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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.1 Bernal jun. 2014

 

RESEÑAS

Graciela Batticuore,
Mariquita Sánchez. Bajo el signo de la revolución, Buenos Aires, Edhasa, 2011, 316 páginas

 

Dirigida por los historiadores Gustavo Paz y Juan Suriano, la colección "Biografías argentinas" de editorial Edhasa tiene el indiscutible valor de recuperar el género biografía para el ámbito académico; y esto no porque esté dirigida a un público de especialistas sino porque todos los autores convocados para escribir estas biografías provienen de la academia, en especial de las áreas de Historia y Letras. En este sentido, la totalidad de los volúmenes de esta colección -seis hasta la fecha- garantizan a un público amplio el acceso a los últimos aportes bibliográficos sobre los períodos históricos a los que pertenecieron cada uno de los hombres y las mujeres biografiados.
Ahora bien, la biografía -Sarmiento, ese apasionado cultor del género, lo sabía bien- es además un género híbrido, impuro, ambiguo, que se instala en la porosa frontera entre la historia y la literatura. El autor de una biografía, por tanto, debe preocuparse no solo por realizar un imprescindible trabajo de archivo y de pesquisa bibliográfica sino también, llegado el momento de la escritura, preocuparse por la tarea, también fundamental, de ficcionalización que este género demanda; y utilizo aquí el término ficción no en el sentido de fingir o de imaginar, sino -tal como lo define Jacques Rancière en La fábula
cinematográfica- en el de "forjar"; es decir, entendido como "la construcción, por medios artísticos, de un 'sistema' de acciones representadas, de formas ensambladas, de signos que se responden". El libro de Graciela Batticuore, que inaugura esta colección, cumple felizmente con estos dos requisitos.
A menudo, una imagen no vale más que mil palabras; por el contrario, con cierta frecuencia se necesitan mucho más que mil palabras para reparar los efectos injustamente simplificadores de una imagen. Este es, por ejemplo, el caso de Mariquita Sánchez. Hacia el centenario de la revolución de Mayo, el artista chileno Pedro Subercaseaux pintó un cuadro en el que pareció cifrarse para la posteridad la vida entera de esta mujer; en él se ve a una joven Mariquita entonando el "Himno Nacional Argentino" en el marco patricio de una de las tantas tertulias que se realizaban en su casa de la calle Florida. Batticuore es consciente del poder que esa imagen tiene aún hoy para un "argentino promedio" y, en razón de esto, su biografía de Mariquita Sánchez se abre con una referencia a ella. Esta referencia, sin embargo, no está ahí, en el primer párrafo del "Prólogo", para anunciar que este libro ratificará lo que ese cuadro ha hecho con la vida de Mariquita Sánchez -congelarla
en una anécdota pintoresca- sino, antes bien, para dejar en claro que un objetivo fundamental de esta biografía es persuadir al lector de que esa vida, que se extendió por más de ocho décadas, fue muchísimo más que esa escena ocurrida en 1813.
Mariquita Sánchez. Bajo el signo de la revolución cumple ese objetivo con generosidad. Al terminar este libro el lector puede estar seguro de que accedió al despliegue de la vida larga y excepcional de una mujer que, al decir de Batticuore, estuvo inmersa protagónicamente en los círculos que pretendían estar a la vanguardia de su época -sea esta la de los primeros años de la revolución, la de las reformas rivadavianas, la del exilio antirrosista o la de la Argentina post Caseros- y que fue, además, un referente para los miembros de esos círculos. De este modo, Mariquita Sánchez emerge de este libro como una mujer extraordinaria, sin par: "La única mujer letrada de comienzos de siglo que estaba calificada para opinar".
Con todo, lo más significativo de esta biografía no radica tan solo en qué le cuenta al lector -la larga vida de Mariquita Sánchez- sino en cómo se lo cuenta. En consecuencia, su mérito principal reside en que en sus páginas se advierte notoriamente que su autora buscó responder a -y su
escritura estuvo guiada por- una pregunta que debería ser central para todo biógrafo, pero que no siempre lo es: ¿de qué modo contar esta vida? Se trata, en otras palabras, de la pregunta acerca de qué puede hacer la escritura con todo aquello que una vida ha dejado tras de sí. A esa pregunta genérica -quiero decir: biográfica-, Batticuore responde apostando a narrar esta vida otorgándoles especial atención a sus aspectos materiales: "los gastos, los consumos, las deudas, el dinero" -y esto no solo en los capítulos titulados "La casa", "Los papeles" y "Los gastos", sino en toda la extensión del libro-. Esa decisión, no obstante, no es un capricho ni una arbitrariedad sino una necesidad que le impone Mariquita Sánchez -el objeto- a su biógrafa. Al respecto, en el "Prólogo", Batticuore recuerda una frase de su biografiada que ella asume tácitamente como una suerte de clave que esta mujer dejó para sus futuros biógrafos: "La casa es la vida". Así, las casas de Mariquita -y todo lo que tenerlas y mantenerlas significó para ella- son protagonistas indiscutibles de esta biografía: en especial, la casa de la calle Florida, en la que nació en 1786 y murió en 1868; pero, además, la casa de Montevideo que habitó durante el largo gobierno de su amigo de la infancia Juan Manual de Rosas, la casa de su breve residencia en Río de Janeiro hacia 1846, y aun la casa que nunca ocupó en París, pero con la que soñó y para la que incluso mandó algún mobiliario. Las casas, por consiguiente, son algo más que la metonimia de esta vida; más precisamente, las casas son Mariquita; por ello, Batticuore afirma: "La casa la representa a Mariquita adonde quiera que vaya".
¿Y por qué resultan centrales las casas en la vida de Mariquita? Pues porque fue en ellas donde tejió desde muy joven una red de amistades y alianzas que define lo que Batticuore designa como "la cultura del trato"; es decir, una sociabilidad que la tuvo como centro y gracias a la cual supo conquistar -mediante la conversación y el intercambio epistolar como dispositivos centrales- ese particular protagonismo que, a su manera, transformó en poder. Por lo demás, estos rasgos de la vida de su biografiada -la sociabilidad, el trato- obligan a Batticuore a no incurrir en esos casi siempre decepcionantes extractos biográficos que reciben el nombre de "biografía intelectual", "biografía política" o "biografía sentimental", y que parten de la engañosa premisa de que es posible desgajar quirúrgicamente de una vida lo político, lo intelectual o lo sentimental, como si se tratara de itinerarios paralelos que se desarrollan de manera autónoma y bien delimitada. Si esa operación es alguna vez posible, en el caso de Mariquita Sánchez es irrealizable: la suya fue una existencia en la que lo privado y lo público, lo doméstico y lo político, lo intelectual y lo sentimental se anudaron de manera inextricable.
Un ejemplo de esa tupida trama biográfica que enmaraña y confunde lo público, lo privado, lo íntimo, lo político y lo afectivo son sus dos matrimonios: el primero con Martín Thompson y el segundo
con Jean Baptiste Washington de Mendeville. En esta biografía, la narración de los fascinantes avatares matrimoniales de Mariquita Sánchez -un marido (Thompson) que enloquece mientras se encuentra realizando tareas diplomáticas en los Estados Unidos y regresa a Buenos Aires para morir; otro (el francés Mendeville) que se ausenta en principio temporariamente de la casa matrimonial pero que, con el correr de los años, desaparece de la vida de su esposa- permite descubrir una intensa biografía sentimental pero también una serie de acontecimientos en los que lo afectivo y lo político aparecen indisolublemente juntos. Y habría que agregar: dramáticamente juntos; porque, como afirma Batticuore, en la vida de Mariquita Sánchez "la pasión amorosa y la política [son] dos variantes [...] que a menudo se entreveran".
En cuanto a ese entreveramiento, especial interés presentan las zonas de este libro que Batticuore le consagra a la escritura de Mariquita Sánchez. En ella, esta crítica vuelve, a partir de este caso particular, sobre una cuestión de la que ya se ocupó con solvencia en libros como El taller de la escritora (Beatriz Viterbo, 1999) y La mujer romántica (Edhasa, 2005): la configuración de la escritura y la autoría femeninas en el siglo XIX argentino.
En vida, Mariquita Sánchez no fue una autora en el sentido moderno; la constitución de Mariquita como autora fue el producto de determinadas decisiones editoriales realizadas en el siglo XX, cuando se
publicaron su epistolario (en 1952) y sus Recuerdos del Buenos Aires Virreynal (en 1953). Mariquita, por tanto, es una autora póstuma (Batticuore desarrolla esta hipótesis en La mujer romántica). No obstante, durante su vida sí fue una "escritora prolífica". Se trata de una escritura que, como dijimos, y como lo señala Batticuore, fue central en el desempeño de la "cultura del trato", una escritura especialmente coyuntural que se disemina en géneros de la intimidad como son los diarios, las cartas y la poesía de circunstancia, pero en la que aún pueden leerse los trazos de los efectos públicos que buscaba provocar. De este modo, en las páginas de Mariquita Sánchez. Bajo el signo de la revolución -y en especial en el capítulo 5, titulado "Los papeles"- se recupera la imagen de alguien que fue, en especial durante sus años de exilio montevideano, una suerte de estratega de la escritura. Y esto porque en el marco de la "guerra de papeles" que caracterizó, según José Mármol, el período rosista, Mariquita se constituyó mediante su pluma en lo que Batticuore llama "una espía en combate". De este modo, el abordaje de la escritura de su biografiada le posibilita a esta biógrafa tanto interpelar una trayectoria a un tiempo influida y tensionada por modelos aportados por los imaginarios ilustrado y romántico, como reflexionar sobre los nuevos modos de inserción en el espacio público que se abrieron para las mujeres luego de la revolución de Mayo. En este sentido, esta biografía parece alegar una y otra vez, y de diferentes modos, que Mariquita Sánchez llevó al extremo esas posibilidades que anunciaba "lo nuevo", tensándolas hasta límites insospechados por sus contemporáneos.
Que este libro se inicie con la intención de conjurar los efectos de una imagen -la propuesta por el célebre cuadro de Subercaseaux- no implica que sea un libro enemigo de las imágenes. Por el contrario, sus más de trescientas páginas están escandidas por una cuidadosa selección de imágenes -planos, cartas, muebles, retratos, etc.- cuya función no es meramente la de ilustrar lo que dice la letra sino complementarlo, habilitando la posibilidad de acceder a otras dimensiones de la vida de Mariquita Sánchez y permitiendo, mediante este otro recurso, que el lector participe de ella siguiendo algunas de las huellas materiales que fue dejando a medida que se desenvolvía.
En Recuerdos de provincia, de 1850, Sarmiento no dudaba en asegurar que "La biografía es el libro más original que puede dar la América del Sur en nuestra época". No es poca cosa que, más de un siglo y medio después, y en el contexto de un renovado interés por el género que se advierte tanto dentro como fuera de la Argentina, una colección -y este libro en particular- busque explorar la posible actualidad de esa férrea convicción sarmientina.

Patricio Fontana
UBA

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