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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.17 no.1 Bernal jun. 2013

 

RESEÑAS

Ana Cecchi,
La timba como rito de pasaje. La narrativa del juego en la construcción de la modernidad porteña (Buenos Aires, 1900-1935), Buenos Aires, Teseo, 2012, 200 páginas

 

En el terreno de la timba se entreveran varios mundos: el del bajo fondo y la ilegalidad; el modernizador, controlado por el Estado; el entretenimiento y el vicio. Allí no sólo convergen y dialogan agentes de la ley y del delito, sino que también se mezclan el rico y el pobre, que comparten, por ejemplo, la pasión por los burros. Estos cruces hacen de la práctica cultural del juego un objeto de estudio huidizo y complejo. El desafío es sorteado por Ana Cecchi, quien reconstruye esos mundos recuperando las voces de sus protagonistas y sus debates, a la vez que identifica sus nudos de tensión y delinea sus geografías.
A través del análisis de fuentes diversas que van desde debates parlamentarios, sanciones legales, textos literarios y crónicas periodísticas, hasta partituras y letras de tangos, la autora revive los imaginarios que ocupó el juego en la ciudad de Buenos Aires a principios del siglo xx. Así, describe la íntima ligazón existente entre la timba y el pujante desarrollo urbano, y para ello se remonta al siglo xix, cuando el entretenimiento público de la ciudad dejó atrás las corridas de toros y las riñas de gallos para centrarse en las carreras de caballos, la lotería, los naipes y la quiniela.
En la primera parte del libro se narra la manera en que el juego se incorporó a los vaivenes de la modernización. En este sentido, el Estado se erigió como agente principal en la tarea de encauzarlo, convirtiéndolo en una fuente de recaudación. Su voluntad fue monopolizar las prácticas del juego: las loterías destinarían sus fondos a financiar obras públicas y, de hecho, la autora muestra cómo la Biblioteca Nacional, el Archivo General de la Nación, el Museo Histórico Nacional, así como muchos hospitales y asilos recibieron partidas de dinero provenientes del juego legal.
Al tiempo que estas regulaciones hicieron que dicho ritual fuera dejando atrás su costado menos "civilizado" (por ejemplo, con la prohibición del maltrato a los animales), también se produjeron una serie de debates públicos en los que figuras del mundo cultural se pronunciaron acerca de las desventajas de la práctica del juego. En su discurso inaugural de la Biblioteca Nacional de la calle México, Paul Groussac destacó que el cambio de destino del edificio, inicialmente perteneciente a la Lotería, representaba un triunfo de la cultura sobre lo profano. Esa preocupación generalizada en torno a las implicaciones perjudiciales del juego se extendió también entre los políticos, que tomaron medidas restrictivas, entre ellas la prohibición a empleados municipales de concurrir a las carreras. Por otra parte, en 1901, en el meeting contra el juego, que reunió a cinco mil personas y nueve mil firmas, se destacaron los socialistas, quienes, en clave moral, veían en el juego una fuente generadora de pobreza y miseria; entre ellos, el joven Alfredo Palacios fue el orador principal del encuentro realizado en Plaza de Mayo.
En esta puja por encauzarlo o erradicarlo, el juego se manifiesta, según la autora, como uno de los escenarios en los que se encarnó, no sin dificultades, la periférica modernidad porteña. En su análisis retoma esta expresión que Beatriz Sarlo acuñó a fines de los años ochenta, que luego dialogaría, en el marco del pehesa, con Luis Alberto Romero y Leandro Gutiérrez, entre otros, con el fin de renovar ciertas categorías analíticas de la historiografía cultural que se consideraban improductivas.1 Estos autores buscaron superar explicaciones de raíz marxista que, ante la evidencia de sujetos lectores de "novelitas rosas", seguidores del teatro de revista o jugadores empedernidos, apelaban a la noción de "falsa conciencia" de clase. De allí surgieron una serie de investigaciones que atendieron a los efectos que artefactos como el cine, la radio o los folletines habían impreso en "el imaginario" o "la mentalidad" de los sectores populares. El concepto de claseobrera fue reemplazado por el de sectores populares, incluyendo a las clases medias y a los trabajadores informales. Enfocando en la condición popular por sobre la obreratrabajadora, se investigó el afuera de la fábrica y del partido político: los espacios de entretenimiento, ocio y diversión venían a contar nuevas historias.2 Si bien el libro de Ana Cecchi se inscribe en esta historia cultural, incorpora categorías propias de la historiografía urbana y la sociología cultural, lo que le permite realizar nuevas e incitantes preguntas.
En la segunda parte, la autora explora la manera en que diferentes narrativas sobre el juego convergieron en una problemática identidad nacional. Para ello analiza las crónicas de Máximo Sáenz (alias Last Reason), en el Diario Crítica, y las de Roberto Arlt, en El Mundo, pues esos grupos de relatos expresaron, desde perspectivas divergentes, imaginarios de fuerte pregnancia en la época.
Por un lado, Last Reason resaltó los aspectos de integración reflejados en el mundo de los burros en el que las "barreras sociales estaban abolidas y también las diferencias de clase" (p. 103). Para este cronista, el hipódromo, donde predominaba la "igualdad entre criollos", resultaba un espacio a salvo de las conflictividades políticosociales. Apelando al humor, pero manteniendo un perfil nacionalista conservador, Last Reason retrató una masculinidad porteña: la idiosincrasia del hombre que juega a las carreras porque es "manso" y "acepta el cotidiano laburo sin protestas ya que de este depende su concurrencia a los clásicos" (p. 102).
Por otro lado, Roberto Arlt, con una perspectiva cínica pero en un tono pedagógico y realista, denunciaba las trampas que aguardaban al jugador. Arlt se burlaba de quienes creían en los sistemas de elección de números, fijas o en las cábalas: los crédulos, que descansan en su fe en el azar, sólo sueñan despiertos mientras son víctimas de un espejismo. Cecchi señala que Arlt advertía a sus lectores que cuando el batacazo se transformaba en la única posibilidad de cambio, en la única fantasía del pobre, este caía preso de la angustia y la desesperanza. Por eso, no alimentaba la práctica del "ensueño de ojos abiertos"; aun a sabiendas de la atracción que ejercía la posibilidad de la suerte, la denunciaba como una trampa. En suma, estos dos grupos de relatos sobre el azar son leídos por Cecchi en clave comparada, en tanto que plasmaron expresiones de identidad nacional que tuvieron gran popularidad.
La última parte del libro está dedicada al tango, otro puntal de la identidad nacional, que ha tenido innumerables cruces con el juego. Siguiendo las letras del tango canción, se reconstruyen las geografías del juego en la ciudad. Así, en el Gran Buenos Aires nos reencontramos con los hilos de continuidades ilegales que resisten y perduran. En estos lugares suburbanos la modernidad no sólo es periférica y de mezcla, sino esencialmente incompleta. Pero no sólo allí se manifiesta el dilema entre modernidad y tradición. A partir de la figura de Carlos Gardel, el tango forexport y el arrabal en Hollywood, la autora retoma una pregunta clásica de la sociología de la cultura, aquella formulada por Max Horkheimer y Theodor Adorno en torno a la industria cultural. La rivalidad entre Gardel y Homero Manzi, en la que este último increpó la incorporación de Gardel a la industria cinematográfica internacional, ilustra las tensiones entre los afanes mercantilistas y el "arte" auténtico, y también evidencia lo paradójico de la condición mercantil de la cultura.
Frente a esto Cecchi no concluye con una respuesta cerrada o simple, sino que despliega interrogantes y pistas que entrecruzan el suburbio, el lunfardo, la noche y el delito con el afán de control del Estado, el mercado, las tecnologías y los públicos masivos. Todos estos elementos, unidos en una tensión irresoluble, se condensan en los espacios del juego, generando una fuerte atracción a la que buena parte de la sociedad porteña sigue sin poder resistirse.
Con la solidez de la investigación académica y la frescura de un texto de divulgación, este libro, que cuenta con el aval de la Biblioteca Nacional, viene a reponer una mirada analítica en una zona central y poco estudiada de la cultura, no sólo porteña sino también latinoamericana.

Notas

1 Beatriz Sarlo, Una modernidad periférica, Buenos Aires: 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988; Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero, Sectores populares, cultura ypolítica. Buenos Aires en la entreguerra, Buenos Aires, Siglo xxi, 2007.

2 Entre ellos, Beatriz Sarlo, El imperio de los sentimientos, Buenos Aires, Siglo xxi, 2011; Lila Caimari, Mientrasla ciudad duerme, Buenos Aires, Siglo xxi, 2012; Carolina González Velasco, Gente de teatro, ocio yespectáculo en la Buenos Aires de losaños veinte, Buenos Aires, Siglo xxi, 2012; Andrea Matallana, "Locos por laradio". Una historia de la radiofoníaargentina, 1923-1947, Buenos Aires, Prometeo, 2006.

Laura Prado Acosta
CONICET / UNAJ / UNQ

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