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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.1 Bernal jun. 2014

 

RESEÑAS

Franco Venturi,
Utopía y Reforma en la Ilustración, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014, 240 páginas

 

La reciente edición de Utopía y Reforma en la Ilustración, clásico libro del historiador italiano Franco Venturi (1914-1994), constituye una inesperada pero enriquecedora novedad, acaso una hendija de luz en un panorama editorial nacional más bien nebuloso en relación a la presencia de historiadores extranjeros. Decimos edición inesperada ya que, en términos temporales, Utopía y Reforma dista de ser una primicia: editado originalmente en Inglaterra en 1971, el libro reúne las conferencias que dictó Venturi en el marco de las prestigiosas "George Macaulay Trevelyan Lectures" en la Universidad de Cambridge durante el año académico 1968-1969. Uno podría preguntarse, a simple vista, por qué debería ser relevante reseñar -siquiera publicar- una serie de charlas sobre la Ilustración europea que un historiador italiano realizó hace casi 45 años. Y, sin embargo, su edición por primera vez en español reviste radical importancia, no solo por la escasez de textos de Venturi en nuestro idioma, sino particularmente por la frescura de las hipótesis sugeridas por el historiador italiano, y cómo las mismas sembraron la semilla de una transformación en el campo de los estudios sobre la historia de las ideas y el pensamiento político, particularmente en la mente de J. G. A. Pocock y otros historiadores de Cambridge.
Antes de pasar a reseñar el contenido del libro, es fundamental detenernos en el estudio preliminar de Fernando Devoto, "Franco Venturi: historiador, intelectual, político", quien estuvo, además, al cuidado de la presente edición, lo que puede observarse en la impecable traducción de Hugo Salas y en la selección de las imágenes que acompañan a cada capítulo y están en la cubierta del libro. Lejos de ser una mera cuestión estética, cada imagen anticipa y visualmente resume el contenido del capítulo, enriqueciendo su lectura. Quienes hemos cursado con el profesor sabemos de su interés por la historiografía italiana y, particularmente, por el libro de mayor renombre de Venturi, El populismo ruso (Alianza, 1981). En este estudio, Devoto reconstruye con la enorme erudición y precisión que lo caracteriza el devenir político, académico e ideológico de Venturi hasta el momento en que fue invitado a dar estas conferencias en Cambridge. Así, situando al historiador en el marco de las convulsiones políticas y culturales de la Europa de entreguerras y de la segunda posguerra, Devoto traza las líneas del evidente diálogo que estableció este historiador y militante socialista italiano con su presente. Nacido en Roma en 1914 en el seno de una familia de intelectuales académicos, a los 17 años Franco Venturi tuvo que exiliarse en París debido a la persecución fascista, ya que su padre había sido uno de los pocos profesores universitarios que no juramentaron su fidelidad al régimen de Mussolini. En su exilio parisino, que duraría hasta 1940, combinó de manera complementaria sus inquietudes políticas, participó en los círculos antifascistas de Giustizia y Libertà, con sus incipientes pesquisas académicas, realizó sus estudios de grado y posgrado en la Sorbona y publicó sus primeras reseñas e investigaciones. Entre estas últimas sobresale Jeunesse de Diderot, libro que publicó cuando tenía tan solo 24 años y que cimentaba los primeros peldaños de una, en términos de Fernando Devoto, "historia política de las ideas que busca el momento creativo de estas, que es cuando se articulan en la práctica y en la acción política" (p. 22). Si bien, tras duros años de encarcelamiento -por la policía franquista primero y por el régimen fascista después- Venturi disminuirá su militancia política, y su curiosidad y erudición por el pensamiento radical ilustrado, las minorías activas y la búsqueda de manuscritos inéditos seguirán siendo los signos inequívocos de su labor como historiador académico.
Utopía y Reforma en la Ilustración se divide en un apartado introductorio y cinco capítulos, que progresivamente van desarrollando una preocupación fundamental por comprender "el complejo pero productivo equilibrio entre utopía y reforma" (p. 57) de la Ilustración europea. Ya desde la Introducción, Venturi retoma una de las premisas fundamentales del pensamiento ilustrado, el rechazo por la construcción de sistemas filosóficos, para centrarse en el funcionamiento de las ideas políticas durante el siglo XVIII. Es decir, motiva su interés una genuina preocupación de historiador de oficio, una búsqueda por dar una visión realista y crítica del fenómeno, antes que la subordinación de su perspectiva bajo premisas ideológicas o filosóficas, sean cuales fueren. Dialoga en este punto con Peter Gay, que en su The Enlightenment: An interpretation, de 1967, había insuflado nuevos aires a los análisis sobre la Ilustración, aunque desde la otra orilla, buscando los orígenes de las ideas ilustradas en un remotísimo pasado de acentos griegos, hebreos y romanos, en lo que socarronamente Venturi denomina "el círculo mágico de la tradición de la Auflkärungalemana" (p. 61). También se opone a la que denomina "historia social de la Ilustración", de impronta esencialmente marxista, y que ve en las ideas ilustradas una mera etapa en la conformación y la evolución de la ideología burguesa, o que incluso estudia las ideas cuando se han convertido en "estructuras mentales" ya forjadas y definidas. Por el contrario, Venturi propone abordar el pensamiento político ilustrado desde la perspectiva de la creación activa, para lo cual focaliza en los contextos específicos de la praxis de las minorías intelectuales. A partir de estas premisas y posicionamientos, Venturi aborda tres problemas aparentemente diferentes, pero que el historiador italiano aúna en una historia política de la Ilustración: los vínculos entre la tradición republicana y las ideas ilustradas (temática política que desarrolla en los primeros tres capítulos), el derecho a castigar (tema moral, en el cuarto apartado) y un intento de mapear geográfica y cronológicamente la "evolución" de la Ilustración (el quinto capítulo, acaso el más interesante y polémico de todos).
El primero de los problemas que aborda Venturi es, como decíamos, la vinculación entre el republicanismo y la Ilustración en términos políticos. Se plantea aquí una primera cuestión a señalar, que igualmente desarrollaremos más adelante. Cuando nuestro autor piensa en el republicanismo, no lo hace en los términos en que unos años más tarde lo harán J. G. A. Pocock y Quentin Skinner, es decir como una tradición o lenguaje político de dimensiones atlánticas que será uno de los pilares de los debates políticos de la modernidad temprana y que se retrotrae a textos heredados de la antigüedad clásica. Muy por el contrario, Venturi es un "pre-Cambridgeano": el pensamiento republicano del siglo XVIII se derivaría de la experiencia directa y del devenir de las ciudades italianas, flamencas y alemanas, así como de Holanda, Suiza, Inglaterra y Polonia, que revivieron el ideal republicano en tiempos signados por el absolutismo. Así, el primer capítulo, "Reyes y repúblicas en los siglos XVII y XVIII ", rastrea con certeza las experiencias de estas unidades políticas y la manera en que se constituyeron en modelos alternativos a los estados absolutos, pero dando cuenta también de los problemas internos que las acosaban constantemente, tales como la irrefrenable tendencia a la inestabilidad y los conflictos internos, el conservadurismo inherente a su estructura social, o el permanente avasallamiento por parte de las monarquías universales. Esta contraposición entre monarquía y república en tanto que experiencias políticas concretas también tuvo su correlato en los debates políticos, particularmente en Inglaterra.
Precisamente, en el segundo capítulo, "Los republicanos ingleses", Venturi aborda una serie de autores - Shaftesbury, Molesworth, John Toland, Anthony Collins, George Stepney, entre otros- que entre 1685 y 1715 fundamentaron un arreglo en este debate, y definieron al régimen de gobierno inglés resaltando su estabilidad como su elemento novedoso y característico. Con una extraordinaria habilidad, Venturi guía al lector por los laberintos de las ideas políticas inglesas desde la Oceana de Harrington hasta los albores de la era walpoleana, viendo cómo las formulaciones iniciales de la virtud republicana heredada del humanismo cívico se ven inmersas en un torbellino signado por el deísmo, el libre pensamiento, la exaltación de la libertad y el radicalismo religioso. Resalta en este escenario la figura de John Toland, "quien más se acerca a la figura del filósofo ya ilustrado" (p. 117), al reconfigurar la tradición republicana a partir de su cultura casi enciclopédica, la promoción de la vida libre y activa, la difusión de sus ideas entre el pueblo, la lucha contra el despotismo y la reformulación del ideal de libertad civil con el comercio y la industria.
Venturi sitúa entonces el inicio de la Ilustración en una transformación de las ideas republicanas, al calor de las luchas políticas y el nacimiento del libre pensamiento. El carácter libertario del republicanismo inglés será, precisamente, el que se contagiará al continente, cuyo devenir es abordado en el tercer apartado, "De Montesquieu a la revolución". Así como las antiguas repúblicas de Holanda, Lucca, Venecia o Génova entraban en una irreversible decadencia, "también en el plano ideológico las concepciones republicanas parecían haber perdido su ascendente político" (p. 133). Sin embargo, la voluntad de independencia, la moral virtuosa y la ética cívica de la tradición republicana atrajo a los philosophes: Deleyre, D'Alembert, Voltaire, D'Argenson, Diderot, Rousseau, entre otros, expresan una recepción moral -y no política- de las ideas inglesas. Venturi rastrea estas ideas hasta los albores de la Revolución Francesa, para marcar la paradoja de cómo, a la vez que las repúblicas arcaicas dejaban de constituir un modelo político alternativo en el concierto internacional europeo, las ideas republicanas mostraban todo su vigor bajo una reformulación ilustrada de sus principios más radicales: "la herencia del pasado se había mezclado con la riqueza del presente" (p. 161).
El segundo problema de la historia política de la Ilustración es analizado en el cuarto apartado, "El derecho a castigar". La pregunta que guía el capítulo ha sido analizada por Venturi en otros trabajos -particularmente en su monumental Settecento Riformatore-; nos referimos a la relación entre utopía y reforma, entre el ensueño de una sociedad humana ideal y la voluntad concreta de modificar solo algún aspecto de la realidad. El historiador italiano analiza esta tensión a partir de la recepción europea de Dei delitti e delle pene de Beccaria, para abordar así los principios políticos y los problemas concretos en torno a las polémicas ilustradas sobre el derecho a castigar. La definitiva separación entre el pecado y el delito, con la consecuente definición de una esfera de acción eclesiástica y otra estatal, el establecimiento del parámetro de la utilidad como el único criterio para medir las acciones humanas, la restauración de la armonía perdida, la primacía de la razón y del cálculo, todos estos elementos darían cuenta de un programa de reforma, opuesto al carácter libertario y revoltoso de las propuestas utópicas.
El quinto capítulo, "Cronología y geografía de la Ilustración", es probablemente el más influyente del libro. Sin ir más lejos, J. G. A. Pocock se ha referido al mismo en numerosos artículos, y ha reconocido su deuda para con este apartado en su monumental Barbarism and Religion (cuyo primer tomo, de hecho, está dedicado a la memoria de Venturi). La pesquisa del historiador se centra ahora en procurar captar el ritmo y demarcar las fronteras de la Ilustración, desafío que luego será retomado por otros historiadores, como Roy Porter o Jonathan Israel. Venturi define claramente a París como el centro irradiador de la Ilustración, que desde fines de la década de 1740 se convertirá en un mundo vivaz donde los jóvenes philosophes encuentran un suelo fértil para desarrollar sus propias ideas. La difusión de la Enciclopedia por Europa estará acompasada por un ritmo diferencial, y el autor rastrea su temprana recepción en Italia, Viena, Lombardía, Alemania, Prusia, Inglaterra, Polonia y Rusia. Será recién la decisiva década de 1760 el "momento en que los hombres de la Ilustración parecen trabajar al unísono" (p. 197), cuando las reformas ilustradas y los debates políticos florecerán en toda Europa.
El libro finaliza abruptamente; es evidente que el carácter coloquial del cronograma de conferencias no le permitió a Venturi realizar una conclusión apropiada de sus exposiciones. En este somero panorama de una historia política de la Ilustración, quedan muchos interrogantes que es preciso responder: ¿por qué tratar estos tres problemas y no otros?, ¿antes que una sola Ilustración, no podría hablarse de "Ilustraciones" nacionales?, ¿no es acaso demasiado breve y somero el tratamiento de la cuestión utópica por el autor?, ¿cómo conceptualizar los programas ilustrados en las décadas de 1780 y 1790? En torno a estos interrogantes, entre otros, es que se han debatido los estudiosos de la Ilustración en los últimos cuarenta años. Sirva entonces la publicación de este excelente libro pionero para comprender
los fundamentos de esas preguntas.

Martín P. González
UBA / CONICET

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