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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.17 no.1 Bernal jun. 2013

 

RESEÑAS

Matthew Karush y Oscar Chamosa (eds.),
The New Cultural History of Peronism. Power and Identity in Mid-Twentieth-Century Argentina, Durham, Duke University Press, 2010, 309 páginas

 

Se ha dicho muchas veces: desde su mismo nacimiento, el peronismo es tema primordial de reflexión de las ciencias sociales. Y también: las perspectivas adoptadas por dichos análisis han evolucionado según los vaivenes del peronismo mismo, y de los marcos teóricos de los observadores. Con esta selección de la investigación histórica producida en años recientes, el volumen editado por Matthew Karush y Oscar Chamosa vuelve a confirmar la doble validez de esa afirmación. Por un lado, incorpora un bagaje de perspectivas teóricas y metodológicas que podrían reunirse bajo el generoso paraguas de la historia "cultural". Por otro, reflexiona sobre el pasado de este fenómeno político en el contexto del auge de su encarnación kirchnerista, cuando la pregunta por los componentes simbólicos e identitarios –que siempre ha sido importante– parece haber cobrado una relevancia casi excluyente. Al utilizar el término "identidad" en el subtítulo, los editores señalan desde el comienzo dónde reside el centro de gravedad del proyecto. (La otra palabra, "poder", resulta más marginal en el balance general.)
El libro reúne ensayos de calidad sobre temas variados: el lugar de los lenguajes de la cultura masiva en el discurso político de los líderes peronistas (Karush), la construcción del estereotipo antiperonista del "cabecita negra" (Natalia Milanesio), la gestión peronista de los reclamos de los indígenas del norte (Diana Lenton), el auge del folclore (Chamosa), la arquitectura y la escultura en torno a la figura de Eva Perón (Anahi Ballent), los rituales de elección de la reina del trabajo (M. Lobato, M. Damilakou y L. Tornay), una empresa editorial oficialista dedicada a difundir normas de "buen gusto" (Eduardo Elena) y la emoción política desatada durante las semanas posteriores al golpe de Estado de septiembre de 1955 (César Seveso). El volumen cierra con un ensayo de Mariano Plotkin, que mezcla dosis de entusiasmo y de escepticismo en relación con el potencial de este proyecto "culturalista".
¿En qué consiste la novedad de esta "nueva" historia cultural? No cuesta encontrar antecedentes de las perspectivas aquí desplegadas, y podríamos hacer el ejercicio –tan propio de la historiografía del peronismo– de buscar ejemplos que desmienten los reclamos rupturistas del título. Como queriendo minimizar los riesgos del cliché marketinero de la "new history", los editores abren el volumen con una minuciosa genealogía historiográfica. Y a medida que se avanza en la lectura del libro, resulta evidente que de los hitos allí mencionados, ninguno es tan decisivo como el que marca la obra de Daniel James. Recurrentes y deferentes, las citas indican el reconocimiento de una deuda con implicaciones teóricas y metodológicas ya plenamente asimiladas.
Este rasgo llama la atención sobre otro: la colección reúne trabajos producidos en los Estados Unidos y en la Argentina, en mundos académicos que aparecen bien comunicados (menciono el detalle porque es más excepcional de lo que debería). Una dimensión en la que confluyen los ensayos reside en el reconocimiento de las profundas ambivalencias que depara el exuberante repertorio simbólico peronista. Cambio declamado y permanencia soterrada, impulso herético y freno conservador... Lejos de ser una dificultad, esta tensión constitutiva funciona como una suerte de consenso del que parte todo análisis: Ballent observa las ambivalencias en los modelos arquitectónicos y esculturales vinculados a la figura de Evita; Chamosa, la promoción inédita de la cultura criolla junto a la persecución y represión de sus figuras más fundamentales; Lenton, los límites de la incorporación de las comunidades indígenas a la "comunidad organizada" justicialista; Elena, las contradicciones implícitas en un proyecto pedagógico "popular" y difusor del "buen gusto"; Lobato, Damilakou y Tornay, el mezclado modelo femenino puesto en escena en la coronación de las reinas del trabajo.
También queda confirmado hasta qué punto el repertorio simbólico peronista se construye mediante la apropiación y resignificación de tradiciones culturales previas. El efecto de lectura sucesiva de estos ensayos renueva la importancia de la década de 1930 como clave para explicar cambios de consecuencias sociales y políticas explosivas. Pero el lugar de "los treinta" no es sólo el de una nueva convergencia de consensos sobre las continuidades que desmienten o matizan las supuestas rupturas iniciadas en 1943. También es crucial allí donde el "giro cultural" es asumido como una apuesta más audaz que la incorporación de temas nuevos al estudio del peronismo. En los últimos tiempos, hemos visto algunas de estas apuestas desplegadas en obras individuales, y es posible reconocer en el conjunto que ofrece este libro una suerte de núcleo programático fuerte.1 Me detengo en dos elementos que aluden a la articulación con los años treinta y que constituyen, a mi juicio, novedades de relevancia historiográfica.
"La Nueva Argentina también tenía una dimensión étnica", dice Chamosa (p. 138). Si bien la hipótesis del vínculo entre las migraciones internas y el peronismo data de los primerísimos análisis del fenómeno, la pregunta por la transformación étnica en la estructura social ha estado, hasta hace poco, oculta tras la dimensión de clase y de "brecha cultural". No es este el lugar donde extenderse sobre las razones de esta ausencia, que conducen tanto a la naturaleza de la interpelación peronista como a las grillas de análisis de las ciencias sociales argentinas. (La modificación de este estado de cosas, cuyos resultados se han hecho perceptibles en años recientes, lleva las marcas de ese mundo académico estadounidense donde dichas dimensiones son centrales a toda discusión sobre la estructura de la sociedad.) Que este elemento es más que un agregado ornamental al entendimiento del período peronista es evidente en la recurrente alusión que, a propósito de cuestiones muy diversas, surge en la mayoría de estos estudios sobre identidad política (el tema es central en los ensayos de Chamosa, Milanesio y en el de la antropóloga Diana Lenton, pero sobrevuela varios más). Más allá de lo que pueda decirnos sobre el peronismo y el antiperonismo, la integración de lo étnico (y racial) conduce a preguntas más generales, incluyendo la que atañe a ese fenómeno trascendental a la constitución de la sociedad argentina contemporánea que es el movimiento migratorio que se inicia en los años treinta. El desequilibrio entre nuestro saber sobre dicho fenómeno y la vastedad y riqueza de los estudios sobre la inmigración transatlántica constituye una de las distorsiones más elocuentes de nuestra historiografía. En dicho marco, algunos pasajes de este volumen pueden ser leídos como ejercicios de traducción de los datos de la demografía a dimensiones específicas de la historia política y social, donde la inscripción simbólica (identitaria) es clave. Otra dimensión muy visitada conduce por los caminos de la cultura masiva y las industrias culturales. Existen antecedentes, claro, comenzando por los importantes trabajos de Mariano Plotkin y Marcela Gené.2 Pero si allí el interés en los repertorios simbólicos se ligaba a preguntas por la propaganda estatal, aquí prima una perspectiva antropológica imbricada con lo social que busca desmarcarse de la hipótesis manipuladora (este es, quizás, el principal núcleo "jamesiano" del proyecto). La inflexión se manifiesta en un corpus de fuentes que da primacía a los productos culturales de circulación masiva, interrogados con la sistematicidad aplicada a fuentes de gran potencial explicativo. No cuesta demostrar la relevancia de este ámbito: cualquier duda sobre la centralidad de la radio, las revistas de entretenimiento, la publicidad o el cine en el universo cultural de los habitantes de la Argentina de los años treinta y cuarenta es despejada en el primer vistazo a las astronómicas cifras de producción y consumo, cifras mucho más altas que las de los demás países de la región. Esto explica el interés actual de tantos autores (en este libro, pero no solamente) en la capacidad de estos productos para intervenir en la modulación de imágenes sobre jerarquías sociales, estereotipos de género y raza, gustos musicales y (como ya mostró James) lenguajes de la política. Internarse por este camino es elegir una opción de mucha exigencia crítica, por cierto. A pesar de los laboriosos ejemplos de "usos" y "apropiaciones" de estos repertorios, siempre estará allí la pregunta por la recepción, imposible de responder satisfactoriamente (aunque no más insatisfactoriamente que la pregunta por la recepción del discurso de un líder político o la de un libro leído por pocos, que se formula con menos frecuencia). Renunciar por este motivo a interrogar el intrincadísimo juego simbólico que hay tras la vitalidad identitaria peronista (y antiperonista) es renunciar a mucho –sin duda, a mucho más que el peronismo–. Porque en sus momentos de mayor agudeza y en sus zonas de mayor relevancia, la historia cultural de este inagotable fenómeno político reserva importantes claves interpretativas de aquella sociedad argentina, tan co nocida y tan desconocida a la vez.

Lila Caimari
CONICET / UDESA

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