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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.17 no.1 Bernal jun. 2013

 

RESEÑAS

Vania Markarian,
El 68 uruguayo: El movimiento estudiantil entre molotovs y música beat, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2012, 186 páginas

 

La historiadora Vania Markarian ofrece un estudio refrescante de las imbricaciones entre prácticas políticas y culturales que tuvieron lugar en el marco del movimiento estudiantil durante el "68 uruguayo". Opacado en muchas visiones retrospectivas del '68 latinoamericano (en las que sobresale el recuerdo del movimiento mexicano y la posterior tragedia de Tlatelolco), Markarian reconstruye detalladamente hechos, discusiones y posibles sentidos político-culturales de las movilizaciones estudiantiles con afán explicativo. En una de las imágenes más elocuentes del ensayo, la autora considera que esas movilizaciones, antes que un "relámpago en el cielo sereno," fueron "el fogonazo que iluminó las grandes nubes que se venían acumulando en la oscuridad" (p. 25). Así, Markarian analiza transformaciones de las condiciones socioeconómicas que hacían que muchos uruguayos creyeran vivir en "la Suiza latinoamericana," un emergente ciclo de protesta social datado desde fines de la década de 1950, y la aparente imposibilidad del sistema político de lidiar con ese y otros disensos sin apelar a medidas de "excepción" –tal el caso de las Medidas de Pronta Seguridad por las que se dotaba al presidente de poderes de coartar derechos civiles y políticos en medio de las movilizaciones del "68"–. En la pluma de Markarian, ese "fogonazo" ilumina su pasado cercano y, más fundamentalmente, se ilumina a sí mismo. Haciendo uso de publicaciones periódicas de la prensa nacional y partidaria, algunos informes de inteligencia policial recientemente desclasificados, materiales de archivo de la Universidad de la República y, en menor medida, publicaciones contraculturales y entrevistas, la autora reconstruye distintas "capas" del "68 uruguayo", haciendo foco en el movimiento estudiantil y, en especial, en sus vertientes de izquierda.
Es en el estudio de las transformaciones dentro del conglomerado de izquierda donde se alojan los dos aportes más fecundos del libro. A partir de un análisis de caso, con toda la especificidad que esto indica, Markarian discute, por un lado, las demarcaciones tajantes entre una "nueva izquierda" asociada a las opciones más radicalizadas y a la lucha armada, y una "izquierda tradicional" (identificada centralmente con el Partido Comunista Uruguayo [PCU]) que enarbolaba opciones pacíficas y de convivencia democrática. Markarian muestra que durante las movilizaciones del "68" militantes encuadrados y/o por encuadrarse dentro de esa segunda vertiente también hicieron uso de estrategias confrontacionales de tipo violento. Explorar la ampliación de los repertorios de acción de grupos estudiantiles vinculados a la izquierda en su conjunto le permite a la autora discutir, entonces, la diseminación del uso de la violencia –y de cómo operó el ciclo de represión policial e indignación estudiantil– tanto como su lugar simbólico en la creación de "místicas revolucionarias" que circulaban entre las nuevas cohortes que ingresaban a la vida política. La atención a los clivajes de tipo generacional, por otro lado, es la clave que Markarian privilegia cuando se trata de entender el entrecruzamiento de nuevas pautas culturales y renovación de los modos de acción política. De especial importancia es la exploración de los espacios y las circunstancias en que grupos estudiantiles buscaron expandir el espectro de los "comportamientos adecuados" en lo que respecta a las movilizaciones –y más allá de ellas–. En tal sentido, la autora demuestra que dos de los elementos de que el "68 uruguayo" parecía carecer en comparación con otros movimientos sesentayochistas, esto es, la confrontación intergeneracional y los cuestionamientos a los modos anquilosados de representación y toma de decisiones, no sólo estuvieron presentes sino que fueron parte del terreno en disputa. El hilo conductor que sigue Markarian es, en lo fundamental, el activismo y las discusiones dentro de la Unión de Juventudes Comunistas, hilo central para comprender la dinámica del "68 uruguayo" pero que, tal vez, resulte demasiado acotado al "caso" cuando se trata de intentar pensar sus aportes en una escala latinoamericana.
Escrito con una prosa amena y atenta a la contextualización precisa, El 68 uruguayo se organiza en tres capítulos y una conclusión, donde se busca integrar el caso dentro de un arco temporal más amplio tanto como en una perspectiva global. Procediendo metodológicamente en capas, el primer capítulo reconstruye los seis meses de movilización protagonizados por estudiantes secundarios y universitarios con un ojo puesto en desentrañar la lógica de la "escalada" del ciclo de movilización, represión policial y recrudecimiento de las tácticas de confrontación violenta. Mientras que la puesta en funcionamiento de las Medidas de Pronta Seguridad, en junio, permite comenzar a comprender la ampliación de la represión policial tanto como el involucramiento más sostenido de los universitarios, Markarian presta atención a la decisión estudiantil de expandir las tácticas de confrontación, así como los espacios y los horarios de las movilizaciones. En esa voluntad la autora advierte un rasgo que atravesó a diversas agrupaciones estudiantiles y las distinguió de las más "prudentes" directivas de los organismos directivos de la Universidad y del PCU. Convincentemente, Markarian explica que esas disputas sobre los límites de las movilizaciones canalizaban también disputas intergeneracionales, donde los jóvenes testeaban y traspasaban las fronteras de los "comportamientos adecuados". El segundo capítulo pasa de las movilizaciones a las discusiones que estas y sus protagonistas incitaron, en especial en el interior de la izquierda. De crucial importancia fueron aquellas discusiones que pusieron el foco en la edad de los participantes, un tópico común alrededor del mundo en el "68". En sus testimonios contemporáneos a las movilizaciones, muchos jóvenes de izquierda intentaban borrar las huellas de su edad (y eventualmente de su condición estudiantil) en un intento por mostrar un vínculo directo con los trabajadores, estrategia que también compartía la dirección del PCU. Markarian constata esa ambivalencia pero se detiene poco en analizar sus implicaciones cuando explica la politización juvenil, por lo cual se difumina la posibilidad de pensar qué nos dice del "68 Uruguayo" el hecho de que sus principales protagonistas buscaran desmarcarse del rasgo que más los distinguía. La autora se detiene mucho más en otras discusiones, en especial aquellas que atraían a las izquierdas globalmente en relación con los posibles cambios en la identidad de las "vanguardias" revolucionarias y con las "vías" posibles de la acción revolucionaria. De manera insistente, Markarian se refiere a que todos los grupos que se autoproclamaron en favor de la revolución ganaron adeptos jóvenes tras las movilizaciones del "68 Uruguayo", lo cual por supuesto no excluía al PCU (que se emparentaba en esto con su par italiano, un "caso" a través del cual la autora quizá podría haber obtenido comparaciones fructíferas). La clave generacional, que aparecía como una dinamizadora de las experiencias de movilización y como uno de los núcleos de discusión, se retoma con más densidad en el tercer capítulo, dedicado a las expresiones culturales. Antes que el estudio de las apropiaciones de la figura del Che Guevara o de las construcciones de "épicas" militantes, en mi opinión uno de los grandes hallazgos del estudio es la radiografía de las pautas de consumo cultural (en especial las lecturas y las opciones musicales) que nutrían, a la vez que vindicaban, el "compromiso militante", volviéndolo atractivo para nuevas cohortes de edad. Con mucha perspicacia, pero con evidencia mucho más endeble –ya que se trata una trayectoria individual y un emprendimiento culturaleditorial– la autora también intenta una lectura que muestre que ese "compromiso militante" no se llevaba del todo mal con expresiones artísticas "contraculturales".
La posibilidad del puente entre militancia de izquierda y "contracultura" queda esbozada, pero la densidad de esos cruces no es explorada sistemáticamente. Markarian nos muestra un "68 Uruguayo" con más cócteles molotov que música beat, pero lo interesante del caso es que esos cócteles molotov aparecen en las manos de jóvenes de varias "familias" de la izquierda uruguaya, dotándolas de una novedad que atravesaba al "viejo" PCU tanto como a las "nuevas" alternativas. Es en esa dimensión, la del análisis de lo nuevo (sujetos, demandas, acciones) insertándose y transformando lo "viejo", donde se aloja el aporte más contundente de este estudio, desde ahora indispensable para los interesados en la década de 1960 y en la historia de las izquierdas en América Latina.

Valeria Manzano
IDAES-UNSAM / CONICET

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