SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 issue1Radiografía del laberintoFrancisco Barroetaveña: un caso de liberalismo ortodoxo author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.1 Bernal June 2014

 

ARTÍCULOS

Onofroff en Buenos Aires (1895). Apogeo y caída de un ilusionista

 

Mauro Sebastián Vallejo

Conicet / Universidad de Buenos Aires

 


Resumen

El objetivo de este trabajo es reconstruir la visita realizada por el ilusionista Onofroff a Buenos Aires entre marzo y junio de 1895. Durante esos meses, en los principales diarios de la ciudad aparecieron numerosos artículos y notas que reflejan claramente el impacto ejercido por el visitante en distintos actores de la escena cultural y científica. Los shows brindados por Onofroff en dos teatros de la ciudad no solamente despertaron el interés de un público anónimo y curioso, sino que desencadenaron distintas reacciones por parte de la comunidad científica y de la elite intelectual. El análisis de esas reacciones aporta elementos que permiten comprender de un modo más acabado distintas dimensiones de la historia cultural de fines del siglo XIX. En tal sentido, a lo largo de este artículo habremos de mostrar de qué manera las discusiones referidas a los poderes del ilusionista dieron pie tanto a una recuperación de debates referidos al campo de lo sobrenatural, como a una renovación del lenguaje médico sobre fenómenos como el hipnotismo. De tal forma, y en continuidad con otras investigaciones recientes, pondremos de relieve el modo en que los hechos "sobrenaturales" podían ser alojados en los diálogos de los académicos.

Palabras clave: Onofroff; Hipnosis; Sobrenatural; Teatro

Abstract

Onofroff in Buenos Aires (1895). Rise and fall of an illusionist

The purpose of this paper is to reconstruct the visit to Buenos Aires made by the illusionist Onofroff from March to June 1895. During those months, in the most important newspapers of the city appeared numerous articles and notes that clearly reflect the impact made by the visitor on different members of the cultural and scientific scene. The shows made by Onofroff in two theaters of the city not only attracted the interest of an anonymus and curious public, but also triggered different reactions from the scientific community and the intellectual elite. The analysis of these reactions provides elements that allow us to have a better understanding of different dimensions of the cultural history of the late nineteenth century. On that sense, throuhout this article we will show how the discussions concerning the illusionist's powers gave rise both to a recovery of some debates relation to the field of the supernatural, and to a renewal of the medical language about phenomena like hypnotism. Thus, and in continuity with other recent researches, we will highlight how the "supernatural" facts could be accepted in the academics' dialogues.

Keywords: Onofroff; Hypnosis; Supernatural; Theater


 

A comienzos de marzo de 1895, llega a la ciudad de Buenos Aires un hombre que rápidamente se convierte en la máxima atracción de los teatros porteños. Durante tres meses su nombre habrá de aparecer con insistencia en los principales diarios de la capital. Sus acciones y sus experiencias devienen sin demora el tópico excluyente de conversación en los salones más reputados y en los círculos científicos más escépticos. Se trata del taumaturgo e hipnotizador Onofroff, cuyas concurridas funciones en los teatros Odeón y La Zarzuela fueron sin lugar a dudas uno de los hechos más significativos de la vida cultural porteña de ese año.
Basta leer la gran cantidad de artículos dedicados a Onofroff en los periódicos locales para comprender que este episodio desborda con creces el terreno de la historia de los teatros de Buenos Aires.1 La presencia del prestidigitador en suelo argentino desencadenó una serie de debates y reacciones que ofrecen aportes muy valiosos para una historia cultural de ese momento. Las demostraciones de sus enigmáticos poderes constituyeron una incógnita que los distintos actores afrontaron de modos divergentes. Aquellas fueron asimismo la oportunidad ideal para dar nuevos bríos a discusiones que, como la referida al espiritismo, ya habían inquietado a los medios cultos de la capital; pero también aportaron el terreno para dar verdadera visibilidad a fenómenos como el hipnotismo, que hasta ese entonces no habían figurado en la primera plana de la prensa general. Más allá de esos dos ejemplos que luego comentaremos en detalle, lo cierto es que los hechos protagonizados por Onofroff fueron un fiel sismógrafo de creencias enraizadas tanto en los círculos eruditos como en las capas populares. En tal sentido, una lectura cuidadosa del modo en que los periódicos cubrieron las peripecias locales del hipnotizador puede brindar elementos muy ricos para una mejor intelección de ese instante de la cultura argentina, al tiempo que ofrece datos que corroboran o complementan líneas de investigación llevadas a cabo recientemente por otros historiadores de la escena local.
Por lo antedicho, el objetivo de este ensayo es, primero, ofrecer una reconstrucción fáctica de las actividades llevadas a cabo por Onofroff en Buenos Aires. Segundo, analizar las respuestas y las controversias generadas por aquellas, con el fin sobre todo de poner en evidencia los supuestos, las creencias y los hábitos intelectuales que fueron claramente convocados por la presencia del prestidigitador.

I. Un ilusionista en los salones de Mitre y en las oficinas de Ramos Mejía

Poco era lo que se sabía sobre Onofroff cuando este sujeto pisa suelo argentino. Es cierto que algunos diarios, preparando su llegada, hablan de él antes de su arribo. El Tiempo, el 1 de marzo de 1895, refiere que el "célebre hipnotizador Enrique Onofroff" se había presentado hacía poco ante la Academia de Medicina de Madrid, cuando supo que se pretendía prohibir sus actos de hipnotización.2 La Prensa, el 3 de marzo, anticipa que ese día desembarcaría en La Plata "Henry Onofroff".3 Sea como fuere, de allí en más los periódicos se referirán a Onofroff solamente por su apellido. Algunos dirán que es de origen ruso; otros, por el contrario, dirán que es italiano. Aún hoy es difícil reconstruir su biografía. No existe ningún estudio detallado sobre su vida y su obra. Al parecer, nació en Italia, pero se crió en Toulouse, donde comenzó la carrera de medicina.4 Sus espectáculos lo hicieron recorrer el mundo. Una mirada apresurada a las fuentes disponibles lo muestra dando sus shows en 1890 en Londres -donde Oscar Wilde habría quedado deslumbrado por sus poderes-. Acabó sus días en España, donde publicó sus dos textos más conocidos.5 Un joven Salvador Dalí habría disfrutado en 1920 de sus shows en Figueres.6 Tampoco contamos con investigaciones que hayan reconstruido sus viajes a lo largo y a lo ancho de América Latina. Los primeros días de Onofroff en Buenos Aires están marcados por el éxito de sus representaciones y por los cálidos recibimientos que le prodigan las redacciones de los diarios, algunos médicos y sobre todo el público general. Tal como dijimos, antes de que se produjeran las primeras funciones abiertas al público expectante, los matutinos se encargaron de difundir las capacidades del ilusionista. Más aun, poniendo en acto una estrategia de propaganda tan antigua como el periodismo secular, Onofroff visitará las redacciones y ciertas instituciones de las elites antes del estreno de sus shows. Así, el 10 de marzo, en las páginas de La Nación, con motivo de saludar calurosamente la llegada del prestidigitador, se recuerdan las maravillas que él había realizado un año atrás ante los responsables de una publicación madrileña. Había hecho entonces los actos que unos días después despertarán la sorpresa de los porteños: adivinación del pensamiento, fascinación y sugestión.7 Al día siguiente, por la noche, Onofroff estuvo en la redacción de La Prensa, donde mostró sus habilidades.8 Los asistentes pudieron comprobar los poderes de este sujeto, sobre todo su capacidad para ejecutar, sin contacto físico y con los ojos vendados, las órdenes que un voluntario le envía solo con el pensamiento.
El martes 12 se produce uno de los encuentros más resonados de esta historia. Esa noche, Onofroff estuvo en los salones de Bartolomé Mitre, ante la presencia del ex presidente, miembros de La Nación, "señoras, niñas, caballeros distinguidos, hombres de ciencia y curiosos observadores".9 El adivinador fue conducido a un cuarto aledaño, mientras los presentes tramaban un crimen ficticio -el asesino era un hermano de Mitre, la víctima, su hija; el objeto robado fue escondido en el bolsillo de Luis Drago-. "Onofroff entró con los ojos vendados, seguido a la distancia, sin tocarlo, por una persona que conocía la trama y estaba obligada a pensar intensamente en lo que él debía descubrir."10 El visitante, siempre vendado y sin entrar en contacto con su guía, descubrió al asesino, el arma y el objeto robado, desencadenando el aplauso entusiasta de los participantes. Según se desprende de una crónica aparecida unos meses después, el ex presidente debía ser quien diera las órdenes mentales, pero el ilusionista afirmó que aquel carecía de la fuerza psíquica necesaria, y por ese motivo su hijo Emilio tomó ese rol.11 Onofroff ejecutó otras órdenes mentales, con igual éxito. El balance general realizado por el diario de Mitre no podía ser más positivo: "Ninguno de los adivinadores que ha venido aquí ha podido presentar fenómenos semejantes de sensibilidad a la transmisión del pensamiento. La impresión que nos ha dejado es interesante, y creemos que los espectáculos que ofrece al público el señor Onofroff, serán muy concurridos".12
Ese mismo día, el martes 12, en las páginas de El Tiempo se afirmaba que Onofroff era ya "uno de los hombres que más da que hablar hoy en Buenos Aires".13 También en La Prensa del día 13 leemos que las capacidades de Onofroff habían comenzado a despertar ya ciertas fantasías e interpretaciones, incluso antes de que el público conociera directamente sus actos. La gente, según este último diario, creía que el visitante era una suerte de oráculo, capaz de adivinar cualquier hecho acaecido e incluso el porvenir. En tal sentido, La Prensa había recibido ya una carta en la que su autor condenaba las acciones de Onofroff debido a que ellas atentaban contra la religión. El diario se encargaba de rechazar esa acusación, y agregaba que las habilidades del hipnotizador tenían que ver simplemente con hechos que la neurología o la psicología algún día explicarían. A renglón seguido, se informaba que habían recibido la demanda de una señora que, convencida de que Onofroff podía adivinar cualquier hecho, preguntaba si el ilusionista sería capaz de averiguar quién había robado ciertos objetos de una amiga suya.14
Tal era el clima previo a la primera función, programada para el viernes 15 de marzo. Pero aún ocurriría un hecho que, a la luz de los debates posteriores, resulta altamente significativo. En los diarios del jueves 14 se informa que ese día, a las 15:00, Onofroff debía presentarse ante el Departamento Nacional de Higiene, pues se le quería recordar que una norma vigente prohibía expresamente las sesiones públicas de hipnotismo.15 Al día siguiente, las columnas de La Nación informaban que el ilusionista había aclarado, ante las autoridades de ese Departamento, que sus shows incluían solamente experiencias de adivinación, mas no de hipnosis. Por otro lado, había hecho demostraciones de sus habilidades ante esas autoridades, a resultas de lo cual el Departamento dio la correspondiente autorización para que los shows tuviesen lugar.16 He allí el segundo gran encuentro entre Onofroff y una figura destacada de las elites locales. De hecho, quien recibió al ilusionista fue José María Ramos Mejía, que por ese entonces dirigía la oficina de higiene. La Prensa dio algunos detalles sobre ese encuentro, y allí leemos que "El Dr. Ramos Mejía no ocultaba, como los demás médicos que presenciaron la experiencia, la favorable impresión que ésta les había producido".17 Esa misma noche, prosigue ese diario, Onofroff había asistido al Círculo de Armas, donde se ganó los "merecidos aplausos" gracias a sus demostraciones.18

II. Primeros éxitos y primeros cuestionamientos

Ese fue el contexto que marcó la antesala del debut teatral de Onofroff. Los diarios del 16 de marzo dedicaron largas columnas al éxito obtenido por el ilusionista el día anterior a partir de las 20:00 horas en la sala del Odeón. El Tiempo puso el énfasis en la calidad del público que había gozado de las experiencias; en efecto, en esa primera función, los sujetos implicados en las actuaciones de Onofroff eran conocidos personajes de la cultura y la política local: Benjamín Roqué, el joven Montes de Oca y nada menos que Carlos Pellegrini. En esa misma dirección, el periódico recupera lo que, al parecer, había sido el gran éxito de la función: el momento en que el jefe de policía, general Campos, había desalojado de su palco al administrador de La Nación, Agustín de Vedia, pensando que lo hacía por voluntad propia; en verdad su acto respondía a una sugestión a distancia efectuada por el prestidigitador.19 La Prensa, por su parte, puso el acento en la gran cantidad de público que había asistido, y sobre todo en las expectativas ciertamente desmedidas que Onofroff había despertado entre los porteños. Además de la demostración de adivinación del pensamiento, el ilusionista había llevado a cabo sus fenómenos de fascinación, por medio de los cuales colocaba a ciertos sujetos en un estado de total obediencia, incluso de insensibilidad, tal y como mostró al atravesar con una aguja el músculo de uno de ellos, que no exteriorizó ningún signo de dolor.20 En La Nación del 16 de marzo, por último, hubo dos largos artículos sobre Onofroff. El primero de ellos simulaba un diálogo entre dos personajes ficticios, Alfa y Omega, que habían visto las habilidades del ilusionista. Ese texto era firmado por "Misterium". Y en esas columnas encontramos ya una dimensión que será cada vez más notoria en la discusión sobre nuestro personaje. En efecto, los hechos producidos en el teatro abren la puerta inmediatamente a una discusión sobre la existencia de fuerzas ocultas u objetos suprasensibles. Alfa se muestra escéptico, pues sospecha que el prestidigitador en verdad hace uso de algún truco para "adivinar" el pensamiento. Omega era más conciliador. Por supuesto que no es concebible una transmisión de pensamiento, pero sería innegable que Onofroff posee una "fuerza oculta".
El segundo artículo aparecido en la La Nación el día 16 contenía una reseña de la primera función del día anterior. Tal y como sus colegas, este diario ponía el acento en las cualidades personales del ilusionista, "que le recomiendan y hacen simpático no bien se presenta y dirige sus explicaciones al público, pues lo hace con tal sencillez, claridad y abstención de todo aparato teatral".21
Luego del inicio de los espectáculos de Onofroff, hallamos en la prensa diaria los indicios de dos fenómenos o procesos divergentes acerca de los hechos en discusión. Por una parte, y en sintonía con la continua mención de los éxitos que ese personaje cosecha noche a noche en el Odeón, vemos aparecer la emergencia de ilusiones y esperanzas ligadas a los poderes que serían atributo del hipnotizador. Por otra parte, se desencadena una suerte de debate teórico o científico sobre la naturaleza de los hechos observados; ese debate estará referido a dos tipos de materias, o circulará por dos carriles relativamente autónomos. El primero de ellos estará referido al espiritismo y a las ciencias ocultas. El segundo, en cambio, se corresponde con una consideración del hipnotismo desde el punto de vista de la neurología.
El primer grupo de reacciones incluye fenómenos que pertenecen quizás a registros disímiles. Algunos de ellos son una continuación de las expectativas desmedidas que habían quedado de manifiesto, por ejemplo, en aquel pedido de una mujer para que Onofroff adivinara quién había robado dinero a su amiga. Otros, por el contrario, parecen inscribirse en el terreno de las fantasías seculares a las que se podía entregar un discurso especulativo o literario a partir del registro de fenómenos como los del ilusionista. Pues bien, veamos ejemplos de este primer gran grupo. El más elocuente tiene que ver con una noticia policial aparecida en La Prensa el 19 de marzo acerca de un doble asesinato cometido en Adrogué. La policía había detenido a un sospechoso, de apellido Núñez; a ese respecto leemos: "La policía local de Adrogué tomará hoy en consideración una indicación que recibió anoche de persona respetable, médico, solicitase hoy el concurso del hipnotizador para que Sr. Onofroff, que ha manifestado por otra parte deseos de auxiliar a la justicia o la autoridad en general en cualquiera averiguación de esa índole. Núñez sería, en tal caso, hipnotizado según la indicación del médico aludido, y en tal estado, sometido a un examen".22
En el mismo periódico, el día 25 de ese mes encontramos otra nota que refleja con igual elocuencia la génesis de una demanda dirigida a las capacidades de Onofroff, por fuera de sus performances teatrales. La Prensa refiere que había recibido la visita de un español residente en Colonia Ancalú, de la provincia de Santa Fe. Este hombre había realizado el trayecto de 80 leguas con el solo objetivo de conocer a Onofroff, a los fines de pedirle que, mediante hipnosis, le curara la sordera que padecía desde hacía muchos años.23
En las páginas de La Nación del 18 de marzo hallamos una puesta al extremo, entre burlesca y ficticia, de este impacto de Onofroff sobre la imaginación de los porteños. Si bien se trata de un texto que se aproxima a la especulación fantástica, aun así, cuando su contenido es visto a la luz de las evidencias que acabamos de citar, sería una equivocación desestimar sus enunciados en función de que tal vez no posean un referente "real". Por el contrario, tales fantasías pertenecen al mismo terreno que las abrigadas por esos actores que vimos aparecer en las últimas dos crónicas de La Prensa. El redactor anónimo del diario de Mitre dice conocer personas "que han prometido formalmente no salir de su casa, hasta que lo haga Onofroff de la ciudad, pues no es cosa de andarse por las calles expuesto a ver descubiertos íntimos y quizá secretos pensamientos".24 El autor prosigue su elucubración, enunciando la sospecha de que si muchos individuos tuviesen los poderes del hipnotizador, el mundo sería muy distinto, las palabras carecerían de sentido y nadie sabría cuándo obra por sí mismo o por efecto de una sugestión ajena.25
Simultáneamente con la construcción de esas nuevas demandas y fantasías, se produjeron una serie de debates más bien teóricos. La presencia de Onofroff en Buenos Aires tuvo no solamente el poder de despertar esas expectativas inusitadas, sino sobre todo la capacidad de dar visibilidad a objetos teóricos novedosos, así como de reflotar controversias que parecían caducas.

III. Espiritismo y ciencias ocultas

Gracias a una lograda investigación llevada a cabo hace poco tiempo, es posible conocer con mucho detalle la historia de los círculos espiritistas que se desarrollan en Buenos Aires desde la década de 1870, así como el modo en que aquellas ideas -y las provenientes de la teosofía- podían habitar una cultura científica que reconocía la legitimidad de fenómenos y explicaciones aparentemente sobrenaturales.26 De hecho, Soledad Quereilhac ha mostrado muy bien que, por ejemplo, muchos de los argumentos de las fantasías científicas desplegados en ese entonces por escritores como Eduardo Holmberg no eran meras ficciones imaginativas, sino que retomaban a su manera los resortes de una cultura en la cual -en parte debido a la proliferación de avances que mostraban la existencia de fuerzas maravillosa (rayos X, fonógrafo, etc.)- amplios sectores de "lo científico" eran capaces de reconocer el poder de fuerzas extrañas.27
Ahora bien, algo que no había sido notado hasta hoy es que la visita de Onofroff de alguna manera reactualizó el interés por esas materias conflictivas. Dado que el hipnotizador parecía poner en acto habilidades incomprensibles y extraordinarias, fue natural que rápidamente su nombre hubiera quedado emparentado con la causa de las disciplinas ocultas. Así, en el transcurso de los tres meses en que el prestidigitador permaneció en Buenos Aires, el espiritismo o la teosofía volvieron a aparecer en los diarios más prestigiosos de la capital, muchas veces en artículos en los que tangencialmente se tocaba el tema de las experiencias del visitante.
Ese solapamiento entre Onofroff y el espiritismo se produjo sobre todo en las páginas de La Nación y de El Tiempo. Hemos hecho alusión al artículo del 16 de marzo firmado por "Misterium", en el que el diálogo sobre la adivinación del pensamiento del célebre visitante daba pie a consideraciones sobre las ciencias ocultas, dentro de las cuales se incluía la teosofía. Acerca de ella, se emitían enunciados muy negativos. Pues bien, ese artículo desencadenó un encendido debate, del cual participó nada menos que Rubén Darío, quien por esos años se hallaba en la ciudad. El 20 del mismo mes, en un artículo titulado "Onofroffismo" y firmado por Raoul de Morlais, se criticaba la ligereza con que "Misterium" se había referido a la teo­sofía días atrás.28 El día 22 de marzo aparece, en ese mismo medio, un artículo de Rubén Darío en defensa de la posición de "Misterium". Una vez más, con la excusa de hablar de Onofroff, se pone en discusión la credibilidad de la corriente teosófica; el escritor nicaragüense refiere que en realidad "Misterium" se había esforzado por conocer en profundidad los fundamentos de la corriente lanzada por Blavatsky, y resume las principales críticas que aquella había recibido por parte de autores como Sedwig o Hodgson. En un cierre cargado de ironía, Rubén Darío se dirigía de esta manera a Raoul de Morlais: "Ah, es doloroso tener que convencerse de que madame Blavatsky no haya podido prolongar su vida quinientos años [...] y que Onofroff, el grande y culto Onofroff, tenga que sufrir muy pronto la misma suerte, el mismo triste olvido que la serpentina, el hombre descuartizado y La Verbena de la Paloma".29 Unas semanas más tarde, el día 8 de abril, Raoul de Morlais entra en escena nuevamente, por un lado para lamentar que alguien tan poco informado como Rubén Darío haya decidido participar del debate, y, por otro, para reiterar la seriedad de los enunciados teosóficos.30
Por esos mismos días, y también en las páginas de La Nación, el nombre de Onofroff vuelve a ser utilizado para una consideración sobre fenómenos ligados a las disciplinas ocultas. De hecho, durante cuatro día consecutivos, entre el 28 y el 31 de marzo, aparecen en ese periódico artículos sobre los poderes sobrenaturales de una mujer de 17 años, vecina de Baradero. El texto, que por primera vez da noticias sobre los hechos, porta un largo título: "Un caso de fakirismo. ¡Enfonce Onofroff! La Señora V. de Jeanmaire en el Baradero. Floreros que bailan, saltan y vuelan". En esa columna se refieren los hechos que habían conmocionado a los vecinos de esa localidad, en la cual una joven mostraba "facultades de atracción magnética superiores tal vez a las que han hecho de Onofroff la celebridad del día".31 Cada vez que esta joven entraba a una habitación, los floreros comenzaban a moverse, y se escuchaban extraños ruidos en las paredes. Hacia el final de la nota se informa que el mismo Onofroff había tomado conocimiento de estos accidentes, y había prometido ir hacia Baradero para verlos en persona. Al día siguiente aparece una segunda nota, que recoge las averiguaciones de un corresponsal enviado expresamente por el diario. Este último se había entrevistado con el padre de la joven, quien había confirmado los hechos, y había referido dos ocasiones en que su hija lo había hipnotizado.32 El día 30 el periódico publica, junto con un retrato de la joven Lydia Visca de Jeanmaire, un segundo informe del enviado especial, cuyo comienzo reza: "Regreso de tener una entrevista con la señora [...], y habiéndola visto verificar varios de los extraordinarios fenómenos que produce, debo afirmar que, mediante el poder desconocido de que está dotada, hace cambiar de sitio, a la distancia, por el solo esfuerzo de su voluntad, los objetos que le son más familiares".33 En efecto, allí leemos diversas experiencias exitosas (movimiento de objetos, imantación, etc.) que la joven había realizado en presencia del periodista. Como cierre de la nota, se informa que el señor Jeanmaire tenía deseos de presentar a su esposa a Onofroff, para que este "la tranquilice y le dé instrucciones prácticas sobre el modo de emplear sus facultades de un modo racional".
Esta olvidada noticia sobre Baradero devela, en primera instancia, el modo en que la presencia de Onofroff volvió a abrir el espacio para debatir, en la prensa cotidiana, sobre problemas que por esos años aparecían mayormente en las páginas de las revistas espiritistas de la capital.34 Pero en segunda instancia, muestra que la curiosidad despertada por los shows del teatro Odeón era en realidad solamente un segmento de una conciencia que estaba siempre dispuesta a dar credibilidad a experiencias que unas décadas más tarde serían cada vez más desterradas de las publicaciones eruditas.
Es momento de ocuparnos de un segundo tipo de debate construido alrededor de la presencia de Onofroff. Las experiencias del ilusionista llamaron rápidamente la atención de los médicos porteños, y alrededor de ellas se puso a prueba un renovado lenguaje neurológico y se debatió en profundidad sobre el problema de la hipnosis. Se trata esta vez de numerosos artículos que los profesionales egresados de la escuela de medicina publicaron en los medios locales. De todas maneras, hay que hablar también de una voz distinta. Habremos de comenzar con ella no solo porque no pertenece al gremio galénico, sino porque esos textos se ubican a medio camino entre la anterior discusión sobre las ciencias ocultas y el afán de utilizar el vocabulario de la neurología para enunciar el secreto de los actos en cuestión. Nos referimos al extenso reportaje realizado por el diario El Tiempo a un tal "Doctor Mc Kliner", aparecido en trece entregas entre el 23 de marzo y el 25 de abril de aquel año. No sería demasiado arriesgado sostener que se trata claramente de una entrevista que jamás existió; diversos elementos de esas entregas parecen indicar la naturaleza ficcional del "reportaje". El presunto doctor sería un científico escocés que desde hacía años se había refugiado, en casi absoluta soledad, en una pequeña casa en La Plata. No hay indicios que permitan establecer certeramente la autoría de esas columnas. Pero lo cierto es que en esas páginas se da cuenta de un acabado conocimiento de una vasta literatura científica, médica y neurológica, en la cual aparecen los nombres de Richet, Janet, Luys y Lieubault. De hecho, algunos de los pasajes de esas entregas se adelantaban a lo que por esos mismos días los médicos de Buenos Aires podían escribir sobre psicopatología.
Al igual que en el debate sobre teosofía, aquí también es explícito que la presencia de Onofroff es lo que sirve de puntapié inicial para una discusión que rápidamente tomará carriles variados. Así, en la presentación de Mc Kliner leemos: "Díjosenos que ha consagrado muchos desvelos a inquirir los llamados fenómenos del ocultismo; y creímos que quizá pudiera él explicarnos los que produce en estos momentos Onofroff".35 La meta del entrevistado será mostrar que diversos fenómenos, incluidos los que se ven todas las noches en el Odeón, obedecen en realidad a leyes físicas.36 Por ejemplo, muchos de los hechos espiritistas (movimientos de mesas y ruidos en las paredes) han de ser explicados por la intervención de un fluido o una fuerza (llamada "neuroecténica") proveniente del sistema nervioso del hombre, y capaz de irradiarse sobre los objetos y producir modificaciones en ellos.37 El presunto médico se detendrá especialmente en lo que por esos años se conoce como la escritura automática o inconsciente; se trata de las entregas 5, 6 y 7 del reportaje, que llevan por subtítulo la leyenda "¡Abajo el espiritismo!".38 En efecto, la tesis de este personaje es que los espiritistas se dejaron confundir por fenómenos que hallan una explicación en el terreno de la neurología.39 Para mostrarlo, Mc Kliner ofrece muchos detalles de experiencias propias de escritura automática, en las cuales su mano escribía frases y diálogos que pertenecían a sujetos distintos a su persona -entre ellos, Rivadavia-. Cada uno de esos sujetos, agrega Mc Kliner, es un producto de ciertas células cerebrales, o lo que también llama "lo Inconsciente". Según su parecer, tales comportamientos muestran un "desdoblamiento de la personalidad psicológica; y la coexistencia de funcionamientos cerebrales independientes".40 Respecto de los actos de telepatía como los que Onofroff solía realizar, Mc Kliner esbozaba una explicación que dejaba de lado la sospecha de alguna trampa. De hecho, en la persona que daba las órdenes se efectuaban leves exteriorizaciones, que el ilusionista, sumido en una suerte de autosugestión que le permitía acentuar sus umbrales de sensibilidad, era capaz de captar.41 Más aun, a partir de los avances de la física en materia de rayos, Mc Kliner se permitía preguntar acerca de si la naturaleza, como tantas veces, no sería capaz de producir esos mismos fenómenos. Si fuera así, cabía la esperanza de augurar que la facultad de adivinar los pensamientos ajenos, que por ese entonces era atributo exclusivo de unos pocos seres, por medio de la evolución de la especie terminara transformándose en un nuevo sentido asequible a todos los individuos.42

IV. Onofroff y los médicos porteños

Si bien lo discutido hasta aquí formó parte esencial de los debates generados por Onofroff, la controversia más resonante tuvo que ver con dos aspectos aún no revisados. El primero de ellos, ligado al hipnotismo y sus peligros, tuvo como protagonistas principales a importantes médicos de la ciudad. El segundo, en cambio, estuvo marcado por el descubrimiento de que las presuntas capacidades del visitante descansaban en la puesta en práctica de una serie de trucos escénicos.
Al revisar las posturas asumidas por los médicos locales en relación con Onofroff, es interesante comprobar hasta qué punto las mismas fueron divergentes entre sí. El puntapié inicial fue dado por Antonio Piñero en las páginas de La Nación del 17 de marzo.43 Para descontento de sus colegas, Piñero comenzará asumiendo una posición ciertamente positiva hacia las actividades del ilusionista; según su parecer, "Estos fenómenos son reales y las condiciones experimentales en que se producen son de tal manera sencillas e inequívocas, que hacen del todo improcedente cualquier medida de precaución contra posibles supercherías". Resulta evidente que el médico asume que está en juego una capacidad telepática real, que la ciencia no puede aún explicar con certeza. Según las palabras del médico, los fenómenos realizados por Onofroff "implican la intervención de fuerzas desconocidas, de agentes distintos de los que la ciencia ha descubierto". En tal sentido, Piñero dice que Onofroff, en sus sesiones de adivinación del pensamiento, se comporta como un "eco fonográfico del guía". Por otro lado, el profesional se muestra convencido de que si la experiencia falla, la culpa es del guía; en algunos casos, las señales transmitidas por el guía son demasiado débiles, y Onofroff puede ejecutar la orden mental recién cuando el guía es reemplazado por otro.
En las páginas de El Tiempo, por su lado, veremos aparecer voces médicas levemente distintas. Tal y como comprobaremos en lo que sigue, en ese periódico aparecerán las críticas más abiertas dirigidas contra Onofroff, tanto en lo que atañe al debate médico como en lo que respecta a la credibilidad general de los shows. El primer signo de suspicacia aflora en una nota con un título muy sugestivo.44 La misma no lleva firma, pero es evidente que su autor es Román Pacheco, pues en los días subsiguientes aparecerán artículos con su firma en ese mismo medio. El médico lamenta del modo más firme que se permita a Onofroff hacer uso de la hipnosis en shows públicos cuyo destino es el lucro. Según el parecer del autor, usar la hipnosis de ese modo es como usar la morfina en circunstancias similares; en efecto, el ilusionista se aprovecha de la curiosidad de sujetos nerviosos y enfermos, que aceptan someterse a sus experimentos, pero que desconocen las consecuencias. En muchos casos, prosigue el profesional, tales ensayos hipnóticos desencadenan enfermedades nerviosas irreversibles. Advertidos de esos efectos, en la mayoría de los países europeos se han prohibido las demostraciones públicas de hipnosis. En síntesis, la nota concluye que "de seguir este 'mago' con sus funciones de teatro, pronto tendremos una epidemia de histerismo".45 Al día siguiente, Pacheco prosigue su campaña, centrándose esta vez en el texto de Antonio Piñero aparecido en La Nación. Descarta, amparándose en la opinión de autoridades como Gilles de la Tourette, que para explicar los fenómenos de presunta telepatía haya que hablar de "fuerzas desconocidas para la ciencia", tal y como pretendía Piñero. La supuesta capacidad de adivinar el pensamiento se basa en un sencillo juego de salón: estableciendo esporádicos contactos físicos con su guía, Onofroff, debido a su estado morboso de autosugestión, se encuentra en una condición de hiperestesia, y es capaz de percibir signos inconscientes, pistas involuntarias que su guía le administra.46 El peligro social al que alude el título residiría no solamente en las derivaciones más o menos mediatas de las hipnotizaciones de Onofroff, sino en el hecho de que los asistentes, muchas veces neurópatas o degenerados, intentarían repetir esas adivinaciones en sus casas, y esos ensayos arruinarán su salud. El 21 de marzo, Pacheco publica el tercer texto sobre los peligros de las demostraciones públicas de hipnotismo.47 Para abonar su reclamo de que el Departamento de Higiene prohíba de una vez los shows de Onofroff, el médico cita el parecer de diversos autores europeos que ya habían señalado los perjuicios provocados por las experiencias de los magnetizadores de feria.48
El mismo día 21 Piñero publica un segundo texto, cuyo cometido es rastrear las experiencias que hacen las veces de antecedentes de los actos de Onofroff.49 Al desarrollar su argumento, se percibe que en realidad Piñero comparte varios supuestos con Pacheco. Al fin y al cabo, también para el primero todo se resume en la capacidad del ilusionista de "leer" ciertos signos físicos imperceptibles de su guía, simulando así una capacidad de lectura del pensamiento. Su conjetura es que el hipnotizador, gracias a una especial capacidad sensorial, sería capaz de sentir "a distancia las modificaciones respiratorias y demás fenómenos que presenta el guía como efecto de la contención mental".
Unos días más tarde, Piñero publica en esas mismas páginas una carta abierta a Pacheco, en la cual objeta a su colega que él se niegue a creer los fenómenos que no puede explicar.50 Piñero insiste en que él ha visto con sus propios ojos los experimentos en que Onofroff, sin contacto con su guía, ejecuta las órdenes mentales. Y reprende a su destinatario por querer desconocer la realidad de tales hechos comprobados: "Negar lo que no se concibe equivale a la ilusión del avestruz que cree evitar el peligro metiendo la cabeza en la arena". Por último, lo más valioso de la carta es que Piñero recuerda que fue él quien redactó unos años atrás, cuando pertenecía al Departamento de Higiene, la reglamentación vigente sobre hipnotismo. De hecho, la carta va acompañada por el texto de esa reglamentación, en la que leemos que se prohibía expresamente toda representación pública de hipnosis. Al día siguiente, como era de esperar, aparece la respuesta de Pacheco, en la cual se muestra complacido de que, al fin y al cabo, coincidan en diversos puntos, sobre todo en lo que respecta a la peligrosidad de las representaciones públicas. Por otro lado, no pierde oportunidad de señalarle la contradicción existente entre el primer texto -en el que se apelaba a fuerzas ocultas para fundamentar los fenómenos- y los dos siguientes, en los cuales Piñero daba una explicación absolutamente racional de los actos de Onofroff.
A nuestro entender, esta controversia entre Piñero y Pacheco nos acerca una intelección muy valiosa del modo en que la corporación médica de entonces se posicionaba respecto de un problema como la hipnosis. La vacilación mostrada por Piñero -que Pacheco supo captar inmediatamente- constituye un síntoma locuaz de las dificultades a las que se exponía una ciencia que, enfrentada al cúmulo de los novedosos fenómenos ligados a la hipnosis y el funcionamiento nervioso inconsciente, tomaba conciencia de las limitaciones de un saber recibido y aceptado. Ante el descubrimiento de las hiperestesias de los hipnotizados -y el ejemplo extremo, citado por los médicos que se ocupan por ese entonces de Onofroff, está dado por los ensayos de Luys en París para mostrar que los hipnotizados eran capaces de sufrir los efectos de medicamentos colocados a distancia-, las grillas interpretativas podían mostrarse demasiado simplificadas, incapaces de traducir la riqueza de los hechos. Había dos alternativas: o bien se aceptaba la realidad de todos los hechos, haciendo lo posible por construir nuevos lenguajes pero reconociendo al mismo tiempo que había "fuerzas" o "fluidos" que la ciencia aún no podía explicar; o bien la búsqueda de los nuevos conceptos era complementada por una partición entre los hechos reales y los ficticios -definidos estos últimos, según el caso, por la acusación de simulación, superchería, etcétera-.
A los fines de remarcar el posicionamiento paradójico de la medicina oficial respecto de los espectáculos de Onofroff, vale abrir aquí un pequeño paréntesis para ensayar un rápido bosquejo de la historia de la relación entre los galenos locales y el hipnotismo -historia que, por razones obvias, no podemos desarrollar aquí en su debida extensión-. Esa historia trata, en gran medida, del modo en que la corporación profesional se apropió de una práctica que ya tenía su tradición en la trama social, pues el hipnotismo era ejercido por profanos y estaba ligado a experiencias que no respondían a los lineamientos de la academia. Para ilustrarlo, vale introducir aquí unas anécdotas sobre Ramos Mejía. Para el momento en que Onofroff está en Buenos Aires, este médico dirigía el Departamento de Higiene que, con una vacilación que despertó las quejas de otros colegas, recordaba al visitante la prohibición de representaciones públicas con hipnosis. Los rastros que han quedado del encuentro entre las autoridades y Onofroff develan el trasfondo de esa vacilación: ¿qué tipo de autoridad podía ejercer una institución cuyos miembros habían quedado maravillados por las demostraciones que el ilusionista hizo en su presencia? Ahora bien, la recuperación de otros episodios nos ayuda a reconstruir esa historia. Si confiamos en la memoria de Cosme Mariño, para 1881 el futuro autor de Rosas y su tiempo descreía llanamente de la existencia del hipnotismo. Habría manifestado su incredulidad en el contexto de una conferencia dada por un defensor del movimiento espiritista.51 Unos siete años más tarde, en el seno del servicio de neurología que él dirigía en el Hospital San Roque, uno de sus discípulos emprendía las primeras curas por sugestión realizadas sobre casos de histeria por un médico porteño.52 Entre una fecha y otra se ha producido la lenta apropiación por parte de la medicina académica de todo lo relativo a la hipnosis. De allí en adelante esa ciencia se arrogaría el derecho de difundir el único saber válido acerca de los fenómenos de sonambulismo magnético, y se encargaría por supuesto de prohibir el ejercicio de la hipnosis a todo actor que no proviniera de las aulas de la Facultad de Medicina. Se trató obviamente de una batalla que no pudo ser ganada de inmediato. Durante algún tiempo seguiría habiendo sanadores o "curanderos" que utilizarían el sueño hipnótico; en el transcurso de esos años otros discursos, sobre todo el espiritista, intentarían ofrecer una explicación alternativa de esos hechos. Esa peligrosa proximidad entre el campo del hipnotismo y tradiciones ajenas a la ciencia oficial sería la causante de las actitudes por momentos vacilantes o contradictorias de la ciencia médica. Por ejemplo, los médicos que en 1895 impugnaban con desprecio la posibilidad de que Onofroff pudiera realmente "adivinar" el pensamiento de los sujetos de sus shows habían leído quizá hacía poco con absoluta aprobación la tesis médica de Gregorio Rebasa; en esa tesis -que hasta la aparición, en 1904, del trabajo de José Ingenieros Los accidentes histéricos y las sugestiones terapéuticas, sería el tratado más completo sobre sugestión elaborado por un médico de la capital-, el autor imputaba a sus pacientes hipnotizados la capacidad de conocer, en virtud de alguna extraña capacidad hiperestésica, los pensamientos del sugestionador.53 Por otro lado, en su lucha contra los ejercicios profanos de la hipnosis, la medicina establecerá reglamentaciones que ni siquiera ella era capaz de obedecer. Así, en la ordenanza de comienzos de la década de 1890 tendiente a prohibir los shows públicos de hipnosis se imponen exigencias que ni Rebasa ni ningún otro médico que haya dejado rastros de curas hipnóticas estaban en condiciones de respetar; por caso, la exigencia de no proceder a "la hipnotización del enfermo sin su consentimiento y sin la intervención al acto de parientes del enfermo".54

V. Manuel García y la "muerte" de Onofroff

Estos debates médicos -y algunos otros, que analizaremos en el siguiente apartado- fueron la antesala inmediata del rápido declive del prestigio de Onofroff. Los periódicos comenzaron a dar lugar a críticas muy severas sobre las acciones del visitante, y la discusión erudita sobre la ciencia oculta y la hipnosis fue reemplazada por una denuncia frontal de los subterfugios profanos con los que el hipnotizador habría engañado a los porteños desde su llegada a la ciudad. Ya el 30 de marzo, El Tiempo publica una carta escrita por Rafael Nicolari, director de "La Lotería".55 Dos días antes este sujeto había ido al show de Onofroff, y se había ofrecido como voluntario para los ejercicios de fascinación. Pero el ilusionista operó solamente sobre quienes precedían a Nicolari, mas no sobre él, quien ya estaba en el escenario. Según relata el autor de la carta, se desencadenó una discusión entre él y Onofroff en presencia del público cuyo resultado fue que el hipnotizador lo expulsara de la escena. Debido a que un altercado similar ya se había producido cuando el hijo de un diputado se había ofrecido a ser fascinado, Nicolari se permitía hacer un grave comentario sobre el espectáculo: "diré también que todos los que acuden á su llamado para ser fascinados, son siempre, en la mayoría, los mismos, lo cual comprueba que son pagos". De todas maneras, hay que remarcar que esa denuncia no tuvo eco por el momento, y habría que esperar hasta fines de abril para que se produjera la definitiva condena sobre Onofroff.
De hecho, durante todo el mes de abril, las noticias sobre el prestidigitador fueron escasas. El día 31 de marzo habían terminado las funciones en el Odeón, y el 17 de abril volvería a los escenarios de La Zarzuela. Según se infiere de una nota de La Prensa, el proyecto original del ilusionista era partir hacia Montevideo luego de sus shows en aquel primer teatro, pero debió permanecer en Buenos debido a que una cuarentena que afectaba la capital de Uruguay hacía imposible su viaje.56 Onofroff llegó incluso a realizar, el día 6 de abril, una comida de despedida: "Anoche, y como muestra de la gratitud que siente por las deferencias de que ha sido objeto por parte del público y de la prensa de Buenos Aires, Onofroff obsequió con una comida íntima a varios amigos y representantes de los principales diarios".57 ¡Cuán distinto habría sido el destino de Onofroff en la memoria de Buenos Aires si esa cuarentena jamás hubiese existido! En efecto, recién luego de comenzados sus espectáculos en La Zarzuela se produce el descubrimiento que termina definitivamente con el prestigio del ilusionista.
Es interesante señalar que incluso en las páginas de El Tiempo -y a pesar de que a comienzos de abril aparecía la nota de Larroque junto con la noticia de que el Departamento de Higiene había ordenado a la policía que suspendiera los experimentos de Onofroff-58 seguirían figurando breves noticias más o menos positivas sobre el adivinador. Así, el día 13 de abril se informaba que esa noche ofrecería en el Teatro El Nacional una función a beneficio de la viuda del fallecido doctor Francisco Silveyra, durante la cual prometía descubrir el nombre del nuevo ministro de Guerra y Marina que el presidente aún no había anunciado.59 Casi como si se tratase de la reduplicación de las vacilaciones de la corporación médica, tampoco este diario pudo asumir una postura inequívoca respecto de las experiencias. También aquí vemos aparecer una suerte de paradoja, por la cual en las mismas páginas en que se escribían las peores diatribas contra Onofroff, había también espacio para la celebración de sus facultades. Así, el día 16 aparece un extenso artículo con una entrevista a Dupuy de Lome, secretario de la Legación de España en Buenos Aires.60 Este ilustre sujeto había participado activamente en la función del 31 de marzo en el Odeón, y Onofroff había sido capaz de ejecutar con impecable precisión todas las órdenes mentales que aquel le dio en esa oportunidad: "He podido darme cuenta [...] que Onofroff se convierte en un espejo, un espejo admirable del cerebro ajeno". Dos días más tarde, el matutino informaba que las funciones en La Zarzuela habían comenzado a sala llena, y que Onofroff había sido muy aplaudido.61
De todas formas, ese presunto estado de calma llega a su fin el 30 de abril. Ese día se publica en La Nación una nota sobre la visita a la redacción de quien habrá de convertirse en el seguro verdugo de Onofroff. Un estudiante de derecho de 19 años llamado Manuel García, oriundo del Uruguay, se había presentado diciendo que podía realizar todas las experiencias de Onofroff; más aun, anunciaba que en realidad cualquier persona podía repetirlas.62 En efecto, durante la sesión con los periodistas del diario de Mitre, llevó a cabo con total éxito actos de órdenes mentales, al estilo de Onofroff. Dos semanas más tarde, el joven visita la redacción de El Tiempo.63 Y en los días que siguen, ese matutino imprime una larga serie de artículos -incluso más de uno por día, en sus ediciones segunda y tercera- destinados a condenar las experiencias del ilusionista, sobre todo mediante la revelación de los trucos de los que aquel se servía para efectuar sus presuntas adivinaciones. En uno de los textos más tempranos de esa campaña de desprestigio leemos que ese descubrimiento era en verdad una vergonzosa advertencia hacia los médicos y los intelectuales que se habían dejado fascinar por las supuestas capacidades del visitante: "¡Perdóneme Onofroff, el onofrofficidio! ¡Perdóneme el respetable público bonaerense que me ría a carcajadas por su increíble candidez! ¡Perdónenme las honorables corporaciones médico-científicas europeas y argentinas que me apriete los ijares al verlas en la más desairada situación que se puede concebir!".64
En los días subsiguientes, Manuel García se encarga de sembrar el desprestigio de su oponente. El 27 de mayo se presentó en una fiesta de beneficencia en el Pabellón Argentino y mostró una vez más que él podía repetir con éxito los milagros de Onofroff. Mientras que al comienzo García no revelaba dónde residía el secreto, en sus recientes apariciones mostraba que en verdad el supuesto mago veía, pues las sacudidas y los saltos que aquel daba constantemente, debidos presuntamente a su estado nervioso particular, no tenían otro fin que permitirle ver a pesar de la venda. De esa manera veía los movimientos de su guía, quien sin darse cuenta le iba indicando a dónde dirigirse.65
El 29 de mayo aparece una carta de Onofroff dirigida al director de La Prensa, en la cual el ilusionista se defendía de los ataques recibidos, y ofrecía dar un show en la redacción del diario, ante periodistas y científicos, que podrían comprobar que no había engaño en juego.66 El director del diario le recomendaba más bien que realizara su demostración en alguna institución de médicos, pues serían ellos los mejores capacitados para juzgar.67 Siguiendo ese consejo, el día 3 de junio Onofroff se presentó espontáneamente ante Ramos Mejía en el Departamento de Higiene, solicitándole que designara una comisión de médicos para que evalúen sus experimentos, que realizaría allí mismo. Esa fue, a todas luces, la última aparición del ilusionista. Para lamento suyo, la jornada resultó un relativo fracaso. Los médicos allí presentes se encargaron de poner a Onofroff una ajustada venda, colocando antes unos tapones de algodón sobre los párpados. A resultas de ello, el adivinador no pudo cumplir las primeras tres órdenes mentales que se le dieron. En el cuarto intento pudo realizar a medias lo solicitado, y recién en los últimos dos actos logró su cometido. Tanto La Prensa como La Nación afirmaron que, dados esos resultados, la sesión no había colaborado demasiado ni para la defensa de Onofroff ni para su condena.68 Por el contrario, según El Tiempo, el resultado había sido "un completo fiasco", y lo que debía hacer "el milagrero es marcharse cuanto antes y no fastidiarnos más con sus ridiculeces".69 El ilusionista había prometido presentarse al día siguiente, el 4 de junio, para ser sometido una vez más a las pruebas. Pero ese día los médicos del Departamento de Higiene lo esperaron en vano. Onofroff no cumplió con su palabra, y esa descortesía significó el final de su credibilidad, al menos para la mayoría de los médicos y periodistas. El Tiempo habló de esa ausencia en un encendido artículo que desde su título aludía a un "Onofroff pulverizado".70 Quien sí se hizo presente fue Manuel García; luego de ser vendado tal y como el adivinador lo había sido el día anterior, pudo cumplir con éxito todas las órdenes mentales. Según explicó en una carta que hizo publicar el 5 de junio en La Nación, simulando movimientos convulsivos y golpeándose la cabeza, había logrado aflojar las vendas y así ver a su guía -ese truco, proseguía García, era el que le había permitido a su contrincante tener éxito en dos de las seis pruebas del día 3-.71

VI. A modo de cierre: Domingo Cabred y su defensa de Onofroff

Los acontecimientos narrados en el apartado anterior acabaron, a los ojos de un sector importante del público porteño, con la credibilidad de Onofroff. Diarios como La Nación se permitieron publicar, por esos mismos días, contadas cartas de lectores que se proclamaban defensores de la buena fe del adivinador.72 De todas formas, en las primeras semanas de junio aparecen las últimas notas referidas al visitante. Cabe mencionar las dos más relevantes. La primera de ellas se imprimió en El Tiempo el día 13. Se trataba de un extenso artículo, que ocupaba las primeras dos páginas del matutino, escrito por Florencio Madero bajo la forma de una carta a Ramos Mejía.73 En él se resumía, en un tono muy crítico, toda la compleja historia de Onofroff en Buenos Aires.
La segunda nota merece un comentario más detenido. Se trata de la compilación de las entrevistas realizadas a seis importantes médicos que habían tenido oportunidad de observar las pruebas de Onofroff: Ramos Mejía, Ireneo Fulco, Fernando Álvarez, Silverio Domínguez, Domingo Cabred y Vicente López Cabanillas.74 Los tres primeros comparten una postura similar, al recalcar que a fin de cuentas en las experiencias de Onofroff se trataba meramente de recursos teatrales. Haciendo eco de los señalamientos y las denuncias que Manuel García había realizado en los días previos, estos profesionales señalan que no estaba en juego la transmisión de pensamiento o de órdenes mentales, sino que desde el comienzo el ilusionista no había hecho más que ejecutar con extrema pericia algunos trucos de salón.
Ahora bien, una vez más se puede establecer una línea de partición entre las opiniones de los profesionales, y esa demarcación refleja hasta qué punto los fenómenos encarnados o difundidos por Onofroff tocaban un punto sensible del discurso galénico, acerca del cual la academia era incapaz de enarbolar una posición unívoca. En efecto, los últimos tres médicos entrevistados, incluso al margen de la buena o mala opinión que tuvieran sobre el prestidigitador, de una forma u otra confesaron su creencia en fuerzas o poderes presuntamente sobrenaturales, difícilmente reductibles a la observación inmediata. Así, Silverio Domínguez se muestra convencido de la existencia de la "transmisión del pensamiento", que define como "un fenómeno natural que exige el cumplimiento doble de vibraciones que yo llamaría simpáticas". Algo similar ocurre en el caso de López Cabanillas, quien advierte que de todas formas la ciencia aún no ha podido establecer cómo se produce esa comunicación a distancia.
En ese mismo grupo cabe colocar a Domingo Cabred, célebre alienista que por ese entonces dirigía el Hospicio de la Merced. A decir verdad, no fue esa entrevista la primera ocasión en que el nombre de este médico apareció en el affaire Onofroff. A fines de marzo, cuando se suscitaban los primeros debates de los médicos acerca de los poderes del hipnotizador, Cabred había invitado a Onofroff al manicomio para que este hiciera allí sus experiencias, ante la presencia de "una comisión de veinte y cinco médicos de nombre" que se encargarían de constatar la veracidad de sus facultades.75 Onofroff había aceptado la invitación, y los diarios informaron que haría "algunos experimentos de importancia con algunos de los enfermos, que por la índole de su dolencia, se presten a ser hipnotizados sin peligro".76 En una columna de una semana más tarde, se comunicaba que Onofroff había desarrollado con éxito algunos experimentos en el Hospicio, lo cual había impulsado a Cabred a organizar una ulterior sesión de carácter científico a la cual asistirían médicos y periodistas.77 No sabemos si esa última reunión se llevó a cabo, pero lo que sí es cierto es que ya desde entonces Cabred pertenecía a ese sector (quizá minoritario) del gremio médico que miraba con interés las actuaciones de Onofroff, y que se comportaba bajo el supuesto de que en esas demostraciones había cosas que aprender, y no tanto que condenar.78
Pues bien, en la entrevista aparecida el 7 de junio, la voz de Cabred vuelve a cobrar protagonismo. En primer lugar, para exculpar a Onofroff. El alienista había sido uno de los médicos presentes el día 3 de junio en el Departamento de Higiene. Según Cabred, no había que prestar excesiva importancia al hecho de que en esa jornada el ilusionista hubiera fallado en varias ocasiones. El médico consideraba que había que atender a los argumentos que él había escuchado de boca de Onofroff: el lugar físico era estrecho, había demasiada gente presente, etc. A los ojos de Cabred, Onofroff era "un hombre sensible a las impulsaciones que se le comuniquen, aunque bien pueda adornarlas de la teatralidad que se quiera". Más aun, respondía con un enfático no a la pregunta de si, por haber fallado el visitante en una ocasión, había que negar entonces que aquel poseyera "la sensibilidad suficiente para recibir las impulsiones ajenas". Ahora bien, todos esos comentarios sobre Onofroff no vienen sino a complementar el segundo elemento de la respuesta de Cabred. Ante una pregunta del periodista, el director del asilo deja en claro que él cree fervientemente que "el pensamiento se transmite a la distancia", tal y como es posible comprobar cotidianamente, por ejemplo, cuando uno, tras mirar con insistencia a una persona en un teatro, consigue que esa persona se dé vuelta. La actividad cerebral, responsable del pensamiento, no solamente se manifiesta por fenómenos como el aumento del calor o pequeños temblores, sino también por vibraciones que se comunican. Algunos sujetos con hiperestesia sensorial son capaces de "sentir" tales emanaciones.
El punto de vista de Cabred -exculpación de Onofroff incluida- será retomado y ampliado poco después en el único artículo aparecido en una publicación médica local sobre el asunto Onofroff. Se trata del texto escrito por José Picado, con fecha 15 de junio.79 Según el autor, en el asunto de la transmisión del pensamiento no hay ninguna farsa ni superchería. Al decir de Picado, hechos de ese tenor están suficientemente comprobados por la ciencia, y aún es necesario hallar la explicación más adecuada sobre ellos. Es el caso de la acción a distancia de los medicamentos. Más afinidad con las experiencias de Onofroff tiene otro ejemplo, que había sido reseñado hacía poco por un diario de Buenos Aires, y que Picado cita en apoyo a su argumentación. Se trataba de un niño de 7 años que era capaz de resolver complejos problemas matemáticos, pero que tenía esa facultad solamente en presencia de su madre; si se colocaba a esta última detrás de un biombo, el experimento fallaba, lo cual mostraba que la transmisión del pensamiento se hacía por emanación de vibraciones.80
En el cierre de su trabajo, Picado coloca un enunciado que sirve a su modo para poner punto final a este recorrido: "Más tarde quizá llegue una explicación científica y razonada de hechos que por hoy parecen sobrenaturales y que sólo el espiritista convencido se da cuenta".81 La presencia de Onofroff en suelo argentino puso de relieve rasgos y tensiones del escenario cultural y científico que podrían ser pasados por alto para miradas demasiado abarcativas o simplificadoras. A lo largo de este artículo, hemos intentado iluminar las distintas reacciones generadas por la visita de un ilusionista que inquietó a actores sociales ubicados en distintas zonas del tablado cultural de fines de siglo. Sus demostraciones se ganaron el inmediato aplauso de un público anónimo que tenía mucha curiosidad por observar los alcances de fuerzas ocultas, y que siempre se sentiría atraído por las últimas novedades de lo inexplicado. De todas maneras, las fuentes consultadas en nuestra investigación nos dicen mucho más sobre otro tipo de público, aquel que tenía acceso a las redacciones de los diarios o a los foros científicos. Ese público no se mostró insensible a la oferta de Onofroff. Los salones más reputados, las redacciones de los periódicos, los centros científicos invitaron a ese ilustre visitante. También estos observadores experimentaron una invencible atracción por los actos que ponían en juego capacidades que iban más allá de la comprensión habitual. En todos esos vértices del cuadrante cultural porteño, los indicios de lo sobrenatural despertaron reacciones que hemos intentado reseñar. Así, hemos podido verificar que la presencia de Onofroff volvió a llevar a las páginas de los matutinos la discusión sobre fenómenos "extraños" que por ese entonces no retenían la atención más que de los espiritistas. Lo que es más importante aun, la visita del ilusionista produjo un claro impacto en el terreno de los problemas médicos. Por una parte, dio a los fenómenos del hipnotismo una visibilidad que nunca antes habían alcanzado. En tal sentido, se podría aventurar que los shows de Onofroff cumplieron en Buenos Aires la misma función que las míticas demostraciones de Charcot en París.82 Por otra parte, en un momento en que, tanto en las revistas como en las tesis del gremio médico porteño, esos asuntos no eran casi desarrollados, la presencia del hipnotizador forzó a los galenos a hacer uso de nuevos lenguajes y conceptos, ligados a los fenómenos del automatismo y el funcionamiento inconsciente.
En síntesis, el estudio del affaire Onofroff nos ha permitido resaltar hasta qué punto tanto en un imaginario más o menos popular, como en los hábitos de pensamiento de algunos sectores de la medicina oficial, había espacio para discutir la existencia de fenómenos extraños, e incluso "sobrenaturales", para cuya descripción era menester apelar a la operatoria de partículas, fuerzas y vibraciones que por el momento escapaban a las lentes de la ciencia. Se puede agregar asimismo que lo sucedido con Onofroff en Buenos Aires convalida investigaciones recientes que señalan de qué manera los "charlatanes", o ciertos personajes que habitan los bordes de las prácticas aceptadas por las academias, son protagonistas esenciales en los procesos de difusión y recepción de conocimientos y técnicas.83

Notas

1 Hasta el presente, uno de los relatos más detallados sobre la visita de Onofroff a Buenos Aires se halla en Alfredo Taullard, Historia de nuestros viejos teatros, Buenos Aires, Imprenta López, 1923, pp. 430-434.

2 El Tiempo (en adelante ET), 1 de marzo de 1895. Dado que todos los recortes de prensa pertenecen al año 1895, indicaremos solamente día y mes. Al citar las notas de los periódicos, incluiremos el título de los artículos solamente cuando estos lleven firma, o cuando sea importante indicarlos.

3 La Prensa (en adelante LP), 3 de marzo.

4 Esos pocos datos biográficos figuran en la entrevista que le habría realizado José María Carretera Novillo, incluida en el volumen II de la obra Lo que sé por mí, publicada en 10 tomos entre 1916 y 1921 en Madrid. Esa obra, aparecida con el seudónimo "El caballero audaz", recogía entrevistas realizadas a distintas personalidades de la época.

5 Onofroff, Para no envejecer. El hombre no muere...Se mata! Método práctico auto sugestivo para conservar el vigor y el aspecto de la juventud, Barcelona, J. Horta y Cia., s/f; Aprendan a hipnotizar. Tratado práctico por correspondencia. Resultado infalible en diez lecciones, Barcelona, s/f. Existe un tercer trabajo del autor, escrito en francés, en el cual brinda detalles sobre su método de hipnotización: Onofroff, L'hypnotisme à la portée de toutes les intelligences, Quebec, S.-A. Demers, 1902.

6 Javier Pérez Andrüjar, Salvador Dalí: a la conquista de lo irracional, Madrid, Algaba, 2003, p. 75.

7 La Nación (en adelante LN), 10 de marzo.

8 LP, 12 de marzo.

9 LN, 13 de marzo.

10 Ibid., 13 de marzo, cursivas en el original. Véase también ET, 13 de marzo.

11 Florencio Madero, "Madero versus Onofroff", ET, 13 de junio.

12  LN, 13 de marzo. Véase El Argentino, 13 de marzo.

13  ET, 12 de marzo.

14  LP, 13 de marzo.

15  LN, 14 de marzo; LP, 14 de marzo.

16  LN, 15 de marzo. Onofroff sería citado nuevamente por el Departamento el día 20, ocasión en la que una vez más se le advirtió que le estaba vedado el uso de la hipnosis (LP, 21 de marzo; LN, 20 de marzo).

17  LP, 15 de marzo.

18  LN, 15 de marzo.

19  ET, 16 de marzo.

20  LP, 16 de marzo.

21  Misterium, "La Esfinge. Diálogo", LN, 16 de marzo.

22  LP, 19 de marzo.

23  LP, 25 de marzo.

24 LN, 18 de marzo.

25 Unas semanas después, el 1 de abril, en ese mismo matutino reaparecen fantasías del mismo calibre. En un texto que califica las demostraciones de Onofroff como "hechos misteriosamente positivos", se especula con un escenario posible en que los reyes y los gobernantes tuviesen las capacidades del ilusionista de reducir completamente la voluntad ajena y diluir toda revuelta sin el uso de la fuerza. El texto se cierra mediante un sugestivo giro que va en dirección de lo que señalamos más arriba: "Entre tanto, debemos irnos habituando a la vida de novela y aceptando como ciertos los más caprichosos milagros de la imaginación", "A vuela pluma", LN, 1 de abril.

26 Soledad Quereilhac, "La imaginación científica: ciencias ocultas y literatura fantástica en el Buenos Aires de entre siglos (1875-1910)", tesis doctoral, Universidad de Buenos Aires, 2010.

27 Véase también Sandra Gasparini, Espectros de la ciencia. Fantasías científicas de la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2012.

28 Raoul de Morlais, "Onofroffismo. Misterium y la Sociedad Teosófica", LN, 20 de marzo.

29 Rubén Darío, "Onofroffismo. La comedia psíquica. Respuesta de Misterium al señor de Morlais", LN, 22 de marzo, cursivas en el original.

30 Raoul de Morlais, "Un poco de teosofía. Madame Blawatsky (sic)", ibid., 8 de abril.

31  Ibid., 28 de marzo.

32 Ibid., 29 de marzo.

33 LN, 30 de marzo.

34 Unas semanas más tarde, un médico de la capital establecía un nexo causal más firme entre la presencia de Onofroff y los hechos de Baradero. Según Benjamín Larroque, la atención prestada al ilusionista podía provocar una epidemia de histerismo, tal y como se comprobaría en el caso de Jeanmaire. Véase Benjamín Larroque, "Peligros del hipnotismo", ET, 3 de abril. Cabe recordar que un año atrás aquel profesional había publicado un breve texto sobre un abogado de 28 años que se creía víctima de hipnosis constantes; el médico hacía el siguiente comentario sobre el contenido de ese delirio: "Es hipnotizado. Esta palabra tan esparcida en la época actual, parece haberlo impresionado y se ha amparado de ella". Véase Benjamín Larroque, "Perseguido por el hipnotismo", Anales del Círculo Médico Argentino, nº 17, 1894, p. 284.

35  "Lo Maravilloso. Fenómenos extraordinarios. Reportaje al Doctor Mc Kliner. Un sabio oculto", ET, 23 de marzo.

36  Ibid., 26 de marzo.

37  Ibid., 29 de marzo.

38  Ibid, 2, 4 y 8 de abril.

39  Incluso en la quinta entrega Mc Kliner se permite pedir una ley que ordene la clausura de las sociedades espiritistas, por el mal que producen en los hombres. En esas mismas columnas, este sujeto compelía a los médicos a interesarse seriamente por la escritura automática y demás fenómenos inconscientes; véase ibid., 2 de abril.

40  Ibid., 4 de abril.

41  ET, 13 de abril.

42  Ibid., 20 de abril.

43 Antonio Piñero, "Onofroff. Los fenómenos que realiza. Algunas observaciones al respecto", LN, 17 de marzo.

44 "El 'fascinador' Onofroff y sus representaciones teatrales. ¿Deben éstas tolerarse? ¿Estará 'hipnotizado' el Departamento de Higiene?", ET, 19 de marzo.

45 Ibid.

46 Román Pacheco, "Un peligro social. Onofroff y sus representaciones", ibid., 20 de marzo.

47 Román Pacheco, "Un peligro social. Onofroff y sus representaciones (Conclusión)", ET, 21 de marzo. Pacheco sería secundado poco después por Benjamín Larroque, quien en una columna aparecida el 3 de abril pedía que se prohibiera el espectáculo de Onofroff; Benajmín Larroque, "Peligros del hipnotismo", op. cit. En ese artículo, Larro que recordaba que él ya había manifestado su opinión contraria al uso terapéutico de la hipnosis durante una sesión de la Société Médico-Psychologique de París en febrero de 1887. En efecto, su intervención fue recogida en el volumen de los Annales Médico-psychologiques correspondiente a ese año (pp. 475-480). Un mes más tarde, el 9 de mayo, apareció una traducción de esa discusión en las páginas de ET.

48 Pacheco -que muestra por cierto una florida erudición en la materia- señala incluso que en el Congreso Internacional de Hipnotismo celebrado en París en 1889 se había tomado una resolución en contra de los shows públicos de hipnosis. Lo que Pacheco no advirtió es que precisamente las experiencias de Onofroff estuvieron presentes en la discusión de 1889 sobre la necesidad de prohibir tal tipo de shows. En efecto, en la comunicación que abrió tal debate, redactada por el doctor Ladame (de Ginebra), leemos: "Recientemente, para concluir, hemos sostenido una polémica en la prensa luego de las sesiones públicas de otro magnetizador famoso, el señor Onofroff, cuyas representaciones fueron prohibidas cuando él dio a sus individuos sugestiones poshipnóticas proclives a alterar el orden público, al enviarlos a la hora del mediodía a ejecutar diversas pantomimas en una de las plazas más frecuentadas de la ciudad". Véase Ladame, "La nécessité d'interdire les séances publiques d'hypnotisme - Intervention des pouvoirs publics dans la réglamentation de l'hypnotisme", en Edgar Bérillon (ed.), Comptes rendus du Premier Congrés International de l'Hypnotisme, París, Octave Doin, 1889, pp. 28-44. Vale recordar que tanto en ese congreso como en otras publicaciones Delboeuf demostró ser un férreo opositor a la proscripción del uso público de la hipnosis.

49 Antonio Piñero, "Cumberland - Onofroff", LN, 21 de marzo.

50 Antonio Piñero, "Onofroffismo. Carta Abierta", ibid., 26 de marzo.

51 Cosme Mariño, El espiritismo en Argentina, Buenos Aires, Constancia, 1931, p. 48.

52 Esas curaciones son el núcleo de la tesis de grado de Salustiano Arévalo, Apuntes sobre la influencia de los medios morales en el tratamiento de la histeria, Buenos Aires, L'Italia, 1888.

53  Gregorio Rebasa, La sugestión en terapéutica, Buenos Aires, Imprenta Europea, 1892.

54 "Ordenanza reglamentando las prácticas hipnóticas", LN, 26 de marzo.

55 Rafael Nicolari, "El director de 'La Lotería' y el fascinador Onofroff", ET, 30 de marzo.

56  LP, 18 de abril.

57  Ibid., 7 de abril.

58 "Los experimentos de Onofroff y el Departamento de Higiene", ET, 3 de abril.

59  Ibid., 13 de abril. Al respecto véase también La nación, 11 de abril de 1895. El día 14 este diario afirmaba que Onofroff había obtenido muchos aplausos en su velada benéfica.

60  "El secretario de la legación española y Onofroff. ¿No adivina el pensamiento? Reportaje interesante", ET, 16 de abril.

61  ET, 18 de abril.

56  LP, 18 de abril.

57  Ibid., 7 de abril.

58  "Los experimentos de Onofroff y el Departamento de Higiene", ET, 3 de abril.

59  Ibid., 13 de abril. Al respecto véase también La nación, 11 de abril de 1895. El día 14 este diario afirmaba que Onofroff había obtenido muchos aplausos en su velada benéfica.

60  "El secretario de la legación española y Onofroff. ¿No adivina el pensamiento? Reportaje interesante", ET, 16 de abril.

61  ET, 18 de abril.

68  "Onofroff en el Departamento de Higiene", LP, 4 de junio; "Onofroff en el Departamento de Higiene. Las experiencias de ayer", LN, 4 de junio.

69  "La gallina ciega o el cuento de nunca acabar. ¡Basta, por Dios, de comedias!", ET, 4 de junio.

70  "Epílogo de la comedia 'La gallina ciega'. La sesión de ayer en el Departamento de Higiene. Onofroff pulverizado", ET, 5 de junio.

71  Manuel García, "Onofroff. Los momentos de prueba. Carta del señor Manuel García", LN, 5 de junio.

72  "Onofroff. Creyentes y detractores. Carta de un creyente", ibid., 28 de mayo; "Onofroff. Opiniones de un creyente", ibid., 2 de junio.

73  Florencio Madero, "Madero versus Onofroff", ET, 13 de junio.

74  "El Tema del día. Fenómenos reales o fenómenos teatrales. Onofroff y García. Reportaje monstruo-medical. Lo que piensan los médicos", LN, 7 de junio.

75  "Onofroff en el manicomio", LN, 23 de marzo.

76  Ibid.

77  Ibid., 1 de abril. Véase también LP, 26 de marzo.

78  Tal y como había pregonado anticipadamente Osvaldo Saavedra -bajo el seudónimo de "Barón de Arriba"- el 22 de marzo: "Onofroff", LN, 22 de marzo. En esas columnas, ese autor retomaba en nuestro medio la consigna defendida con firmeza por Delboeuf en los países de habla francesa: la ciencia, antes que prohibir estas experiencias, debía estudiarlas de cerca. En palabras del periodista: "La ciencia para enseñar empieza por aprender, aprender de la naturaleza. Onofroff es un hermoso pedazo de naturaleza para investigar verdades no esclarecidas".

79  José Picado, "Hipnotismo y fascinación. Transmisión de la voluntad (A propósito de polémicas recientes)", Anales del Círculo Médico Argentino, nº 18, 1895, pp. 306-313.

80  "La lectura del pensamiento", LP, 15 de mayo. En el párrafo introductorio de esa extensa nota se advertía que científicos franceses se habían ocupado del "extraño fenómeno de comunicación cerebral de que hemos visto un ejemplo palpable en los ejercicios de sugestión dados por Onofroff".

81  José Picado, "Hipnotismo...", op.cit., p. 313.

82  "Todas las preocupaciones han estado y están fijadas sobre el maravilloso fascinador, que sin quererlo ni saberlo ha llevado a cabo entre nosotros una sonada revolución, poniendo al alcance de medio mundo los experimentos de hipnotismo y sugestión", LN, 18 de marzo.

83  Irina Podgorny, Charlatanes.Crónicas de remedios incurables, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2012.

Bibliografía

1. Arévalo, Salustiano, Apuntes sobre la influencia de los medios morales en el tratamiento de la histeria, Buenos Aires, L'Italia, 1888.         [ Links ]

2. Darío, Rubén, "Onofroffismo. La comedia psíquica. Respuesta de Misterium al señor de Morlais", La Nación, 22 de marzo de 1895.         [ Links ]

3. Gasparini, Sandra, Espectros de la ciencia. Fantasías científicas de la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2012.         [ Links ]

4. Ladame, M., "La nécessité d'interdire les séances publiques d'hypnotisme - Intervention des pouvoirs publics dans la réglamentation de l'hypnotisme", en E. Bérillon, Comptes rendus du Premier Congrés International de l'Hypnotisme, París, Octave Doin, 1889, pp. 28-44.         [ Links ]

5. Larroque, Benjamín, "Perseguido por el hipnotismo", Anales del Círculo Médico Argentino, nº 17, 1894, pp. 282-285.         [ Links ]

6. Larroque, Benjamín, "Peligros del hipnotismo", El Tiempo, 3 de abril de1895.         [ Links ]

7. Madero, Florencio, "Madero versus Onofroff", El Tiempo, 13 de junio de 1895.         [ Links ]

8. Mariño, Cosme, El espiritismo en Argentina, Buenos Aires, Constancia, 1931.         [ Links ]

9. Morlais, Raoul de, "Onofroffismo. Misterium y la Sociedad Teosófica", La Nación, 20 de marzo de 1895.         [ Links ]

10. Morlais, Raoul de, "Un poco de teosofía. Madame Blawatsky", La Nación, 8 de abril de 1895.         [ Links ]

11. Nicolari, Rafael, "El director de 'La Lotería' y el fascinador Onofroff", El Tiempo, 30 de marzo de 1895.         [ Links ]

12. Onofroff, "Carta de Onofroff. Una demostración práctica", La Prensa, 29 de mayo de 1895.         [ Links ]

13. Onofroff, Para no envejecer. El hombre no muere... Se mata! Método práctico autosugestivo para conservar el vigor y el aspecto de la juventud, Barcelona, J. Horta y Cia., s/f.         [ Links ]

14. Onofroff, Aprendan a hipnotizar. Tratado práctico por correspondencia. Resultado infalible en diez lecciones, Barcelona, s/f.         [ Links ]

15. Onofroff, L'hypnotisme à la portée de toutes les intelligences, Quebec, S.-A. Demers, 1902.         [ Links ]

16. Pacheco, Román, "El 'fascinador' Onofroff y sus representaciones teatrales. ¿Deben éstas tolerarse? ¿Estará 'hipnotizado' el Departamento de Higiene?", El Tiempo, 19 de marzo de 1895,         [ Links ]

17. Pacheco, Román, "Un peligro social. Onofroff y sus representaciones", El Tiempo, 20 de marzo de 1895.         [ Links ]

18. Pacheco, Román, "Un peligro social. Onofroff y sus representaciones (Conclusión)", El Tiempo, 21 de marzo de 1895.         [ Links ]

19. Pacheco, Román, "Todavía Onofroff!", El Tiempo, 27 de marzo de 1895.         [ Links ]

20. Pérez Andrüjar, Javier, Salvador Dalí: a la conquista de lo irracional, Madrid, Algaba, 2003.         [ Links ]

21. Picado, José, "Hipnotismo y fascinación. Transmisión de la voluntad (A propósito de polémicas recientes)", Anales del Círculo Médico Argentino, nº 18, 1895, pp. 306-313.         [ Links ]

22. Piñero, Antonio, "Onofroff. Los fenómenos que realiza. Algunas observaciones al respecto", La Nación, 17 de marzo de 1895.         [ Links ]

23. Piñero, Antonio, "Cumberland - Onofroff", La Nación, 21 de marzo de 1895.         [ Links ]

24. Piñero, Antonio, "Onofroffismo. Carta Abierta", La Nación, 26 de marzo de 1895.         [ Links ]

25. Podgorny, Irina, Charlatanes. Crónicas de remedios incurables, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2012.         [ Links ]

26. Quereilhac, Soledad, "La imaginación científica: ciencias ocultas y literatura fantástica en el Buenos Aires de entre-siglos (1875-1910)", tesis doctoral, Universidad de Buenos Aires, 2007.         [ Links ]

27. Rebasa, Gregorio, La sugestión en terapéutica, Buenos Aires, Imprenta Europea, 1892.         [ Links ]

28. Saavedra, Osvaldo (Barón de Arriba), "Onofroff", La Nación, 22 de marzo de 1895.         [ Links ]

29. Taullard, Alfredo, Historia de nuestros viejos teatros, Buenos Aires, Imprenta López, 1923.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License