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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.1 Bernal jun. 2014

 

RESEÑAS

Laura Malosetti Costa y Marcela Gené (comps.),
Atrapados por la imagen. Arte y política en la cultura impresa argentina, Buenos Aires, Edhasa, 2013, 360 páginas

 

Atrapados por la imagen. Arte y política en la cultura impresa argentina es la segunda experiencia editorial que Laura Malosetti Costa y Marcela Gené emprenden para dar a conocer los trabajos de un grupo de investigadores que se percibe consolidado en sus exploraciones particulares y que, a la vez, vuelcan sus preguntas en proyectos más amplios y abarcadores. Las autoras de este volumen logran así un efecto atractivo para el lector que va más allá de "estudiar la relación palabra/ imagen en diarios, revistas y otros soportes imbricados en nuestra historia cultural", tal como ocurrió en la primera experiencia editorial sobre el tema: Impresiones Porteñas. Imagen y palabra en la historia cultural de Buenos Aires.
Los trabajos reunidos en esta oportunidad nos acercan a tradiciones de análisis que ponen el foco en las representaciones visuales y en el lugar que ellas ocupan en la cultura, a través de las distintas épocas que abarcan los ensayos reunidos. El libro resulta así un aporte a los estudios de la cultura visual, campo que se ha constituido como un espacio de múltiples confluencias, donde conviven tradiciones diversas: historia del arte, estética, género, comunicación y antropología visual.
El libro se presenta dividido en diez capítulos que reúnen trabajos de Marcelo Marino,
Georgina Gluzman, Julia Ariza, Lautaro Cossia, Marcela Gené, Juan Buonuome, Sandra Szir, Laura Malosetti, Marisa Baldasarre, Silvia Dolinko, María Amalia García, Juan Cruz Andrada, Catalina Fara, Isabel Plante y Mara Burkart. Uno de los grandes desafíos encarados por las compiladoras ha sido el de engarzar y poner en diálogo los textos, más allá de la línea temporal que proponen al recorrer distintos momentos de la historia argentina en una larga secuencia que nos lleva desde la Confederación rosista hasta la década del setenta del siglo XX. A su vez, estos itinerarios temporales se cruzan con una mirada hacia otros espacios del territorio nacional, con lo cual, aunque sea de manera incipiente, se pone en evidencia que en el campo de la imagen no todo ocurre en Buenos Aires.
De este modo, podemos ver de qué manera la incorporación de imágenes en los distintos artefactos culturales cuya circulación y posesión se diferencia del libro modifica las representaciones y subvierte las maneras de leer y las formas en que los lectores se acercan al texto. Las imágenes y la visualidad son prácticas culturales productoras de significado y Atrapados por la imagen. Arte y política en la cultura impresa argentina nos acerca sugerentemente al problema de las
representaciones visuales y su lugar en la cultura.
El libro, además de las diversas tradiciones intelectuales con las que dialoga, atraviesa algunos de los problemas de la historia cultural vinculados a la imagen: los efectos de la modernización en las técnicas de edición que permitieron, a lo largo de un período tan extenso, la multiplicación de representaciones en una variedad de soportes (diarios, revistas, prendas de vestir, cintas y divisas litografiadas, guantes con imágenes impresas, etc.), y el impacto que la mayor difusión y circulación de imágenes produjo en la construcción de sentido de los lectores. Este proceso produce una modificación en las formas del mirar que va desde el momento en que la imagen impresa monopolizaba el consumo cultural, a la competencia visual que se establece entre diferentes soportes tecnológicos y mediáticos que conviven y circulan en el espacio cultural argentino. De este modo, no tienen el mismo impacto social las fotografías o los grabados que circularon, por ejemplo, en la Ilustración Histórica Argentina (Gluzman) y las imágenes de la revista Monos y Monadas (Cossia), publicada en la ciudad de Rosario durante el Centenario, que la competencia de soportes reproductores de imágenes que
se evidencia en la revista Satiricón (Burkart).
Si bien las autoras afirman que el libro se articula en torno a dos núcleos -los ensayos que indagan en los usos políticos de la imagen y aquellos que rastrean las imágenes en publicaciones pertenecientes a la esfera del arte o la literatura- consideramos que los ensayos atienden preguntas más amplias y permiten cruces en que aquellas tradiciones mencionadas al inicio cobran su verdadera dimensión.
Un recorrido posible, altamente productivo para recorrer este libro, es el que nos lleva a través de la influencia histórica de los avances técnicos dentro de la industria gráfica. Este eje articulador, que nos habla de la materialidad del problema abordado, nos permite rastrear a través de varios capítulos la estrecha relación entre los usos políticos de la imagen en las diversas épocas abordadas, las posibilidades materiales para hacerlo y su desigual distribución, desigualdad que calca el largo y trabajoso proceso de apropiación social de las imágenes por públicos cada vez más amplios a través de la historia argentina.
Es así como en el capítulo "Impresos para el cuerpo. El discurso visual del rosismo y sus inscripciones en la construcción de la apariencia", Marcelo Marino indaga la estrecha relación existente entre la indumentaria y la política durante ese período y muestra que el gobierno de Juan Manuel de Rosas no solo busca difundir sus políticas a través de bandos, estampas y periódicos sino también con la distribución de una serie de accesorios textiles:
divisas y cintas impresas, o fondos de galeras y guantes con el retrato de Rosas confeccionados en los mismos establecimientos litográficos que abastecían al gobierno de la palabra escrita. En este sentido, el autor plantea a partir de ciertas posibilidades técnicas la reafirmación de la sociabilidad rosista través de la "parafernalia simbólica" para el cuerpo, que conformaron prácticas en la construcción de las diferentes formas de exteriorizar el ser federal, o parecerlo en tiempos de la Confederación.
Las posibilidades que brindan en cada etapa histórica las técnicas de impresión también están presentes en el capítulo de Georgina Gluzman, "Imaginar la nación, ilustrar el futuro. Ilustración Histórica Argentina e Ilustración Histórica en la configuración de una visualidad para la Argentina", así como en "Mujeres virtuosas e ilustradas: los retratos de Búcaro Americano. Periódico de Familias", de Julia Ariza y Gluzman. El texto de Gluzman indaga sobre las publicaciones vinculadas al Museo Histórico Nacional bajo la dirección de Adolfo Pedro Carranza y el rol de las imágenes utilizadas allí en la creación de un imaginario nacional, cuando la selección de representaciones y la forma en que fueron puestas en circulación conformaron una estrategia para llegar a un público ampliado. Del mismo modo que la publicación de retratos de las matronas argentinas en torno al centenario de la Revolución de Mayo dialoga con la construcción femenina de las mujeres de la elite, dando lugar a la existencia de una galería de
mujeres virtuosas que irán recorriendo las revistas de la época. Sin embargo, la galería de mujeres virtuosas ya había comenzado a construirse a fines del siglo XIX a través de la revista El Búcaro Americano. Periódico de las familias, donde las creadoras de una literatura y una poesía "refinada", las artistas, y las primeras científicas, son colocadas en el espacio más jerarquizado de la publicación, la portada. Desde allí son reconocidas socialmente y colocadas en cierto nivel de igualdad con los varones y eso ocurre gracias a las posibilidades que brindan las técnicas gráficas de entonces, que permiten la reproducción de sus retratos engarzados en grabados con elaboradas filigranas. Como afirman las autoras, estas mujeres comienzan a adquirir visibilidad pública y se instalan en el imaginario visual de la época desde los bordes de la política, mostrando el "buen gusto" y el "virtuosismo" propio del ser femenino.
Los públicos diferenciados son una marca de la modernidad, y su búsqueda tuvo recorridos diversos. Pero sin duda los públicos políticos son los más tempranos y conforman los más fieles lectores. Así lo demuestra el capítulo de Marcela Gené y Juan Buonuome, al hablarnos de las posibilidades técnicas de edición que permitieron la incorporación de dispositivos visuales en el diario socialista La Vanguardia a partir de la primera década del siglo XX. Los autores recorren el diálogo entre texto e imagen y muestran cómo esta prensa partidaria es atravesada por la americanización del periodismo poniendo en contradicción, a través de las publicidades dedicadas al consumo moderno, a un lector imaginado de rasgos iluministas con la exhibición de bienes de consumo que incitaban a prácticas consumistas, ensayando una forma periodística que combinó prensa política con prensa comercial.
Estas diferentes experiencias visuales fueron posibles porque los avances tecnológicos se incorporaron en publicaciones de diverso formato, y también en otros objetos como los asociados a la vestimenta. En ese sentido, el capítulo de Sandra Szir "Arte e industria en la cultura gráfica porteña. La revista Éxito Gráfico (1905-1915)" es central para percibir los cambios materiales que se producen en los objetos impresos hacia comienzos del siglo XX. Los beneficios que aporta una nueva forma de diagramación que incorpora la posibilidad de diálogo entre texto e imagen, las fotografías y los diferentes acercamientos a la "realidad" a partir de la imagen, son instancias nuevas que se abren a la cultura visual gracias a la materialidad de las máquinas impresoras manejadas por una nueva generación de obreros gráficos especializados. Éxito Gráfico no es la primera experiencia de una publicación dedicada a la
industria, sin embargo Szir logra adentrarse a través de ella en los primeros desarrollos de una cultura visual masiva en que se evidencian los beneficios de la producción industrial en una actividad en expansión que, a la vez, no dejó de lado la lógica artística y permitió tanto la reproducción de obras de arte como la incorporación de artistas al sistema industrial.
El fenómeno visual, tal como anticipamos, no es exclusivo de Buenos Aires y se despliega en industrias gráficas del interior y en otras experiencias visuales que contribuyen a la creación de identidades locales, como queda expuesto en el caso del trabajo de Lautaro Cossia, "El Centenario en la revista Monos y Monadas. De la mitología nacional a la representación de una mitología rosarina". El autor nos muestra aquí cómo la publicación entabla un diálogo con las representaciones visuales producidas en el centro de la nación y demuestra que a través de las imágenes la ciudad de Rosario busca su inclusión en una tradición a la vez que intenta definir una identidad social particular.
Finalmente, y aunque hoy este es un tópico que se pone cada vez menos en discusión, este libro demuestra que no hay demérito alguno en la
utilización de fuentes antiguamente consideradas "plebeyas" para indagar el pasado, y que las imágenes sometidas a las preguntas del historiador iluminan zonas poco transitadas por las investigaciones sobre la cultura de una época; espacios cuyas huellas a menudo se presentan opacadas por la aparente contundencia de la palabra escrita, reliquia del pasado a la cual el historiador suele rendirle un culto excluyente.
El cruce entre arte y política, entre políticas estéticas y programas industriales, entre publicaciones dedicadas a la pintura o a la expresión visual de la literatura, entre el humor y la masividad, puede llevarnos, entonces, a otros recorridos posibles. La virtud de este libro -no la única, pero acaso la que a nuestro juicio más destaca- es la de invitarnos a pensar en la imperiosa necesidad de ampliar nuestra mirada de historiadores hacia la infinita variedad de experiencias que la cultura visual ha desarrollado en distintos escenarios históricos y en diversas escalas de representación, ya sean estas nacionales, locales o regionales.

Ana Lía Rey
FFyL-UBA

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