SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 issue1La historia como oficio: Un testimonio sobre l’École des Hautes Études en Sciences SocialesEntre la moral y la razón: la sociología histórica de Barrington Moore Jr. author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.1 Bernal June 2014

 

ARTÍCULOS

Representaciones de la barbarie europea y americana durante los siglos XVI y XVII

 

Nicolás Kwiatkowski

Universidad Nacional de San Martín / CONICET

 


Resumen

El artículo propone un estudio de las representaciones visuales y textuales de la barbarie en la temprana modernidad, en busca de indicios de los recursos utilizados por los europeos de entonces para construir su propia identidad en relación, muchas veces conflictiva, con sus concepciones de los otros del Viejo y el Nuevo Mundo. De allí que se consideren especialmente los casos en que el vínculo con esos otros implicó reflexiones de diverso tipo sobre la propia existencia en el presente y en el pasado. Se estudia también el uso del término bárbaro en las relaciones entre ingleses e irlandeses a mediados del siglo XVII, cuando el uso de los conceptos "bárbaro" y "barbarie" estuvo entre los condicionamientos de la imposibilidad de toda empatía, la negación de la humanidad del adversario y, finalmente, una serie de matanzas y deportaciones descomunales.

Palabras clave: Bárbaros; Representaciones; Temprana modernidad europea; Identidades

Abstract

Representations of European and American barbarity during the XVI and XVII Centuries

The article studies visual and textual representations of barbarity in Early Modern Europe, in an attempt to trace the ways in which identity was constructed as a part of a conflictive relationship with others from the Old and New Worlds. Hence, the cases in which encounters with others triggered reflections by Europeans about their own existence in present and past times. The uses of the term "barbarian" in the relationships between the English and the Irish during the seventeenth century are also studied. In this case, the notion implied a denial of empathy and a dehumanization of the adversary that conditioned a series of mass killings and deportations.

Keywords: Barbarian; Representations; Early Modern Europe; Identities


 

I

Es bien sabido que durante la antigüedad clásica el término bárbaro era una generalización greco-romana, originada en una palabra griega que designaba a todos aquellos pueblos que no hablaban el idioma propio y desconocían los marcos morales y culturales helénicos y latinos. Así, el concepto de barbarie, como sus antónimos, derivados de polis y civis, era una invención del hombre civilizado,1 que de ese modo expresaba el contraste entre su condición y la de los otros, de quienes asumía que se encontraban en niveles inferiores de desarrollo material, cultural o moral. Muchas veces ese otro podía permanecer ajeno a la vida civil y, más aun, ser sanguinario, pero era también capaz de actos de piedad y valentía. De Herodoto y Esquilo a Cicerón y Tácito, hallamos ejemplos de esa ambigüedad entre el desprecio al bárbaro cruel, brutal y esclavo, y la valoración de su humanidad, coraje y simpleza.2 Durante el medioevo, se mantuvo la distinción tajante entre bárbaros y romanos. Sin embargo, lentamente se hacía evidente que esa vieja antítesis era cada vez menos una descripción aceptable de las diferencias culturales y sociales prevalecientes en una Europa en la que ambas culturas se penetraban e influían mutuamente. En la práctica, pareciera que el resultado de ese desarrollo fue la asimilación del término "bárbaro" con el ateísmo, la herejía o el paganismo, de modo tal que la distinción entre "bárbaro" y "romano" fue reemplazada por la separación entre "bárbaro" y "cristiano". Una división religiosa pasaba a predominar sobre las demás características culturales, aunque se seguían adscribiendo a los bárbaros comportamientos asociados a la ferocidad, la traición o la brutalidad.3
Sobre el fin del medioevo, y aunque las cruzadas reforzaron la idea de una cristiandad unida, el contacto con los musulmanes no parece haber afectado la idea de barbarie predominante en Europa, por cuanto los musulmanes no se adecuaban al estereotipo del bárbaro y la palabra no se refería a ellos con gran frecuencia. Se los veía, más que como paganos, como representantes de una fe corrompida y transformada en herejía. Cuando se hablaba de los musulmanes como bárbaros durante las cruzadas, se quería decir sobre todo que no eran cristianos.4 Solo en el siglo XV, tras la caída de Constantinopla en 1453, relatada con lujo de macabros detalles por emigrados griegos y mercaderes italianos, el término bárbaro comenzó a utilizarse para designar sistemáticamente a los musulmanes, devenidos desde entonces en los antagonistas principales de la Europa cristiana.5 Nuevamente emergía como predominante la vinculación entre barbarie y características como la ferocidad, la brutalidad y la crueldad. En 1503-1506, Jacopo Ripanda decoró la Sala de Aníbal del Palazzo dei Conservatori, en Roma, con un fresco en el cual el cartaginés monta un elefante y se lo presenta con un tocado turco. Sin embargo, la forma en que Erasmo describe al turco deja lugar también para cierta ambivalencia.6 En De Bello Turcico (1530), lo presenta como un guerrero cruel, sediento de sangre y carente de virtud, aunque afeminado y enamorado del lujo, un pueblo "bárbaro de origen oscuro" que "debe sus victorias a nuestros vicios". Pero al mismo tiempo, Erasmo se opone a quienes hablan de los turcos como perros, destaca su compromiso con su religión y afirma que son "primero hombres, luego semicristianos".7 De esta manera, el turco es a la vez radicalmente otro (bárbaro, violento, decadente) y fundamentalmente humano, piadoso y asimilable a la propia identidad cristiana.
Más allá de la compleja y ambivalente visión del turco que encontramos en la obra de Erasmo, la emergencia amenazante del imperio otomano como un poder expansivo e indetenible causaba tanta curiosidad cuanto ansiedad, tanto interés cuanto temor, tanta envidia cuanto sobrecogimiento. Algunas de esas actitudes aparecen en los dibujos y las pinturas que produjo Gentile Bellini cuando fue enviado, en 1479, por el Senado veneciano a la capital del imperio otomano, mientras que en Inglaterra y en Francia, desde ese momento y hasta entrado el siglo XVII, relatos diversos de encuentros con musulmanes aparecían en el teatro, la literatura e incluso en tratados religiosos. A la hostilidad que despertaban la supuesta crueldad, la tiranía y la superstición de turcos y musulmanes se sumaban también el interés por el exotismo y la admiración por el lujo de sus cortes.8 Por ejemplo, en 1560 Guillaume Postel, quien había visitado el imperio otomano, publicó Sobre la república de los Turcos, donde destacaba las virtudes y los vicios políticos del enemigo más terrible de la cristiandad, que era al mismo tiempo un extraño caso de "barbarie que a fuerza de sobriedad, paciencia y obediencia" sojuzgó a medio mundo.9 Guillaume, quien evidentemente conocía la obra de Erasmo, pues sostenía que los turcos "habían sido semiconvertidos y eran casi cristianos", alternaba la diatriba y el elogio respecto de la religión musulmana.10 Algunas representaciones de los turcos procedían de encuentros reales con esos "otros próximos", pero las más difundidas e influyentes, al menos en Inglaterra, eran las visibles en representaciones teatrales, como The Battle of Alcazar, de George Peele, All Lost by Lust, de William Rowley o, por supuesto, Otelo, de Shakespeare. En esta última, por ejemplo, es evidente la combinación de salvajismo, locura, poder, lujo, sensualidad e incoherencia lingüística en la conformación de la imagen del propio Otelo como bárbaro.11


Figura 1. Jacopo Ripanda, Aníbal cruza los Alpes, 1503-1506, Sala de Aníbal del Palazzo dei Conservatori, Roma.

Por cierto, como varios de los ejemplos anteriores dejan claro, las complejas actitudes de los europeos de la temprana modernidad respecto de los musulmanes no se referían solamente a la corte imperial de Constantinopla y sus ejércitos, sino que también aludían a los reinos del norte de África, lo que se conocía como Barbaria, Barbary o Berbería. Un tapiz alemán de 1440, conservado hoy en el Museo de Bellas Artes de Boston, muestra que al menos hasta mediados del siglo XV era posible concebir a los moros como quienes se encontraban bajo la amenaza de hombres salvajes, barbados y belicosos, no como bárbaros. Un siglo y medio más tarde, George Puttenham creaba una imaginativa, aunque reveladora, etimología del término "bárbaro", que remite al "idioma grosero y ruidoso de los africanos a quienes hoy llamamos bárbaros [bereberes]".12 Entre los reinados de Selim I (1512-1520) y Soleimán el Magnífico (1521-1566), los otomanos lograron incorporar parte de la región como provincias autónomas del imperio, de modo que la flota imperial y los piratas de Berbería dominaban buena parte del Mediterráneo. El África del Norte se volvió particularmente importante para las representaciones europeas de los musulmanes: se trataba de la región musulmana más próxima a Europa y los relatos de los contactos con ella fueron tan frecuentes como los contactos mismos.13
A menudo, los moros eran descriptos como paganos poco dignos de confianza, y en cuanto tales eran lo opuesto a los cristianos europeos: "Esta gente no tiene religión, viven como bestias, sin propiedad, incluso respecto de sus mujeres e hijos".14 Sin embargo, de acuerdo con Kenneth Parker, el siglo XIX nos legó una imagen de Berbería y sus habitantes antes de la dominación francesa como "el gran flagelo de la cristiandad",15 pero se trataría de una aproximación binaria y demasiado simplista al asunto que debería complejizarse a partir de un análisis de las fuentes temprano modernas.16 En primer término, la excomunión de la reina Isabel por parte del papa Pío V en 1570 hizo posible que los mercaderes ingleses comerciaran con los estados musulmanes sin preocuparse por los edictos papales que prohibían esos vínculos. Para Nabil Matar, existía una cooperación militar entre "turcos", "moros" e "ingleses" que podría incluso definirse como una "alianza estratégica nunca formalizada entre Londres y Marrakesh".17 Pero además, en segundo lugar, los relatos ingleses de la piratería y el cautiverio insistían tanto en la barbarie de los bereberes como en la perfidia de los católicos (franceses, españoles, italianos) contra "inocentes protestantes" y, sobre todo, se maravillaban y horrorizaban ante historias de piratas ingleses que se convertían en turcos, abandonaban la "religión verdadera" y adquirían sus costumbres, brutales, hasta el punto de transformarse ellos mismos en bárbaros.18 Además, de acuerdo con David Delison Hebb, los testigos europeos de los "estados piratas" de Berbería durante el siglo XVII encontraban bastante benévolo el trato que los musulmanes dispensaban a sus esclavos en comparación con el predominante en el Nuevo Mundo, entre otros motivos porque no se utilizaba el látigo y porque no se marcaba a los esclavos como si fueran ganado.19 En las obras de Cervantes, esa misma atribución de barbarie a los moros y a los europeos llegados a Berbería aparece plenamente representada. Así, en El trato de Argel leemos:

A la marina llegaron
con la víctima inocente,
do con barbaria insolente
a un áncora le ligaron.

Mientras que en Los baños de Argel (jornada tercera) el personaje del Cadí atribuye la barbarie a los españoles:

Por la mía,
que tienes gran razón en lo que has dicho
de la canalla bárbara española.20


Figura 2. Tapiz alemán anónimo, 1440, moros atacados por salvajes, Boston, Museum of Fine Arts.

Sin embargo, también estaba muy presente la concepción de los moros del norte de África como profundamente bárbaros y salvajes. En 1550, Giovanni Ramusio incluyó en su Delle navigationi e viaggi, publicado en Venecia, una Descrittione dell'Africa, de Joannes Leo Africanus. Se trata de al-Hasan ibn Muhammad al-Wazzan al-Fasi, un moro nacido en Granada en 1494 quien, tras recorrer medio mundo y ser capturado por piratas españoles, se convirtió al cristianismo en Roma en 1521. Traducida a varios idiomas e incluida por ejemplo en la formidable colectánea de Hakluyt-Purchas, incluye numerosas descripciones de moros y árabes.21 Nos enteramos así de que los "pardos moros hablan un idioma bárbaro", y que se trata de "un pueblo muy poco civilizado* y bárbaro", "de costumbres corruptas". Incluso los árabes se reconocen superiores a los africanos bereberes, pues "Barbar deriva de Verbe Barbara, que en árabe significa murmurar, pues el idioma de los africanos suena para los árabes como las voces de las bestias".22 En el marco de estas variaciones y complejidades, Parker encuentra una característica dominante en los textos británicos acerca de Berbería: sus autores se construyen a sí mismos como superiores a los otros que encuentran allí, aunque esos otros no sean solamente los habitantes de esos lugares, sino también los otros europeos que viven allí,23 quienes, por un motivo u otro, parecen haberse transformado en bárbaros. Pese a esos necesarios matices, conviene insistir en que a partir del siglo XIV, Europa se identificó crecientemente con la cristiandad. Las invasiones tártaras del siglo XII, que destruyeron el cristianismo en el sur de Rusia, junto con el avance casi indetenible de los turcos desde el este, reforzaron la tendencia a restringir la definición de Europa, en el sentido cultural, a los territorios de la Iglesia occidental. La Reforma partiría al medio la unidad espiritual de esta Europa, pero cierta homogeneidad de instituciones, costumbres, tradiciones de pensamiento y, sobre todo, la supervivencia de un idioma culto unificado, preservó algún tipo de identidad común, reforzada por el descubrimiento de mundos extraños y bárbaros allende los mares.24

II

Como bien recuerda Peter Burke, durante el siglo XVII el interés por la "antigüedad bárbara", de la prehistoria a la Edad Media, se sumó con fuerza a aquel ya bien conocido y explorado por las antigüedades clásica y cristiana: pese al desprecio con que muchos humanistas se refirieron al medioevo, sus sucesores se mostraron verdaderamente fascinados por estos "bárbaros", en parte porque bretones, galos, francos, lombardos, germanos y otros eran vistos como los propios ancestros.25 Los daneses se identificaron con los cimbrios, los holandeses con los bátavos (y allí está La conspiración de los bátavos de Rembrandt, con el juego entre la rebelión de Julius Civilis contra los romanos y aquella de las Provincias Unidas frente a los españoles para probarlo), los húngaros con los hunos, los suecos con los godos, y así sucesivamente. La escasez de textos procedentes de esta "tercera antigüedad" en comparación con los que sobrevivieron de las otras dos llevó, según Burke, a que se prestara una peculiar atención a los objetos, que tuvo como consecuencia un auge del anticuariado, cuya importancia para el surgimiento de la historiografía moderna probó de manera contundente Arnaldo Momigliano.26 En cualquier caso, está claro que el interés y la revalorización del propio pasado bárbaro era bastante anterior al siglo XVII. El humanista alemán Beatus Rhenanus (1485-1547) se había sentido orgulloso porque los conquistadores de Roma fueran ancestros de su "noble raza", pues "el triunfo de los godos, los vándalos y los francos son nuestros triunfos".27


Figura 3. Andrea Mantegna, Triunfo del César, 1486-1505, Palacio Ducal, Mantua.

Los artistas del Renacimiento también se esforzaron por representar a los bárbaros. En el Triunfo de César pintado por Mantegna, por ejemplo, los cautivos bárbaros se parecen a romanos comunes sin armas ni insignias.28 Jerzy Miziolek estudió un cassone del Quattrocento en el que los galos que luchan contra César se muestran como gigantes desnudos.29 En su Cosmographia de 1544, Sebastian Munster aceptó la existencia de varias razas, incluso algunas monstruosas, y derivó su representación de los caníbales del Nuevo Mundo de los antropófagos del Viejo. Así, la imagen que retrata el hábito de devorar carne humana de los tártaros es idéntica a la que representa la misma costumbre de los americanos, aunque en este caso hay una imagen adicional que los diferencia, pues los caníbales del Nuevo Mundo aparecen desnudos en el acto de trozar un cuerpo.30 En la misma obra, junto a una descripción textual de godos, hunos, vándalos y demás bárbaros, Munster incluyó una imagen en la cual todos los pueblos bárbaros y salvajes se encontraban reunidos en sus diferencias ante la mirada del lector. De inmediato, el autor describe a los godos como una "nación bárbara" formada por "bestias brutas y enfurecidas" de la que los emperadores buscaron vengarse.31 Lo interesante es que las divergencias en las descripciones textuales del aspecto y las costumbres de los diversos pueblos bárbaros, que suelen destacar sus desviaciones respecto de la religión cristiana, no siempre se reflejan en diferencias en las imágenes que los representan. Por ejemplo, el grabado en el que aparecen los galos antiguos es exactamente idéntico al que representa a los italianos del pasado, y en ambos casos hombres y mujeres lucen vestidos que están más cercanos a los contemporáneos a Munster que a aquellos de los pueblos bárbaros del pasado lejano.32 El grabado de los antiguos suabos, sin embargo, es distinto: en los tocados y los vestidos pareciera identificárselos con algunas características de los turcos del siglo XVI.33


Figura 4. Sebastian Munster, Cosmographia, 1544, caníbales americanos.


Figura 5. Wolfgang Lazius, Chorographia Austriae, 1561, bárbaro.

Por su parte, el geógrafo Wolfgang Lazius (1514-1565), en su Chorographia Austriae de 1561, hizo representar a los reyes y nobles de las antiguas Francia, Alemania y Austria como catafractarii, caballeros medievales o simplemente romanos en armadura.34 Hubo incluso alguna identificación entre los bárbaros antiguos y los modernos alrededor del año 1500, de tal manera que turcos reales representaron a los germanos descriptos por César o Tácito. Una carta de Coluccio Salutati al margrave de Moravia, escrita en 1397, utilizó a Tácito para realizar un paralelo muy fuerte entre las virtudes del coraje, la fuerza y la sencillez de la vida entre los antiguos germanos, por un lado, y los turcos modernos por el otro.35 Ideas semejantes se encuentran en la carta apócrifa atribuida al papa Pío II y dirigida al sultán Mehmet II.36 Se conserva, sin embargo, una carta de Piccolomini al papa Nicolás V en la que se muestra indignado por el hecho de que Constantinopla cayera en manos de los turcos "afeminados y bárbaros", cuyo "abyecto jefe" era nada menos que una "bestia feroz".37
Alain Schnapp ha destacado la importancia que tuvo la publicación en 1616 de la obra de Philip Cluverius Germania Antiqua, con sus extraordinarias ilustraciones, para la conformación de una imagen temprano moderna de los germanos.38 Cluverius era un historiador y geógrafo alemán nacido en Danzig, que había estudiado leyes en Leiden bajo el magisterio de Joseph Justus Scaliger. Tanto la póstuma Introductio in universam geographicam (1629), que se concentra en Asia y Oriente pero contiene también una fuerte reivindicación de la hipótesis hermética acerca del origen egipcio de la sabiduría de los griegos, cuanto la Germania Antiqua son parte de un esfuerzo enorme de construcción de una geografía histórica universal. Un hecho sorprendente es que el propio Cluverius haya sugerido que el conocimiento de los indígenas americanos fuera un elemento básico para la reconstrucción de una imagen de los antiguos germanos. Cluverius escribió: "Es fácil ver, a partir de un examen de los monumentos antiguos, la complexión de los cuerpos de las gentes que vivieron en todo el mundo y las tierras conocidas en la Antigüedad. Y hoy lo que nos ha sido traído del mundo externo de los americanos es un conocimiento común".39 Cluverius y el ilustrador de su libro conocían seguramente los Nova Reperta de Giovanni Stradano y las imágenes grabadas por Theodor de Bry para ilustrar A Briefe and True Report of the New Found Land of Virginia, libro publicado en Frankfurt en 1590.
Tras varios exilios a causa de los conflictos religiosos europeos, que los llevaron de Lieja a Amberes y Londres, De Bry y su familia se establecieron en Frankfurt en 1588, donde el propio Theodor comenzó a ganar fama de grabador y editor de libros, tarea a la que también se dedicaron sus hijos. Entre los temas diversos que publicó desde entonces, pronto se destacaron los Grands et Petits Voyages, un proyecto de historia ilustrada integral de los descubrimientos ultramarinos europeos a partir de relatos de viajes, los que dieron mayor fama a la firma De Bry.40 Durante su exilio en Londres, De Bry conoció a Richard Hakluyt, quien lo alentó a emprender el proyecto de editar una colección de viajes ilustrados a América. De hecho, varios de los textos de los Grands Voyages fueron tomados de The Principal Navigations, Voyages, Traffiques and Discoueries of the English Nation (1598-1600), reunido y publicado por Hakluyt sin ilustraciones para la Compañía de Virginia. Más aun, fue el inglés quien proveyó a De Bry el primer texto publicado en la colección America, el relato que Thomas Harriot produjo de la expedición inglesa a Virginia,41 así como las acuarelas de John White, un miembro de esa primera tripulación, que sirvieron de base a los grabados que acompañaban el texto en la edición de De Bry, de 1590. Hakluyt también era la fuente de la segunda parte de los Grands Voyages, pues fue él quien rescató el diario de Laudonnière, que relataba los detalles de la expedición hugonote a Florida. El texto publicado por De Bry es una narración basada en esa aventura y reproduce los dibujos traídos de Florida por Le Moyne de Morgues, un sobreviviente de la masacre de la expedición de Laudonnière perpetrada por soldados españoles, quien también le había sido presentado por Hakluyt. Allí, se recomienda a los cristianos que aprendan a moderar sus impulsos como lo hacen los americanos: los europeos "merecen ser entregados a estos hombres básicos e incivilizados*, a estas criaturas brutales, para aprender a controlarse".42 Los encuentros con los nativos americanos revitalizaban el sentido de las virtudes del salvaje, que se combinaba con una aproximación anticuaria al pasado bárbaro de Europa. La idea de que los pueblos civilizados podrían aprender civilización de los bárbaros era ya entonces tanto una forma de crítica social cuanto un modo de reflexionar sobre las consecuencias del encuentro colonial.


Figura 6. Philip Cluverius, Germania Antiquae, 1616, bárbaros.

Algunos autores han afirmado que los Grands et Petits Voyages en particular y los emprendimientos editoriales de los De Bry en general estaban signados por la disputa religiosa europea, de modo que la mayoría de los volúmenes trataban de la colonización protestante y su lucha contra la hegemonía ibérica.43 Esta aproximación ha sido cuestionada recientemente. Según Michiel van Groesen, los De Bry eran editores cuidadosos que querían que sus libros fueran aceptados por un gran número de lectores, fueran católicos o protestantes, de modo que no estaban motivados, en lo fundamental, por el objetivo de difundir propaganda protestante.44 Por ello, los Grands Voyages habrían pretendido dar cuenta de las realidades del Nuevo Mundo en términos de una alteridad cultural y antropológica radical respecto de la civilización europea, que podía ser objeto de una contemplación estudiosa y de una práctica de conquista. En ese marco, los españoles se distinguían por la exageración de la violencia y la perpetración sistemática del abuso. En cualquier caso, las ilustraciones de America proveían una crónica visual del Nuevo Mundo y sus habitantes, con su flora, su fauna y sus poblaciones diversas, así como la historia de las cambiantes relaciones entre los conquistadores y los amerindios y entre los invasores mismos. Su importancia en la elaboración de una imagen del Nuevo Mundo para los europeos aumenta si se considera la escasez de representaciones gráficas del continente americano en el siglo que va desde los viajes de Colón hasta el inicio de la publicación de los Grands Voyages.
Hay en los grabados de America una aproximación etnográfica a un mundo nuevo. Las ilustraciones del ya citado texto de Harriot incluían cinco imágenes, también basadas en acuarelas de John White, que mostraban a los primitivos pictos y británicos como salvajes semejantes a los americanos: en un ejercicio de antropología comparada, esas representaciones buscaban "mostrar cómo los habitantes de Gran Bretaña habían sido en tiempos pasados tan salvajes como los de Virginia".45 La idea predominaría entre los colonos ingleses de Virginia durante décadas. En 1613, William Crashawe podía sostener que los miembros de la Compañía de Virginia iban al Nuevo Mundo a extender el reino de Dios pero, sobre todo, que "la conversión de las almas llegará luego de convertir a los nativos en hombres civilizados*", lo que es posible por cuanto "los ingleses fuimos alguna vez como los indios, nuestros hermanos".46 En cualquier caso, la insistencia en los grabados de America en la costumbre de los pictos de cazar cabezas, en su desnudez y en su primitivismo sustenta la idea de que el salvajismo era comparable con el de los americanos. El parangón se apoya, además, en el conjunto de descubrimientos historiográficos y anticuarios del siglo XVI, que desde Polidoro Virgilio a William Camden habían permitido descartar la hipótesis de Geoffrey de Monmouth de que los primeros habitantes de Gran Bretaña provenían de Troya (de modo que la civilización británica habría sido anterior a la romana),47 por lo cual las imágenes grabadas por De Bry que presentan a los pictos como bárbaros dan cuenta de los descubrimientos humanistas.48 Pero hay también en esos grabados una valoración positiva de algunas características de los bárbaros del propio pasado, semejantes a aquellas que ya hemos visto respecto de los bárbaros antiguos. La dignidad de los pictos en las imágenes de White modera las connotaciones negativas del término salvaje, un "primitivismo duro" que estaba presente en los textos de Stephen Gosson, quien comparaba favorablemente a los primitivos británicos frente al estilo de vida degenerado de los isabelinos.49 Más aun, los grabados de los americanos combinaban representaciones de los eventos de la conquista y colonización con una visión imaginativa de los pueblos subyugados. El conjunto constituye un registro único de la forma en que los europeos integraron un continente entero en su universo cultural, no solo como un objeto de conocimiento, sino también como objeto de codicia y lugar de expresión de nuevas relaciones de fuerza. De acuerdo con Michael Gaudio, uno de los objetivos de De Bry era decodificar al salvaje, traducir la otredad de un cuerpo del Nuevo Mundo al sistema de símbolos europeos, lo que constituye la construcción de un uno civilizado mediante la producción de un otro salvaje.50
Por un lado, entonces, los europeos proyectaron lo que sab ían del Viejo Mundo sobre el espacio del Nuevo que aspiraban a conquistar, y así fue como Cortés pudo hablar de las "mezquitas" que encontraba en México.51 Existía cierta incapacidad cultural que dificultaba superar la inconmensurabilidad entre lo que veían y lo que conocían, a la que respondieron de diversas formas, relacionando lo nuevo y lo viejo con analogías superficiales.52 Pero, como muestran las acuarelas de White y los grabados de De Bry, esos hombres también buscaron interpretar esa nueva realidad empírica de otra manera, consideraron que había una legítima diferencia cultural que no era contraria a la ley natural, de modo que la comparación con ejemplos antiguos daba forma a la interpretación de la cultura y la religión de los nativos, pero no significaba una identificación completa de lo viejo y lo nuevo.53 No olvidemos que, en 1593, Thomas Nashe podía citar reportes según los cuales "los indios recientemente descubiertos son capaces de mostrar antigüedades que proceden de miles de años antes de Adán".54 Lo que es más, esa actitud comparativa y mixta implicaba también una reconsideración del propio pasado bárbaro europeo y de las formas de representarlo en textos y en imágenes.


Figura 7. Theodore de Bry, America, 1590, americano.

Esa novedad es de gran interés. La construcción de ese uno civilizado no limitaba el otro salvaje al otro americano, sino que explícitamente lo vinculaba con un otro propio, procedente del pasado: el bárbaro europeo. Analicemos entonces con más detalle las acuarelas de John White, una imagen de Le Moyne y aquellos primeros grabados de De Bry. White titula su álbum "The pictures of sundry things collected and counterfeited according to the truth in the voyage made by Sir Walter Ralegh knight for the discovery of Virginia", lo que destaca la intención de registrar la realidad tal cual la había observado durante la expedición a tierras americanas y, en consecuencia, invita a considerar las imágenes de los pictos de un modo semejante. Se identifica su procedencia temporal ("The old tyme") y geográfica ("one part of the great Britainne"), y se puede decir que son "la verdadera imagen" de los pictos y sus vecinos porque el artista "las encontró, según me ha asegurado, en una vieja crónica inglesa".55 Hay gran consenso entre los historiadores respecto de que las imágenes de pictos y americanos pintadas por White se habrían inspirado en los dibujos de Lucas de Heere, un refugiado flamenco que trabajó en Inglaterra entre 1567 y 1577.56 En la década de 1570, De Heere produjo Théâtre de tous les peuples et nations de la terre avec leurs habits et ornaments divers, un conjunto de ilustraciones que, de acuerdo con Michael Gaudio, se vincula con una larga tradición de libros de vestidos y costumbres, que son también parte del impulso etnográfico de la modernidad temprana.57 Esas imágenes, conocidas como habits, sintetizan el vestido y las costumbres del retratado, no son imágenes de la apariencia, sino de la cultura y la moral, presentes en las superficies de los cuerpos, que pueden ser representadas. Pareciera que el europeo bárbaro del pasado y el americano bárbaro del presente no se distinguen por la biología, sino por el vestido y las costumbres. Los retratos de algonquinos, inuits y británicos de John White y Lucas de Heere atestiguan la idea de que el vestido es una de las características que distinguen a un humano de otro, y retratar a los hombres y mujeres de distintas partes del mundo con sus ropas y costumbres es también una forma de acercarse al conocimiento de la realidad y la diferencia. De acuerdo con Gaudio, la identidad, al estar en la superficie, es hasta cierto punto inestable: cuando De Heere retrata a un inuit, inscribe sobre la imagen las palabras "Homme Sauvage", pero los indios también podían ser retratados con ropas de ingleses y, gracias a ese dispositivo de ideología imperial, Pocahontas, vestida a la europea en un grabado de Simon Van de Passe de 1616, ve transformada su identidad de salvaje en la de cristiana civilizada.


Figura 8. Theodore de Bry, America, 1590, mujer picta.


Figura 9. Simon van de Passe, Pocahontas, 1616.

Sin embargo, tanto los pictos como los americanos de De Heere y De Bry aparecen desnudos y, lo que es más relevante, tatuados. Un cuerpo civilizado está vestido e indica diferencias culturales, un cuerpo desnudo es salvaje o natural y convierte su vestido en piel. El tatuaje marca las diferencias culturales para siempre, y eso causaba horror en los contemporáneos de White.58 Al respecto, William Camden reunió evidencias de varias fuentes (Beda, César, Herodiano, Tácito e Isidoro de Sevilla) según las cuales los pictos y los celtas habían sido "pueblos pintados", que se distinguían de los invasores porque "manchaban y coloreaban todos sus cuerpos".59 En 1611, John Speed reafirmó el argumento de que Britannia había estado habitada por "bárbaros que con incisiones artificiales incorporaron desde la niñez formas de bestias en sus cuerpos, marcas profundamente impresas, que crecían por ello a medida que aumentaba su estatura". Es por el hecho de tener el cuerpo dibujado que los romanos los denominaban pictos, y la obra de Speed nos ofrece dos grabados, evidentemente inspirados en los de White-De Bry, que dan testimonio de su apariencia.60 Según Juliet Flemming, el tatuarse era para los anticuarios una característica tan distintiva de los antiguos habitantes de Gran Bretaña como la ginarquía o la desnudez.61 Pero las semejanzas entre los bárbaros del pasado europeo y los del presente americano no se detenían ahí: ambos vivían en carpas, cubrían su desnudez, si acaso lo hacían, con pieles de animales, ignoraban los principios básicos de la religión verdadera y la agricultura y ni siquiera conocían del todo bien el valor del oro. De hecho, en una de las representaciones incluidas por De Bry en su obra, la "True picture of a young daughter of the Picts", basada en un original de Le Moyne, el cuerpo de la joven está tatuado desde el cuello a los tobillos con una gran variedad de flores. Para Sam Smiles, Le Moyne cubre a la mujer con flores porque se inspira en la idea de Beda de que los pictos se originaron en la tierra de los escitas, por ello sigue a Jenofonte, quien en Anabasis (V, IV ) sostiene que los hombres y las mujeres de ese pueblo guerrero del Mar Negro eran "suaves y blancos, con espaldas y pechos variados y tatuados por todas partes con motivos florales".62 Al respecto, Paul Hulton descubrió un detalle crucial: las flores de la picta son peonías, espuelas de caballero, malvas, azucenas, narcisos, iris susianas, tulipanes y periquitos (mirabilis jalapa). Pero las tres últimas variedades solo habían llegado recientemente a Europa desde América y los Balcanes, de modo que no podían haber sido parte del repertorio de tatuajes de los pictos. Su inclusión es presumiblemente un anacronismo intencional por parte de Le Moyne, quien conocía bien la flora y la fauna americanas, pues había compuesto una serie de grabados en madera y acuarelas sobre animales, aves y plantas del Nuevo Mundo.63


Figura 10. John Speed, The Historie of Great Britaine, 1611, antigua británica.

Se trata de otra evidencia del intento de equiparar a los bárbaros del pasado europeo y los salvajes del presente americano y, por qué no, de una contribución al debate sobre la historia británica y la identidad cultural. No podemos dejar de destacar que, cuando las relaciones entre los ingleses y los americanos se volvieron más conflictivas, esa actitud equilibrada y comparativa dejó pronto paso a una mucho más violenta y cruel: las características bárbaras de la población americana daban pie a que, tras la insurrección de 1622, los colonizadores pudieran comportarse sin restricciones para someterlos.64 En esa decisión, no ha de haber sido menor el atractivo que el estilo de vida imperante en esas sociedades "bárbaras" del presente despertaba entre los pobres y desheredados europeos. Sabemos que durante décadas la frontera abierta del Nuevo Mundo era una vía de escape a la explotación de los europeos por los europeos y que, en muchos casos, los "cautivos" preferían permanecer con sus captores antes que ser liberados por sus compatriotas, fueran ingleses o españoles.65 Estaban convencidos de haber dado finalmente con el país de Cucaña en América, pues "no hay entre ellos [los americanos de Virginia] meum y tuum".66 Christopher Hill ha probado que los "salvajes" de Irlanda y de América eran libres en el sentido de que no tenían propiedad y, por ello, no podían ser controlados por la ley.67 La tensión entre ambas actitudes estaría siempre presente: Walter Ralegh sostenía que "es legítimo hacer la guerra contra el bárbaro, cuya religión e impiedad deben ser despreciadas", pero Francis Bacon advertía que "no se debe hacer expropiación alguna de los nativos bajo el pretexto de cultivar la religión".68

III

Como era de esperarse, el aspecto del Nuevo Mundo que m ás difícilmente podía incorporarse a una relación con el Viejo era el canibalismo. Tal como ha mostrado recientemente Catalin Avramescu, el caníbal ha representado un papel fundamental en la historia del pensamiento europeo como símbolo del salvajismo y la barbarie, que podría ser asimilable a una criatura teórica cuyo destino ilumina las nociones sobre el bien y el mal y las concepciones de lo propio y lo ajeno desde el inicio de la modernidad temprana, una imagen subversiva de la corrupción moral del orden social.69 Quienes en muchos aspectos podrían haber sido "como nosotros", fueron, en consecuencia, vistos como radicalmente "otros". De acuerdo con Carole Myscofski, las representaciones que los europeos produjeron de las mujeres americanas, particularmente de aquellas del Brasil, giran en torno a dos posibles núcleos: el de la doncella inocente, ingenua y vulnerable, que puede dominarse fácilmente como la tierra nueva que conquistarían los recién llegados, y el de la mujer guerrera salvaje y caníbal, que resiste el sometimiento.70 Para los viajeros europeos el canibalismo era una marca de barbarie que se registraba desde una ajenidad fundamental.71 Es esa imagen la que puede encontrarse en el relato que Hans Staden, un experto alemán en artillería empleado por los portugueses cerca de la actual San Pablo, hiciera en 1557 de su cautiverio entre los Tupinamba, obra que sería incorporada por De Bry en el volumen tercero de America.72 Ese carácter extraño que el canibalismo incorporaba al Nuevo Mundo estaba presente en las ideas de los jesuitas contemporáneos, de Manuel da Nóbrega a Vasconcelos.73 Los franceses también incluyeron historias de canibalismo en sus relatos. A mediados del siglo XVI, el católico André Thevet distinguía claramente entre los guerreros brasileños valientes y aquellos que simplemente mataban porque disfrutaban de comer carne humana. La descripción estaba acompañada del grabado de prácticas antropofágicas: en el primer plano, se observa a una mujer en el acto de destripar un cuerpo.74 Pero ni siquiera ese extremo hacía imposible la comparación entre propios y extraños. Veinte años después de Thevet, el calvinista Jean de Léry encontraba que los tupinamba no se detenían ante nada e incluso comprendía la antropofagia como parte de un ritual noble fundado en la venganza que, si bien no podía disculparse y era un ejemplo de cómo la ignorancia de la verdadera religión llevaba a prácticas horrendas, podía sí tolerarse.75 Lo más interesante es que el conflicto religioso europeo volvía a hacer posibles las comparaciones entre el otro americano y el otro cercano, íntimo. Así, en el marco de los debates respecto del significado de la eucaristía, Léry condenaba a su compatriota Nicolas Durand de Villegagnon, líder de la expedición, quien mientras estaba en Brasil no había rechazado la transustanciación y deseaba "como un caníbal, no solo comer la carne de Jesucristo, sino también masticarla y tragarla cruda".76 Más aun, decía Léry, las masacres brutales y la antropofagia que habían estallado en el marco de las guerras de religión en Francia volvía innecesario "ir hasta América para ver cosas tan monstruosas y prodigiosas como éstas".77 Pese al evidente impacto que esas prácticas causaban, recordemos que Cervantes podía burlarse graciosamente del asunto, pero manteniendo la asociación entre barbarie y canibalismo. En el capítulo XVIII de la segunda parte, los desconocidos que raptan a don Quijote y a Sancho los increpan diciéndoles: "trogloditas, bárbaros, antropófagos, escitas, Polifemos matadores, leones carniceros". Y Sancho replica: "¿a nosotros tortolitas, barberos, estropajos, perritas, a quien dicen cita, cita?"78


Figura 11. André Thevet, Les Singularités de la France antarctique, 1558, caníbales.

La formidable predisposición de los europeos para hacerse objeto mutuo de las más cruentas violencias hizo que no solo los protestantes echaran mano de la referencia a la antropofagia americana para referirse a los incidentes de las guerras de religión. En 1587, el angloholandés Richard Verstegen publicó en Amberes su Theatrum Crudelitatum Haereticorum nostri temporis.79 En la obra, la mayoría de las representaciones de las atrocidades que los protestantes habrían perpetrado contra los católicos en Inglaterra, Bélgica y Francia se asocian con el modelo del martirio cristiano individual (en la mayoría de los casos) o colectivo. Sin embargo, dos imágenes de las crueldades francesas pueden vincularse con la antropofagia y la radicalidad atribuida a esa práctica en los grabados sobre el Brasil. Se trata de aquellas que exhiben a católicos muertos o agonizantes cuyos restos son ingeridos por ellos o por otros. Verstegen, quien había estado preso en París a instancias de la diplomacia inglesa y tenía un fluido contacto con jesuitas y españoles, ubica el título de las Horribles crueldades de los Hugonotes en Francia sobre cada imagen. En ellas, tal como era práctica usual en otras series de grabados sobre la violencia religiosa,80 las escenas aparecen señaladas con letras que permiten una descripción de cada una de ellas en la página opuesta. En la estampa de la página 49 vemos, en sentido antihorario, a dos soldados que enrollan las vísceras de una víctima en una lanza, mientras otros tres entierran a un cura en el segundo plano y dos hombres "cortan sendos niños en pedazos" en el fondo. Finalmente otros tres soldados, tras castrar a un sacerdote, asar sus órganos y obligarlo a comerlos, abren el vientre del anciano para "ver cómo las digiere antes de terminar con sus días". Tanto la parrilla como el detalle obsesivo en la representación de la anatomía humana rememoran las imágenes provenientes del Nuevo Mundo. Recordemos también que en su ensayo sobre los caníbales de 1580 Michel de Montaigne había establecido un vínculo entre los hechos a un lado y al otro del Atlántico. Para Montaigne, quien explica el canibalismo americano del mismo modo que Léry, esto es, como un acto ritual de "venganza extrema", "nada hay de bárbaro ni de salvaje en esa nación". La reflexión siguiente parece describir en conjunto los grabados de Thevet, Léry y Verstegen:

No me parece adecuado que destaquemos el horror bárbaro de tal acción suya, pues antes de juzgar sus faltas debiéramos observar las nuestras. Pienso que hay más barbarie en devorar a un hombre vivo que en comerlo muerto, en destrozar por tormentos y pesares un cuerpo que aún está lleno de sensaciones, en asarlo en pequeñas piezas, en hacerlo comer y herir por perros y cerdos (como nosotros no lo hemos solamente leído, sino visto en escenas aún frescas en nuestra memoria, no entre viejos enemigos, sino entre vecinos y conciudadanos y, lo que es peor, con el pretexto de la piedad y la religión), que en asarlo y comerlo una vez que ha muerto.81


Figura 12. Richard Verstegen, Theatrum Crudelitatum Haereticorum nostri temporis, 1587, canibalismo en las guerras de religión.

Tal vez sea esta la ocasión de aclarar que el mito del buen salvaje, iniciado por Montaigne, tampoco era extraño a los ingleses. En 1656, Francis Osborne sostuvo: "algunos de los indios salvajes y otros pueblos son denominados bárbaros por nosotros, pero son más ajenos a los pecados antisociales de la codicia, la carencia de probidad, etcétera, que quienes pretenden acelerar su conversión".82
Existía otra vinculación entre los eventos de la América recientemente descubierta y la adscripción de barbarie a los protagonistas del proceso de colonización que, como veremos, también se relacionó muy temprano con las barbaries de los propios europeos en el Viejo Mundo. La tradición de asociar las matanzas de americanos con las de europeos podría remontarse a 1566, cuando Le Challeux describió el ataque español a la colonia francesa de la Florida utilizando la retórica de las guerras de religión, de modo que la leyenda negra habría arribado a Francia (y a Inglaterra en traducciones) como referencia a una matanza de europeos protestantes en América. Según el autor, los españoles, "más salvajes que animales", persiguieron a los franceses, ejecutaron "una furia que habían concebido contra nuestra nación" y "cortaron las gargantas de hombres, sanos y enfermos, mujeres y niños pequeños, de tal manera que no es posible pensar de una masacre que pueda compararse con esta en crueldad y barbarie".83 Los españoles eran buenos candidatos a ser considerados bárbaros por sus contemporáneos críticos. Pese a ello, Bartolomé de las Casas no emplea el término en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, de 1552. El dominico se refiere reiteradamente a la inhumanidad, la impiedad y la crueldad de los españoles, incluso a su carácter bestial, pero no los llama bárbaros ni salvajes.
Recordemos, sin embargo, que en la controversia de Valladolid de 1550-1551 el asunto de la barbarie estuvo claramente presente, aunque referido a los indígenas y no a los españoles.84 ¿Era justo declarar la guerra a los indígenas para facilitar su conversión? Para Juan Ginés de Sepúlveda, existían cuatro argumentos a favor de una respuesta afirmativa: los indios eran bárbaros, habían cometido crímenes contra la ley natural, oprimían y asesinaban a inocentes entre los suyos y eran infieles que debían ser instruidos en la fe cristiana. Era clave, entonces, su condición de raza bárbara, una condición natural e inferior, que Sepúlveda atribuía a los indios. Para defender su posición, el humanista citaba la teoría aristotélica de la esclavitud natural: como en los bárbaros la pasión predomina sobre la razón, "son esclavos por naturaleza, por lo cual, bárbaros, carentes de civilización e inhumanos, se niegan a aceptar el dominio de quienes tienen mucho más poder que ellos. [...] Sometiéndolos a nuestro dominio, creo que los bárbaros pueden ser conquistados con el mismo derecho con que pueden ser compelidos a oír el Evangelio".85 Bartolomé de las Casas, por su parte, defendía la unidad esencial de la humanidad, esto es, que los indios no eran esencialmente distintos ni menos racionales que los europeos, de modo que podían recibir la fe cristiana de un modo pacífico: si España debía tener un papel en el Nuevo Mundo, era espiritual y no político ni económico. Pero, además, el dominico se oponía al uso del término bárbaro de un modo tan general y atacaba la aplicación de la teoría aristotélica de la esclavitud natural por parte de Sepúlveda. Las Casas distinguía cuatro tipos de bárbaros: los que exhiben un comportamiento cruel y salvaje, contrario a la razón humana, los que carecen de un lenguaje escrito para expresarse, los que no alcanzan a comprender la justicia y la comunidad humanas y los que no son cristianos. Como los indios vivían en comunidades armónicas gobernadas por leyes estrictas, poseían un lenguaje bello y los idólatras y antropófagos eran minoría entre ellos, su paganismo solo demandaba de los españoles que "los ayudaran mediante la persuasión a recibir el Evangelio". Más aun, Las Casas creía que las costumbres de los indios no eran peores que las de los propios antecesores de los españoles, de modo que en un futuro, con una guía adecuada, podrían alcanzar un estado semejante al de los europeos contemporáneos: nuevamente encontramos la comparación con los bárbaros del pasado propio que lleva a imaginar un recorrido histórico único.86
Es interesante notar, en todo caso, que el sustantivo barbarie y el adjetivo bárbaro aparecieron muy pronto en las ediciones de la Brevísima de Las Casas en otros idiomas europeos. Así, por ejemplo, cuando en 1583 James Aliggrodo tradujo libremente la obra al inglés con el título de Spanish cruelties and tyrannies, perpetuated in the West Indies, commonly termed The newe found worlde, la comparación con los bárbaros se volvió explícita, por cuanto los españoles "han matado [en América] a más hombres de los que hayan jamás existido en España desde que los sarracenos asesinaron a la mayoría de los godos, y han arrasado una superficie tres veces más grande que la comprendida por la cristiandad".87 En ese mismo prefacio, Aliggrodo compara las conquistas de los españoles en América con las de los turcos en territorio cristiano, pues ambas se basan en "la mera tiranía y usurpación" para construir un imperio, al tiempo que los indígenas americanos, por su inocencia y primitivismo, son implícitamente comparados con los primeros mártires cristianos. Opiniones semejantes aparecían en el prólogo a la primera edición inglesa ilustrada de la Brevísima, publicada por John Phillips en 1656 con el título The Tears of the Indians.88 Indudablemente William Davenant se inspiró en esa traducción para producir The Cruelty of the Spaniards in Peru, un espectáculo teatral representado ante Cromwell en 1658, que tocaba la misma cuerda.


Figura 13. The tears of the Indians, 1656, portada de la primera edición ilustrada de la Brevísima de Las Casas.

Los holandeses, por su parte, abrazaron la historia de la destrucción de las Indias como una analogía de sus propios enfrentamientos con los españoles. En 1620, Jean Everhardts Cloppenburg editó dos volúmenes mellizos, los "espejos de la tiranía española" en los Países Bajos y en las Indias Occidentales.89 En el primero de ellos, se relatan los abusos de los españoles contra las Provincias Unidas, con grabados que ilustran la ejecución de nobles holandeses rebeldes. El segundo libro es una traducción de la Brevísima lascasiana, con una portada casi idéntica a la anterior, cuyas pocas modificaciones, incluyendo el título diverso, podría indicar que las masacres de los indios habían sido acaso menos "crueles y horribles" que aquellas perpetradas por los españoles en las Provincias Unidas. Evidentemente, los holandeses estaban dispuestos a compararse a sí mismos con los indígenas, y el rasero de ese contraste era la barbarie de la dominación española.
Finalmente, el caso de Gran Bretaña es notablemente pródigo en definiciones del comportamiento de un otro interno como bárbaro y, al mismo tiempo, de comparaciones con la barbarie de los otros lejanos, sean americanos o turcos. Esos hábitos estaban cerca de su máxima expresión a mediados del siglo XVII, cuando Roger Williams afirmó: "Tenemos indios en casa, indios en Cornwall, indios en Gales, indios en Irlanda" y Hugh Peter, tras su retorno de Nueva Inglaterra, afirmó que "los salvajes irlandeses no difieren mucho de los indios".90 Pero son muchos los antecedentes de la adscripción de comportamientos bárbaros al otro interior. En 1568, George Tuberville escribió un poema en el que podía leerse: "los salvajes irlandeses son tan civilizados* como los rusos en su clase".91 Cuando las Chronicles de Raphael Holinshed se refieren a los enfrentamientos entre galeses e ingleses durante el reinado de Enrique I V, en 1405, se relata un episodio en el que las mujeres galesas "ejecutan vilezas bochornosas sobre los cadáveres de los hombres muertos; de un tipo que no creo que se haya practicado jamás". Tales actos, que Holinshed se disculpa por describir con tanto detalle, incluían la mutilación de los cuerpos y, nuevamente, la ingesta forzada de los genitales de los muertos. Se trata de atrocidades que, de acuerdo con el autor, no pueden siquiera compararse con las que había cometido Fulvia entre los romanos o, más importante, Tomiris, reina de los masagetas, durante el siglo VI a.C.92 Las mujeres galesas, entonces, "han cometido un acto muy ignominioso, nada peor han hecho nunca los bárbaros".93
No es un hecho menor que Holinshed eligiera a la reina de los masagetas como parangón de las galesas. Herodoto había insistido en comparar las costumbres del pueblo de Tomiris con las de los escitas, quienes durante largo tiempo funcionaron en Inglaterra como el epítome del salvajismo y la barbarie. En King Lear, Shakespeare se refirió a la leyenda de que los "bárbaros escitas" calmaban su apetito devorando a sus propios hijos.94 Más aun, a fines del siglo XVI era posible asociar a los irlandeses mismos con los escitas, de quienes se suponía habían descendido y heredado su comportamiento bárbaro. Edmund Spenser sostuvo esa hipótesis y encontraba pruebas de ella en costumbres irlandesas como beber sangre o llevar un estilo de vida nómada, y afirmó además que los escitas, tras poblar la totalidad de Irlanda, se habrían extendido sobre Escocia.95 Para William Camden, empero, que los irlandeses derivaran de ancestros escitas no implicaba necesariamente algo negativo, pues se los tenía por un pueblo invencible, jamás sometido al imperio de otros.96 Sin embargo, también es cierto que ya desde tiempos isabelinos los ingleses pensaban que los irlandeses eran salvajes con quienes solo podía tratarse mediante la violencia. John Hooker, uno de los editores de la versión de 1587 de las Chronicles de Holinshed, había estado en Irlanda como asesor legal de sir Peter Carew y opinaba que "si se envaina la espada, ellos retornarán a la insolencia, la rebelión y la desobediencia, como un perro a su vómito o una cerda al charco y la mugre".97
En 1574, la reina Isabel elogió las prácticas desplegadas por Essex en Ulster, tanto las basadas en la razón cuanto las fundadas en la fuerza, pues ayudaban a "llevar a esa nación tosca y bárbara a la civilidad".98 En parte, esa consideración de los irlandeses como bárbaros se fundaba en la idea de que, aunque eran cristianos, algo de lo que ni los normandos ni sus sucesores habían dudado, ese cristianismo era poco más que un barniz exterior débilmente aplicado sobre sólidas tradiciones paganas. Por cierto, los ingleses de fines del siglo XVI y comienzos del siglo XVII podían reconocer la existencia de un comportamiento civilizado entre sociedades paganas, y su valoración del mundo clásico daba cuenta de ello, pero el hecho de que los irlandeses hubieran tenido la oportunidad de sumar los beneficios de la civilización y el cristianismo y la hubiesen desperdiciado era un signo de inferioridad y, en consecuencia, uno de los primeros pasos para definirlos como bárbaros.99 Muchos de los aventureros ingleses que se lanzaron entonces a la colonización de Irlanda conocían las sociedades "bárbaras" contemporáneas por experiencia propia o por sus lecturas, y pronto compararon esas costumbres con las irlandesas. Philip Sidney identificaba a Shane O'Neill con hunos, godos, vándalos y turcos.100 De hecho, cuando Thomas Hacket tradujo la obra de Thevet, dedicó su esfuerzo a Sidney y explícitamente comparó sus actividades en Irlanda con la de los europeos en el Nuevo Mundo, ya que "ambos inventan buenas leyes y estatutos para dominar a los bárbaros y malvados, y para preservar y defender a los justos".101 No debe resultarnos para nada extraño, teniendo en cuenta esas comparaciones, que más temprano que tarde aparecieran acusaciones de canibalismo contra los irlandeses.102 De esa forma, los ingleses buscaban dar legitimidad a su empresa colonial y llegaban a compararla explícitamente con la de los españoles en América.103 En 1615, un tal E. S. afirmó que los colonos de Munster debían permanecer estrictamente segregados de los nativos, a cuyo "barbarismo" los colonos anteriores habían sucumbido.104 Un año después, Barnabe Rich afirmó que "la colonización del norte de Irlanda por los ingleses no puede sino ser aceptable a los ojos de Dios, pues lleva luz y conocimiento a un pueblo ciego e ignorante".105 Permítaseme aclarar aquí que la asociación entre ignorancia y barbarie está también presente en el Quijote. En el capítulo XLVIII de la primera parte, el canónigo dice: "porque los extranjeros, que con mucha puntualidad guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros e ignorantes".106 Desde tiempos isabelinos, también se describía a los irlandeses como salvajes que disfrutaban de cometer actos de extrema crueldad,107 pese a lo cual predominaba la convicción de que la influencia benéfica supuestamente introducida por la religión, el gobierno y el progreso económico de la dominación británica podía transformar esas características negativas y hacer de los irlandeses un pueblo habituado a costumbres civiles. No obstante, aquellas primeras ideas siguieron predominando durante los primeros años de los Estuardo. En 1608, N. Butter relató que la rebelión de Cahir O'Doherty en Ulster llevó a que se perpetraran "crueldades bárbaras" contra los habitantes de Loughfoyle.108
Las historias contemporáneas de la rebelión irlandesa de 1641 dan cuenta de este ideologema, pues casi todas proponían que el estado del reino antes de su inicio era uno de unión y bienestar, gracias precisamente a la influencia inglesa. Sin embargo, hay un deslizamiento en esas historias, por el cual el levantamiento católico se transforma en evidencia concluyente de que los irlandeses son irrecuperables y representan, en consecuencia, una amenaza mortal para Inglaterra y su pueblo. El fracaso de los ingleses en su intento de dominar Irlanda no era el de una gentry colonial rapaz y poco apta para el buen gobierno, sino resultado de la naturaleza misma de los irlandeses, caracterizada por la traición y la barbarie. Nada demostraba mejor esas características que las masacres contra los "pobres protestantes inocentes", perpetradas por los "bárbaros inhumanos irlandeses". El término "bárbaro" intenta adjetivar en este caso una descripción que se supone veraz y que, finalmente, se sintetiza mediante la transformación del atributo en el sustantivo "barbarie". A comienzos de 1642, los habitantes de Sarum, en Wiltshire, enviaron una carta al Parlamento que fue reproducida en ambos tipos de impresos. En ella, solicitaban que se "ayude a los que languidecen con sus gargantas expuestas a la espada de los salvajes y bárbaros enemigos".109 Una semana después, Nathaniel Butter publicó un panfleto con las "malas noticias de Irlanda", donde reprodujo más detalladamente la carta y agregó la descripción de atrocidades contra mujeres y niños en Munster. De acuerdo con ese texto, los irlandeses "cometen toda forma de crueldades, son bárbaramente exquisitos en el tormento de los pobres protestantes, cortan sus partes pudendas, orejas, dedos, manos, les arrancan los ojos, hierven las cabezas de niños pequeños ante sus madres".110 La referencia a la barbarie irlandesa, atribuida a una "raza inhumana", se volvió un locus reiterado. Weekly account insistía en que Irlanda estaba "abrumada con todos los terrores y daños que pueden derivarse del hambre, el fuego y la espada; por las crueldades de una raza de bárbaros e inhumanos rebeldes", que no eran más que "caníbales sedientos de sangre, cuya bárbara crueldad los vuelve odiosos para el mundo todo".111 Los títulos de los panfletos también se poblaron de referencias a la barbarie y la inhumanidad de los rebeldes.112 Como las atrocidades relatadas en esos textos eran proclamadas verdaderas, se insistía también en que "la crueldad bárbara de los irlandeses, de la que se escucha hablar diariamente" era propia de "un pueblo pagano y sin religión".113 Casi de inmediato, se hizo presente la idea de que las atrocidades eran tales que no tenían paralelo "ni siquiera en las naciones más bárbaras y paganas de la tierra".114 Nada de esto es demasiado extraño, si se tiene en cuenta que la "barbarie de las crueldades irlandesas" estaba presente también en las declaraciones de testigos y sobrevivientes.115 James Cranford utilizó el argumento de la barbarie para señalar los extremos a los que podía llegar la crueldad irlandesa. En la epístola al lector que prologa su obra, se cita largamente una carta enviada el 27 de noviembre de 1641 por Thomas Partington al Parlamento, en la que se describe el estado del reino. Allí, se destaca el crecimiento de las fuerzas rebeldes y se enfatiza especialmente que se esfuerzan en probar "quién puede ser más bárbaramente exquisito en el tormento de los pobres protestantes", afirmación que es seguida por un listado escalofriante de vejámenes.116 Cuando el propio Cranford tiene que describir "esta funesta tragedia, en la que cada paso se da sobre sangre", opta inmediatamente por referirse a "las pérfidas atrocidades y crueldades bárbaras cometidas por los papistas irlandeses sobre las personas de los protestantes".117 Lo más interesante es que algunas de las imágenes incluidas por Cranford en su obra que se asocian con la tradición martirológica inglesa son puestas por el autor en relación inmediata con el tema de la barbarie. El ejemplo más notable es el de la mujer del pastor martirizada en la estampa de la página 47, cuya historia es relatada detalladamente en el texto de la hoja anterior, que termina con la pregunta "¿Hubo acaso alguna vez tal barbarie entre los paganos?".118 También sir John Temple hizo lugar repetidamente a la dicotomía entre la cruel barbarie irlandesa y la inocencia de los pobres protestantes martirizados, que en un principio ni siquiera atinaron a defenderse.119 Poco después de su arribo a Dublin, el propio Oliver Cromwell denunció a los "irlandeses bárbaros y sedientos de sangre", aunque prometió que el ejército parlamentario no actuaría contra las personas ni los bienes de aquellos que no participaron en la rebelión.120


Figura 14. James Cranford, The Tears of Ireland, 1642, mujer de un clérigo colgada.

Notamos, entonces, la omnipresencia de una producción simbólica autocelebratoria y afirmativa, que opone al inglés libre por nacimiento, industrioso por naturaleza, inocente y protestante por cercanía a Dios, frente al irlandés bárbaro, cruel e indolente, católico por influencia del demonio mismo a través de frailes y jesuitas.121 La comparación con los bárbaros, que en otras ocasiones había llevado a una actitud equilibrada respecto del otro, implicaba en el caso irlandés una alteridad tal que la única solución tenida por válida era el sometimiento violento mediante la masacre y la deportación masiva. Los irlandeses no eran considerados "bárbaros como alguna vez habíamos sido nosotros", sino enemigos tan "bárbaros e inhumanos", tan distintos e irrecuperables, que no merecían otra alternativa que aquella que la posteridad atribuyó a Cromwell: "To hell or Connaught", el despojo o el infierno.

Notas

1 Por supuesto, sabemos desde los estudios de Norbert Elias, Émile Benveniste y Raymond Williams que el término "civilización" no aparece en los idiomas europeos en su sentido moderno hasta entrado el siglo XVIII. Véanse Norbert Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas [1939], México, FCE, 1987; Émile Benveniste, "Civilisation. Contribution à l'histoire du mot" [1954], en Problèmes de linguistique générale, París, Gallimard, 1966, pp. 336-345; Raymond Williams, Palabras Clave [1976], Buenos Aires, Nueva Visión, 2000.
Sin embargo, y aun reconociendo las imprecisiones que esto implica, a lo largo de este artículo se utilizarán las palabras españolas modernas "civilización", "civilizado" e "incivilizado" para traducir los términos civil, uncivil, policer, etc. Indicaré los casos en que introduzca este anacronismo con un asterisco, pero utilizaré libremente el sustantivo "civilización" como opuesto a "barbarie" cuando las elaboraciones sean mías.

2 Para comprender las actitudes griegas y romanas hacia los bárbaros, pueden consultarse François Hartog, Lemiroir d'Hérodote: Essai sur la représentation de l'autre, París, Gallimard, 1980; Walter Goffart, "Rome, Constantinople, and the Barbarians", The American Historical Review, vol. 86, nº 2, abril de 1981, pp. 275-306; Karl Christ, "Römer und Barbaren in der hohen Kaiserzeit", Saeculum, 10, 1959, pp. 273-280; Lieven van Acker, "Barbarus und seine Ableitungen im Mittellatein", Archiv für Kulturgeschichte, 1965, pp. 125-140, y Hans Diller, "Die Hellenen-Barbaren-Antithese im Zeitalter der Perserkriege", Fondation Hardt, Entretiens VIII, 1962, pp. 37-68.

3 Sobre las actitudes europeas medievales respecto de la barbarie, véase W. R. Jones, "The Image of the Barbarian in Medieval Europe", Comparative Studies in Society and History, vol. 13, nº 4, 1971, pp. 376-407, el primer capítulo de la obra de Richard Southern, The making of the Middle Ages, New Haven y Londres, Yale University Press, 1953, y Denys Hay, Europe: the Emergence of an Idea, Nueva York, Harper Torchbooks, 1966, pp. 27 y ss.

4 Norman Daniel, Islam and the West : the Making of an Image, Edimburgo, Edinburgh University Press, 1960, pp. 273, 276.

5 Robert Schwoebel, The Shadow of the Crescent : The Renaissance Image of the Turk, Nueva York, St. Martin's Press, 1967.

6 Timothy Hampton, "'Turkish Dogs': Rabelais, Erasmus, and the Rhetoric of Alterity", Representations, nº 41, 1993, pp. 58-82.

7 Erasmo, "De bello Turcico" [1530], Weiler ed., Operaomnia, Amsterdam, North-Holland, 1986, 5.3, pp. 50 y ss.

8 Gerald MacLean, "Ottomanism before Orientalism? Bishop King Praises Henry Blount, Passenger in the Levant", en Ivo Kamps y Jyotsna G. Singh (eds.), Travel Knowledge: European Discoveries in the Early Modern Period, Nueva York, Palgrave, 2001.

9 Guillaume Postel, De la République des Turcs et là où l' occasion s' offrera des meurs et louy de tous Muhamedistes, Poitiers, Enguilbert de Marnef, 1560. Debo este dato y el análisis que sigue a José Burucúa y a Lucio Burucúa (eds.), Nicolás de Cusa, Sobre la Paz de la Fe, Buenos Aires, Cálamo, 2000, pp. 65 y ss.

10  En De la République desTurcs..., op.cit., Postel criticaba las fábulas referidas a la vida de Mahoma y su concupiscencia (pp. 82-83), pero destacaba la simplicidad de la fe, la alta espiritualidad de la práctica religiosa y la tolerancia de cristianos y judíos (pp. 38-41 y 76).

11 Nabil Matar, Turks, Moors, and Englishmen in the Age of Discovery, Nueva York, Columbia University Press, 1999. Véase también Ian Smith, "Barbarian Errors: Performing Race in Early Modern England", Shakespeare Quarterly, vol. 49, nº 2, 1998, pp. 168-186, donde se insiste con buenos argumentos en que la prosa degradada de Otelo sería, de acuerdo con las palabras de Iago, una expresión de su "savage madness" (4.1.53), que lo convierte en "an erring barbarian" (1.3.343).

12 George Puttenham, The Arte of English Poesie [1589], ed. de Edward Arber, Londres, Alex Murray and Son, 1869, p. 258.

13 Aimilia Mohd Ramli, "'Licentious Barbarians': Representations of North African Muslims in Britain", Intellectual Discourse, vol 17, nº 1, 2009, pp. 43-63.

14 "The people are of no Religion, but live like beasts; without propriety so much as in their wives, or children", Peter Heylyn, Cosmographie, Londres, 1657, p. 973.

15 Robert Lambert Playfair, The Scourge of Christendom : Annals of British Relation swith Algiers Prior to the French Conquest, Londres, Smith Elder, 1884, Passim.

16 Kenneth Parker, "Reading 'Barbary' in Early Modern England, 1550-1685", Seventeenth Century, 19, 2004, pp. 87-116.

17 Nabil Matar, Turks, Moors, and Englishmen, op.cit., pp. 20-21.

18 Parker cita varios ejemplos, entre ellos Andrew Barker, A true and certain report of the beginning, proceedings, ouerthrowes, and now present estate of Captain Ward and Danseker, the two late famous pirates..., Londres, William Hall, 1609, y Robert Daborn, A Christian turn'd Turke: or, the Tragicall liues and deaths of the two famous pyrates, Ward and Danseker, Londres, William Berrenger, 1612.

19 David Delison Hebb, Piracy and the English Government, 1616–1642, Aldershot, Scholar Press, 1994. Véase también Linda Colley, Captives: Britain, Empire and the New World, 1600-1850, Londres, Pimlico, 2003.

20 Cervantes, El Trato de Argel, en Miguel de Cervantes Saavedra, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1970, vol. I, p. 137, vv. 583-586, y p. 374. Agradezco las citas a José Emilio Burucúa.

21  J. L. Africanus, A Geographic al Historie of Africa, trad. de John Pory, Londres, 1600; Samuel Purchas, Hakluytus Posthumus or Purchas His Pilgrimes, 20 vols., Glasgow, James MacLehose, 1905, vol. 5.

22 Citado por Ian Smith, "Barbarian Errors...", op.cit., a partir de Samuel Purchas, Hakluytus Posthumus..., op.cit., vol. 5, pp. 314, 324, 329, 313.

23 Kenneth Parker, "Reading 'Barbary' in Early...", op.cit., pp. 108 y ss.

24 Véase W. H. Parker , "Europe: How Far?", The Geographical Journal, vol. 126, nº 3, septiembre de 1960, pp. 278- 297; D. Hay, Europe, the emergence of an idea, op. cit., y John Hale, The civilization of Europe in the Renaissance, Nueva York, Scribner, 1994.

25 Peter Burke, "Images as Evidence in Seventeenth-Century Europe", Journal of the History of Ideas, vol. 64, nº 2, 2003, pp. 273-296.

26 Arnaldo Momigliano, The Classical Foundations of Modern Historiography, Sather Classical Lectures 1961-1962, vol. 54, Oakland (CA), University of California Press, 1990.

27 Citado en Santo Mazzarino, The End of the Ancient World, Nueva York, Faber & Faber, 1966, p. 88.

28 M. Bellonci y Niny Garavaglia, L'opera completa del Mantegna, Milán, Rizzoli, 1967, pp. 110-112.

29 Jerzy Miziolek, Mity, legendy, exempla, Varsovia, Universidad de Varsovia, Instituto de Arqueología, 2003, pp. 221-227.

30 Estas imágenes y las citas siguientes provienen de la edición francesa de 1552: Sebastian Munster, Cosmographie, 1552, pp. 1308, 1358 y 1360.

31 Ibid., pp. 281-282.

32 Ibid., pp. 105, 211.

33 Ibid., p. 649.

34 Wolfgang Lazius, Chorographia Austriae, Viena, 1561, varios grabados.

35 Carta a Iodoco Margravio (marqués de Brandeburgo y Moravia), escrita en Florencia el 20 de agosto de 1397, en Coluccio Salutati, Il trattato "De Tyranno" e lettere scelte, ed. de Francesco Ercole, Bolonia, Zanichelli, 1942, pp. 261-271.

36 Pío II (Enea Silvio Piccolomini), Lettera a Maometo II, ed. de Giuseppe Toffanin, Nápoles, Pironti, s/f.

37 Agostino Pertusi (ed.), La caduta di Constantinopoli, Milán, Mondadori, s.f., pp. 72-79.

38 Alain Schnapp, "Les Antiquités entre la France et l'Allemagne au XVIII e siècle", Revue germanique internationale, 13, 2001. Philippi Clüveri, Germaniae Antiquae libri tres, Leiden, Ludovico Elzevier, 1616. Debo el dato (al igual que el de la nota siguiente) a las reveladoras páginas escritas por José Emilio Burucúa, "La noción de alteridad y el caso de la historia de Ulises en el Renacimiento", Eadem utraque Europa, nº 4-5, 2007, pp. 191-228.

39 Philippi Clüveri, Germaniae Antiquae..., op.cit., p. 129. En dos ocasiones en su Scienza Nuova, Giambattista Vico comparó la barbarie de los americanos, "que encontraron los españoles", con la barbarie de los antiguos germanos. Giambattista Vico, La Scienza Nuova, ed. de Paolo Rossi, Milán, Rizzoli, 1977, pp. 364 y 568.

40 Los llamados Grands Voyages describen las navegaciones por las "Indias Occidentales", mientras que los Petits Voyages se ocupan de las "Indias Orientales". Entre 1590 y 1634 aparecieron 25 volúmenes in folio, primero editados por Theodor, luego por sus hijos, Johan Theodor y Johan Israel, y finalmente por Matthaus Merian, su sucesor. De esos 25 volúmenes, 13 tratan sobre America, nombre con el que también se conoce a esa porción de la colección, y 12 sobre India Orientalis. La totalidad de la colección fue editada en alemán y latín para maximizar su difusión y garantizar mayores ventas a un público más amplio, pero los primeros dos tomos de America aparecieron también en inglés y en francés. Las obras incluyen casi 600 grabados y son la primera representación iconográfica comprensiva del mundo de ultramar y sus habitantes. Bernadette Bucher, Icon and Conquest. A Structural Analysis of the Illustrationsof De Bry's Great Voyages, Chicago, University of Chicago Press, 1981, p. 12.

41 A briefe and true report of the new found land of Virginia, directed to the investors, farmers and well wishers of the project of colonizing and planting there, publicado originalmente en Londres en 1588. Se trata de un estudio integral de la región que incluye análisis económicos y estadísticos sobre las potencialidades del lugar y los productos comercializables de la zona, pero también un análisis antropológico de las costumbres de los nativos.

42 Paul Hulton (ed.), The Work of Jacques Le Moyne de Morgues, a Huguenot Artist in France, Florida, and England, Londres, British Museum Publications Ltd. nº 148, Londres, British Museum, 1977. La misma tensión aparece en White-De Bry: "Doubtless it is a pleasant sight to see the people sometimes wading and going sometimes sailing in those rivers, free from all care of heaping of riches for their posterity, content with their state, and living friendly together of those things which God in his bounty has given unto them, yet without giving him any thanks according to his desserts. So savages is this people, and deprived of the true knowledge of God" (The True Pictures and Fashions, 1590, grabado XIII). Los ecos de la edad dorada no contradicen la condición de caídos de los indios, algo ya presente en Pedro Mártir de Anglería. Es un primitivismo estoico, que combina la idea de la superioridad de la Europa civilizada con cierta nostalgia por las virtudes de la simplicidad, la austeridad, el coraje, la libertad y la falta de corrupción de un modo de vida más natural (también presente en Pedro Mártir, Polidoro Virgilio, Camden y Montaigne). En ese paradigma, la transición de barbarie a civilización no era una que implicara sólo ventajas, sino también cierta declinación moral. Esa combinación entre el tema humanista de la tragedia de la civilización y el tema cristiano de la caída en el pecado es una parte esencial del discurso etnológico de la temprana modernidad (Joan-Pau Rubiés, "New Worlds and Renaissance Ethnology", History and Anthropology IV, 1993, pp. 157-197). Sin embargo, también es preciso recordar que el discurso colonialista británico no siempre era tan ambivalente respecto de los americanos. En 1625, Samuel Purchas se hacía esta pregunta respecto del carácter traicionero de los indios de Virginia: "Can a Leopard change his spots? Can a Savage remaining a Savage be civil?" (William Strach[e]y, "A true reportorie...", Samuel Purchas, Hakluytus Posthumus, op. cit., vol. XIX, p. 62).

43 Tal argumento es defendido por B. Bucher, Icon and Conquest, op.cit.

44 Michiel Van Groesen, The Representations of the Overseas World in the De Bry Collection of Voyages, 1590-1634, Leiden-Boston, Brill, 2008, pp. 246, 250 y 377. El libro de Anna Greve acerca de la política de las imágenes en los Grands Voyages comparte esa interpretación. Anna Greve, Die Konstruktion Amerikas. Bilderpolitik in den Grands Voyages aus der Werkstatt de Bry, Colonia-Weimar-Viena, Böhlau, 2004.

45 "Show how the inhabitants of Great Britain have been in times past as savage as those of Virginia", Thomas Harriot, A briefe and true report of the new found land of Virgin..., op. cit., p. 75. Lo que singulariza a John White es que trabajó con cierta autonomía y que incluso Harriot habría escrito las didascalias a partir de las imágenes creadas por él y no, como era frecuente, que White ilustrara un texto de Harriot. Todo en el marco de un proyecto de historia natural que, como era usual en la tradición humanista, combinaba cartografía, registro de la naturaleza, objetivos políticos y económicos y narrativa histórica de la colonización: incluía entonces especulación anticuaria y etnográfica como complemento de ese proyecto económico colonial. La serie incluía también dos grabados basados en la obra de Jacques Le Moyne de Morgues, artista de una expedición francesa a la Florida en 1562-1565. El resto de las imágenes que Le Moyne produjera de los Timucua, junto con un comentario escrito por el propio artista, aparecieron en el segundo volumen de America (1591), acompañadas por el mapa de la Florida trazado por Le Moyne y el ya citado relato de los avatares de la colonia francesa.

46 William Crashawe, A Sermon Preached before Lord La Warre, Lord Governour and Captain General of Virginea, 1610, s/p, y Good Newes from Virginia, 1613, dedicatoria a sir Thomas Smith.

47 Todavía había ecos de esta narrativa en tiempos isabelinos: E. Spenser, The Faerie Queene, W. Shakespeare, King Lear. Véase P. Virgilio, Anglica Historia [1534], Britannia, W. Camden, 1586.

48 Samuel Daniel, en su History of England, de 1612, comparaba los modos de vida de los antiguos habitantes de Gran Bretaña con lo que sus contemporáneos relataban de los americanos.

49 The Schoole of Abuse, 1579, cit. por Sam Smiles, "John White and British Antiquity: Savage Origins in the Context of Tudor Historiography", en Kim Sloan (ed.), European Visions: American Voices, British Museum Research Publication nº 172, Londres, British Museum, 2009.

50  Michael Gaudio, Engraving the Savage.The New World and Techniques of Civilization, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2008, p. 12.

51  D. B. Quinn, "New Geographical Horizons: Literature", en F. Chiappelli (ed.), First images of America, Los Ángeles, University of California Press, 1974, p. 636. La referencia a Cortés proviene de Cartas de Relación, México, Porrúa, 1969, p. 17. Véase también Jonathan Z. Smith, "What a Difference a Difference Makes", en Relating Religion: Essays in the Study of Religion, Chicago, University of Chicago Press, 2004.

52 Anthony Pagden, European Encounters with the New World, Londres y New Haven, Yale University Press, 1993.

53  Joan-Pau Rubiés, "Texts, Images, and the Perception of 'Savages' in Early Modern Europe: What We Can Learn from White and Harriot", en Kim Sloan (ed.), European Visions: American Voices, British Museum Research Publication nº 172, Londres, British Museum, 2009.

54  Thomas Nashe, Christ's Tearsover Jerusalem, 1593, en The Unfortunate Traveller and other Works, Londres, Penguin, 1972, p. 479.

55  "The true picture"; "found as he did assured me in an old English chronicle".

56  Paul Hulton y David Beers Quinn, The American Drawings of John White 1577-1590. With drawings of European and Oriental Subjects, Londres, The trustees of the British Museum/Chapel Hill, North Carolina, The University of North Carolina Press, 1964, pp. 9-10.

57 Gaudio menciona, por ejemplo, a François Desprez, Recueil de la diversité des habits quis sont de present en usage, tant es pays d' Europe, Asie, Affrique & Isles sauvages, París, 1564. Michael Gaudio, "The Truth in Clothing: The Costume Studies of John White and Lucas de Heere", en Kim Sloan (ed.), European Visions: American Voices, British Museum Research Publication nº 172, Londres, British Museum, 2009.

58 John Bulwer, Anthropometamorphosis: Man transformed, or the artificiall changling, 1653, p. 459.

59 "Painted peoples, set apart from later invaders by their staining and colouring of their whole bodies", W. Camden, Britannia [1586], 1610, p. 115. Según Herodiano, los pictos "marcan sus cuerpos desnudos con imágenes diversas, que representan varios tipos de criaturas vivas, y por ello es verdad que no se vestían para ocultar las pinturas de sus cuerpos. Ahora son una nación guerrera y muy dispuesta a la masacre, feliz de armarse solamente con un escudo y una lanza, junto con una espada que cuelga al costado de sus cuerpos desnudos" (Roman History, III.XIV.7-8, tomado de la Britannia de Camden, 1610, p. 30).

60  "And of this use of painting both the Britains had their primitive derivation, and the Picts (a branch of British race) a long time after, for that their accustomed manner, were called Picti by the Romans, that is, the painted people." John Speed, The Historie of Great Britaine [1611], 1627, p. 167.

61 Juliet Fleming, "The Renaissance Tattoo", Anthropology and Aesthetics, nº 31, The Abject, 1997, pp. 34-52.

62 Pedro Mártir de Anglería también compara esos motivos florales con los de los indios americanos (De Orbe Novo, i.7.5 y iii.4.5). Véase el análisis al respecto de Sam Smiles, "John White and British Antiquity...", op. cit.

63 Paul Hulton, The Work of Jacques Le Moyne de Morgues..., op.cit., p. 164.

64 Roy Harvey Pearce, The Savages of America: A Study of the Indian and the idea of Civilization, reed. rev., Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1965, especialmente pp. 4-16.

65 S. Greenblatt, Marvellous Possesssions, Oxford, Oxford University Press, pp. 140 y ss.

66 Robert Gray, A Good Speed toVirginia, 1609, p. 19.

67 Christopher Hill, Liberty against the Law, Londres, Penguin, 1996, cap. 12.

68 Walter Ralegh, Cabinet Council, en Works, Londres, 1715, I, p. 79; Francis Bacon, "Advice to George Villiers", en Works, Londres, 1826, iii, p. 455.

69 Catalin Avramescu, An Intellectual History of Cannibalism, Princeton, Princeton University Press, 2011.

70 Carole Myscofski, "Imagining Cannibals: European Encounters with Native Brazilian Women", History of Religions, vol. 47, nº 2/3, 2007-2008, pp. 142-155.

71 Maria Cândida Ferreira de Almeida, Tornar-se outro: O "topos" canibal na literatura brasileira, San Pablo, Annablume, 2002.

72 Hans Staden, Warhaftige Historia und beschreibung eyner Landtschafft der Wilden Nacketen,Grimmigen Menschfresser-Leuthen in der Newenwelt America gelegen [La verdadera historia y descripción de un país de pueblos salvajes, desnudos, nefastos, comehombres en el Nuevo Mundo], 1557, reproducido en America, vol. iii, 1593.

73 Para Nóbrega, las mujeres caníbales atestiguaban "las costumbres más abominables de estos pueblos bárbaros" (Manuel da Nóbrega, Cartas do Brasil e mais escritos, ed. de Serafim Leite, Coimbra, Universidade da Coimbra, 1955, p. 48). Según Vasconcelos, aunque Dios había dado muchos privilegios a la tierra del Brasil, los pueblos eran "salvajes, rústicos, bárbaros e inhumanos: viven de acuerdo a la naturaleza y en ellos la luz de la razón es débil". (Crônica, 1:96-97). He tomado las referencias del artículo de Myscofski ya citado.

74 André Thevet, Les Singularités de la France antarctique, París, 1558, p. 77.

75 Jean de Léry, Histoire d' un voyage fait en la terre du Brésil, La Rochelle, Antoine Chuppin, 1578, p. 118. Véase también la Introducción de Janet Whatley a su edición del texto de Jean Léry, Los Ángeles, University of California Press, 1992, pp. XXVI y SS.

76 Jean de Léry, Histoire d' un voyage fait en la terre du Brésil, op.cit., pp. 77-78.

77 Ibid., p. 258. Para Léry, los antropófagos europeos serían incluso más despreciables que los brasileños. "Puede decirse que Maquiavelo y sus discípulos, de los que Francia, para gran desgracia suya, está hoy llena, son imitadores verdaderos de estas crueldades bárbaras, pues estos ateos enseñan y practican, contra la doctrina cristiana, que nuevos servicios no deben causar que viejas ofensas sean olvidadas, esto es, que los hombres participan de la naturaleza del demonio y no pueden perdonarse entre sí. ¿No demuestran entonces ser más crueles que tigres?"

78 Miguel de Cervantes Saavedra, Obras completas, op.cit., vol. II, p. 1754. Agradezco la cita a José Emilio Burucúa.

79 Richard Verstegen, Theatrum Crudelitatum Haereticorum nostri temporis, Amberes, 1587. La obra se tradujo pronto al francés y fue editada repetidamente, incluso en el primer cuarto del siglo XVII.

80 Véase por ejemplo Jacques Tortorel y Jean Perrissin, Quarante tableaux ou Histoires diverses qui sont mémorables touchant les guerres, massacres, & troubles, advenues en France ces dernieres annees. Le tout recueilly selon le tesmoignage de ceux qui y ont esté en personne, & qui les ont veus, lesquels sont pourtraits à la vérité, Ginebra, Jean de Laon, 1569, passim.

81 Michel de Montaigne, Essais, París, Éditions Fernand Roches, 1931, Libro I, cap. XXXI, pp. 92 y 98. La traducción es mía.

82 Queda claro también en esta cita que "salvaje" y "bárbaro" operan casi como sinónimos. Francis Osborne, Advice to a Son, 1656, en Miscellaneous Works, 1722, I, p. 100.

83 Le Challeux, Discours de l'histoire de la Floride, contenant la trahison des Espagnols, contre les subiets du Roy, Dieppe, 1566, p. 212.

84 Véase el buen resumen al respecto en Herbert Frey, "La mirada de Europa y el 'otro' indoamericano", Revista Mexicana de Sociología, 58:2, 1996, pp. 50 y ss.

85 Juan Ginés de Sepúlveda, Tratado sobre las Justas Causas de la Guerra contra los Indios, trad. de Marcelino Menéndez y Pelayo y Manuel García-Pelayo, México, Fondo de Cultura Económica, 1941, pp. 139 y 153.

86 "Nosotros mismos, en nuestros antecesores, fuimos muy peores, así en la irracionalidad y confusa policía como en vicios y costumbres brutales por toda la redondez desta nuestra España", Bartolomé de Las Casas, Apologética historia sumaria, México, UNAM, 1967, III, 263.

87 James Aliggrodo, "To the Reader", en Las Casas, Spanish Cruelties and Tyrannies, Perpetrated in the West Indies, Commonly Termed The Newe Found Worlde, Londres, 1583, pp. 1-2.

88 The Tears of the Indians: Being an Historical and true Account of the Cruel Massacres and Slaughters of above Twenty Millions of innocent People; Commited by the Spaniards, Londres, ed. de J. C. for Nath. Brook, at the Angel en Cornhill, 1656. Acerca de la comparación entre turcos y españoles por parte de los europeos editores de Las Casas, véase E. Shaskan Bumas, "The Cannibal Butcher Shop: Protestant Uses of las Casas's Brevísima relación in Europe and the American Colonies", Early American Literature, vol. 35, nº 2, 2000, pp. 107-136.

89 Le miroir de la cruelle, & horrible tyrannie Espagnole perpetre au Pays Bas, par le tyran Duc de Albe, & aultres comandeurs de par le Roy Philippe le deuxiesme On a adjoinct la deuxiesme partie de les tyrannies commises aux Indes Occidentales par les Espagnols. On verra icy la cruaute plus que inhumaine, comise par les Espagnols, aussi la description de ces terres, peuples et leur nature. Mise en lumiere par un Evesque Bartholome de las Casas, de l'Ordre de S. Dominic; y Tot Amsterdam Ghedruckt by Ian Ever'tss Cloppenburg, op't Water tegen over de Koor Beurs in vergulden, Bijbel, 1620.

90 An eminent Person [Roger Williams], The Hireling Ministry none of Christs, Londres, 1652, y Hugh Peter, Mr.Peter's last Report of the English Warres, 1646, p. 5.

91 Citado en Christopher Hill, Liberty against the Law, Londres, Penguin, 1996, p. 147.

92 De acuerdo con Herodoto, los persas apresaron al hijo de la reina, Espargapises, quien hubo de suicidarse. En venganza, una vez derrotado el ejército de Ciro, Tomiris tomó la cabeza del rey, hizo llenar de sangre un odre y, sumergiendo en su interior la cabeza, exclamó: "¡Aunque estoy viva y te he vencido, me has destruido pues has tomado a mi hijo con tu astucia: pero tal como te había amenazado, ahora te ahogaré con sangre!". Herodoto, Historias, i, pp. 205-214. El episodio fue objeto de una pintura de Rubens, conservada en el Museo del Louvre.

93 Raphael Holinshed, Chronicles of England, Scotland and Ireland, 1585, p. 84 (citado del vol. III, p. 34, de la edición en 6 vols., Londres, 1808). Es bien sabido que Holinshed estaba entre las fuentes de Shakespeare. En su Enrique IV, parte I, acto I, escena 1, leemos:

But yesternight: when all athwart there came
A post from Wales loaden with heavy news;
Whose worst was, that the noble Mortimer,
Leading the men of Herefordshire to fight
Against the irregular and wild Glendower,
Was by the rude hands of that Welshman taken,
A thousand of his people butchered;
Upon whose dead corpse there was such misuse,
Such beastly shameless transformation,
By those Welshwomen done as may not be
Without much shame retold or spoken of.

94 King Lear, Acto I, escena 1.

95  Edmund Spenser, A Veue of the present state of Irelande, 1596, preparado a partir del texto que se encuentra en Grosart, 1894, y comparado con la edición de Renwick del Rawlinson MS, Scholartis, 1934, por R. S. Bear, University of Oregon, 1997, pp. 26 y ss. "The Chiefest [nation that settled in Ireland] I Suppose to be Scithians ... which first inhabiting and afterward stretching themselves forth into the land as their numbers increased named it all of themselves Scuttenlande which more briefly is Called Scuttlande or Scotland... [Certain] cryes allso vsed amongest the Irish which savor greatly of the Scythyan Barbarism". El texto de Spenser se publicó por primera vez en 1633. Otra idea común era que españoles y escitas habían sido habitantes de Irlanda (Spenser, A Veue of the present state of Irelande, op. cit., p. 197; Richard Santihurst, The Chronicle of Ireland, en Holinshed, Chronicles, VI, 77, etc.). Para Spenser, por naturaleza los irlandeses son escitas, aunque proclaman tener ancestros españoles, lo que ilustra "a mind given to newfangleness than any shadow of the truth" (p. 43). La historia de la progenie escita de los irlandeses tiene orígenes clásicos. Diodoro Sículo, en The library of history, ed. y trad. de C. H. Oldfather et al. (12 vols, Londres, 1933-1957, vol. iii, p. 181) comentaba: "the most savage peoples among the Gauls dwell on the Scythian border and some, we are told eat human beings, even as the Britains do who dwell on Iris [Ireland]". Véase Andrew Hadfield, "Briton and Scythian: Tudor Representations of Irish Origins", Irish Historical Studies, vol. 28, nº 112, 1993, pp. 390-408.

96  William Camden, Britannia, op.cit.,p. 122. Tanto Camden cuanto John Speed, The theatre of the empire of Great Britain, Londres, 1625, p. 137, y Edmund Spenser, A Veue of the present state of Irelande, op. cit., p. 197, descartan esos orígenes irlandeses míticos como una construcción autocomplaciente.

97 John Hooker, "The chronicles of Ireland", en Raphael Holinshed, Holinshed's chronicles of England,Scotland and Ireland [1587], 1808, reproducido en Charles Carlton, Bigotry and blood, Chicago, Nelsonhall, 1977, pp. 8-12.

98 Queen to Essex, 23 de julio de 1574, en Walter Bourchier Devereux, Lives and Letters of the Devereux, Earlsof Essex in the Reigns of Elizabeth, James 1, and Charles 1, 1540-I646, Londres, 1853, I, pp. 73-74.

99 Nicholas P. Canny, "The Ideology of English Colonization: From Ireland to America", The William and Mary Quarterly, tercera serie, vol. 30, nº 4, 1973, pp. 575-598.

100 Sidney a Leicester, 1 de marzo de 1566, S.P. 63/16, nº 35, P.R.O.

101 André Thevet, The new found worlde,or Antarticke, trad. de T. Hacket, Londres, 1568, p. 9.

102 Sidney se refirió a Shane O'Neill como "that cannibal", y sir John Davies, medio siglo después, sostuvo que los irlandeses eran "little better than Cannibals who do hunt one another". John Davies, A Discovery of the True Causes why Ireland was never Entirely subdued, nor brought under obedience of the Crowne of England until the beginning of the happy reign of King James, en Henry Morley (ed.), The Carisbrooke Library, X (Londres, 1890), y Sidney a Leicester, 1 de marzo de 1566, op. cit., cit. en Nicholas P. Canny, "The Ideology...", op. cit., pp. 575-598.

103 En su traducción parcial de la obra de Pedro Mártir de Anglería, Richard Eden sugería que los ingleses en Irlanda emularan el ejemplo español en el Nuevo Mundo. Richard Eden, "Preface", en Petrus Martyr Anglerius, The Decades of the newe worlde or West India, trad. de Richard Eden, Londres, 1555, s/p.

104 Citado en Nicholas Canny, "Edmund Spenser and the Development of an Anglo-Irish identity", Yearbook of English Studies, 13, 1983, pp. 16-17.

105 Barnabe Rich, A New Description of Ireland, 1616, Bii.

106 Miguel de Cervantes Saavedra, Obras Completas, op.cit., vol. ii, p. 1462.

107 E. Spenser, A view of the present state of Ireland, op.cit., p. 74: "usan todo tipo de comportamiento bestial que pueda existir, oprimen a todos los hombres, arruinan a los súbditos como a los enemigos, roban, son crueles y sanguinarios, llenos de venganza, disfrutan de la ejecución, licenciosos, blasfemos, violadores de mujeres y asesinos de niños". Véase Andrew Hadfield, "Briton and Scythian...", op. cit.

108 N. Butter, Newes from Ireland, 1608, y The over-throw of an Irish rebell,in a late bataille, 1608, cit. en David O'Hara, English Newsbooks and Irish Rebellion, 1641-1649, Dublin, Four Courts Press, 2006, p. 16.

109 A continuation of the diurnall of passages in parliament, 7, 28 de febrero de 1642, p. 52.

110 N. Butter, Worse and worse newes from Ireland, marzo de 1642, p. 2.

111 Weekly account, 46, 4 de noviembre de 1646, p. 2, y Weekly account, 13, 2 de abril de 1645, p. 5.

112 Citaré solo dos ejemplos entre muchos. A new remonstrance from Ireland.Declaring the barbarous cruelty and inhhumanity of the Irish rebels against the Protestants there. Also an exact discovery of the manners and behaviour of the Irish renegadoes here in England, with infallible notes whereby they may ne known and distinguished, together with the places they usually frequent and many other things remarkable, Londres, George Tomlinson, 1642. También A brief declaration of the barbarous and inhumane dealings of the Northern Irish rebels and many others in several countries up rising against the English that dwelt both lovingly and securely among them. Written to excite the English nation to relieve our poor wives and children that have escaped the rebels savage cruelty and that shall arrive safe among them in England, and in exchange to send aid of men, and means forthwith to quell their boundless insolencies, with certain encouragements to the work, por G. S. Minister of God's word in Ireland. Published by direction from the state of Ireland. Londres, printed by A. N. for Abel Roper, 1641.

113 Ibid., p. 6.

114  A remonstrance of diverse remarkable passages concerning the church and kingdom of Ireland,recommended by letters from the right honourable the lords justices and council of Ireland, and presented by Henry Jones doctor in divinity and agent for the ministers of the gospel in that kingdom, to the honourable House of Commons in England, Londres, Printed for Godfrey Emerson and William Bladen, 1642, p. 2.

115 Por ejemplo, el 29 de junio de 1641 John Mountgomery, de Clounish en Monaghan, declaró: "the rebels murdered of his knowledge at the least foursecore Protestants and commited a number of other wicked barbarous and notorious robberies and actions, and by their own relation robbed, stripped naked, killed and drowned 45 of the Scots at one time... and 80 English by drowning and throwing them all over the bridge of Portdown... into the river Bann".

116 James Cranford, The Tears of Ireland. Wherein is lively presented as in a map a list of the unheard of cruelties and perfidious treacheries of blood thirsty Jesuits and the Popish Faction, Londres, 1642, "Courteous reader", s/p.

117 Ibid., p. 20.

118  Ibid., p. 46.

119 Sir John Temple, The Irish rebellion, Londres, 1646, p. 3.

120 "Barbarous and bloodthirsty Irish, and the rest of their adherents and confederates", Writings and Speeches of Oliver Cromwell, ed. Abbott, ii, 107, 111-112, cit en Michéal Siochrú, "Atrocity, codes of conduct and the Irish in the British civil Wars 1641–1653", Past and Present, 195, mayo de 2007, 55-86, p. 76.

121 También es cierto que, tras Wexford y Drogheda, la prensa realista extendió las ya habituales acusaciones contra los irlandeses a las tropas parlamentarias, pues destacó la "crueldad inhumana" de las fuerzas de Cromwell en Drogheda y sostuvo que de los tres mil muertos, dos mil eran mujeres y niños, por lo que la "bárbara crueldad de ese acto aborrecible no tiene paralelo con ninguna otra de las anteriores masacres de irlandeses", The Man in the Moon, 24, 26 de septiembre-10 de octubre de 1649, y 26, 17-24 de octubre de 1649. Cit. en Siochrú, "Propaganda, rumour and myth: Oliver Cromwell and the massacre at Drogheda", en David Edwards, Padraig Lenihan y Clodagh Tait (eds.), Age of Atrocity. Violence and Political Conflict in Early Modern Ireland, Dublin, Four Courts Press, 2007, p. 266.

Bibliografía

1. Africanus, J. L., A Geographical Historie of Africa, trad. de John Pory, Londres, 1600.         [ Links ]

2. Aliggrodo, James, "To the Reader", en Las Casas, Spanish Cruelties and Tyrannies, Perpetrated in the West Indies, Commonly Termed The Newe Found Worlde, Londres, 1583.         [ Links ]

3. An eminent Person [Roger Williams], The Hireling Ministry none of Christs, Londres, 1652, y Hugh Peter, Mr. Peter's last Report of the English Warres, 1646.         [ Links ]

4. Avramescu, Catalin, An Intellectual History of Cannibalism, Princeton, Princeton University Press, 2011.         [ Links ]

5. Barker, Andrew, A true and certain report of the beginning, proceedings, ouerthrowes, and now present estate of Captain Ward and Danseker, the two late famous pirates, Londres, William Hall, 1609.         [ Links ]

6. Bellonci, M. y Niny Garavaglia, L'opera completa del Mantegna, Milán, Rizzoli, 1967.         [ Links ]

7. Benveniste, Émile, "Civilisation. Contribution à l'histoire du mot" [1954], en Problèmes de linguistique générale, París, Gallimard, 1966, pp. 336-345.         [ Links ]

8. Bernadette Bucher, Icon and Conquest. A Structural Analysis of the Illustrations of De Bry's Great Voyages, Chicago, University of Chicago Press, 1981.         [ Links ]

9. Bourchier Devereux, Walter, Lives and Letters of the Devereux, Earls of Essex in the Reigns of Elizabeth, James 1, and Charles 1, 1540-I646, Londres, 1853.         [ Links ]

10. Bulwer, John, Anthropometamorphosis: Man transformed, or the artificiall changling, 1653.         [ Links ]

11. Burucúa, José Emilio, "La noción de alteridad y el caso de la historia de Ulises en el Renacimiento", Eadem utraque Europa, nº 4-5, 2007, pp. 191-228.         [ Links ]

12. Burucúa, Jose Emilio y Lucio Burucúa (eds.), Nicolás de Cusa, Sobre la Paz de la Fe, Buenos Aires, Cálamo, 2000.         [ Links ]

13. Camden, W., Britannia [1586], 1610.         [ Links ]

14. Canny, Nicholas P., "Edmund Spenser and the Development of an Anglo-Irish identity", Yearbook of English Studies, nº 13, 1983, pp. 16-17.         [ Links ]

15. "The Ideology of English Colonization: From Ireland to America", The William and Mary Quarterly, tercera serie, vol. 30, nº 4, 1973, pp. 575-598.         [ Links ]

16. Carlton, Charles, Bigotry and blood, Chicago, Nelson-hall, 1977.         [ Links ]

17. Cervantes, El Trato de Argel, en Miguel de Cervantes Saavedra, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1970, vol. I, p. 137, vv. 583-586, y p. 374.         [ Links ]

18. Christ, Karl, "Römer und Barbaren in der hohen Kaiserzeit", Saeculum, 10, 1959, pp. 273-280; Lieven van Acker, "Barbarus und seine Ableitungen im Mittellatein", Archiv für Kulturgeschichte, 1965, pp. 125-140.         [ Links ]

19. Clüveri, Philippi, Germaniae Antiquae libri tres, Leiden, Ludovico Elzevier, 1616.         [ Links ]

20. Colley, Linda, Captives: Britain, Empire and the New World, 1600-1850, Londres, Pimlico, 2003.         [ Links ]

21. Cortés, Hernán, Cartas de Relación, México, Porrúa, 1969.         [ Links ]

22. Crashawe, William, A Sermon Preached before Lord La Warre, Lord Governour and Captain General of Virginea, 1610, s/p, y Good Newes from Virginia, 1613.         [ Links ]

23. Daborn, Robert, A Christian turn'd Turke: or, the Tragicall liues and deaths of the two famous pyrates, Ward and Danseker, Londres, William Berrenger, 1612.         [ Links ]

24. Daniel, Norman, Islam and the West: the Making of an Image, Edimburgo, Edinburgh University Press, 1960.         [ Links ]

25. Daniel, Samuel, History of England, 1612.         [ Links ]

26. Davies, John, A Discovery of the True Causes why Ireland was never Entirely subdued, nor brought under obedience of the Crowne of England until the beginning of the happy reign of King James, en Henry Morley (ed.), The Carisbrooke Library, X, Londres, 1890.         [ Links ]

27. Delison Hebb, David, Piracy and the English Government, 1616–1642, Aldershot, Scholar Press, 1994.         [ Links ]

28. Diller, Hans, "Die Hellenen-Barbaren-Antithese im Zeitalter der Perserkriege", Fondation Hardt, Entretiens VIII, 1962, pp. 37-68.         [ Links ]

29. Eden, Richard, "Preface" y trad. de Petrus Martyr Anglerius, The Decades of the newe worlde or West India, Londres, 1555.         [ Links ]

30. Elias, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas [1939], México, Fondo de Cultura Económica, 1987.         [ Links ]

31. Erasmo, "De bello Turcico" [1530], Weiler ed., Opera omnia, Amsterdam, North-Holland, 1986.         [ Links ]

32. Everhardts Cloppenburg, Jean, Le miroir de la cruelle, & horrible tyrannie Espagnole perpetre au Pays Bas, par le tyran Duc de Albe, & aultres comandeurs de par le Roy Philippe le deuxiesme On a adjoinct la deuxiesme partie de les tyrannies commises aux Indes Occidentales par les Espagnols. On verra icy la cruaute plus que inhumaine, comise par les Espagnols, aussi la description de ces terres, peuples et leur nature. Mise en lumiere par un Evesque Bartholome de las Casas, de l'Ordre de S. Dominic.) Tot Amsterdam Ghedruckt by Ian Ever'tss Cloppenburg, op't Water tegen over de Koor Beurs in vergulden Bijbel, 1620.         [ Links ]

33. Ferreira de Almeida, Maria Cândida, Tornarse outro: O "topos" canibal na literatura brasileira, San Pablo, Annablume, 2002.         [ Links ]

34. Fleming, Juliet, "The Renaissance Tattoo", Anthropology and Aesthetics, nº 31, The Abject, 1997, pp. 34-52.         [ Links ]

35. Hartog, François, Le miroir d' Hérodote: Essai sur la représentation de l'autre, París, Gallimard, 1980.         [ Links ]

36. Frey, Herbert, "La mirada de Europa y el 'otro' indoamericano", Revista Mexicana de Sociología, 58:2, 1996.         [ Links ]

37. Gaudio, Michael, "The Truth in Clothing: The Costume Studies of John White and Lucas de Heere", en Kim Sloan (ed.), European Visions: American Voices, British Museum Research Publication nº 172, Londres, British Museum, 2009.         [ Links ]

38. Engraving the Savage. The New World and Techniques of Civilization, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2008, p. 12.         [ Links ]

39. Goffart, Walter, "Rome, Constantinople, and the Barbarians", The American Historical Review, vol. 86, nº 2, abril de 1981, pp. 275-306.         [ Links ]

40. Greve, Anna, Die Konstruktion Amerikas. Bilderpolitik in den Grands Voyages aus der Werkstatt de Bry, Colonia-Weimar-Viena, Böhlau, 2004.         [ Links ]

41. Hadfield, Andrew, "Briton and Scythian: Tudor Representations of Irish Origins", Irish Historical Studies, vol. 28, nº 112, 1993, pp. 390-408.         [ Links ]

42. Hale, Jhon, The civilization of Europe in the Renaissance, Nueva York, Scribner, 1994.         [ Links ]

43. Harriot, Thomas, A briefe and true report of the new found land of Virginia, directed to the investors, farmers and wellwishers of the project of colonizing and planting there, Londres, 1588.         [ Links ]

44. Hay, Denys, Europe: the Emergence of an Idea, Nueva York, Harper Torchbooks, 1966.         [ Links ]

45. Herodoto, Historias.         [ Links ]

46. Heylyn, Peter, Cosmographie, Londres, 1657.         [ Links ]

47. Hill, Christopher, Liberty against the Law, Londres, Penguin, 1996.         [ Links ]

48. Holinshed, Raphael, Chronicles of England, Scotland and Ireland, 1585.         [ Links ]

49. Hooker, John, "The chronicles of Ireland", en Raphael Holinshed, Holinshed's chronicles of England, Scotland and Ireland [1587], 1808.         [ Links ]

50. Hulton, Paul (ed.), The Work of Jacques Le Moyne de Morgues, a Huguenot Artist in France, Florida, and England, Londres, British Museum Publications Ltd. nº 148, Londres, British Museum, 1977.         [ Links ]

51. Hulton, Paul y David Beers Quinn, The American Drawings of John White 1577-1590. With drawings of European and Oriental Subjects, Londres, the trustees of the British Museum/Chapel Hill, North Carolina, The University of North Carolina Press, 1964.         [ Links ]

52. Jones, W. R., "The Image of the Barbarian in Medieval Europe", Comparative Studies in Society and History, vol. 13, nº 4, 1971, pp. 376-407.         [ Links ]

53. Las Casas, Bartolomé de, Apologética historia sumaria, México, UNAM, 1967.         [ Links ]

54. Lazius, Wolffgang, Chorographia Austriae, Viena, 1561.         [ Links ]

55. Le Challeux, Discours de l'histoire de la Floride, contenant la trahison des Espagnols, contre les subiets du Roy, Dieppe, 1566.         [ Links ]

56. Léry, Jean de, Histoire d' un voyage fait en la terre du Brésil, La Rochelle, Antoine Chuppin, 1578.         [ Links ]

57. MacLean, Gerald, "Ottomanism before Orientalism? Bishop King Praises Henry Blount, Passenger in the Levant", en Ivo Kamps y Jyotsna G. Singh (eds.), Travel Knowledge: European Discoveries in the Early Modern Period, Nueva York, Palgrave, 2001.         [ Links ]

58. Matar, Nabil, Turks, Moors, and Englishmen in the Age of Discovery, Nueva York, Columbia University Press, 1999.         [ Links ]

59. Mazzarino, Santo, The End of the Ancient World, Nueva York, Faber & Faber, 1966.         [ Links ]

60. Miziolek, Jerzy, Mity, legendy, exempla, Varsovia, Universidad de Varsovia, Instituto de Arqueología, 2003.         [ Links ]

61. Mohd Ramli, Aimilia, "'Licentious Barbarians': Representations of North African Muslims in Britain", Intellectual Discourse, vol. 17, nº 1, 2009, pp. 43-63.         [ Links ]

62. Momigliano, Arnaldo, The Classical Foundations of Modern Historiography, Sather Classical Lectures 1961-1962, vol. 54, Oakland (CA), University of California Press, 1990.         [ Links ]

63. Montaigne, Michel de, Essais, París, Éditions Fernand Roches, 1931.         [ Links ]

64. Munster, Sebastian, Cosmographie, 1552.         [ Links ]

65. Myscofski, Carole, "Imagining Cannibals: European Encounters with Native Brazilian Women", History of Religions, vol. 47, nº 2/3, 2007-2008, pp. 142-155.         [ Links ]

66. Nashe, Thomas, Christ's Tears over Jerusalem [1593], en The Unfortunate Traveller and other Works, Londres, Penguin, 1972.         [ Links ]

67. Nóbrega, Manuel da, Cartas do Brasil e mais escritos, ed. de Serafim Leite, Coimbra, Universidade da Coimbra, 1955.         [ Links ]

68. O'Hara, David, English Newsbooks and Irish Rebellion, 1641-1649, Dublin, Four Courts Press, 2006, p. 16.         [ Links ]

69. Osborne, Francis, Advice to a Son, 1656, en Miscellaneous Works, 1722.         [ Links ]

70. Pagden, Anthony, European Encounters with the New World, Londres y New Haven, Yale University Press, 1993.         [ Links ]

71. Parker, Kenneth, "Reading 'Barbary' in Early Modern England, 1550-1685", Seventeenth Century, 19, 2004, pp. 87-116.         [ Links ]

72. Parker, W. H., "Europe: How Far?", The Geographical Journal, vol. 126, nº 3, septiembre de 1960, pp. 278-297.         [ Links ]

73. Pedro Mártir de Anglería, De Orbe Novo, 1530.         [ Links ]

74. Pertusi, Agostino (ed.), La caduta di Constantinopoli, Milán, Mondadori, s.f.         [ Links ]

75. Peter Burke, "Images as Evidence in Seventeenth-Century Europe", Journal of the History of Ideas, vol. 64, nº 2, 2003, pp. 273-296.         [ Links ]

76. Phillips, John, The Tears of the Indians: Being an Historical and true Account of the Cruel Massacres and Slaughters of above Twenty Millions of innocent People; Commited by the Spaniards, Londres, ed. de J. C. for Nath. Brook, at the Angel en Cornhill, 1656.         [ Links ]

77. Pío II (Enea Silvio Piccolomini), Lettera a Maometo II, ed. de Giuseppe Toffanin, Nápoles, Pironti, s/f.         [ Links ]

78. Playfair, Robert Lambert, The Scourge of Christendom: Annals of British Relations with Algiers Prior to the French Conquest, Londres, Smith Elder, 1884.         [ Links ]

79. Postel, Guillaume, De la République des Turcs et là où l'occasion s'offrera des meurs et louy de tous Muhamedistes, Poitiers, Enguilbert de Marnef, 1560.         [ Links ]

80. Purchas, Samuel, Hakluytus Posthumus or Purchas His Pilgrimes, 20 vols., Glasgow, James MacLehose, 1905.         [ Links ]

81. Puttenham, George, The Arte of English Poesie [1589], ed. de Edward Arber, Londres, Alex Murray and Son, 1869.         [ Links ]

82. Quinn, D. B., "New Geographical Horizons: Literature", en F. Chiappelli (ed.), First images of America, Los Ángeles, University of California Press, 1974.         [ Links ]

83. Rich, Barnabe, A New Description of Ireland, 1616.         [ Links ]

84. Rubiés, Joan-Pau, "New Worlds and Renaissance Ethnology", History and Anthropology IV, 1993, 157-197.         [ Links ]

85. "Texts, Images, and the Perception of 'Savages' in Early Modern Europe: What We Can Learn from White and Harriot", en Kim Sloan (ed.), European Visions: American Voices, British Museum Research Publication nº 172, Londres, British Museum, 2009.         [ Links ]

86. Salutati, Coluccio, Il trattato "De Tyranno" e lettere scelte, ed. de Francesco Ercole, Bolonia, Zanichelli, 1942, pp. 261-271.         [ Links ]

87. Santihurst, Richard, The Chronicle of Ireland, en Holinshed, Chronicles of England, Scotland and Ireland, 1585.         [ Links ]

88. Schnapp, Alain, "Les Antiquités entre la France et l'Allemagne au XVIII e siècle", Revue germanique internationale, nº 13, 2001.         [ Links ]

89. Schwoebel, Robert, The Shadow of the Crescent: The Renaissance Image of the Turk, Nueva York, St. Martin's Press, 1967.         [ Links ]

90. Sepúlveda, Juan Ginés de, Tratado sobre las Justas Causas de la Guerra contra los Indios, trad. de Marcelino Menéndez y Pelayo y Manuel García-Pelayo, México, Fondo de Cultura Económica, 1941.         [ Links ]

91. Shaskan Bumas, E., "The Cannibal Butcher Shop: Protestant Uses of las Casas's Brevísima relación in Europe and the American Colonies", Early American Literature, vol. 35, nº 2, 2000, pp. 107-136.         [ Links ]

92. Sículo, Diodoro, The library of history, ed. y trad. de C. H. Oldfather et al., 12 vols., Londres, 1933-1957.         [ Links ]

93. Siochrú, Michéal, "Atrocity, codes of conduct and the Irish in the British civil Wars 1641-1653", Past and Present, nº 195, mayo de 2007, pp. 55-86.         [ Links ]

94. "Propaganda, rumour and myth: Oliver Cromwell and the massacre at Drogheda", en David Edwards, Padraig Lenihan y Clodagh Tait (eds.), Age of Atrocity. Violence and Political Conflict in Early Modern Ireland, Dublin, Four Courts Press, 2007.         [ Links ]

95. Smiles, Sam, "John White and British Antiquity: Savage Origins in the Context of Tudor Historiography", en Kim Sloan (ed.), European Visions: American Voices, British Museum Research Publication nº 172, Londres, British Museum, 2009.         [ Links ]

96. Smith, Ian, "Barbarian Errors: Performing Race in Early Modern England", Shakespeare Quarterly, vol. 49, nº 2, 1998, pp. 168-186.         [ Links ]

97. Smith, Jonathan Z., "What a Difference a Difference Makes", en Relating Religion: Essays in the Study of Religion, Chicago, University of Chicago Press, 2004.         [ Links ]

98. Southern, Richard, The making of the Middle Ages, New Haven y Londres, Yale University Press, 1953.         [ Links ]

99. Speed, John, The Historie of Great Britaine [1611], 1627.         [ Links ]

100. The theatre of the empire of Great Britain, Londres, 1625.         [ Links ]

101. Spenser, Edmund, A Veue of the present state of Irelande [1596], ed. de R. S. Bear a partir del texto que se encuentra en Grosart, 1894, University of Oregon, 1997.         [ Links ]

102. Staden, Hans, Warhaftige Historia und beschreibung eyner Landtschafft der Wilden Nacketen, Grimmigen Menschfresser-Leuthen in der Newenwelt America gelegen [La verdadera historia y descripción de un país de pueblos salvajes, desnudos, nefastos, comehombres en el Nuevo Mundo], 1557, reproducido en America, vol. III, 1593.         [ Links ]

103. Hampton, Timothy, "'Turkish Dogs': Rabelais, Erasmus, and the Rhetoric of Alterity", Representations, nº 41, 1993, pp. 58-82.         [ Links ]

104. Temple, sir John, The Irish rebellion, Londres, 1646.         [ Links ]

105. Thevet, André, Les Singularités de la France antarctique, París, 1558.         [ Links ]

106. The new found worlde, or Antarticke, trad. de T. Hacket, Londres, 1568.         [ Links ]

107. Van Groesen, Michiel, The Representations of the Overseas World in the De Bry Collection of Voyages, 1590-1634, Leiden-Boston, Brill, 2008.         [ Links ]

108. Vico, Giambattista, La Scienza Nuova, ed. de Paolo Rossi (ed.), Milán, Rizzoli, 1977.         [ Links ]

109. Virgilio, P., Anglica Historia [1534], Britannia, W. Camden, 1586.         [ Links ]

110. Whatley, Janet, Introducción a su edición del texto de Jean de Léry, History of a Voyage to the Land of Brazil, Los Ángeles, University of California Press, 1992.         [ Links ]

111. Williams, Raymond, Palabras Clave [1976], Buenos Aires, Nueva Visión, 2000.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License