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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.17 no.1 Bernal jun. 2013

 

RESEÑAS

Mark Healey,
Las ruinas de la Nueva Argentina. El peronismo y la reconstrucción de San Juan después del terremoto de 1944, Buenos Aires, Siglo xxi, 2012, 384 páginas

 

Esta obra, del profesor norteamericano Mark Healey, parte de un hecho extraordinario en la historia argentina del siglo xx, central en muchos aspectos, como fue la destrucción de una de sus ciudades capitales, tal el caso de San Juan en 1944. El estudio de esta catástrofe se lleva a cabo a partir de lo que el autor llama una "comprensión expandida de la política", enfoque que le permite construir una cuidadosa red de temas que va de lo local a lo nacional, de lo específicamente técnico a consideraciones sociales, y en la que cobra particular importancia la historia urbana y del entorno construido. Esta expansión se pone de manifiesto también en el amplio arco temporal en el que queda inmersa la consideración política de la catástrofe, que lleva al autor desde el surgimiento del movimiento cantonista sanjuanino, a mediados de los años '20, hasta la Revolución Libertadora.
Se asiste, de e sta manera, a un estudio que tiene la forma y los ingredientes de una narración: el relato del largo proceso de reconstrucción tanto de la ciudad como de la provincia de San Juan en su conjunto. Es un relato particular, cuyo desenlace (bueno o malo, feliz o no) parece no resolverse nunca. El choque de los intereses económicos y sociales, las fluctuaciones políticas (notorias aun dentro del período peronista) y la sucesión por momentos exasperante de planes de reconstrucción contrapuestos para la ciudad, que fueron desde los proyectos para crear un centro urbano exnovo a las intenciones de mantener en su estructura original la ciudad vieja (pero levantada esta vez con una técnica antisísmica), se muestran en un entrelazamiento que tiene la apariencia de lo dinámico, en el que concurren muchos actores y acciones, pero que no registra un avance acorde; de hecho, apenas parece avanzar. Por momentos, el libro describe lo que podríamos llamar una suerte de dinamismo sin movimiento, un proceso marcado por la actividad, en este caso actividad histórica, pero que no parece encontrar un cauce de desarrollo, sino más bien derramarse de una manera amorfa, en múltiples direcciones y con constantes avances y retrocesos. No se trataría tanto de la ausencia de un proyecto, ya que en teoría ese proyecto que enmarcó la reconstrucción de San Juan existió y se llamaba la NuevaArgentina, sino que este proyecto pasó directamente al estado de ruina al no poder alcanzar un grado de realización suficiente. La tortuosa reconstrucción de la ciudad de San Juan, que finalmente desembocó en una solución de compromiso anodina, en la que retazos de distintos proyectos flotan en lo que finalmente se llegó a construir por la fuerza de la necesidad o de las circunstancias, es la plataforma desde la cual Healey observa, no sólo el desarrollo del peronismo en sus primeros períodos, sino la historia argentina de gran parte del siglo xx.
Lo fructífero de este enfoque desde el punto de vista de la historia política y social de la Argentina ya ha sido señalado por voces sin duda expertas y autorizadas, como por ejemplo la de Tulio Halperin Donghi. Sin duda, gran parte del interés y el valor del trabajo reside en la manera en que Healey construye su tema, a partir de la elección del mismo y del enfoque que desarrolla. En tal sentido, el terremoto de San Juan no es considerado como una "catástrofe natural", sino como un acontecimiento social de primera magnitud, enormemente traumático y violento, que expone, sacude y destruye no sólo la estructura física de la ciudad sino también sus fundamentos sociales, sus jerarquías políticas y sus sistemas de relación económica. Ser fiel a este enfoque implica reconocer que, si bien en los casos de destrucción por terremoto se produce una violencia sobre todo en el entorno humano que obedece a causas naturales, el alcance de esta violencia depende en definitiva de las características
del entramado socio/físico
sobre el cual se aplica, no sólo
de su fuerza. Esta violencia
ocurre en un tiempo brevísimo,
que no llega en general al
minuto, pero en el que se pone
en juego tanto la historia de la
ciudad objeto de destrucción
como su futuro, al que se verá
súbita y abrumadoramente
enfrentada. Para comprender en
su complejidad las implicaciones políticas de esta violencia natural y lo que en tales términos significa la ciudad destruida, se necesita justamente del "tiempo largo", que trata este estudio sobre San Juan. Considerar la destrucción como un hecho social y no natural implica tener en cuenta las circunstancias históricas en que se inscribe la violencia natural que lleva a la destrucción de la ciudad. También el ulterior desarrollo o comportamiento de esta sociedad en relación con dicha destrucción.
En función de este punto de vista, el caso de las ciudades destruidas por causas naturales no es tan distinto del de las ciudades destruidas por la violencia del hombre, las arrasadas, por ejemplo, por la guerra. En ambos casos se produce una violencia extrema sobre el cuerpo social y está presente un estado de conflicto, aunque este es mucho menos brutal y toma formas menos notorias en el caso de la destrucción por causas naturales. Pero de todas maneras existe, aunque en general sea de baja intensidad y no violento. Piénsese, sólo a modo de ejemplo, que luego de un terremoto muchas veces se hace necesario declarar el estado de sitio en la ciudad afectada y eventualmente proceder a su militarización frente a la virtual destrucción de las barreras físicas entre lo público y lo privado. Se trata de un ejemplo clásico de conflictividad social posterremoto, pero es importante tener en claro que es sólo una de las múltiples formas de conflictividad que se producen. Otras tienen un nivel mucho mas bajo y se generan en otros ámbitos. Es una conflictividad ramificada y que puede parecer difusa, pero que tiene sin duda profundas implicaciones sociales, y también sus propios tiempos de absorción.
Creo que una de las grandes virtudes del libro de Mark Healey es el haber captado en toda su complejidad esta conflictividad, haber localizado los innumerables frentes de conflicto desatados por el terremoto del '44, dando cuenta de sus tiempos y sus consecuencias políticas de largo alcance. Muchos de estos frentes ya estaban instalados en la realidad social, económica, política e incluso urbana de San Juan, como da cuenta justamente la primera parte del libro. Allí se muestra cómo el terremoto y la necesidad inescapable de superar la destrucción removieron virtualmente el suelo de estos conflictos, los pusieron sobre bases nuevas, en muchos casos inestables, y les imprimieron unos tiempos y unas formas inéditas. A modo de ejemplo, puede mencionarse el seguimiento que hace Healey de los distintos proyectos y planes urbanos para la ciudad de San Juan que se fueron sucediendo, uno tras otro, en los casi diez años siguientes al terremoto. El choque de intereses, ya sea económicos, políticos, sociales o disciplinares, está de alguna manera en la naturaleza en este tipo de planes o proyectos tendientes a determinar el comportamiento físico de la ciudad. Pero en el caso de la ciudad de San Juan post-44, el trasfondo de ellos era la ciudad destruida, las miles de personas viviendo de manera precaria, los derechos de propiedad en suspenso, la apuesta del gobierno nacional por la reconstrucción sin resolver, etc., lo que imprimió a este proceso una intensidad y particularmente una significación completamente diferente a lo usual en estos casos. Atender a esta nueva significación, a los grados de confrontación y negociación que supuso, tomando esto como un indicador de la manera en que una nación se construye a sí misma, es una de las principales apuestas del trabajo de Healey, y lo que lo dota de un interés particular, no sólo para los historiadores.
La comprensión expandida de la política, aplicada a la historia, muestra entonces su pertinencia y su fecundidad en relación con el tema de estudio. De todas maneras, si algo pudiera reprochársele al trabajo es, quizás, una consideración más matizada de lo que significaba una catástrofe de este tipo más de medio siglo atrás. ¿Qué Estado estaba en condiciones de afrontarla? ¿Cuáles eran las posibilidades reales del Estado provincial o aun nacional de mitigarla? Explicar la catástrofe sanjuanina dejando entrever que una de sus principales causas podría haber sido la desidia y la falta de previsión de sus clases gobernantes, si bien es probable que contenga una alta dosis de verdad, también es desconocer todo lo que de inmanejable tenía esta situación, aun desde el punto de vista de la técnica. En tal sentido, es importante señalar que en la mayoría de los países del mundo las técnicas antisísmicas aún estaban en estado de prueba, y de hecho ni siquiera las causas de los terremotos estaban claras. El caso de Chile puede arrojar algunas pistas. Ese país contaba con una ley nacional que obligaba a construir con técnicas en principio antisísmicas desde 1929. Diez años de aplicación estricta de la ley no alcanzaron para que en 1939 la ciudad de Chillán prácticamente se desmoronara entera debido a uno de los terremotos que más víctimas dejó en la historia de Chile. En 1960, con el llamado terremoto de Valdivia, una parte de las construcciones destruidas o severamente afectadas fueron "construcciones modernas", hechas en hormigón armado, que respondían a los cálculos antisísmicos y a la ley que regulaba su aplicación, ley que no había dejado de actualizarse hasta ese momento. El control con técnicas antisísmicas de grandes extensiones de tejido urbano es algo relativamente reciente, al menos en Chile, un país sistemáticamente enfrentado a este tipo de eventos y con un Estado relativamente preparado para hacerles frente, dadas sus condiciones de desarrollo.
Todavía hoy las catástrofes exceden la técnica y siguen siendo un hecho excepcional, más allá de las posibilidades de la política o de los estados por controlarla (piénsese en lo ocurrido en New Orleans con el huracán Katrina o en el último terremoto y tsunami en el Japón). Y esa también es parte de su naturaleza. Quizá le faltó a esta obra considerar con más atención esta dimensión excesiva de la catástrofe. En definitiva, su probable ingobernabilidad bajo las circunstancias históricas que analiza. Esto no disminuye el valor evidente de este libro, que es en muchos aspectos un ejercicio modélico.

Alejandro Crispiani
Pontificia Universidad Católica de Chile

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