática general que cada capítulo ilumina. Así, bien a través del enfoque específico de la trama cultural de las relaciones de poder entre los grupos sociales, los géneros y las etnias, o de la interacción entre el Estado, el mercado cultural y las masas, los textos vuelven sobre la clásica cuestión de las rupturas y continuidades en el peronismo como fenómeno histórico. Los textos de Karush sobre populismo, melodrama y cultura de masas, y de Ballent acerca de las estéticas arquitectónicas de la Fundación Eva Perón, muestran hasta qué punto la experiencia peronista hundía sus raíces en las tradiciones artísticas, estéticas y en la cultura comercial de los años treinta. En un sentido análogo, aunque postulando cierta ruptura del mito de la Argentina blanca, se lee el artículo de Chamosa sobre el impulso al folklore y a la cultura "criolla" del interior por el gobierno de Perón. El trabajo de Elena muestra, en otro aspecto de continuidad, las dificultades de los editores de la revista Argentina a la hora de articular una alternativa peronista del "buen gusto" en el consumo de masas. Trabajos como los de Milanesio y Seveso, en cambio, exploran las aristas más filosas del conflicto político-cultural que dividió a la sociedad por esos años. La incorporación de clivajes étnicos y de género al análisis de la integración de los diversos sujetos a la comunidad nacional está presente en los textos de Lenton y de Lobato, Damilakou y Tornay, respectivamente. La importancia de las fuentes visuales y de la perspectiva de los actores, generalmente recuperada en testimonios memoriales, resulta ser otra marca de este enfoque cultural.

L. E.


 

Jorge Dotti,
Las vetas del texto,
Buenos Aires, Las Cuarenta, 2011, 304 páginas

Amén de sus escritos sobre filosofía política y de sus estudios de recepción, Jorge Dotti publicó a fines de los ochenta Las vetas del texto, un libro que dialogaba con la historia de las ideas argentinas. El artículo que lo abría buceaba en la obra de Alberdi subrayando cómo la, tan mentada, separación entre historicismo y racionalismo era resuelta por una peculiar concepción del americanismo y por una escritura que se situaba entre "el ejercicio especulativo alto y el empirismo de la acción de gobierno". Lo seguía un trabajo en el que daba cuenta de cómo los textos de los pensadores positivistas de comienzos de siglo se hallaban tensionados entre la adhesión a un esquema positivista, que hacía problemático el lugar de la ética, y la asunción de las tareas a las que los conminaba la hora argentina. Sobre la cuestión, pero centrándose en Juan B. Justo, volvía en el tercer artículo que, suscitando una polémica que permanece en los estudiosos del socialismo argentino, explicaba que, sobre la base de una lectura alegórica de la teoría del valor y del abandono del enlace igualdad jurídica y explotación capitalista, Justo había podido postular que valores como justicia y equidad no eran funcionales sino antitéticos a la lógica capitalista.
A la virtud de hacer accesible al lector estos tres trabajos, clásicos y por largo tiempo agotados, esta reedición
suma la de incorporar tres intervenciones de Dotti referidas a la contemporaneidad del pensamiento argentino. La primera plantea una lectura filosófica de la Constitución aprobada en 1994, y señala cómo en las figuras previstas para afrentar las amenazas al orden constitucional -los decretos de necesidad y urgencia, el estado de sitio y el derecho cívico a la resistencia- se filtra el horizonte ineliminable de la excepción. Sin embargo, Dotti subraya que esa presencia moderada de la excepción en esas figuras no implica que, como postula el antiestatalismo posmoderno, el estado de excepción permanente sea la condición de posibilidad del Estado. La aclaración sirve de hilo rojo para leer los dos últimos artículos, en los que partiendo de la lectura de Las teorías salvajes de Pola Olaixarac, Dotti enjuicia un "idealismo" que, desde el Estado, deja de lado los criterios de prudencia para agudizar los conflictos que debería aquietar. Discutiendo con la doxa que lee aquella práctica como schmittiana, filia los dos núcleos conceptuales de tal "idealismo" -la guerra como la verdad de la política, y la práctica memorialista que piensa el pasado como un holocausto inexpiable- en las filosofías posmodernas que, reactualizando la noción benjaminiana de violencia divina, sostienen una demanda de justicia que trasciende lo estatal y diseñan un enemigo que trasciende lo político.

R. M. M.


 

Carlos Altamirano,
Peronismo y cultura de izquierda,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2011, 270 páginas

Siglo XXI reeditó en 2011, a una década de su aparición, Peronismo y cultura de izquierda, de Carlos Altamirano. Esta nueva edición agrega dos escritos: una reconstrucción de parte del itinerario político e intelectual de Juan Carlos Portantiero -"Trayecto de un gramsciano argentino"- y "¿Qué hacer con las masas?", el texto que abría la Batalla de las ideas, de Beatriz Sarlo. No es en esas adiciones, sin embargo, donde hay que buscar las razones de la decisión de dar nuevamente a imprenta un conjunto de intervenciones que, en su mayoría, vieron la luz en diversas revistas durante la década de 1990. Acopladas a la muy atendible consideración de que la primera edición estuviese agotada hace ya tiempo, aquéllas no es preciso adivinarlas: son las tensiones político-ideológicas del presente argentino las que le otorgan a estos escritos una recobrada actualidad. Y es que, como decía Oscar Terán, un libro no cambia mientras el mundo cambia, y con él los lectores y sus lecturas. La metamorfosis política que vivió la Argentina en la última década lleva el nombre de kirchnerismo, y entre sus efectos menos previsibles -como señala Altamirano- es posible identificar la revitalización de un "ciclo ideológico" que se creía agotado desde los noventa: aquel cuyo rasgo central era el intento de establecer, de modos siempre cambiantes pero tenaces, un puente entre peronismo e izquierda. La singularidad de este nuevo escenario permite leer varios de estos lúcidos ensayos con una perspectiva bifocal: iluminan, y no las menos de las veces por contraste, tanto pasado como presente. En el mundo mucho más limitado de la historiografía interesada en las ideas las cosas también cambiaron, y Altamirano ha sido sin duda uno de los que más ha hecho por orientar esos desplazamientos. Su escrito más reciente sintetiza en parte el estado actual de la historia intelectual local. Concentrando en el análisis de las diversas estaciones del recorrido político-intelectual de Portantiero entre 1950 y 1970 (el pca, la nueva izquierda, la sociología), esas etapas aparecen siempre enmarcadas en "esos espacios informales de interacción que suelen ser los grupos intelectuales"; esa voluntad contextualista abre la posibilidad de un examen social de la producción y las circulación de las ideas que imprimieron el perfil de gran parte de la cultura y la política de izquierda argentina. Por último, tras el agregado de ensayos se adivina una periodización que, siguiendo los vaivenes de la relación entre peronismo e izquierda, parte de 1946 y se cierra a principios de los setenta, lo que no deja de marcar una diferencia con los recortes temporales corrientes en la historia político-intelectual de esos años. Un ciclo, en fin, cuya persistencia (¿residual, vital, tergiversada?) es una cuestión abierta.

D. G.


 

José Fernández Vega,
Lugar a dudas. Cultura y política en la Argentina,
Buenos Aires, Las Cuarenta, 2011, 208 páginas

Los siete ensayos que José Fernández Vega agrupa en este cuidado volumen confirman para su caso la existencia de un estilo infrecuente en el panorama de las humanidades de la Argentina contemporánea. A distancia de la creciente especialización que se ha desplegado en sede académica en las últimas décadas, el autor elige transitar una zona menos definida en la que confluyen y dialogan la filosofía, la estética, la literatura y la política. Los textos que componen el libro se presentan así libremente como ejercicios de investigación de ciertos nudos de la cultura argentina sobre los que Fernández Vega busca intervenir. En ocasiones se trata de recorridos suscitados por la aparición de libros que el autor halla especialmente estimulantes; en otras, de episodios de la escena artística y literaria local de las últimas décadas pasibles de ser reconstruidos críticamente en cuanto a las tramas políticas y culturales que los subtendieron. El libro se abre con una calurosa reseña del libro póstumo de Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina. Además de homenajear en el autor su distinguido modo de hacer historia intelectual, irreductible a clasificaciones y formalismos disciplinares, Fernández Vega observa sugerentemente cómo en la selección teraniana de los núcleos densos que informaron el decurso de las ideas en el país se evidencia que ha sido la literatura, antes que la filosofía, el carril principal por el que ha avanzado el pensamiento argentino. En otro de los textos, publicado originalmente hace una década, el autor acompaña y comenta el puntilloso rastreo de Jorge Dotti en su Carl Schmitt en Argentina. Completan el libro una reflexión sobre política y teorías de la revolución a propósito de un insospechado libro inédito de Roberto Jacoby que data de la última dictadura, una recensión de las alternativas que rodearon al caso Ferrari - los hechos y los debates que enmarcaron la encendida polémica con medios católicos que despertó la muestra retrospectiva de León Ferrari a fines de 2004-, una indagación histórica de la fortuna de Marcel Duchamp y Andy Warhol en su relación con la Argentina a partir de dos exhibiciones recientes consagradas a ambos artistas, y dos incursiones más prolongadas en terreno literario dedicadas a explorar en paralelo facetas de Borges y de Walsh.

M. B.


 

Claudio Benzecry,
El fanático de la ópera. Etnografía de una obsesión,
Buenos Aires, Siglo XXI, 320 páginas

En el título hay una palabra a tomar en serio: fanático. Benzecry no propone una caracterización sociológica del público de ópera en general, sino que, alejándose de aquellos que todo lo explican en clave de distinción, busca reconstruir el modo intenso en que construyen su apego los fanáticos que una y otra vez concurren a las ubicaciones de pie que se encuentran en los pisos superiores del teatro Colón. Se trata -o se trataba hasta la actual gestión- de las entradas realmente accesibles de un teatro que nunca estuvo en manos de una elite que lograra "cerrar el círculo", y a las que concurre un público mayormente de clase media.
Sin embargo, como señalamos, la caracterización del origen social del público es sólo un paso preliminar para una argumentación que se preocupa más por la forma en que los individuos se inician en el consumo de la ópera y por el modo en que -a través de charlas informales, pero también de seminarios dados por expertos que no serían más que fanáticos consagrados, y de los mecanismos de control que aplica la comunidad de fanáticos en el propio ámbito teatral- aprenden a intensificar y a dar forma a su apego. El resultado es la construcción de un "barra brava" que en la ópera encuentra el efecto extático de la música, en particular de las voces, y una imagen valiosa de sí nacida del
compromiso con lo trascendente. Luego de señalar que lo que surge de los relatos de los fanáticos no es un capital social a intercambiar o exhibir sino el modo de manejar el estigma de un apego "exagerado", Benzecry reconstruye distintos vínculos con la experiencia sacra de la ópera: el héroe, el adicto, el peregrino, el nostálgico. Todos ellos deben procesar la disrupción generada por la crisis argentina del 2001 que, al privar al Colón de estrellas internacionales y presentar a los músicos como simples trabajadores, parece disolver la frontera que lo separaba del exterior y el carácter sagrado de la música. Los modos de enfrentar esa disolución son también diversos: venerar el pasado, reafirmar la propia sociabilidad "fanática" o buscar la autenticidad y el entusiasmo perdido en el circuito "alternativo".
Las conclusiones que cierran el recorrido -en rigor sólo algunas de las reflexiones que puntúan un texto en el que las argumentaciones teóricas surgen casi naturalmente de los apuntes etnográficos- retoman la polémica con una sociología del gusto que establece correlaciones entre consumos culturales y posición en la estructura social pero que es incapaz de dar cuenta del modo en que, al anudarse a objetos de apego -la ópera, pero también un deporte o las lealtades políticas-, los individuos se construyen a si mismos.

R. M. M

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